Hatru no Yurei C4

Capítulo 4: Acariciando el peligro.

Uno de mis pasatiempos preferidos, era buscarle alternativas a las cosas que me pasaban en la vida.

Luego de aquel escape por la ventana, se me ocurrió, o más bien a mi cerebro se le ocurrió, que era una buena idea imaginar cómo habría escapado si en lugar de esa casa hubiera sido otra.

Fui todo el camino a la escuela imaginando el escape de cada una de las casas al pasar.

El estómago se me revolvía al pensar que pude haber sido atrapado. Tenía que dejar de arriesgarme tanto, aunque viéndolo bien no estaba tan mal.

Aquello me devolvió a la mente lo que había pasado en la casa de la señora Kaoru… si por azares del destino yo… pudiera volver allí y tomar un sostén diferente… No pasaría nada ¿O sí?

Pensando en aquellas cosas fue como pasé las clases. No diré que no preste atención, cuando quiero concentrarme en algo me es fácil lograrlo, pero en cada momento libre que tuve, pensaba en ello.

Otra cosa es que en mi clase las cosas eran aburridas por el tipo de gente que había.

Nada especial, ya saben el cuarteto de los pervertidos de closet, que se van a buscar pornografía “en secreto.” Las chicas que se hacen las serias condenando al cuarteto con cosas como “Qué asco” cuando en realidad lo único que tienen es que llevan meses sin novio y sin acción.

La chica callada que simplemente mira a los chicos de baloncesto desvistiéndolos con la mirada y que seguramente a solas sueña despierta con alguno de ellos. Las chicas fáciles que se comen a los de baloncesto “a escondidas” en esos sitios donde todos sabemos que están allí y lo que hacen allí dentro pero nadie dice nada.

El joven serio enamorado de su novia, y la novia avergonzada que trae el obento para él, sabiendo que entre mejor le quede esa comida mejor le van a hacer el trabajo por la noche.

No importa lo que hagamos, o lo que digamos ser, o lo que nosotros pensamos  que somos.

Esas cosas están todo el tiempo en la mente de todos.

Ah, y por supuesto.

El chico que finge que es un joven normal, pero que se mete a las casas a escondidas para toquetear a las mujeres.

Yo.

El mundo está lleno de pervertidos, si lo piensas de esa manera.

Cada quien a su forma, bueno… la mía no parecía tan mala después de todo. Nunca había causado daño a nadie, nunca me había hecho el inocente como esas chicas que molestan a los pervertidos tontos, y si tuviera una novia quizá sería justo como el chico serio, juntando energías para la acción que le esperaba.

Qué envidia.

Akane… ¿Por qué tuviste que transferirte?

Por estar pensando en estas y otras cosas, no me di cuenta de que habían terminado las clases. Ni que hacerle, tomé mis cosas y salí del salón.

Mientras salía, unos amigos me invitaron a ir a ver el partido de la selección a casa de uno de ellos, les dije que tenía que trabajar.

———

Cuando salí de la escuela pasé por la panadería donde trabajaba. No iba a trabajar, pero se me ocurrió que ´podía comprar un poco de pan y llevarlo de regalo a la madre de Kamine, quizá solo era mi conciencia recriminándome o tal vez eran unas disculpas adelantadas.

El caso es que pasé allí. El señor me recibió con una sonrisa al tiempo que pagaba por el pan.

-Te esperaré mañana. –

Comentó. Porque al día siguiente me tocaba trabajar.

-Seguro. –

Le dije, sonriendo.

-Hablando de cosas más personales ¿Cómo han ido las lecciones? ¿Esta Minase lista para los exámenes? –

Preguntó, y yo sabía que me preguntaría.

-Bueno, no le cuesta mucho aprender, pero creo que tres horas no bastarían para cubrir el curso completo… me temo. –

Respondí.

-No… no te preocupes… quizá alguno de los días que deberías trabajar aquí… si no es mucha molestia. –

-Puede ser… si ella no termina demasiado fastidiada sería una buena idea, por otro lado… podría hacerlo incluso los días que no tengo que trabajar… si a ustedes no les molesta. –

Comenté, el señor sonrió amablemente.

-Para nada, ella ha hablado bien de ti, y mi esposa también a decir verdad… –

Parece que el señor pretendía que de una o de otra forma yo continuara enseñando a su hija. Bueno, yo también quería seguir enseñándole. No estoy seguro de que tan importante era para el señor, pero seguro que a su joven hija le importaba menos.

Hablo de que estaba más interesada en otras cosas.

-De acuerdo, hablemos de ello mañana. –

Le dije, y haciendo una leve inclinación, salí de allí.

———

Después de aquello pasé brevemente a mi casa a cambiarme y luego fui a llevar el pan a casa de la señora Kaoru.

Kamine hablaba con su novio, como era su costumbre, lo que no era normal, es lo que estaban diciéndose, y aunque traté de ignorarlo, fue muy obvio que estaban peleando.

… ¡Pues entonces no digas nada!

Y Kamine colgó el teléfono, la señora y yo nos miramos mutuamente, luego a Kamine. Ella nos miró a ambos y luego bajó la cabeza.

-Perdón por gritar. –

Se disculpó.

-Eso no importa cariño, trata de calmarte que es hora de cenar, además, tenemos invitados. –

Comentó.

-Pero Toshikane-kun no es un invitado, es como si viviera aquí… o bueno, como si aún viviera aquí. –

-Si Kamine… muy graciosa. –

Me quejé, mitad en broma, porque yo me puse muy triste cuando la señora murió. Otra cosa que hay que notar es que, Kamine no la conoció. Quien tengo entendido que era muy apegada a ella era la señora Kaoru, que era su nieta.

-No hagas esa clase de bromas en la noche… puedes atraer a los fantasmas. –

Regañó la señora a Kamine.

-¿Crees en los fantasmas? –

Preguntó Kamine, casi burlándose.

-Quien sabe, mejor no averiguarlo. –

Dijo la señora, poniendo los platos en la mesa.

-Seguro que el día en que veas un fantasma, te haces del baño. –

Le dije.

-¡Cállate tonto! –

Respondió Kamine, y me mostró la lengua.

-Basta los dos, tienen que dejar de discutir mientras comen, tengan algo de decencia. –

Regañó la señora.

-Si Kaa-san. –

-Sí, señora. –

Respondimos los dos al unísono. Y tratamos de concentrarnos en comer, digo porque nos mirábamos mutuamente y nos reíamos.

Así que la señora creía en los fantasmas… vaya… que interesante.

———-

Trabajé en la panadería de forma normal al día siguiente, era día de paga así que en realidad me convenía ir allí. No digo que el señor se fuera a negar a pagar, sino que de haber ido a instruir a Minase, habría tenido que esperar más tiempo.

Y tenía algunas cosas que comprar.

Minase, sin embargo, llegó hasta la panadería cuando faltaba poco para que saliera. No parecía muy animada.

-Tu padre está adentro. –

Comenté, ella asintió. No venía a verlo a él. El señor estaba dentro porque estaba preparando mi paga, evidentemente. Pero Minase aprovechó que yo estaba guardando mis cosas para hablarme.

-¿Cuándo volverás a darme lecciones? –

Preguntó ella casualmente, soplando su copete mientras se recargaba en la mesa donde solía alinear la masa para el pan, aunque ahora estaba limpia.

-¿De verdad quieres volver a estudiar? –

Pregunté, sabiendo que estudiar no era lo que le gustaba.

-Si bien… ya sabes… eso… –

Dijo, escondiendo la cara para que yo no me diera cuenta de que ella se sonrojaba.

-¿Qué paso con ello? –

-No me gustó. –

Respondió ella, girando la cara, parecía querer llorar.

-No comprendo… –

Respondí, eso no era para nada lo que ella había dicho el domingo, en que salí huyendo de su casa.

-Hice lo que me aconsejaste… estaba sola con él y le dije lo que quería. Me daba vergüenza pero… se supone que me gustaba… así que fui sincera con él… –

Explicó Minase, luego resopló.

-Pero bueno… es un tonto… lo único que hizo fue frotar… y eso me lastimó… no puedo caminar bien por su culpa. –

A pesar de que estaba sorprendido de que ella me contara esas cosas así como así, sonreí apenado, sintiendo un poco de lastima por ella. Si una chica llega y te dice esas cosas así como así, lo más probable es que la ataques, y sin experiencia… bueno.

Si funcionó conmigo es porque, aparte de que estaba siendo extremadamente cuidadoso, todo salió poco a poco.

-Creo que lo que les hace falta es confianza… –

Ahí está el idiota tratando de arreglar lo que no tiene compostura.

-Ya no lo quiero. –

Declaró ella.

-Lo único que hizo fue lastimarme, no estaba pensando para nada en mi… yo… –

Y bajó la voz, acercándose a mí.

-No sentí nada… ni hormigueo, nada. –

Me susurró, luego volvió a alejarse.

-Esas cosas pasan a veces. –

Le dije, respuesta estúpida, ella me miró por unos momentos.

-Contigo fue diferente. –

-Si bueno… –

No podía mirarla a los ojos y decir “Es que ese chico no tiene experiencia” me vería como un engreído, a pesar de que eso era lo que pasaba.

-¿Por qué es que fue diferente? ¿Qué es lo que los hace distintos? –

Sus preguntas comenzaron a ser un poco difíciles de contestar.

-Simplemente reaccionó sin pensar, seguro que… –

-Ah, claro que lo pensó, la diferencia es que él sólo pensaba en sí mismo. –

Derrotado por una chica menor que yo. Esto era inaudito.

Pero tenía razón.

Lo que me preguntaba es ¿Por qué estaba tan empeñada en enterrarlo más de lo que ya lo estaba? Esa era mi pregunta, porque en lugar de estar contrariada, estaba enojada, podríamos decir que furiosa.

-Dijo que era mi culpa por no poder sentir nada. –

Ah…. Ahí estaba. La real y verdadera estupidez de un chico inexperto e inseguro. Culpar a otros.

-Dejemos a Kagerou de lado. –

Le dije, derrotado, ella asintió.

-¿Cuándo volverás a darme lecciones? –

No quitaba el dedo del renglón.

-Tienen que ser lecciones normales, si tus padres se enteran ¿Tienes una idea de lo cerca que estuve de ir a la cárcel? –

Ella giró la cabeza, ahora yo tenía la lógica de mi lado.

-No… ¿Cómo voy a saberlo? –

-Faltó muy poco. –

Le aseguré, mirando hacia todos lados por si el señor bajaba. Unas personas entraron a la panadería, nos quedamos callados mientras les cobraba y se fueron.

-Le diré a Otou-san que te niegas a enseñarme. –

Amenazó ella.

-Claro que quiero enseñarte, pero lo que debo enseñarte y lo que tú quieres aprender son dos cosas completamente diferentes. –

-¿Entonces no voy a volver a sentir eso jamás? –

-No es como que no vayas a volver a sentirlo, estas cosas no son así… –

-¡Pues yo no sé cómo son las cosas! –

Gritó ella, a punto del llanto.

-De acuerdo, cálmate. –

-Yo solo quería sentirme bien… –

Dijo ella, llorando y secándose las lágrimas con su suéter.

-No tienes idea de lo que estás diciéndome. –

-Todo lo que dices es “No sabes esto” “No entiendes el otro” pero no me explicas. –

Me chilló, yo suspiré.

-¿Y tengo que ser yo? Puedo meterme en muchos problemas por ello, causaríamos muchos problemas a tu familia también. –

Le dije, bajando un poco la voz. Minase resopló.

-Pues no puede ser otro, eso está más que claro. Yo solo quiero aprender ¿Por qué eso debe ocasionarle problemas a alguien? –

-Porque así son estas cosas. –

Le respondí. Minase se paró frente a mí y me miró con una cara seria.

-No le diré a nadie. –

Aseguró ella.

-Haré lo que tú quieras. –

A ver… “haré lo que tú quieras si me das sexo” ¿Qué sentido tiene esa proposición? ¿Qué sentido tienen las palabras “lo que tú quieras” si ya no puedes usarlas para pedir sexo? Algo estaba mal con esta conversación.

-Bien, escucha, así será, puede que necesite un favor especial de ti más adelante, pero ahora no importa ¿Vale? Solo no volvamos a hablar de esto aquí. –

Se me ocurrió en cinco segundos, porque el señor ya salía.

-De acuerdo, cuento contigo entonces. –

El señor llegó en ese momento y malinterpretó todo, de la buena manera, quiero decir.

-No puedes venir a molestarlo a cada momento, Minase. –

Le dijo el señor.

-Perdón… es que… él sí sabe explicar y no se desespera conmigo. –

-Bueno… espero que eso baste para que apruebes tus materias. –

Respondió el señor, luego me miró y me extendió el sobre.

-Aquí tienes, es tu dinero… más la parte que te corresponde por el trabajo extra que haces, espero que le des un buen uso. –

-Entendido… le veré mañana. –

Dije, despidiéndome.

El señor se quedó hablando con su hija, quien al parecer le había traído algo de comer.

——-

Después de aquello, fui a la tienda de ropa.

Hoy era el día.

Si iba a volver a entrar a la casa de la señora Kaoru era necesario que este plan fuera a prueba de fallas. Compre zapatos nuevos, ropa nueva. Todo.

Nada que la señora o Kamine pudieran reconocer en medio de la noche. El estar a punto de ser descubierto en casa de Akiyama me puso algo paranoico.

Volví a mi casa para bañarme, el shampóo era nuevo, incluso use loción, cosa que yo nunca hacía. La ropa era normal, y parecía alguien decente, así que si la policía me veía vagando por allí, seguro que no pensaría mal.

Mientras esperaba, lo único que me preguntaba es… ¿Cómo evitaba que llamaran a la policía? Podía desconectar la luz antes de entrar… eso quizá me ayudaría a pasar desapercibido, o por lo menos, mantener el anonimato, el teléfono local no funcionaría sin luz eléctrica.

Era una gran idea en realidad.

La señora siempre dejaba su teléfono celular en la sala junto a su bolsa, la que me preocupaba era Kamine. Ella se dormía con su celular.

Si tan solo pudiera entrar a su cuarto primero, y tomar su celular antes de cualquier otra cosa. Le sacaría la batería y lo dejaría en el mismo lugar.  El caso es que no quería arriesgarme como la vez anterior. Tuve mucha suerte con la señora la última vez, pero no podía seguírselo dejando a la suerte.

Si todo salía bien, entraría y saldría sin haber levantado sospechas, justo como la vez anterior.

Si algo salía mal, tenía que estar más preparado.

——–

Puse mi plan en acción a las dos de la mañana.

Operación “Consigue ropa sucia de la señora” dio comienzo.

Fui hasta allí, y atravesé la cerca sin ser visto. Incluso presté ojos y oídos en caso de que algún vecino pudiera estar despierto y se diera cuenta.

No ocurrió.

Ir hasta donde estaba la toma de luz fue fácil, basto con dar la vuelta a la casa. Yo había estado allí el día en que el técnico hizo esta instalación. No hubo problemas, miré mi reloj. Dos y cinco. Sin luz en la casa. Lo siguiente era entrar.

Usé la llave de debajo del tapete para entrar a la casa, una vez dentro, saqué la batería del celular de la señora, usando mi propio celular para alumbrar el lugar. Si alguien afuera veía una linterna seguro que llaman a la policía.

Comenzó a llover. He aquí el primer imprevisto.

Ni que hacerle, seguí con el plan, ya encontraría qué hacer luego. Al menos no se vería tan raro que no hubiera electricidad.

Una puerta se abrió. ¿Qué demonios? Me pregunté mientras me ocultaba, con el corazón en la garganta. Kamine salió usando su celular para alumbrar.

Me oculté como pude tras la barra de la cocina mientras la miraba servirse un vaso de agua. Luego dejó el vaso allí y volvió a subir. La seguí una vez que ella entró y esperé afuera de su puerta unos momentos a que ella volviera a dormir.

Se escuchaban truenos afuera y la luz de los rayos era lo único que de cuando en cuando iluminaba un poco la casa por las ventanas.

Suspiré y entré al baño.

Allí, estaba la cesta con la ropa sucia, comencé a buscar lo que había venido a buscar, pero no había nada. Es decir, era ropa sucia normal. Sin pantis, ni sostenes. Me rasque la cabeza pensando. ¿Todo este trabajo para nada? No… no iba a irme así.

En alguna parte tenía que estar la ropa que la señora había usado hoy.

No creo que la hubiera lavado tan pronto.

Con ese pensamiento, me dirigí al lugar más peligroso, todo sea por conseguir lo que había venido a buscar. La lluvia arreciaba.

———

Todo normal, al menos con lo poco que podía ver en la oscuridad. Los rayos iluminaron brevemente la habitación, la señora dormía.

A un lado de la cama, pude ver su ropa… ¿Estaba allí? Me acerqué y comencé a removerla, ahí estaba, su sostén recién usado. Sabía que tenía que estar en alguna parte. Tomé otra pieza de ropa. Unas pantis, con encajes y algo que me extrañó… estaban calientes… y mojadas.

Nadie puede imaginar la sensación que sentí al descubrir eso. La señora había estado tocandose hasta hace unos momentos. ¿Cuánto hacía que se había dormido?

Tragué saliva, esperando que ella estuviera dormida en verdad.

Recordando lo que había visto la vez anterior, me acerque a los cajones, descuidándome un poco de no despertarla, buscando el aparato que había visto la última vez… no estaba en el cajón.

Miré a la señora, parecía dormir, pero seguramente no tenía mucho tiempo de haberse dormido. Una sonrisa de satisfacción estaba marcada en su cara. Descubrí lentamente sus hombros y la espalda, no llevaba nada puesto. Terminé de quitarle la cobija, estaba desnuda, boca abajo.

Durante unos breves instantes, me debatí sobre largarme de una buena vez o seguir mirando.

El saber lo que había hecho no me permitió pensar con claridad. Ahí, en medio de sus muslos, estaba el aparato que la señora había utilizado para darse placer. El control estaba en el suelo, a un lado de la cama.

No pude contenerme.

Lentamente, estiré mi mano y alcancé su espalda, acariciándola muy suavemente para que ella no fuera a despertar.

Me paré al lado de su cama, indeciso sobre lo que debería hacer, podía irme… o podía acariciarla un poco más… la idea me hacía ilusión… estaba allí, sola, indefensa… podía tocarla en lugares más obscenos incluso.

Toqué su trasero como la última vez, estaba cálido y suave. Lentamente, fui dejando que mi mano lo sintiera, bajando cada vez más, con mucha delicadeza para no despertarla metí mi mano entre sus muslos, al tiempo que ella dejaba escapar un suspiro.

Mi mano comenzó a hurgar lentamente, buscando la humedad y el calor de sus partes privadas, cuando ella se movía me detenía, y cuando sentía que estaba durmiendo de nuevo, continuaba. Un rayo la iluminó desde la ventana, que estaba detrás de mí,

Cuando alcancé su vagina comencé a centrar mis caricias allí, separando sus labios con mis dedos, incluso me hinqué para poder hacerlo mejor, y tomé el pequeño control del aparato que ella había estado usando hasta hacía un momento.

Ya para ese momento, yo no sabía lo que estaba haciendo, estaba como en un trance, el corazón me latía con fuerza y sentí que mi pantalón estallaría en cualquier momento.

Un movimiento brusco me devolvió a la realidad.

-¿Quién anda allí? –

La señora despertó.