Epilogo: El Hada que Perdió su Sonrisa y El Lobo Encadenado.
Akane trató de marcar a su casa por tercera vez, nadie contestó, otra vez. Ella colgó el teléfono, evidentemente frustrada. Era nuestro segundo día en mi casa y ella ya estaba desesperadamente tratando de llamar a casa. Todo comenzó cuando nos levantamos al día siguiente.
Luego de una noche que evidentemente ella pasó sin dormir, y posiblemente llorando, la encontré del peor de los humores al abrir la puerta de mi cuarto. Como no estaba acostumbrado incluso salté y voltee a ver qué pasaba cuando ella abrió, momentos después.
–Parece que hubieras visto un fantasma. –
Se quejó ella, yo sonreí después de recordar todo lo que había pasado el día anterior. Todo parecía tan irreal que simplemente mi mente aun no terminaba de aceptarlo. Sonreí ligeramente mientras ella pasaba de mí. Suspiré. No estaba en posición de decir nada en este momento y es cierto que todavía me sentía algo mal por pensarlo de esta forma, pero era linda.
Aun sin peinar, en pijama y sin maquillaje, aun con ojeras y los ojos hinchados por el llanto. ¿Quién dijo que la venganza era dulce? Era un tormento tenerla allí frente a mí.
Iba a preguntar algo, pero no me atreví, su ropa interior se notaba a través de su delgada pijama, y me quedé mirando como un tonto. Sonreí para mí mismo mientras batía la cabeza para borrar mi mente la idea de atacarla o algo. Habíamos hecho un trato.
Después de eso ella fue al baño y cerró la puerta tras de ella. Cuando salió, estaba arreglada, aunque no parecía que hubiera tomado un baño. Yo estaba abajo, buscando mis cosas para ir a la escuela, cuando tocaron la puerta. Fui a abrir y encontré a Kamine, quien entró como si nada pasara. Una pequeña reacción tuve de detenerla, aunque después recordé que ella solía pasar a mi casa con regularidad.
–Hola… –
Dijo ella cantarinamente.
–Hola… –
Respondí, eso encendió una alarma en la cabeza de Kamine, porque yo no solía hablarle en ese tono, normalmente le hubiera dicho algo como “¿Tenías que venir a molestar tan temprano?” pero no se lo dije, Kamine se volvió hacia mí.
–¿Pasó algo? Ah… ayer recibí un mensaje tuyo, diciendo que teníamos un problema ¿Qué ocurre? –
Preguntó ella, como recordando. Así que no había venido a ver qué ocurría.
–Lo tenemos… uno grande… –
Le expliqué.
–Pero ¿Qué pasa? ¿No puedes hacerlo más? –
Preguntó ella, hablando “en secreto” aunque los tres pudimos escucharlo. Y digo los tres porque Akane se escandalizó cuando escuchó a Kamine, bajó las escaleras corriendo.
–¿Quién es esta persona? Otagane. –
Preguntó Akane, olvidándose por un momento de que ella nunca en su vida me había hablado por mi nombre. Kamine hizo exactamente la misma pregunta. Creo que en ese momento supuse que no iría a la escuela el día de hoy.
–Es una vecina, y amiga de la infancia, se llama Kaoru, Kaoru Kamine… –
Expliqué, volviéndome a Akane, quien miraba a Kamine con abierta desconfianza, luego me volví a Kamine… y me quedé callado. ¿Cómo se lo decía? ¿Qué era Akane? ¿El acuerdo que teníamos? No estaba seguro de cómo responder, así que dije lo que realmente pensaba.
–Es una amiga, creo que ya habías escuchado de ella, se llama Akane. –
Akane me miró, confundida.
–Y… vive aquí. –
Eso no le gustó a Kamine.
–¿Qué? –
Preguntó ella.
–Pasaron cosas y… –
Kamine no pudo comprenderlo todo de golpe, batió la cabeza un poco.
–Creo que no estoy entendiendo… Toshikane–kun. ¿Vive aquí? ¿Por qué? Es decir… ¿Qué pasa con Mizore? ¿Qué pasa con todo? –
Kamine comenzó a alzar la voz, enfureciéndose, como yo nunca la había visto.
–Si, por eso te dije que teníamos un problema. –
Respondí, Akane se dio la vuelta y subió corriendo. Iba a detenerla, pero no supe que decirle, Kamine se llevó una palma a la cabeza.
–¿Un problema? ¡Tienes muchos problemas! ¡No sé qué fue lo que hiciste, pero lo jodiste a lo grande! –
Alguien gritó desde arriba.
–¡Usaré el teléfono! –
Solo volteé sin ver a Akane, quien al parecer tenía una nueva crisis emocional en este momento, y yo no podía lidiar con ello porque estaba lidiando con el sermón de Kamine ahora mismo, que pronto dejó de ser solo un sermón.
–¿Qué voy a decirle? ¿Eh? Tu… –
Y me dio una bofetada.
–Me dijiste que no ibas a hacerle daño ¿Cómo se lo vas a explicar? Le dirás que una chica vive contigo ¿Solo así? ¿Cómo crees que se va a sentir? Yo… ni siquiera sé que decir ahora ¿Cómo voy a ayudarte con esto? ¡Es ridículo! –
Me llevé una mano a la cara para tratar de calmarme por el dolor de la bofetada. En realidad yo también estaría enfadado de estar en sus zapatos. Es decir, todo lo que se había esforzado, echado a la basura solo así… pero no estaba todo perdido.
–No tenemos que decirle… –
–¿No tenemos que decirle? ¡Claro que no! No vas a decirle nada de esto ¡Nada! y más vale que te deshagas de ese problema tuyo antes de que se entere o te juro que no solo se acabará la vida de Mizore, la tuya también estará acabada ¿Oíste? –
Luego de eso ella se fue, azotando la puerta, subí las escaleras para encontrarme con que Akane trataba desesperadamente de marcar en el teléfono. Después de un rato se detuvo, estaba llorando. Me miró con odio de nuevo.
–¿Un problema? ¿Eso es lo que soy? ¿Es lo único que piensas de mi ahora? –
–No tenía forma de explicarle todo lo que pasó, Akane. –
Ella se puso de pie.
–Al demonio con lo que dice Papá, ¡Me voy! –
Dijo, tomando el teléfono de nuevo.
–¿A quién intentas llamar? –
–No te incumbe. –
Respondió ella.
–Claro que me incumbe, hice una promesa a tu padre. –
Ella me miró, no era para nada la Akane que yo conocía, estaba fuera de sí, histérica, llorando, con los ojos hinchados y tenía problemas incluso para respirar.
–¡Al demonio con tus promesas! Llamaré a mi madre ahora, y si no viene por mí en este instante, le diré todo a mi padre acerca de lo que hace sola en el trabajo… tú ya sabes de lo que hablo. –
Me dijo. Pero como dije antes, marcó tres veces, y ninguna de ellas hubo respuesta. Ella colgó la última vez con fuerza.
–Tu estúpido teléfono no sirve. –
Dijo ella, temblaba con coraje mientras intentaba sentarse en la cama.
–Lamento haberlo dicho así, es solo que… –
–Me llamaste “amiga” y “Problema” y si eso es todo lo que soy realmente, entonces no tengo nada que hacer aquí. ¡Me largo! –
Y diciendo eso me arrojó a un lado y corrió al cuarto de ella, pero en lugar de cerrar la puerta con llave, puso el teléfono en alta voz y comenzó a empacar lo poco que había desempacado.
Contestaron el teléfono.
–¿Hija? ¿Estás bien? –
–¡No! –
Gritó Akane al teléfono, yo estaba parado en la puerta, y aunque fue muy obvio que Akane se dio cuenta, eso no la detuvo.
–¿Qué ocurre? –
Preguntó la señora. Como si no lo supiera.
–¿Qué ocurre? Ocurre que no detuviste a Otou–san de hacer la mayor estupidez con MI vida, ocurre que estoy en casa del hombre que más odio en el mundo, ocurre que me ha insultado y humillado frente a una mujerzuela vulgar y grosera, y ocurre que si no vienes ahora mismo por mí, le contaré todo a papá ¿Entiendes? –
Preguntó ella, enfadada, se hizo el silencio en el teléfono. Luego una especie de llanto salió de él, junto con la voz entrecortada de su madre.
–¿Sabes algo? Tu padre me confrontó a anoche… y yo ya no pude callarlo… lo sabe todo. No hay nada más que tengas que decirle, y te juro que me encantaría ayudarte, hija… pero ahora mismo, tengo que resolver mis propios problemas. No le he contado que tú lo sabías, porque… es mi propio problema, yo me lo busqué con lo que hice, y tengo que encontrar el modo de resolverlo. –
El significado de aquellas palabras estaba más que claro: tú resuelve tus propios problemas, sentí algo de pena por Akane al tiempo que colgaron el teléfono. Akane se soltó en la cama a llorar.
Inmediatamente después telefoneó a otra persona, y a otra, y a otra más, eran al parecer sus amigas, pero todas ellas se hicieron a un lado en cuanto se enteraron de que ella estaba en serios problemas. Una de ellas incluso dijo que se iría a Francia.
–¡¿Qué quieres?! –
Rugió ella en cuanto se dio cuenta de que estaba mirándola, yo hice una reverencia y salí de allí, si ella podía encontrar la forma de salir de esto, por mi estaba bien. Yo solo… sentí un poco de lastima de verla así. ¿Quién estaba más solo? ¿Quien vivía rodeado de un montón de familia y amigos? ¿O quien tenía un par de ellos que acudiría a cualquier situación? Me preguntaba.
Lo digo porque estaba totalmente seguro de que Sushake, así de tonto como era a veces, habría dicho, “ven a mi casa y quédate unos días” y yo lo habría hecho por él.
Me senté en la sala de la mesa, sin entender que era lo que debería hacer. Fue desde allí que vi llegar el automóvil blanco que la había dejado aquí la noche anterior. A decir verdad sonreí. Pensé que se la llevaría, y aunque es cierto que le había hecho al hombre una promesa, y también es cierto que Akane era linda, también entendí que ella no estaba lista, ni lo estaba yo.
El que no lo entendió fue precisamente el padre de Akane, quien en lugar de tomar a su hija y llevársela, llegó a regañarla por querer irse de aquí.
–No quiero estar aquí ¿No entiendes?–
Preguntó Akane desesperada, el señor no lo entendía.
–No se trata de que quieras estar aquí, Akane. –
–¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de mis sentimientos? ¿Qué hay de todo? ¿Ya no me quieres?–
Preguntó ella. El hombre se llevó una palma a la cara.
–Claro que sí, pero esto no se trata de querer o no. –
–Claro que sí, se trata de que solo cometí un error, y tú te niegas a perdonarme… yo… he sido buena hija toda mi vida, siempre… ¿No te importa? –
Akane lloraba cuando explicaba esas cosas a su padre, yo me quedé callado. ¿Qué podía decir?
–Y si no te importa tu hija, míralo a él, está destrozado, su vida está hecha pedazos ¿Tienes una idea de la cantidad de mujeres con las que tiene asuntos? ¿Crees que quiere dejarlo por una estúpida niña? Eso es lo que fui para él… ¡Un asunto más! ¡Un problema es lo que soy para él! –
De acuerdo, tenía que disculparme por eso.
–Pues es tiempo de sentar cabeza entonces, es tiempo de ser responsable. –
Replicó el señor. No sé cómo es que Akane no lo veía, el señor no podía cambiar de esquema mental, ese era el único que conocía. ¿Es que no se daba ella cuenta que lo terca lo había sacado de su padre? Esto no era como hablar con la pared… era más algo como dos paredes discutiendo.
–¡Al demonio con la responsabilidad! ¿Es porque ya no soy pura? ¿Es eso? –
Preguntó Akane gritando y llorando, con la cara llena de lágrimas y mocos.
–Eso no tiene nada que ver. –
Dijo el señor Fumishi, avergonzado, yo lo miré, sarcástico. No debería mentir, debería decir la verdad, es eso, es eso en realidad. Se trata de que ahora ya no es virgen. Tristemente. Pero en realidad ninguno de los dos se estaba escuchando mutuamente.
–Entonces no veo el problema… Puedo incluso criar a un bebé sola…–
–Eso es inaceptable… –
“Inaceptable” pensaba yo. ¿Cuántas veces escuché a Akane decir esa palabra? Era lo que decía cuando algo alcanzaba su máxima desaprobación.
–¡Es porque eres tan frio que mi madre hizo esas cosas! –
Gritó Akane. Y como si la cosa no pudiera joderse más. El señor Fumishi dio una bofetada a su hija. Ella se llevó la mano a la cara y su nariz comenzó a sangrar, Akane comenzó a llorar desconsoladamente.
–Otou–sama… –
Gimoteó, y siguió llorando. Creo que más que el dolor, fue la conciencia de que, no importaba lo mal que estuviera sintiéndose, su padre no cambiaría de opinión.
Y bien… yo no pude contenerme ¿saben?
Tal vez fueron todos los problemas que yo tenía, quizá fue que no estaba pensando con claridad o que simplemente sentí que aquello ya era demasiado injusto. Me puse de pie, y me fui sobre el señor golpeándolo en la mandíbula. El señor respondió dándome un golpe en la cara, y yo lo golpee de nuevo, y es todo lo que recuerdo.
Akane comenzó a gritar y luego llamó a la policía.
Lo digo porque aunque no vi nada, por estar metido en mi pelea con el señor Fumishi (al que nunca hubiera golpeado en otra situación) llegaron dos patrullas de policía y se pararon frente a mi casa.
Entre hombres hay una cierta especie de códigos no dichos, lo digo porque, a pesar de que después de unos momentos, estábamos los dos parados frente a la casa hablando con el oficial de policía, el no dijo que yo había abusado de su hija y que por eso ella estaba aquí, ni yo le dije que él me había arrollado. Solo admitimos la culpa.
El oficial se llevó una mano a la frente mientras hacía sus anotaciones y nos miró con algo de gracia.
–A ver… entonces… la historia es así… usted es el padre de la chica, él es su marido. –
Preguntó, ambos asentimos con la cabeza.
–Y usted vino hasta la casa de ellos a pelear con ella. –
Agregó el oficial, ahí había un regaño implícito. Ambos asentimos con la cabeza.
–Y entonces usted golpeó a su hija, y el chico se le fue encima a golpes. –
Ambos asentimos con la cabeza, el oficial me miró enfadado, yo bajé la cabeza.
–Señor, vaya a casa y deje de dar problemas, si tiene algún problema con su hija, puede hablarlo como una persona normal, esto es inaceptable. –
Ah, la cruel ironía. Luego el oficial se volvió hacia mí.
–Y tú, hijo, ¿Quieres pasar la noche encerrado? ¿No te parece que tu esposa te necesita más aquí en casa? Le hiciste pasar miedo reaccionando de forma infantil, por eso nos llamaron. –
–Sí señor. –
–Hay un lugar especial allá para los chicos que no saben respetar a sus mayores ¿Sabes? No puedes ir por allí peleando con la gente. –
El oficial no fue implícito conmigo, me regañó directamente, yo voltee a ver al señor Fumishi, que tenía una sonrisa en el rostro a pesar de que tenía la cabeza abajo.
–Bien, ambos van a tener un reporte en la comisión de policía de la prefectura, si vuelven a dar problemas los encerraré a ambos. Ahora quiero que se den la mano y olviden sus diferencias, luego podrán irse a casa. –
Dos policías que estaban en la otra patrulla me miraron y batieron la cabeza. Yo sabía lo que estaban pensando “Con una esposa tan linda y dándole problemas a la policía” y les digo ¡Ha!
No saben de lo que hablan.
–Muy bien, ya tomé sus datos, es todo por ahora… dense la mano. –
Yo miré al señor Fumishi con el ojo ya morado, yo tenía varios golpes y una herida en la cabeza, sonreí. No me arrepentía de nada. El oficial se dio la vuelta, sacando algo de su patrulla.
–Bueno, es bueno ver que al menos cumpliste tu promesa. –
Dijo el señor, sonriendo también.
–No iba a quedarme con los brazos cruzados. –
Le dije. Prometí que cuidaría de ella, eso incluye por supuesto, intervenir si su padre la golpeaba. No era lo más correcto, pero es que estábamos en mi casa.
–Debería ir y hablar con ella. –
Le dije, él negó con la cabeza.
–No me escuchará ahora, y por otro lado… creo que yo mismo no sé qué decirle. –
Tonterías, podía empezar diciéndole que la quería. Pero supuse que eso no iba a ocurrir así como así.
–Como antes, te la encargo, sé que es una mujer difícil, pero espero que cuides de ella con el mismo… coraje con que le has defendido hoy. –
¿Una mujer difícil? Pero si ella no quería estar aquí. Aunque puede que mi información estuviera un poco… desactualizada. Lo digo porque cuando el señor se fue y yo volví a entrar, Akane puso un vaso con té frente a mí.
–¿Y bien? ¿Por qué lo hiciste? –
Preguntó ella, no estaba contenta… pero ya no me odiaba.
–Te pegó. –
Respondí simplemente, sentándome y bebiendo el té. Era reconfortante, es cierto.
–Ya sé que me golpeó, es mi padre. ¿Por qué interviniste? –
Volvió a preguntar Akane, quien no comprendía, aun así, el porqué de mi reacción.
–No puede venir aquí y golpearte. –
Me quejé, ella me miró con desconfianza.
–¡Eso fue inaceptable! –
Se quejó Akane, yo la miré, ella tenía lágrimas en los ojos.
–O al menos es lo que me gustaría decir… –
Respondió ella, poniéndose a llorar. Ya no había coraje en su llanto, solo tristeza, quizá porque ahora se sentía verdaderamente sola. Puse una mano en su mejilla y Akane contuvo el aliento.
–Sonríe. –
Le pedí. Las lágrimas continuaron saliendo de sus ojos y resbalando por sus mejillas.
–Yo no entiendo nada ahora. Ya no soy una damita… –
Ella siempre se refirió a sí misma como “una damita” era pues, para resaltar el hecho de que ella era una chica educada y virgen. Tenía razón, ahora mismo no era ninguna de las dos cosas.
–Mi padre ya no me quiere, ahora no tengo familia, mis amigas me abandonaron, estoy en una casa extraña, con un mujeriego idiota que abusó de mí, pero que se lanzó sobre él por defenderme a pesar de que soy un problema. ¿Cómo voy a sonreír así? No tengo a donde ir, ni siquiera sé quién soy, ni quien eres, ni qué debería pensar de ti. No quieres ser mi amigo, no quieres ser mi esposo, pero no me dejarás ir… ¿Cómo voy a sonreír así? –
–Lo lamento… –
Le dije, ella me miró como si no comprendiera nada. Akane me miró atentamente, luego suspiró, y dejó de llorar, limpiándose las lágrimas.
–¿Lamentas lo que paso? ¿Entre nosotros? –
Preguntó ella. Yo bajé la cabeza.
–Bueno, es que todo esto es… –
Iba a decir que era problemático, para ella en realidad, por cómo había resultado la situación luego de aquello, pero Akane simplemente se enfadó.
–Era un acto ¿Ya? Fui a molestarte allí sabiendo que no tendría otra oportunidad. Lo hice aposta. –
Aseguró ella, yo la miré perplejo.
-¿Para qué? –
Pregunté, fue lo único que pude preguntar.
–¿Para qué? ¡No lo sé! Para lo que sea que me librara de esta sensación de peligro en mi corazón, para lo que sea que se hubiera escondido detrás de toda esa cortina de buenos modales y silencio culposo que mis compañeras tenían cuando hablaban de chicos, para lo que hiciera que esas chicas mostraran su cuerpo con tanto orgullo en esos mensajes que había en tu teléfono. ¿Por qué no sentían vergüenza? ¿Por qué estaban tan seguras de que tú querrías ver eso? –
Me quedé perplejo, no es como si no lo hubiera imaginado, pero… aun hablando de esas cosas, había una especie de aura de pureza en ella que simplemente no podía quitarse. Era increíble que ella pudiera decir esas cosas sin hacerlas sonar indecentes.
–Había algo allí, algo que nadie me había dicho, era muy fácil para mi padre decir “No hagas esas cosas, son malas” pero no podía toda esa gente ser mala ¿O sí? Y lo que sea que fuera eso, tú lo tenías… en abundancia. –
Y al decir eso, giró la cara.
–¿Fuiste allí con esa intención? ¿Por qué? ¿Por qué dejar de ser una damita? ¿Querías ser salvaje? –
Pregunté. Ella siempre se jactaba de su pureza y su moralidad y todas esas cosas que a mí mismo me hicieron sentir inseguro. No sabía que ella quería quitárselas.
–Bueno, después de que me amenazaste y me miraste de esa forma que yo no conocía, me erizaba la piel, yo no podía pensar en otra cosa. Te dije “pobrecillo” pero… no era verdad. Yo… te admiraba, todavía te admiro, en verdad me sentía como si estuviera cerca de un animal salvaje, como un lobo, uno bonito, y grande, y muy fuerte. Y siempre que estás cerca de mi yo solo puedo pensar en lo terriblemente indefensa que estoy, mi pecho arde. Tu no llevabas una vida aburrida y protocolaria como la que yo llevaba, adentro de esa jaula de oro. Yo no sabía que esas cosas… eran una especie de fruta prohibida, pero aun con todo, lo hice y no me arrepiento de ello, Y luego de ello, cuando me echaron de esa jaula me sentí insegura y amenazada, y me llamaste problema y… creí que… si estaba en peligro, nadie iba a ayudarme… eso me dio mucho miedo, sentí que me dejarías sola, como todos los demás… yo todavía no entiendo nada, pero… bueno, me siento segura. Por eso es que no me arrepiento de lo que pasó entre nosotros. –
Explicó Akane, al menos había dejado de llorar.
–¿Te sientes segura? Dentro de la cueva de un lobo, como me llamas tú. –
Pregunté. ¿Qué no debería ser al revés? Akane juntó sus manos y me miró, todavía con cierta desconfianza.
–Bueno… ahora sé que, si algo quiere hacerme daño, el lobo me defendería… ¿No lo haría? –
–Sí, claro que sí pero… –
Iba a decir que ella no debería sentirse segura, sobre todo porque el principal peligro aquí era yo. Pero Akane ahora parecía decidida a pensar que no era yo el problema. Iba a decirle también que fue porque lo había prometido, pero lo cierto es que esa promesa no tenía validez. No era por su padre, era por ella. Golpeé a su padre porque Akane estaba aquí, y era una chica linda, y nadie tenía el derecho de venir a golpearla. En cierto modo, mi conciencia me traicionó.
–Incluso así, lo llamaste inaceptable. –
Respondí, ella bajó la cabeza.
–Tengo que dejar de decir eso. –
Respondió Akane, avergonzada, de sí misma al parecer.
–Lamento haberte rechazado. –
Dijo ella, aquello me dejó sin palabras, jamás creí que escucharía a Akane decir eso. Me tomó por completa sorpresa, incluso dejé mi té sobre la mesa.
–¿Cómo? –
Pregunté, tal vez escuché mal.
–Sé que es tarde, y lo siento, creo que… tenía miedo ¿Sabes? Porque… esa es la primera y la única confesión que he recibido, no estaba lista y… pedí mi transferencia luego de ese día, no iba a transferirme, pero… tuve miedo. Tuve miedo de descubrir que mi padre estaba mal, porque… si mi padre estaba mal, yo estaba mal. Era demasiado joven e inexperta para admitir eso. Mi padre era mi modelo de vida. Ahora sé que tenía que haberlo aceptado desde el principio. –
Explicó ella.
–No… Creo que tu padre es quien tiene la idea correcta de vivir, Akane, yo soy el que está completamente fuera de control. –
Expliqué, si ella se enterara de todo lo que está de cabeza en mi vida.
–No quiero vivir correctamente. –
Respondió ella, mirándome a los ojos.
–Quiero ser feliz, quiero salir a mojarme con la lluvia, quiero reír, y llorar, y ver, y sentir, y escuchar. Quiero sentir las flores en mis pies mientras camino descalza, aunque mis pies se llenen de lodo por ello, quiero saber a qué sabe cada comida en el mundo, no solo las aprobadas por el ministerio de salud, quiero ver que hay en televisión luego de la hora de acostarse, y saber también, lo que se siente mostrar cosas que no se suponía que le mostraras a nadie. –
Explicó. Ella tenía un modo tan bello de decirlo. Puede que estuviera siendo un poco… ilusa.
–No es tan adorable como tú piensas que es. –
Ella asintió con la cabeza.
–Es cierto. Pero aun así quiero saberlo, quiero saber porque esas personas en tus mensajes se veían más felices que yo, más ligeras, y más en control de sus propios corazones, de lo que yo lo he sido nunca. Incluso lo que hicimos, me dolió… me dolió mucho, como nunca me había dolido nada… incluso esa cantidad de dolor era algo nuevo para mí.–
Explicó, yo bajé la cabeza… quizá si hubiera sido más amable con ella, pero… Akane no parecía arrepentida, no lo estaba, de todos modos. Ella suspiró y bajó la cabeza.
–Luego de que te conocí, he pensado mucho en todas las cosas que nunca he sentido, o visto, o escuchado… Pero tengo miedo de buscarlo sola… eso es porque soy una cobarde que lo único que hace es decir sí a todo lo que papá dice, de modo que pensé… que si había un lobo salvaje conmigo, que pudiera mostrarme todas esas cosas, yo podría hacer eso. –
–Bueno, en realidad, se necesita mucha valentía para cambiar de vida solo así. –
Le respondí, pero Akane negó con la cabeza.
– Tu lo sientes así… siempre me has visto mucho más grande e inteligente de lo que realmente soy, pero si pudieras ver lo indefensa que me siento en realidad, no solo físicamente, mi corazón también, solo tienes que decirme una palabra fea para derrumbarme… ya lo comprobaste, me llamaste un problema y mi mundo se vino abajo, y posiblemente no debería estar confesando esto, pero si quiero que confíes en mí, debo mostrarme como realmente soy… así que bueno… –
Y se puso de pie, todavía con lágrimas en los ojos, y me tomó de las manos, acercándose a mí.
–Aquí estoy… ¿Qué dices? ¿Volvemos a empezar? Yo, quiero un trato diferente, no soy más que una oveja descarriada que se niega a volver al rebaño, asustada del mundo exterior y que pretende que un lobo cuide de ella. Me has gustado desde hace mucho, y pido perdón por toda las cosas crueles que dije. Quiero esto, quiero quedarme, Incluso si ahora vinieran a llevarme lejos, me esforzaré por no ser un estorbo, si cuidas de mí, trataré por todos los medios de que seas feliz, no daré problemas. –
Explicó ella. Eso era una confesión, una bastante grande, si cualquiera me lo pregunta.
–Akane yo… sabes que… –
Todo aquello sonaba demasiado bien para, si no fuera porque… bueno, yo tenía muchos otros asuntos en mi vida, y ella lo sabía. Asintió.
–Lidiaré con los detalles difíciles luego, ahora mismo solo quiero esto, solo lo que tú y yo sentimos, solo el lobo y una oveja. –
Suspiré.
–No eres una oveja, eres más como un hada del bosque. –
Ella se rio levemente.
–Sé que eso es un halago nada más. –
¿Ya había dicho que yo nunca retrocedía? Bueno, era cierto, y no iba a comenzar ahora.
–Con una condición. –
Respondí, Akane me miró, ladeando su cabeza.
–Vuelve a sonreír… echo de menos esa sonrisa, la odie y la ame antes, y ahora no me siento bien si no está, ni siquiera puedo dormir bien, sé que puede parecer una tontería, pero Akane sin sonreír es demasiado duro para mí. –
Y ella por fin sonrió, y sus ojos se iluminaron. Se llevó mi mano entre las suyas y la puso sobre su cara.
–Está bien… –
Dijo ella, y cerrando los ojos, sonrió. No era la sonrisa que siempre tenía, era una más pequeña, es cierto, pero más sincera también, restregó su cara contra mi mano y cuando abrió los ojos, yo estaba de pie, frente a ella, atrayéndola a mi desde su cintura.
Akane enrojeció y bajó la cara.
–Eres un chico malo. –
Dijo ella, y lentamente junté sus labios a los míos. La deposité suavemente sobre la alfombra de la sala, besándola. Todavía estaba ruborizada y algo renuente, pero al menos ahora ella sonreía.
Llámenme necio pero… nadie iba a quitarme de la cabeza que este era el mejor modo de hacer las cosas.
Así fue como el hada recuperó su sonrisa.