Kitsune no Kekkon Epílogo

Epílogo: Nijiko.

Volver a escuchar esa melodía después de estos cinco años, me trajo a la mente aquella boda de fantasía, en la que le jure a la madre de mi hija que la amaría por siempre. Sin pensarlo mucho en aquel momento, aquella ceremonia se convirtió en una más real que muchas que se hacen formales hoy en día.

Podía recordar claramente las palabras que le había dicho en aquella ocasión, como si hubieran pasado apenas unos días, también recuerdo sus respuestas, y la forma en que bailamos en aquella ocasión. Recuerdo esos ojos azules con los que me miraba, eso es algo que nunca olvidaré. No es como que todo eso se haya cambiado, en modo alguno. Con la excepción que no fuera sólo un par de ojos azules, los que me mirarán de esa forma cuando abriera la puerta de mi casa. Conducía con calma durante el atardecer mientras miraba el bosque que estaba justo al lado de la carretera. No era mucho tiempo de camino de todos modos. Y después de ello me vino a la mente aquella ocasión en que salimos de esa mansión en llamas, había luces de fuego al igual que ahora, en el bosque.

Bajé la última pendiente con estas memorias en mi cabeza. Recuerdo también el día en que llegamos aquí, lo recuerdo bien porque este es el único sitio en donde Kitsune pudo haber sido feliz. Por una simple razón, todas las mujeres aquí estaban casadas al igual que ella, por lo que ella no volvió a tener un episodio psicótico. A decir verdad, a veces echo de menos esa parte de ella, pero no puede hacerse realmente nada, y, por otro lado, pienso que es cruel de mi parte pensar de esa manera a veces.

Todos los días, después del trabajo, conduzco por esta pequeña carretera hasta el pueblo, y me detengo justo frente a la última casa de éste, donde me esperan dos personas, mi esposa, y mi hija.

Mi hija, Ataka Nijiko, nació un tres de diciembre, a media madrugada. Y a pesar de que tuvo que ser ingresada al hospital por un problema de respiración, salió apenas dos días después de que su madre fue dada de alta. Supongo que esa es la más grande alegría que alguien puede tener en la vida. Si hay algo que pueda hacerme aún más feliz de todo esto, es que se parece más a su madre que a mí, lo cual nunca tuvo muy contenta a Kitsune. El día que ella nació, la lluvia formó un arcoíris al amanecer, justo como el día en que Kitsune y yo comenzamos a salir, ese día, Kitsune decidió que su hija debería llamarse Nijiko, a mí me pareció acertado, aparte de hermoso, claro está.

Me parece una rara coincidencia estar escuchando esa canción en la radio, porque mañana es el cumpleaños de mi hija. Cumplirá ya cinco años. Pienso en ello mientras miro el pastel de cumpleaños que he comprado, antes de bajar del automóvil.

–Bienvenido a casa, cariño. –

Me dijo Kitsune una vez que abrí la puerta y anuncié que ya había llegado. Kitsune estaba allí en la puerta, como todas las tardes. Yo entré y coloqué la caja con el pastel en la mesa, antes de dar un beso a Kitsune.

– ¿Quieres un baño, o tal vez cenar, o tal vez… a mí? –

Me preguntó Kitsune con una amplia sonrisa en su rostro. Ella no dice eso muy a menudo, pero dice cosas parecidas de todos modos, así que no es extraño, yo abracé a Kitsune por unos momentos. Le hable al oído.

–Por ahora, quisiera verla. –

Pude notar la calidez en sus palabras cuando me respondió.

–Bien, bien, pero ella está dormida, no la despiertes por favor, ha tenido un día duro. –

Me llevó hasta el cuarto de la pequeña Nijiko, quien, como había dicho Kitsune, dormía plácidamente. Sus cabellos dorados estaban revueltos y ella estaba casi completamente tapada, me acerqué sin hacer ruido y acaricié su cabeza con delicadeza para no despertarla.

Después de eso, me di la vuelta y salimos de la habitación, no quería despertarla, porque sabía que si lo hacía sería completamente imposible lograr que ella durmiera si yo estaba cerca.

–Ha hecho tareas toda la mañana, luego la he dejado jugar con sus conejos, los pobrecitos acabaron agotados. –

Mi hija tiene dos conejos a los que adora como a nada en este mundo.

–Me imagino, en todo caso, han sido los conejos quienes han tenido un día duro. –

–Los quiere casi tanto como te quiere a ti. –

Me dijo Kitsune riendo, mientras entrabamos en el comedor. En algún momento, tengo que admitir, tuve algo de miedo de que Kitsune y Nijiko pudieran llegar a… tener algún problema, porque Nijiko ha resultado ser igual o más celosa que su madre. Sé que suena cruel, pero, conozco a mi esposa, y conozco a mi hija. Sin embargo, mi pequeña Nijiko reparte su amor entre su madre, su padre y dos conejos, por lo que en realidad no me va tan mal. Con las energías inacabables que tiene, no creo que podría resistir un día entero jugando y corriendo con mi hija, de todos modos.

Hay ocasiones, sobre todo por las tranquilas tardes de verano, o por las heladas noches de invierno, en que me pregunto qué fue de todas esas personas que conocí, a pesar de que Kitsune parece haberlas olvidado. Sin embargo, tengo la impresión de que nunca volveré a verlas. Y eso está bien. No digo que los odie, sólo creo que mi situación no es la indicada para albergar a más personas en mi vida, aparte de mi esposa y mi hija.

Como había mencionado, Kitsune no volvió a tener un episodio, y por mi parte, me preocupaba especialmente por no provocarlo. Cuando llegamos aquí sin recursos y a nuestra suerte, mi nuevo jefe se ofreció a servir de aval para que pudiésemos rentar un piso temporalmente y mi bebé pudiera nacer en un hospital con todos los cuidados, cosa que como sin duda se entiende, fue muy importante. Después de trabajar muy duro, finalmente pudimos permitirnos rentar un sitio donde vivir. Una casa pequeña al final del pueblo con un patio grande para que mi hija pudiera jugar y crecer.

El pueblo, como lugar, es muy tranquilo, pues aquí sólo viven los leñadores con sus familias, y después de nosotros no parece haber llegado nueva gente. Algunas ancianas que se dedican a la jardinería y cultivan algunas hortalizas, le tomaron especial aprecio a Kitsune ya que, según ellas dicen, con su llegada mejoraron los tiempos y la cantidad de las cosechas. Yo quiero creer que es verdad.

–Esta mañana, mientras le daba de desayunar, Nijiko ha preguntado dónde están sus abuelos. –

Comentó Kitsune–chan después de un rato, estábamos cenando en el comedor de la casa, supongo que es algo que ella había tratado de dejar de lado, de no mencionarlo, pero al parecer algo dentro de ella misma se lo impidió.

–Se ha relacionado un poco con otros niños, alguno de ellos ha debido hacer algún comentario. –

Agregó después, no se veía triste o preocupada, probablemente ya lo había solucionado.

– ¿Qué le has dicho? –

Pregunté después de unos momentos, tomando una de las croquetas que Kitsune me había preparado y llevándomela a la boca.

–Que sus abuelos eran malas personas, que eran peligrosos, y que Otou–san ha tenido que encargarse de todo para que no puedan molestarnos más. –

Me dijo Kitsune simplemente, yo volteé a verla.

–Malas personas, lo eran sin duda, pero por todo lo que sucedió, me da algo de miedo pensar que mi hija llegue a pensar que yo he sido una mala persona. –

Kitsune sonrió y se acercó a mí un poco, colocó mi cabeza sobre su pecho, abrazándome.

–Un hombre que ama a su familia, no puede ser una mala persona. –

Me dijo ella, abrazándome con dulzura por unos momentos, luego nos separamos y le di un beso en la mejilla, ella sonrió.

Kitsune se soltó el cabello después de eso, a pesar de que su ritmo de vida parecía casi tan duro como el mío, su cabello permanecía igual de bonito que siempre, a decir verdad, ella no había cambiado mucho, puede que lo diga por ser su esposo, pero sigue siendo tan hermosa como el día en que la conocí.

–Kitsune, recuerdas aquella canción que… –

Comencé a decir, ella volteó a verme con los ojos encendidos. Fue como regresar a aquellos días por unos momentos.

–La recuerdo, cada día de mi vida, la recuerdo. –

Me respondió, frotando su anillo. Yo me acerqué a ella, y la tomé por los hombros, ella me miraba a los ojos y sonrió, nos besamos.

Después de besar sus labios comencé a besar su cuello, me dejé llevar por un momento y le dejé una marca en el cuello, me detuve después de eso, mientras ella me miraba con desconcierto.

– ¿Qué pasa? –

–Te he dejado una marca. –

Le confesé, tengo que admitir que me dio vergüenza admitirlo. Ella pegó su cuerpo al mío, y me miró.

–Está bien, no me importa, porque… yo soy de Sempai. –

Hacía bastante tiempo que ella no me llamaba así, aunque hay que agregar que, en momentos como este, ella parecía decirlo sin querer. Yo volví a besar a Kitsune, ella no opuso ninguna resistencia, estaba a punto de aumentar la intensidad de esto cuando escuchamos una voz en la puerta.

– ¡Otou–san! –

Eso nos hizo detenernos en seco. Yo volteé a ver a Nijiko que estaba allí parada, con su manta de dormir y con una expresión idéntica a la que hacía Kitsune cuando se enojaba.

–Nijiko, cariño, ¿no estabas dormida? –

Preguntó Kitsune, acomodándose el cabello, bastante avergonzada, a decir verdad, por fortuna, nuestra pequeña era demasiado inocente aún para entender lo que realmente estuvo a punto de suceder.

–Okaa–san, prometiste que me despertarías si Otou–san regresaba. –

–Nijiko–chan, estas siendo muy dura con Otou–san, que ha venido cansado del trabajo, no debes presionarlo, ya lo hemos hablado. –

La reprehendió Kitsune, Nijiko miró hacia otro lado, y dijo entre dientes:

– ¿Por qué solamente Kaa–san recibe abrazos? –

– ¿Has dicho algo? –

Preguntó Kitsune, alzando un poco la voz, si algo le molesta a Kitsune, es que murmuren frente a ella, en especial si hablamos de Nijiko. Yo intervine, colocando una mano en el hombro de Kitsune y hablándole a mi hija.

–Vamos, vamos, haremos esto ¿de acuerdo? Por ahora cargaré a Nijiko y la llevaré de vuelta a la cama. Y jugaré con ella todo el día de mañana ¿está bien? –

Kitsune estaba enfadada, pero Nijiko levantó los brazos alegremente y la llevé cargándola de vuelta a su alcoba. En el camino, ella me preguntó.

– ¿Okaa–san se enfadó? ¿Te he provocado problemas, Otou–san? –

–Probablemente se haya enfadado, pero lo arreglaré, no pasa nada. –

– ¿Por qué Okaa–san se enfadó contigo? Tú no has hecho nada, no es justo. –

–Cómo te dije, no pienses en ello, por ahora duerme tranquila ¿De acuerdo? Déjame arreglar este problema, y no vuelvas a hacerla enfadar. –

–Yo me enfado si alguien abraza a Kusho (nombre de uno de sus conejos, se suponía que quería ponerle “kuro”) y no sé por qué, pero tampoco me gusta que Okaa–san te quiera sólo para ella, no es justo, porque yo soy tu hija ¿ves? –

–Eres demasiado sincera, creo que estás pensando demasiado las cosas, Nijiko, necesitas tranquilizarte, tú siempre vas a ser mi hija, y ella siempre será tu madre, y tanto tu madre como yo, te queremos muchísimo, nunca debes olvidar eso. –

–De acuerdo… pero… promete que mañana jugaras conmigo y sólo conmigo ¿sí? –

Me preguntó ella, al parecer no iba a dejarse convencer tan fácilmente, yo sonreí y asentí con la cabeza.

–Lo prometo, ahora descansa ¿sí? Dulces sueños. –

–Dulces sueños, te quiero papi. –

Respondió Nijiko desde su cama, agitando la mano. De cuando en cuando, ella llegaba a esos extremos en cuanto a su personalidad, supongo que ella tardaría un tiempo todavía en darse cuenta de que lo había heredado de su madre, pero incluso sus lógicas eran iguales. Pensaba en ello mientras sonreía, acordándome de muchas de las ocasiones en que Kitsune desplegaba sus celos de forma irracional como esa.

Al regresar al comedor, me encontré con una Kitsune celosa, después de todo, aunque ella no lo dijera abiertamente.

–Eres muy suave, esa niña necesita ser corregida de vez en cuando, no puedes consentirla todo el tiempo. –

Ella estaba sentada con los brazos cruzados. Sin embargo, esta situación no era realmente un problema del cual preocuparme, después de todo, mi esposa también amaba a Nijiko.

–Es la hija de la mujer que amo, no puedo evitarlo, Kitsune–chan. –

–Pues tienes que evitarlo, no puede ser tan demandante ni obtener todo lo que quiere, eres un hombre que trabaja, no puede tenerte con ella siempre, tú tienes que aprender a corregirla. –

Me respondió Kitsune, negándose a mirarme. Yo me senté al lado de ella, ella no se movió, yo pasé una mano por su cabello, como siempre lo he hecho.

–Pero es una molestia, además para corregirla está su madre. –

Me excusé, ella enrojeció por el coraje, pues yo simplemente me estaba desentendiendo del problema, y eso era algo que la ponía del peor de los humores.

– ¿Y para que estas tú entonces? –

Preguntó ella violentamente, yo la besé, ella no opuso resistencia, comencé a pasar mis manos por sus piernas y su espalda, mientras me acercaba a su oreja para hablarle al oído.

–Para consentir a mi esposa, para hacerla feliz, y para recordarle que hace un gran, gran trabajo como madre, y que estoy orgulloso de ella, tanto, que creo que se merece una recompensa. –

Comencé a tocar los pechos de mi mujer mientras decía esas cosas, ella echó su cabeza atrás mientras cerraba los ojos.

–Eres un tramposo… –

Se quejó ella, pero se recostó sobre el suelo, y se dejó besar, metí mi mano entre sus piernas.

– ¿No debería recompensar a mi esposa entonces? –

Pregunté, ella me abrazó con todas las fuerzas que su situación se lo permitieron. Su respiración estaba acelerada y ella estaba de buen humor de nuevo.

– ¿Soy una buena madre? ¿No estás decepcionado de mí? –

–Eres una madre y una esposa maravillosa, Kitsune ¿Cómo podría estar decepcionado de ti? –

Comencé a desvestirla mientras le decía esas cosas, besándola y jugando con mi lengua y la suya, ella tenía alguna dificultad para respirar, y su cara estaba roja.

–He sido buena esposa, merezco una recompensa… –

–Baja la voz, amor mío, no queremos que nos escuchen… –

––––––––––

Ataka Yashite salió por la mañana a hacer algunas compras, durante ese tiempo, Kitsune comenzaba a preparar el desayuno y la pequeña Nijiko terminaba de tomar su baño matutino. Era rutina diaria, y no iban a romperla, a pesar de que fuera el cumpleaños de la única hija del joven matrimonio.

Era en aquellos momentos en los que Kitsune permanecía extra vigilante, había que serlo si se tenía a una niña tan enérgica como lo era la pequeña Nijiko. Terminó de hacer los preparativos cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta. No era normal, porque nadie nunca llamaba a la puerta.

Casi por instinto, Kitsune cogió su cuchillo y lo guardó. Uno nunca sabe.

Se dirigió justo como estaba a la puerta de la casa, a cuya entrada estaba colgado un pequeño cascabel que la gente haría sonar para llamar a la puerta, si alguien quisiera llamar a ella, claro está que aquello nunca ocurría, menos en un sitio como este, en el extremo oriental de la isla de Hokaido.

Kitsune abrió la puerta lentamente, mientras ponía una sonrisa para indicar que todo estaba de lo más normal, había que guardar las apariencias, sobre todo si se trataba de desconocidos. Le costó un poco reconocer a la persona que estaba bajo el escalón de la entrada.

Ataka Kirara.

–Veo que… me has reconocido… Katabe–san. –

Comentó ella, a diferencia de Kitsune, Kirara había cambiado bastante, incluso su timbre de voz era distinto, pero lo que Kitsune no olvidaría nunca, era esos ojos vacíos de la hermana menor de su esposo, y ahora hacía tanto que nadie la miraba de esa forma, que se sintió agredida.

–No soy más “Katabe”… Kirara–san, soy la señora Ataka ahora. –

Respondió la mujer, luciendo en el dedo su anillo de compromiso. Kirara retrocedió, mirándola de frente, no había cambiado mucho, físicamente al menos, pero ya no había ese aire de inferioridad con que su antigua compañera de clases pasaba sus días en el salón, un orgullo victorioso estaba grabado en el rostro de su cuñada, ahora la intrusa era ella.

– ¿Cómo nos encontraste? –

Preguntó Kitsune, no había miedo en aquella pregunta, sólo un profundo desconcierto porque después de todos estos años, ella incluso se había olvidado de esta persona.

–Tengo que admitir que es un buen lugar, si no deseas ser molestada, me tomó algo de tiempo, pero lo hice. –

–Deberías irte. –

Le respondió Kitsune, quien no tenía ninguna gana de lidiar con Kirara ahora que todo había terminado, ahora que era feliz. En aquel momento, Nijiko llegó corriendo con su madre y la abrazó tan pronto la tuvo al alcance para no caerse, un par de ojos iguales a los de Kitsune miraron a Kirara con desconfianza.

– ¿Quién es esta persona, Okaa–san? –

Kitsune no dijo nada, sólo miraba a la mujer parada frente a ella. A Kirara le pareció que dudaba acerca de decirle o no la verdad a la pequeña niña, quien al parecer era el fruto de la relación de su hermano con su extraña compañera de clases de la Junior High.

–Me llamo Kirara, es un gusto. –

Se presentó, Nijiko la miró detenidamente por un momento, sin presentarse, luego simplemente la ignoró.

–Okaa–san, debemos regresar adentro, hay muchas cosas por hacer, tú misma lo dijiste, y Otou–san no debe tardar en regresar, dile a esta persona que se vaya y volvamos adentro. –

Kitsune sonrió para sí mientras la miraba y acariciaba su cabeza, luego volteó a ver a Kirara, y nuevamente se dirigió a su hija.

–Nijiko, cariño, esta persona es la hermana menor de Otou–san. –

Había dudado en decirle a la niña de quien se trataba, pero resolvió que lo mejor era decirle la verdad a su hija, después de todo, ella sabía la clase de reacción que su hija tendría.

–Me llamo Ataka Kirara, mucho gusto. –

Volvió a presentarse Kirara, endulzando su voz al hablar de nuevo con la niña, pero Nijiko hizo un gesto de desaprobación.

– ¿Hermana?… ¡No quiero! Vete a alguna parte, no puedes acercarte a Otou–san, no caben más personas, vete, no puedes quitarnos a Otou–san, es nuestro… ¡Es mío! –

Nijiko gritó todo eso a la persona que estaba frente a ella, luego se dio la vuelta y entró corriendo de nuevo. Sin duda, pensaba Kitsune, su pequeña hija se pondría de mejor humor una vez que su esposo regresara de las compras.

–Supongo, que eso explica mi situación mejor que ninguna otra cosa. –

Apuntó Kitsune, mirando a su cuñada.

–Lo siento, es un tanto… decepcionante para mí. –

–Tengo que admitir que me siento exactamente igual que ella, aunque no pueda decirlo de la misma manera, sé que hiciste muchas cosas por mi bien, por eso esto es sólo una advertencia, Kirara–san, pero no puedo permitir que arruines la felicidad que tengo ahora, y Nijiko tampoco va a permitirlo, en el corazón de Yashite solamente cabemos ella y yo, no hay lugar para una tercera persona, me encargaré de que la siguiente vez que te vea, sea la última ¿entiendes? –

Debido al tono de voz que usó Kitsune, la hermana menor de Yashite entendió que ella hablaba en serio, un dejo de horror cruzó apenas por su rostro cuando dio un paso atrás al darse cuenta de que Kitsune tenía el cuchillo enorme en las manos.

–No has cambiado nada, por lo que veo. –

Kitsune miró a su cuñada con tedio, ¿es que no podía irse por donde había venido? Era un día especial para la familia, era el cumpleaños de su hija, no quería pasarlo escondiendo un cuerpo… no más.

–Yo… no quise interrumpir, es sólo que… entrégale esto ¿sí? Es de mi madre, no volveré a acercarme a ustedes, pero prométeme que se lo entregaras. –

–Lo prometo. –

Respondió Kitsune, después de eso, se despidieron rápidamente, la puerta de la casa volvió a cerrarse, Kirara se fue, no puede decirse que estuviera decepcionada, ya que siempre supo que algo como aquello podía pasar. Pero entendió que si se acercaba más a su Onii–san, Kitsune no iba a perdonarla esta vez.

Kitsune entró a su casa, tomó la caja que había recibido de Kirara, y sin abrirla siquiera, la arrojó al fuego de la chimenea. Nijiko se percató de esto y preguntó a su madre.

– ¿Por qué esta persona le ha dado un regalo a Otou–san? Otou–san no quiere verla, de todos modos, porque nos tiene a nosotras. –

–No creo que sea bueno que otra mujer, sea quien sea, le de regalos a Otou–san, cariño, nosotras somos su familia, nadie más que nosotras, pero… hay personas, como esa mujer, que no comprenden eso. –

–Otou–san sólo tiene dos manos, una es para Okaa–san, la otra para mi… no hay lugar para nadie más. –

Kitsune sonrió por el razonamiento de su hija, ella sabía que tarde o temprano ella conseguiría una pareja y las cosas cambiarían un poco, pero mientras tanto, esa era toda la verdad.

––––––––––

A la tarde siguiente, después de pasear a los conejos junto con Nijiko, ambas estaban sentadas en la mesa que tenemos en el patio, esperando por mí para comer. Nijiko estaba bastante feliz porque era su cumpleaños y por supuesto yo había pedido el día para descansar. Kitsune y ella me miraron cuando me senté junto con ellas, después de lavarme las manos para comer.

–Okaa–san ¿Dónde aprendiste a cocinar? –

Preguntó Nijiko, Kitsune volteó a verla, mientras sonreía.

–Aprendí haciendo el desayuno de Otou–san, casi lamento que él haya tenido que probar las primeras cosas que hice, no creo que supieran bien. –

– ¿Dónde están los padres de Kusho? ¿No tiene él un Otou–san y una Okaa–san? –

Preguntó Nijiko de nuevo, Kitsune le respondió.

–Bueno, tú eres la Okaa–san de Kusho ¿no es verdad? –

–Sí, y lo amo a él y a Hikari. Siempre los voy a querer… ¿Ustedes siempre me van a querer? –

Hikari es el nombre del otro conejo, que es blanco. La pregunta me tomó por sorpresa. Sin embargo, mi esposa continuó respondiendo a las inacabables preguntas de mi hija, quien tenía cinco años recién cumplidos, y muchas preguntas acerca del mundo que la rodeaba.

–Nijiko, eres nuestra hija, es natural quererte, siempre va a ser así. –

Respondió Kitsune, sonriendo y acariciando la cabeza de Nijiko con ternura, yo tomé uno de mis camarones y lo coloqué en el plato de mi hija, a ella le gustan los camarones, así que saltó de alegría.

– ¡Yay! ¿Viste eso, Okaa–san? Otou–san me ha dado uno de sus camarones. –

Se apresuró a comerlo después de eso, luego terminó su comida y se levantó corriendo a buscar a sus conejos, comenzó a jugar con ellos en el césped, Kitsune y yo la mirábamos. Pude sentir la mano de Kitsune tomar la mía después de unos momentos.

–Es una niña consentida, ha estado muy tranquila porque estás aquí, pero… ella no es así normalmente. –

–Me gusta que sea una niña consentida, me hace feliz. –

–Era de esperarse, después de todo, su madre también está demasiado mimada… así que la culpa es toda tuya. –

Me aseguró, yo la abracé levemente, cuidando de que Nijiko no fuera a notarlo. Me preguntaba ahora en qué clase de mujer iba a convertirse mi hija una vez que creciera, pensaba que tal vez, sólo tal vez, sería igual de hermosa que su madre, incluso más. Y aunque ni Kitsune ni yo volvimos a matar a nadie, eso sólo seguiría siendo así, mientras el mundo se mantuviera lo suficientemente lejos de nosotros. Por proteger la felicidad de mi esposa y mi hija, haría cualquier cosa.

Entré a la casa por un momento, pensando en estas cosas, puse algo de música en el reproductor y volví a salir, regresé a donde mi Kitsune–chan, quien abrazaba a Nijiko.

–Ya está listo. –

Le dije, ella me besó en los labios, mientras Nijiko volvía a jugar con sus conejos. Me puse de pie después y le di la mano a Kitsune para que se levantara.

– ¿Bailaría conmigo señorita? –

Ella enrojeció de pronto, la música estaba sonando. Fue un poco difícil dar, porque es una melodía de una película occidental, no obstante, ha terminado por significar para mi mucho más que sólo una melodía.

Kitsune se levantó, con la cara roja y una sonrisa en el rostro, esa sonrisa era lo que yo quería ver.

– ¡Moo! Yashite… si algún día intentara dejar de amarte, de todos modos, no ibas a permitírmelo. Estas cosas que haces son… ¡Moo! –

Ella me dijo eso riendo, yo la tomé de la cintura, ella tuvo un pequeño sobresalto, y me miró. Era su mirada de niña mimada.

–Perdón por estar loco por mi esposa. –

Le pedí, mientras comenzábamos a bailar. Nijiko se dio cuenta de la escena y corrió hasta donde estábamos.

–Yo quiero bailar con Otou–san, es mi cumpleaños, quiero bailar con Otou–san. –

Entonces Kitsune tomó a Nijiko de la cintura y la levantó para que pudiera quedar frente a mí, yo tomé las manos de Nijiko y con mi esposa sosteniéndola de la cintura, comenzamos a bailar. Son este tipo de cosas las que me dejan claro que Kitsune ama a nuestra hija.

–Sólo porque es tu cumpleaños ¿de acuerdo? –

Nijiko volteó a ver a su madre por unos momentos, con una sonrisa de satisfacción enorme en su cara y le respondió:

–Yay, Gracias, Okaa–san, te quiero. –

–Sí, sí, sí… anda, estás bailando, no pierdas la concentración. –

Le indicó Kitsune y Nijiko volvió a mirarme.

Yo sonreí, y pude ver que Kitsune sonreía también, la música terminó y bajamos a Nijiko, quien se sujetaba ahora de mi pantalón, mientras entrabamos de nuevo a la casa, pues comenzaba a hacer frio por el invierno.

–Vamos cariño, es hora de que des de comer a Kusho y Hikari. –

Nijiko parece haber recordado que sus mascotas tenían que comer y corrió a la mesa, tomó un par de vegetales que había traído con ese propósito y los llevó a la casa de los conejos, donde esperó a que ellos terminasen de comer. Mi esposa y yo la mirábamos.

– ¿Eres feliz? –

Preguntó Kitsune de pronto, tomando mi mano, yo volteé a verla.

– ¿A qué viene todo esto, Kitsune–chan? –

Ella cubrió su cara en mi hombro.

–El nacimiento de Nijiko, fue el acontecimiento más maravilloso que me pudo pasar ¿sabes? Y sólo fue posible porque era nuestro bebé, y… cuando te vi tomarla en tus brazos con tanto amor y tanta delicadeza, me dije a mi misma, que esto no podía estarme pasando, que yo no podía ser así de feliz, pero pasó… justo cuando pienso que no hay forma de que yo sea más feliz… tú siempre me demuestras que estoy equivocada, siempre lo has hecho así, es tu forma de hacer las cosas… pienso todos los días en que tú hiciste que esto fuera posible, tú me diste una familia, tú me diste una vida, y no importa lo que haga, nunca podré pagar por ello. Por eso quiero saber… si te hace feliz ser mi esposo, si te alegra ser el padre de Nijiko, y si no te arrepientes a veces, aunque sea un poco, de haberme escogido en aquel almacén. –

Ella parecía estar a punto de llorar, parece que estaba recordando algo que en realidad no era importante a estas alturas, de cualquier modo, lo único que hay que hacer es consolarla y decirle que todo va a estar bien.

–No sé de qué va esto, Kitsune–chan, pero yo te necesito ¿entiendes? No puedo vivir sin ti, no puedo vivir sin mi hija, ustedes son mi familia y eso es lo único que necesito para ser feliz, que mi hija y tú sean felices, eso lo único que me interesa, recuerda que te amo, Kitsune–chan. –

–Yo también te amo, Yashite, y siempre te amaré. –

Me dijo Kitsune a media voz, yo lo pensé por un momento, luego la abracé. Sabiendo de que nadie puede conocer el significado de esas palabras mejor que ella, que apostó todo lo que tenía por ese amor.

En verdad era una Yandere, y muy probablemente era eso lo que la hacía tan especial, porque cuando una Yandere ama a alguien es serio, no hay problema, persona, situación o voluntad que la haga desistir, nunca se rinde, y nunca te abandona, incluso si terminas odiándola por eso. Es un amor loco y posesivo, pero también muy bello y muy sincero. Un amor eterno, absoluto, y un poco aterrador. En suma, un amor verdadero, sin duda alguna.

–FIN–