Eien no Hanami C17

Capítulo 17: El ingrediente secreto.

– ¿Qué pasó con lo del wazabi? –

–Lo vamos a hacer de todos modos… aunque no quieras. –

Despertar por la mañana fue duro, es cierto, pero fue menos duro que la mañana anterior. Me puse de pie y sin saber por qué, lo primero que hice fue salir de mi alcoba y dirigirme a la habitación de Kotori Onee–chan, desde el día anterior había pensado que debía limpiar todo. No es que pareciera muy sucio, ya que ella llevaba fuera una semana, pero de todos modos, supuse que lo menos que podía hacer era mantener su habitación limpia y ordenada.

El entrar me trajo a la cabeza esas voces que resonaron en mi mente antes de desvanecerse, muchas otras voces y recuerdos me pasaron por la cabeza al momento en que recogía los primeros empaques vacíos de Pocky que ella solía meter bajo la cama para no acordarse de que estaban allí. Cuando éramos más niños, ella me dijo que estaba bien meter la basura bajo la cama. Pero conforme crecí y Kotori Onee–chan empezó a encargarse de la limpieza, aquello dejó de estar bien para mí. Por lo visto, aquello no aplicaba igual para ella misma.

Tuve que traer una escoba y el recogedor para comenzar a limpiar como era debido. ¿Cómo es que su habitación estaba tan desordenada? Si todo lo demás en la casa siempre estaba limpio. Era una pregunta tonta, porque yo sabía la respuesta. Estar en este lugar, era como estar en algún templo o algo así, era el espacio sagrado de Kotori Onee–chan, hasta hace apenas un par de años, ella ni siquiera me permitía entrar aquí. Tuvo que hacerlo porque un verano, comenzaron a meterse algunos bichos por un agujero que había en la pared.

Simplemente comencé a meter la escoba bajo la cama. No debí hacer eso, o más bien qué bueno que lo hice. Al fondo de la cama, cuando comencé a sacar lo último que quedaba de basura, había una caja de chocolate. Una caja que era distinta a las demás, y yo sabía a la perfección de que caja se trataba. Sentí un golpe en el pecho de tan solo tocarla. Lo peor es que a ella no se le había olvidado tirarla, no era basura, pues ella aún tenía chocolates dentro de la caja.

Estas cajas contienen cuarenta chocolates. Quedaban nueve. Uno por cada día, desde ese día, hasta el día vienes en que se marchó. Si yo no hubiera sido tan idiota, en estos momentos quedarían cuatro, o sólo dos, quizá habría comido los de los días de su recital en un tirón. Entender eso me hizo rabiar. ¿Es que no pensaba darme siquiera uno? Bueno eso era un chiste, la verdad es que tuve que hacerme ese chiste yo sólo, porque de no hacerlo estaría llorando de nuevo, después de entender: Uno por cada día que ella fue feliz… Hasta que lo detuve.

Detuve el tiempo.

Volví a meter la caja bajo la cama, sintiéndome incluso sucio por haber tocado la caja.

Mis esperanzas de que ella volviera pronto se desvanecían a medida que pasaban los días. Poco a poco, comenzaba a creer que ella no regresaría jamás, y ese pensamiento era desolador. Pero intenté no pensar en ello y concentrarme en limpiar su alcoba.

Nadie, en este mundo, puede entender lo doloroso que fue hacer esa limpieza. Tuve que salir cuatro veces de ese cuarto porque la cantidad de cosas que me atacaron en ese momento fue brutal. No había ruido del televisor siquiera, así que todo estaba en silencio. Pero lo terminé. Salí cuatro veces de ese cuarto, como he dicho, pero entré cinco.

Después de eso, simplemente bajé a desayunar.

Después de desayunar, pensé que sería bueno lavar algo de ropa, no iba a usar la lavadora ni la secadora, porque no sabía cómo usarlas, así que tendría que lavar a mano de nuevo. Por desgracia para mí, sólo quedaba por lavar la ropa de Onee–chan, ella nunca me había dejado ni siquiera tocar su ropa sucia, era muy penosa con esa clase de cosas. Junté mis palmas, pedí perdón, y la llevé al baño para lavarla. Tuve que luchar con el impulso, totalmente varonil, de tomar su ropa íntima y… bueno, ya saben. Pero no lo hice, si ya me sentía algo mal por estar haciendo esto, aquello me hubiera hecho sentir demasiado sucio para continuar. No niego que una parte de mi quería hacerlo, vamos, ni siquiera niego que la posibilidad de tocar la ropa sucia de Onee–chan fuera una de las grandes razones para hacer este trabajo, pero simplemente sentí que ir más lejos sería demasiado. Otra cosa sería si ella me hubiera dado permiso, lo cual no parecía que fuera a suceder.

De todos modos, lave a conciencia cada prenda sucia que encontré de ella. Y ya que estaba ganando experiencia, pude lavarlas mejor, y exprimirlas mejor. Dicho esto, todavía tenía miedo de sacar la ropa, la seguí colgando en el baño.

Mi celular sonó. Lo saqué como pude con las manos mojadas sólo para darme cuenta de que era Nagasami.

Arrojé mi celular a la tina llena de agua.

Si no tenía teléfono, nadie podía culparme por no contestar. Sé que fue estúpido, pero era la única opción que yo tenía si quería librarme de ellas por unos días. Estaba casi convencido de que Kotori no iba a llamarme, siendo sinceros, casi había perdido la esperanza de que ella regresara.

––––––

Me bañé.

Y me quedé sin nada que hacer. Eran aproximadamente las doce de la mañana y yo ya no tenía nada que hacer. Lavé los platos que había usado para desayunar, pero el retrato de Onee–chan permaneció en la mesa. No lo pensé.

Las manos aun me ardían por la cantidad de desengrasante que había usado el día de ayer en el jabón para lavar los trastes, pero ya ni siquiera me quejaba. Aún tenía la bandita que me había puesto en el dedo por haberme cortado, y como la bandita se mojaba, tuve que cambiarla de nuevo. Era la quinta o sexta vez que la cambiaba.

Fue entonces que recordé que a la caja le quedaban nueve chocolates. Si ella regresaba, seguro que los terminaría pronto, me aseguraría de que así fuera, y de que necesitara muchas más cajas de chocolates a partir de ahora. Salí después de eso, me puse las primeras ropas que encontré, y corrí a buscar a la señora que me había vendido los chocolates la primera vez. También fui a comprar Pockys. Unas cuantas cajas no estaban tan mal. Se me estaba acabando el dinero, quizá sería una buena idea conseguir un trabajo de medio tiempo. La escuela no lo permitiría, pero que se pudran.

Si trabajaba lo bastante, quizá podría comprarle un anillo a Kotori. Batí la cabeza para evitar pensar en esas cosas, yo ni siquiera sabía si ella regresaría, o si me seguiría amando cuando lo hiciera. Compraría los chocolates en caso de que ella quisiera regresar. Quería decir que no me importaría que ella no me quisiera, si tan sólo ella regresaba, pero, eso no era verdad, quería que ella estuviera a mi lado.

Primero tenía que verla. Si la veía entonces podría descansar. Estaba bastante preocupado porque no sabía nada de ella, y aunque al principio quise pensar que “Estaría bien porque estaba con su amiga” pronto esa excusa comenzó a quedarme corta, y aunque evité pensar en el tema por no ponerme más mal de lo que ya estaba, tengo que admitir que aquello jamás salió de mi mente, y había pasado una semana sin verla, era comprensible que estuviera preocupado. ¿Ella estaba bien? Tampoco había recibido un mensaje de Misaki, y ahora no podría recibirlo. Ya lo había dicho, fue idiota tirar mi celular al agua.

Compré la caja de chocolates y pedí que me la envolvieran. No quise poner una tarjeta porque no sabía qué decir. Pero lo envolvieron igual que la última vez. También compre cajas de Pockys, y malvaviscos. Ninguna de estas cosas me gustaba para nada, pero recordar la sonrisa satisfecha de Kotori Onee–chan mientras los comía, a veces en pijama, mientras veía la televisión, era suficiente para que yo hiciera el sacrificio de comerlos con ella. Era un pequeño sacrificio, después de todo. Comparado con todo lo que ella hacía… yo nunca hice nada por ella. Pero estaba pensando en esas cosas otra vez. Pensando en cosas en las que no quería pensar, fue como regresé a la casa. Y abrí la puerta.

No se escuchaba ni un ruido, suspiré, y luego mi mente quedó en blanco. Puro y vil blanco.

Había un par de zapatos en la entrada. Los zapatos de la mujer que amaba estaban allí

–––––––––

Solté la caja sin pensarlo. Mi mente no reaccionaba para nada y yo comencé a llorar, en silencio.

Al menos estaba aquí. No había nada más en el recibidor, así que había llegado sola. Me hinqué sin hacer ruido, y di las gracias, en silencio, a la vida, a Kotori, a los dioses, y por supuesto, a Misaki, sé que no era obra de ella, quiero decir, Kotori había regresado porque ella así lo quería, pero… por sus palabras, por su apoyo, y por lo que sea que le hubiera dicho a Kotori Onee–chan que la hubiera convencido de regresar… agradecí desde lo más profundo de mi corazón.

Me puse de pie, y el miedo me paralizó. ¿Qué iba a decirle a Onee–chan ahora? Hice lo posible para controlarme, me sudaban las manos y las piernas se negaban a sostenerme, incluso comenzó a faltarme el aire… Si yo seguía de pie, es porque mis piernas estaban paralizadas. Esto era completamente inaudito, pero no podía controlar mi propio cuerpo. Le di la orden a mi pie de avanzar, y no respondió. Me costaba respirar, me quedé allí un largo rato, frente a aquella realidad, que por feliz que fuera, yo no creí que pudiera pasar.

KAACHAN…

Escuche el sonido de la puerta en la parte de arriba, probablemente en la recámara de Onee–chan, eso me hizo voltear, pero no pude verla. ¿Ella sabía que estaba allí? ¿Se había encerrado en su alcoba porque no quería hablar? Aquellos pensamientos inundaron mi mente. No, por favor no, escucha lo que tengo que decirte, no te niegues ahora, por favor. Fue así como reuní suficiente coraje para subir corriendo las escaleras y llegar hasta la puerta de su recamara. Estaba cerrada.

Golpeé la puerta, pero no hubo respuesta.

Comencé a gritar, entre llantos y chillidos, seguí golpeando a la puerta mientras le gritaba todo aquello que había aprendido, todo aquello que quería decir.

–Onee–chan… sé que estas allí, por favor, abre la puerta, si después de esto no quieres volver a verme, seré yo quien se vaya, pero por favor… escucha lo que tengo que decir… yo no quise hacerlo, no quise hacerte daño y ni siquiera sabía el daño que estaba haciéndote, no entendía nada, no sabía lo mucho que te necesito, ni me di cuenta de lo mucho que hacías por mí, no sabía cuán feliz soy sólo porque tú existes, si no quieres volver a hacer tareas, las haré yo, si quieres que me vaya entonces me iré y jamás volveré a molestarte, si quieres golpearme entonces golpéame, me lo merezco, he sido un completo idiota, que no supo entenderte ni apreciar tus sentimientos… lamento todo lo que hice, lo lamento desde el fondo de mi corazón, debí ser más amable, debí mimarte más, debí ser más comprensivo, debí ser más honesto y debí pensar con más detenimiento en las promesas que te hice… sólo abre la puerta, y déjame verte… por favor, por lo que más ames, déjame verte, sólo eso…

No logré seguir diciendo nada, a medida que pronunciaba esa suplica, mi voz se iba apagando, fue como si todo el estrés que había acumulado, saliera de mí, y se llevara consigo todas las energías que me quedaban. Me hinqué frente a la puerta colocando ambas manos en la cerradura, sin atreverme a nada más.

Frente a esa puerta, de mí no quedó nada. Seguí llorando todas esas lagrimas que había estado evitando a toda costa durante todo el día.

Entonces escuché el sonido de una puerta abrirse, pero la puerta de la alcoba permaneció cerrada.

–Pero… Tú eres lo que más amo en este mundo. –

La voz de Kotori me hizo voltear, con miedo, hacia mi espalda, miedo de que fuera una alucinación. Me quedé estupefacto al mirar a Kotori Onee–chan detrás de mí, saliendo del baño, con los ojos hinchados, evidentemente por el llanto y un pañuelo que ella sostenía con ambas manos, sus lentes descansaban sobre su nariz, y su cabello arreglado a medias caía por encima de su hombro.

Tenía puesta una blusa color café, que a todas luces se notaba que no era suya, y que no le quedaba bien, me refiero a la talla, y una falta azul hasta pasando la rodilla. Y a pesar de que no se encontraba en el mejor de los estados, emocionalmente hablando, y que eso se notaba en su apariencia, para mí, fue como ver un ángel.

Me quedé en silencio, contemplando a aquella chica de cabellos rojos, mirada triste y temblor en las manos, sin decir una sola palabra. Hasta que, de pronto, ella comenzó a hacer preguntas, mientras empezaba a llorar de nuevo.

– ¿Por qué tienes una bandita en el dedo? ¿Qué le sucedió a tus manos? ¿Por qué había una fotografía mía en la mesa? ¿Dónde está mi ropa sucia? ¿Por qué tu…? –

No fue posible que ella dijera más. Comenzó a llorar como yo nunca la había visto, es cierto que ella lloraba seguido, pero aquel llanto era del todo diferente, parecía como si ella hubiera estado cargando un montón de piedras con una canasta de celofán, y ahora el celofán se había roto y las piedras rodaban en el suelo. Yo me acerqué a ella, con algo de miedo de que ella me rechazara, me puse de pie, y ella me abrazó, así sin más, y se puso a llorar, como nunca en mi vida lo había visto. Hice uso de todas las fuerzas que me quedaban para sostenerla e impedir que ella cayera al suelo.

––––––––––

Ese llanto tomó lo que quedaba de mi corazón y lo deshizo, después de unos momentos, yo estaba llorando y no sabía por qué. Había llorado por ser idiota, había llorado porque Kotori se fue, había llorado por todo aquello que entendí en este tiempo, había llorado porque la extrañaba, y más recientemente, había llorado por miedo a que ella se negara a escucharme, pero ahora mismo, no sabía por qué estaba llorando.

Sin embargo, ese llanto me tranquilizó, lo suficiente como para hacerme cargo y dedicarme a consolar a Kotori Onee–chan, que tanto lo necesitaba en ese momento, después habría tiempo para explicar y pedir perdón, y esperar por su resolución a todo este asunto. Yo aceptaría cualquier cosa que ella decidiera.

La sostuve y la llevé hasta el sillón. Una vez allí, ella se sentó y jaló de mí para que me sentara con ella y ella pudiera seguir aferrada a mi brazo mientras lloraba, yo acaricié su cabeza. Ella comenzó a quejarse.

– ¿No me lo prometiste? ¿No me dijiste que me amabas? ¿No me dijiste que nunca estarías con otra chica? Se supone que eras mío, se suponía que harías esas cosas solamente conmigo, tú lo prometiste, yo te creí, eran momentos sólo para mí, ¿Por qué los entregaste así? ¿Por qué no pensaste en mí? ¿Por qué, si yo te amo, me haces esto? –

No dije nada, simplemente acaricie su cabeza y esperé a que ella continuara. Por supuesto que tenía una respuesta a esas preguntas, pero no respondí porque, todas esas respuestas eran justificaciones, y lo que había hecho no tuvo justificación. Ella siguió preguntando cosas parecidas mientras apretaba mi brazo con más y más fuerza, comenzó a forcejear también, incluso me dio un par de golpes, faltos de fuerza, en el estómago, yo lo acepté todo.

–Eres un idiota, Imura, y un mal novio y un mal hermano menor, eres horrible, y cruel, y un mentiroso, y un traidor, ¡Eres lo peor! –

No tenía que decírmelo, yo ya lo sabía, me lo había dicho tantas veces en esta semana que no podía recordar cuantas. Le respondí con toda la sinceridad que pude.

–Sé que soy lo peor, Kotori, y que no me merezco siquiera estar cerca de ti, hice cosas que no tienen perdón, y te hice daño sin entender siquiera por qué lo hacía, pero aquí estoy, quejándome como una víctima, porque no soporto lo horrible que es estar lejos de ti. –

–Ya no te creo. –

Respondió Kotori Onee–chan, su llanto había cesado, ahora ella me hablaba y me miraba con coraje.

–Lo sé, no tengo derecho a pedirte que me creas, después de todo, te traicioné, y lo siento mucho, sólo desearía que me hubieras querido menos, tal vez así no te dolería tanto. –

Ella giró la cara para no verme. De acuerdo, esto era doloroso, y yo comencé a llorar de nuevo, maldición, ¿Es que no podía mantenerme sereno siquiera en este momento? Ella necesitaba que yo estuviera tranquilo, Maldita sea.

– ¿Quererte menos? ¿Y cómo voy a hacer eso? Yo era la chica más feliz en el mundo ¡Y fue por ti! Tú me diste ese beso, y luego me cubriste de cariños y de mimos y de halagos, me hiciste sentir especial, me hiciste sentir amada… ¿Cómo diablos iba a quererte menos? ¿Cómo iba a saber que eran mentiras? ¿Es que mi amor no te bastaba? ¿Mi cuerpo no era lo suficientemente bueno? –

Chilló. Luego se separó de mí.

–No eran mentiras, eso no es verdad, aceptaré todo, menos eso, no puedes venir y decir que eran mentiras sólo así, después de todo este tiempo sólo me queda una cosa que es verdad y es que te amo. –

–No me vengas con eso Imura ¿Crees que no sé qué has estado aquí con ella? ¿Qué la has metido aquí? ¿Lo hacen aquí dentro? ¿En mi casa? –

–Estás malinterpretando las cosas, Onee–chan, entiendo cómo te sientes pero… –

Ella negó con la cabeza, violentamente, mientras apretaba su pecho con ambas manos.

– ¡No entiendes nada! –

Ella empezó a llorar después de eso, yo iba a acercarme, pero ella me lo impidió. Bajé la cabeza. A pesar de que ella estaba aquí, yo me estaba quedando sin argumentos. ¿Con que derecho le pedía que aceptara lo que le estaba diciendo?

–De acuerdo. –

Suspiré y me rendí, al menos de momento, no había mucho que hacer, esperaba que ella me reclamara por todo de una buena vez, pero ahora su llanto apenas si le permitía decir algo. Me senté allí mismo, porque darme la vuelta e irme hubiera significado mucho en aquella situación. Una vez sentado en el suelo me llevé las manos a la cara, desesperado, porque no sabía cómo arreglar esto, ya fuera para escucharla o que me escuchara.

Kotori dejó de llorar entonces, repentinamente.

– ¿Qué le paso a tus manos? –

Yo la miré. A través de sus ojos hinchados en lágrimas y de esa cara que lo único que mostraba era coraje, ella no pudo ocultar esa parte de sí misma, que la hacía tan especial. Un pequeño asomo de Onee–chan desde detrás de esa cortina de lágrimas y decepciones.

–Yo… –

Me daba un poco de pena decir “Soy un completo inútil” pero no podía ocultarlo, después de todo, era la verdad.

–Quise lavar los platos… use demasiado desengrasante. –

Ella enrojeció en ese momento. Nunca pensé que la vería así en una situación como esta, la rabia se apoderó de ella con una velocidad impresionante.

–Imura, ¡En serio eres un idiota! ¿Cuánto usaste? –

Tragué saliva, esa cara siempre había indicado una reprimenda como nunca, no era agradable. Sólo había sucedido dos o tres veces en mi vida.

–Lo vacié. –

– ¿Qué hiciste qué? Imura, ¡Eres un completo imbécil! esa cosa es corrosiva ¿lo notas? Ni siquiera debiste tocarla, se usa para quitar la suciedad de la estufa y la campana, no en los platos, estúpido. –

–Lo siento. –

Dije, bajando la voz, ella se puso de pie y se llevó una mano a la cintura, mirando a su alrededor.

–Oh, sí que lo sientes, pensé que la casa estaba limpia porque ella había venido aquí… ya… ¡Ya ni siquiera sé que es peor! –

Me puse de pie también. Ella me miró colérica, yo tenía prohibido ponerme de pie cuando ella me estaba regañando, pero, es que ya no quería actuar como un inútil, quería ser alguien confiable.

–Sí estuvo aquí, ayer, pero… ella no limpió, y no la toqué. –

Ella me miró, todavía enfadada y todavía dolida, pero el coraje pudo más en ella por un momento.

–Sí, se nota que no limpió ella, está todo mal hecho, como sólo alguien que nunca lo ha hecho antes lo dejaría. –

Guardó silencio después de un momento, luego un espasmo de horror pasó por su cara.

– ¿Dónde está mi ropa sucia? –

–La he lavado. –

Ella abrió los ojos todo lo que pudo.

– ¿Usaste la lavadora? –

Preguntó, como si imaginara el terrible desastre que yo habría hecho de intentar usarla, yo no retrasé mi respuesta.

–No, la he lavado a mano. –

Kotori Onee–chan se desplomó sobre el sillón. Parecía aliviada, tanto que era algo insultante para mí, pero no podía culparla. Ya que había comprobado que su amada lavadora estaba bien, ella volvió los ojos hacia mí de nuevo. Sus ojos volvieron a llenarse con lágrimas a punto de salir en menos de un segundo.

– ¿Tampoco la tocaste? –

Yo negué con la cabeza, al tiempo en que me hincaba frente a ella para hacer una reverencia. Coloqué mis manos en el suelo, y pedí perdón.

–Lamento el daño que te hice, estar sin ti ha sido lo más horrible que me ha pasado, pero si eso es lo que tú quieres que sea, entonces lo acepto, te hice daño, te traicioné y te falté el respeto, sin que tu merecieras nada de ello, y me arrepiento por lo que pasó, no voy a implorar misericordia, porque sé que no la merezco, sólo te pido que pienses en que te amo, en verdad, y que, no quiero estar más sin ti. –

Nuevamente, se hizo el silencio.

–Yo… no quiero irme, quiero quedarme, y quiero quedarme porque tu estas aquí… para ser sincera, me tomó tiempo entender que, te amo, y que aun con todo, todavía no me arrepiento de lo que pasó entre nosotros, siendo honesta, yo quería creer que lo habías hecho aposta, Nunca me habrías vuelto a ver si así fuera, pero… eso en realidad no tenía sentido ¿Quién había tomado esa fotografía? ¿Por qué me la habían enviado a mí? Sólo había una respuesta posible, por más que doliera, sabía que algo no encajaba en todo esto. Misaki me dijo que tú habías cometido un error, y que había una explicación… yo escogí creerle, porque te amo y todavía no me puedo creer, que me hayas traicionado de esa forma, solamente porque sí. –

Mire a Onee–chan a la cara, aquella expresión me dio a entender, que si había un momento para ser completamente honesto, era éste. La conclusión que Onee–chan sacara de mi respuesta, iba a determinar lo que ella iba a hacer a partir de ahora.

– ¿Por qué lo hiciste? –

Preguntó ella, había un montón de sentimientos encontrados en su tono de voz, aun así, el hecho de que ella se atreviera a hacer esa pregunta, requería una enorme cantidad de valor y madurez, cosas que yo no tenía en absoluto. Ella hizo gala de su papel de Onee–chan al mantener la compostura por esos ínfimos minutos, sólo por saber si yo le amaba.

Iba a decirle que fue por ella, porque no quería que le hicieran daño, pero recientemente, había comprendido que, no era ese el miedo que yo tenía. Era mucho más horrible, porque incluso en ese momento, todo se trató de mí.

–Tenía miedo. –

Le dije la verdad, aquello era obviamente demasiado poco, así que ella me dejó continuar.

–Una chica se dio cuenta de lo que había entre nosotros, yo sabía que era mi error, pero no quería que tú lo supieras, ella fue quien orquestó todo, incluso es quien te envió esa fotografía, amenazándome con decirle a todo el mundo si no lo hacía. Lo hice porque, tenía miedo, de que tu fueras descubierta por mi culpa, y que por ello, me odiaras por haber sido tan descuidado, tenía miedo de que me juzgara la única persona que realmente me importaba, no quería enfrentarme a ello, así que hice lo que me pidieron, tuve miedo de que me odiaras por ello, y acabé haciendo algo peor. –

Onee–chan se acomodó los lentes y se inclinó un poco sobre sus piernas para acercarse a mí, porque yo estaba en el suelo.

– ¿Creíste que te odiaría por ello? –

–Tenía miedo de averiguarlo, tenía miedo de que fueras descubierta y dijeras: “Arruinaste mi vida” esa fue también la razón por la que no te llamé… lo siento. –

Admití, bajando más la cabeza. Aun en esa situación, mi actitud era reprobable. Después de eso, ella se recargó sobre el sillón y me invito a sentarme junto a ella.

–Yo… no puedo odiarte, me gustaría hacerlo, porque realmente me dolió, realmente me hiciste mucho daño, incluso llegue a creer que todo lo que me habías dicho era mentira, y si supieras en realidad cuanto te amo… –

La interrumpí.

–Lo sé ahora, Onee–chan, es lo que descubrí estando sólo todo este tiempo, es lo que descubrí mientras hacía todas esas cosas, entendí que nunca supe apreciar tus sentimientos… yo lo lamento todo… –

La voz se me quebró, y comencé a llorar. Kotori me abrazó, eso fue completamente inesperado, pero fue tan reconfortante, que lo único que pude hacer fue cerrar los ojos por un momento. Como si fuera magia, ese abrazo me hizo dejar de llorar. La miré, ahora era ella quien lloraba.

–Te amo, y es cierto que ahora mismo tengo miedo de creerte, tengo miedo de que me duela otra vez, pero la verdad es que tampoco pude dejar de pensar en ti, si pudiera cambiar lo que siento por ti, lo habría hecho hace mucho tiempo, y quizá ni siquiera habríamos comenzado con esta extraña relación, y no te habría metido en tantos problemas, pero a pesar de que lo intenté, no funcionó, y por eso es que estoy aquí ahora. Siempre he sabido que todo esto es extraño y que podíamos meternos en problemas por ello, pero todavía queda una parte de mí, que no quiere arrepentirse, porque me hiciste feliz, y desearía seguir siéndolo, pero eso es algo que sólo tú puedes hacer. –

Ella dijo eso con una sonrisa agridulce en el rostro. Yo la abracé con fuerza, hundiendo mi nariz en su cabello.

–Quiero ser una mejor persona, quiero ayudarte con las tareas, quiero entenderte mejor, quiero estar más tiempo contigo, y compensarte todo lo que has hecho por mí. –

Le dije, aún tenía ganas de llorar, pero supuse que aquello sería molesto para ella, así que reprimí mi llanto.

–Eres un tonto… no necesitas hacer ninguna de esas cosas, soy feliz así como eres tú, y si puedes prometer, de corazón, que jamás volverá a suceder algo así, entonces te creeré, y eso es todo lo que basta para que yo esté feliz, por lo demás, solo quiero que seas quien siempre eres, que me consientas como siempre lo haces, que me halagues como siempre lo has hecho, y que sigas a mi lado, realmente, no necesito ninguna otra cosa. –

Onee–chan dijo eso, pero a mí no me convencía, quizá solo es que aún sentía culpa y quería pagar, de la forma que fuera.

–Pero puedo ayudar… sé que no soy bueno haciendo tareas, pero puedo cambiar y… –

Onee–chan me sonrió, esa era la primera vez que ella me sonreía en toda la semana, no puedo explicar lo bien que se sintió. Se acomodó los lentes y me puso un dedo en los labios.

– No necesitas ser perfecto, yo te amo así. –

Me sentí como un niño mimado ¿Estaba realmente bien así? Pero en ese momento, Kotori comenzó a acariciar mi cara con cariño. Hacía tanto tiempo que no ocurría, que las lágrimas acudieron a mis ojos. Me había convertido en un llorón de la noche a la mañana, supongo. Ella me cerró los ojos con sus manos, dulcemente, luego se acercó a mí y me susurró:

–Puedo ver que has llorado mucho, no necesitas llorar más, Onee–chan está aquí, todo va a estar bien. –

Luego de eso me besó. Esa era una muletilla que Onee–chan tenía, cada vez que yo salía lastimado en algo, ella siempre decía esas palabras, y como si fueran un conjuro, el dolor desaparecía. Nunca dejó de ser así.

––––––––––

Después de unos momentos de estar así, Onee–chan volvió a poner cara seria. Yo cerré los ojos, esperando que la reprimenda continuara, y continuó, sólo que, no de la forma en que lo esperaba.

– ¿No te he dicho muchas veces que no me gusta que toques mi ropa sucia? De seguro has estado haciendo más que solo lavarla. –

Dijo ella, y giró la cara, yo busqué sus ojos, estaba aterrado de perderlos de vista en aquel momento, pero ella estaba ruborizada, no enfadada.

–Me gustaría decirte que si, Onee–chan, pero la verdad es que no me sentía bien siquiera tocándola o lavándola, mucho menos iba a hacer algo con ella, lamento si eso te ofende, pero la verdad es que lo único que quería hacer en ese momento era llorar. –

De pronto, Kotori me besó. Fue un beso rápido, y un poco lascivo, pero se detuvo después de un momento. Había lágrimas en sus ojos.

–Creí que eso jamás volvería a suceder. –

Dijo ella, yo quité las lágrimas de su cara. Era obvio que aún estaba insegura y que aún tenía ganas de llorar, yo no iba a detenerla, de cualquier manera. Solo acaricié su cara, con el cariño de alguien que ha comprendido lo importante que es ella en mi vida, y lo mucho que la extraño cuando no está.

Había pasado tan solo una semana sin ella, y yo me sentí morir, pero ya no quería decirle eso a ella, porque probablemente eso haría aflorar sus propias emociones, y eso la haría llorar más de lo que ya había llorado.

–Onee–chan, sé que esto no es normal, pero a decir verdad, tengo sueño… ¿Puedo dormir contigo? –

Pregunté, ella sonrió lucidamente y so rostro se iluminó.

–Si… si puedes. –

Luego su cara volvió a ensombrecerse.

–No me siento lista para algo diferente. –

Aclaró, yo asentí con la cabeza,

–Lo sé, creo que tampoco yo, pero ahora mismo, lo único que quiero es dormir escuchando tu respiración, por favor. –

Kotori Onee–chan asintió con una sonrisa en su rostro. Supongo que por haberme besado, Onee–chan pensó que deseaba tener sexo con ella, pero aunque es cierto que si quería, también tenía que admitir, que no me sentía con fuerzas para sostener siquiera un encuentro en este momento. Ella espero a que yo me pusiera de pie, luego me tomó de la mano como a un niño pequeño y me llevó hasta su alcoba. Después de eso, ella desabotonó su blusa y se quitó la falta. Su piel brillaba con el sol que entraba por los espacios que permitían las persianas, yo sólo la miraba. A pesar de todo, se notaba el efecto de su tristeza en ella, si bien es cierto que su piel brillaba, no se notaba tan saludable como antes.

– ¿Has estado comiendo bien Onee–chan? –

Pregunté, ella me miró, supongo que se dio cuenta y le dio algo de vergüenza que fuera tan notorio.

–De eso nada, no vas a regañarme por ello ¿Entiendes? Estaba deprimida, no quería comer, quería verte. –

–Eso no está bien Onee–chan. –

Reclamé, ella me miró con odio.

– ¿Y tú que tal eh? ¿Has comido bien? Sólo mírate, no tienes derecho a decirme nada, Imura ¡idiota! –

Dicho esto, ella se puso su pijama con coraje y se metió en la cama, dándome la espalda, pero haciendo espacio para que yo me acostara a su lado. Hizo un movimiento con la mano, sin girarse, para que me acostara. Yo terminé de ponerme el pijama también, y me acosté, como ella no me miraba la tomé de la mano.

–No te enfades conmigo… por favor. –

Supliqué, ella comenzó a llorar, y se giró.

–Pero descuidaste lo que más me importa en la vida, la casa no me interesa en absoluto, la limpieza, los muebles, nada, pero… mira lo que te hiciste. –

Replicó ella, tomando mi mano y poniéndola en frente de mí.

–De acuerdo, no soy confiable, no puedo quedarme solo, no necesitas restregármelo. –

No me costaba ningún trabajo admitir eso, quería cambiar, es cierto, pero lo había arruinado todo, cada cosa que hice la había hecho mal, había provocado más problemas de los que arreglé. Es cierto que a mí ya no me molestaba lo de mis manos, pero para ella era la clara señal de que yo era un inútil, y de que “ella debió estar aquí” eso debe haberle hecho sentir mal como Onee–chan. Lo supe en el momento en que mis manos comenzaron a arder, sería regañado de todos modos.

– ¿Y qué tal las comidas? Seguro que has comido sólo ramen instantáneo todo este tiempo, eso no está nada bien, Imura. –

–Hice curry. –

–Te cortaste, y quemaste tu cara ¿Crees que no se nota? ¿Crees que el curry es más importante que eso? ¿Crees que no me importa? –

Momento de reclamos compulsivos.

– ¡Onee–chan! –

Alcé la voz, solo un poco, ella guardó silencio, como esperando a que argumentara alguna defensa o algo así, pero yo sólo bajé la cara.

–Lo lamento… lamento todos los problemas que te he causado… ¿Puedes perdonarme? –

Ella se llevó la mano a la boca, con lágrimas de nuevo en sus ojos, y asintió con un lloriqueo. Me maldije a mí mismo por haberla hecho llorar. Yo sabía ahora que las presiones que ella tenía eran mucho mayores que las mías, se culparía por todo lo que me ocurriera, aparte de lo que yo hubiera hecho

La abracé, incluso algo arrepentido por haberle hablado así. Y dejé que ella pusiera su rostro sobre mis hombros. Ella se tranquilizó momentos después. Parece ser que el efecto tranquilizador que ese abrazo tenía no era sólo para mí, pero el volver a entrar en contacto con su piel, después de todo este tiempo, fue lo más maravilloso que alguien como yo pudiera sentir, y aunque mi cuerpo comenzó a responder frente al contacto con los pechos de ella, ella ya se había dormido para cuando sucedió, así que al menos no tendría que lidiar con ello.

Esto no es un drama, se bien que ella no está lista para algo así, puede que todavía tenga mucho miedo. El sólo pensar en presionar en éste momento, me producía una sensación parecida a la que tuve con Nagasami, cuando aproveché que estaba drogada para quitarse lo último que quedaba de su inocencia. Me juré a mí mismo que aquello nunca volvería a ocurrir, y en cuanto a lo que me pasaba ahora mismo, ignoré ese detalle y acaricie el cabello de Onee–chan, ella ya dormía, y yo no tardé en cerrar los ojos, arrullado una vez más, por el sonido de su respiración.

––––––––––

Era más de media noche cuando abrí los ojos,  lo único que hice luego de mirar el reloj en la recamara de Onee–chan, fue acariciar su suave piel, por un largo rato, como para no olvidar la sensación de su piel cuando la acariciaba. Eso despertó a Kotori, aunque no se movió mucho… a medio dormir, ella dijo mi nombre.

–Imura… –

–Onee–chan, no quiero despertarte. –

Le dije mientras ella se movía un poco sin abrir los ojos, pude sentir su respiración en mi cara, aspiré para llevarla toda dentro de mí, antes de que ella abriera los ojos y me viera hacer algo tan vergonzoso. Pero ella no los abrió, puso una mano en mi hombro, y me empujó muy levemente.

–Tengo hambre… –

Yo comencé a moverme, teniendo cuidado de no moverla bruscamente, la cobija volvió a deslizarse sobre su piel a medida que me levantaba.

–Iré a comprar algo de comer… –

Le dije, en voz baja, aunque lo más probable es que ella continuara dormida para cuando regresara. Sin embargo, antes de que pudiera levantarme por completo fuera de la cama, ella tomó mi mano, con una precisión perfecta para el estado en que se hallaba.

–No te vayas, quiero comer curry. –

Me dijo ella, yo la miré, pensando que estaba despierta, pero ella no se movió.

–No se puede, no está completo, no pude hacerlo como tú, no pude encontrar tu secreto, por más que busqué. –

Le respondí, quizá yo ya sabía la respuesta, pero aun así, yo seguía pensando que aquel curry estaba incompleto.

–Y no podrías usarlo de todos modos. –

Dijo ella, sin moverse, yo me enfadé un poco, ¿Estaba siendo envidiosa?

–El secreto sólo puedo usarlo yo, eso es porque siempre cocino pensando en ti, tu sonrisa es mi ingrediente, no serviría de nada si eres tú… –

Dijo ella, abriendo los ojos.

– ¿Entonces qué hago? –

Le pregunté yo, más que nada porque aquella mirada me había paralizado, de una forma un tanto distinta a lo habitual.

–Puedes darme un poco del curry que has preparado. –

Dijo ella, sentándose en la cama con pesadez. Fue como ver una escena en cámara lenta. Las sabanas resbalaron por su piel, su sostén estaba mal acomodado y sus pechos estaban a la vista, aun así, y a pesar de que la deseaba, ella se veía tan frágil y hermosa, que lo único que hice fue sonreír. Era una vista que no podía tener a menudo, porque ella estaba tan adormecida que ni siquiera lo había notado, y cuando volvió en sí, y se dio cuenta de que estaba siendo admirada, se sonrojó.

–Ya… ve por el curry. –

Dijo en voz baja, su garganta parecía no poder entonar bien aún, pero aquello me bastó para volver en mí, y darme la vuelta para salir corriendo.

Bajé a toda prisa y puse arroz blanco en el plato, luego puse un poco de curry y lo metí al microondas. Mientras se calentaba busqué un vaso y algo de jugo para llevarle.

No serví una porción para mí, la verdad es que, yo seguía sintiendo que el curry no era bueno, o mejor dicho, no era tan bueno como el de Kotori, pero Onee–chan se enfadó por no haber traído un plato para mí.

– ¿Por qué? No quiero comer sola, es triste comer sola. –

Se quejó ella.

–Bajaré por un plato ahora, puedes comenzar sin mí, Onee–chan, no te preocupes, en absoluto. –

Ella comenzaba a recuperar su humor habitual, me sostuvo de la mano cuando iba a darme la vuelta de nuevo.

–Estás muy apresurado ahora, no necesitas correr, tampoco necesitas bajar, haré algo mejor. –

Dijo y tomó su cuchara, luego me la acercó y dijo ¡Ahh!

–Onee–chan, esto es vergonzoso, no soy un niño de cinco años. –

Ella puso cara de enfadada, muy enfadada, luego volvió a ponerme la cuchara en frente.

–Dije ¡Ahh! –

De acuerdo, ya saben todos que cuando ella se ponía así, lo mejor era hacerle caso. Aquello podía desencadenar en un gran coraje si me negaba una segunda vez. La verdad, es que seguía sin querer probar ese curry, si lo comí en un principio, fue porque no había nada más, no porque me gustara. Ella zambulló la cuchara en mi boca en cuanto pudo.

– ¿Está bueno? –

– ¡Está caliente! –

Ella soltó una risita, la verdad no estaba tan caliente, luego ella se llevó una cucharada a la boca, y su cara se puso seria. Se lo dije ¡Era malo!

–Onee–chan, te lo he advertido, no está bueno. –

Le dije, ella saboreó el curry lentamente sin mirar otra cosa que el plato.

–No… si esta bueno… es sólo que. –

Ella lo pensó un poco, sosteniendo todavía en su mano la cuchara vacía, como si tratara de averiguar que palabra sería la correcta para definir lo que comía.

–El sabor, es triste. –

– ¿Cómo puedes saber eso por el sabor? –

Pregunté, algo ultrajado, o más bien avergonzado, ya no se ni que me pasaba, era difícil volver a la normalidad, por más que me dijera que ahora todo estaba bien, continuaban saltando pequeños detalles que hacían difícil la convivencia.

Onee–chan se puso de pie, su sostén se cayó y ella quedó de pie solo con sus pantis.

– ¿Quieres ir a comer algo? –

La miré acusadoramente, ella estaba evadiendo mi pregunta, pero si seguíamos evadiéndonos, nunca arreglaríamos esto del todo.

– ¿Cómo puedes saber eso? –

Kotori hizo una pataleta.

–Porque sí, porque lo sé, porque se nota en el sabor, estabas triste… y… yo te abandoné después de todo…perdóname, yo estaba enojada, y asustada, y muy triste también… no quería estar sola, pero tampoco quería estar aquí… tuve miedo de que realmente me hubieras dejado, tuve miedo de que estuvieras enamorado de ella… aún no me has dicho que me amas. –

Explicó y se quejó, todo al mismo tiempo, yo levanté una ceja.

–Te lo he dicho muchas veces hace un rato… –

Reclamé.

–No es lo mismo. –

Replicó ella, mirando de nuevo el plato de Curry.

–Es lo mismo que con el Curry, no es igual si lo haces con lágrimas, tienes que estar feliz, tiene que ser algo feliz. –

Explicó después, yo sonreí, y me acerqué a ella, tomándola de la mano.

– ¿Dices que tengo que hacerlo con cara de enamorado–tonto? –

Pregunté, Kotori Onee–chan asintió.

–Ese es el ingrediente secreto. –

Respondió ella, sonriendo, ruborizada, ni siquiera estaba consciente de que ella estaba desnuda. Lo único que hacía era mirarla precisamente como ella me había pedido, con cara de enamorado–tonto.

–Te amo Onee–chan… –

Comencé a decir, pero me corregí.

–No, no es eso, te amo, Kotori. –

Ella no dijo nada, sólo me besó.

Kotori Onee–chan me perdonó. Pero sencillamente yo no podía volver a ser el mismo niño malcriado que siempre había sido. Quería ser mejor, quería ser lo que ella se merecía, no lo que le hacía conformarse. Para eso, tenía que romper con Nagasami, y para eso, tenía que deshacerme de la amenaza de Hakua.

Puede que en algún momento existiera la necesidad de una fachada, también puede que me haya sentido mal por su situación y que hubiera intentado ayudarla, pero… me debía a Kotori, y ya no quería una fachada, quería que mi corazón fuera sólo de Kotori, quería prometerme a ella, para que así nunca pudiera volver a fallar de aquella forma.

Todo lo que había sucedido, sucedió por haber hecho las cosas del modo en que las hice todo este tiempo, si volvía a hacerlo, tarde o temprano, todo volvería a ocurrir. De una o de otra forma, yo lastimaría a Kotori Onee–chan. Y ella no se merecía eso.

– ¿Quieres salir a buscar algo de comer? ¿Deberíamos ir juntos? –

Preguntó ella. Lo más probable es que a estas alturas sólo las combini estuvieran abiertas, pero un paseo nocturno con ella me vendría bien. Quizá sería un buen momento para hablar con ella de todas esas cosas. La miraba pasmado mientras se vestía. Ella se ruborizó, me miró cubriéndose los pechos con una mano mientras la otra se acomodaba el sostén, y sonrió de forma pervertida.

–Cuando volvamos. –