Jimen no Hoshi C10

Capítulo 10: Quien a dos amos sirve.

Tomaba el desayuno con Yamaki–san, a quien ahora estaba obligado a llamar por su nombre. Todo el revés comenzó ese día en la mañana. Nos encontramos antes de entrar al salón.

–Te ves linda con ese prendedor. –

Le comenté, era más un saludo que un halago, pero ahora yo estaba intentando acostumbrarme a notar esas cosas porque en caso de que no notara que Himiko tenía, por ejemplo, un nuevo peinado, seguro que tendría problemas. Sip, seguro ella diría algo como “Dijiste que me mirarías, no me prestas atención” ya se sabe, cosas por el estilo.

Fue un consejo que me dio Oshizu–san por la mañana, mientras tomaba el desayuno.

Entonces estaba decidido a prestar atención a esos detalles, y a hacerlos notar. Me pareció que Harusaki era una buena práctica para ello.

– ¿Te parece? –

Preguntó ella, moviendo su cabeza de forma graciosa para hacerlo notar incluso más. Yo sonreí.

–Mi madre me ha dicho que soy poco femenina, y que si quiero que los demás se fijen en mi tengo que vestirme mejor, y actuar mejor. Yo sugerí una falda más corta pero ella dijo que eso no estaría bien. –

Me explicó ella mientras nos sentábamos.

–Tu madre tiene razón, Yamaki–san. –

Le dije, ella me miró con cara de pocos amigos. Pero era en serio, su falda ya era corta, si la recortaba aún más…

–Sabes, empiezo a pensar que eres un poco anticuado, quizá por eso es que te gusta mi madre. –

Respondió ella, mal mirándome como ya dije, y evidentemente buscando un pretexto para molestarme.

–Que no me gusta. –

Respondí en voz baja, avergonzado al recordar el rostro de la señora. Si me gustaba, es la verdad.

–Por otro lado, según recuerdo, yo te había pedido que usaras mi nombre. –

Este fin de semana se me había hecho largo, pero ahora que lo pensaba, Harusaki me había dicho que le llamara por su primer nombre. Yo asentí con la cabeza.

–Hagamos esto, tú me llamas por mi primer nombre, y a cambio yo comparto mi desayuno contigo. –

Arqueé una ceja.

– ¿Y eso cómo es que es un trato? ¿Cómo es que compartir el desayuno me retribuye de alguna forma? –

Pregunté, ella se rió levemente, luego me miró, como si estuviera a punto de hacer el negocio de su vida.

–Oh, créeme, querrás compartirlo. –

Dijo, y luego de eso la clase comenzó.

Por eso es que acabé compartiendo el almuerzo con Yamaki durante nuestro primer descanso. Ella tenía razón, me gustó compartirlo, más que nada porque ella tenía sándwiches de jamón con jengibre, y yo amo el jamón y el jengibre. ¿De dónde lo sabía? No lo sé, quizá fue una coincidencia, pero tengo que admitir que los sándwiches eran buenos, muy buenos.

Durante el desayuno, vimos pasar a Yuutsumi Sempai, pero ella no se acercó. Después de lo que había ocurrido con Satou entendía que ella no quisiera acercarse, Yamaki la miró con un dejo de odio.

–Esa hija de… –

Yo volteé a verla, quizá era lo que me había ayudado, quizá lo que había dicho de Satou, pero no sentía que ella hubiera actuado mal al denunciar al pobre sujeto. Es decir, era sólo un chico, pero si lo que estaba haciendo era tan malo, lo mejor fue que la policía se encargara.

– ¿Por qué la odias Harusaki? –

Pregunté, recordando que no se supone que yo supiera nada. Yamaki me miró por un momento, como si tratara de averiguar el propósito de mi pregunta. Luego miró a la nada.

– ¿Sabes lo que ocurrió con Satou? –

Preguntó ella, mirando a la nada, incluso el ambiente se ensombreció. Era un tema que no quería hablar, mucho menos con ella. Sin embargo, puede que ella necesitara a alguien con quien hablarlo. Mi silencio se convirtió en una respuesta positiva cuando, al igual que ella, miré hacia la nada, al frente.

–Soy una mala persona. –

Dijo ella de pronto. Una lagrima resbaló por su mejilla. Iba a decirle que estaba equivocada cuando ella se explicó.

–Si has visto a alguien asesinar y lo callas, eres parte del crimen, eso te vuelve una mala persona, lo mismo a alguien que hurta, o que abusa de una chica. –

No pude responder, estaba totalmente de acuerdo con esa afirmación.

–Yo sabía lo que Satou estaba haciendo, pero deseaba tanto que me reconociera, que no dije nada, y cuando mi silencio no me compró su cariño lo odié… –

Confesó.

– ¿Te callaste porque querías que te quisiera? –

–Yo lo amaba. –

Dijo ella finalmente. No sé en qué momento la conversación había llegado a un punto tan feo. Pero ahora nada de lo que dijera podría borrar ese aire depresivo que imperaba entre nosotros.

–Lo ¿Amabas? ¿Cómo una chica a un chico? –

–No era normal y lo sé, pero crecí sin padre y sin hermanos, él era la única fuente de cariño que yo tenía aparte de mi madre… y tengo que admitir que él fue amable conmigo… hasta que comenzó a juntarse con la gente equivocada. –

Explicó, yo me puse de pie, incapaz de digerir todo lo que ella estaba diciéndome de golpe.

–Está bien si me odias. –

Dijo ella, sin mirarme, yo negué con la cabeza.

–No voy a odiarte, no me has hecho nada, y aunque es cierto que no hiciste bien en callar, también has dicho que había una razón, una muy buena razón. –

Y volteó a verme, con lágrimas en los ojos. Yo le tendí la mano para que se levantara.

–Sabes que lo que estás haciendo está mal ¿cierto? –

Preguntó ella, no le presté mucha atención, pensé que lo decía por haber estado deprimida. Es decir, Satou estaba ahora tras las rejas, y nada de lo que nosotros sintiéramos aquí era importante para él. Pienso que no era algo bueno que Harusaki siguiera aquí, llorando por ello.

–Eso no es importante, eres mi amiga. –

Ella asintió, sonó la campana y se puso de pie, sin tomar mi mano, guardamos nuestras cosas y nos preparamos para volver al salón de clase. Durante el camino ella no me miraba, sus ojos permanecían en dirección a sus zapatos.

–Yo estaba pensando… –

Comenzó a decir ella, pero batió la cabeza después y guardó silencio.

– ¿Estabas pensando? –

Pregunté, animándola a que continuara diciendo, pero ella volvió a negar con la cabeza.

–No es nada, se nos hace tarde. –

Fue lo que dijo, y apresuró el paso.

–––––––––

A la salida de la escuela caminaba junto con Harusaki en dirección a la estación del autobús. En realidad todo estaba más animado entre nosotros, aunque ella parecía no querer mirarme por alguna razón, no soy idiota, empezaba a temer lo peor.

–Sabes yo estaba pensando, quizá ahora si podrías pasar conmigo a casa. –

Comentó ella sin mirarme, yo si volteé a verla sin embargo, ella pateó una piedra, seguro que estaba desanimada.

–A decir verdad… yo… –

–Mi madre nos hará de cenar. –

Lo pensé por unos momentos, yo no quería desairarla, era una chica y era linda, y después de lo que había ocurrido por la mañana, la verdad tenía miedo de hacerla llorar.

–Me rechazaste la última vez, ¿Cuántas veces tiene que invitarte una chica para que aceptes? –

Insistió, casi desesperándose, verla hacer una pataleta en plena calle tenía su encanto, siendo sinceros.

–No tiene nada que ver con la cantidad de veces… –

Le dije, realmente no estaba dispuesto a decir “no” llanamente, tenía que pensar en sus sentimientos.

–Entonces ven conmigo. –

Pidió ella, con la voz más dulce que alguien pudiera imaginar. Suspiré, no había nada que hacer, sino ser amable con Harusaki. Así que acepté su invitación, admitiré que volver a ver a su madre me hacía algo de ilusión, quizá esa fue una gran razón para que terminara aceptando.

–De acuerdo, pero debo estar en casa temprano. –

Le dije. Parecía que la chica era yo. Y en realidad no tenía ninguna obligación con nadie para llegar temprano a casa, tampoco era que tuviera algo que hacer, creo que lo dije porque decirlo me hizo sentir seguro. El rostro de Yamaki se iluminó con una sonrisa.

–Sí. –

Dijo ella, y seguimos caminando.

–––––––––

Volver a entrar en aquella tienda hizo que mi corazón se sintiera bien. Es decir, aun recordaba todo lo que aquella compra me había entregado, incluida la sonrisa de mi madre, quien estuvo especialmente contenta por el detalle. Dijo que eso le demostraba que yo no me olvidaba de mi familia. Me sentí bien de hacer feliz a mi madre.

Y por supuesto, el regalo para Kamakura, hasta ahora no sabía que tan importante había sido ese regalo para ella, pero tenía la impresión de que eso me abrió un camino que había llegado hasta el punto en que era mi novia, y eso era más que suficiente para estar agradecido con esa caja.

La señora me recibió con una sonrisa.

–Hola, es un gusto verte jovencito, ¿Vienes por algunas compras? ¿O es que ella te ha arrastrado hasta aquí? –

Preguntó, Harusaki giró la cara.

–Madre, es mi invitado, te he enviado un SMS antes, ¿Lo viste? –

–Decía que traerías a casa a un compañero de clase ¿Estás en la misma clase que ella? El mundo es algo pequeño, por lo que veo. –

Dijo la señora, llevándose la mano a la mejilla, con esa típica muletilla “ara, ara”

–Le he prometido que prepararías la cena ¿Lo harás? –

–Ya está casi lista, cariño, vayan adentro unos momentos, e iré a buscarlos cuando sea la hora de comer ¿de acuerdo? –

Yo no pude responder nada, estaba demasiado encantado con la sonrisa de la señora. Yamaki me tomó del brazo y me guio detrás de unos anaqueles, dejando la tienda atrás, luego subimos unas escaleras hasta llegar a su puerta.

–Pensé que tu vivías en la tienda. –

Comenté, todavía a media impresión, ella se rió.

–Eres un tonto. –

Dijo mientras abría la puerta.

–––––––––

Estando solos en su casa, puso en mí cierta presión, presión que yo no debería estar sintiendo, ella miraba hacia cualquier otro lado que no fuera hacia donde yo estaba, supongo que se sentía igual.

Estábamos en la sala de la casa, había una pequeña mesa frente a la cual estaba un televisor. Nos sentamos el uno al lado del otro frente a la TV, pero no la encendimos. Iba a decirle que esto no estaba bien cuando ella habló.

–No tienes que ser tan formal… puedes relajarte si quieres. –

Me dijo, intentando sonar relajada, aunque era muy obvio que ella estaba tan nerviosa como yo, por diferentes razones, tal vez.

–Iré por algo de beber. –

Dijo ella, y escapó tras una puerta, yo miraba a todos lados, tuve la impresión de que no debería estar aquí, y buscaba algún pretexto para marcharme. Ella volvió después con una jarra de té y dos vasos de cristal, evidentemente los más lindos que tenía.

–Eres el primer amigo que viene a casa, no estoy muy segura de qué debería decir. –

Me dijo ella mientras me servía el té. Eso me dio un golpe directo al corazón.

–Podemos hablar de lo que tú quieras. –

Le dije, sonriendo casi forzadamente, supongo que dentro de mi estaba forzando aquella conversación en ella de una vez, de modo que pudiera decirle también como me sentía acerca del asunto, ella asintió, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, entró su madre, y fue a la cocina.

Harusaki volteó a ver el techo para disimular, yo me llevé una palma a la cara.

–La cena está lista. –

Dijo la señora desde la cocina. Después de unos momentos, estábamos comiendo junto a la mesa. El televisor permaneció apagado, yo estaba más nervioso ahora que estaban ambas junto a mí, una a cada lado, ni siquiera podía comer con normalidad, sentía que ellas estaban midiendo mis modales en la mesa.

–Ante todo, quiero agradecer que cuides de mi hija en la escuela, Daitako–kun, sé que ella puede llegar a ser problemática. –

Me dijo la señora, supongo que intentando romper el pesado ambiente que había entre nosotros, aunque el hecho de que usara mi nombre me puso aún más nervioso. Sin embargo, decidí relajarme, es decir, no es como que ella fuera a decir nada del tema si su madre estaba frente a ella, el hecho de que disimulara cuando entró su madre lo comprobaba.

–No es ninguna molestia, su hija es buena chica en la escuela, tiene buenas notas y es muy amable. –

Le dije a la señora. Sentí una pequeña patada en el pie, pero no hice nada. Ésta se llevó una mano a la mejilla, sonriendo satisfecha.

–No estoy muy segura de por qué, pero escuchar esos halagos me hacen sentir que he hecho un buen trabajo criando a mi hija, verás, sólo estamos ella y yo, y no debería decir esto sólo así, pero hemos pasado tiempos difíciles últimamente. –

Comentó la señora, una plática casual, aunque alcance a notar un cierto énfasis en la parte de “estamos solas” no dije nada, solo sonreí, además de que yo sabía a qué se refería la señora con “tiempos difíciles” y siendo sinceros, entendía un poco la situación de la señora. Yo no iba a decir nada, pero Harusaki prefirió hablar.

–Lo sabe. –

Dijo ella, ambos, su madre y yo, volteamos a verla.

–No hay necesidad de ocultarlo, se juntaba con nosotros, era difícil mantenerlo en secreto. –

Explicó Harusaki a su madre. Yo asentí.

–Lamento mucho lo ocurrido con… –

Me interrumpió.

–No es como que lo sienta mucho por el chico, pero si es verdad que lo sabes, te estaré eternamente agradecida por tu silencio, ese asunto ha afectado mucho más de lo que podría parecer. –

Explicó la señora. Lo imaginaba, ya que te ponías a pensarlo, la familia, la fama, la reputación de la tienda, todo lo que tuviera que ver con ellas se vería afectado de una forma o de otra tras ese escándalo. Podrían ocultarlo de los compañeros de clase, aun así, habría muchísima gente; vecinos, policías, familiares, que tendrían por fuerza que enterarse.

Era comprensible que la señora odiara a su sobrino por ello.

–Incluso algunos clientes habituales de la tienda han dejado de visitarnos luego de eso. –

Comentó la señora con desanimo. Increíble hasta donde podía llegar un asunto como aquel.

– ¿Aun así piensas seguirte involucrando con mi hija? –

Preguntó la señora, Harusaki la miró con ojos asesinos, pero ella levantó la mano para callarla, y tenía razón, esto era muy importante.

–Pienso que lo que sea que haya ocurrido con él, no tiene nada que ver con su hija, yo estoy dispuesto a apoyarles a pesar de todo. –

Esas fueron mis palabras. No me fijé en lo que estaba diciendo, me dejé llevar por las consecuencias de un acto que no tenía nada que ver conmigo.

–Agradezco mucho tus palabras, y sé que mi hija las agradece también, si necesitas algo, lo que sea, no tienes más que pedírmelo. –

Dijo la señora, supongo que estaba conmovida.

–Te dije que era amable… –

Comentó Harusaki a media voz, la señora rió levemente luego de lo que había dicho su hija, y yo estaba tan ruborizado que no podía levantar la cara.

–Tenías razón, es muy amable… y muy lindo también, deberías atesorarlo, Haru. –

Dijo la señora, levantándose.

–Si me disculpan, yo debo volver a atender la tienda, recuerda que no pueden estar hasta muy tarde ¿Entiendes, Harusaki? –

–Sí. –

La señora volvió a salir de la casa, dejándonos solos a Harusaki y a mí. Yo suspiré.

–Mi madre siempre es así, no le tomes mucha atención. –

Comentó ella, levantándose de la mesa, y recogiendo los platos.

–Quiero que veas algo, espera aquí. –

Me dijo, y luego de eso fue a la cocina. Yo hice lo que ella me dijo, seguía pensando en el asunto de Satou.

–––––––––

Cuando Harusaki regresó, regresó con un cuaderno en las manos, y lo puso sobre la mesa. En ese momento no le prestamos mucha atención. Más bien ella pasó a la fase de las preguntas.

– ¿Te gusta mi mamá? –

Preguntó ella, sentándose a mi lado.

–Claro que no. –

Le dije, ella se acercó más a mí, no entendí de que iba la situación. No quise entenderlo.

–He visto como la mirabas. –

Me dijo ella, mirándome con los ojos asesinos que siempre ponía cuando decías algo que no le gustaba. ¿Pero qué era lo que ella quería escuchar?

–De acuerdo, si me gusta un poco, es bonita ¿Esta bien? Ya lo dije. –

Le dije, retirándome un poco de ella, porque estaba demasiado cerca, sin embargo, ella volvió a juntarse un poco, había entre nosotros un metro de distancia cuando más.

–Ella piensa que eres lindo. –

Me dijo, yo no presté atención, no hacía más que seguir pensando en que tenía que salir de aquí. Lo sabía, quedarse a solas con ella era una mala idea.

–Sí, la escuché, pero no creo que lo diga más que como un cumplido, ella es bastante mayor que yo ¿Por qué tengo que hablar de esto contigo? –

Pregunté, ella se acercó de nuevo y yo me retiré de nuevo.

–Porque… Yo también pienso que eres lindo. –

Me dijo, pasando una mano por su cabello y volviendo a acercarse a mí, iba a retirarme cuando ella me tomó del brazo. Tragué saliva.

– ¿Tu… que piensas? –

Preguntó Harusaki finalmente. Aquella pregunta hizo que el corazón me latiera con mucha fuerza. ¿Había perdido mi oportunidad de escapar? ¿Qué debería hacer ahora? Ella me sujetaba del brazo y a mí me faltaban fuerzas para librarme, estaba mareado. Esto iba mucho más allá de cualquier confesión.

–Yo, pienso que… –

Me interrumpió, tomó mi mano y la colocó sobre su pecho. No eran precisamente los pechos más grandes, es más, casi ni se notaban cuando llevaba el saco del uniforme, pero ahora mismo, pude sentirlos a través de su blusa, estaban allí. No eran grandes, pero allí estaban.

–Estoy temblando ahora mismo ¿Puedes escuchar mi corazón? –

Me preguntó, retiré la mano antes de desmayarme.

–Sí, p–puedo se.. sentirlo. –

Tartamudeé para decir eso, al tiempo que ella acercaba sus labios a los míos.

Puse mis dedos en medio de nosotros. Y suspiré.

–No puedo, Harusaki, lo siento. –

Ella se retiró, perpleja.

–Pero… –

–Entiendo lo que estás buscando de mí y lo aprecio, pero yo no puedo darte lo que buscas. –

Era la frase de la película que había visto con Kamakura, pero en realidad nunca esperé tener que usarla. No fue agradable.

–Supongo que tiene que ser mi madre. –

Comentó ella, fingiendo una sonrisa, tal vez tratando de mejorar el ambiente, pero yo negué con la cabeza. Mejor que no hubiera más malentendidos.

–No lo creo. –

Le dije, sonriendo de amabilidad, y tomando mis cosas.

– ¿Te veré mañana en la escuela? –

Preguntó ella, yo asentí y salí de allí.

Tenía que habérselo dicho desde el principio, lo sabía, pero ahora mismo lo único que quería hacer era ver a Himiko. Realmente quería verla. Iba a llamarle por teléfono cuando me di cuenta de que el celular estaba apagado y sin batería de nuevo.

Lo bueno es que ahora me sabía el camino.

––––––––––

Y por si aquello no fuera suficiente, Kamakura estaba enfadada. No esa no es la palabra, más bien quiero decir que estaba MUY enfadada. Colérica

– ¿Dónde estabas? –

Preguntó ella, fue lo primero que escuché cuando ella abrió la puerta de su alcoba. Tocar su puerta fue lo primero que hice, pero fue como invocar un tifón.

–Ni siquiera contestabas el teléfono. –

Se quejó ella, importándole poco que alguien pudiera escuchar, yo cerré la puerta tras de mí.

–Me he quedado sin batería… –

Comencé a responder.

–¡No quiero escuchar tus excusas! No estabas allí y es todo. –

Me gritó ella. Pero si ni siquiera habíamos acordado nada para el día de hoy. ¿Dónde se supone que estuviera?

–No puedes enojarte conmigo, no sabía que estabas esperando. –

– ¿No sabías? ¿Y por qué diablos iba a tener que decirte lo que es obvio? ¡Eres mi novio! –

–Aun así… –

–¡Era importante! ¿Qué estabas haciendo? –

–Fui a casa de una amiga. –

Creí que ella había dicho que quería que fuera sincero. Aunque hoy en día cuando lo pienso, aquello fue lo más idiota que pude haber dicho. Ella se puso de pie y me dio una bofetada. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y a resbalar por sus mejillas, sin que eso le quitara belleza a su rostro. De todos los corajes que yo le había visto hacer hasta entonces, aquel sin duda fue el más intenso, parecía que esta vez realmente le había hecho enfadar, era tan sorpresivo para mí que ni siquiera me enfadé por la bofetada.

– ¿Estabas con otra mujer? ¿Y aun así vienes a gritármelo a la cara? ¿Quién te crees que eres? Eres sólo mío ¿Comprendes? No tienes ningún derecho a irte con cualquier ramera mientras estoy esperando. –

Iba a gritarle, también quería llorar, hubiera hecho cualquiera de esas cosas de no ser porque ella comenzó a llorar desconsoladamente en ese momento, como si realmente hubiera ocurrido algo pervertido entre Harusaki y yo.

–Ella no es una ramera, Himiko. –

–¡No la defiendas! –

–No la defiendo pero… –

–Te advertí que te cansarías, te advertí que sería difícil y que no querrías hacerlo, pero dijiste que me querías y te creí… –

Esto se estaba saliendo de control, pero no podía decir nada sin que ella me interrumpiera, y siendo sinceros, me sentía culpable por lo ocurrido. Es decir, rechacé a Harusaki, pero aun así me sentía como si hubiera hecho algo malo. Aquello sólo contribuyó a agravar el coraje de Himiko.

– ¿Cómo se llama? –

Preguntó Himiko, sin mirarme.

– ¿Quién? –

–La mujerzuela con la que te fuiste ¿Cómo se llama? ¿Es bonita? ¿Qué tiene de especial? –

Sus preguntas comenzaron a ser más frenéticas, mientras ella caminaba de un lado a otro de la habitación.

–Nada de lo que estás pensando es cierto. –

Le dije, ella me miró con odio.

–¡No me mientas! Tú mismo lo dijiste, preferiste irte con ella que ver a tu novia, es obvio que algo tiene de especial, ya que con tanta facilidad me arrebata lo que es MIO. –

Me llevé una palma a la cara, en algún modo retorcido y detrás de su coraje, Himiko tenía su parte de razón, de hecho ya habíamos tenido este problema… ella lo quiere todo… de algún modo.

–Lo lamento. –

Dije, bajando la cabeza. Ella me miró con los ojos envueltos en llamas.

–Lárgate. –

–Pero… –

–No quiero verte ¡Largo! –

Me gritó. Suspiré y me di la vuelta. Seguro que la había ofendido. Dios, esto era mucho más difícil de lo que creí. Estaba más que claro que conquistar a una chica y hacerla feliz, eran dos cosas que en nada se parecían entre sí.

–––––––––

No había terminado de quitarme el uniforme cuando tocaron la puerta. Sólo cabía una posibilidad, era Kamakura, pero lo que me extrañó es que apenas hacía unos momentos ella no quería verme ¿Venía a buscar pelea? Pensé por unos momentos en no abrir, pero no podía permanecer enfadado con ella, menos aún con la culpa que sentía.

Lo primero que vi fue su rostro, lleno de lágrimas y con una palidez antinatural. ¿Qué demonios? Y entonces, al mirar abajo, vi que ella sostenía un pedazo de tela contra su brazo, del que estaba cayendo sangre y ensuciando sus zapatos y el suelo.

Todo lo que hubiera pasado antes de ese punto dejó de tener sentido para mí.

–Ayúdame. –

Gimió ella. Yo nunca en mi vida había visto tanta sangre, tampoco me había pasado por la cabeza que ella era un ser humano y podía sangrar. Y como no tenía la más puta idea de qué estaba pasando, lo único que pude hacer fue hacerme a un lado para que ella pudiera pasar.

Ella entró a mi alcoba conmocionada, cerrando luego la puerta como pudo y me miró fijamente.

–No deja de sangrar… ¿Qué hago? –

Preguntó ella, gimoteando, yo no lograba responder nada, pero de alguna forma entendí que no era el momento de preguntar motivos, así que no lo hice. Me paré frente a ella sin mirar su rostro, porque me angustiaría mucho más si le veía llorar. Lo admito, me culpé por esto. Esto no estaría pasando si yo no hubiera ido allá a coquetear con esa ramera de la que ahora mismo ni su nombre recordaba. Quité la tela de su brazo, había un corte horizontal a través de su muñeca, y estaba sangrando mucho.

Yo no soy médico, y nunca me había interesado por serlo, así que lo único que hice fue lo que vi a la mamá de Ibiki hacer el día en que éste se abrió la rodilla por ir a dar contra una barda en la bicicleta. La llevé al baño para lavar la herida y esperar a que dejara de sangrar un poco.

–No quise hacerlo… no quise hacerlo… –

Era lo único que ella decía, pero yo estaba tan ocupado tratando de hacer que dejara de sangrar (ignoro si lo que hacía era útil o no lo era) que no la escuché. Cuando el sangrado se detuvo, busqué frenéticamente una venda en el botiquín del baño, pero no había nada más grande que una bandita. Maldiciendo, dejé allí a Himiko con el brazo extendido y corrí a mi cuarto.

Tomé la cosa más limpia que pude encontrar, y con las prisas, resultó ser una playera blanca de la escuela, batí la cabeza con resignación al mismo tiempo que la rompía y volví al baño a ponerla en su muñeca.

–Me haces daño. –

Creo que dijo eso en algún punto, pero no la escuché, estaba demasiado concentrado en lo que estaba haciendo y demasiado enfadado por lo que ella había hecho como para prestar atención. Cuando toda la conmoción terminó, lo único que hice fue recargarme contra la pared del baño y dejarme caer.

Ella me miró aun con lágrimas en los ojos.

–Lo siento. –

Gimoteó ella con una vocecita. Yo no escuchaba esas palabras de ella a menudo, pero en ese momento, lo único que pude pensar fue “¿Lo sientes? Sientes ¿Qué?” aunque no dije nada, y sólo aparte la mirada.

Lo peor fue lo que ocurrió después, porque se me ocurrió una idea horrible, me puse de pie rápidamente y tomé su otro brazo, el que no estaba vendado. Sentí que me iba a desmayar, había más cicatrices en su muñeca, algunas recientes, algunas viejas. Había una que hubiera jurado que tenía menos de dos semanas. Varios cortes en las muñecas, ella lo hacía con regularidad.