Capítulo 14: Excepciones.
–Estás enamorado. –
Me dijo Harusaki.
Después de lo ocurrido durante el desayuno, también tomé mis cosas y me fui a la escuela. Durante el primer desayuno Yamaki fue hasta donde yo estaba sentado y colocó una soda sobre mi banca, pero yo no le presté atención hasta que ella me habló:
–Llevo veinte minutos aquí. –
Se quejó ella.
–Lo siento, no me di cuenta, hay veces que me pierdo pensando en varias cosas. –
– ¿Cosas de tu casa? –
–Sí. –
Ella se ruborizó, porque conocía mi situación y que, en teoría, era el novio de mi vecina. A eso se refería con “Cosas de tu casa” pero yo negué con la cabeza.
–No esa clase de cosas. –
Respondí, algo alarmado.
–Estás enamorado. –
Me dijo Harusaki. Me sorprendió un poco que ella siguiera hablándome como si nada después de lo que había hablado. Quiero decir, Yamaki sabía que yo tenía una novia… a veces estas cosas son más complicadas de lo que parecen.
– ¿Soy muy obvio? –
Pregunté, con algo de miedo de que la respuesta fuera positiva, ella asintió con la cabeza, y eso me hizo sentir miserable.
–Me gustaría que no se notara tanto, la gente comenzará a pensar que soy raro. –
–La gente piensa que tú y yo salimos. –
Me respondió ella, con la mayor de las naturalidades, comenzó a balancear sus pies hacia atrás y adelante.
–Eso me deprime todavía más. –
Le dije, mitad en broma, Harusaki me dio un golpe ligero en el hombro.
–Déjame soñar al menos. –
Se quejó, yo sonreí, no había perdido su sentido del humor.
– ¿Lo hiciste con ella? –
Preguntó finalmente. Supongo que eso era lo que ella quería saber desde el principio, yo estaba avergonzado, de modo que no levanté la cara, pero negué con la cabeza.
–Ella dice que quiere que sea especial. –
–Ah… es de esas. –
Voltee a verla entonces, ella tenía una paleta en la boca, sonreía, como si hubiera algo en toda la conversación que solo tenía gracia para ella.
– ¿Qué quieres decir? –
–No es lo que quiera decir, es que, hay chicas como ella… que esperan que algo suceda, pero la mayoría de los chicos se cansan de esperar y se van, por eso no es una buena idea ser de “esa” clase de chica. –
–Me pregunto de donde tiene una chica de primero de instituto esa información. –
Comenté, ella se rió levemente.
–Mi madre me aconsejó… ella también… parece pensar que estamos saliendo. –
La miré acusadoramente.
– ¿Qué le dijiste? –
Pregunté, ella me miró con cara de no entender nada. Esa cara cínica que pone uno cuando entiende, pero finge que no.
–No le dije nada… bueno, nada de que me rechazaste. –
Suspiré penosamente mientras me llevaba la mano a la cabeza. No es que fuera del todo un problema, pero supuse que en algún momento tendría que aclarar todo, y fuera como fuera, iba a ser… vergonzoso.
–Tienes que decirle la verdad. –
Le dije, ella negó con la cabeza.
–No quiero que piense que perdí. –
–Pero… –
–Descuida, después de un tiempo, le diré que hemos terminado y asunto resuelto, es más fácil así. –
–Espero que así sea. –
Le dije, sin muchas esperanzas, siendo sinceros. No logré comprender exactamente, porque resultaba un problema que Harusaki le dijera la verdad a su madre, pero como eran cosas de chicas, quizá era mejor si no indagaba mucho.
–Volviendo al tema ¿esperarás? –
– ¿De qué hablas? Por supuesto que sí, es decir, ella está en su derecho. –
– ¿Y si ese momento que ella espera no llega nunca? –
Harusaki me miró, consternada, no parecía pensar que era una buena idea, pero ahora que lo pensaba con detenimiento, yo no tenía ninguna prisa con que cosas como esas pasaran luego de lo que Kamakura me había dicho el día anterior. Puede que fuera la edad, puede que fuera que aún tenía miedo por las razones que ya había mencionado, pero muy dentro de mí, no tenía ninguna prisa.
–Llegará, confío en ella. –
Le dije, pensativo, pero ella se echó a reír.
–Satou confiaba en Yuutsumi, mira en dónde terminó. –
–Yo no soy como Satou. –
–Y seguro que Yuutsumi no es como tu novia, pero lo que trato de decirte, es que, como amiga, no debes confiar en una mujer… –
–Aun así esperaré. –
Repetí, ella suspiró, derrotada y puede que algo molesta.
–Bueno, si te cansas de esperar… aquí estoy. –
Dijo Harusaki, y diciendo esto, se marchó. Yo miré al cielo un momento, me había cansado de esperar, pero de esperar la hora de la salida, para poder ver a Himiko.
–––––––––
– ¿Y bien? ¿Por qué tardaste tanto? –
Me apresuré todo lo que pude después de la escuela para ir a ver a Himiko, pero como ambos salimos a la misma hora de la escuela, evidentemente fue un problema porque me demoré más de veinte minutos en llegar. Ella no parecía realmente molesta, así que supuse que con una pequeña disculpa estaría bien.
–Lo siento. –
Himiko hizo una cara de tedio.
–Si todo pudiera resolverse con “Lo siento” entonces no necesitaríamos a la policía. –
Respondió ella, parecía que estaba de mal humor, aunque no creo que realmente fuera por el tiempo que me tomó llegar aquí. De todos modos le expliqué:
–Salimos a la misma hora, y mi escuela está lejos de la tuya, no pude llegar más pronto. –
No bajé la cabeza, no había ninguna razón porque no había hecho nada malo.
– ¿Te apresuraste? –
Preguntó ella, bastante interesada, he allí la parte que ella quería oír, así que fui sincero.
–Sí, bastante, tuve que correr para alcanzar al autobús ¿sabías? –
–Entonces te perdono. –
Maldita niña mimada. Bueno, no es que me molestara en absoluto, las chicas deben ser así.
–Dame tus cosas, yo las llevaré. –
Su sonrisa se hizo más amplia mientras ella me daba su mochila, pesaba, pero eso no era lo importante de todo esto, además de que, es varonil que un chico cargue con las cosas pesadas ¿O no?
–Tengo hambre. –
Mencionó a la mitad del camino, pero ya estábamos en el autobús, no había ninguna razón para decir eso ahora. No es como que fuéramos a tardar mucho en comer de todos modos.
–No falta mucho para que lleguemos a la casa, sólo tienes que soportarlo un momento. –
–No eso… quiero helado. –
–Entonces no es hambre. –
Ella infló sus mejillas en un gesto que ella nunca había tenido conmigo, fue tierno, en cierto modo.
–Estas comenzando a sonar como la anciana. –
Se quejó ella, cruzando los brazos y negándose a mirarme.
–Te diré algo… bajaremos antes, y te compraré un helado, luego iremos a casa y comeremos ¿Está bien? –
Himiko volteó, con una sonrisa dibujada en su rostro, y asintió con la cabeza. Una vez que uno se acostumbraba, no resultaba muy difícil hacerla feliz. Tengo que admitir que hacerla feliz me hizo sentir bien conmigo mismo, me hizo sentir que valía la pena todo este trabajo.
––––––––––
Cuando fuimos a comprar un helado, nos encontramos de nuevo con los mismos sujetos en la misma furgoneta con la misma música y repartiendo los mismos panfletos. Himiko los miraba con admiración.
¿Mencioné que no iba a pasarlo por alto? Bueno, allí lo tenía.
–Vamos allí. –
Me dijo ella, y comenzó a caminar hacia donde estaban. Yo la seguí. Se detuvo a menos de diez metros de donde estaba la furgoneta, y escuchó todo lo que esas personas tenían que decir. Después de un breve discurso acerca del gobierno y otras cosas que yo no comprendí del todo, se fueron, volteé a verla mientras la furgoneta continuaba su marcha, Kamakura parecía… revitalizada. Creo que sentí un poco de celos por eso.
–Nunca tuve la forma de preguntar esto realmente ¿Por qué te atraen esas personas? ¿Es tu familia? –
Pregunté, ella estaba feliz, y comía su enorme cono de helado mientras caminábamos.
–Hay muchas razones para que así sea, la principal es que me gustan más que los extranjeros… no los soporto. –
Me dijo, había desprecio en su voz, yo simplemente negué con la cabeza.
–Pero eso no es algo… ¿Malo? –
–No sé. –
Dijo ella simplemente, encogiendo de hombros.
–Lo único que sé es que son ruidosos, malolientes, y no saben comportarse… No me gustan. –
–Y esas personas pretenden… –
–Echarlos del país. –
Dijo ella simplemente. Aquello sí que era algo radical. Tuve la sensación de que llevarle la contraria en esto no era muy buena idea, aunque de momento aquello me parecía algo extremo, supuse que eso si se lo podía decir.
–Pero ¿A dónde quieres que vayan? –
–No sé, eso no es de mi interés, pero no pertenecen aquí, es nuestro país, nosotros lo hicimos, y todo lo que tenemos es sólo gracias a nosotros, además, los extranjeros son peligrosos. –
Ella no usaba el término “Gaijin” para referirse a ellos, usaba otro, uno que se usa para referirse específicamente a los chinos y a los coreanos, bastante despectivo por cierto.
– ¿Peligrosos? –
Pregunté, pensé que aquello era ir demasiado lejos, pero ella asintió con la cabeza.
–Lo son, los he visto, una vez vi a un grupo de extranjeros llevarse a rastras a una chica, y si la policía no hubiera llegado a tiempo, la habrían secuestrado, y no sería la primera vez. –
Replicó, renuente.
– ¿Cómo sabes que eran extranjeros? –
–A esos se les distingue a simple vista, son diferentes de nosotros, parecían chinos, o taiwaneses o qué se yo, solamente vienen aquí para volverse criminales y le hacen daño a las japonesas ¿Te gustaría que me hicieran daño? ¿Seguirías pensando que no deben irse si lo hacen? –
Bueno, aquello fue algo innegable, es decir, por supuesto que no me gustaría, y creo que en caso de tener que pasar algo así, yo también los odiaría. Pero la postura de Himiko, parecía estar más basada en cosas que había visto que en algo que realmente le hubiera ocurrido a ella… Y no era capaz de discernir, si eso era algo bueno o algo malo.
–Por supuesto que no, en primer lugar, no dejaría que nadie te hiciera daño, no importa si es extranjero o japonés, y en segundo lugar… –
–Escucha, yo soy una japonesa, así que si alguien me hace daño sólo puede ser una cosa, o es un extranjero, o es un traidor, y es todo. –
Supongo que en todo esto tenía que ver su familia, o su sentimiento hacia ella, y aunque todavía no me quedaba claro por qué odiaba a su padre si estaba tan orgullosa de su nombre, entendí que no era momento de preguntar más sobre el asunto.
Sin embargo… bueno, mis abuelos, de parte de mi padre eran Coreanos. No sé exactamente qué circunstancias los trajeron a vivir aquí al país, pero como nunca pensé que sería importante, nunca pregunté. De todos modos, si todo fuera como ella dice, mis abuelos hubieran sido echados de aquí, y yo no habría nacido.
Tampoco pensaba que mis abuelos fueran malas personas.
–Yo llevo sangre extranjera, y aun así aquí estoy. –
–Pero naciste aquí ¿o no? –
Se quejó ella, aquello estaba escalando muy rápidamente. Nunca pensé que discutiría con una chica por esta razón.
–Sólo sé que no todos los extranjeros son malos, mis abuelos son del otro lado del mar. –
Del mar de Japón.
–Yo no dije que todos los extranjeros sean malos, dije que todos los malos son extranjeros, es diferente. –
Me dijo y haciendo un gesto de Hmph, se dio la vuelta y me soltó la mano. ¿Por qué tenía que ser así? me preguntaba en ese momento. Son cosas que a nadie le importan… bueno a ella sí.
–No puedes odiarme por algo como eso. –
Me quejé, ahora también enfadado.
–No te odio, eres japonés, pero no me gustan los extranjeros, vienen aquí sólo con la intención de hacer daño, quizá cuando tus abuelos o lo que fuera llegaron aquí, no eran esas sus intenciones, pero las excepciones son eso, excepciones… por norma general, son peligrosos y malas personas. –
Suspiré, de nada iba a servir intentar que cambiara de opinión, no me parecía que tuviera razón, eso es diferente.
–Esto no va a ir a ningún sitio, no te haré cambiar de opinión, y no puedo convencerme de que los extranjeros sean peligrosos. –
Eso fue lo que le dije.
Grave error.
––––––––––
Ella estuvo fría conmigo después de aquello. Ya no me tomó de la mano, y después de cenar, simplemente dijo “buenas noches” y se fue a su alcoba.
Quizá no fue una buena idea decirle lo de mis abuelos, hizo que mi relación con ella se enfriara, y no gané nada, pero personalmente la declaración que hizo me ofendió. Me preocupaba que ella tuviera una opinión tan firme al respecto de algo que ni siquiera me había molestado en pensar.
Es cierto que son muy visibles, especialmente por sus malos modales, pero no creía que aquella fuera una razón para echarlos. Supongo que así es como terminas cuando sales con una chica que tiene una opinión firme acerca de cosas de las que uno no tiene ni idea. El caso es que yo nunca había conocido a una chica con una opinión tan firme acerca de nada. Himiko me lo dijo una vez y tenía razón, a la mayoría de las chicas, no sólo en su escuela, no les importaba nada más que la ropa, el dinero, y los cotilleos acerca de la vida de los demás.
Al día siguiente no la vi para nada. Hablo de que ella no salió de su alcoba a la hora acostumbrada, tampoco esperó para cenar, y cuando me di cuenta ella se había marchado sin siquiera despedirse, ni de mí, ni de Oshizu–san, quien también notó que aquello no era habitual.
–Adivinaré, has peleado con ella. –
Me dijo. Parecía una buena forma de encontrar respuestas, así que le conté a Oshizu–san la conversación que había tenido con Himiko la tarde anterior, a cada nueva palabra su semblante se mostraba más y más cómico.
–Hiciste mal en contrariarla en algo así… ella no cederá jamás en ese punto. –
– ¿Sabe por qué? –
Pregunté, el hecho de que ella dijera que había visto a unas personas intentar secuestrar a una chica me parecía poco… importante, seguramente ella había visto algo así, es cierto, pero su idea acerca de los extranjeros quizá había estado allí mucho antes y por ello es que afirmaba que fueron extranjeros.
Si ella ya pensaba que los extranjeros eran malvados y luego veía eso, lo más probable es que pensara que esas personas fueran extranjeros, al revés no funcionaba igual.
–Bueno, tal vez ya sabías esto, pero su abuelo era soldado. –
Dijo la señora. Lo había escuchado de Yuutsumi Sempai, Himiko solía presumir al respecto mientras estuvo en el colegio.
–Bueno, su abuelo decía que había estado en china y en corea, y no les tenía en buena opinión, esa niña siempre escuchaba esa clase de historias de él… desde que era muy pequeña. –
– ¿Su padre también es así? –
Pregunté, Oshizu–san negó con la cabeza.
–Su padre pertenece a la nueva era… no compartía el sentimiento nacionalista del señor Kamakura, incluso hizo varios acuerdos con unos chinos empresarios, luego de que el señor falleció, claro está. –
–Comprendo. –
Le dije, pero Oshizu–san no había terminado.
–Pero la niña no lo pudo sufrir, el día que se enteró, fue el día en que todo cambió para ella, llamó a su padre traidor enfrente de toda la familia, y no volvió a hablarle… creo que la razón por la que ella escapó de casa, fue porque ella siente que su padre es un traidor. –
Aquello me dijo perplejo, quiero decir ¿En verdad? ¿Escapó de su casa por esa razón? No me lo pude creer, o más bien me negaba a creerlo. ¿Estaba dispuesta a llegar tan lejos?
–Contradecirla en ese punto es especialmente peligroso, porque ella amaba a su abuelo más que nada en el mundo, de hecho, fue su abuelo quien decidió su nombre y ella lo sabe y lo tiene muy en cuenta, supongo que sabes que hay sentimientos nacionalistas en ese nombre. –
Toda esa información, me dio una visión más clara de sobre qué estaba parado. Ahora que lo pensaba, si esa era la razón por la que ella huyó de casa, entonces ella bien podría terminar conmigo por esa misma razón. Esos sentimientos importaban para ella mucho más de lo que me atreví a pensar en un principio, porque eran el recuerdo de su abuelo.
Nadie tiene una idea de lo mucho que me arrepentí haberla contradicho, no porque pensara que ella tenía razón, sino porque, de alguna manera, aquello realmente abrió un hueco entre nosotros, uno que no iba a ser fácil de llenar.
Recargué mi cara sobre la mesa, revolviéndome los cabellos. ¿Ahora qué hago? O eso es lo que iba a preguntar, pero Oshizu–san se sentó frente a mí y me dijo:
–Anímate chico, no es el fin del mundo, sólo tienes que hacer lo que siempre has hecho. –
– ¿Implorar por su perdón? –
Pregunté desesperado.
–Hiciste un juicio sobre su comportamiento, y eso es algo que ella detesta, no creo que te odie, pero no lo perdonará hasta que ella esté segura de que te has retractado de ese juicio. –
–Pero… ¿Está usted de acuerdo con esa forma de ver el mundo? –
–No lo sé, lo único que sé es que ella lo ve de esa forma, y no creo que me corresponda cambiarla, o que pueda hacerlo… lo único que me corresponde es cuidar de ella como siempre lo he hecho, y hacer lo que pueda para que ella sea feliz, eso es lo que significa ser leal a alguien… y tú chico ¿A quién eres leal? –
¿A quién le importa la justicia? ¿Los extranjeros? Esas cosas sonaban tan extrañas en mi mente, que al balancearlas contra Himiko la balanza se inclinaba indudablemente de su lado. Puede ser que no había una persona del otro lado que me importara como para ponerlo en balance. Por un lado estaba Himiko, por el otro no estaba nadie, sólo mi orgullo, y un concepto que ahora mismo, ni siquiera yo estaba seguro de que fuera real.
Fui a la escuela pensando en esas cosas. Y aunque no presté mucha atención a las clases, durante el primer descanso si puse algo de atención a lo que decían las otras chicas cuando platicaban entre ellas.
Cosas como ¿Quién traía qué cosa diferente? O lo apuesto que eran los chicos del equipo de baloncesto, problemas familiares. Las cosas normales. Ninguna habló de nada que no pudiera olvidarse al otro día. Nadie mencionó un tema importante, un juicio moral, nada. Bien pensado, incluso el discurso de los tipos de la furgoneta parecía más inteligente.
Creo que la parte más interesante de todas las conversaciones que escuché, fue acerca de que el equipo de futbol había ganado un partido amistoso contra otro país. Conozco cierto tipo de gente que estaría saltando de alegría con esa noticia.
Mi padre entre ellos.
––––––––––
Como no dejé de pensar en eso, lo único que hice durante el segundo descanso, fue telefonear a mi madre. Si alguien podía darme una opinión clara acerca del tema, era mi padre.
Hablé por teléfono a mi madre.
…Vaya, es toda una sorpresa que me llames antes de que termines las clases, no te has metido en problemas ¿cierto?
…Para nada madre, es solo que quería hacerle una pregunta a Otou–san ¿Esta allí?
…Le pondré al teléfono, no desatiendas tus clases por estar platicando ¿me oyes?
…No te preocupes madre, es hora del descanso, estará bien.
Mi padre tardó unos momentos en ponerse al teléfono.
…Vaya, Daitako, es toda una sorpresa, es decir, hablas a tu madre para hablar conmigo ¿No era más fácil marcarme a mí?
…No contestas el teléfono.
Mi padre rio nerviosamente.
…Mi error, la verdad es que no lo llevo conmigo, ya sabes que no me acostumbro a usar esa cosa, así que si no estoy en el trabajo, lo olvido.
Mi padre era un hombre alegre, aficionado a los nomikai como cualquier japonés de su edad, pero era responsable y siempre cuidó mucho de mí y de mi madre. No le molestaba en absoluto quedarse cuatro o cinco horas extra a diario en el trabajo sólo para que mi madre pudiera tener un vestido nuevo el fin de semana. Esa clase de cosas.
…Padre, hay algo que quiero saber, ¿Sabes porque mis abuelos vinieron de corea?
Se hizo el silencio, mi padre pareció toser para recuperar la compostura, se puso serio un momento.
…Bien… a tu abuela no le gustaba hablar de eso ¿Sabes? Así que siempre evadía el tema, y yo y mis hermanos no teníamos demasiado interés en saber. Sabes también que tu abuelo bebía mucho, creo que fue a causa de lo que ocurrió allá en su país, en realidad, ninguno de nosotros tiene una idea clara acerca de lo que pasó o porque decidieron venir aquí, pero si estas preocupado por ello, todo lo que puedo decir es que, si no hubieran decidido venir, yo no hubiera conocido a tu madre.
…¿Y te gusta este sitio?
…Bueno, tengo una familia y un trabajo, y mi trabajo es importante para mí, y sabes que trabajo para sostener a mi familia y que sean felices, nada puede hacerme más feliz que eso, no sé cómo sería mi vida si fuera de otra forma, pero a este punto, creo que ya no es importante.
…Conocí a una chica, ella es hermosa y he comenzado a salir con ella, pero no le gustan los extranjeros para nada, sentí que no estaba bien negar de dónde vengo, por una chica.
…Escucha hijo, tu madre jamás lo admitiría hoy en día, pero lo cierto es que a tu madre tampoco le gustan los extranjeros, los odia, y los odiaba todavía más cuando la conocí. Por más que ella dijera que no es verdad, desconfiaba de mi mucho más que de cualquier otro simplemente porque soy diferente. El punto es que me casé con ella, ¿Sabes porque?
…No.
…Porque somos hombres, y un hombre debe probar su valía a donde quiera que va, debes demostrarle que sin importar lo que ella piense de la gente, tú eres la excepción, y que puedes hacerla feliz. Si encuentras el modo de hacer eso, entonces te aseguro que a ella no le importará de dónde vienes, te querrá por quien eres… Dejemos el tema que tu madre se acerca.
La excepción, ese término me pareció bastante familiar. De cualquier modo, algo que me llamó la atención es que a mi padre tampoco pareció importarle que mi madre no pensara bien de los extranjeros. Igual se casó con ella.
…Comprendo, de todos modos no falta mucho para que suene la alarma de entrar a clases, colgaré ahora ¿De acuerdo?
…De acuerdo, pase lo que pase, esfuérzate hijo, sé que sabrás como hacerlo.
Y colgué. Me imagino que mi madre regañaría a mi padre si permanecía en el teléfono demasiado tiempo, más que nada porque pensaría que yo estoy saltando clases. La verdad es que la conversación con mi padre y lo que me dijo acerca del tema me relajó un poco. Por otro lado ¿Mi madre era igual a Himiko? En ese aspecto al menos. Parece que las personas a veces repetimos patrones sin saberlo.
–––––––––
Quizá fue el destino quien decidió que estaba bien darme una buena bofetada. Lo digo por lo que ocurrió al llegar a casa. Lo primero que noté, es que Kamakura aún no estaba allí, iba a marcar por teléfono cuando algo llamó mi atención: el televisor.
Había algo en las noticias, en verdad se veía como un desastre y como todas las personas, me interesé inmediatamente por ello. Fue tanto mi interés, que no noté que Himiko ya estaba en la casa, y ella tampoco me saludó. Poco a poco, el reportaje fue contando una historia de lo más escalofriante:
Hoy mismo, a las siete y cuarenta de la mañana, en la ciudad de Kioto, un autobús escolar había impactado contra un camión de entregas en una transitada avenida, causando la muerte del conductor de las entregas y la de varios pasajeros del autobús escolar. La cosa se complicó cuando el conductor del autobús escolar, el verdadero conductor del autobús, apareció golpeado e inconsciente en un callejón.
Alguien había secuestrado el autobús escolar para cometer un acto criminal, que le había costado la vida al menos a ocho de los pasajeros. Eran niños de preescolar. Algunas imágenes de las madres de los pequeños llorando, ambulancias y paramédicos sacando a los niños que aún estaban vivos en camillas, algunos cuerpos pequeños cubiertos con sábanas blancas.
Luego salió el perfil del criminal, hombre de cuarenta años, sin empleo, alcohólico, y algo tocado del cerebro. Al parecer era adicto a alguna especie de narcótico, pero la policía no quería dar más informes, porque ya lo tenían preso. Azoté la cabeza contra la mesa de la sala cuando ellos dieron el último dato: Coreano.
En ese momento, Himiko dejó caer su mochila al suelo, y subió corriendo las escaleras.
Inmediatamente después, comenzaron a llover las opiniones acerca de este y otros ataques de odio perpetrados por gente de origen coreano o chino. Fue la comidilla perfecta para que los atacaran hasta el cansancio. Apagué el televisor después de ello, seguro que eso iba a durar un rato.
Y luego estaba mi asunto. Como si necesitara más problemas de esta índole en este momento. Lo único que no quería, era causar más revuelo con algo que no estaba bajo mi control. Y aunque es cierto que lo ocurrido probaba el punto de Himiko, solo pedía no ser culpado por algo que yo no hice, ni en mis peores pesadillas.
Subí a su alcoba con miedo. Ya no tenía forma, ni valor para negarle que tenía razón, sólo esperaba que ella estuviera dispuesta a escucharme. Por otro lado, fue muy evidente que la noticia le afectó, puede que no fueran nada de ella, pero acaba de discutir por la misma razón.
Si ella necesitaba consuelo, debería dárselo, si ella me lo permitía claro.
Abrí la puerta sin tocar.
– ¿Himiko? –
Pregunté a media voz, ella se limpió con un pañuelo, estaba llorando.
–Vete. –
Fue lo único que dijo, por un momento pensé que era una buena idea darme la vuelta y marcharme, pero cuando ella se ponía triste, bueno… ella hacía esa clase de cosas, estaba allí para impedirlo, es la verdad.
– ¿Estas bien? Sé que fue algo horrible pero… –
Pregunté, era una pregunta muy estúpida, y como era de esperarse, mi pregunta estúpida la hizo enfadar.
–No lo entenderías. –
–Sólo quiero que estés bien. –
Insistí. Kamakura se enfadó.
– ¡Lárgate! No quiero verte, no quiero hablar con nadie. –
–No fue tu culpa. –
Le dije, dando un paso adelante, ella ya no respondió, continuó sollozando sin mirarme. Tengo que admitir que su llanto me rompió el corazón. Cuando ella se dio cuenta de que no iba a irme comenzó a ignorarme, yo suspiré.
Me quedé parado donde estaba por unos momentos, sin estar realmente seguro de que decir, a decir verdad, no sabía porque le afectaba tanto, es decir, no creo que ninguno de esos niños tuviera la más mínima relación con ella. Por otro lado, ella era una chica, y las chicas son sensibles. ¿Por qué una chica tenía que enterarse de una tragedia como esa? He visto chicas llorar porque atropellaron un perro (que no es el suyo) en la calle. Supongo que esto tenía mucho más sentido en realidad.
–Eran niños de preescolar… –
Gimió ella, secándose las lágrimas con un pañuelo. Tuve ganas de abrazarla, pero por supuesto que ella no me lo iba a permitir. Después de lo que habíamos conversado ese día, seguro que en este momento ella me odiaba.
– ¿Qué puede ser más inocente que eso? –
Insistió ella, sinceramente yo tenía miedo de abrir la boca. Ella parecía lo suficientemente enfadada para romper conmigo si yo decía algo mal. Ignoro porqué una cosa así tenía que afectarme personalmente, pero ya lo dije antes, todo era culpa de mi lengua estúpida.
–Ahora creo que deberías ir e intentar explicarle a alguna de las madres de esos pequeños, que no todos los coreanos son malos. –
Lo sabía, en algún momento tenía que arrojarlo. Aquí estaban, las consecuencias de abrir la boca de más para defender algo que no entendía. De haber sabido que esto sucedería no lo hubiera dicho, eso es cierto.
Lo cierto es que, los extranjeros no hacían mucho para mejorar su propia imagen, tengo que admitir que yo también estaba enojado. Pero por supuesto, mi coraje por algo así era relativo. El de ella era real.
–Hombres malvados hay en todos los sitios. –
Le dije, mi voz (y convicción) era débil, vacilante, porque sabía que eso no iba a importar en este momento, y que esta vez realmente, realmente estaba en problemas, por algo que yo ni siquiera imaginé.
– ¡Pues este no nació aquí! Llegó desde el otro lado del mar. –
Me dijo ella, mirándome con un odio que yo nunca le había visto en el rostro. Estaba seriamente afectada por la tragedia, y por como la vi, faltó muy poco para que fuera yo quien pagara las consecuencias.
–Espero que lo maten. –
Espetó ella, sollozando, aunque en realidad, ahora que la policía lo había capturado, lo más probable es que le esperase la sentencia de muerte.
–Lo que hizo no tiene perdón, merece la muerte. –
Admití, Himiko bajó la cara después de eso, llorando aún más. El punto que yo defendía se evaporó. Decidí que ya no iba a defender más una idea que no podía sostenerse sola. Sabía además, que este no era el primer atentado perpetrado por coreanos o chinos, siempre que había una tragedia de estas, había extranjeros involucrados.
¿Coincidencia? Tal vez. Pero eso no exoneraba a este sujeto, ni a los anteriores. El caso era siempre el mismo, un extranjero que no era capaz de vivir como él quería, y sin dinero para volver a su país, generalmente alcohólico, o adicto a alguna sustancia ilegal, cometía un atentado en contra de la población local, casi siempre mujeres y niños.
En realidad no importaba cómo lo miraras. Eso estaba mal.