Capítulo 15: Malo y bueno a la vez.
Kamakura permaneció llorando durante un buen rato, afuera estaba a punto de oscurecer, yo permanecí en silencio, sin saber realmente que hacer. Quería acercarme a ella y abrazarla, aunque en realidad no tenía el valor para tanto, después de unos momentos, ella se puso de pie.
–No quiero verte. –
Sentenció ella, aquello fue duro de escuchar, y por poco me hace enfadar, pero recordé que era yo quien había provocado su reacción en primer lugar. Si yo no hubiera dicho esas estupideces, ahora mismo estaría abrazándola y asegurándome de que ella estuviera bien. Pero ahora Himiko desconfiaba seriamente de mí.
Hay que recordar que abandonó a su familia por la misma razón.
–Yo no hice nada. –
Le dije, dando un paso adelante, ella me miró con los ojos llenos de rabia. Había caído de su gracia.
–Ayer por la tarde aún lo defendías, no quiero verte… largo. –
Ya no estaba llorando, estaba muy enfadada, y tuve la impresión de que ella estaba tratando de no decir nada que no tuviera remedio.
–Como órdenes. –
Le dije, hice una reverencia y salí de allí. Creo que el destino me había jugado una mala pasada. Una muy mala en realidad.
Salí de su alcoba para encontrarme con que Oshizu–san venía subiendo. Mi semblante tiene que haber sido el más lúgubre, porque ella se acercó a donde yo estaba, y me sonrió, acariciándome la cabeza.
–Podría haber sido peor, chico. –
Me dijo, luego entró a la alcoba de Himiko. No escuché llanto, tampoco gritos, y no me quedé a escuchar. Simplemente bajé las escaleras y salí por unos momentos. Sentí ganas de llorar, estaba siendo básicamente culpado de defender a un loco que yo ni siquiera sabía que existía.
Pero al darme cuenta de que ella se estaba conteniendo supuse que eran cosas que ella no quería decir, si iba a dejarme ya podría haberlo hecho, quizá hacía un esfuerzo por que su coraje no se saliera de su control, y si así era, entonces lo mejor era que obedeciera.
Sólo esperaba que ella no hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse. Ahora que Oshizu–san estaba en el cuarto, intenté pensar en otra cosa.
Caminaba sin realmente tener a donde ir, solamente por despejar la mente y tranquilizarme un poco. Sea lo que fuera que hubiera pasado, definitivamente no era mi culpa. No estaba siendo testarudo, simplemente no sentía que fuera mi asunto.
Ahora que bien pensado, puede que ella no tuviera la culpa de pensar así. Si todo era como me lo imaginaba y como había dicho la casera, entonces era muy lógico que ella terminaría pensando de la forma en la que pensaba, y ya que lo pensaba también, no estaba seguro de que su forma de pensar estuviera mal. Si de algo sirvió el reportaje de la televisión (Y pido perdón a los afectados por esto) es que me ayudo a comprender, que Himiko no estaba del todo equivocada. Tenía razón.
Pensando en todo aquello no me percaté de la caída de la noche hasta que fue muy tarde. Volví a la casa y encontré a Oshizu–san bordando algo, o tejiendo algo.
–La niña ha salido, quizá no vuelva en un buen rato. –
Me dijo sin mirarme, de algún modo me extrañó que ella hubiera salido a estas horas de la noche. No tenía mucho que la conocía, pero de algún modo estaba seguro de que esto no ocurría con regularidad, además de que, el tono que usó la casera, me puso algo tenso.
– ¿Dijo a dónde? –
Ella me miró como si estuviera haciendo una pregunta estúpida, con esa mirada de sarcasmo en los ojos, me pasé una mano por la frente. Oshizu–san me había dicho una vez que ella nunca decía a donde iba, pero ¿Cómo iba a acordarme yo de esas cosas en este momento?
–Sé a dónde fue. –
Comentó después, girando la mirada para volver a sus cosas, yo la miré ilusionado por un momento, pero luego bajé la cabeza. Ni siquiera sabía que iba a decir si la encontraba.
–Entiendo… yo creo que me iré a dormir, o a esperar a que vuelva, o lo que sea… –
Le dije, dándome la vuelta.
–Entiendo que no quieras seguir peleado con ella, pero permanecer callado no hará las cosas más fáciles. –
–Es sólo que… estaba tan cerca de arreglarlo, sólo iba a decirle que lo sentía, ahora ella simplemente no confía en mí ¿De qué va a servir decirle cosas si no las creerá de todos modos? –
–Estás en una situación difícil, primero necesitas que ella confíe en ti de nuevo. –
Me dijo Oshizu–san, yo asentí, ella no había terminado, no podía haber terminado porque lo que no sabía era, ¿Cómo ganarme su confianza en una situación así?
–Ella ha ido al único sitio en que puede sentirse tranquila cuando una anciana entrometida no la deja sola, está en el cementerio, donde su abuelo. ¿Quieres que la niña confíe en ti? Gánate la confianza del señor primero. –
¿El señor? ¿Su abuelo? Pero su abuelo estaba muerto ¿Cómo iba a ganarme la confianza de un fantasma?
–No sé si pueda. –
Respondí, vacilante, tenía una idea de lo que ella quería decirme, pero no muy clara en realidad.
–Tienes que ser sincero con lo que haces, no vas a poder fingir que piensas algo que no piensas, tiene que ser real. –
–Esa es la parte que no comprendo ¿No se supone que aceptemos a las personas como son? –
Oshizu–san suspiró.
– ¿No se supone que vivamos en cuevas y comamos a los animales crudos? Pero nada es como se supone que sea, le advertí que te cansarías de esto, le advertí que estaba empujando demasiado, pero ella no escuchó. –
– ¿Qué quiere decir? –
Lo admito, sus palabras me asustaron.
–Ahora está allá afuera, llorando porque te niegas a entregarle lo único que te ha dejado, la libertad de pensar como tú gustes… ella está totalmente segura de que le pertenece. –
La tranquilidad con la que hablaba la casera era envidiable, ahora no podía sacarme de la cabeza la imagen de Himiko llorando en algún lugar oscuro, sola… sin duda el lector sabe lo que se siente.
–Ha leído demasiadas historias, supongo, en cierto modo, su idea es incluso infantil… ¿No te parece lindo? –
Salí corriendo de la casa.
––––––––––
El cementerio era un lugar inmenso que estaba justo en aquella parte donde el lago (en donde habíamos tenido nuestra primera cita) terminaba. Un pasillo de al menos cinco metros separaba a ese lago de la valla del cementerio, así que hablando en términos generales, no estaba realmente lejos de donde vivía. Pienso que Himiko escogió esa casa porque así podría visitar este sitio con regularidad.
Mientras corría a toda velocidad con la intención de encontrarla, iba pensando en muchas cosas. La principal de ellas es ¿Qué era Himiko?
Himiko era una chica, tal vez la chica más hermosa que hubiera en el mundo. Pero eso no era todo lo que era. Himiko era mi novia, y como tal, la quería y deseaba hacerla feliz. Era una niña mimada, le gustaba ser halagada, consentida y obedecida siempre. Pero eso tampoco era todo.
Himiko era un amasijo de misterios, cosas que uno no esperaba, corajes raros, y muchas, muchas cosas que no entendía. Himiko era una persona, una muy extraña, para la que palabras como “linaje” o “país” o “Extranjero” tenían un significado, uno importante. Y cosas como la amabilidad, la igualdad o bien común, perdían sentido a cambio. Era una forma de pensar que seguramente le atraería muchos enemigos, su padre por ejemplo, visto desde esa perspectiva, quizá estaba siendo muy valiente al mantenerse firme.
Himiko era una causa.
Cuando llegué al cementerio, que estaba obviamente vacío, lo único que hice fue correr de un sitio a otro. Por el tamaño del lugar, me tomó algo de tiempo encontrarla, ella estaba hincada frente a una sepultura que evidentemente era la de su abuelo. Me acerqué respirando con dificultad, supongo que eso la asustó, porque volteó dando un salto apenas se dio cuenta de que había alguien allí. Tuvo que suspirar aliviada cuando se dio cuenta de que sólo era yo.
– ¡No vuelvas a hacer eso! –
Exclamó, creo que la asusté, no estaba seguro de que ella creyera en los fantasmas, supongo que no. Pero de cualquier forma, si estas solo en el cementerio y se te acerca “algo” respirando pesadamente, seguro que te hace replantearte la idea. No pude evitar sonreír amargamente.
–Así que aquí estabas. –
Le dije, era mi modo de comenzar conversación, ella se giró.
–No deberías estar aquí. –
Me dijo ella, obstinada. Yo asentí con la cabeza.
–Es cierto, no debería estar aquí, en realidad, no tengo idea de qué debería decirte. –
Ella se puso de pie, volteó y me miró con alguna mezcla extraña en el rostro, entre lastima, coraje, resignación y gracia. Acomodó su cabello detrás de su oreja.
–La anciana te dijo en donde estaba. –
Afirmó. Yo asentí, no tuve la necesidad de negar nada.
–Lamento todo lo que ocurrió, al menos la parte que todavía puedo lamentar, pero prometí que te seguiría y aquí estoy. –
–Te tardaste, como de costumbre. –
Se quejó ella, yo me acerqué a la tumba de su abuelo y juntando las manos incliné la cabeza, cerrando los ojos. Yo no lo conocía ni él a mí. Pero pensé que si mostraba respeto por él, Himiko aceptaría lo que tuviera que decirle.
Después de eso di dos pasos atrás, Himiko me miraba con sospecha, como si estuviera tratando de discernir si era una fachada o si lo hacía en serio, la verdad es que ni siquiera yo mismo lo sabía en aquel momento, no había nada que yo pudiera decirle a un hombre muerto al que nunca conocí, pero estaba seguro de que había sido un gran hombre, si se había ganado el respeto de una chica como Himiko, y eso era suficiente para mí, quiero decir, que bastaba con saber eso para que alguien como yo pudiera respetarlo, o a su memoria.
–Seguro que él estaría orgulloso de quien eres ahora, has cargado sobre tus hombros una idea que es muy pesada en los tiempos que corren, y has hecho de ella tu idea, no voy a decirte que lo entiendo, pero si esa es tu decisión, entonces estoy contigo. –
–Mientras alguien crea en ello, mi abuelo nunca morirá. –
Me respondió ella, yo sonreí y asentí con la cabeza. Estaba de acuerdo, es cierto que estos eran tiempos diferentes y que las ideas como aquellas de nacionalismo, raza y superioridad eran algo obsoletas, es cierto que era una causa perdida.
Pero era su causa.
Y con ello supongo que ahora la mía. Haría lo que Himiko dijera que hiciera, respetaría a quien ella respetara, creería lo que ella creyese.
–Y ahora ¿Qué? ¿Vas a llevarme a casa y a decir que todo está bien? –
Se quejó ella, no sería tan fácil de convencer.
–No vine a otra cosa que a hacerte saber que estoy contigo, no tengo intenciones de nada más. –
–No te creo. –
Yo suspiré, fue muy obvio que se trataba de una pataleta por el tono en que lo dijo, pero estaba bien si ella hacía una pataleta.
–Lo sé, y déjame decirte que no me importa si me crees, el tiempo te mostrará que lo digo en serio, por ahora solo tienes que aceptarlo, como mis promesas antes. –
– ¿Las promesas que sigues rompiendo? –
Me reclamó, con un coraje que ya no era del todo sincero.
–No las he roto, sigo aquí. –
–Si como sea, puedes irte ahora. –
– ¿Y romper la promesa? Acabo de decirte que no lo haré, y no me iré sin ti tampoco, puedo esperar, y como sé que tal vez quieras tiempo a solas, esperaré en ese árbol de allá. –
Señalé un roble con la mano, casi a la salida del cementerio, ella parecía forzarse a no reírse.
–Si, como quieras, tomaré un momento más. –
Me dijo, y fui a sentarme al árbol. Había una lámpara que alumbraba toda la salida. Y yo había traído conmigo el libro que Himiko me había prestado. Veamos… el señor de los anillos. Supongo que serviría para pasar el rato.
––––––––––
Era poco menos de media noche cuando ella se acercó finalmente a la entrada del cementerio. Se paró allí sin mirarme.
–Quiero ir a casa. –
Yo asentí, guardando el libro y poniéndome de pie, traté de no darle importancia, pero ella escondió una sonrisa cuando se dio cuenta de que era el libro que ella me había prestado luego de nuestra primera cita. Fui un poco ingenuo al pensar que todo acabaría allí. Y no lo digo por Himiko.
–Entonces te llevaré, hay que apresurarnos, comienza a hacer frio. –
Le dije, sonriendo, ella miró hacia otro lado, y luego de eso comenzamos a caminar.
–Puede que yo… lamente haber peleado contigo por cosas así. –
Me dijo mientras caminábamos. Caminaba detrás de mí, por lo que yo no podía ver su rostro, e imagino que eso fue lo que permitió que ella dijera esas cosas, ya sabía yo que era demasiado orgullosa para admitir algo así de frente, pero estaba bien así.
–Lo único que quiero es que te sientas mejor, no me importa mucho que me hayas reñido, tenía miedo de que algo malo pasara, eso es verdad. –
–Algo ¿Cómo qué? –
Me preguntó, nuevamente lista para pelear.
–Algo como cualquier cosa que te ponga en peligro, sería mi culpa, y nunca podría perdonarme por ello. –
En cierto modo lo que le estaba diciendo tenía sus pintas de infantil, y de idealizado, pero ella era una chica de ideas, seguro que entendería.
–Al fin estas dispuesto a tomar responsabilidad. –
Me dijo, con un suspiro, por lo menos el coraje momentáneo se esfumó. Ahora había un ambiente difícil de disipar, creo que ella se sentía igual y por eso estaba a la defensiva.
–No justifico lo que sucedió, y entiendo que de cierto modo fuera doloroso para ti, también pienso que el sujeto merece morir. –
– ¿Y los demás? –
Preguntó, la tensión subía y bajaba como una montaña rusa.
–Esos no me importan, no sé nada de ellos, pero si tú piensas que deberían irse entonces deberían, sólo quisiera que supieras que no soy como ellos. –
–Eso ya lo sé… tonto. –
Me dijo ella, yo volteé a verla, ella tenía la cabeza baja.
–Estaba enfadada contigo porque no puedes ver las cosas que yo sí puedo ver, pero no es tu culpa, y lo entiendo, en ningún momento traté de culparte de algo así… –
La tomé de la mano y ella se interrumpió.
–Muéstramelas entonces. –
Supongo que no es la clase de cosas que suenan a romance, mucho menos hoy en día, lo cierto es que no trataba de ser romántico, pero quería entenderla, quería conocerla, no sólo la parte que se muestra a todo el mundo, quería saber todo sobre ella, y eso incluía esta clase de cosas, que normalmente uno no juzga importantes, pero que forman parte de lo que ella es.
–Así que después de todo tengo que decirte cada cosa… que hombre tan inútil. –
–Yo aprenderé todo, es todo lo que puedo decir. –
Respondí, algo avergonzado de que ella me juzgara un inútil, pero era algo bueno porque ese fue el insulto más grave que me pudo decir.
–Bien entonces, eso es un comienzo… –
Respondió ella, con la cabeza aún más abajo.
–Mi abuelo era…
––––––––––
Íbamos caminando lentamente por la calle, en realidad estábamos a punto de llegar a la casa, faltaban un par de calles cuando más, cuando las cosas dieron un giro inesperado, para mal. Venía contándome varias cosas acerca de su abuelo, cosas que te diría un soldado imperial retirado. La verdad es que ya que escuchabas las cosas desde su punto de vista no se escuchaban tan descabelladas como lo hacen sonar en las clases de historia.
Un sujeto salió de no sé dónde y arrebató la bolsa de Himiko. Los dos nos quedamos completamente perplejos ante lo ocurrido, por confuso y estúpido que pudiera resultar. Entiendo que el lector pudiera sentirse ultrajado, justo así me sentí en ese momento. Es decir ¿Cómo? El sujeto echó a correr.
Miré a Himiko por unos momentos, ella me miró a mí también. Tiene que haber sido poco tiempo, pero a mí me pareció una eternidad, y fue entonces cuando reaccioné y lo único que pensé fue “No en mi guardia” y corrí tras de él, lo alcancé a media calle de distancia, ya lo he dicho antes, me gustaba correr. Y cuando lo tuve al alcance, lo único que hice fue lanzarme sobre él para que ambos cayéramos al suelo.
Por supuesto que el sujeto se defendió. Me dio un puñetazo en la cara, para ser precisos justo en el ojo izquierdo, no tuve tiempo de pensarlo mucho, devolví el puñetazo y comenzamos a golpearnos. A pesar de que quería verme genial para Himiko, que llegó poco después, gritando para que viniera una patrulla o un policía. Las luces cercanas comenzaron a encenderse; en ese momento tengo que haberme visto patético. No era mi primera pelea, pero tampoco soy alguien especialmente violento, a diferencia de quien quiera que fuera el ladrón, quien parecía estar acostumbrado a los golpes.
Lo digo porque cada que me golpeaba me dolía y tuve que concentrarme para no dejarlo ir, pero cuando yo lo golpeaba parecía que mis golpes no surtían ningún efecto, fue tan desesperante que comencé a golpearlo sin ningún plan y sin ningún sentido, sólo donde cayera, y por supuesto eso fue una completa idiotez.
Por suerte, después de unos minutos de aquel patético intento de pelea habíamos armado demasiado alboroto, y fue obvio que eso era lo que menos quería el ladrón, así que me pateó (para ese momento yo estaba en el suelo, sosteniendo la bolsa con todas las fuerzas que me quedaban) y se fue corriendo. Yo tenía la bolsa en las manos.
La policía no tardó nada en aparecer, hay que admitirlo, pero para ese momento el ladrón había escapado. Yo estaba recargado en la pared, mientras Himiko explicaba al oficial lo que había ocurrido. “Vaya un hombre” pensaba yo en ese momento, “Todo este lío sólo por una bolsa ¿Qué si le atacaban de verdad? Seguramente no hubiera podido hacer nada” después de unos momentos otro oficial se me acercó.
–Hey muchacho ¿Te encuentras bien? –
Preguntó el oficial, supongo que para saber si el daño era serio, yo volteé a ver a Himiko, ella parecía seriamente asustada, con lo que me sentí aún más mal, estaba preocupando a la chica que intentaba cuidar, eso no era bueno.
Con este pensamiento me puse de pie como pude, cuando comencé a sentir algo húmedo en la cabeza.
–Estoy bien, oficial, puedo levantarme ¿Lo ve? No es más que un pequeño golpe. –
– ¿Dónde vives? –
Le dije mi dirección al oficial, éste asintió.
–Vete a casa muchacho, y llévate a la chica, buscaremos al delincuente ¿De acuerdo? –
Hice un esfuerzo por sonreír mientras asentía, me toqué la cabeza, estaba sangrando, había una pequeña abertura en mi frente y dolía. “Patético” pensaba sobre mí mismo, mientras Himiko se acercaba.
–Tenemos que irnos, los policías dicen que no es el primer incidente. –
Me dijo ella, con un tono que se negaba a revelar cualquier emoción, yo asentí.
Comencé a caminar junto con ella, tratando de no parecer demasiado molido, ya le había ocasionado suficientes problemas por un día, cuando entramos a la casa ella me chilló.
– ¿Por qué hiciste eso? Pudiste haber dejado que se la llevara, pudo haberte hecho daño de verdad. –
Yo volteé a verla, asentí con la cabeza.
–Trataba de protegerte. –
– ¡Es una bolsa! –
Admito que, ahora que lo pensaba, la acción fue algo estúpida, es decir, pude poner a Himiko en una situación peor. ¿Qué si realmente resultaba herido? o ¿Qué si había más de ellos esperando? Pero cuando uno está en una situación así, lo que menos haces es pensar.
De mala gana me admití que estaba tratando de lucirme, y como de costumbre, eso nunca funcionaba con una chica como ella.
–Lo sé, pero aun así tenía que ser valiente. –
Era una excusa más que nada, ella cruzó los brazos.
–Ya sabes lo que pienso de la valentía, eso fue idiota. –
–No quería causarte problemas. –
Me disculpe, bajando la cabeza.
–Seguro que la anciana se enfada si se entera, ve arriba y espera allí. –
Se quejó Himiko, y como un perro regañado por su dueño por una pelea innecesaria, subí las escaleras, sin ánimo y con la cabeza a medio partir… bueno, eso último es una exageración. Aparte de unos cuantos golpes, no me hizo nada más.
––––––––––
Me recosté sobre la cama un momento, y cerré los ojos, cuando los abrí, Himiko entraba con una tinaja con agua y una venda en las manos.
Ella comenzó poniéndome una toalla mojada en la cara y limpiando la herida en la cabeza.
–Lo siento… yo…. –
Y sin saber cómo ni porque, ella me acalló con un beso en los labios, estaba roja de la cara.
–Cállate. –
Me dijo ella, y continuó mojándome la cara y limpiando la herida. Al final había valido la pena, aunque no sabía porque estaba siendo recompensado si me había portado tan mal.
–No voy a decir que lo que hiciste estuvo bien. –
Dijo ella mientras me vendaba la cabeza.
–Pero me hizo feliz, sé que es un sentimiento estúpido y ya me odio a mí misma por sentirme así, pero no puedo negar que me siento halagada… –
Me dijo, mirándome a los ojos, mi aliento se escapó sin que yo pudiera hacer nada, sólo quedarme allí, mirándola.
–Si lo haces de nuevo me enfadaré ¿Entiendes? –
Asentí con la cabeza. Después de eso ella se puso de pie de nuevo, y tomando la bandeja con agua salió de mi habitación, el ambiente se relajó un poco en cuanto ella salió del cuarto, pero volvió a sentirse pesado en cuanto ella volvió a entrar y puso el seguro a la puerta.
Trague saliva.
–Me he hecho responsable por tus heridas, ahora hazte tú responsable de lo que siento. –
Me dijo ella, parada en la puerta, con las manos atrás y la mirada en el suelo.
El corazón comenzó a latirme con fuerza y mis manos comenzaron a sudar, ella caminó en silencio hasta donde yo estaba, yo me senté sobre la cama y Himiko se sentó a mi lado. Yo no entendía este sentimiento, el aroma de su cabello entró por mis fosas nasales y era difícil respirar, y lo era aún más decir cualquier cosa, lo que fuera.
–Q– ¿Qué debería… hacer? –
Pregunté, tartamudeando, mis manos temblaban, yo estaba temblando, intenté mirar hacia otro sitio para calmarme, pero fue inútil.
Himiko me tomó de la mano y me miró, eso me hizo perderme en sus ojos también, sus mejillas estaban rojas, estaba a punto de darme un paro cardiaco cuando ella contestó, con la voz más tierna que yo le hubiera escuchado jamás.
–No sé… ¿Qué quieres hacer? –
Mi mente estaba en blanco. Es decir ¿Estaba bien pelearme o no lo estaba? Ya no entendía un carajo. Si estaba tan mal, entonces ¿Cómo es que acabó así? Y si estaba bien ¿Por qué ella me había regañado tan duramente hace un momento? Era probable que ella tuviera las mismas emociones encontradas en su cabeza.
No le gustaba, pero eso no impedía que ella se sintiera bien por ello.
Posiblemente de haber sido mayor y más experimentado, me hubiera lanzado sobre ella en ese momento, pero la verdad es que mi mente estaba en blanco, y no pude responder nada. Cuando ella se percató de lo nervioso que estaba, fue indulgente conmigo.
–Entiendo que estés confundido, yo también lo estoy, pero lo que hiciste… bueno… nadie nunca haría eso por mí, no siento que debamos hacerlo todo pero… –
Y se interrumpió, tomó mi mano entre las suyas y luego la colocó en su pecho.
Aquella sensación, incluso a través de la ropa podía sentirse la firmeza y la suavidad de sus pechos, ella ahogó un grito, pero mantuvo mi mano tocando su seno.
–A los hombres les gusta esto ¿No? Les gusta… tocar. –
Yo no hice nada, sólo dejé que ella moviera mi mano en círculos, ella juntó sus labios a los míos después de eso y comenzamos a besarnos, después de unos momentos ella soltó mi mano, yo sólo seguí tocándola, haciendo círculos justo como hace un momento, nos recostamos en la cama, sin separar nuestros labios.
Sentí como su respiración se iba acelerando y eso hizo que mi pantalón estuviera a punto de estallar. Mi mente seguía en blanco, pero ya que no había necesidad de pensar en nada, no lo hice, sólo continúe besándola y acariciando su pecho. Después de unos momentos ella se separó un poco.
– ¿Te gusta? –
No pude responder, ella colocó su mano en mi estómago y la movió lentamente, mientras sonreía, hasta que alcanzó mi entrepierna. Fue increíblemente vergonzoso que ella se percatara de lo que pasaba allí abajo, pero no tenía fuerzas ni valor para quitar su mano, lo que por otro lado, hubiera arruinado el momento. Cuando ella se percató de que tenía una erección, sonrió ampliamente.
–Creo que esto responde mi pregunta. –
Dijo ella y volvió a besarme, esta vez con más violencia, por un momento me vino a la mente la idea de que ella podía “saber” lo que estaba haciendo, pero recordando el drama que había hecho porque yo ya había tenido una novia, deseché la idea. Posiblemente ella, al igual que yo, estuviera actuando por instinto, y ella era mayor.
–Acarícialo suavemente… dime qué piensas. –
Indicó, con la voz más dulce de lo normal.
–Es maravilloso, y lo sería aún más si tu ropa no se interpusiera. –
No tengo idea de por qué lo dije o cómo fue que me atreví a decirlo, pero lo dije, ella se separó de mí un momento, sonreía emocionada.
– ¿Sin ropa dices? Pues… quítala. –
Volví a tragar saliva, no sabía que el japonés podía ser así de bello. “Quítala” eso fue lo que dijo, no había escuchado voces ni ninguna otra cosa, ella había dicho que… no espera, había “ordenado” que la quitara.
Mi voluntad no se relacionaba con mis manos, lo digo porque a pesar de que ella estaba allí, mirándome con esa cara de niña tímida, y que puso las manos atrás de ella, dándome a entender que se dejaría desvestir (al menos la blusa) sin oponer ninguna resistencia, cuando mis manos se acercaron a sus botones, el temblor no me permitió quitarlos como era debido.
Himiko sonrió.
–Tranquilízate… no haremos más que esto, cálmate, tomate tu tiempo, estoy aquí, no hay prisa. –
Me dijo ella, acariciando levemente mi cara, supongo yo que era una forma de recordarme que no tocaría otra cosa que sus pechos (lo cual para mí era ya suficientemente bueno en aquel momento) y para decirme que no tenía que apresurarme. Luego de decir eso ella soltó mis manos y volvió a colocar sus manos en la espalda.
Casi me sangra la nariz al darme cuenta de lo provocativa que resultaba. Ella mantenía su pecho en alto, y si por sobre la ropa se veían tan… geniales, debajo de esta tenía que ser aún mejor. Yo comencé a soltar sus botones, uno por uno, ella soltó una pequeña risita.
–Sin cosquillas. –
Dijo ella, roja de la cara, pero no por eso dejó de mirarme, si algo me gustó de ella, fue que en ningún momento se acobardó. Abrir la blusa me permitió ver un sostén de color azul claro, con pequeños holanes blancos, sencillo, discreto, y lindo, justo como debe ser el sostén de una chica joven, No intentó cubrirse, ni siquiera cuando solté su sostén (se soltaba por delante, con un moño) y ella dejó ver un par de senos perfectos que temblaron ligeramente cuando desabroché el sostén.
– ¿Te gustan? –
Preguntó, ahora ella era la expectante, supuse que ella necesitaba que le dijera lo que pensaba, las chicas también sienten inseguridad sobre eso, o es lo que me han dicho.
–Son perfectos. –
Le dije, Himiko sonrió. No veo porque ninguna parte de ella no fuera perfecta, pero claro, era la primera vez que ella me mostraba sus pechos, por supuesto que querría saber qué opinaba.
–Tócalos entonces, ya te he mostrado cómo se hace, trátalos con gentileza. –
Me dijo, o más bien dicho, me pidió, y es que ella nunca “pedía” nada. Yo acerqué ambas manos y toqué sus pechos, hundiendo mis dedos en ellos, ella dejó escapar un suspiro, mi corazón estaba a mil por hora y mi entrepierna me dolía, pero no dije nada, sólo toqué su pecho. Pude sentir su corazón, el de ella estaba palpitando mucho más rápido que el mío, pero no dije nada por no arruinar el ambiente, ya que había llegado hasta aquí.
Volvimos a besarnos.