Capítulo 16: Hija del Sol.
Kamakura Himiko.
Parecía una niña pequeña cuando dormía, ella estaba aferrada a mi brazo, durmiendo silenciosamente, yo sólo la miraba, la luz de la alcoba permaneció encendida, y no quise levantarme a apagarla por miedo a que despertara. Estaba cubierta hasta los hombros con las sabanas, porque de otro modo habría pescado un resfriado seguro. Hay que admitir que esta vez había mucho más calor que el que había la última vez que dormimos juntos.
Ella murmuró algo mientras dormía, algo que yo no pude comprender, pero acaricié su rostro con cuidado de no despertarla. Daban ganas de pellizcar sus mejillas. Nadie en este mundo podría imaginar la clase de tormenta que es esta chica si la viera dormida ahora. Estaba lloviznando afuera y el sonido de las pequeñas gotas de lluvia que golpeaban la ventana era el único sonido que había de fondo, mientras ella hacía música con su respiración.
Sin embargo, y a pesar de lo bien que se sentía estar como estaba ahora, no pude evitar una especie de melancolía mientras la miraba dormir, es cierto, había en su rostro una especie de tristeza que yo por el momento era incapaz de comprender. Mirarla dormir pacíficamente me aliviaba el corazón, es cierto, pero en cierto modo, también lo llenaba de angustia. ¿Por cuánto tiempo podría mantenerla así de feliz? Si lo poco que había hecho por ella había sido tan difícil para mí… lo dije antes y lo repito, ella era aristócrata, en realidad no había mucho que alguien como yo pudiera hacer que importara lo suficiente, tenía que volverme alguien confiable y tenía que hacerlo pronto. Esa era la clase de ansiedad y angustia que me invadía.
Cerré los ojos sin moverme, para evitar esos pensamientos en mi cabeza, al tiempo que acomodaba las cobijas para que ella no tuviera frio. Finalmente me quedé dormido.
––––––––––
Soñé, como era de esperarse, con Himiko. Recuerdo bien ese sueño porque es de los más extraños que he tenido en toda mi vida. Lo primero que vi, fue a Himiko.
Ella estaba sentada en una enorme silla de madera en el centro de algún sitio que yo no lograba reconocer, había muchas… personas, con antorchas y los ojos rojos, eran una especie de monstruos, con las manos moradas y escamosas, y al notar aquello me miré a mí mismo, era la misma cosa extraña que ellos.
Como dije, Kamakura estaba allí, mientras que las personas comenzaban a pasar frente a ella y le ofrecían regalos. Todos eran llamados por nombres extraños que sonaban a antiguos y de otro sitio, pero ellos parecían acostumbrados. Himiko permaneció sentada en aquella enorme silla de madera, tenía puestos unos cuernos enormes en la cabeza…
La escena era un tanto escalofriante, no había luces en todo el lugar, y las personas que le ofrecían regalos estaban todos cubiertos con capuchas negras. Yo no tenía idea de que estaba haciendo allí, hasta que dijeron mi nombre, el cual desentonaba bastante con los de ellos por cierto, a pesar de eso, un centenar de pares de ojos rojos me miraron a mí. Himiko, quien además abrió un par de alas desde su espalda hizo una seña para que me acercara.
Yo miré hacia todos los lados, pero no logré percatarme de lo que estaba pasando, sin embargo, la chica sentada en la silla, a quien yo ya no podía ver como Himiko (entendí que los cuernos no eran un accesorio) hizo una nueva seña y fui arrojado al centro, caí de bruces mientras un anciano con un bastón (sé que era anciano por la barba blanca y larga) me explicaba:
–Es tu turno jovencito… ¿Qué tienes que ofrecer? –
Preguntó el anciano, dejando ver que le faltaba una mano, y con la otra sostenía un bastón.
Yo volví a mirar hacia otros lados, dándome cuenta de que a todos les faltaba algo, un brazo, una pierna, un ojo… de todos los que estaban allí, yo era el único que estaba completo. Aquello fue incluso más lúgubre de lo que podría imaginarse, Kamakura habló con naturalidad.
–Es su forma de probarme su amor. –
Era la voz de Himiko, yo comenzaba a comprender, que era realmente Himiko, lo que no entendía es porque todo esto parecía sacado de alguna novela de fantasía, ella incluso llevaba una corona de alguna planta con espinas como esa deidad occidental que tanto vemos en las novelas extranjeras. Las espinas sangraban su cabeza, sin embargo, y a pesar de que lo que fuera que tuviera en la cabeza parecía ser doloroso, ella no perdió majestuosidad ni belleza por ello, al contrario, parecía que aquel tormento le embellecía. Miré mis manos por un momento, sin entender nada de lo que estaba pasando, y algo asustado.
–Ahora sigues tú. –
Declaró, y se puso de pie. En ese momento, el mundo alrededor comenzó a brillar, todo se iluminó simplemente porque ella estaba de pie, y aquellos a quienes les faltaba una pierna, la luz que emanaba de ella les puso la pierna, y aquellos a quienes les faltaba un brazo lo mismo, y la nariz, y los ojos. Todo era perfecto sólo porque ella estaba de pie, y yo me sentía bien.
Empecé a pensar entonces, que no estaba de más demostrarle a esta persona que le amaba de alguna forma, es decir, si sólo con ponerse de pie el dolor que sentía (y todo el que pudiera sentir) se iba a esfumar, bien podría darle mi brazo, bastaría que ella se pusiera de pie de nuevo y todo arreglado, además, tenía la cara de Himiko, y su voz, y sus ojos…. De acuerdo, era Himiko. Con alas y cuernos, como en los videojuegos, siendo así, yo le daría lo que fuera, pero ¿Qué podía querer ella –un ser perfecto– de “algo” (que no era un ser humano) como yo? No pude descubrirlo.
– ¿No lo mostrarás? –
Preguntó ella, la gente comenzó a enojarse conmigo.
“No muestra devoción” “No muestra respeto” comenzaron a murmurar, yo extendí mis manos hacia ellos, diciéndoles que no se trataba de eso. El anciano me dio un golpe con el bastón que tenía.
–Muestra respeto o sufre las consecuencias. –
– ¿Qué es lo que debo darle? Puede tomar todo lo que guste, sólo tiene que pedirlo. –
Supliqué, no sé qué consecuencias serían esas, pero lo que sea que fuera no quería eso, quería que ella se pusiera de pie de nuevo. Que brillara de nuevo, como antes, y entonces todos estaríamos felices, y nos bañaríamos con ese brillo celestial que ella poseía.
– ¿Me das a escoger? –
Preguntó la Himiko–demonio o lo que sea que fuera. Yo asentí con la cabeza y ella esbozó una sonrisa.
Fue lo que dijo, al instante me sujetaron dos de los que allí estaban (y que tenían brazos para eso) y el anciano se acercó a mí, y metió su mano en mi pecho, al sentir su mano entrar en mi pecho me asusté tanto que desperté.
––––––
“Qué demonios” fue lo que pensé, moviendo una mano para poder ponerme de pie. Tenía la garganta seca y mucho calor, más que un sueño o una pesadilla, aquello parecía un delirio digno de alguien con Chuunibyou. Himiko con cuernos, “sí como no”.
Miré la hora en el reloj de la pared mientras me ponía de pie para ir a buscar algo de agua. Las tres de la mañana, Kamakura estaba volteada mirando ahora hacia el otro lado de la cama, quizá se había cansado de mí (por el calor, quiero decir), o se había movido dormida, no sabría decirlo.
Bajé las escaleras casi riéndome de la clase de sueño que había tenido, seguro que todos esos pensamientos idiotas de antes de dormir, habían forzado un sueño como aquel. De todos modos fue muy raro y esperaba tener un sueño más normal, volví a subir con ese pensamiento en la cabeza. Tuve que acostarme con mucho cuidado de no moverme demasiado, ella tenía el sueño algo ligero, lo había comprobado la última vez, pero no tuve cuidado y mi mano tocó su espalda, eso la hizo moverse.
– ¿Dónde estabas? –
Preguntó Himiko, a media voz, supongo que no estaba del todo despierta, y aun así seguía haciendo esa clase de preguntas, ella no cambiaría nunca.
–He ido por agua. –
Respondí en voz baja, metiéndome bajo las cobijas.
–No me dejes sola. –
Replicó Himiko, sin voltear ni levantarse, esperaba algo como eso, aunque la voz dulce que ella usaba a medio dormir lo volvía mucho más encantador de escuchar, en pocas palabras admito que me hizo ruborizarme, con algo de vergüenza.
–No te dejaré sola, aquí estoy, ahora descansa. –
–Abrázame. –
Pidió ella, usando una voz incluso más infantil para esa nueva orden. Yo tragué saliva, ella no tenía nada puesto en la parte de arriba, si le abrazaba volvería a tocar sus pechos, y ahora que lo pensaba con detenimiento, mi pudor había regresado.
Siendo sinceros, creo que no soy la clase de chico que se atrevería a atacar (sexualmente) a una chica, y nunca lo seré. Creo que soy demasiado tímido, y puede que esa haya sido la razón por la que aquella extraña relación de colegio fracasó. Y esa era la razón también por la que esta relación funcionaba, ella misma me lo dijo.
–Pero… –
–Tengo frio. –
Chilló, y como parecía a punto de despertar, obedecí, mejor eso a que despertara e hiciera un drama porque me había negado a hacer algo así. Ella pegó su cuerpo al mío, de espaldas, para acomodarse, de modo que su trasero tocó mi entrepierna. No pude evitar que mi cuerpo reaccionara ante eso, es decir, ningún hombre podría, pero eso no pareció importarle.
–Eres un travieso. –
Me dijo acusadoramente, yo luchaba contra el impulso de separarme de ella, porque sentía que aquello era demasiado para soportar, pero seguro que eso la despertaría, y eso era lo único que no quería.
Comencé a acariciar su cabello, intentando pensar en otra cosa, al mismo tiempo que podía sentir su espalda mientras ella respiraba tranquilamente. También había que tomar en cuenta que ella no era así de dulce cuando estaba despierta, probablemente lo mejor era que me callara y disfrutara el momento.
–Daitako. –
Dijo ella, usando sólo mi nombre, yo evité reírme por la vergüenza, al tiempo que acariciaba su rostro, aprovechando que ella estaba lo suficientemente feliz (e inconsciente) como para permitirlo.
– ¿Qué pasa? –
Pregunté, deleitándome con la sensación que me producía acariciar sus mejillas, y hablando lo más bajo posible para que ella no terminara de despertar.
–Te amo. –
Dijo ella, suspirando y volviendo a dormir. No pude responder a eso. El corazón comenzó a latirme con mucha intensidad. Esperaba escuchar cualquier cosa, menos eso… Seguro que mañana por la mañana ella ni siquiera lo recordaría, y aunque lo hiciera no lo iba a admitir, ni yo podría preguntar… pero lo dijo.
¿Por qué tenía que decir eso ahora?
Moví la cabeza ligeramente para evitar pensar en eso y tratar de conciliar el sueño. Cuando ella estaba durmiendo siempre era de lo más dulce, quizá era así como ella quería ser, cuando su carácter y su orgullo no se interponían en el camino.
––––––––––
La mañana siguiente fue todo lo contrario. Ella se puso de pie violentamente y eso me despertó, luego comenzó a buscar su ropa, no dijo nada, así que rompí el silencio.
–Buenos días. –
Ella estaba de espaldas, por lo que ahora yo tenía una bonita vista de su espalda, que por cierto era bastante provocativa, muy blanca, fue evidente que nunca se quemó por el sol. Pero ella no me respondió, como dije, buscó frenéticamente su ropa y cuando la tuvo en las manos, salió de la alcoba, sin mirarme siquiera.
Seguro que era alguna nueva locura. Como de todos modos era sábado y no tenía nada que hacer, no me apresuré, me recosté un momento sobre la cama, deleitándome con el recuerdo de lo que había pasado la noche anterior, hasta que comencé a tener un problema bastante serio en la entrepierna, no debería estar pensando estas cosas temprano en la mañana.
Me llevé una mano a la cabeza, recordando que estaba vendada y todo lo que había ocurrido. Pensé que de alguna forma ella se encontraría de buen humor luego de lo que había pasado, pero como de costumbre me equivoqué. No escuché ningún ruido al otro lado de la pared, así que fui a tocar su puerta para que ella recordara que era de mañana y que tenía que desayunar, aunque puede que lo único que quisiera, fuera verla.
Pensaba mientras tanto, en la suerte que tenía por el hecho de que, aparte de lo bella que era y de lo que había dicho a media noche, vivía en la misma casa que ella. Eso sin duda tenía que ser algo bueno.
– ¿Himiko? ¿Estas allí? Tenemos que desayunar y lo sabes, baja en cuanto puedas. –
Fue lo que dije, a la puerta, porque no la abrí.
– ¡No volveré a mostrar mi cara en público! –
Me gritó ella desde dentro y puso el seguro en la puerta. Lo sabía, esto tenía que ser una de sus locuras de alguna forma. Sin entender del todo lo que pasaba, volví a tocar su puerta.
–Tienes que comer. –
Le dije, esperando que ella abriera la puerta y entonces poder averiguar lo que ella tenía.
–Ya te dije que no saldré, haz que la anciana me suba la comida… y no vuelvas a venir a mi alcoba nunca. –
Para ser sinceros comenzaba a alarmarme ¿Qué se suponía que tenía? Ahora parecía que estaba llorando.
–Te subiré la comida si no quieres bajar, pero dime al menos qué tienes. –
–No quiero verte, no quiero que me veas… ¡Vete! –
El señor esponjoso se aceró a la puerta y rascó, pero aun así ella no abrió. Tuve que darme la vuelta y bajar, y en cuanto bajé las escaleras, escuché que ella abrió la puerta y volvió a cerrarla, supongo que para dejar entrar a su gato.
––––––––––
Cuando bajé, Oshizu–san me miraba con cara de pocos amigos.
–Así que la niña se ha encerrado en su alcoba, me pregunto ¿Por qué? –
Me dijo ella, aunque sentí un escalofrío cuando ella me dijo eso mientras sostenía el cuchillo de cocina.
–No estoy seguro, pero quería que usted le llevara la comida. –
–No te hagas el tonto conmigo muchacho, sé perfectamente que durmieron juntos y sé que no es la primera vez ¿Qué fue lo que le hiciste que la tiene así? –
¿Era mi culpa? Comenzaba a entender por dónde iba la situación, pero no era nada fácil de explicar, mucho menos cuando la persona a quien quieres explicarle te mira con ojos asesinos y sostiene un cuchillo en sus manos.
–No… no le hice nada… lo juro. –
Dije, agitando las manos y dando un paso atrás, ella dio un paso adelante, sin soltar el cuchillo, tragué saliva mientras tomaba los platos, estos sonaron por el temblor en mis manos.
–No hay nada más horrible que un hombre que dice ser inocente cuando es claramente culpable. –
Dijo Oshizu–san.
–Vamos, sé que algo la tiene en ese estado, ella nunca se porta así ¿Qué le hiciste? –
–Le juro que yo… –
Ella dio un paso adelante, yo retrocedí nuevamente.
–Ah, eres de los hombres que juran en vano, eso no es bueno… –
–No “hicimos eso”. –
Gemí, estaba contra la pared, y a punto de tirar los platos, las piernas me temblaban y ella siguió caminando hacia donde yo estaba, cerré los ojos.
–Bien, ya me has dicho lo que no hicieron ¿Qué hicieron? –
–Nada. –
– ¿Nada? –
–Bueno… al–algunas cosas. –
Tragué saliva de nuevo, y suspiré aliviado cuando ella dejó el cuchillo en la barra de la cocina, pero no por eso su mirada era menos amenazante. Estaba muy enfadada.
–Estás jugando con cosas con las que no puedes jugar ¿Entiendes? La niña es una chica pura y ha de mantenerse así, si tu representas una amenaza para su castidad, quizá deba encargarme del problema de una vez. –
Avanzó de nuevo, sentí que de verdad me mataría, o algo incluso peor, mi mano se movió inconscientemente hacia mi entrepierna.
–No… no fue él. –
La voz de Himiko detrás de la anciana, salvándome de algún destino funesto (No quiero imaginarlo) por poco me desmayo, la casera volteó a verla, allí estaba ella, con la cara roja como yo nunca la había visto, yo dejé los platos por miedo a caer y tirar la comida, estaba vestida con un vestido negro con bordes rojos, y su cabello estaba peinado elegantemente hacia un lado, ella llevaba un moño color morado en el pelo, se veía linda, pero aun rehusaba mirarme.
–Fui yo quien hizo cosas anoche, cosas vergonzosas. –
La anciana me miró por unos momentos, como si pudiera saber, por mi expresión, si ella estaba diciendo la verdad, o como si estuviera repitiéndome silenciosamente la advertencia, luego se dio la vuelta y se fue, me acerqué a Himiko, quien giró la cara.
–Me salvaste. –
Le dije, aliviado a decir verdad, pero eso no era importante en estos momentos.
–Seguro piensas cosas horribles de mí, sólo quiero decir que lo siento mucho, no pretendía parecer una mujerzuela, así que, te agradecería que no lo mencionaras, y que lo olvidaras también, y… –
Dijo y trató de irse nuevamente, yo la sostuve del brazo, nunca dejaba de sorprenderme, la última vez que algo así había pasado, (hablando de la reacción de la casera) ella dijo claramente “tuvimos sexo” pero ahora ella difícilmente podía hablar con claridad.
No es lo mismo decir que hacer, supongo.
–Himiko, no pienso mal de ti. –
Le dije, sosteniendo su manga para evitar que se fuera ¿Por qué todas las chicas estaban tan obsesionadas con eso? me preguntaba, ella se detuvo, pero no volteó.
–Eso no es verdad, claro que piensas mal de mí, cualquiera lo haría… después de la forma tan sucia en que me comporté anoche, no sé en qué estaba pensando. –
Ella soltó eso como un torrente de palabras, difícilmente pude comprenderla bien, pero no hacía falta de todos modos.
–Pues yo no. –
Himiko negó con la cabeza. Si algo me sorprendió de todo esto fue que ella no parecía enfadada tampoco, no conmigo al menos.
–Entiendo, todavía estar bajo el sopor de lo que pasó anoche, pero cuando tu mente se aclare lo pensarás, y le dirás a todo el mundo lo que pasó, por eso es que ya no quiero que me veas, yo no tengo valor de mirarte a la cara. –
–En primer lugar, no pienso que haya sido nada de qué avergonzarse, y en segundo lugar no voy a decirle a nadie. –
– ¿Cómo es que no es nada de qué avergonzarse? No está bien que una chica de mi categoría se comporte de esa forma ¿Comprendes? –
Replicó ella enfadándose, yo negué con la cabeza.
–No estoy de acuerdo, y nadie puede realmente estar de acuerdo con esa afirmación, todos venimos de allí, incluso tú. –
–¡No lo menciones! –
Así que sólo estaba avergonzada, eso era todo, vaya problema por una pequeñez, aunque supongo que el hecho de que fuera ella quien tomará la iniciativa en lo que pasó era parte de su vergüenza, quizá una parte muy grande.
–Escucha, si no lo deseas, no tienes más que decirlo y jamás volveremos a hacer esas cosas. –
Fue lo peor que pude decir, porque ella se dio la vuelta y comenzó a llorar como si no hubiera un mañana.
–¡Lo sabía! Te doy asco… me lo merezco ¿Cómo pude caer tan bajo? Perdón… –
Comenzó a decir esas cosas mientras lloraba, me paré frente a ella, volteé a ambos lados de la casa, sólo para verificar que nadie estaba mirando y entonces la tomé de las manos y le di un beso.
– ¿Ya? ¿Me entiendes ahora? –
–No. –
Respondió ella, soltándose y dándose la vuelta de nuevo, pero dejó de llorar.
–Todavía pienso que eres la misma princesa encantadora, y no importa lo que suceda, siempre pensaré que eres perfecta, si es por mí, no tienes de que preocuparte. –
–Los demás no me importan, bueno, la anciana un poco… pero… ¿Estás seguro de que no piensas que soy una ramera? –
Finalmente volteó a verme, no entendí muy bien qué le había hecho cambiar así su modo de actuar, pero lo único que quería es que ella se tranquilizara.
–Una vez me dijiste que mientras más cosas averiguara de ti, más desagradable me ibas a parecer, y yo todavía sostengo lo que respondí, eso no va a pasar. –
Por fin sonrió, aunque aún había lágrimas en sus ojos, resbalaban por sus mejillas como si estuvieran hechas de miel, y brillaban como si fueran diamantes. Ella sacó un pañuelo de no sé dónde y comenzó a limpiar sus lágrimas. Un rayo de sol entró por la ventana del pasillo y acarició su mejilla.
–Hasta cuando lloras eres hermosa. –
Ella giró su cara con vergüenza, con una vergüenza muy distinta a la de hace un momento, si cualquiera me lo preguntaba. Hice una reverencia, en todo caso, si le había provocado tanto conflicto, quien se sentía culpable era yo.
–Lamento si lo que pasó te hizo sentir así, Himiko, y si algo de lo que hice o dije te hizo creer que pienso menos de ti, no era mi intención. –
Luego de eso, me acerque a ella y tomé su mano, quizá eso la convencería de que estaba siendo sincero, aunque más bien creo que lo hice porque pensé que sería especial para ella, era una pose que solamente adoptaba cuando ser sincero se volvía increíblemente difícil, no me equivoqué.
–Levántate, es vergonzoso que hagas eso, además la anciana puede venir y… –
–No, yo nada más voy de paso, no se fijen. –
Yo me puse de pie para ver a la casera salir con una bolsa en el hombro, seguro que había escuchado todo lo que hablábamos ¿Qué le voy a decir ahora?
–Nos vio. –
Dijimos los dos al unísono, luego ella comenzó a balancearse sobre sus pies.
– ¿Quieres desayunar? –
Pregunté, Himiko asintió con la cabeza, luego dijo:
–Tengo que ir arriba un momento, espera por mí. –
Me dijo. Después de eso se dio la vuelta y volvió a subir por las escaleras. Su vestido no era demasiado largo ni demasiado corto, aun así, se balanceaba con la leve ventisca que entraba por la ventana. Esa imagen me trajo a la mente que ella podía estar esperando por una cita. Así que decidí que la invitaría a salir apenas hubiéramos terminado de desayunar.
Puse los platos en la mesa, pensando que Himiko había tenido un cambio muy brusco en su actitud, normalmente ella se enojaba mucho cuando se avergonzaba, pero esta vez se había puesto a llorar. Había escuchado que durante el embarazo, las mujeres cambian de estado de ánimo constantemente, pero era muy obvio que ese no era el caso ¿Qué podía estar pasando, que ella tenía esos cambios de humor tan extraños? Imposible saberlo.
––––––––––
–Volveremos antes de que comience la lluvia. –
Le aseguré a Oshizu–san. Himiko esperaba afuera, había decidido que lo mejor era invitar a salir a Kamakura. En realidad hacía bastante tiempo que no teníamos una cita real. Esta vez fue completamente diferente a la cita de la vez anterior, y a pesar de que ella conservaba esa majestad con la que se comportaba, tomó mi mano y sonrió.
– ¿No sientes vergüenza de que nos vean así? –
Pregunté, ella me miró por un momento.
–Tonto, estoy tratando de que no me moleste. –
– ¿Por qué? –
Ella giró sus ojos, como si le molestara explicar. De pronto, tuvo la excusa perfecta, hablo de que vio algo en la calle.
–Quiero un algodón de azúcar. –
Ordenó ella, señalando a la persona que estaba vendiéndolos, a menos de unos cuantos pasos. Fue muy obvio que ella quería evadir el tema.
–Tú tienes algo hoy. –
Le dije, cuando regresé con el algodón de azúcar. Desde que se levantó su comportamiento no era el acostumbrado, y eso me ponía algo nervioso, digamos que me había acostumbrado a tratar con Himiko de la forma que ella era. Estos cambios me preocupaban porque no sabía cómo debería actuar.
–No es verdad. –
Dijo ella, tomando una parte del algodón y colocándolo en su boca… eso me hizo suspirar. ¿Por qué no podía ser yo algodón de azúcar? Me preguntaba mientras miraba el dulce derretirse en su boca.
–Pensé que estarías enfadada conmigo por algo, luego te pusiste a llorar por algo que realmente no valía tus lágrimas. –
– ¿Quieres decir que no era importante? –
Preguntó ella inmediatamente ofendiéndose, al menos estaba volviendo a ser ella.
–Quiero decir que si, era importante, pero tus lagrimas son más valiosas que eso, no deberías derramarlas por algo así, normalmente cuando te avergüenzas te enfadas, esta vez fue bastante diferente… ¿Qué pasa? –
–No lloré porque estuviera avergonzada, tonto. –
Yo me quedé atónito. Si no lloraba por eso ¿Entonces que tenía? ¿Qué diablos les pasa a las chicas en este mundo? ¿No pueden ser coherentes por una vez en su vida?
–No comprendo. –
Ella suspiró, con esa cara que ponía cuando se daba cuenta de que había que explicarme cada cosa por separado para que yo entendiera. Estábamos caminando en dirección al centro comercial de Atsumori. Acabábamos de bajar del autobús y era media tarde.
–No quería que pensaras que soy desagradable, me dio mucho miedo. –
– ¿Por qué iba a pensar algo así? –
–Todos los hombres piensan así en algún momento, es decir, si una toma la iniciativa entonces es una mujerzuela. –
Me llevé una palma a la cara, recordando de nuevo que mi frente estaba herida con algo de dolor, luego suspiré, ella me miraba renuente, yo lo único que hice fue repetir lo que ya le había dicho.
–No voy a pensar eso de ti, no importa lo que pase. –
–Pues yo no lo sabía. –
–Aun así… –
–Eso me dio miedo. –
Me dijo, yo guardé silencio, me quedé mirándola fijamente por unos momentos.
–No me importaría que alguien desconocido pensara mal de mí, esas cosas no son importantes, pero tu… ah, no puedo, es vergonzoso. –
Se quejó ella, haciendo una pataleta al final, yo sonreí. Decidí que lo que sea que ella tuviera que le hiciera cambiar de humor, no iba a ser fácil de saber.
–Creo que entiendo. –
–Te dije que soy problemática. –
Aseguró ella, comiendo más de su algodón de azúcar, yo asentí.
–Me gustas así. –
–Masoquista. –
Se burló ella, porque de aceptar el cumplido hubiera estado demasiado avergonzada para mirarme. Mostró su lengua después. Yo asentí. Puede que lo fuera, al menos una parte de mi lo creía.
–Sí, sí, lo que digas, vamos ahora. –
Ella comenzó a caminar delante de mí por unos momentos, asegurándose de lucir su vestido frente a mí, quizá para asegurarse de que aun la encontraba atractiva, y se detuvo a unos cuantos pasos de distancia, volteando a verme y acomodándose el cabello detrás de la oreja.
– ¿Qué? –
Tenía tiempo que ella no decía eso. Yo sonreí mientras me deleitaba con su imagen iluminada por la luz del sol.
–Eres muy linda. –
Le dije, empezaba a ser una muletilla más que una respuesta a su pregunta, pero era lo que pensaba de verdad, no estaba respondiendo mecánicamente. Ella sonrió, hizo un ademán con la mano, y siguió caminando mientras decía:
–Ya sé… tonto –
Me dijo, girándose para que yo no pudiera verla, y apresurando el paso al caminar. Yo la seguí.