Capítulo 18: A pesar de los años.
Sucedió que un día, recién me levanté, (y había pasado más o menos una semana desde que fuimos en nuestra última cita) estaba lavándome los dientes cuando escuché la caja de música que le había regalado a Himiko sonar. No era común que ella la pusiera a sonar, y había que admitir que las pocas veces que había sucedido ella estaba muy feliz, o muy triste. No creía que pudiera ser la excepción, así que me apresuré a salir del baño y fui a buscarla.
–Buenos días. –
Me dijo ella cuando abrí la puerta de su alcoba, sin tocar. Un mal movimiento, pero a ella no pareció importarle. Parecía estar tranquila.
–Sabía que vendrías si la hacía sonar. –
Comentó ella, estaba parada junto a la ventana, mirando hacia afuera y cruzando los brazos, aún tenía puesta su pijama, a pesar de que era un día de escuela. En su rostro había una expresión que yo era incapaz de comprender. No era feliz ni triste, tampoco parecía enojada.
–Pudiste haberme llamado. –
Respondí, acercándome, ella negó con la cabeza al tiempo que se daba la vuelta.
– ¿Necesitas algo? –
Preguntó, aun sin mirarme.
–Que me veas. –
Respondí.
–Nada necesito más que tu mirada, Himiko. –
Ella volteó y me miró como había pedido.
– ¿Ibas al instituto? –
Preguntó. Y allí fue donde la situación se volvió extraña para mí. Lo digo porque el tono que usaba seguía siendo extrañamente formal, bastante frio.
–Vaya… sí, creo que sí, aunque veo que no estas lista… ¿Pasa algo? –
Ella se dio la vuelta inmediatamente, e hizo ademán de limpiarse el rostro con una de sus mangas. Su ropa interior se transparentaba en el pijama, pero decidí que no era momento de fijarse en ello.
–No quiero ir. –
Respondió, y diciendo esto, se tumbó sobre su cama sin mirarme, volvió a dar cuerda a la caja de música, y guardó silencio, mirando obstinadamente a la pared. Entonces decidí que no iría al instituto.
–Vete ahora. –
Me dijo, y evidentemente no me moví, me senté sobre su cama, en silencio.
–Creo que no tengo muchas ganas de salir ahora. –
Dije, a nadie en especial. Ella pareció enfadarse.
–No, no es verdad, estabas listo antes de que yo dijera esas cosas, ahora vete, no tienes que cuidar de mi como si fuera una niña pequeña. –
Me dijo, había rencor en su voz, así que lo que sea que tuviera, yo tenía que haberlo sabido, de otro modo ella no estaría enfadada. Pero no era coraje lo único que tenía.
–Nada pasará si falto un día al Instituto, por otro lado, me gusta cuidar de ti como si fueras una niña pequeña. –
Supuse que eso la haría sentirse mejor, lo suficiente para que pudiéramos hablar de lo que fuera que estuviera ocurriendo.
–Vete, no hay nada que puedas hacer en realidad, nadie puede. –
–De eso no puedes estar segura. –
–Lo estoy, no puedes hacer volver el tiempo. –
– ¿Es sobre algo que pasó? –
Pregunté, algo confundido, las cosas habían estado bien los últimos días entre nosotros, incluso había recibido un beso cada noche durante los últimos cuatro días.
–No quiero decirte, no quiero que lo sepas, no quiero… –
Himiko cubrió su cara con su almohada para que no pudiera verla, y comenzó a llorar. Quizá ella había hecho algo malo. Admito que un montón de ideas pasaron por mi cabeza, pero si no manejaba estas cosas con cuidado, no conseguiría sacarle una sola palabra.
–Ya sabes que no puedes pedirme que te ignore, mucho menos en esta situación, lo que sea que sea, te apoyaré. –
– ¿Podemos sólo fingir que el día de hoy no pasó? –
Suspiré. No entendía para nada lo que ella quería decirme. Me puse de pie, y luego bajé las escaleras para avisar a la casera que no había razón para apresurarse con el desayuno.
––––––––––
Fue en ese momento cuando sonó mi teléfono; era de mi madre.
No era un buen momento, pero no podía simplemente dejarlo sonar, mi madre se alteraría y esto se pondría peor.
…Moshi–Moshi.
…Moshi… Daitako, soy Mamá, ¿Vas camino a la escuela ahora?
No había necesidad de decir eso, el teléfono ya decía de quien era la llamada.
…Si bueno, verás, sobre eso… creo que no tenemos clases el día de hoy.
…¿Cómo es eso? ¿Por qué?
…La verdad es que no lo sé, no nos han dicho nada, sólo nos dijeron que no asistiéramos el día de hoy.
…Sospechoso.
…Como sea, hay cosas que tengo que hacer, madre.
…¿Me cortas así? ¿Qué te sucede?
Mi madre estaba comenzando a enfadarse, y lo entendía, yo realmente no estaba pensando lo que estaba diciéndole, pero todas estas cosas que yo tenía en la cabeza en ese momento no me permitían pensar con claridad.
…Tengo un problema con mi novia.
…Daitako te dije que…
Volví a interrumpirla.
…Ya sé lo que me dijiste, pero no pude evitarlo ¿De acuerdo? Las cosas salieron así, me gustaría que estuvieras aquí.
Eso hizo que el coraje de mi madre se detuviera.
…Bueno, lamento no poder estar allí de todos modos ¿Sucede algo importante?
…Creo que no, no lo sé a decir verdad, ella no quiere decirme, sólo está molesta o triste, no estoy seguro.
…¿Hiciste algo que pudiera ofenderla?
…No, llevo pensándolo todo el rato, pero no he hecho nada malo, así que creo que la cosa no es conmigo, no esta vez, por otro lado, no me gusta verla así.
…Bueno, es una chica, y las chicas a veces pasan malos momentos, en ocasiones ni ellas mismas lo comprenden ¿Es por eso que no irás al instituto?
Suspiré, después de cómo la había tratado, lo menos que podía hacer era decirle a mi madre la verdad, estaba seguro de que se enfadaría, sin embargo.
…Sí.
…Eso no está nada bien y lo sabes.
…Lo sé.
…Aun así lo harás.
…Sí.
…Muy bien, por esta vez no voy a enfadarme, solo te diré que no puedes hacer esto siempre, las chicas tienen, tenemos altibajos, y los hombres no pueden volverse irresponsables por ello ¿Comprendes?
…Lo entiendo madre, no sucederá de nuevo.
…Lo ideal sería que fueras con ella y le digas cómo te sientes, eso no le hará sentir mejor, pero al menos estarás a su lado y ella sabrá que puede confiar en ti, es lo mejor que puedes hacer en un momento como este. Puede que se enfade también porque estas siendo irresponsable, cualquier chica que te mire seriamente se enfadará, ten eso en cuenta.
Bueno. Entendía el punto de mi madre, en realidad a ninguna chica le gustaría que uno fuera irresponsable, por otro lado, yo sabía que esto no me iba a dejar estar, aunque fuera a clases, no iba a entender nada porque no había nada que fuera más importante que Himiko.
––––––––––
Después de haber sido regañado por mi madre fui regañado por la casera también, aunque de algún modo entendí que ella sabía lo que pasaba. Y después de recibir ambos regaños volví a la habitación de Himiko. Ella estaba mirándose al espejo.
–Pensé que te habías ido. –
Se quejó ella, mirándome con tedio. Yo sólo negué con la cabeza.
– ¿Es que no tienes responsabilidad? –
Preguntó enfadada. Yo me llevé una mano a la cabeza. ¿Es que todo el mundo iba a estar en mi contra el día de hoy? Pero, en cierto modo, lo que me dijo mi madre se había hecho realidad.
– ¿Has pensado que no todo en este mundo es responsabilidad? –
Pregunté, sentándome sobre su cama.
– ¿Y tú has pensado por un momento en cómo se siente saber que tu novio es un irresponsable? –
–Supongo que no, ya sabes que no entiendo cómo te sientes hasta que me lo dices, tengo ese defecto. –
Ella giró la cabeza, evitando mirarme. Yo permanecí sentado sin decir nada. Lo mejor que podía hacer era esperar, ella aún no se había cambiado.
–Dime Daitako… ¿te gusto? –
Me preguntó ella, era una pregunta un tanto tonta, o eso fue lo que creí, es decir, ella sabía cómo me sentía, se lo había dicho un montón de veces, y por encima de eso, era vergonzoso. Ella no parecía pensar lo mismo, es más, lo dijo con una cara muy seria.
–Claro que si… es d–decir, tú sabes lo que pienso de ti… no es un secreto… –
Titubeé al contestar, ella no se enfadó, sabiendo que era porque era vergonzoso, pero eso tampoco la animó mucho. Una lágrima volvió a resbalar por su mejilla. Ella seguía mirándose al espejo.
–Sé que soy bonita, pero quiero saber, si te gusta algo más de mí. –
No pensé que la conversación tomaría este rumbo, era algo difícil de sobrellevar, y siendo sinceros, subestimé la importancia del tema.
–Me gusta todo. –
Respondí, ella sonrió amargamente.
–Claro que si… –
Respondió ella, poniéndose de pie y quitándose la ropa. Me quedé completamente mudo. Nunca había visto a una chica desnuda, no completamente al menos. El impacto sobre mi cerebro fue brutal, me quedé sin palabras mientras ella tiró al suelo su ropa interior.
Fue tan fuerte la impresión, que por un momento me olvidé que ella estaba triste. No pude hacer nada, me quedé sentado como estaba, con las manos aferradas a sus sabanas, sin entender la razón de su comportamiento y sin preguntarme mucho que digamos. El corazón me latía a toda velocidad.
–Veo que te has impresionado, quería mostrártelo ahora, eres la primera persona que me ve de esta forma, graba esta imagen en tu cabeza. –
Asentí a cada cosa que decía sin pensarlo mucho, pero no me moví de mi asiento, porque no entendía que era lo que estaba pasando, ella comenzó a ponerse ropa después de eso. ¿Quería que viera su cuerpo? ¿Por qué?
Finalmente, al menos ya con la ropa interior puesta, ella continuó.
– ¿Sabes? Hoy es mi cumpleaños… –
Me explicó mientras se ponía una blusa que sacó de su armario sin pensarlo mucho. Si era su cumpleaños ¿Por qué no estaba feliz? Según yo, ella debería estar exigiendo regalos, no dándolos, pero no me dio tiempo a responder.
–Cumplo diecisiete años, y dicen que no hay nada más hermoso que una chica de diecisiete años… supongo que ni siquiera esa misma chica a los dieciocho. –
Y cuando dijo eso, comenzó a llorar. Yo me puse de pie, dudaba un poco en acercarme porque ella aun no terminaba de vestirse, pero ella se lanzó sobre mí, llorando.
–No sabía que era tu cumpleaños, pude haber preparado algo. –
Respondí, malinterpretando su llanto, ella negó con la cabeza.
–No quería que supieras, no me gusta que nadie lo sepa, es horrible… pero no puedo ocultarlo en realidad… –
–No comprendo del todo ¿Cuál es el problema? –
Pregunté, ella se separó un poco de mí, (lo cual agradezco porque estaba teniendo problemas en controlarme para no hacer alguna grosería) y se limpió las lágrimas.
–Las flores… se marchitan. –
Eso fue lo que me dijo, la miré extrañado, es decir, ella creía que… ¡Oh por todos los cielos!
–Mi belleza se irá algún día, seré fea y arrugada, nadie va a quererme así, ahora que he llegado a mi mejor época, no queda más que ir hacia abajo. –
Se quejó, lloriqueando como una niña pequeña. Yo sonreí, aquello era ridículo, aun en el caso de que tuviera razón, le quedaban aún muchos años por delante. Era irracional preocuparse por ello a esta edad.
–Estás siendo un poco dramática ¿No crees? –
Ella me miró con odio.
–¡No me entiendes! –
Me gritó, y dicho esto se arrojó sobre su cama, bocabajo y aún sin terminar de vestirse (maldición) siguió llorando. Me senté a un lado de ella, tratando de no mirar su trasero que estaba sólo con su ropa interior.
–Claro que no lo entiendo ¿Cómo voy a entender algo así? No tiene ningún sentido Himiko, tu belleza no se va a ir sólo porque envejezcas, podrías tener noventa años y seguirás siendo la misma mujer hermosa que eres ahora. –
–Mentiroso, eso no es verdad, las mujeres viejas no le gustan a nadie. –
– ¿A los hombres viejos? –
–Se conforman. –
Replicó ella.
–Claro que no… tengo un abuelo ¿Sabías? Y mi abuela está muy orgullosa porque dice que sigue siendo el mismo hombre que era cuando se casó, su devoción no disminuyó ni un poco, eso es porque le sigue gustando. –
Ese comentario hizo que Himiko dejara de llorar, aunque no volteó.
–Él es un hombre admirable. –
Admitió, sollozando.
–Es sólo un hombre, que se casó con la chica que le gustaba, es especial para él, como tú lo eres para mí. –
– ¿Y porque mi padre dejó a mi madre cuando se hizo mayor? ¿Por qué no se quedó con ella como era su deber? –
Se quejó Himiko, sabía que tenía que haber algún trauma detrás de todo ese lloriqueo sin sentido. Lo malo es que su argumento tenía mucho sentido. Yo acaricié su pierna, sin ningún deseo en realidad, lo hice porque su cabeza estaba del otro lado de la cama.
–Lo único que te puedo decir con certeza Himiko, es que no soy esa clase de hombre, no puedo hablar por los demás, hay de todo tipo de personas en este mundo… ¿Debería creer que estas comparándome con tu padre? –
Pregunté, ella se puso de pie violentamente y me abrazó con fuerza, metiendo mi cara entre sus pechos.
–No… eso nunca, nunca seas como él, lo que sea menos eso. –
Me dijo, primero se sintió muy bien, luego el aire comenzó a faltarme.
–Himiko yo… yo… –
Ella me soltó para escuchar lo que quería decirle.
–Creí que iba a morir. –
Dije tomando aire y suspirando.
–Oh, ¡Eres un exagerado! –
Me dijo ella, arrojándome lejos y sonrió. Estaba levemente ruborizada, luego se vio a sí misma un momento.
–Bien, se terminó la exhibición, he estado mostrando mucho por demasiado tiempo y aunque no me molesta, estoy segura de que en cualquier momento se puede salir de control. –
Me dijo, bajé la cabeza fingiéndome desanimado y comencé a caminar hacia la salida de la alcoba.
–Oye… –
Me llamó antes de salir, volvía a verse enredada con sus sentimientos. Me habló seriamente.
–No se lo dirás a nadie ¿Cierto? Que me has visto… –
Negué con la cabeza, ni siquiera tenía que preguntar esas cosas.
–Eres sólo para mí. –
Respondí y salí de allí. Alcancé a notar una sonrisa en su rostro cuando cerré la puerta tras de mí.
–––––––––
Bueno ni que hacerle, habría que buscar algo que hacer el día de hoy. Y a mí me fascina hacerme el que no entiendo nada, si yo ya sabía lo que quería hacer: salir con mi novia. Pero en esta ocasión tenía un grave problema con eso: No tenía dinero.
Es decir, tampoco soy millonario, y en realidad no podía decir que una cita con una chica como esa fuera algo barato. Lo peor es que tampoco podía culparla a ella, no del todo.
Simplemente el dinero desaparecía de mis manos cuando Himiko estaba allí.
Pensé en telefonear a mi casa y pedir algo de dinero, pero como acababa de decirle a mi madre que estaba con una chica, si le pedía dinero en este momento sería regañado. Necesitaba hacer algo pero ¿Qué?
Por si aquello no fuera suficiente preocupación, Himiko bajó luciendo espectacular, yo me quedé como un idiota mirándola caminar, despreciando incluso el piso por el que caminaba, hasta que se paró frente a mí.
–Bueno, ya estoy lista ¿Vamos a salir? –
Preguntó ella, yo bajé la cabeza, su mirada me puso algo nervioso y con el problema que tenía en la cartera, no estaba seguro de qué contestar. Ella se enfadó.
– ¿Qué pasa? ¿No quieres salir conmigo? –
Preguntó ella, extrañada, aquello si era bastante raro, si lo pensabas desde el punto de vista de ella, es decir, me estaba invitando a una cita y yo tenía la osadía de negarme. Por supuesto que ella se sentiría insultada.
–No es que no quiera salir, es sólo que… bueno, me he quedado sin dinero hasta el fin de semana, no sabía que era tu cumpleaños y… –
Ella levantó una mano.
–No menciones lo de mi cumpleaños, hagamos esto… si lo olvidas, sólo por la ocasión que es, invitaré yo… –
No creí que ella sería capaz de hacer eso, no pude entender hasta qué punto era ella tratando de salir, hasta qué punto estaba siendo amable y hasta qué punto le molestaba “su cumpleaños” pero como no tenía muchas opciones, asentí con la cabeza.
–Entonces… ¿Me veo bien? –
Preguntó después de sonreír, dando una vuelta para que su vestido (azul celeste, con holanes, como de una muñeca) volara con el aire.
–Te ves hermosa… aunque… tu escote… –
Bajé la cabeza al mencionar eso, estaba un tanto abierto del pecho, no era exagerado, como ahora se usa, pero si era un poco revelador, en su pecho blanco colgaba el collar de su familia. Ella sonrió pícaramente.
– ¿Qué tiene mi escote? Es para mantener tu mirada sobre de mí, ¿Debería cerrarlo? –
Negué con la cabeza.
–Has estado consintiéndome todo el rato… Himiko. –
Le dije cuando ella dio un pequeño salto e iba a volver a subir, imagino que por sus cosas para salir, su bolso y eso.
– ¿No te agrada? –
Preguntó ella, volteando, yo sonreí, no es que no me agradara, es que sentí que algo estaba diferente en ella.
–No me desagrada, al contrario… pero me gustaría saber ¿Por qué? –
–Esas cosas no se preguntan, son secretos de chicas. –
Respondió ella, y haciendo un Hmph (lo que era más normal en ella) subió las escaleras de nuevo. Yo me quedé allí. La casera abrió la puerta, llevando una bolsa de las que se usan para ir por las compras.
–Gracias chico… es la primera vez que la veo tan feliz en un día como este… –
Me dijo y cerró la puerta, antes de que yo pudiera contestar cualquier cosa. Pienso que la casera estaba seriamente preocupada por Himiko y me alegré un poco de que ella pudiera ser feliz como yo era, por el hecho de que Himiko fuera feliz.
Después de eso Himiko bajó, no se veía muy animada.
– ¿Ha pasado algo? –
Pregunté.
–La verdad, es que le pedí a la casera que comprara la comida del señor esponjoso y le di dinero para ello hace tres días, tampoco tengo demasiado. –
–No voy a pedir cosas Himiko, es solo para lo que pudiera presentarse, no tengo ninguna intención de que me consientas ni nada. –
– ¿Estás seguro? –
–Bueno, no es que podamos ir a un restaurante elegante con eso, pero podemos ir por helado, lo que me importa es estar contigo. –
Ella sonrió, de algún modo satisfecha, y abrió la puerta, yo la seguí, antes de salir, ella dijo con mucha seguridad:
–Tienes razón, con mi presciencia te basta para ser feliz. –
Poco a poco, ella iba recuperando su aire de princesa, que parecía haber perdido luego de todos estos cambios en su comportamiento.
–––––––––
Resultó que de todos modos ella pidió su helado del más costoso y grande que se pudiera pedir, yo tuve que darle el dinero al heladero, a pesar de que había sido la propia Kamakura quien me había dado ese dinero. Ella dijo que no se vería bien si era ella quien pagaba.
A cambio de eso, ella estuvo de lo más caprichosa durante toda la cita, se empeñó en escoger cada cosa como ella quería que se hiciera, la dirección de nuestras vueltas sin rumbo (en el parque, mientras ella terminaba su helado) el lado de la banca en donde ella se sentaba, y hacia donde quería que mirara yo; es decir, a ella.
Pienso que de lo que se trataba era de tener toda mi atención.
Yo atendí a todas sus quejas como se espera de alguien que sabe que cualquier cosa de esas le arruinará el día. Estaba consciente de lo sensible que pudiera llegar a sentirse el día de hoy y quería que ella se sintiera especial.
En ese momento sonó mi celular. Era Yamaki.
– ¿Quién es? –
Preguntó Himiko, mirándome con ojos asesinos.
–Una compañera de clase, Yamaki. –
Respondí simplemente, ella retiró su mano de la mía.
–Bien, puedes hablar. –
Dijo, yo negué con la cabeza, seguramente no era importante.
–No quiero hablar con ella. –
– ¿Es cercana a ti? –
Preguntó de nuevo Himiko, la verdad es que no sabía porque ella le estaba dando tanta importancia si yo incluso había guardado mi teléfono, decidí decir la verdad.
– ¿Recuerdas ese día en que no fui por ti a la escuela y que me reclamaste que me fui con una chica? Ella es la chica. –
–Y va en tu salón. –
–Bueno, sí. –
–Es más joven. –
La cosa se fue al diablo demasiado rápido para que yo pudiera seguirla. No entendí porque de un momento a otro ella ya estaba peleando conmigo.
–Si pero… eso no tiene nada que ver. –
Le dije, ella apartó la mirada. De verdad que no comprendía nada.
–Mentiroso… me estaba preguntando cuánto tiempo ibas a tardar en romper tu promesa. –
–No la he roto, y en ningún momento te dije una mentira. –
–Claro que sí. –
Replicó ella, eso ni siquiera era un argumento, solo estaba allí… plantada en su posición, esa posición inamovible que ella tenía siempre que estas cosas pasaban.
–De acuerdo… ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué hago para que me disculpes? –
Por algo que yo no hice, es lo que quería decir, pero me faltaba valor, y sabía que en estos momentos, contrario a lo que demostraba, se sentía muy insegura. Cualquier trauma que tuviera al respecto, no iban a bastar unas cuantas palabras bonitas.
–Bésame. –
Me llevé la mano a la frente, es decir, estábamos en público, y en un parque, no menos.
–Himiko, estamos en público. –
Reclamé.
–Pues no me voy a mover de aquí, hasta que no me des un beso, y tú tampoco lo harás, ¡Ya estoy harta de que siempre me dices cosas bonitas y luego vas y haces lo que te viene en gana! –
Solo para futuras referencias, ella había actuado de esa forma todo el día, el coraje era ahora superficial, puedo decir que ella quería un pretexto para que la besara.
–Bien, al demonio entonces… –
Respondí, levantándome y parándome frente a ella, ella me miró retándome. Yo la tomé de las muñecas y quité sus brazos del camino, sin mucha fuerza, pero firme.
–Espera… yo no estoy lista. –
Mustió, su mirada cambió por una infantil, tuvo miedo por un segundo, pero cuando acerqué mi cara a la suya ella cerró los ojos. Y la besé.
Pude sentir como su cuerpo se relajó poco a poco a medida que la besaba, sus manos también se relajaron y de estar tensas por la violencia con la que las había quitado del camino, acabé sosteniéndolas para que ella no derramara el helado que aún estaba comiéndose. Y entonces sentí una lagrima resbalar en su mejilla.
No parecía tener ganas de detenerse así que no lo detuve, incluso usé mi lengua un poco, Himiko no se quejó, al contrario, comenzó a mostrarse insistente en seguir el beso, buscando mis labios con los suyos, así que no me detuve. Fue un beso muy largo, unos niños que pasaban por allí hicieron comentarios, no les presté atención, pero ella sí lo hizo, y se separó, bajando la cara. Yo me retiré también y suspiré.
– ¿Era eso lo que querías? –
Pregunté, ella me miró con los ojos inundados en lágrimas, y me dio una bofetada, muy leve por cierto.
–Atrevido. –
–Pues no me voy a disculpar. –
Dije, sentándome, haciéndome también el enojado, ella se puso de pie después de eso.
–Vámonos ya. –
Dijo ella, mirándome con vergüenza más que con coraje.
–Retira lo que dijiste de que mentía. –
–¡No quiero! –
Comenzamos a discutir a medida que avanzábamos, de algún modo sentí que esto estaba bien, es decir, comparado con todo lo que había pasado, esta era una discusión muy dulce. Después de cruzar una calle, la tomé del brazo.
–Retíralo o volveré a besarte. –
Ella me miró sorprendida.
– ¿Aquí? ¿Frente a todo el mundo? –
Preguntó ella, quizá olvidando lo que acababa de hacer, o pensando en su propia conveniencia al no retirar la afirmación. Yo asentí con la cabeza, poniendo cara seria.
Finalmente, su vergüenza pudo más.
–Lo retiro. –
Dijo, bajando la cabeza, luego se soltó y comenzó a caminar, yo la seguí.
–Dime la verdad ¿Pensabas en mi cuando me besabas? –
Preguntó, no parecía muy segura, yo me detuve por un momento, y cuando ella vio que me detenía se detuvo también.
–Himiko, sólo pienso en ti, siempre, no veo porque ibas a sentirte insegura ahora. –
–Ella te llama por teléfono. –
Se quejó.
– ¿No te parece que el hecho de que yo no contestara, tiene que significar algo? –
–Entonces ¿Soy sólo yo? ¿Sólo te gusto yo? ¿Me besarás sólo a mí? –
–Todas esas preguntas tienen una sola respuesta y es “si”. No voy a cambiar de parecer, tú lo has dicho antes, no puedo hacer nada sin ti. –
Esas palabras hicieron que su rostro se iluminara, al parecer las había olvidado, junto con esa seguridad que ella siempre tenía y que me encantaba tanto.
–Qué bueno que lo sepas. –
Respondió y seguimos caminando, al menos ahora ella iba sonriendo, aunque de todos modos no me mirara. Pero no se trataba de que ella me miraba, se trataba de que ella estuviera feliz y así poder mirarla yo. Por el momento, eso me bastaba.