Capítulo 20: Recuerdo Familiar
Entramos riendo y lo primero con lo que nos encontramos fue con que la casera estaba enfadada. Era de suponerse.
–El señor ha llamado esta mañana, ha dicho que la escuela les ha reportado que estuviste enferma ¿Qué se supone que diré si no estás aquí? –
Preguntó la casera, dirigiéndose exclusivamente a Himiko. Yo volteé a verla, y ella giró los ojos aburrida.
–No quería ir al instituto ¿Por qué es eso tan grave? –
Preguntó ella, y entonces la casera volteó a verme a mí.
–Espero que no estés pensando en hacer lo mismo que ella, niño, tendrá problemas si sigue faltando a clases sin razón, el señor estaba muy enfadado. –
–Bien por él. –
Respondió Himiko, subiendo las escaleras. Yo permanecí unos momentos en la sala de estar. El problema real es que las personas de hace unos momentos eran hombres de su padre, que seguramente le reportarían que nos habían perdido de vista. Eso podía provocarle problemas a Himiko, pero ella parecía empecinada en tener problemas con su padre, es como si disfrutara provocándolo.
–Esa niña no va a comprender así, necesita algo de disciplina. –
Dijo la casera enfadada.
–Con todo respeto, Oshizu–san… creo que es algo tarde para ello, no creo que ella lo esté haciendo sólo porque sí, me parece que ella desea tener este problema. –
–Su padre puede ser alguien verdaderamente problemático si se lo propone. –
Respondió Oshizu–san, batiendo la cabeza con pena. Una parte de mi quería subir a persuadir a Himiko para que se disculpase con su padre, la otra pensaba que Himiko tenía razón. Después de todo, yo me había hecho a la idea de que su padre era una mala persona.
Otra cosa es que su padre era su padre, y yo aún me negaba a creer que el hombre no la quisiera, fuera de la forma que fuera.
–Tal vez tú puedas persuadirla. –
Comentó la casera, volviendo a la cocina.
–Tal vez. –
Respondí yo, subiendo las escaleras, y no muy seguro de que fuera posible, no sin hacerla enfadar, y tampoco convencido de querer hacerlo.
––––––––––
Pasada la hora de comer, estábamos ambos en mi habitación, ella hablaba por teléfono con alguien, no pude saber quién era, pero era la voz de una chica, de una mujer, más bien dicho. No creo que fuera su madre porque ella la llamaba por su nombre.
No habíamos hablado del tema en todo este rato, y después de pensarlo me decidí a olvidarlo. Lo único que no querría en ese momento es que Himiko pensara que estaba poniéndome de un lado que no era el suyo.
Ella colgó el teléfono.
– ¿Y bien? ¿Qué vamos a hacer? –
Volteé a verla, ella sonreía, parecía que estaba satisfecha con lo que había pasado por la tarde.
– ¿Quién era? –
Pregunté, ignorando su pregunta.
–Una empleada de la casa de mi abuelo, me ha dicho que mi padre estaba muy enfadado hace un rato, pero no le explicó a nadie por qué, yo le he explicado lo que sucede. –
–No le has dicho en ningún momento que no has ido a clases. –
–No tiene que saberlo. –
Dijo Himiko, acercándose a mí, me dio un beso en la mejilla, era evidente que quería olvidarse del tema. Lo que era más, ella pretendía olvidar todos los temas en ese momento, excepto uno.
– ¿Y eso porque? –
Pregunté, riéndome levemente, ella se llevó la mano a los labios, dubitativa.
–No sé. –
Me dijo, retrocediendo y colocando sus manos atrás. En ese momento recordé lo que habíamos hablado mientras ella estaba en mi escuela.
–La casera está abajo. –
Repliqué, sin muchas ganas de replicar, a decir verdad, ella infló sus mejillas con coraje.
– ¿Y entonces que quieres que haga? –
Preguntó, comenzaba a molestarse.
–Tú quieres que nos atrapen. –
Le dije, acercándome a ella y tomándola de las manos.
–Dijiste que… –
–Sí, lo dije, y lo sostengo, como todo lo que digo, pero no puede ser aquí, y no puede ser ahora. –
La verdad es que el corazón me latía con tanta fuerza que sentí que me daría un paro cardiaco. Admito que una parte de mi excusa era un pretexto para huir, pero aun con todo, lo que menos quería es que hubiera problemas, mucho menos de esta índole.
– ¿Cuándo entonces? –
Preguntó ella, haciendo una pataleta. Yo me puse a pensarlo.
–Bueno, tiene que ser en un momento en que no estemos cerca de la casera, ella a veces sale por la noches, pero no podemos saber cuándo saldrá o cuando regresará. –
–Ya se todas esas cosas, he preguntado ¿Cuándo? –
–Dentro de dos días será fin de semana, podríamos estar en otro sitio sin preocuparnos. –
– ¿Cómo un hotel de amor? No quiero eso… –
No le pregunté por qué no le gustaba la idea, la verdad es que yo tampoco tenía la confianza de ir a un sitio como ese y pedir una habitación, seguro que me acobardaba.
–Bueno, aún tengo que presentarte a mi familia… –
Himiko fue cambiando su expresión poco a poco a medida que iba entendiendo lo que estaba proponiéndole.
–Pero tus padres estarían allí, sería la misma situación. –
Se quejó.
–Me las arreglaré, pero será mucho más fácil allá. –
La verdad es que todavía no estaba seguro de que mi madre fuera a permitirlo así como así, o incluso que accediera a dejarnos solos, pero también tomaba en cuenta que tenía que ser mucho más fácil cuando nadie se oponía abiertamente y que te amenazaba con un cuchillo al día siguiente.
–Bien entonces, si no hay más opción, acepto eso. –
Se quejó ella, de todos modos tenía que quejarse. Pero aquello ya no era un coraje. Suspiré mientras pensaba en la discusión que me había evitado.
–––––––––
Dos automóviles se detuvieron frente a la casa. Uno de ellos era fácilmente reconocible porque era el mismo auto que nos había seguido por la tarde, y aunque era de noche, la luz de las calles era todavía la suficiente para reconocerlo. Supuse que estábamos en problemas, y supuse bien.
Cuatro personas bajaron de los automóviles. Todos vestían de traje ¿Cuatro hombres para tratar con una chica adolecente? Me preguntaba, Himiko se acercó a la ventana.
–Ah, así que ya está aquí. –
Comentó, sin el menor signo de sorpresa.
– ¡Lo sabía! Querías que nos atraparan, y tu padre, nadie menos. –
–No me hubiera importado. –
– ¡A mí sí! –
Le reclamé, ella se retiró de la ventana, yo la seguí.
– ¿Por qué? Sólo hay que saber cómo tratar con gente como él. –
Me dijo y me besó, incluso usó su lengua. A esta chica le excitaba el peligro. Me di cuenta de una de las peores formas posibles. La casera dijo algo a tres de ellos en la puerta. Pude escuchar como el cuarto de ellos comenzó a subir las escaleras, y Himiko no se detenía.
–No me vas a abandonar ¿Cierto? –
Preguntó ella, deteniéndose cuando escuchamos golpes en la puerta, pero no en la mía, sino en la de ella. Tragué saliva.
–No. –
Le dije, ella sonrió.
–Bien entonces. –
Dijo, dándome la mano, corrió hasta la puerta y la abrió con violencia.
–Estoy acá. –
Dijo ella, un hombre alto y de cabellos castaños, bastante más claros que los de su hija volteó a vernos con los ojos encendidos en coraje.
– ¿Qué demonios crees que estás haciendo? –
Preguntó el hombre, y entonces reparó en que yo aún estaba tomándola de la mano, aquello sólo sirvió para acrecentar su coraje.
– ¿Tú quién rayos eres? –
Preguntó el hombre, casi gritando.
¿Alguna vez alguien ha tenido nervios al conocer a sus suegros? Bueno, creo que eso era lo que yo sentía, eso y que moriría, pero Himiko presionó mi mano ligeramente, yo estaba sudando, volteé a ver a mi novia, quien me sostenía de la mano y miraba al hombre, retándolo.
Suspiré.
Era un buen día para morir.
–Mi nombre es… Tento Daitako, soy el novio de Himiko. –
Aquello le cayó como un balde de agua fría, pude ver como algo dentro de él se revolvió en ira y desconcierto.
– ¿Su… novio? –
Preguntó el hombre, como tratando de entender lo que estaba diciéndole. Himiko agregó.
–Lo es, soy una mujer ahora ¿Sabías? –
De acuerdo, incluso lo dijo de un modo que sonaba indecente, desde cierto punto de vista.
– ¿Y cómo se te ocurrió que podías hacer algo como esto? –
Preguntó el hombre, todavía aturdido por lo que estaba pasando, la casera subió en ese momento, me imagino que con algún mensaje urgente para Himiko, sólo que ella ya estaba hablando con su padre. Era imposible no darse cuenta del parecido entre ellos.
La casera se detuvo al ver al señor Kamakura mirar a su hija con los ojos llenos de rabia.
–Lo que yo haga con mi vida no es asunto tuyo. –
Respondió Himiko, sin soltarme de la mano y evadiendo su mirada con un “Hmph” justo como lo hacía conmigo en ocasiones.
–Eso no tiene nada que ver con lo que has hecho, resolveré este asunto después… Tento–san, quiero hablar con mi hija a solas. –
La casera me tomó del brazo, obedeciendo la orden que el señor había dado. Himiko dio la contra–orden.
–Daitako puede quedarse, no vas a enviarlo fuera, lo que sea que quieras decirme, puedes decirlo aquí, después lárgate. –
Espetó Himiko.
–No pienso tolerar que mi propia hija me insulte de esa forma. –
Se quejó el señor al ver que no me movía de donde estaba. Era estúpido que me pidiera algo como eso, es decir, creo que todos sabían, que de haber dejado sola a Himiko, ese habría sido el final de mi relación con ella. Hasta el más idiota de nosotros (posiblemente yo lo era) podía ver eso.
–Tampoco voy a tolerar que me digas que puedo y no puedo hacer, ya te lo dije, estoy por mí misma ahora. –
–Aun eres mi hija, eso no puedes cambiarlo. –
Replicó el hombre, por el momento, haciendo caso omiso de que yo estaba allí.
–Tampoco puedes cambiar el hecho de que te odio, de todas formas tienes a Mikako, no me necesitas para nada. –
– ¡No metas a tu hermana en esto! –
– ¡No es mi hermana! –
La cosa se puso más tensa aún en ese momento. Esperen un minuto ¿Hermana? Eso fue lo que dijeron, no hay confusión. Finalmente el hombre batió la cabeza.
–Ya te lo dije antes, no voy a volver, no quiero saber nada de ti, es mi vida ahora. –
–Echarás tu vida al demonio antes que obedecer ¿cierto? –
–Lo haré, y disfrutaré viendo como lloras por ello. –
Aquello era demasiado resentimiento para que yo pudiera manejar. De la misma forma que Himiko antes, ahora yo presioné su mano levemente, y Himiko suspiró.
–Agradecería que te vayas de aquí, estoy ocupada con él ahora… no tengo tiempo para prestar a las impertinencias de un viejo loco como lo eres tú. –
Y diciendo esto me haló del brazo y cerró la puerta detrás de nosotros.
––––––––––
Suspiré al encontrarme de nuevo a solas con Himiko, aunque por supuesto sabía que afuera aún estaba su padre.
–Vaya, eso fue aterrador. –
Comenté, a la nada en realidad, pero obviamente ella me escuchó, se rio levemente.
– ¿Cómo es que ese hombre puede parecerte aterrador? –
Preguntó ella, no estaba asustada para nada, todo lo contrario, parecía divertirse, sin embargo, respiraba con dificultad.
–No se trata de que sea “ese” hombre en particular, se trata de que es tu padre, es la primera vez que lo veo, pensé que… –
Comencé a decir, ella se acercó a mí, asegurándose de que sus pechos rebotaran mientras lo hacía.
– ¿Qué? ¿Qué no iba a aceptarlo? ¿Y que con eso? –
– ¿No es importante para ti? –
Pregunté. Al menos para mí sí lo era, o eso era lo que yo creía. En realidad lo único que era importante para mí era Himiko. Lo he dicho antes, si ella decía que algo estaba bien, entonces lo estaba.
–Claro que no. –
Respondió ella, y se dio la vuelta de nuevo, luego fue a tumbarse sobre la cama, con una sonrisa de satisfacción. Se escuchó un crujido en la puerta.
–No pienses que el problema desaparecerá sólo porque has cerrado la puerta, Himiko. –
Gritaron desde fuera. Evidentemente su padre. Creo que el hombre tenía las fuerzas (o las personas con las fuerzas) para derribar la puerta si lo deseaba, pero creo que estaba conteniéndose para no parecer irracional y que esto se saliera de control.
Me sobresalté cuando escuché el grito del señor, pero luego de mirar la reacción despreocupada de Himiko suspiré. Si no era importante para ella, entonces no lo era para mí.
Pasaron algunos minutos luego de que escuchamos que el señor se fue.
– ¿Pasa algo? –
Preguntó ella, mirándome coqueta. Creo que esperaba que fuera hasta donde ella estaba y la besara, o algo. Pero lo cierto es que en ese momento no pude contener la duda.
–Dime algo, Himiko… ¿Qué quiso decir con “Hermana”? –
Pregunté. Luego de todo lo que había pasado, creo que me insultaba un poco no saber. Es decir, yo era su novio, eso tenía que ser importante.
Ella me miró en silencio, como si estuviera considerando la idea de decirme o no. Luego decidió que era digno de saberlo.
–Sabes que mi padre abandonó a mi madre ¿cierto? –
Preguntó, yo asentí, a sabiendas de que era su forma de comenzar la conversación. Himiko se puso seria y se sentó sobre la cama.
–Mi madre era una buena esposa, y yo era muy joven para entender lo que estaba pasando, cuando mi madre se fue sola a vivir a Osaka, yo no tuve la opción de ir a donde ella… Eso hizo que yo llegara a pensar que había sido mi culpa. Ahora entiendo que la razón de que mi padre la abandonara iba mucho más allá de mi capacidad de comprender las cosas que pasaban a mi alrededor, pero en aquel momento, yo pensé seriamente que era mi culpa, y lo pensé aún más cuando mi padre trajo a vivir a una nueva mujer a nuestra casa. –
Himiko bajó la cabeza, como si estuviera tratando de recordar.
–La mujer no pertenecía a nuestro hogar, y yo hice todo lo que pude por echarla, pero entenderás que los esfuerzos de una niña de nueve años no pueden hacer realmente nada. Ya para aquel entonces mi abuelo, que nunca estuvo de acuerdo con la separación, me protegía de los constantes regaños de mi padre por las cosas que le hacía a aquella mujer, diciéndome siempre que no era mi culpa, que mi padre era un hombre que no sabía lo que hacía, y que nada tuvo que ver conmigo. Nunca lo creí realmente, y comencé a deprimirme por mi… ineficacia al intentar reunir a mi familia otra vez. –
Confesar eso puso lágrimas en los ojos de Himiko, cosa que yo no veía a menudo si no era por mi culpa, no estaba seguro de que decir y probablemente no me correspondía decir nada.
–Una vez “intenté” matarla. –
Confesó luego de ello, yo me senté al lado de ella y tomé su mano. Puede que no tuviera derecho a decir nada, pero en cierto modo lo entendí, eso no hizo que perdiera su… matiz horrible, de todos modos.
–Yo creí que si ponía veneno para ratas en su comida moriría, fue a dar al hospital, pero eso fue todo… eso fue todo lo que pude hacer. –
– ¿Qué sucedió luego? –
Pregunté, en voz baja, había comenzado a acariciar su cara, ella no me detuvo, siguió hablando, alzó una mano por un momento, en señal de desesperación.
–Lo que supone que suceda, cuando yo tenía diez años, ella dio a luz a una pequeña. Fue como si toda mi culpabilidad y toda mi… incompetencia tomaran forma humana, envuelta en una manta color azul celeste: Mikako. –
–Es hija de otra mujer. –
Himiko asintió, sonriendo amargamente luego, y mirándome con lágrimas en los ojos. Era una sonrisa rara.
–Mi padre le cuidó después de ello como a su hija, mientras yo me veía hacinada en el olvido, creo que su nacimiento fue lo que me hizo entender que mi madre jamás volvería. –
Explicó Himiko.
– ¿Le odias por ello? –
–Es la hija de otra mujer. –
Respondió ella, renuente y apretando los puños, luego suspiró, negando con la cabeza.
–Era un bebé, y entiendo que ella no tiene culpa alguna, además ya tiene suficiente castigo, no la odio, no como yo desearía, pero… Nunca será mi hermana. –
Explicó. En cierto modo entendí su punto, no estaba seguro de cómo se sentía ella al respecto, pero sé cómo me sentiría yo si mi padre tuviera un hijo con otra mujer. Hubo unas palabras que no comprendí muy bien, Himiko dijo “suficiente castigo” ¿A qué se refería? No quise preguntar en ese momento.
–No creo que tengas que aceptar algo así. –
Eso fue lo que le dije. Bastante escueto, si cualquiera me lo pregunta, pero lo he dicho antes y lo repito, yo era ajeno a muchas cosas que ella tenía en su vida diaria. Esa fue la primera (y única, yo creo) vez que me alegré de ser ajeno a esta clase de cosas.
–No hacía falta que lo dijeras, ya lo sé. –
Dijo ella girando la cabeza esquivamente para evitar mirarme. Yo había comprendido que cuando ella hacía eso es porque quería decir todo lo contrario. Imagino que se sentía bien encontrar a alguien que la apoyara, que estuviera de su lado, sin importar si ella estaba bien o mal.
No lo hacía por quedar bien, lo hacía porque me había dado cuenta de que, con lo poco que sabía sobre el mundo, muy probablemente no me correspondía emitir un juicio acerca de nada. Por otro lado, la amaba.
–Eres mi niña consentida. –
Ella volteó inmediatamente a esa afirmación. Yo aún la sostenía de la mano, ella estaba roja como un tomate, y tenía lágrimas en los ojos, de una índole muy distinta a las de hacía un momento.
– ¿Tuya? –
No la solté, la miré a los ojos, y asentí con la cabeza. No pudo evitar la sonrisa.
– ¡Mira las cosas que estás diciendo! Tuya… si como no… –
Respondió ella acalorada, pero no me soltó.
–Mía. –
Repetí, sin dejar de mirarla. No sé en qué momento me volví tan valiente, posiblemente era la emoción del momento, posiblemente fue en ella me pareció la chica más frágil que pudiera existir, porque yo estaba viendo a través de todos sus gestos, y lo único que había era una niña dulce y hermosa, que había encontrado en el orgullo una salida hacia todo lo que sentía.
Pero ahora que estaba a mi merced, lo único que quería es que nada le hiciera daño, comencé a temblar a medida que subía mis manos hasta sus hombros y la atraía hacia mí con delicadeza.
–Tuya. –
Dijo ella, con voz temblorosa, y se dejó abrazar. Se separó después, mirándome con recelo.
– ¿Aun con todo? –
–Te amo, ya lo sabes. –
– ¿Siempre vas a estar a mi lado? –
Preguntó ella, era de suponerse, no quería que le ocurriese lo mismo que a su madre. En este caso, el futuro era más importante que sólo el presente, dijo esas cosas pensando en algo duradero. Y aunque nunca había pensado de otra forma, sentí que era un buen momento de decirlo.
–No podría vivir sin ti. –
Respondí, a sabiendas de que esa afirmación resultaba un tanto… desagradable. Pero sin duda que ella entendería a qué me estaba yo refiriendo.
–Tú no puedes hacer nada sin mí. –
Replicó Himiko, a punto del llanto.
–No, no puedo hacer nada sin ti. –
–Eso te hace mío. –
No tenía ninguna objeción con eso.
–Así es. –
– ¡Entonces bésame! –
Reclamó ella, algo fastidiada de tener que decir todas esas cosas vergonzosas, yo pienso. Obedecí, como a todo lo que ella me ordenaba, ella respondió el beso, que duró un buen rato, y cuando se separó, las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
–Mío. –
Dijo ella y volvimos a besarnos. Esa afirmación le había gustado más de lo previsto. Pero consagraría mi vida a hacerla feliz si eso era lo que era necesario. Estaba tocando a una estrella con las manos, tendrían que arrancarla de mis brazos sin vida para permitir que se fuera.
Nos separamos por un momento, y limpié una de sus lágrimas con la mano, ella estaba roja de la cara y no quería mirarme. Después de unos momentos de silencio extraño. Himiko se puso de pie, y llevándose las manos al cuello se quitó su collar y me lo puso al cuello.
Lo permití porque estaba tan anonado por la acción que no entendí lo que estaba pasando hasta que el símbolo del clan Kamakura colgó reluciente sobre un pecho que no era el de ella.
–No puedes hacer eso. –
Le dije, a punto de quitármelo, ella me detuvo con un beso fugaz en los labios.
–Ya sabes cómo son estas cosas, soy yo quien decide lo que hago con él, es mío, y yo tuya. –
Me dijo, y diciendo eso hizo sonar la caja que le había regalado. Era la balada de Davy Jones, todo el mundo sabe de qué canción se trata.
–Quiero que lo lleves para que siempre recuerdes a donde perteneces. –
–Pero es un recuerdo familiar. –
Insistí, ella comenzó a enfadarse.
–Quiero que lo tengas puesto tú, es en serio, la única persona que puede llevarlo aparte de ti, es mi hijo. –
–Nunca me lo quitaré. –
Le dije, esperando no tener que cumplir esa promesa, sonreí amargamente, porque sabíamos que, en el mejor de los casos, esa promesa tendría que romperse en algún momento. Creo que ella entendió que era válida hasta entonces.
––––––––––
Luego se alejó de donde yo estaba y abrió un baúl que ella tenía en el fondo de su ropero. Allí había un par de cosas que me llamaron la atención.
–Estos son mis otros recuerdos familiares, los traje aquí para evitar que mi padre se deshiciera de ellos, luego de que mi abuelo murió. –
Eran cosas increíblemente valiosas como para deshacerse de ellas. Había una Kodachi allí, una fotografía de un soldado, con uniforme de sargento, que seguramente era su abuelo, una medalla, y varias otras cosas. ¿Por qué ella tenía estas cosas? Tendrían que estar en un museo. Pero hasta yo comprendí seguramente un museo no apreciaría el significado completo de estas cosas. Estas cosas eran lo que Himiko guardaba como recuerdo de alguien amado.
–Todas esas cosas son demasiado importantes para permanecer en un baúl. –
Le reclamé, admirado por la cantidad… extraña de cosas que tenía.
–Lo sé, pero no tengo a donde llevarlas, no es como que sean cosas que uno puede utilizar en su día a día, y mi padre pretendía venderlas. –
– ¿Por qué? –
Pregunté, realmente no podía creerlo, pero sonreí dentro de mí, entendiendo que esto es a lo que Himiko se refería con decir que su padre había llegado al extremo de la codicia. Intentó vender los recuerdos de su abuelo.
–Porque para él no significan nada, trabajó mucho para deshacerse del legado familiar, incluso hizo tratos con chinos, a quien mi abuelo despreciaba tanto. –
– ¿Porque era soldado? –
–Él decía que los chinos eran como animales, no tenían honor, ni principios, eran seres despreciables, yo no creo que hayan cambiado nada. –
“Él decía” dijo. Yo sabía que Himiko lo creía.
– ¿Y los americanos? –
–Bueno… él estuvo estacionado en Hong Kong y Taiwán hasta el final… creo que no luchó nunca contra los americanos, o yo no recuerdo que él me haya contado algo de eso alguna vez. –
Explicó, parecía buscar algo.
–Tu abuelo era un gran hombre. –
Comenté, mirando una foto de una mujer, la foto estaba raída y un poco velada, pero aún se notaba la belleza de la chica de la fotografía, muy posiblemente la abuela de Himiko.
– ¿En verdad lo piensas? –
Preguntó ella, ilusionada, yo asentí, y entonces ella encontró lo que estaba buscando. Era un anillo, probablemente plata, con el símbolo de su clan. Se lo puso en el dedo. Era bastante pequeño y discreto, no resaltaba para nada como el collar, pero ella parecía contenta de llevarlo.
Creo que pudo haberme dado el anillo y conservar el collar, pero también entendí que ella quería que lo que yo trajera fuera muy obvio, no algo que pudiera quitarme en el momento en que lo deseara. En otras palabras, llevar este collar al cuello sería la prueba de que le soy fiel, cualquier chica preguntaría por él si me lo viera atado al cuello, el anillo era fácil de ocultar.
–No puedes decirle a nadie que tengo estas cosas aquí. –
Comentó Himiko, quizá era una forma de hacer conversación, no creo que Himiko hubiera olvidado que, en realidad, yo no tenía a quien contárselo. Aunque puede que también hablara por el hecho de que había un arma entre todas esas cosas.
–Himiko, no hay nadie a quien decirle, es nuestro secreto. –
–No lo digas así. –
Respondió ella, no enfadada, pero si sonrojándose, cerró el baúl y nos volvimos a sentar, esta vez en una de las sillas que había en su escritorio.
–Lo haces sonar raro. –
Añadió quejándose, yo sonreí, me acerqué a ella y la besé de nuevo.