Capítulo 24: El ultimo autobús.
Lo primero que recuperé a la mañana siguiente fue mi pudor. Himiko solía ser dormilona y cuando dormíamos juntos yo despertaba primero. Empezaba a habituarme a ello porque el hecho de que ella despertara antes que yo siempre quería decir que algo no andaba bien.
Cuando sales con una chica como ella las cosas son siempre de una forma, ya fueran las opiniones, los gustos o los ademanes, siempre tenían un significado claro. Era algo que me agradaba de su forma de ser.
Suspiré recordando lo que había pasado la noche anterior, preparándome mentalmente para un resultado parecido al de la última vez, después de todo, aunque sin mucha experiencia, ella fue muy atrevida. Pensaba en lo que le diría, en lo que haría, para convencerla de que lo que había pasado, estaba bien como era.
Himiko se movió un poco acomodándose sobre la almohada que habíamos compartido, podía ver un poco de su saliva sobre sus labios, que siendo sinceros me tentaron un poco a darle un beso, pero la sola vista de su rostro me parecía tan adorable, que pensé que no valía la pena despertarla por algo que podría tener en el momento en que yo quisiera.
–Daitako. –
Ella dijo mi nombre, con los ojos cerrados, y en voz tan baja que no pude discernir si estaba llamándome o estaba soñando. Aunque el pensar que soñara conmigo me dio algo de vergüenza, fue por eso que le contesté.
– ¿Qué pasa? ¿Necesitas algo? –
–Tengo hambre… Quiero pastel. –
–Tú siempre con tus dulces. ¿Cuánta gente en el mundo comienza su día comiendo pastel? –
–Yo quiero… –
Me dijo, moviéndome para que me bajara de la cama, empujándome, pensaba ella.
–De acuerdo… conseguiré pastel. –
–Con fresas. –
Era una niña consentida, de eso no había duda. Otra cosa es que comenzaba a pensar que ella estaba acostumbrada a los mimos que YO le daba, porque nadie en el mundo, iba a darle a una señorita, pastel por desayuno, por mucho que le quisiera.
De todos modos conseguir pastel un domingo a las ocho de la mañana no iba a ser sencillo, de todos modos aun debería tener la bicicleta que usaba cuando iba al colegio. Así que me puse de pie, sentí frio, y me vestí para luego salir de la habitación. Me lavé la cara, y allí fue cuando apareció mi madre.
– ¿A dónde se supone que vas? –
Preguntó ella, yo voltee a verla.
–Himiko quiere pastel. –
Respondí, mi madre arqueó una ceja.
– ¿Y? –
Preguntó, consternada.
–Iré a conseguir pastel. –
Respondí, como si fuera lo más natural del mundo, mi madre se llevó una mano a la mejilla, diciendo “ara–ara” y luego se dio la vuelta. No podía imaginar lo que estaría pensando. Luego de que mi madre bajara de nuevo algo se quebró en mi cabeza.
Es decir: Mi madre sabía lo que había pasado anoche ¿No es cierto? ¿Por qué no dijo nada? Sentí una vergüenza increíble de solo volver a mirar a mi madre a la cara. Y fue por ello que salí por la puerta de atrás, pues mi madre estaba en el patio de enfrente, creo que regaba las florecillas.
––––––––––
Tuve que pedalear bastante tiempo para conseguir un trozo de pastel. La mayoría de las pastelerías a estas horas están cerradas y la única opción que me quedó, fue comprar un trozo de pastel en la combini más cercana. Pero como he dicho anteriormente, no había ninguna que pudiera considerarse cercana. Tardé más de media hora. Para cuando volví, mi madre estaba preparando la comida, le dije que había vuelto y me dijo “Bienvenido” pero estaba demasiado concentrada en lo que estaba cocinando y yo no quería mirarla a la cara. Subí las escaleras y abrí la puerta de mi alcoba, sin pensarlo demasiado.
Encontré a Himiko de espaldas, en ropa interior, peinándose. Ella volteó cuando abrí la puerta y se sonrojó levemente.
–Cierra la puerta. –
Dijo con una risita.
– ¿No te molesta? –
Pregunté, cerrando la puerta tras de mí.
–Tengo algo de frio, no me molesta que me veas, me hace feliz cuando me admiras. –
Dijo, se hizo el silencio luego, su sonrisa resultaba encantadora, daban ganas de abrazarla, por otro lado, estaba de espaldas y sosteniéndose el cabello con las manos, su trasero estaba expuesto con ropa interior de encaje, y después de lo que había pasado anoche lo único que mi cuerpo me pedía era repetirlo.
Cosa a la que mi cuerpo reaccionó inmediatamente, sin importar el hecho de que acababa de ver a mi madre cocinando abajo.
Himiko comenzó a burlarse en cuanto notó el problema en mi pantalón.
–Eres un desesperado, hicimos cosas como esa toda la noche y ya estás listo para más ¿Qué si nos escuchan? –
–No lo controlo yo ¿sabías? –
Respondí avergonzado, dejando el pastel que había traído sobre la mesa, ella lo miró con detenimiento.
– ¿En verdad me trajiste lo que te pedí? –
Preguntó ella asombrada, aunque según yo, no había de que asombrarse. Himiko se acercó a mí y tomó el pastel con las manos, sonriendo para sí misma.
–Bueno, me dijiste que querías. ¿Ya no lo quieres? –
Pregunté, un tanto consternado.
–Claro que sí. –
Dijo, volteando a verme, había dejado de peinarse, había dejado de hacer todo, solo me miraba, como analizándome, y luego de unos momentos me atrajo hacia ella y me besó. Con todo y lengua. Eso duró un momento, al separarse de mí, estaba roja de la cara.
–Sólo porque has sido lindo conmigo te mereces algo especial. –
Desabrochó mi pantalón, que cayó al suelo.
– ¿Himiko? Espera… –
Comencé a quejarme, mirando la puerta instintivamente, ella me puso un dedo en los labios.
–Shhh, si haces ruido nos descubrirán. –
Y luego se hincó frente a mí, quitando mi ropa interior de su camino, y me miró.
–No tengo nada de experiencia con esto, no esperes gran cosa. –
Dijo ella, antes de ponerlo en su boca. La verdad es que se sintió mejor de lo que esperaba. No pude contenerme demasiado, y lo único que alcancé a hacer fue a sacarlo antes de terminar dentro de su garganta.
–Oh, genial, ahora necesito un baño. –
–Lo siento, se sintió demasiado bien y… –
Ella tuvo una risita nerviosa, luego me miró, visiblemente halagada por lo que le había dicho.
–Hiciste que una chica de una noble familia hiciera eso contigo, eres horrible. –
Me dijo, girando la cara como acostumbraba, pero no sonaba enojada para nada. Quizá la idea le gustaba, le ponía cosas sucias en la mente, igual que a mí.
––––––––––
Luego de aquello ella insistió en que quería tomar un baño, yo no objeté nada, en parte porque no tenía nada que decir, en parte porque tampoco me sentía con fuerzas para decirle que no a nada.
Preparé el baño mientras ella buscaba que iba a ponerse y comía su pastel. Fui a mi alcoba mientras ella se bañaba, el estar a solas me hizo pensar en lo afortunado que era de que las cosas me hubieran salido tan bien. Es decir, a pesar de que cualquier cosa de tantas pudo haber sido terrible y arruinarlo todo, en realidad había tenido mucha suerte. Aun no me quedaba claro cómo es que mi madre había confiado en Himiko de la noche a la mañana, literalmente, pero entendía que no era una buena idea indagar más sobre el tema. Además de que posiblemente no me gustaría la respuesta.
Cuando ella salió del baño, fue hasta mi alcoba y comenzó a cambiarse, yo entré una vez que ella se puso el vestido.
–Nada de cosas raras, ¿Comprendes? –
Me advirtió, cuando se dio cuenta de que la miraba como perdido. Yo giré la cabeza, avergonzado, aunque no estaba pensando en hacer nada.
–Puedo mirarte sin querer hacerlo ¿sabes? No soy esa clase de sujeto. –
– ¿Quién sabe? –
Se quejó Himiko. Yo suspiré, y me acerqué a ella, y como ella parecía a punto de comenzar a peinarse, le alcancé el cepillo, ella lo tomó con naturalidad.
–Como no piensas mal de mí después de todo lo que pasó, pensé que quizá eras un pervertido adicto a esas cosas. –
–No hables como si esos juicios fueran algo natural, puedo mirarte sin sentir otra cosa que felicidad. –
Ella se ruborizó cuando dije eso, pero habló con voz molesta.
– ¿Sientes felicidad al verme? Vaya un tipo raro. –
–Sí, seguro que es raro. –
Himiko se arreglaba el cabello mientras hablábamos. Permaneció en silencio por un momento.
– ¿Estás seguro de que no piensas menos de mí? –
Preguntó finalmente, mirando hacia un lado para verse en el espejo.
–Ya lo hemos hablado. –
Respondí, acercándole unos prendedores que ella parecía estar buscando sus mirar.
–Por eso es que creo que eres un pervertido. –
Espetó, tomando los prendedores sin dejar de mirarse al espejo.
–Algo tienes que encontrarme ¿No es cierto? –
Me quejé.
–No tiene que ser algo malo. –
Se quejó ella de vuelta, con voz cantarina.
– ¿Qué quieres decir? –
Ella bajó las manos, su cabello estaba a medio arreglar.
–Que me hiciste feliz ¿Es tan difícil de entender? –
–Bueno… no pero… –
–Pero eres un tonto que no entiende las indirectas. –
Me interrumpió, haciendo un puchero.
–No puedes hablarme con indirectas, sabes que soy pésimo leyendo el ambiente, no puedes culparme. –
–Pues si piensas que me veo linda no tienes más que besarme, en lugar de quedarte allí parado como un tonto, te lo he dicho antes. –
Ni que hacerle, la besé, ella me devolvió el beso, echándome los brazos al cuello.
– ¿Lo ves? Es simple. –
–Pero… Yo no tengo forma de saber si quieres o no esas cosas. –
Me quejé, con lo contradictoria que era en ocasiones, uno nunca podía actuar con seguridad cuando se hablaba de Himiko. Otra cosa que pienso es que me faltaba seguridad, o experiencia, o ambas.
Ahora que lo pensaba mejor, una idea preconcebida que yo tenía acerca del tema es que sólo los chicos disfrutaban esa clase de cosas (Y en mi completa estupidez jamás me pregunté por qué las chicas lo hacían también.) después de todo, son los hombres quienes siempre están buscándolo.
Me tomó un poco de tiempo comprender que el hecho de que ella no lo dijera abiertamente no quiere decir que no lo pensara o lo deseara. Después de la experiencia anterior en el tema, posiblemente ella todavía tenía miedo de ser quien tomara la iniciativa. Quizá de haber sido más maduro había comprendido todas esas cosas sin la necesidad de que Himiko tuviera que pasar por semejantes predicamentos.
–Soy tu novia, lo querré si me lo das. –
Explicó, yo acaricié su mejilla.
–Es tu culpa por salir con un tonto. –
Le reclamé, ella sonrió, conteniendo la risa.
–Si fueras más listo, te habrías dado cuenta hace mucho de lo patética que soy en realidad. –
Entre broma y broma.
Me decidí a no pensarlo demasiado, simplemente volví a darle un beso en los labios, y luego la dejé para que ella pudiera terminar de peinarse.
––––––––––
Resultó que ella se puso un vestido color negro, que aunque estaba algo justo de la cintura, hacía resaltar sus formas, con encajes por todos lados como si fuera una muñeca, el cabello arreglado de forma laboriosa (para lo que se tomó una hora completa) y un moño enorme color morado.
Yo esperé justo allí, mirándola vestirse y acicalarse como si nada en este mundo fuera importante. No es que alguna vez hubiera sido descuidada, pero se estaba tomando su tiempo. Tuve la impresión de que el saber que era observada le hizo sentir insegura, y por ello empleó mucho más del tiempo necesario.
Pero tampoco dijo ni una sola palabra. Finalmente ella suspiró y se puso de pie.
–Bien, vayamos a desayunar, de nada sirve postergarlo. –
Se veía como una muñeca, o como una chica salida de algún cuento fantástico, simplemente la miré, estaba encantado con ella, los labios pintados color carmesí y las mejillas rosadas como si fueran flores de cerezo.
Bajamos a desayunar después. Himiko y yo nos mirábamos mutuamente para luego bajar la mirada con algo de vergüenza. Mi madre nos sirvió de desayunar, evidentemente se dio cuenta de que ambos estábamos demasiado avergonzados para mirarla a la cara, pero no dijo nada con respecto a eso.
Otra cosa que había que notar es que tendríamos que volver el día de hoy, para poder asistir el lunes a la escuela. De eso si nos habló mi madre.
– ¿A qué hora sale el autobús? –
Preguntó, yo respondí sin levantar la mirada.
–A la una. –
– ¿No es un poco tarde? –
Preguntó mi madre, supongo que lo que no quería era que faltáramos a la escuela.
–Son cuatro horas de viaje, estaremos en casa a las seis, aun tendremos tiempo de terminar nuestros deberes. –
Expliqué, el ambiente entre Himiko, mi madre y yo, se relajó un poco.
–Lamento mucho las molestias que le he causado, señora. –
Comentó Himiko, mi madre sonrió.
–Para nada, eres una chica encantadora, y estoy feliz de que las cosas entre Daitako y tú estén “así de bien” por mí, puedes volver cuando quieras. –
Dijo mi madre, haciendo un ligero énfasis en esas palabras, Himiko guardó silencio después de eso. Tosí una vez.
–El mes que viene hay una reunión especial para los padres de familia, esperaba que pudieras ir, madre. –
Comenté, más que nada para disipar un poco lo… vergonzoso del comentario de mi madre.
–Lo hablaré con tu padre ¿De acuerdo? Para asegurarme de que así sea. –
Respondió mi madre, entendiendo que yo trataba silenciosamente de cambiar el tema.
–Como sea, deben tener listo todo, más les vale que comiencen, tu padre no está, así que tendremos que pedir un auto que los lleve a la estación al menos. –
Añadió mi madre, Himiko inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. En cierto modo, esto era incluso más vergonzoso que cuando ella llegó, pero ninguno de los dos dijimos nada.
Después de eso y como había dicho mi madre, subimos a preparar las cosas para irnos, eran aproximadamente las diez de la mañana, contando lo que tardaríamos en llegar a la estación, quizá podríamos tener tiempo de comer alguna golosina antes de subir al autobús, mi padre me había dejado un sobre con dinero para el viaje de regreso sin que mi madre se enterara de que lo tenía (para que pudiéramos malgastarlo, quiero decir) y tomando eso en cuenta fue como preparé un cambio de ropa para tener que ponerme mientras lavaba lo que ya tenía. También me llevé un par de libretas que se habían quedado aquí y que iba a necesitar en la escuela.
Luego de tener todo listo, fui a mi alcoba a ver cómo le iba a Himiko. Antes de entrar, escuché un sollozo.
– ¿Qué pasa Himiko? –
Ella se secó las lágrimas apresuradamente y sonrió. Sus cosas aún estaban afuera de la maleta.
–No es nada… yo debo empacar ¿cierto? Te dejaré que me ayudes. –
Dijo, dándose la vuelta, sonando su nariz como si estuviera controlando su llanto, me acerqué a ella y puse una mano sobre su hombro.
–Siempre que lloras hay una razón. –
–No puedo decirte. –
Respondió ella renuente, sin mirarme y medio doblando su ropa antes de hacerla entrar por la fuerza en la pequeña maleta.
–Es estúpido de todos modos. –
Se quejó, tomando otro de sus vestidos, el mismo que había usado durante el almuerzo en el jardín.
–Si fuera estúpido como dices que es, no estarías llorando por ello, no quiero verte triste ¿Qué sucede? –
Pregunté de nuevo, tomándola de la mano con delicadeza, acaricié el dorso de su mano, Himiko se detuvo, considerándolo, luego volteó a verme con sus ojos empañados en lágrimas y su mirada de niña consentida, mordiéndose los labios para evitar llorar.
–No quiero irme. –
Me dijo, a punto del llanto, retrocedió levemente, sin soltarse de mi mano.
–Podemos quedarnos otro día, no sucedería realmente nada, podemos faltar a la escuela y… –
Himiko negó con la cabeza.
–No… No “otro” día. –
Me quedé sin palabras, es decir ¿Qué es lo que ella estaba proponiendo? Las lágrimas acudieron a mis ojos en ese momento también. No comprendí que era lo que le había metido aquella idea en la cabeza, tan de pronto y sin pensarlo. ¿Por qué? No pude responder, y como me quedé en silencio ella se enfadó.
– ¿Lo ves? Te dije que era estúpido. –
Espetó y salió de la habitación, encerrándose en el baño. Yo la seguí, hasta que al escuchar el sonido de la puerta apareció mi madre desde la otra habitación, y me encontró en la puerta del baño.
Se acercó y jalando mi oreja me retiró por la fuerza de allí.
– ¿Qué te crees que estás haciendo? Déjala sola un par de minutos. –
–Pero ella ha dicho… justo ahora que… –
Y enrojecí, no tenía el valor de decirle a mi madre que ella se había atrevido a proponer una cosa semejante.
–Lo que sea, está bien que sea tu novia, pero tienes que dejarle tener su privacidad, deja de actuar como un loco degenerado o ella te dejará. –
Sentenció mi madre y se dio la vuelta. A mi madre le agradaba Himiko.
Después de unos momentos y de que yo había vuelto a mi habitación, Himiko entró y cerró la puerta tras de sí, estaba roja de la cara, pero ya no lloraba.
–Lo siento, no quise hacer una escena, es sólo que nunca me había sentido así, pero no es como si fuera la única vez que vendremos ¿Cierto? –
Me dijo, tratando de disipar el extraño ambiente y junto con ello, la vergüenza de haberse atrevido a preguntar algo como eso. Yo asentí, lo que menos quería es que ella se sintiera mal, había logrado que se sintiera cómoda en este sitio, no quería que esas cosas cambiaran, si a ella le gustaba venir, podíamos hacerlo de nuevo, quizá más seguido, seguro que a mi madre le agradaría también, quizá la razón real de que ella se hubiera tardado tanto en arreglarse era para postergar la partida, no el desayuno.
–Yo sólo sentí nostalgia por que llegó el momento de volver. Creo que una parte de mi sintió que te quedarías aquí. –
Agregó ella, riendo un poco por lo último que dijo, tenía razón, era ridículo, porque la seguiría hasta donde ella fuera.
¿Qué si yo hubiera dicho “sí” en ese momento? ¿Qué pasaba entonces? Habríamos tenido un montón de problemas, quizá ni siquiera estaría aquí contando esto. Posiblemente hubiera sido un lío convencer a mis padres, y muchas otras cosas. Creo que en aquel momento, pensé que lo más sensato era esperar.
Ahora es una de las preguntas que me mantienen despierto por las noches. Ha perdido sentido, y tampoco es como que vaya a saberlo algún día, pero en ocasiones, todavía me lo pregunto. ¿Y si abandonaba todo y nos quedábamos allí?
––––––––––
Ella ya no dijo más acerca del tema, y puedo decir que incluso su humor mejoró, ya que le aseguré que podríamos venir más veces. Comenzamos a guardar las cosas luego. Ella cerró su pequeña maleta y me miró.
–Oye… –
Dijo ella, yo volteé a verla.
–Dame un beso. –
Ordenó, aquello me cayó por sorpresa, pero no dije nada, simplemente me acerqué a ella y la besé, comencé a usar mi lengua y ella también, seguimos besándonos mientras los ánimos se calentaban, y acabé acostándome con ella a pesar de que teníamos poco tiempo. La arrojé sobre la cama y ella envolvió sus piernas y sus brazos alrededor mío.
–Dije un beso. –
Reclamó, pero no me dejaba ir.
–Pero quiero sentirte más. –
Repliqué.
–Bueno, no puede hacerse nada, después de todo soy yo de quien estamos hablando, por supuesto que quieres. –
Me dijo, atrayendo mi cuerpo al suyo. Nos detuvimos después de un momento, en parte porque era hora de irnos, en parte porque como he dicho, mi madre estaba en casa, y ya era lo suficientemente vergonzoso mirarla a la cara, no creo que ni ella ni yo podríamos soportar volver aquí si nos atrapaba en el acto.
–Te amo. –
Me dijo ella después, al oído, justo antes de abrir la puerta.
–También yo. –
Respondí, y saliendo de mi alcoba, nos preparamos para volver al mundo normal, a la escuela, las clases, los horarios y esa clase de cosas.
Nuevamente nos despedimos de mi madre, quien parecía más triste de despedirse de Himiko que de mí. Y subimos al auto que nos llevaría a la estación. Himiko iba mirando como una niña pequeña por la ventana. Su mano derecha tomaba la mía sin que el taxista lo notara, yo miraba al frente para que no fuera muy obvio.
Durante el viaje de regreso, Himiko recibió una llamada telefónica. Miró el móvil con desagrado al darse cuenta de quién era la llamada, pero aun así contestó.
No dijo nada, simplemente escuchó por el auricular. Sus músculos se tensaron por un momento, y pude sentir su mano comenzar a sudar. Colgó al mismo tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas.
– ¿Himiko? –
Pregunté, pues ella se había quedado en silencio.
–No es nada… estoy bien. –
Eso fue lo que dijo, pero fue evidente que no estaba nada bien, palideció en unos momentos. Sus manos temblaban cuando sacó un cigarrillo de su bolsa y lo encendió, sin prestar atención al taxista que volteó a verla consternado. Himiko bajó la ventana, sin ver a nada ni a nadie.
El taxista no dijo nada de todos modos.
– ¿Qué sucedió? –
Pregunté, aquel era un comportamiento demasiado extraño para pasarlo por alto.
–Era la anciana, Mi madre tuvo un accidente, está de urgencia en el hospital. –
– ¿Sabes en que hospital? –
–No… –
Lo pensé por un momento.
Quería ayudar a Himiko para que fuera a ver a su madre, pero siendo francos no parecía algo posible por el momento, en primer lugar estábamos demasiado lejos y no había mucho que hacer para remediarlo, tendríamos que llegar primero a casa, al menos para que la casera pudiera decirnos algo más. Por otro lado, si la situación era urgente, no iban a permitir que nadie la viera, ni siquiera su hija. Aun así, estaba perfectamente consciente de que ella querría ir.
Era una situación difícil, no sabía que decir, así que me quedé callado, finalmente ella suspiró.
–No que hacerle, tenemos que llegar a la casa primero, la anciana no sabe lo que realmente pasó, necesito saber qué ocurrió primero. –
Yo nunca había preguntado a Himiko lo que realmente pensaba de su madre, pero fue bastante obvio, al menos por cómo reaccionó en primera instancia, que la quería. Con todo y eso, sostuve la mano de Himiko y la apreté ligeramente. Estaba allí con ella, y lo estaría, sucediera lo que sucediera. Podía contar con mi apoyo.
–Sé que me adoras, no necesitas estar nervioso, sé que cuento contigo. –
Me dijo sonriendo, o tratando de sonreír, lo que sería más exacto. Luego de eso bajamos del auto, y esperamos el momento de subir el autobús, Himiko miraba nerviosamente su teléfono cada cinco minutos, yo permanecí en silencio. Y aunque nuestro viaje de regreso fue bastante tranquilo, y no hubo contratiempos, ni ella ni yo hacíamos más que mirarnos mutuamente, rezando silenciosamente porque el viaje terminara.
Fue cuando llegamos a la casa, que nos enteramos de que la madre de Himiko había muerto.