Jimen no Hoshi C26

Capítulo 26: Bajo un Cielo de Hierro.

Ella estuvo llorando todo el resto de la tarde. Tuvimos que entrar porque estaba nublado y comenzó a hacer frio. Después de que ella se hubo tranquilizado, hizo una llamada por teléfono.

No sé exactamente con quien habló, pero supuse que tenía que ver con su madre, después de varios minutos de llamada, Himiko colgó.

–Bueno, al menos ahora sé que fue lo que ocurrió, será sepultada en el cementerio de Obiyama, en Kioto. –

Fue lo que me dijo, todavía parecía tener problemas para hablar claramente, me refiero a que su pecho aún tenía espasmos, a cada uno de ellos, yo sentía que se me salía el corazón.

–Vaya, parece un bello lugar. –

Respondí, porque en realidad no podía decir nada más, sabía de ese cementerio, porque es bastante conocido, pero… bueno, estamos hablando de un difunto, no creo que me correspondiera decir ninguna otra cosa.

Himiko suspiró después y volteó a verme.

–Quieres ir ¿Verdad? –

Ella asintió, era una pregunta muy tonta de cualquier modo, y aunque ahora estaba tranquila, en su rostro estaba marcada la melancolía, yo asentí con la cabeza.

–Iré a preparar mis cosas. –

Le dije, ella me sostuvo del hombro.

–Un viaje así tomaría varios días, y con sinceridad… bueno, quiero ir sola. –

Yo la miré por unos momentos, creo que una parte de mí se resistía a dejarla ir sola, pero por otro lado, el tren bala podía llevarla hasta allá sin ningún problema, en realidad no era un viaje tan largo. Por otro lado, no sería tanto tiempo.

–De acuerdo, en tal caso, tendrías que prepararte ahora ¿Quieres ayuda? –

Eso fue lo que le dije, ella volteó, y dibujando una débil sonrisa de agradecimiento me dijo:

–Sí. –

Y subimos a su alcoba.

Mientras preparábamos lo que ella iba a llevar, la casera entró a la alcoba de Himiko también.

– ¿Vas a salir niña? –

Preguntó con un gesto de sorpresa, supongo que ella también tenía algo de miedo de ser maltratada por Himiko, pero ella la miró con la cabeza baja.

–Volveré en cuanto pueda, solo quiero… –

–Bien, bien, no tienes que darle explicaciones a una anciana, sólo promete que tendrás cuidado ¿De acuerdo? –

–Lo prometo. –

Respondió Himiko con una sonrisa.

Después de tener las cosas listas, pedimos un taxi y salimos de su casa, al menos le acompañaría a la estación del tren bala, eran más o menos las diez de la noche.

–Sólo espero que no llueva. –

Comentó ella mientras bajábamos del taxi y comprábamos su boleto del tren. Yo volteé a ver el cielo, las nubes se abarrotaban, aun de noche, el cielo se veía gris.

Habíamos escuchado que un huracán estaba pasando cerca, así que debido a eso el cielo permanecería nublado toda la semana.

–Estaré esperando aquí cuando vuelvas, así puedo traer un paraguas. –

–No puedes quedarte aquí, hará frio por la noche. –

Me respondió, sabiendo que eso significaba que estaría esperando por ella toda la noche.

–Me sentiré frio igual si no estás. –

–De acuerdo. –

Respondió ella con una sonrisa, al menos ahora podía sonreír un poco.

–Te amo. –

Me dijo, acercando su cara a mi oído para que nadie más pudiera escucharla, yo sonreí, ella me dio un beso en la mejilla, y se fue, me quedé viéndola hasta que desapareció de mi vista. En cualquier caso, si algo pasaba tenía el teléfono celular.

Salí de la estación un momento.

––––––––––

Esa fue la primera vez que yo recuerdo haber encendido un cigarrillo por mi cuenta.

Me sabían a Himiko, y yo había escuchado que era bueno fumar cuando hacía frio. Quiero decir que te ayudaba a lidiar con él. Creo que eso lo escuché de mi padre, muchos años atrás.

Al salir de la estación lo único que hice fue caminar de un lado a otro, un oficial de policía pasó por allí, pensé que sería regañado por estar fumando, pero el oficial ni siquiera me notó. Ni que hacerle, iban a dar las doce, todo estaba cerrado afuera y seguro que la gente honesta ya había abandonado las calles.

Había algunas personas todavía en la estación, me imagino que esperando los trenes de primera hora. Me senté por un momento. Sonaban truenos en el cielo, pero no llovía, aunque eso no evitó que me angustiara. Iba a marcarle a Himiko cuando recordé que era media noche, seguro que ella usaría el tren para dormir.

Debería llegar a Kioto a las cinco de la mañana.

Entrecerré los ojos un rato para descansarlos, quizá al día siguiente tendría que asistir a la escuela sin dormir, pero todo aquello lo valía. Abrí los ojos cuando el corazón comenzó a latirme con mucha fuerza, posiblemente a causa del cigarro, mirando el reloj en la estación me di cuenta de que no habían pasado treinta minutos. El tiempo se hacía largo.

Volví a salir de la estación después de esperar otro poco, me servía para desentumirme, volteé a todos lados antes de encender otro cigarrillo, no supe porque lo estaba haciendo, quizá solo quería pasar el tiempo, salir a “algo” mientras esperaba.

Podría haber vuelto a la casa y esperar a Himiko allí, pero no estaba seguro de cuánto se iba a tardar, y quería ser el primero en recibirla, alguna idea errada tenía de que cuando volviera ella estaría feliz, aunque sabía que eso no podía ser así de fácil.

Fue entonces cuando reparé en un automóvil que estaba aparcado en la esquina de la calle que miraba a la estación, de color oscuro, justo bajo una lámpara que impedía que viera quien estaba dentro. Supe que había alguien porque los reflejos mostraban a una persona en el automóvil, pero no pude ver su rostro.

Parecía sospechoso, pero como no soy alguien a quien le guste averiguar esa clase de cosas, mejor no me acerqué. De todos modos, me recordaba al auto que usaban los hombres de su padre al seguirnos…

Tragué saliva.

Tenía que ser una coincidencia.

––––––––

Entré a la estación mucho más nervioso de lo que salí, las manos me temblaban pero hice lo posible para intentar tranquilizarme. Marqué el número de Himiko, pero lo colgué inmediatamente, seguro que ella se enfadaría si le molesto por algo que bien podrían ser imaginaciones mías.

Lo único que hice fue mandar un mensaje SMS:

“Te amo”

Fue lo que le puse, seguro que cuando despertara lo vería, y suspiré.

Iba a ser una noche larga, según pensaba, pero en ese momento, un joven, de cabellos negros y bien peinados, se acercó a donde yo estaba. Por un momento me pareció extraño.

–Hola, disculpa ¿Estas esperando el tren? –

Preguntó, yo asentí, de algún modo alcancé a sentir una extraña familiaridad en el sujeto, me puse de pie, y él sonrió. Venía vestido con un traje color beige y zapatos del mismo color, tenía apariencia refinada.

–La verdad es que yo estoy esperando a unos amigos que se supone vendrían por mí, pero… no han llegado. Por otra parte, te he visto afuera hace un momento y me di cuenta de que fumas. –

Explicó, y sacó un paquete de cigarrillos.

– ¿Te molestaría si compartimos uno? –

Bueno, al menos tenía compañía, eso me hizo replantearme un poco la idea de volver a salir, pero seguro que esos tipos se la pensaban dos veces antes de acercarse a dos sujetos en vez de alguien solitario, eso era cierto.

Por otro lado, según me explicó después, lo estaba haciendo porque no tenía encendedor, y a estas horas seguro que no podría comprar uno. Dijo que era nuevo en el distrito.

–Te comprendo, yo tampoco sabría qué hacer si necesito comprar algo y no sé dónde está la combini o algo así. –

–Así que, a cambio de que me permitas encender mi cigarrillo, te regalaré uno ¿De acuerdo? –

¿Así funcionaba esto? Me preguntaba, pero como no le vi el mayor problema, le acompañé.

–Mis amigos han dicho que llegarían en menos de media hora, y ya me vez, tengo aquí una hora esperándolos, quizá debería pedir un taxi e irme a casa. –

Explicó mientras estábamos afuera, yo asentí, no tenía idea de quien era este sujeto, ni de quienes eran esos amigos, pero seguro que eran unos irresponsables.

– ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? –

Preguntó, yo sonreí, si tenía todo ese tiempo, seguro que podía escuchar mi pequeña historia.

–Mi novia ha ido en un viaje de emergencia, debería llegar allá temprano en la mañana. –

– ¿Tu novia? ¿Tienes novia? –

Preguntó. Yo recordé en ese momento el cuerpo desnudo de Himiko, sudoroso, sobre de mi… enrojecí al instante, sin entender porque su pregunta había traído esa imagen a mi cabeza.

–Bueno… sí… –

Le dije, bajando la cara, él se rio.

–Seguro que es una chica afortunada. –

Me dijo, entre risas, me enfadé un poco por estar siendo objeto de burla, pero por otro lado, parecía mayor, quizá para él las palabras tenían otro sentido. Empezaba a pensar que era homosexual, así que retrocedí un paso.

–Yo soy el afortunado. –

Respondí, suspirando.

–Vaya, de todos modos, no puedo evitar sentir un poco de envidia, eres un desconsiderado, hablarle de tu novia a alguien soltero. –

Se quejó él, sonriendo abiertamente.

–No tiene que ser así. –

Respondí, tratando de animarlo, él se rascaba la cabeza mientras sonreía. Luego miró su celular de nuevo, imagino que mirando la hora.

– ¿A dónde ha ido tu novia? Novio–san. –

Preguntó casualmente, y casualmente le respondí.

–Ha ido a Kioto, por asuntos familiares. –

Pero eso dejó evidente la falta de presentaciones del principio de la conversación, él bajó la cabeza por un momento, avergonzado.

–Soy un maleducado ¿No es cierto? Ni siquiera me he presentado. –

Me dijo, mirándome con detenimiento, como esperando a que yo comenzara.

–No hay cuidado, soy Tento, Tento Daitako. –

–Tento–san ¿eh? Muy buen nombre, me llamo Inishika, Ryoto es mi primer nombre, puedes decirme así si quieres. –

Su teléfono comenzó a sonar, él hizo una seña de “Espera un momento con la mano y contestó.”

Ryoto ¿Dónde había escuchado ese nombre? Me sonaba, me sonaba increíblemente conocido, pero no lo pude recordar.

–Ah mira. –

Dijo tirando su cigarrillo.

–Llegaron. –

Señaló despistadamente hacia detrás de mí, sin quitarse el teléfono de la oreja, en ese momento todo se puso lento. Volteé hacia atrás por pura inercia, y recibí un golpe muy duro en la mandíbula, sólo alcancé a vislumbrar a dos hombres vestidos de traje, uno de ellos me había golpeado, y antes de que pudiera ponerme de pie, el otro sacó una especie de bastón.

Alcancé a escuchar lo que Ryoto decía al teléfono.

–Avisen a Kioto, va para allá. –

Y entonces, cuando quise ponerme de pie, la punta del bastón entró por mi estómago y sentí un dolor extraño en todo mi cuerpo, como un golpe eléctrico me que dejó inmóvil en el suelo.

¿Qué demonios? Ahora lo recordaba, Ryoto era el nombre del sujeto que Himiko detestaba, tenía que ponerme de pie rápido, tenía que avisarle a ella que era perseguida, me di la vuelta sobre el suelo e intenté ponerme de pie usando todas las fuerzas que le quedaban a mis brazos, pero algo me golpeó nuevamente, esta vez en la parte de atrás de la cabeza, antes de que yo pudiera levantarme.

Comencé a ver borroso. Sentí lo húmedo de mi propia sangre manchar el piso. Por más que seguí intentando ponerme de pie, no pude hacerlo.

Nada respondía, ni siquiera mi voz, mis ojos comenzaron a cerrarse contra mi voluntad, al tiempo que gastaba las pocas energías que me quedaban tratando de arrastrarme hasta donde estaban.

Sentí la piel ardiendo, como si me hubieran prendido fuego, pero no pude moverme.

El sonido de los latidos de mi corazón haciéndose lentos fue todo lo que pude escuchar.

Nada después de eso.

Negro.

Frio.

Silencio.

–––––––––––

Me desperté en mi cama, pero no en la cama en la que debería despertar. Hablo de que estaba en mi casa, la casa de mis padres, los hombros y la cabeza me dolían terriblemente y tenía la garganta seca. Levantarme fue todo un suplicio, y para cuando por fin lo logré, no podía recordar lo que estaba haciendo antes de este momento.

Mis oídos zumbaban y me costó bastante trabajo recobrar la claridad en los ojos, tuve que tallarlos varias veces.

No sabía qué hora era, o que día era. Abrí las cortinas de la habitación para tener una idea más clara acerca de lo que estaba pasando, pero el cielo nublado no me permitió ver el sol.

El sol….

¿Dónde estaba Himiko?

No tenía idea de porqué estaba aquí, o cuando había llegado. Quise gritar a alguno de mis padres, para preguntar muchas cosas, pero mi garganta me lo impidió, volteé a todos lados en busca de un indicio para lo que había ocurrido, pero sólo había medicinas en la mesa al lado de la cama.

El automóvil.

Como un rayo, sentí una descarga eléctrica en mi cabeza, que hizo que mi corazón latiera con mucha fuerza, la respiración me faltaba y mis manos comenzaron a sudar frio. Mientras trataba en vano de recordar lo que había pasado. Yo estaba en la estación… ¿Qué ocurrió después?

No logré recordar nada y la cabeza comenzó a dolerme mucho por seguir intentando. Entonces, olvidándome de lo mucho que me dolía, me dispuse a salir de la habitación. Escuché la voz de mi madre abajo, y la voz de la casera, no pude distinguir lo que decían, pero era obvio que estaban hablando sobre lo que ocurrió conmigo.

Era más que lógico, si lo tomamos desde el punto de vista de que la casera era la responsable de lo que me ocurriera. Pero, contrario a lo que yo pensaba, no escuché reclamos, ni gritos por parte de mi madre. Miré la receta junto con las medicinas.

4 de mayo.

Habíamos estado en mi casa un fin de semana en abril. La madre de Himiko, murió el 30 de abril, para ser precisos.

Miré mi celular, era 6 de mayo, por la tarde.

¿Dónde estaba Himiko? Había pasado demasiado tiempo. ¿Había estado inconsciente? ¿Tantos días? Busqué el registro de llamadas. Nadie llamó, ni siquiera había mensajes, nada.

¿Por qué estaba el registro vacío?

Después de tantos días, nada tenía sentido para mí. Volví a mirar el cielo, fue entonces cuando me di cuenta, de que nada parecía normal ahora. Algo importante había ocurrido mientras estuve inconsciente. Había un hueco en alguna parte de mi alma, como si hubiera perdido algo que era muy importante para mí.

Como pude, salí de la habitación, escuchaba a alguien llorar. Mi madre se apresuró a abrazarme cuando me vio de pie, me miró de arriba abajo, pero yo todavía estaba aturdido y no comprendía mucho de lo que estaba pasando. Por demás, me di cuenta de que ambas, mi madre y la casera, habían estado llorando.

Mientras recuperaba lentamente las fuerzas, fui bajando las escaleras, hasta que estando en la sala, pregunté:

– ¿Qué está sucediendo? –

Fue la única pregunta que pude hacer. Yo nunca había visto a la casera en ese estado. Tenía los ojos hinchados, y mi madre también estaba llorando.

–Siéntate hijo. –

Pidió mi madre, fue evidente que hizo un esfuerzo muy grande sólo por poder pronunciar esas palabras. Las manos me estaban sudando.

–Es sobre la señorita. –

Explicó Oshizu–san, mis piernas comenzaron a moverse nerviosamente mientras el tiempo comenzaba a ir cada vez más lento.

– ¿Recuerdas algo de lo que pasó? –

Preguntó mi madre. Yo negué con la cabeza.

–Recuerdo que platicaba con alguien en la estación del tren bala… luego él dijo cosas que yo no comprendí y…. –

Me dolió de nuevo la cabeza, esta vez más preciso, en la parte de atrás, en la nuca, donde fui golpeado, llevándome una mano pude ver un parche quirúrgico, me había roto la cabeza entonces.

–Quedaste inconsciente. –

Explicó la casera. Eso ya lo sabía, y no me importaba en absoluto, solo había una cosa que quería saber.

– ¿Dónde está Himiko? –

Pregunté, mi mano se movió instintivamente al collar que sostenía en el cuello, tenía el estómago revuelto.

–Ella… –

Mi madre tragó saliva y enjugó sus lágrimas antes de recomenzar.

–Ya no está. –

Respondió, evidentemente con los nervios hechos pedazos. Algo oprimió mi pecho.

– ¿Cómo que no está? ¿Se fue? ¿A dónde? –

Pregunté, poniéndome aún más nervioso. Las lágrimas acudieron a mi rostro a medida que mi corazón se aceleraba hasta un punto en que resultaba ser doloroso.

–Ellos se llevaron a la señorita por la fuerza, la alcanzaron en Kioto en cuanto bajó del tren, eran hombres de su padre, el señor se la llevó para casarla con alguien. –

–Pero… –

Quería decir que yo la amaba, pero mi madre no me dejó terminar, puso una mano sobre mi hombro. La casera sollozó antes de continuar.

–La señorita se quitó la vida en cuanto la dejaron sola. –

Confesó la casera, a medio sollozar, yo volteé a verla inmediatamente.

– ¿Qué me están contando? –

Pregunté, riéndome con sarcasmo. Incluso a pesar de que dentro de mi yo sabía que la casera no podía estar jugando con esto. Pero simplemente no lo pude creer. La casera por el contrario, estaba llorando a lagrima viva.

–La encontraron ésta mañana en la bañera. –

Gimió la casera, mi mente comenzaba nublarse mientras sentía que iba a estallarme el corazón y la cabeza. No pude procesar esas palabras.

Oshizu–san me miró después de eso, y buscando apresurada algo dentro de la bolsa que siempre traía, ella sacó un sobre.

–Ella ha dejado esto para ti, la criada de la mansión dijo que el señor no sabe que existe. –

Y me extendió el sobre a las manos. Un sobre blanco, con mi nombre escrito en él, era su letra, orgullosa y bien delineada, aunque parecía escrita con mucha prisa. Abrí el sobre con las manos temblorosas, era una foto, de ella. Una foto que solía estar en un portarretrato que ella tenía en su recámara.

Detrás de la fotografía había algo escrito.

“Sé que te enterarás de lo que ha pasado por tu cuenta, así que no voy a ponerlo aquí, Pero me niego a ser vendida como si fuera mercancía, aunque deba recurrir a esto. Sólo quiero decir que lamento todo esto, lamento haberte prometido todas esas cosas, y lamento que no haya otro remedio que éste. Te agradezco lo que hiciste por mí, perdóname por la condena, por dejarte sin hablar, perdona por todos los sueños que tendrás que silenciar, y por todas las cosas que ya no serán verdad,  Aún quiero ser el ángel que te salve, aunque no puedas ver que estoy allí”

Siempre, tuya.

Kamakura Himiko.

¿Qué demonios significaba esto?

¿Me estaban diciendo que la mujer más hermosa en la tierra ya no existía?

No quise creerlo. Las lágrimas salían de mis ojos sin que yo entendiera por qué era así.

Esto tenía que ser una broma, una broma estúpida ideada para que yo me muriera aquí y ahora.

Salí corriendo de la casa, ignorando las quejas de mi madre y de la casera, con la fotografía en la mano, me detuve después de quedar exhausto, vomité y seguí corriendo, con todas las fuerzas que me quedaban, a través de la carretera, hasta el sitio que hasta hacía no sé cuántos días era mi hogar.

––––––––––

Corriendo sin control y habiéndome cerciorado de que en casa no había nadie (incluso rompí una de las ventanas con una piedra) comencé a correr de nuevo, quitándome las lágrimas de la cara.

Puede que Himiko hubiera querido volver a casa, y por alguna razón no quiso decírmelo. Pero seguro que si le rogaba me entendería. No tenía que ser mi novia, podría ser mi ama, o mi dueña, eso no era importante… con esos pensamientos es que atravesé el barrio de Kiniro y llegué a la residencia Kamakura. Era un sitio enorme, y el mismo símbolo del collar que traía colgado al cuello estaba grabado en dos pequeñas linternas que colgaban en la entrada.

Toqué la puerta frenéticamente mientras gritaba. Dos hombres abrieron.

– ¿Quién demonios eres? –

Preguntó uno de ellos, pero yo no les presté atención y entré corriendo.

–Hey, vuelve acá. –

Ni siquiera voltee, atravesé el jardín, sintiendo que me caería en cualquier momento, mis piernas continuaban moviéndose por pura inercia. ¿Dónde estaba ella? me preguntaba mientras abría la puerta principal y quitando a una mujer vestida de criada de enfrente.

Mi mente hizo corto circuito en ese momento.

La había encontrado, Himiko estaba allí tendida, con el incienso alrededor y el plato de arroz blanco con los palillos en él.

Kamakura Himiko.

La chica más bella que este mundo ha visto.

La mujer que amaba.

La única persona que era realmente importante para mí.

No era más.

–––––––––

Miré al cielo por un momento. Las nubes continuaban eclipsando el sol. Mi mente dejó de responder.

Esa fue la primera vez que escuché su voz dentro de mi cabeza.

–No quiero irme. –

Dijo…

Y lo repitió una y otra vez, haciendo eco dentro de mi mente mientras el cielo del color de hierro comenzaba a dar vueltas. Pude sentir como mi alma se separaba de mi cuerpo.

En ese momento los hombres de la entrada me dieron alcance, pero ya no era importante lo que hicieran conmigo. No me importó que me sacaran a rastras, ni que me golpearan en el patio.

El señor Kamakura salió después de un momento.

–Te advertí que no te acercaras a mi hija, extraño. –

Levanté mi rostro, con lágrimas que yo no podía detener.

–Su obstinación y tus deseos desencadenaron esta tragedia, no eres bienvenido aquí, largo. –

–Por piedad… déjeme verla, sólo un poco más… –

Supliqué. ¿Qué más podía hacer? Lo único que quería era estar allí, contemplarla como siempre lo había hecho, no podía pensar en nada más. Pero él se negó.

–He dicho que no eres bienvenido, sáquenlo de aquí. –

–Por favor. –

Me liberé como pude de los guardias y me arrojé a los pies del hombre. Pero él me miró con desprecio, y sin decir nada más, volvió adentro. Los hombres me tomaron y me sacaron. Y cuando intenté liberarme de nuevo, me golpearon aun con más fuerza, uno de mis dientes cayó al suelo mientras ellos me arrojaban a la calle.

Cerraron la puerta.

Yo seguí tocando para que me dejaran entrar, pero no abrieron de nuevo.

Lentamente, mientras el dolor comenzaba a hacerse más intenso, en la cabeza y las costillas, comencé a perder la noción del tiempo y espacio. Todo se puso borroso.

No vi ni escuché nada más.