Jimen no Hoshi C29

Capítulo 29: Yukihana.

Kagerou–san apareció varios días después, luego de que terminé mi desayuno y arreglé las cosas de la habitación común.

– ¿Estás listo? –

Preguntó él, yo lo miré, era una prueba, nada personal, no era más que una prueba.

–Lo estoy. –

Comenzamos esa especie de juego de manos, en donde él trataba de golpearme y yo de impedirlo, pero sus manos eran tan rápidas que yo no lograba seguirlo. Me dio como cinco golpes en la nariz, en dos de ellos nos detuvimos porque mi nariz sangraba. Empecé a pensar que debería intentar golpearlo también.

Pero cuando intenté golpearlo me derribó, al igual que Yukihana (¿Ella había pasado ya por esta prueba?) y colocó un pie sobre mi pecho para evitar que me moviera.

–Otra vez. –

Dijo, comenzamos a hacer lo mismo, y después de unos momentos yo estaba en el suelo de nuevo. ¿Y si paraba los golpes?

Al suelo otra vez, y otra vez, y otra vez… comencé a desesperarme y eso sólo significó que iba al suelo con más frecuencia.

–Es demasiado rápido. –

Me quejé la última vez.

–No es verdad. –

Respondió él, simplemente, luego se fue, silbando algo.

–––––––

Noveno movimiento con la katana. Llevaba ya practicándolo tanto tiempo, que puedo decir que había hecho más de dos mil repeticiones de cada uno, y había roto tres de ellas (hay que recordar que eran de madera) en los últimos diez días.

Dai Sensei me observaba, había que hacer una nueva maniobra, esta vez era un contrarevéz.

–Tu posición está mal. –

Dijo él, y tomando una de las katanas de madera, me mostró de nuevo como se hacía, yo asentí, y volví a intentarlo, corrigiendo mi posición un poco, pero él nuevamente negó con la cabeza, usando el palo que él tenía, lo pasó por mi pie y me hizo caer.

–Parado de esa forma no estás firme, tienes que sostener tu cuerpo con la rodilla, e impulsarte hacia atrás. –

Me dijo, yo entendí que la posición del cuerpo era importante después de eso. Me esforcé por corregir mi postura. Después de varios intentos finalmente podía entender como pararme correctamente para el nuevo movimiento, aunque me dolían los tobillos por todas las veces que me hicieron caer.

Otro día, después de cortar leña, Kagerou apareció de la nada, a la mitad del bosque. Este tipo nunca te decía en que momento comenzaría, sólo aparecía y ya.

–Bien, empecemos. –

Dijo, y me dio una patada al estómago. La verdad es que la vi venir y pude detenerla, aunque el antebrazo me dolió de todos modos. Él sonrió, fue obvio que su intención era hacerme caer y tirar todos los trozos de leña que llevaba. No iba a permitirlo.

Comenzó a intentar golpearme, pero ahora mismo podía leer un poco sus movimientos, y sabía en donde cubrirme, el problema fue cuando me cansé de cubrirme y quise atacar. Fui a dar al suelo y los trozos de leña cayeron de todos modos.

–Eres bueno, pero pierdes la paciencia con rapidez, y atacas sin pensar… espera el momento, una abertura. –

Me dijo, dándome la mano, y ayudándome a juntar la leña después, al menos era más amable. A diferencia de muchos otros, este sujeto parecía más agradable.

–Vamos, he ido con dos compañeros a pescar en la mañana, comeremos un buen pescado hoy. –

Me dijo, dándome una palmada en el hombro.

– ¿Y si nunca hay una abertura? –

Pregunté, demasiado interesado en la prueba para pensar en el pescado, aunque la idea me hacía algo de ilusión.

– ¿Alguna vez has visto a un gato cazar? Siempre hay una abertura, siempre hay un momento, nadie es perfecto, sólo tienes que ser paciente, y esperar. Has olvidado que es una prueba de paciencia. –

Me contestó. Seguimos caminando luego, de regreso al comedor (a donde se suponía que entregara la leña) y volvimos para el atardecer.

–––––––––

– ¿Yukihana no come con nosotros? –

Pregunté, estaba comiendo mi pescado junto con Kagerou, quien parecía especialmente interesado en las aves que revoloteaban en un enorme sauce que estaba cerca de allí.

–Bueno, no mucha gente de aquí le tiene estima. –

Me dijo él, sonriendo socarronamente.

–Ya debes saber por qué. –

Agregó luego, presionando una de las heridas que yo tenía, evidentemente por la prueba del silencio.

–Si bueno, es doloroso. –

Comenté, en cierto modo tenía razón.

–No muchos son capaces de mirarla sin rencor después de una paliza como esa. –

Respondió Kagerou, riéndose, yo tuve que reírme también, es cierto que ella podría ser más amable.

–De todos modos, se trata de una prueba importante, no es que ella quiera hacer daño. –

Kagerou me miró por un momento.

– ¿Te gusta Yukihana? –

–Claro que no, sólo me preguntaba ¿Por qué ella nunca está cerca? –

–Ella siempre está en la cima de su Dojo, vive en el tercer piso…  si ella te gusta puedes ir allá si quieres y hablarle… –

Seguía burlándose.

–No me gusta. –

Respondí, era ridículo, era una niña, es cierto que sus ojos eran lindos, pero ella no tenía más de once años, no podría verla como a una chica. Ella debería estar en la escuela primaria.

Creo que para él, quien al parecer pasaba de los veinticinco años, la diferencia de edades no le parecía tan grande, pero a mi si me lo parecía. Por otro lado, es por amor que yo estaba aquí. Amor por una mujer. Pero no podía explicarle todo a ese sujeto, así que sólo lo ignoré.

–Escucha, luego de todo ese doloroso proceso sólo hay una razón para querer verla y esa es que te guste. –

Suspiré, no había forma de convencer a Kagerou, y siendo sinceros, no me sentía con ganas de intentarlo. Pero hice como me dijo, me puse de pie y me dirigí al sitio donde se efectuaba la prueba del silencio. Kagerou llamó a los otros y dijo:

–He allí un hombre que no teme al dolor… ¡Ve a por ella! –

Suspiré de nuevo. Los hombres éramos hombres en todos lados. Sonreí casi a la fuerza, supongo que estaba bien si me lo tomaba con calma, a pesar de que llevaba aquí más de seis meses, me quedaba un largo tiempo por delante.

–––––––––

Crucé el primero y el segundo piso en silencio absoluto, mucho más tranquilo que de costumbre, no se escuchaba absolutamente nada, llegué hasta las escaleras del tercer piso. Nunca las había subido porque no llegaba a esta parte de la prueba, pero seguro que el piso siguiente sería igual que los anteriores.

Por otro lado ¿La prueba se trataba de limpiar su habitación? Creo que me sentí un poco ultrajado por ello. Subí en silencio también, estaba acostumbrado a cuidar mis pasos cuando estaba en este sitio. Lo que vi al llegar arriba me hizo entender dos cosas:

Una: Yukihana era una chica. Dos: Venir había sido quizá el peor error de mi vida.

En el fondo de la tercera habitación (bastante más pequeña que las anteriores) había un ropero que ahora estaba abierto, y una cama. En la pared había una ventana que miraba al camino por donde uno llegaba. Y en el centro del lugar, había una pequeña mesa cuadrada.

Hasta allí todo bien. Ahora vamos con la parte que no debería haber visto. Ella tenía tres peluches, un oso, un conejo, y un perro; que estaban sentados a la mesa, si, así como se escucha, cada uno con su taza de té, ella era la cuarta persona, igual con una taza de té y un trozo de pescado.

La expresión que puso ella cuando me miró fue algo que no voy a olvidar nunca. Sea como fuere, la escena incitaba tanta ternura que pudo darme un paro cardiaco. No pude menos que sonreír.

– ¿Tienes espacio para uno más? –

Pregunté, ella permaneció en silencio.

–Quería saber si puedo comer contigo. –

Insistí, ella asintió, poniéndose de pie, a sabiendas de que era inútil negar lo que estaba pasando.

–Puedes comer aquí, de hecho, puedes pasar el resto de tu vida en este sitio. –

Dijo ella, avanzando con la vara en la mano.

–No debí venir sin avisar, lo siento. –

Dije, haciendo una reverencia, lo que menos quería era provocar su ira, ella se detuvo, se dio la vuelta, y quitó a uno de sus peluches, arrojándolo sobre la cama como si no fuera importante, sentí pena por el peluche. Estaba más que claro lo que hacía, aun así no hice ningún comentario, sólo fui hasta allí y me senté.

– ¿Por qué estás aquí? –

Preguntó ella después de unos momentos de incómodo silencio.

–Nunca nadie viene aquí. –

Agregó, mirándome, yo miraba a la ventana, porque tenía miedo de mirar a los peluches y reír, o llorar, o que me diera un ataque al corazón.

–Yo quería saber… qué podías estar haciendo, comiendo sola siempre. –

Le dije, ella usó su vara para hacer que volteara a la habitación.

– ¿Vas a burlarte? –

–Claro que no… es decir, no pensé que fueras alguien que tuviera un gusto especial por los peluches pero… –

Era en serio, no pensaba en burlarme, lo encontraba infantil, e infinitamente tierno, pero no era para mí motivo de burla, hasta cierto punto, era algo que me aliviaba el corazón, después de verla hablar sin mostrar nada en el rostro, y de aquellos golpes fríos y calculados, sentí algo cálido en el pecho cuando me di cuenta de que también había una parte humana en ella, y que era bella.

– ¿Por qué? ¿No soy femenina? –

Bajé la cabeza después de eso, tratando de encontrar la mejor manera de decir lo que quería decirle.

–No sé casi nada de ti, todo lo que he visto es acerca de las pruebas, no conocía esta parte de ti. –

Le dije, y volví a mirarla, ella mostró una débil sonrisa en su rostro, que inmediatamente se desvaneció.

–Admito que es vergonzoso que lo veas, y admito también que después de terminar la prueba del silencio, yo tampoco quería venir aquí otra vez. –

Al parecer, ella había completado la prueba mucho antes de que yo llegara, tenía que ser cierto, de otro modo ¿Cómo es que ella era siempre tan silenciosa? Creo que el maestro anterior pudo haber muerto, o haberse ido, o algo… pero no era momento para preguntarme por esas cosas.

– ¿Por qué comes aquí sola? –

Pregunté, ella miró hacia otro lado.

–A los otros no les gusta mi compañía. La señora Mikako y Dai Sensei son los únicos que comen conmigo a veces. –

Respondió ella, su rostro permaneció impasible, pero fue evidente que ella tenía mucho tiempo sintiéndose mal por ese hecho.

– ¿Por qué estás aquí? –

Preguntó de nuevo. Me daría cuenta con el tiempo, y es algo que tendría que haber tomado en cuenta, de que Yukihana nunca abandonaba una pregunta que ya había formulado, nunca abandonaba ninguna cuestión, no sabía olvidar.

–Bueno, yo quería comer contigo, espero que no te moleste. –

–No me molesta. –

Dijo ella comenzando a comer. Su forma de tomar los palillos era algo graciosa.

– ¿Por qué estás aquí? –

Volvió a preguntar ella, yo voltee a verla, no creo que estuviera preguntando de nuevo la misma pregunta.

–Ya te lo dije. –

–No, quiero decir, aquí en el reducto. –

¿Se refería a este sitio? Bueno, tenía cierta pinta de fuerte, como ya lo había mencionado, pero, nadie nunca me había hecho esa pregunta. No desde el día que llegué.

–Es una larga historia. –

Respondí, negando con la cabeza.

–Todos tienen largas historias. –

Respondió ella, molestándose. Había comenzado a nevar afuera.

–Hace mucho tiempo era un estudiante normal, y conocí a una chica. –

Yukihana clavó sus ojos en mí, como si estuviera tratando de verificar la veracidad de mi relato, pero yo no me sentía con ganas de mentir acerca del tema, si bien es cierto que fallé, que fui cobarde, todavía había un cierto orgullo en mi por haber salido con una mujer tan hermosa y maravillosa como lo fue Himiko.

Orgullo vacío de todos modos, pero allí estaba.

–Ella era una mujer hermosa y muy inteligente, maravillosa sin duda, a quien yo juré que protegería, pero fallé, y ella… murió. –

Dije eso con lágrimas en los ojos. Nunca, en todo este tiempo, había pronunciado esa palabra. No quise pronunciarla, ni quise pensarla, porque admitir eso sería como declarar que había sido verdadero, y nunca me sentí listo para afrontar esa realidad.

–Yo… prometí que la cuidaría, y al final no pude hacer nada. –

Tragué saliva, volteando a ver a Yukihana, quien me miraba con una expresión genérica en la cara. Incluso parecía que no me creía o no me había escuchado.

–Lo siento. –

Finalicé, algo molesto por su falta de expresividad, yo todavía no entendía que ella era de esa forma, y que no quería ser grosera, sin embargo, ella hizo ademán de limpiarse una lagrima que quiera salir por fuerza de su cara.

–No… No es tu culpa, es la mía, por preguntar cosas que no me conciernen. –

Dijo ella, y volvió a comer. Yo suspiré, esperando que Himiko no se enfadara por estar contándole esto a otra mujer, pero al cerrar los ojos, ella tenía la misma pequeña sonrisa que tenía anoche cuando me dormí pensando en ella. No estaba enfadada.

–Vine aquí, esperando convertirme en un hombre. –

Continué, porque en realidad yo no había respondido su pregunta.

–Ya eres un hombre ¿No es cierto? –

–Hay diferencias entre ser un varón y ser un hombre, es complicado. –

Expliqué, esperando que ella no hiciera más preguntas al respecto, sobre todo porque ni siquiera yo tenía un respuesta clara acerca de lo que era y no era ser un hombre.

–Los hombres son difíciles de entender. –

Decidí cambiar un poco el tema, y con ello, la atmosfera melancólica, pero lo único que cambió fue el tema.

– ¿Por qué estás tú aquí? –

Pregunté, afuera seguía nevando.

–Yo… maté a mi madre. –

Me dijo, aquello me dejó helado, con la misma expresión en el rostro que ella puso cuando yo le conté la razón de mi estancia.

–Fue un accidente. –

Dijo ella, bajando la cara. Claro, eso tenía que ser… no podría creer que fuera de otra forma.

–Yo, tenía nueve años, no había ido a la escuela porque era un día libre, mi madre dijo que me enseñaría a cocinar, yo estaba tan contenta que fui a la cocina y abrí la llave del gas… –

Me dijo, yo empezaba a entender porque me dijo que odiaba el fuego.

–Intenté encender la estufa sin pensarlo mucho, pero no podía… mi madre bajó en ese momento, y hubo un estallido. –

Explicó ella, jugando nerviosamente con sus manos, luego me miró a los ojos, no había lágrimas, es cierto, pero la tristeza y el horror, aparte de la culpa, estaban grabadas en su rostro. Siempre lo habían estado, pero era la primera vez que yo estaba lo suficientemente pendiente de ella para notarlo.

–Lo siguiente que recuerdo es que yo estaba en el hospital, mi cabello se había ido, y tenía quemaduras en el cuello y los hombros. –

Ahora que la miraba con detenimiento, ella parecía tener una cicatriz en el cuello acerca de eso, pero en realidad no era demasiado notoria.

–Sin embargo, los médicos dijeron que mi madre no soportó el camino al hospital, y… –

–Murió. –

Completé, tragando saliva.

–No lo digas. –

Pidió ella con una vocecita.

–Tampoco yo quería decirlo, es difícil usar esa palabra cuando esas cosas pasan, es doloroso. –

Yukihana me miró abriendo los ojos con mucho interés y mucha consternación.

–No puedes decir eso… no puedes. –

Yukihana se puso a llorar, en silencio. Yo me acerqué a ella con lágrimas en los ojos, no sé si por ella o por mí, eso no era importante, pero hice lo que mi madre hacía cuando algo me dolía. Le abracé.

Ella comenzó a llorar más y más.

–Está bien, puedes llorar si quieres, nadie va a juzgarte por ello. –

Le dije, ella no respondió, sólo siguió llorando, apretando mis brazos con sus manos y con su cabeza metida en mi pecho. Era el primer contacto que yo tenía con una persona en meses, jamás pensé que sería tan doloroso.  Pasaron varios minutos para que ella recuperara el control sobre sí misma, se separó.

– ¿Cómo sabías que me sentía así? –

Preguntó ella, interesada, limpiándose los ojos con las mangas.

–No lo sabía, es sólo que acabo de decirlo también, es la primera vez que lo digo claramente, y acabo de entender que es doloroso, no es algo fácil de aceptar, yo creo. –

–Yo lo hice… después de eso hui de casa, y caminé hasta aquí. –

Explicó.

–No creo que tengas que culparte por algo así, fue un accidente. –

Respondí, es verdad que había una especie de agujero en lo que ella me había contado, pero tampoco estaba aquí para investigar a fondo lo que había ocurrido. Creo que me bastó con entender que fue un accidente de cocina.

–Pero es mi culpa. –

–Pero culparte no va a ayudar a nadie. –

Lo decía de dientes para afuera, de la clase de cosas que dices para que la otra persona se sienta mejor, porque en realidad yo no podía aceptar ninguna de esas cosas que estaba aconsejándole a ella. Sin embargo, Yukihana si lo tomó  literal.

–Prometo no volver a golpearte. –

Dijo ella, creo que era su forma de agradecer, es decir, creo que sabía que a los demás, la prueba nos resultaba particularmente dolorosa, pero yo negué con la cabeza.

–Quiero seguir con la prueba como debe ser, como dije, tengo que convertirme en un hombre. –

– ¿Y luego qué? –

Preguntó ella.

–Luego podré cumplir mi promesa. –

– ¿Tu promesa? –

–Le he prometido a esa chica que vengaría la afrenta, no podré vivir en paz si no lo hago. –

–Estoy segura de que lo lograrás. –

Respondió ella, asintiendo ligeramente y sonriendo con timidez, como esa sonrisa que obtenía de Himiko cuando le decía lo que ella quería escuchar. Una sonrisa sencilla, que venía de una persona que no estaba acostumbrada para nada a sonreír.

Yo no tenía una hermana pequeña, nunca la había tenido, así que, en cierto modo, comencé a pensar en ella como tal, al menos mientras me fue posible.

––––––––––

Llegó el año nuevo, que en aquel lugar se celebraba de forma muy tradicional, como todo lo demás, y ese día, me dijeron que debería escribir a mis padres.

Por la tarde, saldría una furgoneta para entregar al correo las cartas que quisiéramos enviar, porque no se nos tenía permitido abandonar el templo así como así. O más bien, podías irte cuando quisieras, pero una vez fuera, no podrías regresar. La excepción estaba en los tipos que manejaban las furgonetas, que en realidad, podríamos decir que era parte de su trabajo, como cuando fuimos a llevar verduras a una pueblo cercano, tuvimos que salir.

Fuera de eso, la regla era absoluta. De otro modo, este sitio podía convertirse en una especie de refugio para más que solo vidas hechas pedazos.

Decidí que lo mejor era escribir a mi madre.

Llevaba mucho tiempo sin enviar ningún mensaje, pues el celular se quedó sin batería algunos días después de que llegué y desde entonces nadie sabía nada de mí. Otra cosa es que, a pesar de que mi madre me llamó un par de veces antes de que yo llegara aquí, lo único que hice fue mandar un mensaje de vuelta diciendo “Estoy bien”.

No es que intentara ser un mal hijo, pero como le dije a Dai Sensei en una conversación que tuve con él (en la que me preguntó por mis padres) tuve miedo de que, si contestaba, el llanto de mi madre me haría dar la vuelta e ir a casa. Y siendo sinceros, yo no creía que mereciera ir a casa todavía, no me sentiría bien sólo volviendo a vivir una vida cómoda después de haberle fallado a Himiko de esa forma.

“Madre, Padre.

Estoy bien. Más que bien, en realidad. Sé que he sido un terrible hijo y estoy dispuesto a recibir la reprimenda que me merezco en cuanto regrese a casa, también sé que esto les ha provocado mucho dolor y quiero que sepan que lo lamento mucho, porque ustedes son excelentes padres y no se merecen un hijo como yo. Pero como si estuviera en alguna competencia deportiva o escolar, puedo decirles que quiero que estén orgullosos de mí, aunque sea egoísta de mi parte pedirlo estando tan lejos. No puedo decir otra cosa sino que me estoy esforzando todos los días por poder regresar a casa y pagar, si es que se puede, todo lo que ustedes han hecho por mí, pero no puedo pretender pagarlo dándoles tristeza, dolor, preocupación y humillaciones. Es por eso que, como dije, quiero convertirme en alguien de quien puedan estar orgullosos, y estoy seguro de que lo lograré. Hasta ahora no he dejado de comer, no he dejado de entrenar, no he dejado de hacer las cosas bien, y no me he roto nada, así que pienso que lo estoy haciendo bastante bien.  Prometo que podrán sentirse orgullosos de mí una vez que haya vuelto, y si no, al menos podrán castigarme como es debido por todo el daño que le he causado a mi familia.

Su hijo, quien les echa de menos.

Tento Daitako. ”

Eso fue lo que decía mi carta. Motoraku (quien de nuevo iba a ir en la furgoneta) me prometió que se aseguraría de dejarla en el correo a tiempo. Y por ser una persona “especial” como ellos dijeron (aunque me negaba rotundamente a aceptar algo como eso) pudieron tomar una fotografía de mí y ponerla en la carta. Al menos eso podría confirmarle a mi angustiada madre que lo que decía la carta era verdad.

Olvidaba decir que para entonces ya teníamos uniformes, no es que fueran la gran cosa, parecían uniformes escolares, pero los abrigos nos hicieron mucho bien durante el invierno. El hombre que los trajo, dijo que habían sido pagados con el dinero recaudado de vender algunas de las cosas que nosotros hacíamos y cosechábamos.

Por supuesto que algo tan enorme no podría funcionar sin algo de dinero de por medio.

Después de lo ocurrido con Yukihana, terminó la prueba del silencio, y mi tiempo allí estaba llegando a su fin. Algo que hay que notar, porque es importante, es que Yukihana se pegó a mi todo lo que pudo durante el resto del invierno.

Al menos mientras teníamos tiempo, es decir; las comidas, y la hora de dormir.

Todo comenzó la noche de año nuevo, cuando ella abrió la puerta del dormitorio. Los otros dos sujetos con los que dormía, dormían. Yo estaba leyendo. No era demasiado tarde, de todas formas.

– ¿Qué haces aquí? –

Pregunté, sin poder creerlo, ella había traído una almohada y una manta.

–No quería estar sola ¿Puedo quedarme aquí? –

–Claro que no, no puedes dormir aquí, hay otros chicos, aparte de eso, seguro que tendremos problemas si alguien se entera, eres una chica. –

–He dormido junto a Dai Sensei antes, él me lee historias. –

Se quejó Yukihana, era lógico pensar que Dai Sensei también tenía una parte humana, me pregunto si tenía algún sentimiento por esta chica, como ser su abuelo o algo así.

–Pero yo no soy él, seré regañado, y pensarán que… –

Y cerré el pico. No podía decirlo.

– ¿Qué? –

Preguntó ella, lógicamente.

–Que he hecho cosas malas. –

–Les diré que no has hecho nada malo. –

–De todas formas, es un no definitivo. –

Yukihana enjugó sus lágrimas.

–Nadie nunca quiere estar conmigo… ¿Es porque soy desagradable? –

Preguntó ella, a punto del llanto.

Comenzaba a entender las razones por las cuales nadie se acercaba a esta niña. No es que pensaran mal de ella, como me habían dicho, es que podría malinterpretarse. Por otro lado, no creo que nadie hubiera sido capaz de explicarle claramente la razón de la negativa, y  entonces Yukihana había terminado pensando, que se debía a que ella nos resultaba desagradable. Era una posibilidad.

–De acuerdo, de acuerdo, no llores, sólo… no llores. –

Le pedí, ella se secó las lágrimas con las mangas de su pijama, luego pasó. Era completamente diferente a la persona que te obligaba a limpiar en silencio. Creo que esta parte de ella solamente salía cuando estaba en confianza. O quizá es que la prueba le requería ser de otro modo. No estoy seguro.

Resultaba confuso ver a la chica que había dicho “El enojo sin sentido no sirve, si no puedes usarlo para vengar lo que te hicieron, entonces sólo empeora tu vida” llorar por semejante niñería, aunque muy probablemente aquellas palabras fueran como un mantra que ella se había visto obligada a aprender al estar aquí. Sonaban demasiado maduras para una chica de su edad.

–Si estos dos se dan cuenta de que has estado aquí esta noche, jamás me quitaré de encima los rumores ¿Entiendes? –

Le dije en voz baja, ella asintió.

–Me iré antes de que despierten. –

Aseguró, luego de eso se acostó sobre el futón que estaba vacío, al lado del mío, al poco rato ella volvió a quejarse.

–Quiero dormir contigo. –

Me dijo. Yo entrecerré los ojos.

–Quieres matarme, eso es lo que quieres. –

Le reclamé.

–Claro que no, no digas cosas así, sólo quiero dormir contigo, es todo, no voy a hacerte daño con eso. –

–Pero no se puede. –

–No ocupo mucho espacio. –

Argumentó, con la cara más inocente que uno pueda imaginar.

–No es eso. –

–Seré silenciosa. –

–Tampoco es eso. –

– ¿Qué es entonces? –

Preguntó ella, desesperándose. Suspiré, tenía que encontrar alguna forma de explicarle, sin quebrantar su inocencia.

–Escucha, eres una chica, y yo soy un chico, y hay una razón por la cual los chicos duermen separados de las chicas, los chicos son peligrosos para las chicas jóvenes, en especial las chicas lindas ¿Entiendes? –

–Sí, pero no hay nada que temer porque yo no soy linda. –

Respondió ella, con mucha confianza en lo que estaba diciendo.

–Claro que… –

Iba a decir que ella era linda, más que nada porque no me gustó que ella afirmara lo contrario.

–Además soy más fuerte. –

–No se trata de eso. –

–Mejor di que no te agrado, no me mientas. –

Ella hizo ademán de estar enfadada y en sus ojos aparecieron lágrimas de nuevo. Apenas podía creerme que estaba siendo chantajeado por una niña, pero como no parecía haber forma de evitarlo, y como además yo no me sentía atraído por ella, de esa forma, (antes he mencionado que había pensado en ella como una hermanita) entonces acepté.

–De acuerdo, está bien, sólo no hagas ruido ¿De acuerdo? –

Pregunté. Creí que estaría bien.

Grave error.

––––––––––

¿Había mencionado que ella había sido el primer contacto humano que yo había tenido en mucho tiempo? Bueno, eso fue el inicio de un grave problema. Uno que convirtió la hora de dormir en un tormento, al menos para mí. Es cierto que yo no me sentía sexualmente atraído por ella, podía verla caminar durante el día y no sentir nada, lo juro. Eso no evitó que el tenerla tan cerca me provocara cosas para las que yo no estaba listo, el sentir su pequeño cuerpo junto al mío al dormir, lo suave de su cabello, el aroma de ella en mis fosas nasales.

Yo sabía que no era que me gustara Yukihana, sino que yo tenía una necesidad. Y claro el estar cerca de una chica, por joven que fuera, me lo recordó.

Fue allí que comencé a pensar que lo que sentía no era del todo normal. Cada vez que esa clase de pensamientos aparecían en mi cabeza, yo pensaba “Es mi hermana pequeña” pero no siempre funcionaba.

Me negué todo lo que pude a esta nueva sensación, mientras lidiaba por evitar pensamientos en mi cabeza que yo no debería estar teniendo acerca de una niña en edad escolar, con una serie de sentimientos encontrados en el pecho que yo no estaba seguro de cómo manejar, y un problema que no podía confesar a Yukihana bajo ninguna circunstancia.

No podía dormir tranquilo.

Por supuesto, que mi nerviosismo por la hora de dormir y mi sueño constante comenzó a causar estragos en mi día a día, más de una persona me preguntó ¿Qué ocurre? Pero no podía decirles que mi falta de sueño se debía a que yo dormía todos los días con una niña de primaria, y que, a pesar de que sabía que estaría mal, no podía evitar pensar en aprovecharme de ella.

Así pasaron otras dos semanas, hasta que mi problema comenzó a ser demasiado serio para ignorarlo, entonces fui hasta donde estaba ella, al Dojo, donde ahora otro chico hacía la prueba del silencio.

Esperé a que terminara para hablar con ella, aunque tengo que admitir, que Yukihana lo golpeó mucho más severamente de lo normal en cuanto notó que yo estaba esperando. La prueba terminaba cuando el que la hacía pedía paz, o cuando había otra cosa que hacer, yo nunca me rendí.

Grave error también.

El pobre chico salió con la nariz sangrando, mirándome con lastima, quizá pensando que yo era el siguiente. Entré en silencio al Dojo.

–Quería hablar contigo. –

Le dije, sin hacer ruido, haciendo de alguna forma, gala de lo que ella me había enseñado.

–De acuerdo. –

Respondió Yukihana.

–Escucha yo… no puedo seguir durmiendo contigo. –

Estoy al tanto de lo mal que sonaba lo que le dije, pero era precisamente su inocencia (y mis esfuerzos por no hacer una idiotez y quitársela) lo que me atormentaba.

– ¿Ahora me odias? –

Preguntó Yukihana, inmediatamente poniendo lágrimas en sus ojos, pero yo negué con la cabeza, fue evidente que lo que yo trataba de decirle era de hecho difícil de decir, así que ella se puso seria.

–No es que no me agrades, es que… está mal, que un chico y una chica duerman juntos está mal, soy una terrible persona por pensar así, y también por decirte esto, pero no puedo evitarlo. –

Expliqué.

–Mis padres dormían juntos, y a veces dormían conmigo. –

Se quejó ella.

–Está bien si eres su hija, está bien si ellos están casados. –

Expliqué, o más bien dicho lo intenté.

–La señora Mikako dice que su hermano menor dormía con ella. –

Repuso.

–También para los hermanos está bien. –

Respondí, esperando que no hubiera ningún significado raro en esas palabras, aunque pensándolo con detenimiento, parecía poco probable que, si lo hubiera, la señora Mikako se lo hubiera dicho a Yukihana.

La señora Mikako era la jefa de toda la cocina en el lugar, era una mujer enorme y un poco gorda, también algo avejentada. En cierto modo me recordaba a Oshizu–san. Según ella misma mi había contado, tenía un hermano menor, que falleció en un accidente de auto, varios años atrás.

–Entonces ¿Por qué no está bien para ti? –

–Porque cuando duermo contigo pienso cosas de ti que no debería pensar. –

– ¿Cómo qué? ¿Es hacerme daño como habías dicho? ¿Es porque piensas que eres peligroso? –

Suspiré, había que ser más directo con ella.

–Es porque cuando estas allí, y estamos acostados, pienso en cosas como… besarte o tocarte, y eso no está bien en absoluto. –

Ella retrocedió, mirándome a los ojos como si me desconociera.

–Lo siento. –

Le dije. Yukihana ya no dijo nada, es más ni siquiera me miró, supuse que estaba decepcionada de mi por pensar algo así, pero esto era mejor a que un día mis… instintos me dominaran, y terminara haciendo algo de lo que me arrepentiría el resto de mis días.

––––––––––

Para entonces yo ya entrenaba mis movimientos con la katana con una katana real. Dai Sensei dijo que era para que me acostumbrara al peso del arma, también comencé a usar la Nodachi y a adaptar algunos movimientos que ya conocía. El cambio de peso hizo que algunos de ellos aun fueran difíciles, pero me esforcé al máximo por cumplir con las expectativas.

Un día, mientras entrenaba con estas nuevas armas, y repetía una y otra vez los movimientos, Yukihana volvió a acercarse a mí.

–Buen trabajo. –

Dijo cuándo me detuve, volteando a verla, había pasado una semana desde que recuperé mi forma solitaria de dormir, y no comprendí del todo porque ella estaba allí.

–Gracias, aunque pensé que vendría cualquier persona, menos tú. –

Le dije, era mi forma de recordarle que no sabía porque ella había estado evitándome (porque fue obvio que lo hacía) y que esperaba una explicación, ella bajó su cara por unos momentos.

–Es que… ya lo decidí. –

Explicó.

Tenía un mal presentimiento.

–Conté a la señora Mikako lo que me dijiste. –

Casi me desmayo.

– ¿Qué hiciste qué? –

–No quería hacerlo, porque me daba mucha pena, pero pensé que si alguien podía explicarme sería ella. –

Respondió Yukihana, juntando sus dedos. Ahora que lo pensaba, ella estaba muy joven para estar sin supervisión, posiblemente la señora Mikako estaba haciendo el papel de madre en ocasiones. Eso tenía sentido. Por otro lado, estaba seguro de que moriría en algún desgraciado “accidente de cocina.”

–Ella dice que tú tienes miedo porque no estamos casados. –

Vaya, esa aclaración me hizo suspirar. Creo que esa fue la mejor explicación que alguien pudo haberle dado a una niña como ella, en cierto modo agradecí que alguien pudiera iluminarla sin decir nada realmente vergonzoso.

– ¿Es cierto? –

Preguntó ella, yo asentí.

–Bueno… en cierto modo si es así… –

Le dije, en cierto modo enojado con ella por no aclarar esas cosas desde el principio, pero entonces ella dijo algo que nunca pensé que escucharía de una niña de su edad.

–Entonces deberías casarte conmigo. –

Me dijo y se dio la vuelta, como si el que lo hubiera dicho hubiera sido yo. Suspiré, estaba hablando sin sentidos, y lo mejor era que le hablara con la verdad.

–Yukihana. –

–Eso ha sido vergonzoso, no puedo mirarte ahora. –

“Si era tan vergonzoso, entonces no lo hubieras dicho” pensaba, puse una mano en su cabeza y la acaricié suavemente, para que ella se relajara.

“Munyu”

Fue el sonido que ella hizo, a mí me pareció tierno. No pensaba mal de Yukihana en absoluto, era una niña agradable, otra cosa es que no pensaba que ella estuviera en edad de pensar en esas cosas, ni que yo fuera el sujeto indicado para ello. No es que no sintiera ese deseo de protegerla, es sólo que si estaba aquí, es porque había fallado en proteger a alguien importante para mí. No podía fingir que aquello no había ocurrido.

–Yukihana, la verdad es que yo me debo a alguien, no es que no me agrades, pero yo no pienso para nada en forma romántica acerca de ti. –

Le confesé, ella se dio la vuelta, no comprendía nada de lo que estaba diciéndole, si ni siquiera comprendía lo que ella estaba pidiéndome.

– ¿Estás diciendo que no? –

Preguntó ella, no había lágrimas en sus ojos, sólo desconcierto. Fue eso lo que me hizo entender que ella no sabía aún de lo que estaba hablándole. ¿Cómo iba a sentirse rechazada si no sabía lo que eso significaba?

–Estoy diciendo que eres muy joven para pensar en eso, y que tampoco soy el sujeto indicado. –

–Pero… no me siento sola cuando estoy cerca de ti… –

–No he dicho que quiero que te apartes de mí, me agradas, pero no como una mujer con la que me casaría. –

Expliqué, sus ojos se abrieron.

– ¿Entonces cómo? –

Preguntó ella, exigiendo una explicación.

–Bueno, pienso en ti como una hermana pequeña, algo así, puede sonar vergonzoso, pero no tengo hermanas, me he hecho a la idea de que, de haber tenido una, podría haber sido como tú ¿estaría eso bien para ti? –

Por fin Yukihana sonrió, podía darme cuenta de que ella se sentía aliviada de saber que no estaba buscando un pretexto para alejarme de ella.

–Esta eso bien para mí… hermana pequeña… –

Repitió, como tratando de hacerse a la idea. Luego se acercó a mí y me abrazó. Yo suspiré.

– ¿Puedo volver a dormir contigo? –

Preguntó luego de eso, al parecer era importante para ella, yo no dije nada, porque no estaba seguro.

–La señora Mikako dice que está bien que los hermanos duerman juntos. –

–De acuerdo entonces, sólo procura que no sea a diario, de otro modo las personas comenzarán a inventar mentiras malas sobre ti, no quieres eso. –

Expliqué, feliz de que ella “hubiera comprendido” lo que yo trataba de explicarle.

–Claro que si… Onii–chan. –

Sentí un gancho al estómago cuando ella se separó de mi para decir eso, sonriendo a delicada luz del sol, su sonrisa me pareció tierna, aunque me sintiera indigno de recibirla. Pero tengo que admitir que lo único que eso hizo, fue distraernos. Y como de costumbre, algo dentro de mí me dijo que aquel patético intento de excusa no me duraría demasiado. Más que nada porque sabía, que mi tiempo aquí estaba a punto de terminar, al igual que su niñez.