Capítulo 33: Mis años de Hikikomori.
Eso dio pie al inicio de unos de los capítulos más aburridos que puedan existir. Casi siento pena por estar relatándolo.
Sucedió que después de ese día, todas las semanas, iba a dejar flores al sitio donde había enterrado la urna. Y cuando pasaba eso, siempre conversaba con Himiko, sobre las cosas que veía, leía o hacía. Las nubes de inicios de primavera se habían dispersado, y ahora hacía calor.
Era la tercera vez que iba desde que había vuelto a casa, cuando al ir de regreso, noté a la furgoneta del reducto parada frente a mi casa. No pude distinguir de quien se trataba hasta que me acerqué. Mi madre los miraba con abierta desconfianza, pero cuando me vieron llegar, se bajaron de la camioneta. Eran Motoraku y el burakumin.
Pensé que venían a averiguar lo que había pasado con el clan Kamakura, así que les ofrecí a pasar, mi madre se acercó inmediatamente.
–Estas personas llevan paradas en ese sitio desde que te fuiste, Daitako. ¿Son conocidos tuyos? –
Preguntó, con intenciones de hacerse notar como la señora de la casa. Yo tranquilicé a mi madre.
–Lo son, y son buenas personas madre, solamente tenemos un par de asuntos pendientes. –
Le dije, luego mi madre, sin dejar de mirarlos, los dejó pasar.
Nos sentamos en la sala de mi casa. Mi madre les sirvió jugo y aprovechó para hacer una advertencia.
–Si personas sospechosas permanecen parados sólo así, alguno de los vecinos llamará a la policía. –
Motoraku se comportó como se esperaba de alguien como él, quiero decir que hizo una reverencia y pidió disculpas.
–Perdone si le hemos parecido sospechosos señora, la verdad es que hasta no ver a su hijo llegar, no estábamos seguros de que hubiéramos llegado al sitio correcto, lamentamos mucho incomodarla, pero el asunto es de carácter urgente. –
Mi madre escuchó a medias la disculpa de Motoraku, luego salió de la sala, aunque fue evidente que en todo momento nos estuvo vigilando.
– ¿Quieren el informe de lo que pasó? –
Pregunté, ya que estuve seguro de que mi madre no nos escucharía.
–No, hemos estado en la residencia Kamakura, sabemos lo que pasó, por otro lado, la policía se niega rotundamente a entrar allí… –
– ¿Los cuerpos… siguen allí? –
Pregunté, algo asombrado, Motoraku asintió, con una sonrisa melancólica.
–Creo que allí van a estar por un largo tiempo. –
Permanecí en silencio después de ello. Si habían estado en la residencia, no querían un informe. Supuse que era obvio que Ryoto habría sido encontrado también, pero de ese no había oído nada tampoco. Al parecer no era el único que tenía problemas con esa familia, si sus muertes iban a pasar así de desapercibidas, pero no dije nada.
–La señora Mikako… ¿la recuerdas? –
Me preguntó Motoraku. El burakumin permaneció en silencio. Yo asentí.
–Bueno, ella falleció apenas regresamos de Atsumori, los médicos dicen que el cansancio y la falta de sueño fueron las causas principales. Yukihana abandonó el lugar esa misma noche, nadie sabe dónde está. –
–Tampoco la he visto. –
Le respondí, Motoraku resopló, parecía seriamente preocupado.
–La única cosa que sabemos es que está armada, salimos a buscarla, pero cuando llegamos a la mansión, nos dimos cuenta de que ella ya había estado allí. –
–Entonces… vendrá. –
Motoraku asintió, parecía consternado.
–Por lo que podemos deducir, está siguiéndote los pasos. –
Explicó el burakumin, hablando por primera vez en todo el rato.
–Si es así, tarde o temprano me encontrará. –
Aseguré, Motoraku negó con la cabeza.
–O ya lo hizo, creo que, en vista del tiempo que ha pasado, y de lo inteligente y escurridiza que es, la probabilidad de que ella sepa que estás aquí es alta. –
– ¿Escurridiza? –
–Dai Sensei había pensado en hacer una excepción si podíamos hallarla y llevarla de vuelta, convencerla de algún modo, pero ella se enteró de que la seguíamos y le perdimos la pista en el centro de la ciudad de Nagoya… no hemos vuelto a dar con ella. –
Explicó, con evidentes trabajos al admitir que había fallado.
–Si escapó de ustedes, es probable que ella no quiera volver… ella me lo dijo, vendrá tras de mí no importa el tiempo que pase. –
Le recordé, Motoraku estuvo allí el día en que ella “me amenazó.”
–Estamos aquí porque eres lo único que todavía la conecta con el mundo. Esa niña llegó al reducto habiendo perdido todo lo que tenía. Hasta donde sabemos, no tiene más familia, y posiblemente ni siquiera tenga donde quedarse… –
Explicó él, con toda esa información, lo único que me quedó claro es que un día aparecería. Motoraku lo sabía, y continuó:
–Por eso es que estamos aquí… está armada, y no creo que sea muy racional ahora mismo, pero… es Yukihana, y entenderás que todos allá le tenemos estima, le ofrecimos nuestro apoyo luego de la muerte de la señora, pero eso no es lo que ella quiere. –
–Ella te quiere a ti, no volverá si tú no vuelves, y Dai Sensei no puede hacer la misma excepción contigo. –
Explicó el burakumin, explicando también que, con las cosas como eran, sería imposible que ella volviera. Si eso era así, entonces ellos estaban aquí por una sola razón, eso me hizo enfadar un poco.
–Tengo la impresión de que ustedes creen que yo lastimaría a Yukihana. –
Les dije.
–Por eso estoy aquí. Tento–san. –
Me dijo finalmente Motoraku, bajando la cabeza, quizá se sentía un poco mal al desconfiar de mí.
–No voy a lastimarla, es una promesa, puede que esté armada y que sea algo aterradora, si ustedes gustan seguirme, pero no deja de ser una niña, de edad escolar, por otro lado, cualquier daño que ella pueda hacerme, lo tengo bien merecido. –
Le dije, ellos me miraron, un tanto aliviados.
–Puedes llevarte mis armas si gustas, ya no las necesito. –
Agregué.
–No, son importantes y Dai Sensei desea que permanezcan contigo, por otro lado, acerca de Yukihana, seguramente aparecerá en algún momento, no sé cómo va a ser la situación, pero si tú dices que no le harás daño, entonces eso es lo que le comunicaré a Dai Sensei. Aparte de eso ¿podrías informar en cuanto la veas? No podemos hacerle volver a la fuerza, pero sería un gran alivio para nosotros saber que ella está viva y bien. –
–Así será. –
Le dije, mi madre pasaba desde detrás de la puerta del patio una y otra vez para asegurarse de que todo estaba bajo control. Motoraku y el burakumin se dieron cuenta y se pusieron de pie.
–No perturbamos más a tu familia, Tento–san, ya hemos hecho demasiado ruido aquí, y no vivimos para perturbar a las amas de casa cuando intentan hacer sus labores. –
Fue lo que dijo Motoraku, los acompañé hasta la furgoneta, y luego de despedirnos diciendo que volveríamos a vernos, ellos se fueron.
Mi madre estaba en la sala recogiendo algunas cosas cuando volví a mi casa, ella me miró por unos momentos, como si comenzara a entender en donde, y con quien había estado durante todo ese tiempo. No quiso dejar de preguntar, de todos modos, recordando que ella sabía que yo tenía armas.
–Si algo pasara… tú defenderías a tu familia ¿cierto? –
Creo que la familiaridad que yo tenía con estos sujetos que a ella le parecieron sospechosos le había puesto ideas en la cabeza
–Claro que sí, madre, pero nada va a pasar. –
En parte era verdad. Desde luego mi madre no tenía a una chica enojada y armada buscándola. Sonrió aliviada por mi respuesta. Yo volví a mi habitación, y poco a poco la melancolía me venció.
Acabé llorando mientras miraba la fotografía, preguntándome ¿Ahora qué debería hacer?
––––––––––
El día siguiente fue bastante monótono, al igual que la mayoría de los días ahora. Bajar a desayunar, salir un poco sin tener realmente a donde ir, caminar en círculos alrededor del barrio, volver a casa para la comida.
Encerrarme luego en mi alcoba para poder estar solo y hablar a Himiko, sin respuesta, para luego cenar y soñar con que volvía a verla. Sueño que se evaporaba a la mañana siguiente con el ruido de la calle y el sol entrando por mi ventana. Volver a comenzar la rutina que sólo se rompía cuando iba a dejar flores al altar, del que ya no me atreví a remover el collar.
En algún momento pensé que las cosas deberían cambiar para mí, que tenía que hacer algo, pero poco a poco, comenzaron a faltarme las fuerzas para hacer cualquier cosa que no fuera dormir. Mis padres trataron de averiguar lo que ocurría, pero en vista de lo delicado del tema, fue muy obvio que no podían indagar mucho, antes de que yo me pusiera tan nervioso, que no estaba en condiciones de responder.
Yukihana no había aparecido. Tampoco volví para ver a Yamaki como había prometido, hasta que pasadas más o menos tres semanas, recibí un mensaje en el teléfono, mientras cenaba.
“Hola, solamente quería decir que ya que las vacaciones de verano se acercan, pensé que podríamos ir a pasear a algún sitio, espero que no estés demasiado ocupado, llámame si puedes.
Cariños. Harusaki.”
Lo había olvidado por completo, yo aún tenía que pagar a Harusaki por la caja de música (que ahora formaba parte del altar de Himiko.) y recordaba lo que ella había pedido. No me agradaba mucho la idea que digamos, cuanto más que ahora me quedaba bastante lejos de mi casa. No era lo mismo que cuando uno iba a la escuela, no estaba del todo dispuesto a viajar cinco horas por ver a Yamaki.
Encogiendo de hombros decidí ignorarlo y pase de ello.
––––––––––
Era de noche y lo único que quería hacer era dormir. Ya había apagado la luz y había dejado el libro que estaba leyendo en la mesita, abrí la ventana porque ahora el clima era caluroso. Cerré los ojos.
Los abrí cuando comencé a escuchar una estúpida canción.
“Onii–chan es un mentiroso, que engaña y rompe sus promesas… Onii–chan es un traidor idiota que hiere y que lastima…”
Abrí los ojos.
A un lado de mí, había una chica de cabellos rojizos y cortos, aparentemente inexpresiva, parada a un lado de mi cama.
–Termina tu canción. –
Con una velocidad que por sí sola daba miedo, Yukihana clavó una especie de cuchillo justo a un lado de mi cabeza, quité la cara antes de que la perforara con una especie de cuchillo. Me puse de pie inmediatamente y fuera de su alcance, pero ella no se movió. Estaba como en un trance.
–Es un gusto verte, Yukihana. –
Le dije, con cierto sarcasmo, por fin ella volteó a verme, había lágrimas en sus ojos.
–No es verdad, no es verdad que Onii–chan se alegra de verme… Onii–chan es un mentiroso, malvado y cruel… Onii–chan hizo cosas malas ¿Por qué las hizo? ¿Es lo que quería hacer? ¿Por eso abandonó a Yukihana? Yukihana sufrió mucho desde que Onii–chan se fue… –
Trague saliva. No era precisamente la declaración más cuerda, ella estaba mezclando lo que quería decirme con un montón de sinsentidos, a los que yo realmente no sabía cómo responder.
– ¿Por qué no te tranquilizas primero? –
Pregunté, aquello fue un error, ella lanzó una cuchillada con intenciones de dejarme sin ojos, me refiero a que si no me hubiera quitado de en medio, me habría cortado en la mitad de la cara.
–Estoy tranquila, sólo estoy haciendo que mi dolor se vaya, justo como el de Onii–chan… en la mansión. –
Me puse serio un momento, la verdad es que no quería hacerle daño a Yukihana, pero aquel tema no me resultaba del todo agradable, le hablé fríamente.
–No sabes lo que ocurrió allí. –
Mi tono de voz la sorprendió, no era la misma voz, trémula y amable que había usado con ella hasta hacía un momento.
–Si no sé lo que ocurrió, es porque Onii–chan nunca me lo dijo. ¿Porque iba a decírselo a Yukihana? Ella no es importante en absoluto… sólo fue un momento, sólo una distracción, sólo un juguete, a Onii–chan ya no le interesa Yukihana, nunca le importó, fue solamente Yukihana quien pensó que era especial… pobre Yukihana… –
¿Por qué se refería a sí misma en tercera persona? Me preguntaba en ese momento, pero seguro que preguntarlo sería una total estupidez. Ella comenzó a llorar.
–Y hasta aquí ha venido Yukihana, ha salido de su casa porque su corazón no podía soportarlo, ha caminado tanto, ha pasado por tanto… y Onii–chan se olvidó de ella, como de la chica de la tienda, siempre tan amable, siempre tan especial… te engaña con sus ojos bonitos, Onii–chan nunca quiso a esa persona, y nunca quiso a Yukihana… somos sólo herramientas que Onii–chan utiliza para hacer ofrendas a su estrella [1] –
– ¿Estuviste en Atsumori? –
Ella me miró, es cierto que yo nunca había visto a Yukihana mirarme de esa forma, pero de algún modo, su mirada me dio escalofríos, esa mirada llena de desesperanza me asustó mucho más que el hecho de que ella tuviera un cuchillo o que estuviera hablando sin sentido.
–Yukihana sabe ahora que Onii–chan está bien sin ella, no la necesita, jamás la quiso, así que me voy ahora… espero que seas feliz, Onii–chan. –
Y diciendo eso, se incorporó y quiso irse (iba a irse por la ventana, del mismo modo que había entrado, al parecer) pero la tomé de una manga, sin poder creer lo que estaba diciendo, haciendo, y lo que estaba a punto de hacer.
–Has pasado por mucho ¿eh? –
No podía seguir enojado con ella después de aquellas palabras, sentí que había intenciones suicidas en esa despedida, y como sin duda se entiende, no era algo que yo estuviera dispuesto a afrontar. Tenía que evitarlo a toda costa.
– ¿Onii–chan finge interés en Yukihana ahora? ¿Por qué lo hace? ¿Siente pena por Yukihana? –
– ¿Qué tan difícil es que entiendas que me alegro de verte? En verdad, no lo digo por nada. Sé que sabes que Motoraku estuvo aquí, dijeron que desapareciste después de que la señora murió. Estaba preocupado por ti desde entonces, pero nunca supe cómo encontrarte. –
No estaba mintiéndole, en el más estricto sentido de la palabra, si me pregunté muchas veces si ella estaría bien durante este tiempo, ella me miró, limpiando sus lágrimas con la manga que tenía libre. Pero la mano que ella tenía libre era con la que ella sujetaba su cuchillo, la acerqué a mí para quitarle el cuchillo, con delicadeza, no era mi intención lastimarla, nunca lo fue en realidad.
– ¿Yukihana hizo bien en venir? –
Preguntó ella, al menos dejó de intentar irse, yo suspiré.
–Te eché de menos, si es lo que quieres saber. –
Ella se puso a llorar de nuevo.
–Quería abrazarte… quería verte, quería decirte que me siento terrible si no estás… pero Onii–chan se fue y dejó a Yukihana sola… –
No pareció importar mucho el hecho de que ella hubiera tratado de herirme, la verdad es que no se lo reprochaba, tampoco quise preguntarle qué es lo que ella hubiera hecho en caso de que realmente me hubiera matado. Dejé que su coraje se calmara poco a poco, ella se abrazó a mí y no me soltó en un buen rato.
– ¿No estás enfadado conmigo? –
Preguntó después de unos momentos, había recuperado su tono de voz habitual y respiraba con un poco de dificultad.
–Verás, fue un poco sorpresivo que entraras por la ventana en lugar de tocar la puerta. –
Expliqué, ella asintió.
–Estuve parada en la puerta un largo rato, preguntándome si debía tocar la puerta, pero nadie más que tú me conoce, y me daba miedo explicarle a la gente que estaba buscándote. –
Ella había recuperado su forma habitual de hablar, dentro de lo posible, alzó la cara para mirarme, yo acariciaba su cabeza.
–La chica de la tienda de regalos… también espera por Onii–chan. –
Se quejó Yukihana, mirándome con recelo. Yo acaricié su cabeza. Un montón de imágenes pasaron frente a mis ojos en ese momento, que se llenaron de lágrimas.
–No quiero verla, no quiero ver a nadie, no estoy listo –
Respondí, girándome para que ella no me viera llorar, pero Yukihana se aferró más a mí.
– ¿Por qué estabas tú allí en primer lugar? –
Pregunté, ella bajó la cabeza por unos momentos, como si estuviera meditando lo que quería decir.
–Yo… te odiaba luego de que te fuiste… quería que desaparecieras de este mundo y que nunca nadie volviera a hablarme, pero la señora Mikako me dijo que si no hacía algo con esto… comenzaría a doler demasiado como para soportarlo, yo no quería verte, pero luego mi cuerpo comenzó a sentirse de esta forma, mi corazón comenzó a sentirse de esta forma, y no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo, intenté dejar de pensar en ti, pero dentro de mi sabía que si no eras tú, entonces nada en mi vida tendría sentido de nuevo, si no volvía a verte, entonces no había una razón para estar viva. –
– ¿Por eso me seguiste a la mansión? –
Pregunté, separándome de ella y acercándome a la ventana para cerrarla.
–Yo no sabía lo que había pasado allí… fue horrible. –
Se quejó ella de pronto, mirándome con coraje.
–Pero yo soy más horrible ¿No es cierto? Porque sé lo que pasó allí, y ni siquiera me importa. –
–Ahora ambos sabemos cosas el uno del otro, supongo. –
Respondí, sonriendo con amargura y sentándome en la cama, ella me miró por unos momentos.
–A mi cuerpo no parece importarle mucho, me sigue pidiendo que… –
Y bajó la cara, avergonzada.
–Onii–chan… tu dijiste que cuando dormías a mi lado sentías ganas de besarme y tocarme… yo… siento esa necesidad ahora, hagamos eso que hicimos aquella noche… por favor. –
–Seguirás pidiéndolo si no lo hago ¿verdad? –
Yukihana se quedó allí como estaba, luego se sacó las pantis por debajo de la falda.
–Cada vez que pienso en ti… sucede esto conmigo. –
Me mostró su ropa, fue bastante erótico, en cierto modo, aunque más que nada estaba sorprendido por el hecho de que una chica de su edad estuviera haciendo cosas como estas.
–Eso es porque sólo piensas en cosas pervertidas ¿No es cierto? –
Reclamé, la cara me ardía por lo llana que era para decirme las cosas, arrebaté su ropa interior en un gesto de vergüenza, pero ella no cejó.
–Recuerdo los besos… y los abrazos… por favor… No puedo soportarlo más. –
¡Agghhh! Moo.
Siendo sinceros, cuando ella comenzó a decir y hacer todas esas cosas, yo también comencé a responder físicamente. Y después de lo que ella había dicho tampoco es como que sintiera que tuviese derecho de negarme. Me daba un poco de nervios porque estábamos en mi alcoba, y si la policía se hubiera enterado de esto, seguro me encierran.
Por otro lado, aquí sólo estábamos ella y yo.
–De acuerdo… de acuerdo. –
Dije, más que nada con la intención de que dejara de decir cosas vergonzosas y yo me desmayara antes de poder hacerlo con ella. Yukihana se acercó a mí y abrió los ojos todo lo que pudo, sus pupilas brillaron.
– ¿En verdad? ¿Harás eso conmigo? –
–Sí, sólo no hagas ruido ¿De acuerdo? Mis padres duermen. –
Le advertí, no pareció importarle mucho que digamos.
–Sí, Onii–chan… que… ¿Qué debería hacer? –
Asintió y preguntó entusiasmada.
–Acuéstate sobre la cama. –
Yukihana se subió a la cama, apoyándose con los codos y levantó su trasero, moviéndolo a un lado y al otro.
–Onii–chan tiene mi ropa interior en sus manos, y ahora no hay nada bajo mi falda… –
Ya saben todos lo que ocurrió después de eso, no lo voy a poner aquí. Lo único que puedo decir es que Yukihana se quedó dormida justo después de terminar.
No voy a negar que me sentí culpable después. A pesar de que sabía que tenía pocas opciones, no pude evitar la sensación de que estaba faltando a mi promesa.
Mi promesa con Himiko.
Salí de mi habitación para lavarme la cara y despejar mi mente un poco. Fui al baño, y mientras estaba allí, yo sentía que le estaba siendo infiel a Himiko, y la idea no me dejó tranquilo.
Me llevé las manos a la cara, perturbado por ese pensamiento, porque mientras más lo pensaba más me deprimía, esperaba que ella se enfadara, por supuesto que lo haría, es decir, tenía relaciones sexuales con otra mujer, una niña, no menos.
Y claro, también me sentía mal por Yukihana, entendía perfectamente que ella tenía poco control sobre sus propias emociones, y la verdad es que no importaba lo que sucediera, yo todavía la veía como a una hermana. El hecho de que ella pudiera utilizar eso para añadirle más “sensualidad” por decirle de alguna manera, a lo que ocurría entre nosotros me asustó. ¿Tenía yo esa clase de ideas escondidas dentro de mí mismo? es decir… si realmente tuviera una hermana pequeña yo…
Me fui a dormir más que nada para dejar de pensar en esas cosas.
––––––––––
Al igual que en la ocasión anterior, desperté estando solo, por unos momentos me pregunté si mi madre habría visto a Yukihana, pero no estaba seguro de querer preguntarle algo así. Me puse de pie y recogí mi ropa. Había allí una nota.
“Querido Onii–san.”
“Ahora que estamos a mano me siento bastante más aliviada. Lamento no poder despedirme de ti en persona, pero si espero a que despiertes, probablemente no quiera irme después. Y tengo que hacerlo. Sólo así comprenderás cómo me sentí durante este tiempo. No te preocupes por mí, sé lo que tengo que hacer si quiero mantenerme viva y saludable. Regresaré cuando me hayas extrañado lo suficiente.
Yukihana.”
¿Onii–san? Suspiré, aun en ese momento, no pude creer que todo se tratara de una especie de venganza por lo que había pasado. De todos estaba claro para mí que sus motivos y los míos no pudieron coincidir ni un poco. Quizá de habernos conocido en otras circunstancias, esto no habría tomado el rumbo que ahora tenía, porque no había forma de que ella aceptara cómo me sentía, ni de que yo aceptara sus sentimientos.
De todos modos, su modo de actuar era un tanto… egoísta. O eso pensaba yo, su nota sólo me hizo sentir irritado e indignado.
Al demonio con Yukihana.
Al demonio con todos.
Si ella gustaba volver a aparecer entonces que así fuera. Si no nos volvíamos a ver nunca entonces ni qué hacerle. Ya tenía demasiados pensamientos dolorosos en mi cabeza como para hacerme de más. Aunque también tengo que admitir que, era mi culpa. Tuve que reprenderme a mí mismo por indignarme, porque Yukihana estaba actuando de una forma muy infantil… pero ¡Es que era una niña! Me parecía linda, y me agradaba estar cerca de ella. También es cierto que en algún momento sentí que debería cuidar de ella, como de una hermana pequeña, lo cual por lo visto ni siquiera era necesario. Pero si algo hizo falta, fue amor.
Yo no amaba a Yukihana.
Vamos, ni siquiera estaba seguro de que algún día dejaría de amar a Himiko. No había dejado de echarla de menos, y todavía me venían lagrimas a los ojos a la sola mención de su nombre. Incapaz de lidiar con esas emociones en ese momento, decidí que no tenía por qué hacerlo.
Mantendría mi promesa, nada iba a moverme de aquí.
Aunque doliera, aunque fuera injusto, aunque hiciera daño a todos a mi alrededor si era necesario, aunque tuviera que rechazar a cien mil mujeres, aunque eso significara quedarme sólo de por vida. Yo seguiría amando a Himiko.
––––––––––
Puse manos a la obra al día siguiente después de eso, limpié mi cuarto, moví los muebles, me deshice de varias cosas que ya no me servían, y luego de eso, ocupé lo que restaba del día en buscar un buen marco para poner la foto de Himiko que aún tenía.
Al día siguiente, que era día de ir a dejar flores, fui, dejé las flores, y arrojé mi teléfono celular al barranco que estaba en la misma avenida donde hacía un año había pensado en saltar. La idea estaba allí, es cierto, pero no podía defraudar a mis padres. Sólo que el no defraudar a mis padres no me deslindaba de la promesa que yo había hecho a Himiko. Nada de salir con chicas o socializar, nada de viejas amistades (Ibiki tendría que ser la excepción) nada. Estaba de luto.
Le dije a mi padre que mi celular había caído al agua. Y él prometió comprarme otro después. Lamenté haber hecho uso del dinero de mi padre para esto, pero por otro lado, un nuevo número era casi como una nueva identidad, nadie volvería a buscarme, y yo podía encontrar a aquellos que aun fueran importantes, como mis padres o Ibiki.
Comencé a ir a la biblioteca después de eso, a buscar algo que leer, y fui frecuente durante al menos un mes o dos, hasta que se me acabaron las cosas que leer. Y luego de eso, me encerré en mi habitación, saliendo solo para lo más indispensable, como los encargos de mi madre, o jugar Shogi con Ibiki. Y mientras tanto, dejé que el tiempo pasara a mi alrededor, esperando el día en que finalmente yo pudiera ir a donde Himiko, no importaba si ese día tardaba meses, años, o décadas en llegar, esperaría pacientemente.
Por lo demás, necesitaba alejarme de todo y de todos por un tiempo. Así que solo cerré los ojos, y dejé que el tiempo pasara.
–––––––––
Cuando eres ajeno al mundo exterior, comienzas a sentir algo de… ansiedad después de algunos meses. Algunos se ponen a comer como locos, otros buscan sustancias ilegales. Por mi parte, yo seguía haciendo lo mismo que hacía en el reducto cuando los deberes terminaban.
Leer, leer, y esperar.
Hasta que un día, estaba mirando por la ventana.
Miraba mucho por la ventana en esta temporada. Miraba a las amas de casa, afanarse porque los patios estaban sucios, y las hojas no dejaban de caer de los árboles, miraba los perros que los jóvenes paseaban, y a los niños jugar en las calles. Después de un tiempo, los niños de los vecinos, que acostumbraban a jugar afuera, se convirtieron en adolescentes. Había dejado de contar los años que habían pasado y había permanecido como ahora. Ausente del mundo que rodeaba la casa.
Conseguí una computadora durante la época de rebajas para jugar algunas cosas, también tenía internet y me la pasaba casi siempre en los foros donde miraba los chistes que otras gentes ponían.
En ocasiones Ibiki venía hasta aquí, o yo iba hasta donde él, pero luego de que lo aceptaron en la universidad, aquello dejó de suceder, o al menos dejó de ser cotidiano. Yo no había vuelto a la escuela. Y de no haber sido por la extraña llegada de cierto compañero, ni siquiera hubiera buscado un trabajo.
Su llegada hizo que todo se pusiera en movimiento de nuevo.
Todo comenzó una tarde de verano cuando mi madre terminaba de lavar la ropa. Ella entró de pronto en mi habitación, yo estaba leyendo un artículo sobre no sé qué noticias del extranjero. Me llamaba la atención porque trataba de cosas militares, y luego de la formación que había tenido, quedé encantado con esas cosas, aunque nunca más volví a usar mi arma para nada.
–Daitako. –
Me llamó mi madre al entrar, pero no tocó la puerta, sólo entró diciendo mi nombre. No sé cuánto tiempo había pasado sin dormir en realidad, no lo recuerdo.
–Allá abajo hay un gato que ha estado maullando toda la mañana, ya he preguntado a los vecinos y nadie sabe de donde es ¿Podrías bajarle un plato con leche? –
Esas fueron las indicaciones de mi madre. Yo me sentía especialmente atraído por los gatos, y mi madre lo sabía, creo que la intención de hacerme bajar fue que terminara pidiéndole que nos quedáramos con él.
Lo que ni mi madre ni yo sabíamos es que el gato había venido a buscarme a mí. ¿Cómo? No me pregunten, sólo ocurrió.
Era el señor esponjoso.
En cuanto me reconoció, se acercó para que lo acariciara, yo estaba tan feliz que casi lloro de alegría.
– ¿En dónde has andado compañero? –
Le pregunté, el gato ronroneo mientras se pegaba a mí y yo lo acariciaba. Seguro que él también había tenido su propio viaje. Parecía cansado y se veía algo triste. El señor esponjoso traía consigo un aura agridulce.
–Bueno, te entiendo amigo, perdiste a tu dueña. Yo igual. –
Le dije al gato, luego lo metí a mi casa. Todo comenzó por éste gato, y terminaba con él también.
La llegada del señor esponjoso fue el detonante que me obligó a cambiar de vida un poco. Mi madre me miraba extrañada cuando le dije que quería quedarme con el gato, aunque, insisto, pienso que era esa su intención desde el comienzo.
–Compraré la comida para el gato este mes, pero tendrás que hacerte cargo tú de él ¿De acuerdo? –
Ni siquiera pensé en negarme, el hecho de haber recuperado al señor esponjoso fue suficiente para que hubiera un toque alegre en mi vida que a decir verdad, hacía mucha falta. Y fue así como conseguí un empleo. En una combini. Dejé de ser un Hikikomori por eso.
El gerente de la combini me contrató, más que nada porque me conocía desde que era niño. Y como además sabía que venía de una familia respetable, no tuve mayores problemas para ser contratado.
Y como conseguí un empleo, pronto comenzó a sobrarme el dinero. Yo le daba una parte a mi madre, usaba una pequeña parte para comprar la comida y las cosas que el señor esponjoso necesitara, cojines, juguetes, arena, etc… pero no tenía nada que hacer con la parte restante, y luego de comprarme algo de ropa y una cena con mi familia, comencé a tener dinero que no tenía un destino, y eso de alguna forma me puso algo ansioso.
Por supuesto que si tuviera una novia esto no pasaría, pero… Fuera de los asuntos específicos del trabajo, yo evitaba hablar con nadie. No es que no quisiera llevarme bien, es que, sabía que en algún momento la conversación se iría por el lado equivocado, y no quería eso.
Había recuperado las cosas del baúl que perteneció al abuelo de Himiko, y varias de ellas estaban puestas en los anaqueles de mi alcoba, al menos las que no fueran a maltratarse por eso. A mi madre no le hizo ninguna gracia ver una bandera imperial colgada en mi cuarto. Y un sombrero de la Kenpeitai en mi escritorio, al lado de la computadora que mencionaba.
–Sabes que cualquiera que la vea te odiará por ello ¿cierto? –
Preguntó mi madre, evitando mirarla.
–El león no pierde el sueño por lo que piensan las ovejas. –
Respondí, ocupado en lo que estaba haciendo.
–Aun así, deberías tratar de llevarte bien con los demás ¿Qué ganas con mostrarle a todos esas cosas? –
–Nadie viene aquí de cualquier modo, y si viene y no le gusta puede irse, no me interesa en absoluto. –
–Hay legados que no deberías continuar. –
Me dijo mi madre, yo suspiré, no es como que entendiera del todo estas cosas, es cierto. Por otro lado, yo no podía simplemente enterrar todo esto y fingir que nunca paso. Era la causa de Himiko. Mi causa.
–Mientras estas cosas existan, y alguien crea en ellas, Himiko nunca morirá. –
Le dije, luego mi madre suspiró y salió de mi alcoba. Hablamos del tema de nuevo varias veces. Y es que me gustaba el tema. Ya hablando con algunas otras personas que bien podían haberse unido a la gente del reducto, me di cuenta de que la idea no era tan impopular como te la hacían parecer, era agradable encontrar gente que pensaba de la misma manera. Eventualmente convencería a mi madre de que tenía la idea correcta.
Algo que conviene notar, es que a diferencia de otros países, Japón finge que combate esas ideas, pero no lo hace. Seamos sinceros, algo que nosotros (los nacionalistas) sostenemos es que dentro de cada japonés, hay un cierto espíritu militarista, uno que no puede ser desarraigado, porque así es como somos los japoneses. Dentro de nuestro corazón, nada ha cambiado con respecto a la era Showa. Solo hace falta una causa.
No es como que quisiera involucrarme de lleno en la política, pero como el sujeto que asesinó al comunista en televisión, si se presenta la ocasión, tienes que estar listo para defender tu causa. Fuera de ello puedes hacer una vida normal. Bueno, yo estaba listo, nadie iba a insultar esa bandera mientras yo existiera. Y esa es precisamente la clase de cosas por las que evitaba hablar con la gente, tampoco es que estuviera buscando meterme en líos por nada.
Mientras tanto, la gente puede decir que son molestos, ruidosos, o lo que sea que ellos gusten. Los medios tampoco nos tienen en buena estima, pero algo puedo asegurar: Si sucediera “algo”, esos ruidosos, molestos sujetos serían los primeros en dar la vida por defender a nuestras familias. Yo incluido.
En fin, son cosas que no eran concernientes a nadie que no fuera yo, me alegraba por supuesto, saber que el ideal que mantenía a Himiko tan arraigada estaba vivo, mucho más de lo que cualquiera pensaba, eso sin duda.
Y mientras continuaba leyendo y buscando, me interesé bastante por el modelismo, Y como ahora tenía dinero porque trabajaba, pensé que era una buena idea comprarme mis propios modelos, y fue allí a donde fueron a parar los fondos que yo tenía de sobra. Hablo de esa afición de armar cosas como carros, aviones, barcos (dentro de botellas no, porque todavía no podía.) También dicen que hay robots, pero me inclino más por las cosas realistas, al menos en ese aspecto.
Lo primero que armé era un Mitsubishi 500, de 1960, lo pinté color verde olivo. Así comenzó una temporada bastante agradable para mí, en compañía de mi gato, que ahora era bastante viejo. Trabajando cinco días por semana en la combini, y armando y comprando modelos el resto del tiempo.
Al menos hasta que llegó la primavera.
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Es cierto que Yukihana siguió viniendo. Después de algún tiempo, yo comencé a entender que lo que esta niña tenía fue que le gustaba acostarse conmigo, eso era todo. Y aunque en un principio estaba algo enfadado con ella y lo hice por desquitarme, poco a poco fui evitando que sucediera, y ella comenzó a distanciar más y más sus visitas. Otra cosa que hay que añadir, es que Yukihana sabía que no importaba lo que pasara, yo siempre estaría aquí, por lo que pienso que solamente venía cuando su urgencia se hacía insufrible.
Me sentí utilizado, no fue precisamente agradable, creo que por eso es que comencé a negarme a hacerlo con ella en realidad.
Como decía, aquella primavera cambio mi afición por completo.
Un día, mientras estaba en el centro comercial, buscando un nuevo modelo para mi colección, vi una imagen que me llamó la atención. La imagen de una chica rubia con orejas de zorro y de un jovencito a quien la chica abrazaba afectuosamente, a pesar de que el chico parecía bastante… avergonzado.
Indagué al encargado sobre la imagen y el me mostró un DVD. La imagen mostraba a una chica con el cabello color negro, evidentemente muy hermosa, que estaba siguiendo a un chico, evidentemente menor que ella, y ambos parecían ir al instituto.
Lo compré, porque no era muy caro, y me fui a casa.
Resultó toda una sorpresa para mí, no pude parar de reír con las escenas de comedia y como yo nunca había visto una comedia romántica, me pareció agradable. Otra cosa que hay que notar es que hablaba de una chica, mayor, enamorada perdidamente de un chico de primer grado de instituto, que solía avergonzarse por los avances de la chica.
Puede que estuviera viendo cosas pero no pude evitar relacionarlo, más por el carácter del personaje femenino, por el del masculino, cuya timidez e inseguridad me recordaban mucho a mí mismo. Creo que le tomé aprecio al personaje por ello.
Después de que terminó, lo cual yo no quería, supe una sola cosa en mi vida. Tenía que ver más.
Así fue como comenzó mi obsesión con el anime. Cuando me di cuenta de lo enorme que era ese mundo, yo no lo podía creer. Debo haber gastado meses de salario con tal de seguir consumiéndolo. Y también creo que pasé mucho, mucho tiempo tras el computador. Cuando volví a ver a Ibiki (ahora un Ronin) le mostré lo que había encontrado, y se unió a mí en muchas tardes de comprar frituras en la combini, para luego reírnos hasta reventar mirando las comedias que comprábamos. Es cierto que no había mucho contenido intelectual en esas series, es cierto que la mayoría de las historias no tenían una historia, era comedia por el placer de la comedia, eso era todo.
Si algo no creo que mi vida necesitara, era tragedia, había tenido demasiada en mi vida, así que siempre evité aquellas cosas que pudieran parecer… tristes, sangrientas, repulsivas. Si iba a fanatizarme de esta cosa, tenía que ser algo feliz. Tampoco tenía ganas de explorar las profundidades de la naturaleza humana, o sumergirme en los abismos del misterio como otras entregas prometían. Era comedia, sólo comedia, y aunque no niego que también vi algunos que no eran comedia del todo, siempre procuré que mis títulos, los que yo compraba, mantuvieran ese aire brillante del que para mí, este mundo estaba lleno.
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Una noche mientras miraba un show de estos, vi algo moverse en la ventana, el señor esponjoso dormía sobre su sillón.
Todo estaba en silencio, no se veía ni un alma. Suspiré, pensando que estaba empezando a ver cosas mientras volvía a mi asiento, pero cuando volví allí, y antes de seguir viendo anime, volteé a la ventana.
Yukihana.
Había pasado cuando menos un año desde la última vez que vino, pensé que no volvería. Me miraba con una mezcla de tedio y coraje, como si hubiera estado esperando a que abriera la ventana. (Aunque ella podía simplemente venir y tocar la puerta como las personas normales, cosa que nunca hacía.) Ahora era una mujer de veinte años, se había vuelto más alta y parecía más adulta. Aunque su pecho y su trasero no crecieron demasiado.
Ni que hacerle, abrí la ventana:
– ¿No ibas a abrir? –
Preguntó ella, lo primero, antes de entrar.
–Podrías haber tocado el timbre. –
–No me dejarías pasar si así fuera. –
Se quejó ella, luego entró, en silencio como siempre. A estas alturas, esa era la clase de relación que había entre ella y yo, mucha confianza, poco amistosa.
–No debiste entrar por la ventana, te he dicho antes que esto no es “misión imposible” sólo tienes que venir y es todo, no veo porque te resulta tan difícil. –
–Ha, no recordaba, tu culpa de cualquier modo. –
Respondió ella renuente, cerré la ventana.
– ¿Que hacías? –
Preguntó ella, mirando el computador, yo se lo mostré.
–Miro esta cosa. –
Para colmo, se había detenido en una escena bastante sugerente.
–“Kimó” –
Declaró ella, girando la mirada, seguro que no podría convencerla de que no era pornografía, ni lo iba a intentar.
– ¿Ahora ves esos dibujos? Otaku. –
–No es insultante para mí, si es lo que estas intentando. –
Repliqué, sabiendo que ella no podría argumentar nada si yo lo argumentaba primero.
–Más importante que eso, pensé que cumplirías tu amenaza. –
Repliqué, la última vez que vino, como me negué a acostarme con ella, me había dicho que…
– ¿Eso te gustaría? ¿No volver a verme? –
Preguntó ella, ofendiéndose, yo me llevé la mano a la cara. Ya no guardaba rencor a Yukihana, sólo… no la amaba, eso no quiere decir que quería que se matara.
–Sabes que no es eso, Yukihana. –
–Yo no quise decir esas cosas la última vez, estaba confundida por todo lo que dijiste, pero… perdóname, Onii–sama. –
E hizo una reverencia. Tengo que admitir que, de todo lo que dijo, aquel título era bastante poderoso, es decir ¿Cómo no querer que una chica viniera hasta tu alcoba a decirte esas cosas?
– ¿No vas a echarme? –
Preguntó después, mirándome con sus ojos llorosos, lo sabía, había venido a “eso.”
–Puede que sí. –
Respondí, mitad en broma, ella miró a todo alrededor, nada había cambiado desde la última vez que ella había estado aquí, quizá estuviera un poco más sucio, pero nada más que eso. Después de eso le pedí que me esperara allí y salí del cuarto, ella obedeció. Volví con dos vasos de té y algunas galletas. Ella tomó una y la miró por un largo tiempo.
–Puedes comerla, no pasa nada. –
–No es eso, estaba pensando… siempre que he venido, he comido estas galletas contigo, cuando estas lejos de mí, siempre que puedo, como estas galletas, para recordar que en alguna parte, hay alguien que se preocupa por mí, y es entonces que no puedo soportarlo y vengo a buscarte. –
Su voz sonaba melancólica. ¡Dios! Eran estas ocasiones las que me hacían pensar ¿Por qué no quiso ser mi hermana?
–A veces piensas demasiado las cosas, sabes bien que eres bienvenida. –
Ella se acercó a mí un poco, estábamos sentados en el suelo, volteé a verla y nuestros ojos se encontraron. Alguna chispa había, pero se apagó al instante. La cara de Himiko seguía apareciendo en mi mente.
Ella se dio cuenta de eso.
–No de la forma en que yo quisiera, sin embargo. –
Me dijo…
Y dale.
–Yukihana… yo… –
Comencé a explicar, por enésima vez.
–Está bien… Ya voy entendiendo que te has hartado de mí. –
Se quejó, mordiendo la galleta.
–No es que me haya hartado de ti, yo nunca lo quise en primer lugar. –
–Gay. –
–Ah… olvídalo. –
Me quejé, cada vez que yo trataba de argumentar de forma seria ella respondía de esa forma, bromeando, desacreditando la seriedad con la que hablaba, por eso es que no se podía discutir con ella.
–He venido porque tenía una duda en la cabeza. –
–Una duda… eso es algo nuevo. –
Quiero decir, que hubiera venido a preguntarme algo y no a tratar de acostarse conmigo.
–Quiero saber… ¿Quién era mejor? ¿Ella o yo? –
Casi me rio. No pude creer que ella estuviera preguntándome eso, que realmente estuviera dudando acerca del tema. Volteé a verla, ella parecía preguntárselo en realidad. Sólo por si las dudas, le pregunté:
– ¿De verdad quieres que responda a esa pregunta? –
Y encendí un cigarrillo. A ella no le gustaba el olor del cigarrillo… pero estábamos en mi cuarto.
–Después de todas las veces que te negaste, he pensado todo este tiempo, que quizá no soy lo suficientemente buena en “esas” cosas, y por eso no pude hacer que la olvidaras. –
Espera ¿Qué? Es decir. ¿Lo estaba intentando en serio? Resoplé, algo molesto porque no me gustaba que me mencionaran el tema. Y de haberlo dicho quizá nos habríamos ahorrado muchas discusiones, le habría dicho hace años que eso no iba a ocurrir.
–Déjame decirte una cosa, antes de que comiences con tus interpretaciones raras. No se trata sólo de ti, y no se trata sólo de “esas cosas” ¿Comprendes? Yo odio a las mujeres. –
Le dije, firme.
– ¿A todas? –
–Bueno, tengo que admitir que yo quería ponerte en un semántico diferente, pero te negaste. Y si, a todas, así que no se trata de ti. No quiero tener nada que ver con ninguna mujer. Todas son basura comparadas con Kamakura Himiko. –
Aseguré, ella suspiró.
–Ese es tu problema, que siempre piensas en ella, a este paso, te quedarás sólo, ninguna mujer va a quererte si sigues pensando así. –
Argumentó, la miré con desdén. No había entendido nada, por lo visto.
– ¿Y qué si no me quieren? ¿Para que las quiero yo en realidad? –
–Bueno… podrías arreglar tu vida. –
– ¿A cambio de qué? ¿De salir con alguna de esas “cosas” que hoy en día llaman mujeres? No gracias. –
–No sé por qué no me sorprende que pienses de esa forma. De lo que estoy segura es de que ella es que ella no era distinta de esas personas a quienes tú cómodamente llamas “cosas.” –
Declaró Yukihana, poniéndose de pie. La comparación me hizo enfadar.
–Inseguras, repulsivas y mentirosas criaturillas interesadas, hoy en día cualquier trapeador con vestido y carente de cerebro se siente la gran cosa, sienten que algo merecen por esa belleza mal construida que piensan que poseen, pero no serían capaces de hacer ninguna de las cosas que ella hizo, empezando por sostener lo que dicen y… –
Y suspiré. De nada servía decírselo a Yukihana. Como persona, no había dejado de estimarla, estaba enfadado con ella por haber comparado a Himiko, es cierto, y también es cierto que Himiko había sido superior en todo cuanto sabía de cualquier otra chica en el mundo. Pero esos dos eran problemas que nada tenían que ver entre sí.
Tengo la impresión de que aquella no era idea mía, es decir, no se me ocurrió a mí, pero es cierto que cuando quise comparar a cualquiera de las chicas que yo conocía, todas parecían tan… poca cosa, no pude sufrirlo. La cosa cambiaba si uno las miraba como compañeras, amigas, etc… pero como mujeres resultaban algo desagradables, no sé qué fue, solo sentí asco de pensar en acostarme con ellas, y esa fue otra razón por la que dejé de hacerlo con Yukihana.
No me volví Gay. Lo sé porque el cuerpo femenino todavía me llamaba la atención, pero ahora para mí, nada tenía que ver eso con el deseo de tener sexo.
Tenía que ser especial.
Y las chicas ahora decían groserías en voz alta, eran rudas, bebían hasta la inconciencia, para deleite del primer idiota que se cruzara en su camino, cosas por el estilo, de las que no te das cuenta cuando eres joven. Por supuesto que no había en ellas un ideal más allá de tener sexo, la ropa que usan, las vidas de los demás y casarse con alguien rico que las mantuviera. Pagaban con su cuerpo por cualquier cosa, o incluso lo usaban como moneda de cambio. Las famosas “Gyaru” y demás…
!Iugg!
No sé, creo que me hice viejo estando aquí encerrado.
–No vuelvas a mencionar ese tema. –
Le dije, tratando de tranquilizarme.
–Así que ¿Qué? ¿Serás un otaku para siempre? ¿No volverás a salir con ninguna chica nunca? –
–Me niego. –
Pregunté, dando un sorbo a mi cigarrillo. Si, en esto me había convertido, en un sujeto huraño a quien no podías mencionar ese tema porque inmediatamente soltaba un montón de letanías que a nadie le importaban, pero que a mí no me dejaban en paz. Mi madre lidiaba con ellas de cuando en cuando también.
Tampoco mentía, no había tenido una cita desde que volví a casa de mis padres, luego de lo ocurrido en la mansión. Yukihana me miraba con una mezcla extraña entre lastima y consternación.
–Dime algo… ¿Hubo alguna oportunidad para mí? ¿Para nosotros? –
Preguntó ella, con lágrimas en los ojos. Creo que esa era la verdadera pregunta, le respondí sinceramente.
–No. –
Respondí, ella asintió, enjugando las lágrimas después. Luego de eso se fue, sin decir nada, sólo se marchó. Me sentí un poco mal por decirlo tan llanamente, pero tenía que alejarla de mí. Todos tenían que alejarse de mí. No es que fuera muy agradable hacer esto, pero no podía permitir que se involucrara conmigo, no más.
Al día siguiente fue día de flores. Me hinqué frente al altar que poco a poco había ido construyendo para Himiko.
–Aquí estoy… No tenías que mimarme tanto.
[1] Un reclamo velado por la poca relevancia que tienen los personajes a la historia. No solo son herramientas del protagonista, sino también del escritor.