Jimen no Hoshi C34

Capítulo 34: La historia que comenzó con un cliché.

Seguí viendo anime durante mucho tiempo todavía. Me vi todos los que estaban a mi alcance, todo lo que salía nuevo. Y cuando los anime que salían comenzaron a quedarse cortos, me pasé a las novelas ligeras, eran todas fáciles de leer, y algunas eran graciosas, me divertía pensando en las animaciones que ya había visto, mientras comenzaba a darme cuenta de las diferencias entre estas y las novelas que llamaban web novel; a veces eran grandes diferencias, a veces eran pocas, o ninguna.

Nunca fui aficionado al manga.

Fue después meses de todo eso, que comencé a… hartarme un poco de las mismas historias de siempre. Ya no era tan emocionante como al principio y las cosas casi siempre se volvían predecibles, no niego que de cuando en cuando salían nuevas cosas, o alguna de ellas era excepcionalmente buena, pero lo que sentí, es que, al menos por el momento, ya lo había visto todo.

¿Y si mejor lo escribo yo mismo?

Yo ya tenía algo de experiencia escribiendo, durante mi época de colegio había escrito algunos cuentos que gustaron bastante a las personas a quienes se los mostré, pero luego todo comenzó a ir diferente cuando entré al instituto y lo olvidé. Hay que decir que nunca los mostré a más de tres o cuatro personas.

Así que un día, estaba pensando en lo que a mí me gustaría ver animado, de forma más personal ¿Cómo me gustaría que fuera? Y comencé a escribir. Dio la casualidad, de que, a medida que construía la historia en mi cabeza, comenzó a llover, mientras el sol seguía viéndose.

Ese día decidí el título de mi primera novela:

“Kitsune no Kekkon”

Y comencé a escribirlo. Me gustan las Yandere. Escribí sobre una.

––––––––––

Una noche de invierno, mientras preparaba la basura que iba a tirar al día siguiente, mi madre llamó desde la ventana de la cocina. No había nieve en el patio, a pesar de que el ambiente era frio.

–Daitako, ya no tenemos nada de leche ¿Puedes traer más de la combini? –

Preguntó ella, ni que hacerle, la verdad es que no me disgustaba salir de cuando en cuando, y a mi madre nunca le ha gustado el frio. Se pone de mal humor cuando lo hay y tiene que salir por algo. Por ello me dio un billete para ir a comprar leche, y algo de jamón para poder preparar el almuerzo de mi padre al día siguiente.

Hice el encargo que me pidieron, sin siquiera entrar de nuevo a mi casa, sólo tomé el dinero que mi madre me dio por la ventana y salí con rumbo a la combini.

Durante el trayecto, iba silbando una tonada graciosa, a pesar de que ni siquiera yo recordaba de donde la había escuchado o cual era la canción original. Creo que se trataba de algún anime que había visto en el transcurso de la semana. Fue entonces cuando escuché los pasos de alguien, fue fácil darse cuenta de que no eran pasos normales, era alguien corriendo, y se estaba acercando, pero el ruido general del ambiente no me permitió definir de que dirección.

Me detuve en el cruce de una callejuela poco transitada. Aún escuchaba los pasos. Eran tres personas, su carrera era frenética, y estaban trasvasijando.

Y entonces, como si fuera una escena cliché de algún show, una chica salió desde no sé dónde y chocó conmigo. Antes de que ella cayera al suelo la sostuve del brazo, sin pensar demasiado en las implicaciones que eso pudiera tener.

–P–Po.. –

Titubeó, no parecía avergonzada. Estaba aterrada.

–¡Policía! –

Gritó, yo la solté y ella retrocedió. No comprendí de lo que hablaba, pero no hizo falta. Dos personas aparecieron desde el mismo callejón, una de ellas llevaba un arma. Eran dos sujetos de mediana edad, parecían enfadados y agotados, quizá por la persecución, la chica retrocedió dos pasos en cuanto los vio, dos sujetos que atacan a una chica escolar indefensa… son lo peor.

Los sujetos no comprendieron el problema en que se hallaban, o quizá lo que esperaban es que corriera también, uno de ellos trató de tomar a la muchacha de un brazo, quien volteó a verme al momento de forcejear. Todo paso en cuestión de segundos, lo siguiente que supe es que mi puño había golpeado su estómago. Y al siguiente parpadeo el sujeto estaba en el suelo, retorciéndose por el dolor de un golpe que no anticipó, quiero decir, cuando vas a ser golpeado en el estómago y ves venir el golpe, aunque no puedas cubrirte, endureces el vientre. Eso no ocurrió a este sujeto.

Era mi oportunidad, el otro aún tenía un arma en la mano, un pequeño cuchillo que seguramente serviría más para poner terror en sus víctimas que para herir a alguien. Troné mi cuello con un movimiento seco, no quería que un calambre me costara la vida ahora, pero él lo interpretó como fanfarroneo, e hizo lo mismo; fanfarronear.

–Hey muchacho, metete en tus asuntos si no quieres llevarte una buena paliza, me oyes… –

El codo en su barba, eso debería aturdirlo lo suficiente como para perder la fuerza de agarre en las manos, siguiente, patada en un costado, para perder el equilibrio, giro de pierna, cambio de brazo, golpe al estómago, golpe en el pecho, parada en el costado de nuevo, el sujeto cayó de rodillas, estaba ahora detrás de él, lo sostuve con el brazo por el cuello, con algo de fuerza, hasta que quedó inconsciente.

Era mucho más débil que cualquiera de los dos sujetos, pero luego de rematar al primero, ambos acabaron inconscientes. La rapidez es más importante que la fuerza, yo creo. De nada sirve ser fuerte si no puedes golpear a tu rival. La chica aun parecía tener miedo. ¿Le habían hecho daño? Parecía una chica escolar, quince años, dieciséis como mucho, cabello color claro, tal vez marrón, o rojo, ojos grandes y oscuros, quizá a la luz del día podrían ser azules, altura y proporción medianas, medidas normales para una chica de su edad, relativamente delgada y bien alimentada. No se veían marcas de golpes en su rostro. Lo cual quería decir que estas personas no eran sus parientes, de haber sido criada de forma irresponsable no se vería así. Así que con suerte ella había salido de esto a tiempo.

Luego volteé a verlos a ellos, hombres ambos, de treinta años más o menos, parecía que bebían con regularidad, complexión delgada y robusta, uno de cada uno. El cabello de ambos era negro y parecía suave. No se veían como vagabundos, si lo eran, tenían poco tiempo en ello. Uno de ellos levaba el tatuaje de un ancla en el hombro, quizá marinero, o con cierto gusto por las cosas de la marina, de quien debe envidiar su fuerza. El otro no llevaba tatuajes, pero en su playera podía verse el símbolo de Green peace. En realidad si los mirabas bien no parecía que fueran maleantes de tiempo completo. Con todo y eso, estaba bastante claro que habían atacado a esta chica, o lo intentaron.

“Traidores”

Comencé a escuchar una voz en mi cabeza, una voz que me decía que tenía que sacar mi arma, acabar con ellos. Me resistí como pude, diciéndome a mí mismo que jamás volvería a hacer algo así. En cierta parte era una mentira, es decir, por algo llevaba la kodachi, escondida bajo el abrigo.

– ¿Quién eres? –

Preguntó la chica, respirando pesadamente, su voz me devolvió al mundo real. No sé cuánto tiempo había estado allí parado, considerándolo, pero en ese momento, reaccioné y me di cuenta de que ella seguía allí, aún no había recobrado el aliento, así que no habían sido más que unos segundos.

–Vámonos, estarán inconscientes un rato, pero no tardarán en despertar. –

Le dije, sin responder a su pregunta.

–No están… muertos ¿Verdad? –

Preguntó ella, parecía asustada.

–Ambos siguen respirando… despertarán en un rato, con dolor en el cuerpo y jaqueca, pero es todo. –

Aseguré, dándoles un último vistazo. Sonreí para mí mismo, después de todo, no había cambiado nada. Traté de no pensar más en eso mientras tomaba el bolso de la chica, que con la conmoción había caído al suelo, se lo extendí para que lo tomara.

–Es tuyo ¿No es cierto? –

–S–sí, lo es. –

Dijo ella, tomándolo con rapidez, supongo que el tiempo que pasé dudando acerca de si era una buena idea terminar con sus vidas la hizo dudar de mí. Ella tenía miedo de mí ahora. Pero no tenía ninguna intención de hacerle daño.

–Descuida, no quiero lastimarte, si quieres puedes irte ahora, o puedo escoltarte si lo prefieres. –

–Es.. ¿Escoltarme? –

Preguntó, sorprendida y confundida por el término que usé. Creo que para ese tiempo había visto demasiadas películas de militares y había hablado con cero personas normales en total. Decidí no hablar más de lo necesario, sería una grosería si sólo me doy la vuelta y me voy, además de que todavía no estaba seguro de que ella quisiera que me fuera.

– ¿Cómo fue que te encontraste con estas sabandijas en primer lugar? –

El hecho de que usara un término despectivo para referirme a ellos la tranquilizó, lo digo porque sus facciones se relajaron y ella suspiró. La impresión le duró muy poco para pensar que estos sujetos realmente le habían hecho daño, me alegré interiormente de que así fuera.

–Yo… quería comprar algunas cosas en el distrito… no sabía que era peligroso, no soy de aquí. –

Explicó ella.

–Gracias por ayudarme… –

Me dijo tímidamente, uno de ellos se movió mientras respiraba pesadamente.

–Tenemos que irnos, los tomé desprevenidos porque pensaron que estabas sola, pero si despiertan puede que no tenga tanta suerte. –

Ella asintió y comenzó a caminar, yo la seguí. Quizá podría acompañarla hasta su casa, o algún sitio más seguro, luego terminaría el encargo.

–Eres muy fuerte. –

Dijo ella mientras caminábamos, imagino que trataba de conversar de algo. Debe haber sido difícil permanecer en silencio cuando quieres decir tantas cosas, pero ese cumplido fue lo único que salió de su boca.

–Puede que no sea mucho más fuerte que tú en realidad, pero sabía dónde golpear, y como dije, ellos no estaban listos. –

–No es verdad… no podría haberlo hecho sola, fue un alivio que estuvieras allí, en verdad. –

–Mencionaste que no eres de aquí… ¿De dónde has venido? –

–Tokio. –

Respondió ella, bajando aún más su voz. Tokio, la vieja gran ciudad, sentí un poco de curiosidad por ciertas cosas, pero supuse que no era el momento de hablar de ello.

Como guardé silencio ella continuó.

–He venido aquí a estudiar el instituto, por eso es que todo me resulta nuevo, he llegado apenas hace dos días. –

–No soy quien para decir esto, y menos en tu situación, pero espero que disfrutes tu estadía aquí, estas cosas no suelen pasar a menudo, por favor, no pienses mal de este lugar. –

Le dije, ella sonrió cuando volteó a verme.

–No podría pensar mal de nada ahora mismo. –

Declaró, luego siguió caminando, apresurando un poco el paso, yo me limité a seguirla, hasta que llegamos a un edifico de apartamentos.

–Es aquí. –

Dijo ella, deteniéndose. Ahora podía verla mejor, era una chica con el cabello dorado, o castaño muy claro, de ojos color azul, faltando también poco para ser negros. Había rastros de sangre occidental en ella, pero sus facciones (a excepción de su cabello) eran claramente japonesas, no parecía venir de mala familia, aunque por su forma de hablar y de caminar, evidentemente tampoco había nacido en cuna de oro. Yo hice una reverencia, por costumbre, pero ella levantó ambas manos, en señal de que estaba avergonzándola.

–No hagas eso, por favor, soy yo quien debe estar agradecida, es decir, me rescataste de algo horrible, al contrario yo… mis tíos están en casa, y puede que la cena esté lista si quieres puedes pasar y… –

Hablaba de forma apresurada, todavía muy nerviosa, negué con la cabeza, lo mejor era que ahora se relajara, y yo tenía un encargo que hacer.

–Debo terminar un encargo que me pidieron, no salí a buscar problemas. –

Le expliqué, en cierto modo tampoco quería que pensara que era una especie de busca–pleitos callejero o algo así, pero eso la desanimó.

–Entiendo pero…. –

Asintió, juntando las puntas de sus dedos, yo sonreí.

–Este distrito es algo pequeño, seguro que en algún momento nos volvemos a encontrar. –

Eso hizo que ella recuperase los ánimos un poco, yo me di la vuelta, realmente, realmente tenía que irme.

–Espera un momento, al menos dime cómo te llamas, por favor. –

Me dijo, dando un paso adelante, pero retrocedió inmediatamente cuando me di la vuelta.

–Tento Daitako. –

La chica bajó la cabeza por un momento, luego, se presentó.

–Tobichi Misaki, es un placer. –

–El placer es mío. –

Le respondí, luego, me di la vuelta y me fui, ella entró a los apartamentos, me aseguré de escuchar la puerta cerrarse antes de olvidarme del asunto.

––––––

Cuando volví a casa mi madre estaba bastante preocupada.

–Te has tardado demasiado para hacer un simple encargo, tu padre no tarda en llegar… ¿Cenarás? –

Me dijo mientras dejaba mis zapatos en la entrada.

–Creo que sí, me ha surgido algo a medio camino. –

Expliqué. Ella se enfadó y colocó una mano en la cintura.

–Sé cuidarme sólo, madre. –

–Que me hables así me da más miedo aún sabes ¿Qué ocurrió? ¿Una pelea? –

–Me encontré con una chica desconocida. –

Expliqué, sin esconder nada. Mi madre arqueó una ceja.

– ¿Tú? –

Asentí con la cabeza, luego pasé a la sala, la cena ya estaba servida.

–Aun así ha sido demasiado tiempo ¿Has visto la hora que es? ¿Qué clase de chica puede ser si se queda fuera a estas horas de la noche? –

Preguntó mi madre, nada contenta con lo escueto de mi explicación, pero no quería decirle lo que había pasado.

–Una chica extraviada, lo era en realidad, le he mostrado el camino, eso ha sido todo. –

–Sé que estas ocultándome algo. –

–Y permanecerá así, ya te lo he dicho antes, hay cosas de las que no se habla. –

Mi madre se llevó una mano a la cabeza, fastidiada, creo que estaba harta de que terminara mis explicaciones con esas palabras, pero estaba acostumbrado a que nadie sabía nada de mí, era mejor así, la mitad de las cosas que había que saber acerca de mi eran toxicas de todas formas.

–Bien, como sea, la cena esta lista, ve a comer ahora, hablaré por teléfono con tu padre, ese hombre y tú se parecen tanto… sólo la hacen a una esperar. –

Comenzó a quejarse, saliendo del comedor.

––––––––––

La siguiente vez que vi a Misaki, estaba trabajando. Para esos días había cambiado mi trabajo en la combini porque conseguí trabajo en una librería, y pagaban mejor. La verdad es que una librería como esa no era precisamente el mejor sitio para trabajar, estaba lleno de mangas y novelas que yo no podía leer porque estaba trabajando. Tampoco es como que pudiera darme el lujo de comprarlos todos. Era un tormento mirarlos dentro de sus bolsitas y tener que acomodarlos, aun así no me desagradaba mi nuevo trabajo, era divertido de todos modos.

Detrás del cristal, la vi pasar junto con algunas otras chicas, que imagino serían sus compañeras de clase. Permanecí mirando en la ventana con el montón de revistas en las manos. Era una bella imagen para ver en realidad. No eran más que un grupo de escolares conversando, pero podía sentirse la paz y tranquilidad que las rodeaban, “así es como debe ser” pensaba cuando las miraba conversar tranquilamente, pensando quizá en el par de idiotas con los que ella había tenido que encontrarse. No me di cuenta de que mi mirada era demasiado fija y pronto ella se dio cuenta de que alguien la observaba, me di la vuelta para que no notara que era yo, pero evidentemente no funcionó.

Por el espejo que estaba cerca de uno de los anaqueles alcancé a ver que le pedía a sus compañeras que se fueran sin ella, y luego de eso entró a la tienda. Una de mis Sempai, llamada Akane, quiso atenderla como si fuera un cliente, pero ella preguntó inmediatamente por mí.

–No es eso, Tento–san ¿Trabaja aquí? Es así ¿No es cierto? –

–Ah sí… Tento… te buscan. –

Maldita Akane. Ni que hacerle, faltaban menos de quince minutos para mi descanso. Akane me miró dubitativa cuando salí desde detrás de los anaqueles, pero como eran los mismos que ella me mandó a ordenar, no se vio sospechoso, o eso pienso yo.

–Tento–san, puedes tomar tu descanso antes, sólo por ser hoy. –

Me dijo y entró al cuarto de empleados, tengo que admitir que me di cuenta de cómo los ojos de Misaki se iluminaron. Pensé que no era una buena idea rechazar la invitación de Akane para esto, y mejor salí de descanso.

–Lamento interrumpir… seguro que tienes cosas que hacer… –

Me dijo ella, yo dejé colgada mi gorra en el perchero y salí para encontrarme con ella, salimos juntos de la tienda y entonces fue que ella se disculpó.

–No es nada, ya he almorzado antes de entrar, así que lo único que hago en mis descansos es salir un poco, tomar aire, leer algo y volver adentro. –

Y fumar, pero eso no se lo dije. Nos sentamos en una banca que había en el parque que estaba a un lado de la librería, ella balanceaba sus pies.

– ¿Pero… no es algo tarde? –

Preguntó Misaki, eran las cuatro de la tarde, mi turno comenzaba a las diez de la mañana, salía del trabajo a las nueve de la noche (aunque solamente podía trabajar cuatro o cinco días a la semana) ella me miró con consternación, luego sonrió.

–Un poco… sí. –

Comenté, sin mucho interés.

– ¿Es duro? –

Preguntó ella de pronto, parecía interesada, aunque con sinceridad, yo no sabía qué era lo interesante de conversar acerca del trabajo, trabajaba en piloto automático casi siempre.

–No tanto como parece, hay veces que el trabajo se acumula, pero no es nada que un poco de esfuerzo extra no pueda manejar. –

Expliqué, ella asintió animadamente, después volvió a bajar la cabeza.

–Yo… le dije a mis nuevas amigas que alguien me había salvado… no les dije tu nombre de todos modos, y bueno, no logré agradecer apropiadamente por ello, y es algo que me inquieta. –

Encogí de hombros.

–Puedes olvidarlo si quieres, no hace falta que me agradezcas de ninguna forma. –

Respondí.

–No podría olvidar algo así. –

Respondió ella, poniéndose de pie. Volteó a verme con una confianza difícil de creer.

–Nunca he dejado una deuda sin pagar, y esta no va a ser la excepción. –

Aseguró, yo la miré fijamente, me preguntaba ahora ¿De dónde venía esa convicción? ¿Desilusiones pasadas? ¿Inocencia? ¿Aprendizaje? ¿Valores Familiares? No logré discernirlo, el asunto me intrigó un poco.

–Sólo he de encontrar algo que necesites, y si pudieras ayudarme con eso, entonces sería más fácil para mí. –

Explicó, moviendo las manos para darse a entender. Hay que decir que era lindo de ver, había ilusión en esa mirada, una ilusión a la que yo ya no estaba acostumbrado, pero aunque tratara de no pensar en ello, me recordaba a cierto chico iluso, tratando de tocar las estrellas con las manos. Creo que le tomé simpatía por ello.

Suspiré, tampoco tenía el nervio suficiente para marcharme, ni tenía una razón, así que se la di a ella, quiero decir, si el pagar su deuda haría que ella se sintiera mejor, por mi estaba bien. Otra cosa es que yo no sabía que tan grande era esa deuda que ella sentía que tenía conmigo. Debí preguntar, pero no lo hice, en otras palabras, la dejé ser.

Tampoco me arrepentía de cómo habían sucedido las cosas, es decir, podía haber matado a los bastardos y seguro que eso la haría alejarse de mí. Pero no quise exponer una escena como esa frente a una chica que, de buenas a primeras, se veía que jamás en su vida había visto correr la sangre, no en ese sentido al menos.

Con todas esas cosas en mente, me puse de pie y me dispuse a hacerla feliz, aunque fuera un poco.

–Hace calor ¿Te gustaría un helado? –

Pregunté, aunque no era un día especialmente caluroso, ella enrojeció de inmediato y volteó la cara. Tenía que ser un hombre en ocasiones, no podía seguir dejando que ella se siguiera avergonzando sola.

– ¿Me invitas? ¿Por qué? Es decir, si me gustaría pero… –

La emoción no le permitió reaccionar, yo sonreí y comencé a caminar, sabía dónde vendían buen helado.

–Porque sí. –

Respondí. Después de eso ella me siguió.

Tuve que alejarme un poco más de mi trabajo, pero como apenas habían pasado unos minutos, supuse que estaría bien. No tenía prisa. Ella permaneció bastante tiempo en el mostrador antes de atreverse a pedir, pero finalmente salimos de allí con dos helados y la sonrisa permaneció en su rostro hasta que tuvimos que separarnos. Conversábamos casualmente mientras comía su helado.

– ¿Te gusta la música Tento–kun? –

–Depende de lo que esté haciendo, pero por lo general si, si no es demasiado ruidosa. –

Respondí, ella sonrió.

–He ido hace poco a ver a la banda de “Arashi” en su concierto de Tokio, fue muy divertido. Pero mis amigas no pudieron ir…¿Vas tú a los conciertos? –

Se explicó, luego me miró expectante.

– ¿Arashi? –

Pregunté, ella me mostró una foto en su celular. Eran cinco chicos, visiblemente jóvenes y muy maquillados. Del tipo que gustan a todas las chicas y hacen que griten cuando les ven.

–Son ellos. –

Explicó ella, sonriendo.

–Pues… es difícil asistir a los conciertos de la música que escucho, no niego que he estado en alguno, pero a veces la gente es muy ruidosa y no te deja escuchar. –

Ella me miró como si no comprendiera nada de lo que le estaba diciendo. Supongo que para ella, los conciertos y la gente gritando iban de la mano, no pensaba en eso cuando le respondí.

– ¿Qué grupo has ido a ver? –

Preguntó ella, confundida.

–Hubo  una interpretación de la música de Toru Takemitsu, en el auditorio de la ciudad de Nagoya, acaba de cobrar y siempre me han gustado sus composiciones. –

Misaki me miró por un momento, visiblemente consternada.

–Vaya… te gusta ese tipo de música entonces. –

–También he ido a escuchar a Wagner. –

Agregué.

–Sólo lo conozco de las clases de la escuela. –

Replicó ella a media voz, retrayéndose después de eso, comiendo su helado, creo yo que sin saber que decir.

–Me agrada toda la música en general, pero… no me agrada mucho la idea de apoyar a un grupo de Idols, sobre todo cuando sabes que el dinero que das no es para el grupo de idols. –

–Pero te gusta su música… lo que hacen. –

Asintió ella, sonriendo un poco porque al menos no me desagradaban sus gustos.

–En general sí, no tengo nada en contra de ellos, otra cosa es que… no es la música que yo pueda usar para escribir. –

Ella ladeó la cabeza.

–Disculpa, estoy hablando sin sentidos. –

Le dije, ella negó con la cabeza.

–No… no es eso, descuida es solo que… acabo de darme cuenta de que tú eres un poco raro… No en el mal sentido ni nada de eso.–

Me dijo, con una cara que demostraba confusión, y por ello me di cuenta de que no era un cumplido, más que eso, se sentía acomplejada.

Después de eso, fue preciso que volviera a mi trabajo, ella pareció recuperar un poco su ánimo, cuando le dije que volviéramos a vernos después y se fue.

Hay que decir que su compañía me parecía algo refrescante, después de haber pasado todos esos años prácticamente sin hablar de otra cosa que no fuera lo más indispensable, el conversar con alguien era agradable.

Sobre todo si ese alguien te miraba como Misaki me miraba a mí.