Jimen no Hoshi C35

Capítulo 35: Las estrellas en el suelo.

Al día siguiente, estaba escuchando música mientras armaba uno de mis modelos. No me agrada ser interrumpido cuando estoy haciendo algo, y todos los que me conocen lo saben. No sé por qué mi madre seguía insistiendo en hacerlo entonces.

Entró sin tocar la puerta. Un vals alemán sonaba en el computador, algo muy raro que yo estuviera armando un automóvil italiano, si, hasta ese punto llegaba de… especial con mis cosas.

–Daitako, quiero que vayas con la familia Tsubemune a llevar esta canasta. –

Si existe algo que de verdad me haga salir de mí, es que me interrumpan con peticiones. En especial de esa índole.

–De acuerdo. –

Respondí sin voltear, estaba concentrado, hice un ligero movimiento con la mano para indicar que dejara la canasta en el suelo y se fuera. Mi madre hizo un puchero.

– ¿Puedes ir ahora? –

Preguntó. La familia Tsubemune vivía a tres casas de la mía. Tenían una hija que acababa de terminar la preparatoria y su madre y la mía pensaban que ella necesitaba un marido y yo una esposa. En otras palabras, trataban de encasquillarme a la muchacha.

–Estoy ocupado. –

Respondí, aún sin voltear.

–Pero puedes continuar al volver ¿No es cierto? ¿Por qué no puedes atender esto? –

Preguntó mi madre.

– ¿Y porque asumes tu que lo que me pides es más importante que lo que estoy haciendo ahora? La canasta puede esperar, ahora déjame terminar o quedará mal. –

–A veces no me queda la menor duda de porque no tienes una novia aun. –

–Ni la quiero tener, déjame en paz ¡Maldición! –

Y lo que tenía que suceder. Pegué la pieza mal, por eso la maldición. Ahora habría que usar agua caliente. Suspiré.

–Soy tu madre, ¡No tienes derecho a hablarme de ese modo! –

Se quejó mi madre, aunque fue evidente que se sintió un poco culpable al darse cuenta de porqué mi mala palabra. Ni que hacerle, suspiré, en cierto modo ella tenía razón.

–Solo… deja de preocuparte por eso ¿Si? No quiero ver a la chica Tsubemune, ni a ninguna otra, estoy bien. –

Aseguré, mi madre me miró de forma sospechosa.

– ¿Estas bien porque esa chica fantasma viene a buscarte de vez en cuando? ¿Eso es estar bien? –

Preguntó mi madre, aun molesta porque me atreví a maldecir en su presencia.

–Ya me he deshecho de ella, por enésima vez. –

Respondí con tedio, a sabiendas de que ella (Yukihana) volvería a aparecer de todos modos.

– ¿Te has deshecho de ella? –

Preguntó mi madre, ahora molesta por eso.

–No dejaba de interrumpir, y estoy ocupado. –

Respondí, mi madre suspiró mirando al techo y alzando las manos.

–Necesitas una novia ¿De qué sirve que armes esas cosas todo el día?  Eso no va a resolver nada, alguien tiene que hacerse cargo, no puedo morirme pensando que no hay una mujer que se asegure de que lleves puestos ambos calcetines al trabajo. –

Explicó mi madre.

– ¿Tan inútil te parezco? –

Puse una sonrisa, la manera en que ella pensaba me resultaba un tanto graciosa.

–No sólo tú, todos los hombres, necesitan que los cuiden como si fueran unos niños pequeños. –

Aseguró mi madre, yo suspiré. Esa era la clase de ideas que tenía mi madre acerca del tema, por si alguien se lo preguntaba. Creo que ella disfrutaba ser esposa y madre, disfrutaba esa sensación de “cuidar a mi padre.”

De ser indispensable.

“No puedes hacer nada sin mí.”

¡Agghhh!

Me quedé trabado mientras escuchaba a mi madre bajar las escaleras después de eso. Las lágrimas acudieron a mis ojos como si los estuvieran quemando. Miré la canasta por evitar mirar a la fotografía que estaba ahora detrás de mí.

Necesitaba un cigarrillo.

–Iré a dejar la canasta. –

Dije en voz alta mientras salía y encendía el cigarrillo.

–––––––––––

Resultó que Misaki apareció de nuevo dos días después, entrando a la librería, se quedó mirando algunas revistas hasta que me di cuenta de que estaba allí.

–Tento–san, perdona la interrupción. –

Akane me miró con cara de pocos amigos, o mejor dicho con cara de chantaje, poniendo una mano en su boca, pero no le presté atención, sólo miré a Misaki y sonreí.

–Saldré en un momento. –

Respondí, luego fue a la sala de empleados, dejé mi gorra y salí de allí. Parecía que mi horario de descanso coincidía con la hora en que ella pasaba por el lugar después de la escuela.

Cuando salimos fuimos a sentarnos al mismo parque que la última vez. El ruido de las aves fue lo único que se escuchó durante un largo rato, ella estaba pensándolo demasiado, me refiero a lo que quería decir, así que hice una pregunta.

– ¿Por qué has venido? –

Ella se sobresaltó con el sonido repentino del habla y bajó la cabeza.

–Bueno, la verdad es que… quería darte esto. –

Sacó de su mochila una caja de obento, eso me sorprendió un poco, pero como no quería hacer las cosas más difíciles para ella, la acepté sin decir demasiado.

–Es amable de tu parte, te lo agradezco. –

–No hay nada que agradecer, todo lo contrario, soy yo quien está agradecida contigo, no creo… no creo que esto sea suficiente para saldar mi deuda. –

Explicó ella, balanceando sus pies con nerviosismo, empezaba a pensar que aquella deuda no desaparecería nunca.

– ¿Qué sería suficiente? –

Pregunté, ella me miró por unos momentos en silencio, luego volvió a bajar la cabeza. ¿Es que había algo que pudiera decir para hacerle sonreír? Me preguntaba, después negué brevemente con la cabeza.

–Mejor dejo de preguntar cosas raras, y comienzo a comer ¿No es cierto? –

–Si, por favor. –

Respondió ella, quizá estaba feliz de que yo cerrara la boca, el obento era delicioso, y la verdad es que lo disfruté mucho. No podía ocultar que me agradó, así que sonreí mientras lo comía. No era de la clase de cosas que compras en la calle, ella puso mucho esfuerzo en dar a notar que lo había preparado con sus propias manos. Me conmovió, bastante.

–Dime ¿Te gusta cocinar? –

Ella me miró mientras yo tomaba un poco de arroz.

–A veces, casi no cocino porque no es mi casa en donde vivo, como te mencioné, acabo de llegar, aún no me acostumbro, allá en la casa de mis padres solía cocinar mucho más. –

Explicó, el ambiente se suavizó después de ello.

–A decir verdad, el obento es muy bueno, me siento halagado de que lo hayas preparado. –

Misaki miraba hacia arriba ahora, hacia los árboles, la posición en la que estaba me permitió notar, aun a pesar del uniforme, formas prominentes, pero obviamente eso no se lo dije. No pude evitar acordarme de ciertas cosas que no debería recordar, pero batí mi cabeza ligeramente para regresar al momento.

–Si quieres, puedo preparar más. –

Respondió ella, yo negué con la cabeza.

–No veo porque querrías molestarte con eso. –

Finalmente ella me miró, parecía que mi respuesta por fin había logrado ofenderla, un pequeño rastro de coraje pasó por sus ojos al voltear.

–Quizá si entendieras un poco de cómo me siento lo sabrías. –

Me reclamó ella, girando la mirada. Yo sonreí amargamente, ya estaba haciéndola enfadar.

–Tal vez entiendo más de lo que me gustaría. –

Respondí amargamente, con la intención de que supiera que no era un chiquillo, y que no tenía ganas de jugar a las adivinanzas.

– ¿Tan obvia soy? –

Ella preguntó eso enrojeciendo y luego giró la cabeza para que no la viera. ¿Qué es lo que quería que le dijera entonces? Quizás debí concentrarme en comer y no decir nada estúpido.

–No es eso… es que. –

Comencé a decir, ella me interrumpió sin querer.

–Tento–kun… ¿Puedo llamarte así? –

Así sin más, ella acortó la distancia. ¿De dónde había salido esta chica? me preguntaba ¿Y porque de pronto mis pensamientos estaban cruzados?

Voy a ser sincero:

Yo sabía lo que estaba pasando, ya no era un chiquillo de quince años y ella estaba siendo muy obvia, al menos en cuanto a mi perspectiva. También tengo que decir que le encontraba bonita, con su cara de niña pequeña y su cabello rubio ondeando al sol como si fuera la bandera del país de las hadas. ¿Por qué es que una chica escolar de pronto aparecía y todo mi mundo estaba de cabeza? Pero nuevamente, lo que Kamakura Himiko me dijo se hizo realidad, no de la forma en que ella decía, pero así fue.

La sombra de Himiko se posaba sobre mi cabeza cada vez que yo intentaba mirar a Misaki como a una chica, y por supuesto que desistía. Creo que muy en el fondo de mí, estaba tratando de acercarme un poco. Pero el recuerdo de todas aquellas cosas horribles volvía constantemente, y aparte de que no quería que alguien que no tenía nada que ver lidiase con esas cosas, estaba seguro de que ella no lo entendería y saldría herida, justo como cierta persona. No quería eso.

Hablando de ello, también estaba el asunto de Yukihana. Estaba seguro de que tarde o temprano ella reaparecería, y aunque no sabía nada de ella por el momento, trataba de proteger a Misaki de todo aquello que pudiera hacerle daño, aunque ella no tuviera ni idea.

Por eso fue que le dije que no hacía falta, como una forma silenciosa de alejarla, otra cosa es que ella era un poco densa, y no se dio cuenta. O tal vez fue sólo que aquella resolución le parecía muy injusta, y no quiso darse cuenta, es decir, rechazada antes de confesarse, tampoco estaba siendo muy amable.

–Hay algo que ha estado dándome vueltas en la cabeza. –

Me dijo ella, yo asentí, en señal de que estaba escuchándole, al parecer Misaki no iba a desperdiciar el avance que había tenido, pero es que ya no quedaba nada que yo pudiera hacer (sin ser grosero) para detenerlo. Empecé a dudar de mí mismo ¿Todavía quería detener esto? No pude responderme, menos aún con lo que ella me preguntó. Fue un asalto tras otro.

– ¿Por qué estás tan triste? –

Mi mente comenzó a dar muchas vueltas mientras yo la miraba, completamente perplejo. Permanecí en silencio durante un momento.

– ¿Cómo? –

Pregunté, fue lo único que salió de mi boca.

–Lamento si te ofendí. –

Me dijo ella, inclinando la cabeza, pero yo no estaba enfadado, simplemente creo que no era el único que había observado la situación con detenimiento, de otra forma, ¿Cómo es que de pronto ella parecía saber más de lo que debería? Creo que mi problema se debía a no entendía porque algo como esto estaba pasándome ahora, después de tanto tiempo. No es que me desagradara, pero estaba algo confundido acerca de ella ¿Qué era lo que quería? Ahora que, quizá la verdadera pregunta era ¿Por qué yo? Me hizo sentirme vulnerable de un momento a otro, sin que yo supiera por qué, ni cómo detenerlo, ni si quería hacerlo.

No me dio tiempo de pensar nada. Listos o no, aquí vamos.

–No, descuida… es sólo que…. –

Comencé a responder, ella sonrió amablemente.

– ¿Nadie lo nota? –

Nuevamente ella quitó mis palabras de la boca, yo no supe qué más podía responder. Misaki continuó, acomodándose el cabello detrás de la oreja.

–Tus ojos te delatan, te delatarán a cualquiera que ponga un poco de atención en ellos, incluso cuando sonríes, hay algo triste en esa sonrisa, yo me estaba preguntando ¿Por qué? –

–No lo sabía. –

Respondí, era un escape, y ella lo sabía.

Estaba completamente a su merced, y tal como Himiko me dijo una vez, no era una sensación placentera.

–No tienes que responder, si es algo de lo que no quieres hablar, entonces está bien… me preguntaste qué sería eso que usaría para pagar lo que hiciste por mí, pensaba que podría intentar alegrarte un poco. –

No parecía haber una propuesta indecorosa detrás de aquellas palabras, no era para nada una chica habituada a estar con hombres, si saben a qué me refiero, más bien pienso que ella estaba hablando sinceramente, y agradecí de todo corazón, el que se mostrara realmente preocupada por mí. Pero no podía aceptarlo.

–No va a servir de nada si te digo que son imaginaciones tuyas ¿Cierto? –

Misaki negó con la cabeza, sin dejar de sonreír, ladeó su cabeza un poco.

–Agradezco tus sentimientos, pero… no es algo que tenga remedio, por otro lado, podrías terminar haciéndote daño, no soy lo que parezco, y con sinceridad, has averiguado mucho de mí en poco tiempo. A pesar de que me halaga, quiero pedirte que no lo hagas, me agrada que pienses que soy genial, no quiero que eso cambie. –

Le dije, ya que estábamos siendo completamente sinceros, pensé que podía admitir que me agradaba la idea de que ella se interesara en mí, otra cosa es que no me parecía una buena idea… ¿Dónde había visto una escena parecida?

De todas formas, algo dentro de mí me dijo que mis excusas serían inútiles.

–No tiene por qué cambiar. –

Negué con la cabeza, sintiendo un poco de lastima, su determinación, estaba sin duda basada en la inocencia, que era precisamente lo que no quería arruinar.

–Lo hará, mientras más cosas averigües de mí, más desagradable te voy a parecer. –

Le dije poniéndome de pie, aunque para ese momento, yo ya sabía que nada de lo que dijera iba a hacerla cambiar de opinión.

–No voy a rendirme. –

Aseguró ella, mirándome sin ponerse de pie, yo volteé a verla, su mirada tenía esa chispa de energía que tienen los adolescentes cuando piensan que el mundo es fácil.

–Me agradas en verdad, Tobichi–san, sólo no quiero hacerte daño, es todo. –

–Pues no lo hagas. –

Replicó, a punto de las lágrimas.

Tenía razón, estaba rechazándola. Sentí una soga al cuello cuando Misaki me miró de esa forma, no era justo. La vida no estaba siendo justa con esta chica. ¿Por qué yo? ¿Por qué no Ibiki? O cualquier otro. Sorprendentemente, en vez de salir corriendo, llorar, hacer una escena o cualesquiera de las reacciones normales en una chica después de ser rechazada, Misaki se tragó sus lágrimas, y suspiró.

–Escucha… sólo, déjame permanecer a tu lado ¿de acuerdo? Sólo no me apartes del camino, es todo… yo me las arreglaré. –

Eso fue lo que dijo, con voz temblorosa y soportando el rubor de sus mejillas para mirarme a los ojos.

¿Qué clase de “hombre” sería si dijera nuevamente que no? Definitivamente una basura. Incluso si considerábamos mi corazón como una barra de metal incapaz de sentir, lo cual no era, eso no me exoneraba del hecho de que tenía que ser amable con ella. Aunque no voy a negar tampoco, que eso sonaba demasiado bueno para ser verdad.

–No diré que te alejes, eso no va a pasar, Tobichi–san, pero quisiera que lo hicieras, por tu bien. –

Insistí, ella negó con la cabeza, su resolución me parecía tan admirable, pero claro, si ella aún tenía tantas ganas de creer.

– ¿Y el tuyo? –

Preguntó. No iba a convencerla de lo contrario, y a no ser que la insultara, ella no iba a darse la vuelta. No iba a insultarla, no después de lo amable que estaba siendo conmigo, no después de que yo provoqué todo esto, incluyendo ese ardor en la cara que ella debería estar sintiendo, no voy a hacerme el inocente.

–No diré que te alejes. –

Sentencié de nuevo, quizá dándole a entender que eso era un sí. Me marché después de eso, sentía vergüenza de mirarla a los ojos, incapaz de confesar lo que estaba a punto de hacerle.

–––––––––

Antes de llegar a mi casa, después de salir del trabajo, al dar vuelta en la última calle, me detuvieron por el hombro.

–Eso fue tan lindo. –

Dijo una voz familiar desde detrás de mí, yo me enfadé: Yukihana.

– ¿Estabas allí? –

–Has vuelto a mentir. –

Respondió Yukihana, yo no avancé, solo me di la vuelta, ella estaba parada ahora frente a mí, a una distancia que podríamos llamar “segura” sonreía, burlona, pero la ira estaba grabada en su cara, antiguamente carente de expresión.

–Deberías dejar de seguirla. –

La sangre me hirvió en un instante.

– ¿Por qué? Ella no es importante para ti, nadie es importante para ti, sólo te importas tú. –

–Yukihana… sabes lo que soy ¿Cierto? A pesar de que traté de que nadie se involucrara, de que nadie lo supiera, lo averiguaste por tu cuenta, no tengo nada que esconderte. –

Ella asintió, sabiendo que no estaba hablando sólo por hablar.

–Deberías dejar de seguirla. –

Volví a advertirle, ella hizo un chasquido con la boca.

– ¿Por qué haces eso? ¿Sabes lo que pensaría de ti si lo supiera? Deja de jugar de una vez con las personas… la lastimarás, la harás pedazos, al igual que a mí. –

Eso sinceramente me dolió. No era la primera vez que explicaba a Yukihana lo que sentía, pero ella seguía negándose a entender.

–Quien sabe, puedo ser más amable con ella. –

Le dije, dándome la vuelta, la verdad es que no quería molestarme más con este asunto. Pero ella no pudo dejarlo así. fue hasta donde iba y se paró frente a mí.

–Tal vez alguien debería decirle en lo que se está metiendo. –

Insistió. Por lo visto quería provocar una pelea, el problema era que ya habíamos tenido esta pelea, ella perdió.

– ¿Quieres hablar de cosas que duelen? Dos pueden jugar ese juego, Yukihana. –

–Ella debería saber que para ti todo se trata de esa chica… –

La sangre hizo un nudo en mi garganta en el momento en que ella hizo esa mención. La tomé por el cuello con un solo movimiento, olvidándome por un momento, que era una chica.

–Ya te dije, que no lo menciones. –

Le advertí, quizá no del todo dispuesto a oprimir su cuello en realidad.

– ¿Miento? –

Preguntó, retándome.

–Claro que no, tu no me mentirías a mí, eso lo sé de sobra, después de todo… –

Y la solté. Se lo advertí, dos podíamos jugar a lo mismo.

–Tu y yo, no somos tan diferentes ¿No es cierto? –

Yukihana enmudeció y sus ojos se llenaron de lágrimas. Me odié a mí mismo por hablarle de eso a ella tan llanamente, pero no pude evitarlo, estaba enfadado y no pensaba con claridad.

–Felicidades… –

Respondió ella, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, ella no se molestó en limpiarlas, aplaudía levemente, con sarcasmo.

–Eres el único que puede poner lágrimas en mi rostro, eres el único que sabe lo que hay que decir para hacerme sentir miserable… y el único que podría hacerme inmensamente feliz también. –

Comenzó a llorar después de eso. La última vez eso me había chantajeado, pero no podía seguir haciéndolo. Cada vez me sentía peor que la vez anterior.

– ¿Por qué? ¿Por qué? –

Preguntó, sin dejar de llorar.

–Porque estas cosas son así, no hay una explicación, sólo sucede y es todo. –

–Puedo ser una niñita débil también, si eso es lo que te gusta… –

Ofreció.

–No es así, no se trata de que seas otra persona, seguirás siendo tú, seguiría sintiéndome igual hacia ti. –

– ¿Por qué? –

Volvió a preguntar, yo llegué al borde del coraje. Ya se lo había explicado ¿Por qué no podía comprenderlo?

–Ya lo sabes. –

Le dije, pasando de ella. Ella se quedó perpleja, no respondió nada, pero me tomó por el hombro, sin dejarme ir.

–Dormimos juntos durante más de tres meses ¿Sabes lo mucho que tuve que mentalizarme para no tocar tu cuerpo en ese tiempo? ¿Sabes lo mucho que tuve que decirme a mí mismo que sería como tocar a mi hermana pequeña? Las cosas no eran tan simples en aquel momento pero por supuesto que sentí deseo por ti. Tuve que deshacerme de él porque de otro modo no hubiera podido vivir como un ser humano, no eras más que una pequeña niña, y yo todavía lamenté quitado la poca inocencia que te quedaba. No tenía que ser yo. –

Yukihana se quedó perpleja.

– ¿Te gusté? ¿Te sentiste atraído por mí? –

–Eras la única maldita muchacha allí. ¿Tú que piensas? Eso no es sentirse atraído por alguien, eso es urgencia sexual, y en ese momento importa poco de quien se trate, no podría haberte hecho eso a ti, que tan amable fuiste conmigo… Ni siquiera sabías lo que era un beso. –

–¡Tú me enseñaste! ¡Y todas las otras cosas también! –

Reclamó. Yo suspiré.

–Sí, yo te lo mostré, y no he dejado de arrepentirme por ello, porque después de pensar de esa forma durante tanto tiempo, lo único que pude sentir fue que estaba besando a una chica que era mi hermana, sé que no tienes la culpa, sé que no es tu culpa ¡Maldición! Yo si intento entenderte. –

Reclamé yo ahora. Sé que le había hecho daño, sé que lo que hice no estuvo bien. ¿Porque es que ella se negaba a entenderlo?

–Pero has dicho que… –

–Ve a dormir Yukihana, por favor. –

Ella dio un paso atrás, quizá dándose cuenta de que no podíamos solucionar nada tampoco esa noche.

–No voy a abandonar sólo así ¿Entiendes? –

Preguntó ella.

–No le hagas daño, ella no tiene nada que ver con esto. –

–Dile la verdad entonces… dile lo que eres. –

Me dijo, luego se fue corriendo y desapareció en la oscuridad de las calles. Como si fuera tan fácil. ¿Qué? ¿Iba a ir y contarle a una desconocida todo lo que había pasado?

––––––––––

Seguí escribiendo mi novela al día siguiente, era un día que tenía libre y me gustaba pasar esos días en casa. De cuando en cuando, miraba mi celular por si había alguna novedad, pero nada ocurrió. Fue como a las doce de la mañana que mi madre entró a mi alcoba, como de costumbre, sin tocar.

El señor esponjoso salió corriendo por la ventana mientras mi madre entraba con la aspiradora.

–Ya sabes cómo es esto, tu sales y yo termino pronto… ¿Qué haces aquí a medio día en realidad? –

Me dijo mi madre, parecía que estaba afanándose en limpiar, creo que vendría una de sus amigas por la tarde.

–Intento escribir. –

Respondí.

–Bien, bien, como sea, mientras piensas en ideas nuevas déjame limpiar. –

–Ya casi termino, ya no hay nada que pensar. –

Le dije, mientras salía. Ahora sí que me hallaba en un aprieto, es decir, mi día libre, a medio día, y yo no tenía nada que hacer. Mi madre no debería tardar realmente mucho porque yo siempre aseaba (en la medida de lo posible) pero de todos modos tomaría una hora cuando menos.

Pensé que sería una buena idea ir a buscar un nuevo modelo para armar, así que tomé mi tarjeta y salí de la casa. Iba camino al centro comercial cuando me encontré con Ibiki. Lo saludé.

– ¿A dónde ibas? –

Pregunté cuando nos acercamos.

–Voy al centro comercial, mi madre estaba limpiando mi cuarto, quería ir a por un modelo. –

Comenté, él asintió.

–Si quieres podemos ir por ahí, tengo que comprar un encargo de mi madre, quiere no sé qué del departamento de blancos, tengo que verificar el precio. –

–Eso puedes verlo en la internet. –

Respondí, más bien parecía que estaba huyendo de las exigencias de su madre.

–Dile eso a una madre que afirma que el internet es para hombres gordos y sin vida. –

–Esos hombres gordos y sin vida saben mucho entonces. –

Respondí, con una sonrisa.

–Hablando de internet ¿Pondrás allí tu novela? –

–Bien… verás, no estoy seguro de que merezca la pena. –

–Eres bueno, a mí me ha hecho reír en un par de ocasiones. –

–He buscado algunos foros y esas cosas, podría hacerlo, de todos modos, no quiero decir nada a nadie hasta no terminarlo. –

Ibiki me miró con recelo. Él sabía que yo estaba tratando de guardarme la idea.

–Los escritores tienen que dejar de pensar así, olvídate de la idea, hazlo público, si alguien intentara robarte la idea, es más fácil defenderte si hay mucha gente que sabe quién es el verdadero autor. –

–Quizá lo haga, tengo por ahí un par de ideas más, ya sabes, cosas flotando. –

–Apuesto a que Disney fue en algún momento… cosas flotando. –

Respondió Ibiki, renuente. Yo pienso que me estaba sobrevalorando. Era mi amigo, era su trabajo decir esas cosas.

–––––––––

Estábamos mirando los aparatos, mientras la señorita anotaba los modelos de las batidoras que podrían interesar a la madre de Ibiki, que era lo que ella había pedido. Ibiki miraba el lugar con desinterés. Yo llevaba mi modelo en la bolsa, así que en cuanto él terminara, podríamos irnos.

Fue entonces que vi a Misaki, iba a acercarme para verla mejor cuando Ibiki terminó.

–Bien, ahora podemos irnos, ya he comprado lo que venía a comprar y… –

Se dio cuenta de que no estaba prestando demasiada atención.

Misaki estaba parada justo al otro lado del pasillo en el centro comercial. Estaba algo lejos, pero era inconfundiblemente, pero cuando quise acercarme para verla mejor, me di cuenta de que venía con un chico, parecían divertirse. Ella estaba riendo y tenía un taiyaki en las manos. Eso me dejó pensando ¿Quién era el sujeto?

O por mejor decir. Sentí celos. Por supuesto que los sentí, es decir, parecía su novio, fue lo primero que se me vino a la mente. Lo que me extraño del caso fue precisamente eso, estar celoso.

No dije nada, me di la vuelta, Ibiki me miraba como sospechando.

– ¿Pasa algo? –

Preguntó el, mirando en la misma dirección, pero aunque la viera no sabía que era lo que estaba buscando. Me decidí a no decir nada mientras comenzaba a caminar.

–No, es solo que creí ver a alguien conocido, pero resultó ser otra persona. –

–Ya entiendo. –

Al haber descansado el día de hoy, cuando llegué a casa y entré, me di cuenta de que no tenía nada que hacer. Quise volver a escribir en ese momento, pero la imagen de Misaki riendo en el centro comercial y la pregunta de quién era el chico no me dejaron en paz. Intenté racionalizarlo pero me di cuenta de que yo sabía muy poco sobre ella como para llegar a una respuesta concreta.

Finalmente no pude resistirlo más y dejé el computador como estaba y salí de mi casa, tenía que verla, si la veía entonces sabría que pensar acerca del tema. Me dirigí al edificio de apartamentos donde la había dejado el día en que la conocí, esperando verla salir o entrar y acercarme, me oculté un poco para no parecer un acosador….

Y fue entonces que me di cuenta de lo estúpido que estaba siendo por hacer esto. Es decir ¿Qué diablos sucedía conmigo? Ni siquiera estaba pensando en la cantidad de desenlaces que mi actitud podía tener, no todos ellos agradables. Por otro lado… No era nada de ella, incluso me había dado el lujo de rechazarla, o algo así. No podía culparle incluso si ella tuviera novio, otra cosa es que yo no quería que así fuera. Me desanimé y comencé a caminar hacia mi casa. Al dar la vuelta en una esquina me encontré de frente con Misaki y el chico misterioso.

Ella se quedó perpleja, venía riendo y su risa se apagó en cuanto nos encontramos, a menos de tres calles de su casa.

–Tento–kun… es una sorpresa. –

El chico, al oírla llamar mi nombre, añadió.

– ¿Tento–san? ¿Es el chico del que me has estado hablando? –

Misaki volteó a verlo, no sé qué cara puso, pero el chico guardó silencio inmediatamente. Supongo que no fue una mirada muy agradable.

–Yo… esperaré adentro ¿De acuerdo?… tomate tu tiempo. –

Y ya había salido corriendo cuando le dijo a Misaki que se tomara su tiempo. Luego de que ambos vimos que corría, Misaki volteó a verme, estaba completamente roja de la cara, podría haber freído un atún sobre su cabeza.

–Perdona por eso, no te lo tomes muy en serio… yo… –

–Está bien, puedo ver que es un chico extraño. –

Le dije, evitando mirarla para no avergonzarla más.

–Y… ¿Qué hacías por acá? –

Preguntó, estaba demasiado cerca para pensar que fuera una coincidencia. Me rasqué la cabeza, no tenía forma de explicarle que algo tan irracional me había traído hasta aquí, además de que eso me habría hecho ver muy mal, ahora que lo pensaba.

Comenzaba a atardecer y la luz del sol, naranja, comenzaba a bañar las calles con sus últimos rayos antes de marcharse.

–Caminaba sin más, de pronto reconocí las calles y comencé a caminar hacia acá… –

Y enmudecí, la excusa era mala, malísima, ella bajó aún más la cabeza.

–Podría ser que… ¿Me buscabas? –

Preguntó ella, con una evidente ilusión en su tono de voz, por más que su vergüenza le obligara a hablar en voz baja. Yo suspiré, pensando que no había una razón para mentir ahora.

–Sí. –

Ella comenzó a tartamudear, creo que faltó muy poco para que ella también saliera corriendo, y no precisamente por miedo.

–P,Po… ¿Por qué? –

Preguntó ella, bastante perturbada.

–Si lo supiera no estaría aquí, avergonzándote y tomando tu tiempo sin motivo. –

Le dije, estaba algo arrepentido de mi comportamiento, sobre todo porque ahora que lo pensaba, fue bastante irracional. Ella negó con la cabeza.

–Te dejo en paz ahora. –

Le dije, dándome la vuelta, avergonzado y esperando que ella no fuera asustarse porque yo estaba siendo demasiado aprehensivo. Pero cuando hice una reverencia y me di la vuelta, antes de que yo comenzara a caminar, me detuvo débilmente de la camisa.

–Espera. –

Pidió ella. yo me voltee unos momentos, ella estaba allí, roja como un tomate, con una mano en la boca y la otra sosteniéndome para que no me fuera, ambas manos temblaban.

– ¿Qué pasa? –

Pregunté amablemente y me di la vuelta, quizá se le había ocurrido algo que decir, yo no tenía prisa, podía esperar. Ella me miró a los ojos. Las luces de la calle se encendieron, porque ahora era de noche.

–No sé. –

Dijo ella, temblando de pies a cabeza, yo tragué saliva, también estaba muy nervioso, nos miramos mutuamente, ella dio un paso hacia mí, yo di un paso hacia ella. Y luego nos quedamos mirando no sé cuánto tiempo, sus ojos brillaban con una inocencia que yo nunca había visto, como dos pequeñas estrellas centelleando, reconfortándome el corazón, diciéndome que todo estaba bien simplemente porque ella me miraba. Dos estrellas que ella me estaba ofreciendo a mí, perdí el aliento y quizá también la razón.

Nada importaba más que esas dos pequeñas luces que evidentemente, también me miraban con mucho interés. Eran mucho más bellas que el cielo debido a ese detalle, que estas podían devolverte la mirada. El corazón me latía con tanta fuerza que pensé que si me movía me iba a desmayar.

“Estamos en público, no estás saliendo con ella… NO LA BESES”

Eso era lo que mi cabeza me decía. Di un paso hacia ella, ahora nuestros rostros estaban a escasos treinta centímetros el uno del otro y yo podía escuchar su respiración, pero ella no se movió, ni siquiera bajó la mirada.

“No la beses, maldición, retrocede, no la beses.”

Había lágrimas en sus ojos, supongo que también estaba muy nerviosa. Pero no se acobardó.

Lo siguiente que supe es que estábamos besándonos.

Ella me puso una mano en el hombro para aproximarse, yo acariciaba su cara, y nos besábamos. Cuando nos separamos ambos respirábamos con dificultad, me ardía la cara de la vergüenza, de todas las cosas que pensé que podrían pasar, la única que no me pasó por la mente fue esta, pero ella a pesar de que también estaba roja y de que las lágrimas aun resbalaban pos sus mejillas, sonreía.

–Creo que… tengo que irme. –

Soy un completo imbécil. De todas las cosas que podía haberle dicho, tuve que decir eso, lo más estúpido que se me ocurrió.

–Si… también yo debería entrar ya, o se preocuparán. –

Ella dijo, girando la cara hacia cualquier lado, al igual que yo.

–Pasa una buena noche. –

Le dije, haciendo una reverencia.

–Ta… También tú. –

Dijo ella, apresurada por darse la vuelta e irse.

Y nos separamos.

Me detuve apenas tres o cuatro pasos adelante para darme la vuelta y mirarla, sólo para darme cuenta de que ella también se había detenido y estaba mirándome a mí.