Capítulo 7: La luz inalcanzable.
Primer viernes en el instituto. Comenzamos con la clase de educación física, fue la primera vez que me sentí feliz de haber asistido al deportivo con Ibiki durante tanto tiempo. La mayoría de mis compañeros no logró soportar las primeras cuatro vueltas al campo que el maestro nos pidió. Después de eso hicimos flexiones, y luego jugamos al futbol.
La mayoría de mis compañeros de clase aprovecharon su tiempo en la banca para admirar a las chicas que en ese momento comenzaban a correr. Todos estaban pendientes de una chica llamada Ayase, quien a pesar de que siempre se mostraba muy tímida, parecía tener talento para los deportes y el atletismo. También reímos un poco con las caídas de Yamaki–chan y nos… impresionamos al mirar los pechos de otra chica, llamada Nagase rebotar mientras practicaban salto de longitud. Las chicas de instituto son muy diferentes a las de colegio, pero que muy diferentes.
Eso fue todo lo que pasó en la escuela.
Cuando salí del instituto parecía que una tormenta se avecinaba, el cielo gris comenzaba a resonar con los truenos y las personas comenzaban a sacar su paraguas. Había visto el reporte del clima por la mañana, una vez que terminé el desayuno, así que saqué mi paraguas.
Yamaki me dio alcance a medio camino.
–No traje mi paraguas. –
Explicó mientras comenzaba a llover, metiéndose debajo del mío.
– ¿Sabes que se puede malinterpretar? –
Pregunté, ella sonrió tontamente.
–Nadie nos verá, nadie ve a nadie realmente cuando está lloviendo, todos corren. –
Explicó, yo me encogí de hombros, es cierto que era una chica linda, pero en realidad no me sentía incómodo con compartir el paraguas con ella, era familiar de alguna forma, así que fue sencillo caminar hasta la estación de autobús. Cuando llegamos, la lluvia era tan fuerte que estaba mojándonos a pesar del paraguas. Yo subí a mi autobús y Yamaki subió al suyo.
–Nos vemos el lunes en la escuela, Tento–kun, no lleves almuerzo el lunes. –
Dijo ella, yo iba a preguntar por qué, pero no me dio tiempo porque mi autobús estaba a punto de irse, sólo alcancé a decirle “Hasta pronto” y subí.
El camino no era especialmente largo, pero tampoco era uno que se pudiera recorrer caminando, mucho menos con el clima que había. Mis zapatos estaban mojados de todos modos, a pesar del paraguas, y el viento movía con violencia los árboles. El vaho que había en el autobús debido al clima y la cantidad de gente era tanto que impedía ver hacia afuera.
Demonios, si este clima permanecía así, arruinaría mi fin de semana. Un golpe al pecho vino a mí cuando recordé lo que había que hacer el fin se semana. Kamakura salió de la casa mucho antes de escuchar el reporte del clima, así que ella no llevó su paraguas. No presté mucha atención en ese momento porque estaba comiendo, pero recordaba claramente el paraguas en la puerta cuando ella ya se había ido.
––––––––––
Fue la peor mojada que he recibido en mi vida. La lluvia incluso me tapaba la vista, y tal como había dicho Yamaki, todo el mundo corría sin percatarse del mundo a su alrededor. Yo me paré frente a la academia femenina Tsukinomiya, esperando que al menos ella no hubiera decidido desafiar a la lluvia y marcharse.
No tuve que buscar mucho para darme cuenta de que ella seguía parada junto a una pared, evidentemente con frio y evitando, en la medida de lo posible, mojarse con la lluvia que parecía tener algún interés especial en lavar las calles con agua de presión.
Himiko me miró a través del telón de agua con una mezcla de vergüenza, pena, desconcierto y agradecimiento. Me acerqué ahora que ya que la había encontrado. Ella miró a todos lados por un momento.
– ¿Cómo supiste que estaba aquí? –
Preguntó ella, obviamente desconcertada por mi repentina aparición.
–Con ver el uniforme fue suficiente para saber que estudias aquí. –
Le dije simplemente, ella se enfadó, supongo que esa no era la respuesta que ella esperaba.
–No fue eso lo que dije, dije ¿Cómo supiste que aún estaba aquí? –
–No llevabas paraguas. –
Respondí simplemente, ella suspiró.
– ¿Y eso qué? Alguien pudo haberme prestado uno, no tenías que hacer la caminata hasta aquí… –
Se excusó ella, yo miré hacia ambos lados, todos parecían haberse olvidado de que había alguien aquí. Tenía mucho más sentido si tomábamos en cuenta lo que yo sabía y no quería decir.
– ¿Quién? Todo el mundo corre bajo la lluvia, nadie se percata de nada en estas situaciones. –
Le expliqué, podía usar la excusa que me había dado Yamaki para evitar que ella presionara más en un tema del que ni ella ni yo queríamos hablar, la miré por un momento, no parecía que lluvia fuera a parar pronto, entonces le extendí el paraguas, no me importó mucho mojarme, ya estaba demasiado mojado de todos modos.
Finalmente ella se resignó, y como se resignó comenzó a caminar, y yo fui tras de ella asegurándome de que no se mojara. Se detuvo en cuanto cruzamos la calle.
–Te esperaba. –
Reclamó ella con una vocecita, parecía que quería llorar.
–Lo sé, lamento la tardanza. –
Le dije, mientras ella seguía caminando y yo seguía llevando el paraguas sobre su cabeza para que no se mojara. Ni ella ni yo hablamos más, no sabía que decirle, de todas formas.
Kamakura no parecía demasiado animada cuando llegamos a la casa. Lo único que hizo fue quitarse los zapatos, y subió por las escaleras.
–Ve a tomar un baño. –
Dijo ella, y después entró a su habitación. Yo puse el paraguas en la cesta y fui a tomar un baño, en primer lugar porque si no lo hacía el resfriado sería seguro. Mientras estaba en el baño, escuché a Oshizu–san hablar con Kamakura, estaban peleando.
–Si no tomas un baño te resfriarás. –
Dijo la señora, parecía enfadada, y había perdido ese extraño toque de amabilidad mientras hablaba con ella, yo permanecí escuchando.
–No estoy mojada. –
–No has llevado paraguas, y la lluvia ha estado muy fuerte ¿Cómo es que no vas a estar mojada? –
–No lo estoy, Daitako ha ido a llevarme un paraguas, ahora mismo no quiero salir, déjame sola. –
¿Ella me ha llamado por mi nombre? ¿Pero que se cree esta chica?
–Incluso así, tienes que tomar un baño ¿Entiendes? ¿Dónde está el chico? –
Oshizu–san parece haberse percatado en ese momento de que yo no estaba allí.
–Tomando un baño. –
Escuché a Kamakura abrir la puerta de su alcoba por fin.
– ¿Y porque las lágrimas niña? –
–Sólo déjame sola. –
La puerta de su alcoba se cerró, escuché a la señora bajar las escaleras.
––––––––––
No había dejado de llover y era de noche, yo terminé mi baño en cuanto pude, esperaba que Kamakura entrara al baño después, pero aquello no ocurrió, ella no salió de su alcoba para nada. Yo bajé a cenar, ella no estaba allí.
–Me pregunto si habré hecho mal en ir a buscarla hasta allá. –
Comenté, la casera servía la cena. Me miró amablemente.
–Si no hubieras ido, ella habría llegado empapada y enfadada, no hubiera tomado un baño y se habría resfriado, y créeme, no quieres tener que soportarla cuando ella está enferma. –
Dijo, había una especie de resentimiento en su voz.
– ¿Kamakura le hizo enfadar? –
Pregunté, ocasionalmente.
–No exactamente, pero ella no va a admitir que necesita ayuda, suceda lo que suceda, y en ocasiones así, su orgullo se vuelve problemático, si no estuvieras aquí, ella estaría en graves problemas ahora, aun así… ¿Te ha agradecido? –
–Que ella esté bien es suficiente. –
Le dije, bajando la cabeza, porque ella tenía razón y yo lo sabía.
–Está bien para ti, pero no para ella, ella debe aprender a decir “gracias”. –
Dijo la casera con un gesto.
–Seguro que ella lo piensa, sólo que no debe ser fácil decirlo. –
Oshizu–san me miró fijamente, luego un gesto de lastima se dibujó en su rostro.
– ¿Estás seguro de que estás bien con ella? chico ¿No te arrepentirás después de lo que estás diciendo? Se volverá más pesado conforme pase el tiempo, ella comenzará a depender más y más de ti, asumirá que tú estás allí para lo que ella desee, todo el tiempo. Esa niña es como una estrella, muy hermosa, puede brillar con luz propia, pero te quemarás si te acercas vacilando ¿Estás seguro de que es lo que quieres? –
Yo tomé los platos que ella había colocado en el porta trastes, evidentemente con intenciones de llevar la comida hasta la habitación de ella.
Oshizu–san tomó mi brazo amablemente, como si intuyera lo que iba a pasar si era yo quien llevaba los platos hasta la habitación de Kamakura.
– Si no estás seguro de esto, será mejor que no lleves esos platos. –
Me dijo ella, sonriéndome, pude sentir que ella estaba advirtiéndome seriamente, aun así, su mirada era amable, como si estuviera diciéndome silenciosamente que no iba a ser juzgado por no hacerlo, si quisiera.
Pero era Himiko de quien estábamos hablando.
–No hay problema, Oshizu–san, yo ya me había decidido, de todos modos. –
Dije, tomando los platos de nuevo. Ella asintió y sonrió.
––––––––––
Toqué la puerta de su alcoba, y escuché como se sobresaltó cuando eso pasó, lo digo porque algo dentro de su alcoba se cayó.
–Está bien si entran. –
Dijo ella, yo abrí la puerta como pude, la encontré mirándose al espejo, haciendo como que nada pasaba.
–Es la cena, Kamakura–san. –
Ella volteó a verme, se acababa de maquillar, parece que con la lluvia se le había corrido un poco el maquillaje, así que ella tuvo que maquillarse de nuevo, aquello sí que debe ser una molestia.
–No sé porque supuse que serías tú. –
Dijo ella con una sonrisa amarga.
–No estás feliz de verme. –
Respondí, dejando la comida en la mesa.
–No es que no esté feliz de verte, es que, yo no sé cómo decir esto. –
Explicó ella, yo terminé de colocar los platos en la mesa, sonreí y asentí.
– ¿Qué te parece si comienzas por cenar? Yo esperaré, terminaré de comer abajo mientras tanto. –
–Sólo una cosa. –
Pidió ella antes de que saliera.
– ¿Eres así con todo el mundo? –
Preguntó, yo volteé a verla, negué con la cabeza y salí. No lo dije con palabras porque en tal caso hubiera estado demasiado avergonzado para regresar a verla, ella comenzó a comer y yo bajé a terminar mi cena. Eran aproximadamente las nueve de la noche cuando volví a subir, iba a por los platos.
Cuando entré a su alcoba de nuevo ella estaba sentada elegantemente sobre su cama, parecía que después de comer había recuperado un poco de su humor, si es que se le puede llamar así, sin embargo, ella giró la cara en cuanto me vio. Supuse que era un buen momento para charlar sobre varias cosas que no podía sacarme de la cabeza.
Hubo un incómodo silencio que duró un momento, hasta que finalmente ella suspiró.
–Bien, quería agradecer por lo que hiciste por mí, estoy al tanto de que fue problemático para ti, aun así pienso que pude haber esperado a que alguien me ayudara, no tenías que ir hasta allí. –
Esas fueron sus palabras exactas, aunque fue muy obvio para mí que, de no haber llegado, Kamakura hubiera tenido que esperar a que la lluvia pasar o arriesgarse a venir lloviendo a casa. Y hubiera tenido que venir lloviendo porque la tormenta no había terminado.
–Kamakura, yo… –
– ¿Cuánto sabes? –
Preguntó ella repentinamente interrumpiendo, yo desvié la mirada sin querer, no quería responder a esa pregunta, sobre todo porque todo lo que me habían dicho, sonaba bastante mal. No es que estuviera del todo equivocado, pero era algo que no quería decirle a la cara, eso es, estaba avergonzado de creerlo.
–Responde. –
Insistió ella, enfadándose, pero su coraje en esta ocasión era bastante distinto al de la última vez.
–No tanto como quisiera. –
Kamakura reprimió un gesto, luego sus ojos se llenaron de lágrimas, ella permaneció mirando a la pared. Renuente, y orgullosa.
– ¿Aun así quieres salir? –
Preguntó, yo sentí un golpe en el corazón, sentí que ella usaría esto como excusa para cancelarme, pero de todos modos asentí.
–Ya sabes lo que pienso de ti, esa opinión no ha cambiado. –
– ¿Por qué? –
Volvió a preguntar, mirándome hacia abajo por un momento, como intentando recuperar una posición que ella sentía que había perdido.
–No tiene que haber una razón… –
Cometí un grave error al vacilar en mi respuesta, ella se puso de pie, completamente colérica.
– ¿Cómo puedes decir eso tan simplemente? ¿Estas ciego acaso? Todo este tiempo he estado sola, y nunca había necesitado de nadie, nadie en absoluto, todo el mundo podía haberse podrido y me hubiera importado menos que esto. –
Ella tronó los dedos bajo mi nariz, enfadada.
–Y da la casualidad que el único día malo, el único día que realmente necesito de alguien, ese día decides aparecerte, con tu sonrisa falsa y tu atractivo estúpido, y poner cara de idiota y decir “estoy aquí por ti” y yo tengo que creerte porque no tengo opción… –
Se sentó de nuevo sobre su cama y sin importarle que yo aún estuviera allí, se puso a llorar, llevándose las manos a la cara.
–Todo lo que quiero es una maldita respuesta sincera, ¿Por qué? ¿Por qué tiene que cambiar ahora? Si es verdad que sabes tantas cosas ¿Por qué demonios sigues allí parado? Y si es cierto que no te importan ¿Por qué demonios tenías que tardar tanto en aparecer? ¡¿Por qué diablos no estabas aquí desde el principio?! –
Me quedé congelado mientras ella seguía llorando, en realidad ni siquiera estaba seguro de porque estaba tan enojada, o por qué estaba llorando, yo creí que había sido sincero con ella, lo más sincero que podía serlo en una situación como esa, pero al parecer no bastaba.
–No comprendo… –
Se me escapó lo juro, ella me miró con los ojos llenos de lágrimas y montó en cólera. Se puso de pie y comenzó a gritarme.
–¡Claro que no comprendes! Tú no comprendes nada porque eres un idiota, pude haber muerto el año pasado y ni siquiera te habría conocido, nunca te habrías interesado en mi como dices tú, pero justo cuando pienso que lo hago bien por mí misma, llegas un día y desbaratas todo… y por más que traté de no involucrarme contigo, de no hablarte, de que no me vieras ¡Tú seguiste empujando, y empujando! Y no eres lo bastante hombre para decir claramente ¿Por qué lo haces? –
Di un paso atrás… instintivamente yo pienso, ella se sentó sobre su cama de nuevo.
–Haz eso, escapa, corre como todas las otras veces, tal vez ahora si puedas dejarme en paz, no tienes ni una idea de cuantas veces he querido retractarme por lo de la cita, fue una verdadera tontería, la peor estupidez que he dicho en toda mi vida… –
–Pues cancélala entonces, no tienes que hacerlo si no quieres. –
Le dije, siendo sinceros, eso me molestó, sólo quería irme, pero ahora el coraje por todo lo que ella me recriminaba no me iba a permitir dejarlo solo así. Iba a continuar, pero ella me interrumpió, alzando aún más la voz todavía.
– ¡No quiero cancelarla! ¿Por qué no lo entiendes? Quiero tener una cita contigo yo… ¡Ya no quiero estar sola! Sólo quería olvidar todo lo que pasó, y entonces apareces un día de la nada, y sonríes cómo idiota, agitando una estrella en tu mano, llamándome, con una luz que escapará de mis manos en cuanto la atrape, una luz que yo jamás podré tener, pero por más que trate de ignorarla, no puedo evitar perseguirla. –
La verdad es que no comprendí, ni aun en ese momento, cómo funcionaba su lógica, pero verla llorar de esa forma tan desesperada, por poco pone lágrimas en mi rostro. Si lo mirabas de cierta forma, sí se sentía como si estuviera jugando con ella, evadiendo los temas que me pusieran en aprietos, evitando confesar mis sentimientos en la medida de lo posible, probablemente ella había pensado que quería jugar con su corazón.
Era lógico que ella desconfiara de mí, lo que nunca pensé es que esa desconfianza la pusiera en un aprieto tan grande. También es cierto que, de alguna forma, había utilizado lo que sabía de ella en su contra, siempre acorralando sus emociones, y aunque es cierto que ella no me dejó opción en varias ocasiones, también tengo que admitir que era un poco cruel de mi parte. Ni que hacerle, hice lo que cualquier idiota en mi situación habría hecho.
Al más puro estilo de las películas occidentales, me acerqué a ella en silencio, y me hinqué, mi frente quedó a la altura de sus rodillas, y estando de esa forma tan vergonzosa, tomé su mano con delicadeza para que ella se diera cuenta de que estaba allí. Eso hizo que ella guardara silencio y me prestara atención. Sin atreverme a mirarla a los ojos, mirando al suelo, hice mi juramento:
–Es cierto todo lo que dices, de alguna forma pienso que te he dado impresión de ser un mal sujeto y lo lamento, me he aprovechado de tus necesidades y de tus problemas para mejorar mi propia imagen, para que tú me vieras mejor, pero no tengo ninguna intención de ofenderte, lo hice por una buena razón, yo… quiero estar cerca de ti, pondría todo lo que tengo si con eso puedo hacerte sentir mejor, no diré que es el destino ni ninguna de esas tonterías, sólo pienso que estoy feliz de haberte conocido, y me gustaría conocerte aún más ¿Por qué? Porque me gustas, no tengo intenciones de jugar contigo, ni de burlarme de ti, sé que soy alguien sin nombre y sé quién eres y de dónde vienes, pero si tu estas bien con alguien como yo, entonces yo daré todo de mi por ser digno de tu compañía. –
Si hubiera sabido que ese juramento iba a marcar un antes y un después en mi vida, quizá la cobardía no me hubiera dejado hacerlo. Pero no mentía, quería hacerla feliz, y sé que la intención no iba a bastar, pero tuve la impresión de que nadie más lo iba a intentar. Y eso me ofendía… dejar sola a una chica como ella ¿En que estaba pensando el mundo? Permanecimos en silencio durante un momento, ella se soltó y puso su mano en su boca, yo volteé a mirarla, al menos había dejado de llorar.
– Jamás olvides esas palabras ¿Comprendes? Porque yo no las voy a olvidar, no importa lo que suceda, nunca se me van a olvidar… yo, soy muy exigente, y no voy a cambiar, quiero que me mires sólo a mí, que pienses sólo en mí, que seas amable sólo conmigo. –
Me dijo, yo asentí a cada una de sus exigencias, luego ella giró la cara.
–Levántate, es vergonzoso que estés allí. –
Dijo ella, evidentemente no iba a ser yo el único avergonzado, pero no creo que le desagradara, ella esperó a escuchar todo mi juramento antes de pedirme que me levantara. Después de ponerme de pie, ninguno de los dos parecía saber exactamente qué decir.
Lo admito: No sabía en lo que me estaba metiendo. Pero no importaba demasiado que digamos, la realidad es que, yo también estaba un tanto harto de llevar las cosas por la zona segura. No quería sentirme seguro, quería una cita, más, si era posible.
–Ahora vete, mañana saldremos temprano. –
Me dijo ella, supongo que no encontró nada que decir, y eso la hizo ponerse más nerviosa. Nunca acordamos la fecha para la cita, no es que tuviera algún problema con que fuera el día de mañana, no había escuela de todos modos.
– ¿Estas segura? ¿No quieres esperar? –
Pregunté, aunque por mi tono de voz, fue evidente que yo estaba feliz de que fuera tan pronto.
–No quiero esperar, llevo muchos años esperando, iremos a nuestra primera cita mañana, antes de que averigües más cosas y te retractes de lo que has dicho hoy. –
Fue toda una alegría para mí que ella dijera “primera cita” porque eso quería decir… sin duda el lector lo comprende también. Esta vez, al salir, fui yo quien le respondí con una sonrisa en el rostro:
–Pero eso no va a pasar. –