Jimen no Hoshi C9

Capítulo 9: Todo o Nada.

Soñé con el señor esponjoso. Yo estaba parado en un campo de arroz de esos que hay en los pequeños poblados que salpican Japón. Era de noche y había luciérnagas revoloteando por todos lados. Las luces eran bonitas. Y estando allí, al bajar la vista, vi al señor esponjoso. Supe que era él por una mancha café que lo caracterizaba en su espalda, cuando todo lo demás era blanco.

No sentí calor ni frio, a pesar de que las noches en mi hogar solían ser calurosas en verano (pienso que era verano por las luciérnagas) en ese momento no pude sentir otra cosa que no fuera un viento fresco que me daba a la cara. Después de eso el gato echó a correr y yo fui tras de él, dejando atrás el campo de arroz y con ello, las luces de las luciérnagas, pero por más que lo intenté, no pude alcanzarlo. Estaba a punto de rendirme  cuando recordé que era el gato de Himiko y yo tenía que evitar que algo le sucediera.

El gato se sentó a varios pasos de mí y comenzó a relamerse, como si disfrutara de la persecución, pero cuando di un paso, el señor esponjoso desapareció. Y antes de que pudiera llamarlo, me despertó el sonido de las voces afuera.

Alguien discutía. Era de mañana, aunque más temprano de lo que normalmente suelo levantarme. Escuché la voz de Himiko. ¿Con quién estaba peleando? Me preguntaba mientras me vestía. No parecía ser nada amigable, aunque yo no podía recordar a ninguna persona que quisiera realmente discutir con ella.

–No tienes que venir a buscarme, ¡Estoy bien sin ti! ¡Ahora márchate y no vuelvas a aparecer por aquí! –

Escuché ese grito mientras bajaba apresuradamente las escaleras, pero cuando abrí la puerta de la casa, lo único que vi, fue a Himiko entrar furiosa y a Oshizu–san cerrándole la puerta en la cara a un chico, que parecía tener al menos veinte años.

Kamakura ni siquiera me miró, estaba completamente fuera de sí, incluso apretaba los puños, Oshizu–san me acarició la cabeza al pasar, quería hablar con ella, pero no estaba seguro de que decirle, y tampoco estaba seguro de querer preguntar a Kamakura de quien se trataba, o por qué le hacía enojar tanto.

Entré sin nada que decir, Kamakura me miró fijamente, como esperando a que dijera algo para descargar lo que quedaba de su frustración sobre mí, se le notaba en la cara, era la que sólo ponía mi madre cuando quería decir “Abre la boca y tendrás problemas” yo hice sólo una reverencia y subí a mi alcoba.

La cita del día anterior había estado genial, incluso había recibido mi primer beso, no quería enfadarme con ella tan pronto. ¿Quién diablos era ese sujeto? Y ¿Por qué tenía que esconderme de mi novia sólo porque a él se le ocurrió aparecer? Dejé que se calmaran las cosas. Todo éste asunto acerca de ella me había dado una visión muy positiva, quiero decir, si tenía que saberlo, lo sabría, a su debido tiempo. Pero Kamakura no quiso perder la oportunidad de pelear conmigo y entró a mi alcoba. Llevaba su extraño libro en las manos.

–Toma, vas a ayudarme con esto. –

Me dijo, o más bien dicho me ordenó, colocando el libro en la mesa. Yo no quería tener que leer esa cosa, era horrible, pero por otro lado, era Himiko de quien estábamos hablando. Si había posibilidad de pasar tiempo con ella, entonces estaba bien.

–La obra es en cuatro días y no estoy lista. –

Explicó luego, cosa que yo no necesitaba porque ahora tenía el libro en las manos.

Comenzamos a ensayar, yo me perdí un par de veces mirándola recitar, las dos veces ella se desesperó, golpeó sus piernas con sus hojas y me gritó “Lee” antes de volver a mirar su libreto. Toda una celebridad, supongo. Me pregunto si es así como se comportan las idol cuando tienen cerca una presentación.

Después de unos momentos sin avanzar mucho, ella se sentó, desanimada, me miró por un momento, como si esperase por palabras de aliento, pero pienso que cambió de opinión muy rápido, antes de que yo pudiera decir cualquier cosa, ella se puso roja de la cara y giró la mirada para volver a dar órdenes.

–Me cansé, ve a traerme algo de beber. –

No estaba siendo demasiado amable, pensé en recordárselo, pero era mejor hacerlo cuando ella tuviera algo de beber en las manos, o pensaría que no quiero hacer el encargo. Una vez que puse el vaso en la mesa que había en mi habitación, ella lo tomó y lo bebió todo de golpe.

Ella suspiró.

– ¿Quién era ese sujeto? –

Pregunté, estaba seguro de que su mal humor se debía a esa persona, quizá si hablaba de ello…

–No era nadie. –

Respondió ella, renuente, poniendo el vaso en la mesa para que le sirviera más jugo, le serví más.

–No te enojarías tanto si no fuera nadie. –

Fue una mala respuesta de mi parte, la mirada de problemas volvió a su cara.

– ¿Me llamas mentirosa? –

–Sólo digo que… –

–Lo que faltaba, no llevamos ni veinticuatro horas y ya has comenzado a desconfiar de mí. –

Suspiré, miré el reloj que llevaba en la muñeca y luego sonreí, tratando de ser paciente.

–En realidad ya llevamos veinticuatro horas, veintiséis, para ser exactos, y quince minutos. –

– ¿Y eso te da derecho a dudar de mí? –

Preguntó ella, al borde del coraje, yo coloqué mi mano sobre la suya, ella la quitó.

–No dudo de ti ¿Cómo voy a dudar de ti si he visto lo enojada que te has puesto sólo porque él estaba allí? –

–¡Que no estoy enojada! –

Ella chilló eso mientras se ponía de pie, luego salió de la habitación, yo bajé la cabeza. A veces era difícil de tratar. Después de unos momentos, se me ocurrió que lo único que podía hacer era ir a buscarla, después de todo, no quería que estuviera enojada conmigo, pero sinceramente, no pensé que fuera el momento, ni que me recibiría muy bien si llegaba con las manos vacías.

Chocolates. Eso debería servir, todos aman el chocolate. Ya que aún me queda dinero (muy poco, en realidad) decidí ir a la tienda de conveniencia frente a la casa a comprarlos. Sin decir nada a nadie, sólo salí de mi alcoba y de la casa.

El cielo estaba nublado, quizá llovería de nuevo.

––––––––––

Hice lo que he dicho. Fui a la tienda de conveniencia, compre una caja con chocolates pequeños, y regresé a la casa. no lo volvería a mencionar, de no ser porque noté que había un automóvil gris parado justo en la esquina. No sé por qué me llamó la atención, pero lo hizo. Nunca he sido gran fanático de los automóviles, y no sé qué clase de carro era, pero fue muy evidente, que era un carro muy lujoso, y muy caro.

Ahora que lo pensaba con más detenimiento, este era el primer domingo en toda mi vida que lo pasaba lejos de casa. Lo digo porque el domingo anterior lo pasé en casa y en el viaje de regreso aquí, pero ahora eran las diez de la mañana y yo no tenía nada que hacer.

Tenía la caja de chocolate en la mano, no era precisamente la clase de chocolate que regalas a alguien, pero como no era una fecha especial, pensé que estaría bien. Por otro lado, sentí que una caja más elegante me haría parecer raro. Le haría pensar que he hecho algo malo.

Toqué la puerta de su alcoba, pero no hubo respuesta, toqué una segunda vez y una tercera vez, pero nadie respondió. Incluso pegué mi oído a la puerta para ver si escuchaba algo. Nada. Iba a darme la vuelta y volver a mi alcoba cuando la puerta se abrió de golpe.

– ¿Y bien? ¿Tanto es tu deseo de verme que no puedes esperar a que termine de cambiarme? ¿No me has insultado ya bastante por un día? –

¿Por qué estaba siendo tan agresiva? Me preguntaba mientras negaba con la cabeza. Imposible que yo hubiera hecho algo tan malo como para que ella se pusiera de este humor. Lo único que sentí fue un odio extremo por quien quiera que fuera ese sujeto que la había puesto así.

–Te traje chocolate, los vi y pensé en ti. –

–No sé si debería ofenderme por ello ¿Qué es exactamente lo que quieres decir con eso? –

La mirada de “Tendrás problemas” apareció en su rostro de nuevo, yo cerré los ojos un momento. Esto no era nada, yo tenía que aprender a soportarlo, tenía que aprender si quería cumplir con lo que le había prometido a ella y lo que me había prometido a mí, no podía alterarme por algo así. Intenté razonar con ella un poco.

– ¿Por qué mejor no los aceptas? –

Pregunté, haciendo lo posible por evitar una pelea. Ella tomó la caja.

–Aceptados, ahora ¿Qué sucede? –

Preguntó ella, haciéndose hacia atrás para dejarme pasar, yo entré a su alcoba, sin dejar de mirarla.

–No es que suceda algo, es sólo que has estado enfadada desde que desperté, no quiero que estés enfadada, es todo. –

–Si bien, no importa después de todo. –

Dijo ella, acto seguido, se dio la vuelta y saltó sobre su cama, acostándose bocabajo en posición de aburrimiento, colocando su cara sobre sus brazos. Parecía un ángel, fastidiado tal vez, pero un ángel al fin y al cabo.

– ¿Es por ese sujeto? –

Pregunté tentativamente, ella se enfadó.

–Fuera de aquí. –

Me dijo, o más bien dicho me amenazó, mirándome a los ojos, yo suspiré.

–De acuerdo. –

Dije simplemente, rindiéndome y dándome la vuelta, pero cuando puse la mano en la manija de la puerta, ella finalmente habló. Parecía que había estado debatiéndose sobre decir algo o no. Creo que se decidió por el primero cuando dijo:

–Fue un buen beso el de ayer. –

Enrojecí por el comentario. Iba a decir gracias al darme la vuelta cuando la vi sentada sobre la cama, sin mirarme, con esa cara que ponía cuando le había hecho enfadar. No entendí nada, así que fui hasta donde ella y pregunté, lo más directamente que pude.

– ¿Estas enfadada por haberte besado? –

–No estoy enfadada por eso. –

–Tampoco parecía un cumplido. –

Me quejé, se me salió, y ella se desesperó.

– ¿Qué tan tonto puedes llegar a ser? Claro que no era un cumplido. –

– ¿Entonces qué pasa? –

Pregunté, desesperándome también, ella giró la cara, negándose a mirarme, ese gesto me hacía sentir mucho peor de lo que podría parecer. ¿Es que no era digno siquiera de su mirada?

–Sabes besar. –

Se quejó ella finalmente, sin mirarme todavía, yo me llevé la mano a la frente, es decir ¿En serio? ¿De qué estaba siendo acusado?

– ¿Y eso que tiene de malo? Incluso en el caso de que tuvieras razón, ¿Cuál es el problema? –

– ¿No lo ves? Has besado a otras chicas antes que a mí, y a mí nadie me dijo que tendría que compartirte, me niego rotundamente. –

Ella me dijo eso con la cara roja por el coraje, mientras se ponía de pie, y caminaba hacia la ventana, empezaba a darme cuenta que ella hacía eso cada vez que sentía incomprendida.

–No vas a compartirme, no estoy saliendo con nadie más. –

–Entonces admites que has salido con otras chicas antes. –

Replicó, cruzando los brazos con obstinación. Yo asentí, cosa sin importancia porque ella estaba mirando hacia la calle.

–He salido con una chica mientras estaba en el colegio, y eso es todo. –

– ¿Y me lo echas en cara? –

Preguntó ella, colérica. ¿Cómo podía enfadarse tanto por algo así? Lo que fuera que hubiera pasado ya no era importante, creo que lo que más me molestaba es que aquella “relación” había pasado sin pena ni gloria, y ahora yo estaba teniendo problemas por algo que ni siquiera en aquel momento fue importante. Nunca la besé.

–Eso quedó en el pasado, no fue la gran cosa tampoco. –

Expliqué.

–Vete. –

–No comprendo porque estas enojada conmigo por algo así. –

Le dije, bajando la cara, no parecía haber forma de contentarla, y lo peor es que cada vez que le decía algo ella se enfadaba más.

–Tengo derecho a estar enfadada, nunca he salido con nadie, pero tú ya tuviste un primer amor, eso no es justo, su sombra se plantará siempre por encima de todo lo que yo pueda ser para ti. –

Se defendió con eso. Creo que ella le estaba dando mucha más importancia de la que en realidad tenía, al menos para mí. ¿Quién era ella para decidir lo que era importante y lo que no? Ella no estaba allí, ella no tenía forma de saber si mi primer noviazgo fue o no importante, y lo remarco de nuevo: No lo fue.

–No la besé ¿Entiendes? ¿Qué más puedo hacer o decir para que estés feliz? No puedo regresar el tiempo, sólo quiero tener una plática normal con mi novia ¿Qué quieres de mí? –

Lo admito, estar así era desesperante, sobre todo porque ella realmente no estaba escuchando nada de lo que le decía. Ella volteó a verme como si de verdad pensara que aquel patético intento de relación del colegio hubiera sido algo de lo que ella debiera estar celosa.

–¡Lo quiero todo! Incluso tu pasado, te lo advertí desde el principio, quiero que me veas solamente a mí. –

Asentí con la cabeza, ahora ella me miraba, el berrinche que estaba armando por algo tan tonto era algo digno de verse. Di un paso para estar más cerca de Himiko, ella no se movió.

–Tuve una novia en el colegio, de la que apenas recuerdo su cara, no es importante como tú crees que es, y si no la hubieras traído hasta aquí, ni siquiera hubiera recordado que existió. –

–Entonces es mi culpa. –

Se quejó de nuevo. Yo cerré los ojos por un momento, tratando de no gritar con aquello. Esperé un poco, luego pensé “que rayos” y acercándome a su rostro, le di un beso en los labios. Ella no se resistió, tampoco me devolvió el beso, aunque si me tomó de la mano.

–Lo siento Himiko, no he pensado en otra chica, y nunca lo volveré a hacer, es mi culpa de todos modos. –

Era una disculpa muy ambigua, porque en realidad no me estaba disculpando por nada, pero eso no fue lo que importó en ese momento, lo digo porque ella se avergonzó y me gritó.

–¡Has usado mi nombre! –

– ¿No puedo llamar a mi novia por su nombre? –

Pregunté, alzando un poco la voz, pero Kamakura, en vez de enfadarse comenzó a tartamudear, estaba sonrojada y bajó la mirada.

–Bueno yo… s–supongo que está bien… si puedes. –

Me dijo, yo acaricié su mano con la mano que ella me sostenía, para que la vergüenza pasara más rápido. Después de unos momentos, ella finalmente alzó la vista, yo sonreí. Se veía tan linda cuando se avergonzaba.

–Eres más bonita cuando sonríes. –

Le dije, porque aun con el rubor en sus mejillas, ella estaba sonriendo. Quizá por fin había encontrado un remedio para cuando ella se ponía de ese humor. Aunque ahora que lo pensaba mejor, si ese pensamiento era tan importante para ella, quizá ni siquiera había dormido bien.

–Eres un tonto… siempre soy hermosa. –

Me aseguró ella, balanceándose coquetamente, soltó mi mano y me mostró una tímida sonrisa.

–Entonces ¿Me aseguras que fui tu primer beso? –

Preguntó ella.

Al menos ahora estaba siendo amable. Otra cosa es que la pregunta era bastante vergonzosa para y mi bajé la cara. Sin embargo, asentí de todos modos.

–El sujeto de la mañana, su nombre es Ryoto. Mis padres y los suyos pretendían que me casara con él, le dije que no. –

––––––––––––––

No es como que su problema fuera del todo inesperado para mí. es decir, entre las familias con dinero, estas cosas suelen suceder, o al menos eso es lo que dicen los dramas en TV. No se necesita mucha imaginación para entender la respuesta de Himiko a la idea de sus padres, aunque bien pensado, puede que él fuera un mejor partido que yo.

– ¿Y por qué ha venido? –

Pregunté, siendo sinceros sentí algo de miedo, por lo que acabo de mencionar, ella bajó la cara.

–Me dijo que si accedía a tener una cita con él, me daría dinero para que no tuviera problemas económicos… ese imbécil ¿Qué no hay una palabra para esas chicas que salen con chicos a cambio de dinero? ¿Quién se cree? –

Al menos había logrado que hablara de sus problemas. Aquello me irritaba terriblemente, yo también entendí aquella proposición como un acto de prostitución, pero eso no se lo dije a ella, simplemente asentí, como demostrándole que estaba de acuerdo con ella. No sé qué circunstancias rodeaban la relación que había entre ellos, pero Himiko era mi novia, y por bien intencionada que fuera la proposición del sujeto, aquella era una ofensa difícil de tragar.

–Si mi abuelo estuviera vivo… –

A Himiko se le escapó ese detalle, y después de decir eso, volteó a verme como si hubiese dicho algo malo. No estaba seguro de querer meter más leña al fuego, así que no sabía si insistir en ese último tema era una buena idea.

–De cualquier modo, no entiendo cómo es que ese sujeto se atrevió a venir hasta aquí a decir algo como eso. –

Respondí, tratando de regresar al tema principal, y no indagar más en lo que había soltado sin querer.

–Es un idiota, y como tal, lo único que está haciendo es seguir ordenes, pero yo no sigo ordenes de nadie, y eso es algo que él se niega a entender. –

– ¿Ordenes? –

–De sus padres, él nunca desafiaría a sus padres como yo lo hice con el mío, en realidad, esa fue la razón por la que le dije que no. –

–Le dijiste que no ¿Por ser un buen hijo? –

Pregunté, en realidad me alegraba de que ella hubiera dicho que no, pero la razón no me quedaba muy claro.

– ¿Qué clase de hombre deja que otras personas decidan algo así? Incluso siendo sus padres, nunca le diría que si a un hombre que no tiene el valor de esforzarse por conseguir lo que desea. –

Aseguró ella, y pienso que tenía razón, aunque eso me dejaba en mal termino a mí, o eso creí. Sólo por si acaso, se lo pregunté, temiendo deprimirme por su respuesta.

– ¿Por qué aceptaste salir conmigo entonces? No es que sea valiente, no soy de una familia importante, pero no creo que iría en contra de los deseos de mis padres si así fuera. –

–En verdad que eres tonto… ¿Por qué me haces decir cosas vergonzosas? Acepté porque te esforzaste a pesar de tus casi nulas posibilidades, eso es algo que un sujeto como él nunca hubiera hecho. –

– ¿Sólo no se esforzó? –

Pregunté, tratando de disipar el ambiente vergonzoso que su declaración había generado, estaba feliz, es cierto, pero me ardía la cara también, ella asintió.

–Es la clase de persona que espera que sus padres hagan todo por él… por eso le dije que no, y mi respuesta es definitiva, pero Ryoto no comprende eso, por ello vino. –

– ¿Por eso te peleaste con tu padre? –

Pregunté, ella usó su mirada peligrosa conmigo, pero luego de unos momentos se relajó de nuevo.

–No voy a ser vendida para que mi cobarde padre se haga más rico, no voy a ser tratada como un accesorio. –

Replicó ella con obstinación. Quizá era ese asunto lo que la había llevado a vivir en esta situación. O uno de los asuntos, la verdad es que ni siquiera de Yuutsumi había escuchado nada bueno acerca del padre de Himiko.

–Hay cosas más importantes que el dinero. –

Le dije, ella negó con la cabeza.

–No vivo en un cuento de hadas, no creo en esas cosas del amor eterno o el hilo rojo del destino, pero si voy a casarme, quiero que sea con alguien que se haya ganado mi favor por sí mismo, alguien que demuestre que tiene interés en casarse conmigo, eso es todo lo que pido ¿Te parece que es mucho? –

Explicó ella, exasperándose, era evidente que nuestro asunto personal estaba fuera de contexto aquí, así que no lo incluí en mi respuesta tampoco:

–No creo que sea mucho, es difícil, es cierto, pero todas las cosas que valen la pena requieren esfuerzo, o eso me dijo alguien muy sabio. –

–Pero ya lo vez, el mundo está de cabeza en estos días, y lo estará aún más conforme pase el tiempo. –

Repuso ella, cruzando los brazos, era linda cuando estaba enfadada (mientras no fuera conmigo) aunque en aquellos momentos, nunca creí que aquellas palabras serían el inicio de una profecía.

–Está de cabeza, sin duda. –

Repetí. Himiko ya no miraba a la ventana, nuestros ojos se cruzaron.

–––––––––

Volvimos a ensayar después de eso, tengo que admitir que después de un par de horas, yo estaba agotado. Ella sostenía que no había mejorado nada. La verdad es que yo no me sentía con la capacidad para juzgarla, no sabía nada sobre teatro y la lectura me daba cada vez más miedo, hablaba de gente quemándose eternamente, sumergida en una laguna hecha totalmente de sangre, y cosas por el estilo. No entiendo cómo es que a una chica le pueden gustar esas cosas. Las novelas que llaman “gore” se quedan cortas en la cantidad de sufrimiento que expresan.

– ¿Tienen que ser descripciones tan horribles? –

Pregunté. Descansábamos un poco, ella parecía desesperada, y como siempre que eso ocurría, estaba de mal humor (Como si no hubiera pasado todo el día de mal humor de por sí, seguro que no era mi día) me miró con fastidio.

–Se supone que sufran, están en el infierno. –

–Pero… ¿Por siempre? ¿Quién idea esa clase de tormento de todos modos? Tiene que ser sin duda alguien siniestro y malvado. –

–Pues, nunca responden a esa pregunta, sólo los describen y se van, tienen más cosas que visitar. –

– ¿Y tú qué papel tienes? –

–El de un sabio que guía al protagonista por el camino y le explica las cosas. –

– ¿Te gusta el papel? –

–Es un papel muy digno, muy solemne también, y ya que no quise ser la protagonista, creo que está bien. –

– ¿Por qué no quisiste ser la protagonista? –

Había sentimientos personales mezclados en esa pregunta, es decir, creo que quería pensar que ella debería ser la protagonista, era mi novia, después de todo, sin embargo, ella negó con la cabeza.

–Porque entonces las líneas que tendría que memorizar son aún más, y no quiero eso. –

Así que fue una decisión técnica más que nada, estaba bien con esa respuesta.

– ¿Te gusta la obra? –

Pregunté finalmente. Era un asunto que no dejaba de darme vueltas en la cabeza, si esto seguía así, seguro que tendría pesadillas.

–Es sólo una obra… –

Respondió ella, creo que adivinando lo que pensaba.

–Si pero… –

–Me gusta el teatro. –

Agregó ella, interrumpiéndome, yo la miré.

– ¿Quieres que lo dejemos ya? –

Preguntó, supongo que entendió que no era precisamente una lectura placentera, pero fue muy obvio que ella estaba estresada, y que se estresaría aún más si no la dejaba practicar, además de que, en cierto modo, al verla así, me sentí culpable por haber tomado tanto de su tiempo el día de ayer. Es decir, en realidad ella estaba ocupada.

–No, quiero ayudarte, pero con una condición. –

Himiko arqueó una ceja, perpleja.

–Ahora pones condiciones, dime ¿Piensas que has ascendido en la escala? ¿Es eso? –

–Tienes que dejarme ver la obra. –

Ella guardó silencio por un largo rato. Una débil sonrisa se dibujó en su rostro.

–Lo pensaré. ¿Estás seguro de que no quieres parar? –

Preguntó, supongo que estaba siendo considerada, aunque era evidente que si yo decidía detenerme, ella continuaría sola.

–Seguirás ensayando aunque te diga que te detengas. –

Repliqué, ella me mostró su lengua, y luego de eso su sonrisa fue más clara, y satisfecha de sí misma.

–Cuando hago algo, lo hago completo, hasta que ya no pueda, doy todo de mi… siempre. –

–Eso es algo que debería enorgullecerte. –

Ella me miró, visiblemente complacida, se lo reconocía, ella sabía cómo esforzarse.

–Conmigo las cosas son simples, es todo, o nada. –

Dijo ella finalmente. No quise preguntar más. Había mil preguntas que rondaban mi cabeza acerca de Himiko. ¿Quién era su abuelo? ¿Por qué a ella le gustaba el teatro? ¿Cuánto tiempo hacía que ella y Oshizu–san se conocían? ¿Qué había en ese sobre? Y por supuesto, estaba “la pregunta” ¿Por qué ella me había dicho que sí? Pero a pesar de que ella siempre respondía de una forma que podríamos llamar normal, eso siempre abría más preguntas de las que resolvía.

Me quedé mirándola por un largo rato. Sus ojos, su cabello, su rostro, su tono de piel, analizando cada detalle, deleitándome por el privilegio de poder observarla tan de cerca, mientras ella hacía algo que disfrutaba.

Ese día entendí lo que era el miedo.

– ¿Qué? –

Preguntó ella, molestándose a medias mientras me miraba acusadoramente. Yo bajé la cara, sin saber por qué.

– ¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres maravillosa? –

Pregunté, cómo hipnotizado por su aire majestuoso, no del todo consiente de lo vergonzoso que era decir esas cosas sólo así.

–Sólo sigue leyendo. –

Respondió ella, bajando también la cara. Luego seguimos ensayando.