Capítulo 6: La noche de los corazones rotos.
Eran aproximadamente las diez de la mañana, Najiko desayunaba, era domingo. Y era precisamente porque era domingo, que Najiko no solía preocuparse por arreglarse o hacer algo. Tenía mucho tiempo que ella no tenía una cita. Tal vez era por eso que ella se sentía ahora tan contrariada. ¿Por qué tenía que pintarse y acicalarse?
Bueno, es que tenía una cita.
Sin pensarlo mucho, y antes de hacer cualquier cosa, telefoneó a Kouji. Era algo que hacía todos los días, para asegurarse de que todo seguía… en su lugar. Aunque en realidad hacía mucho que las respuestas de él eran las mismas. Y como todos los domingos, por la mañana, Yamagata estaba tomando una cerveza para evitar (en la medida de lo posible) la resaca del día anterior.
– Yamagata… ¿Sabes si hay algo nuevo? –
Preguntó ella.
–Nada, todo sigue tranquilo. –
Respondió una voz en el teléfono. Era inconfundiblemente él, con dolor de cabeza, diría ella. Najiko sonrió para sus adentros mientras pensaba en lo patética que debería verse, telefoneándole a cada momento sólo para asegurar que seguía siendo la presidenta del consejo estudiantil. Pero después de tantas cosas que pasaron, podría decirse que nunca volvió a dormir tranquilamente. Y por ello, los domingos, telefoneaba a Yamagata para sentirse mejor. Era la rutina.
Lo que no era rutinario era lo que estaba haciendo ahora. Normalmente ella hubiera marcado a su casa después de eso, a sus padres, allá en Nagano. La verdad es que Najiko nunca consideró su casa en Tokio como “su casa.” Nunca se sintió a gusto allí. Su verdadero hogar estaba allá, en el campo, con sus amigas, si es que aun existían, y con sus padres, y con esa bella vista nocturna que a veces brindaban las luciérnagas cuando se paseaban sobre los campos de arroz. Ella recordaba muchas noches silenciosas mientras miraba a los campos, al tiempo que bebía té y su madre le peinaba el cabello. Esos eran buenos tiempos. Pero aquí estaba ella, telefoneando a un matón que era como su seguro de vida, vistiéndose de una forma elegante para salir con un chico citadino, y para perderse en el alcohol con intenciones de no recordar, que ella nunca debió haber venido a este sitio maldito.
La ciudad no era para ella, y por muy bien que supiera fingir, muy dentro de ella, detestaba a esa niña tonta que había decidido venir aquí.
A veces pensaba que cuando se graduara, mandaría la universidad al diablo, volvería a casa y se casaría, y sería un ama de casa en una casa del campo, donde podría tener un montón de hijos, y visitar a su madre siempre que tuviera alguna duda, o que tuviera miedo, o que se sintiera sola.
Sería una esposa dedicada y amable, y apreciaría mucho a su esposo aunque éste fuera un granjero como su padre. Entonces Tokio podría meterse su elegancia y su glamour y su estatus por el trasero. Y entonces ella no tendría que levantarse temprano en domingo, y entonces, Asaki podría fingir que todo esto nunca había pasado.
¿Por qué iba a acudir a esta cita en primer lugar? Se preguntaba mientras se pintaba. Bueno, no es que se lo hubiera pensado mucho. Sólo estaba obsesionada con este chico. Itami. Era la clase de chico que a ella le gustaba, y nunca hacía preguntas acerca de su vida. Hacía casi un mes que se había fijado en él. Se alegraba de haberlo hecho, aunque a veces sentía que las cosas estaban demasiado bien. Ella no merecía que estuvieran bien.
Tarde o temprano, tendría que pagar.
Batió la cabeza con fuerza para librarse de ese pensamiento. Incluso pensó en beber algo para tranquilizarse antes de enloquecer, pero pudo controlarse. No había nada de malo en esto. Era una cita. Todo el mundo tenía citas todo el tiempo y nada malo les ocurría. Es sólo que ella se había levantado muy pesimista.
Se puso los zapatos en la entrada y suspiró, cerrando después la puerta detrás de ella.
Un florero se cayó.
–––––––––
Kasumi se paró junto a la ventana del dormitorio. Sus planes se habían deshecho porque ella esperaba poder volver a casa el fin de semana. Pero la lluvia no lo permitió. Todo se arruinó el sábado que había caído un torrente y cuando telefoneó a su madre, ésta le dijo que lo mejor es que esperara a la siguiente semana para verla. Kasumi lo entendió. No es que le molestara, en absoluto, pero arruinó sus planes.
Suspiró cuando abrió la cortina de su dormitorio.
“Genial, hace un día precioso, y yo no tengo planes para salir, si este clima hubiera sido igual ayer, podría haber ido a casa”
Sin mucho que hacer, se dispuso a salir un poco y visitar la tienda de conveniencia. Quizá habría salido el manga que ella estaba esperando, aunque tendría que pedirle dinero a su hermano para comprarlo. A todo esto ¿Dónde estaría él? Kouji nunca volvía a casa si no era necesario. Es decir, volvió para su cumpleaños y esas cosas, e incluso cuando ella le presentó a Tsukiko, pero aparte de eso, él siempre estaba afuera “Trabajando”
Por muy duro que trabajara, el fin de semana debería estar libre siquiera para ver a su hermana pequeña. A veces ella estaba un poco celosa de la presidenta, y a pesar de que llegó a pensar que él y la presidenta tenían algo, la idea fue rápidamente desechada luego de saber que su hermano estaba enamorado de una chica, que desgraciadamente había fallecido en un accidente el año anterior. Ella nunca quiso preguntar a su hermano cómo se sentía al respecto, pero quizá por ello fue que accedió a presentarle a su hermano a Tsukiko, aunque éste no parecía mirarla siquiera. No lo culpaba, de cualquier modo.
Y entonces salió de su dormitorio y fue por algo de beber, al regresar, se dio cuenta de que Tsukiko estaba allí parada, con su mochila.
–Es domingo ¿Lo notas? –
Preguntó Kasumi, mitad en broma, Tsukiko se llevó una mano la cabeza, con vergüenza.
–Bueno, la verdad es que, se acerca un examen de cálculo, y yo estaba pensando si… podías no sé… ¿Ayudarme? –
Preguntó Tsukiko. Cálculo era una de las pocas materias en las que sus notas eran decididamente mejores que las de ella. Probablemente por eso quería su ayuda, no es que Tsukiko fuera mala en realidad.
–Si conmigo estás bien, adelante… pensé que llamarías a Katabe–chan, ella es incluso mejor que yo. –
Replicó Kasumi, invitándola a pasar. Tsukiko se puso cómoda al instante.
–Si bueno, ella no responde mis llamadas, incluso intenté usar el celular de mi madre, pero no responde. –
Tsukiko no le dijo a Kasumi que ella no había intentado mucho. No eran precisamente buenas amigas. Katabe era demasiado… estricta con ella en ocasiones, algo mandona también. Se juntaba con ella porque era la que tenía mejores notas, pero no era muy de su agrado.
– ¿Katabe? Eso es bastante extraño, se baña con el celular en las manos. –
Respondió Kasumi, es cierto, no era algo normal, si había algo que Katabe Takeshi no hacía, era olvidar su celular, o apagarlo, pero como Tsukiko parecía apresurada, no mencionaron más del asunto. Pasaron la mañana estudiando.
––––––––––
– ¿Quieres ir a la universidad? –
Preguntó Itami, ocasionalmente, estaban cenando en un restaurante elegante en las cercanías de la plaza Hamaya. Como Itami sabía que Najiko no vivía con sus padres, supuso que no había necesidad de apresurarse, pero Najiko había estado pensando todo el día en ciertas cosas que no la dejaban en paz, y parecía nerviosa, lo cierto es que no pudo quitarse la sensación de que no todo estaba tan bien como debería.
Para tratar de aligerar el ambiente, Itami se propuso a hablar con ella de cualquier cosa, y entre esas “cualquier cosa” salió el tema de la universidad. El semblante de Najiko se tornó sombrío.
–Disculpa, si no quieres hablar del tema, entonces está bien. –
Le dijo Itami, pero ella lo miró, este sería su último año.
“¿Y luego qué?” Se preguntaba. La verdad es que con todas las cosas del consejo, ella no lo había pensado seriamente, lo que era más, había un cierto rencor hacia su vida presente, si le dieran la opción de escoger, ella volvería a su hogar. Y eso es lo que la asustaba, porque una vez graduada, ella tendría realmente la oportunidad de escogerlo.
–No lo sé. –
Respondió ella, moviendo su tenedor con ocio. Había pedido carne de Kobe, pero la verdad es que apenas la había probado, también había estado bastante ausente durante la tarde.
Itami comenzaba a pensar que todo aquello era bastante extraño, pero no dijo nada al respecto.
En ese momento sonó el celular de Najiko. Era algo extraño porque ella no tenía a nadie que pudiera llamarla, Itami la miró curioso. Luego se recargó sobre su silla, esperando a que ella respondiera la llamada. Najiko hizo un gesto de tedio y miró el celular: Era Naomi.
¿Es que no podía hablar en un mejor momento? Al parecer Naomi debería pensar que era importante. De todas las personas que ella conocía, Naomi era la única que sabía, que esa tarde, ella estaría ocupada, y que no querría ser molestada. Respondió la llamada.
…¿Presidenta?
Por el tono y el título, Najiko entendió que se trataba de algo serio, o cuando menos, de carácter escolar.
…¿Qué pasa Naomi? Suenas preocupada.
…Si bien, ¿Cómo debería decir esto?
Las malas noticias solían ser inoportunas para ella, y por el modo en que dudó, Najiko entendió que eran malas noticias, pero le molestaba un poco que ella dudara en responder.
El semblante de Najiko se tensó. Ella cerró los ojos y se puso de pie, antes de hablar de nuevo.
…Dime que ha pasado, sabes que estoy ocupada.
Era una máscara y ambas lo sabían. Lo cierto es que Najiko no podía soportar la incertidumbre, pero no era intencional, Naomi tragó saliva antes de responder.
…Verá ¿recuerda a esa chica de primer grado? La del cabello rubio.
Naomi no dijo nada acerca de lo increíblemente paranoica que Najiko se había puesto cuando la vio por primera vez. Lo cierto es que ella guardaba bastante recelo de esa muchacha. Por un momento su estómago se revolvió. ¿Qué había pasado con esa chica? O mejor dicho ¿Qué había pasado con ese demonio de cabellos rubios que tanto la molestaba en sus pesadillas?
…La recuerdo.
Respondió Najiko, haciendo uso de todo su coraje para no desvanecerse.
…Está muerta.
Se hizo el silencio. Najiko sintió que algo se quebró dentro de ella, pero sólo mostró una sórdida sonrisa. ¡Es que esto no tenía nada de sentido! La profecía…
…¿Estás segura?
…Lo estoy, ha habido alboroto afuera, Akitsu–chan me ha llamado por teléfono luego de eso, era ella.
Naomi pensó que esas palabras aliviarían a Najiko, y así fue, al menos por el momento. Sin embargo, se vio obligada a preguntar:
…¿Quiere que hagamos algo?
…No, no quiero ningún movimiento más allá de los estrictamente necesarios, quiero que el asunto se olvide ¿Comprendes? Informa mañana al maestro de Historia para que se haga el anuncio formal en la escuela, y eso es todo.
…¿Va a guardar silencio?
Preguntó Naomi contrariada. Ella no actuaba así con normalidad, pero podría ser que por tratarse de quien se trataba, la presidenta estuviera dispuesta a hacer una excepción. Si era el maestro de historia quien informaba, todo terminaría allí. Por eso fue que lo escogió. Najiko se enfadó.
…Te di una orden, Naomi.
…Comprendo.
Respondió Naomi al teléfono, luego de eso, Najiko colgó y se sentó, llevándose las manos a la cara, con frustración. Itami se vio obligado a preguntar.
– ¿Pasa algo malo? –
Najiko intentó sonreír, cosa que le salió muy mal.
–No es nada, ha habido un extraño accidente, es todo. –
–La escuela está llena de accidentes, por lo que veo. –
Respondió Itami, quizá pensando que esas palabras harían que ella se sintiera comprendida, pero aquello sólo encendió una alarma en la mente de Najiko.
–¡Es un accidente! –
Gritó, atrayendo la atención de todo el mundo. Estaba muy tensa. Quizá si se hubiera tratado de otra persona, no hubiera resultado tan alarmante, pero si ella recordaba cuantas veces había deseado verla muerta, su conciencia incluso se lo recriminaba.
Y lo que era peor, sabía que un nuevo incidente abriría en la escuela viejas heridas que nadie quería ver abiertas. Ahora estaba segura de que la culparían, y por ello, habría problemas. Otra cosa, que no estaba dispuesta a admitir, es que desde el principio de curso, ella tenía miedo de esa chica. Si algo la detuvo a actuar, fue eso, comenzó a pensar que, si ella movía un solo dedo, precipitaría la condena. Ella ya no quería problemas.
Tomó sus cosas y salió del restaurante, a toda prisa.
Itami tuvo que pagar la cuenta apresuradamente antes de salir detrás de ella. Sea lo que fuera lo que le habían dicho, era grave. Y cuando encontró a Najiko, ella estaba sentada sobre el pavimento con las manos en la cara, y llorando como una niña pequeña perdida.
Él se acercó, sin saber que decir o que hacer, esperó allí hasta que ella pudo controlarse, Najiko alzó la mirada después de un rato.
–Quiero ir a casa. –
Gimoteó.
––––––––––
Al comienzo de la semana negra, Naomi estaba parada frente a ella en la sala del consejo estudiantil. Sea como fuere, durante sus horas más oscuras, el consejo estudiantil siempre reunía a la misma gente. Era el protocolo.
– ¿Sabes cómo lo supieron? –
Preguntó Najiko, estaba bastante tensa, sentada en su escritorio, con la mano en el cabello, jugando nerviosamente con él.
–No lo sé, pudieron haber espiado en los documentos, o conocen a alguien cercano a ti. –
En algún momento, hubiera bastado con mirar los datos de los estudiantes para saber cualquier cosa sobre ellos, pero Najiko, temiendo cosas como lo que estaba ocurriendo, había obligado a los docentes a ceder esa información hacía meses. Ahora mismo, las únicas personas que tenían acceso a la información personal de los estudiantes, era el consejo estudiantil. No fue suficiente, sin embargo.
–No hay nadie cercano a mí, nadie excepto ustedes, que sepa quiénes son mis padres o donde viven, sólo se me ocurre que he sido seguida. –
–Sea como sea, los encontraron. –
Repuso Naomi, tratando de calmar a Najiko, ella asintió con la cabeza. Yamagata fumaba un cigarrillo. Gouko sólo miraba por la ventana, como calculando las posibilidades de que algo saliera mal, si es que era posible que la cosa se pusiera más mal.
–Bastardos. –
Chasqueó Najiko, tratando de controlar su ira. Sus padres estaban esperándola, en la oficina del director. Les habían dicho que iban a recompensar a Najiko por su desempeño, y que querían que los padres de ella estuvieran presentes en la ceremonia. Habían pasado cuatro días desde la muerte de Suzune, quien resultó ser hija no reconocida del director.
De inmediato, éste había telefoneado a sus padres. Y les había hecho venir. Incluso había contratado a “Unos amables señores” que les trajeron en automóvil desde la estación hasta la escuela. Pero Najiko no se enteró de nada hasta que fue tarde. Su madre le había hablado esa misma mañana, para avisarle que ya estaban en Tokio. Sin alarmarse, Najiko preguntó por qué, y su madre respondió con la mayor de las naturalidades, que el director había sido muy amable en enviar un automóvil a recogerlos.
Ella no tuvo que pensarlo más, habló como si todo estuviera bien, e inmediatamente después colgó y llamó a Naomi. Necesitaban una reunión de emergencia, inmediata. Yamagata se ofreció a “traer” a sus padres a la escuela, pero ella se negó, no podía permitir que sus padres salieran heridos, ni que supieran lo que ocurría, sus padres creían que ella era una estudiante modelo ¿Qué iban a pensar de ella si sabían que se mezclaba con mafiosos? O peor aún, que dirigía una banda de mafiosos disfrazados de consejo estudiantil.
Sus padres nada sabían de la muerte de Suzune, o de Mikako, o de ninguna otra persona. Eso estaba fuera de discusión. Pero le habían tomado con la guardia baja. Demasiado baja. Lo único que no iba a perdonar, es que hubieran metido a sus padres en esto.
–Tendrás que hacer lo que ellos quieren si pretendes que tus padres salgan ilesos. –
Comentó Naomi. Najiko bajó la cabeza. Pensar siempre le había sacado de los problemas, pero esta vez se sentía cercada. Incluso cabía la posibilidad de que sus padres salieran lastimados. Eso sería algo que ella no podría perdonarse. Había sido derrotada.
Intentó telefonear a Ikko, sin respuesta. El día anterior, Ikko se había enfadado por alguna razón, al parecer sin importancia, y luego de una acalorada discusión, éste salió de su casa y ella no le había visto después de eso. Ese idiota ¿Dónde estaba ahora que ella lo necesitaba? Al menos moralmente hablando.
Acudió entonces a la oficina del director. Sola.
–Me alegra mucho que haya venido, como ven señores, aquí está, nuestra estudiante estrella. –
Dijo el director cuando la vio entrar. Sus padres estaban allí, sonreían, al parecer bastante orgullosos, aunque no desearan demostrarlo, había un montón de desconocidos que supuso que el director estaba intentando hacer pasar por profesores y directivos. No las mostraron en ningún momento, pero Najiko alcanzó a notar que algunas de esas personas estaban armadas, ella no moriría sola, si escogía morir.
–Muchas gracias, director, estoy feliz del reconocimiento, aunque como puede ver, no siento que lo merezca. –
Respondió ella, mostrando la mejor de sus sonrisas.
–Muy bien, no es importante. Lo importante ahora es que firmes esto, es, como puedes ver, una compensación que la escuela otorga a sus alumnos más prominentes, para ir a la universidad más prestigiosa de Nagoya, una vez que te hayas graduado con las mejores notas, supongo. –
Explicó el director. Ese era el trato, supuso que en realidad estaba desesperado porque esto terminara. Pero también había un reverso de la moneda, y es que ella sabía que el director haría daño a sus padres si ella rehusaba.
–Por desgracia, eso también es renunciar a la presidencia del consejo estudiantil, sabemos que has hecho un excelente trabajo, pero como puedes ver, ambas cosas no se compatibilizan, es tu decisión, sin embargo. –
El director extendió una pluma a Najiko, quien miró los papeles, si ella colocaba su firma en esos papeles, todo aquello que ella había logrado, se esfumaría. La escuela volvería a ser lo que era, y eso no era nada bueno. Sin embargo, no había mucho que pudiera hacer. El director dirigió una mirada significativa a Najiko, como dándole a entender lo que sucedería si ella rehusaba.
Najiko firmó el papel, luego de eso abrazó a su madre, quien no comprendió del todo lo que ocurría, pero parecía estar orgullosa de su resolución, Najiko tomó su celular. Era algo tarde.
–Creo que necesito ir por mis cosas a la oficina. –
Dijo Najiko, al director no le gustó nada ese último comentario.
–Si bueno, el presidente que siga podría enviarlas después, no hay ninguna necesidad de apresurarse. –
Su padre la miró significativamente, cómo indicándole que no debería mostrarse caprichosa. Ella asintió.
–De acuerdo. –
Dijo finalmente. Y salió junto con sus padres. El rector sonreía. Al menos ahora se había deshecho de ella, por supuesto que había resultado caro. Pero cualquier precio a pagar lo valía si con ello podía deshacerse de ella, ya vería qué hacer con el asunto de la universidad después, alguna gente en Nagoya le debía ciertos favores, así que incluso si se viera obligado a cumplir esa promesa, no resultaría difícil.
––––––––––
Najiko había enviado un mensaje a Yamagata diciéndole que deberían salir de allí, en ese mismo momento, para cuando el rector entró a la sala de consejo, ya no había nadie.
Una vez en su casa, sus padres la felicitaron por lo bien que lo había hecho todo este tiempo, Najiko sonrió diciendo que lo había hecho todo por ellos, y que sucediera lo que sucediera, siempre iba a estar agradecida de haber sido su hija. Luego de eso llegaron sus amigos, Naomi, Yamagata, y Gouko, a felicitarla.
En medio de la conversación, Najiko preguntó a sus padres cómo habían dado con el director en primer lugar, su madre le dijo que era una sorpresa para ella, y que sólo ellos, el director, y su novio, un joven muy amable, lo sabían, que lo habían planeado por una semana entera y que esperaban que ella estuviera feliz. Najiko dijo que sí.
Yamagata encendió un cigarrillo, él esperaba afuera, esa clase de reuniones no eran lo suyo, y él sabía que la noche sería larga.
– ¿No están enfadados porque tengo novio y no se los dije? –
Preguntó Najiko, temerosa del juicio de sus padres, y temerosa también de que alguna abertura en su armadura descubriera frente a ellos su verdadera naturaleza.
–Bueno, eres una muchacha, y puedes cuidarte sola. –
Respondió su madre, con una sonrisa en el rostro.
–Además, el joven parecía respetable, él estaba con esas personas que fueron a recogernos, aunque no lo veo por aquí ahora… –
Agregó su padre, colocando una mano en el hombro de ella.
–Sabemos que nunca harías nada que pudiera avergonzarnos, hija, así que no creemos que esté mal, ante todo, te has esforzado, y estamos orgullosos de ello. –
Agregó después el señor.
Hablaron de varias cosas después de aquello, hasta que comenzó a anochecer. Gouko se ofreció a llevarlos siquiera a la estación, y como fue algo insistente, los padres de ella se vieron forzados a aceptar, Najiko se desplomó en la cama llorando cuando escuchó que el auto arrancó.
––––––––––
Después de unos momentos, Najiko tomaba el té. Era bastante tarde en la noche, y no era hora de que ninguno estuviera aun en casa de Najiko. Sin embargo, ni Naomi ni los demás quisieron dejarla sola.
Najiko quería a su novio, y solamente las personas cercanas a ella sabían cuánto le había importado esa relación. Supusieron que en algún momento, ella se negó a creer lo que había pasado realmente. Sin embargo, el asunto estaba demasiado claro para todos, tanto, que era evidente que nadie se atrevería a negar lo que ocurrió. También estaban conscientes de que Ikko merecía un castigo, lo que faltaba saber, era lo que haría la presidenta, que al parecer, ya no era la presidenta.
Podía ignorarlo todo, y volver a su vida normal. Nadie la juzgaría por abandonar ahora el cargo de presidenta del consejo estudiantil, y lo que era más, el papel estaba firmado. Si Asaki así lo deseaba, podía fingir que esto nunca había ocurrido, continuar con su vida normal, incluso con su relación amorosa. Todo habría terminado allí.
Yamagata cogió el teléfono para responder a una llamada telefónica. Era su hermana pequeña.
…Onii–chan, ¿Es un mal momento? Sólo quería saber si vendrás a casa mañana.
…No lo sé, quizá tenga trabajo que hacer.
Explicó él.
…Tu siempre tienes trabajo que hacer ¿Es tan difícil estar en el consejo de la escuela?
…No son cosas que debas preguntar, ¿No deberías estar dormida a esta hora?
…Si bueno… Yo sólo quería saber si estabas bien.
Explico ella, Yamagata sonrió, Kasumi no estaba enterada de lo que realmente hacía en el consejo estudiantil, y por el momento, no le urgía que se enterase.
…Ve a dormir, iré la siguiente semana, si puedo, y saldremos a algún sitio con mamá ¿De acuerdo?
…De acuerdo.
Respondió la voz al teléfono, aunque no sonaba de acuerdo para nada, luego colgaron.
Gouko sirvió más té para la presidenta, sonriendo. Najiko intentó sonreír también, pero no lo consiguió. Cuando terminó su vaso, todos entendieron que la decisión estaba tomada. La lucha continuaba, lo cual sólo significaba una cosa: Nagashima Ikko era hombre muerto.
Asaki se levantó de la mesa llevando con ella el orgullo que siempre le había caracterizado, y por la expresión de su rostro, nadie hubiera podido decir que tenía el corazón hecho pedazos.
– ¿Quiere que lo haga? –
Preguntó Yamagata. Estaba dispuesto a llegar hasta donde fuera necesario por ella, poco importaba si era o no la presidenta.
–No, lo haré yo. –
Respondió Najiko, aquello era algo que nunca había ocurrido, Naomi la miró, incrédula.
– ¿Estás segura? –
Preguntó ella.
–Es mi novio. –
Fue la respuesta de Najiko. Naomi asintió, sabía que se necesitaba una determinación titánica para que ella tomara una resolución como esa, tanto como sabía que era imposible que ella cambiara de parecer una vez que estaba decidida. Después de eso bajó la cabeza. A ella le agradaba Ikko, a pesar de que no lo dijera, y que nunca lo hubiera admitido, consideraba que era la pareja perfecta para su amiga. Se dijo a si misma que si pudiera evitarlo, lo haría. No sabía qué era lo que había llevado al chico a hacer algo como aquello, él conocía a su novia, sabía que tarde o temprano lo descubriría. ¿Qué le había llevado a pensar que la engañaría? ¿No sabía lo que ocurriría si lo hacía? O ¿Fue simplemente que, pensó que el ser el novio de ella lo mantendría a salvo?
Fuera cual fuera la respuesta, había cometido un error muy grande. No, no había forma de convencer a Najiko de perdonarle la vida, es porque era él, que la traición le dolió a la presidenta, es porque era él, que no habría piedad.
Después de eso, todos se fueron a sus casas. Todos excepto Yamagata, quien permaneció afuera, en el auto de Gouko, esperando por si algo ocurría. Pero esperó en vano. Y se marchó después de que vio a la presidenta salir de su casa, al amanecer.
La presidenta no le dijo a nadie a donde iba, sólo salió de su casa, y nadie la vio en todo el día.
––––––––––
“Seguro que voy a pagar por esto algún día”
Najiko hablaba para sí misma, estaba parada en lo alto de una colina, en un mirador que había allí, desde donde podía verse toda la ciudad de Tokio. Ikko estaba sentado detrás de ella, en una banca.
“¿Por qué lo hiciste? ¿Dinero? ¿Seguridad? ¿Por qué? Yo confiaba en ti ¿sabes? Pero a ti no te importó. Entiendo aquello de lo correcto y lo incorrecto y eso, pero ¿Traicionar a tu novia? Pusiste en peligro a mis padres además, eso no fue justo, yo te quería, me hubiera casado contigo. Pero seguro que eso no era importante para ti, no más que lo que ellos te ofrecieron.”
Se dio la vuelta y se sentó en la misma banca, suspirando. Luego guardó la pistola en su bolsa, tratando de contener sus lágrimas.
“Lo hecho, hecho está, ya no podemos cambiar nada, sólo quería que supieras, que fui feliz a tu lado, sé que ya no te importa, y quizá nunca te importó, pero nadie nunca me hizo tanto daño como tú, pero todos tenemos que pagar por lo que hacemos, es la ley de la vida, ahora voy a encontrarme con ellos, recuperaré mi lugar sin ti ¿Lo notas? Y cuando lo haya hecho, me burlaré de ti como tú te has burlado de mí, y aunque el sol nunca brille de nuevo para mí, no volveré a acordarme nunca de tu cara, adiós Ikko.”
La presidenta se levantó después de eso, limpiando sus lágrimas con un pañuelo, y se marchó, dejando el cadáver de Nagashima Ikko reposando sobre la banca, tenía un único disparo en medio de los ojos. Najiko se dijo a sí misma, que esa sería la última vez que ella mataría o lo ordenaría. Y se marchó dejándolo allí para que la policía lo encontrara.
––––––––––
–Así que esta es la casa del director. –
Comentó Naomi, asombrada, era una bella casa. Y a pesar de que era pasada medianoche, las luces en la calle hacían el lugar perfectamente visible. Era enorme.
En aquella casa, ubicada en una de las muchas zonas residenciales de la ciudad, vivía el director Hideyoshi Kuhara, junto con su esposa. Por cosas que no hacen al caso en este momento, la señora Hideyoshi fue incapaz de concebir, por lo que no tenía hijos legítimos. Quizá fue eso lo que movió al señor a buscar tener descendencia en otro sitio. Aunque está visto que para un hombre como él, de buena reputación y ante todo, un hombre respetable, estaba imposibilitado pues, de admitir esta, y muchas otras cosas. Ante todo, el hombre amaba a su esposa, y pese a todos los problemas que le trajo el casarse con ella, (sobre todo con su padre, quien se opuso férreamente al matrimonio de su hijo con una mujer a la que no consideraba digna) la seguía queriendo. Puede que eso haya sido una gran parte de por qué el señor nunca admitió que tenía una hija, a la que en secreto, apoyó en todo momento.
Y era por eso también, que no iba a permitir, que una estudiante cualquiera, le arrebatara la estabilidad con la que había vivido tantos años. Cuando era joven, era un hombre, de los que suele decirse, de armas tomar. Nunca fue un maleante y nunca tuvo un arresto, es cierto, pero todos sabían perfectamente, que Kuhara era un hombre con pelotas. ¿A qué se referían exactamente? Bueno, a muchas cosas que le granjearon la fama de alguien duro, recto, incorruptible y sobre todo, responsable y respetable. El cómo se consiguió contactos con la mafia local era otra historia ¿Qué culpa tenía él de que las escuelas no le pagaran a uno lo suficiente? ¿Es acaso que su trabajo no era, en teoría, igual de importante que el de un funcionario que ganaba diez veces más? ¿Por qué un hombre como él, que trabaja doce horas diarias, sin descanso, no podía tener un auto deportivo? ¿Por qué su esposa no podía vestir las mejores ropas? ¿Ir de vacaciones a Francia? No tenía ninguna respuesta a esas preguntas, preguntas que lo molestaron por más de cinco años, hasta que un día, alguien llamó a su puerta.
El asunto parecía sencillo, se trataba de “convencer” a una de las jóvenes de la escuela en las que él era maestro, de que acudiera a una cierta reunión, donde le ofrecerían dinero a la muchacha. Hasta cierto punto, ni siquiera parecía ilegal. Y poco a poco los asuntos fueron tornándose más oscuros, y sus bolsillos comenzaron a hincharse. Lo escogieron precisamente porque, si era incorruptible, tampoco los delataría. De eso nada le dijo a su esposa, y ella no preguntaba. Preguntar era molesto, era más fácil aceptar las cosas como eran, y luego salir con sus amigas a algún café elegante, y mostrar a todas su nuevo collar de oro, que su esposo le había regalado por su décimo aniversario. Otra cosa es que ella no hubiera podido aceptar que su marido era alguien que ya estaba involucrado de una u otra forma, con todos y cada uno de los delitos existentes en el código penal japonés.
Utilizaba gran parte de ese dinero para solventar los gastos de la educación de Suzune, quien sin embargo, si se enteró de la procedencia de este dinero, y cuando lo hizo, se negó a aceptarlo. Después de un escándalo como nunca lo había visto en su vida, la orgullosa muchacha le “pidió ” a su padre que jamás volviera a hablarle. Fue así como al año siguiente, Suzune se encontró apoyando a Najiko, quizá con la idea infantil de que su padre era alguien malvado, sin entender tal vez, que Najiko no era diferente. Fue esa idea de justicia infantil lo que la llevó a la muerte, en cierto modo.
Najiko sabía todas esas cosas, por eso estaban allí. Tocaron el timbre de la puerta. Nadie salió. Por supuesto que no iban a salir así como así, era más de media noche, nadie respondería a la puerta a esas horas. A no ser que estuvieras esperando a alguien. Alguien con cierto interés en aparecer de noche, sin ser visto no oído, y desaparecer, igual. Alguien que, curiosamente, estaba muerto dentro de su coche a una calle de allí. Yamagata se acercó a la presidenta, limpiando la sangre de su cuchillo.
–Has alcanzado un nuevo nivel de crueldad. –
Yamagata no respondió. Tenía sus propias razones para hacer las cosas de esta forma. La venganza de Suzune, y la deuda de Kasumi. Las mujeres sí que sabían cómo meterlo a uno en problemas, y si no fueran tan encantadoras, seguro que ya las habría mandado a todas al diablo. Lo único que él quería realmente era una cerveza. Pero aquí estaba, a media noche, en la casa de la única persona en todo el mundo, que odiaba incluso más de lo que se odiaba a sí mismo.
Finalmente, Hideyoshi Kuhara cayó en la trampa. Él no tenía forma de saber que la persona a la que estaba esperando estaba ya muerta. En cuanto abrió la puerta, Gouko le puso el arma en la cabeza. Najiko entró en la casa sin decir nada, atravesando el jardín antes de que el hombre pudiera comprender lo que estaba pasando. Una vez cerrada la puerta, Najiko declaró su victoria.
–Hasta dónde hemos tenido que llegar sólo por un simple papel. –
Dijo simplemente, Gouko aún le apuntaba con el arma.
–Informaré a tus padres que estás expulsada mañana, junto con todos estos rufianes, ahora lárgate, antes de que me ocupe personalmente de ustedes. –
–Oye, silencio anciano, lo que menos queremos es hacer demasiado ruido. –
Yamagata le dijo eso al director, luego le dio un golpe al estómago que le hizo perder el aliento, Najiko no parecía contenta.
–Vayamos adentro donde podremos hablar con más tranquilidad, El amable señor director nos está invitando a pasar ¿No es verdad? –
Y sin esperar a la respuesta del director, entró.
––––––––
Era la noche del primer día de escuela, y Najiko estaba ahora en tercer año. Todas las cosas que había pasado parecían lejanas ahora, y ella esperaba que pudiera mantenerse así. Estaba revisando los perfiles de los nuevos estudiantes, en busca de alguno que pudiera venir a formar parte del consejo estudiantil, que por razones que ella ya no quería pensar, estaba faltos de personal. Fue entonces cuando se encontró con una cara, una que no le gustó nada.
¿Y esta quién es?
Dijo a la nada, Naomi volteó a ver el expediente.
–Katabe Takeshi, primer año… –
Respondió Naomi. Najiko volteó a verla. No había ninguna necesidad de esa respuesta, el nombre estaba en la cedula de matriculación, que es lo que Najiko tenía en las manos.
–Lo estoy viendo. –
Respondió Najiko, tratando de mantener los nervios bajo control. Estaban solas, Gouko esperaba afuera para realizar la última patrulla de la noche junto con algunos miembros del consejo, antes de poder irse a casa.
–Es de nuevo ingreso, presidenta, no hay ningún dato sobre ella aún, y nunca la había visto. –
Dijo Naomi. Najiko tomó una botella de licor que estaba bajo el escritorio, y se sirvió un trago, sus manos temblaban tanto que Naomi tuvo que sostener la botella para que no se cayera.
–Es ella… es el demonio. –
– ¿De qué está hablando? –
–Quiero que la vigiles, quiero que este bajo observación día y noche ¿Entiendes? –
Naomi puso cara de no entender, y no lo entendía. Después de esas largas vacaciones, que para ella habían estado de maravilla, ¿Por qué la presidenta se mostraba de pronto tan alarmada?
–De acuerdo, aunque pienso que es un desperdicio de recursos, materiales y humanos. –
Se quejó, y como de costumbre, esto puso a la presidenta de mal humor, sólo que esta vez fue mucho más allá de lo normal.
–¡Lo que pienses no me importa en absoluto! –
Naomi se quedó petrificada, mirando a la presidenta salir de la habitación con mucha prisa. Tenía que ser algo verdaderamente malo para que Najiko hablara de aquella forma.
–––––––––
Najiko caminaba a su casa, el ver esa cédula y esa fotografía le habían traído a la cabeza cosas de las que no quería acordarse, todo ese asunto de “la profecía”… empezaba a creérselo ahora ¿No era acaso la presidenta? ¿No se mantenía rodeada de sirvientes? En tal caso… podría pasar, podría ser cierto, pero tenía que saber más.
Solamente tenía que actuar con cautela, nadie dijo que la cosa fuera absoluta, ella nunca creyó en esas cosas en verdad ¿Por qué ahora?
Desesperada, revolvía algunas cosas viejas buscando su antigua agenda, donde estaba anotado el teléfono de la amiga que le había llevado a la adivina, Najiko tuvo problemas para recordar incluso su nombre, pero era uno de los únicos números anotados allí, junto con el de sus padres, el de la casa de su novio del colegio, y eso era todo. Por ello, no fue difícil encontrar el número y con ello, acordarse de su nombre. Marcó el número telefónico esperando que no hubiera cambiado. No lo hizo.
El sonido del teléfono le hizo retumbar el corazón.
…Moshi–Moshi.
Era ella, Ugoshi Mirakata. Parecía que le había tomado en un mal momento… en un pésimo momento, según su respiración.
…Hola… Mira… soy yo, Najiko… ¿es un mal momento?
Se oyeron voces al fondo, y Mirakata le ordenó a alguien que esperara. No parecían estarle haciendo mucho caso de todos modos, la respiración entrecortada de las dos hizo difícil el entendimiento. Una por nervios, la otra por excitación.
…No para nada (maldición, espera, por favor, es importante) ¿Najiko? ¿Del colegio? Cuánto…Tiempo.
Najiko se llevó la mano a la cabeza, iba a colgar inmediatamente, pero luego recordó que su asunto no podía esperar.
…Ha sido mucho tiempo, en fin, ¿Recuerdas aquella chica con la que me llevaste después de la graduación?
…De… ¿Después de que? (ahí no… por favor, espera) No, no lo recuerdo.
Najiko estaba perdiendo la paciencia, si ella quería revolcarse con quien sabe quién ese no era problema de ella, pero ahora mismo ¡Esto era un asunto de vida o muerte! Se puso sería un momento.
…Escúchame, si sabes lo que te conviene más te vale que escuches, necesito la dirección de la adivina de aquel día ¿Comprendes? ¡Ahora!.
El movimiento se detuvo, alguien se llevó un golpe al otro lado del auricular, posiblemente contra el suelo.
…Ya está… perdona Najiko–chan, no sabía que era algo importante, ¿La adivina? Ah, ya la recuerdo, la chica que decía tener poderes ¿No? ella sigue viviendo donde siempre, déjame buscar la dirección.
“Decía” ¿Qué querían decir esas palabras? No tuvo tiempo de pensarlo más, sea lo que fuera, no era importante.
…Aquí la tengo verás, vive en…
Najiko anotó la dirección con su teléfono, cada cosa que escribía la ponía más nerviosa que la anterior.
…Ah vaya, es esa, bien, escucha, seguro que quieres oír esto ¿recuerdas a Sho–kun?…
Najiko suspiró por un momento, quería despedirse y colgar, pero al escuchar el nombre, se detuvo, quizá algo había pasado con él, ella aun lo recordaba con cierta dulzura, era la verdad.
…Se ha casado, con una chica que parece una vaca ¿Puedes creerlo?…
…Bien por él, adiós…
Y colgó, inmediatamente después, comenzó a arreglarse el pelo, mientras buscaba en su teléfono el número de Gouko. Tomó una barra de cereal de su despensa (tenía muchas) y la mordió al tiempo que marcaba, y esperaba la respuesta. Gouko se estaba bañando, al parecer, pues había eco en su voz.
…¿Presidenta? …
Preguntó él, anticipando que algo había ocurrido.
…Tenemos trabajo, contacta con Yamagata, traigan el auto, tienen veinte minutos…
…Entendido…
Esa noche, la pasaron en la carretera, viajando a toda velocidad a la prefectura de Nagano, donde Najiko esperaba que pudieran resolver el misterio del demonio de cabellos amarillos.
Naomi cabeceaba, Gouko conducía a toda velocidad por la carretera, hubieran podido tomar el tren bala y llegar más rápido, pero en tal caso no hubieran podido viajar como lo hacían: armados.
–Dígame otra vez, presidenta ¿Por qué estamos viajando de noche a Nagano? –
Preguntó Naomi, quizá algo molesta por lo que estaba ocurriendo, cuando lo único que ella quería era estar tranquila, Najiko volteó a verla.
–Para ver a la adivina, necesito saber qué rayos va a pasar. –
– ¿No era sólo una chica con Chuunibyou? –
Preguntó Naomi, había escuchado esa historia, cuando estaban en primer año, varias semanas antes del suicidio de Saji. Pero en aquel entonces, Najiko lo contó como una anécdota acerca de lo estúpida que puede llegar a ser la gente. Por lo visto, su opinión acerca del tema había cambiado mucho.
Asaki Najiko ya no respondió. Era mejor si permanecía callada. Nadie iba a entender que una chica pueblerina de tercer año de colegio había predicho, contra todo lo razonable y dadas muchas limitaciones, su destino con tanta precisión que daba miedo pensarlo.
Porque si así era, entonces la tormenta, una nueva tormenta, en la que muy probablemente habría mucho más sufrimiento involucrado, no tardaría en llegar.
––––––––––
Llegaron al día siguiente, poco después del amanecer, Gouko y Yamagata comían en un puesto de soba mientras Najiko intentaba ubicarse en medio de aquel sitio que ahora parecía completamente desconocido.
– ¿Estás segura de que es por aquí? –
Preguntó Naomi, temiendo haberse perdido en un sitio tan alejado de su casa.
–No tenía idea de que este sitio hubiera cambiado tanto, pero ese puesto de soba siempre ha estado allí, lo recuerdo de la última vez que vine. –
Respondió Najiko, los dos sujetos terminaron de comer y volvieron al carro, resultó que Gouko había preguntado al cocinero del puesto si sabía la ubicación de los departamentos que estaban buscando, al parecer no estaban tan lejos. Esta vez no había nadie afuera para recibir a Najiko, por lo que en la entrada de los condominios, permanecieron parados, preguntándose qué deberían hacer.
–Bien, ya estamos aquí, si la presidenta gusta, puedo derribar la puerta. –
Comentó Yamagata, mitad en broma, era su forma de decirle a la presidenta que, como a todos, su comportamiento le parecía irracional.
Najiko volteó a verlo con una sonrisa agridulce, era un buen chiste, y lo sería más si no estuviera en esta situación, pero de todos modos, no se movió. En esos momentos, una mujer, bastante bella, se acercó por detrás, tenía toda la fina de un ama de casa, que volvía con bolsas de compras. Gouko y Naomi le estorbaban, y por ello, pidió permiso.
Najiko reconoció a la madre de la adivina, pero ésta no le reconoció a ella, mucho menos a sus acompañantes.
– ¿Disculpen? Por favor… podrían… –
Las cosas parecían a punto de caerse, cuando todos se dieron la vuelta e instintivamente, abrieron paso a la señora, que intentaba buscar sus llaves, Yamagata se relamió cuando ella le dio la espalda.
–Señora… –
Llamó Najiko, y la señora volteó a verla, balanceando las viandas.
–Ayúdenla con las cosas. –
Ordenó Najiko a los dos sujetos, quienes obedecieron, la señora dio las gracias y abrió la puerta. Pero Najiko volvió a llamarla.
– ¿En qué les puedo ayudar? –
Preguntó la señora, tomando de nuevo una de las bolsas de las manos de Gouko.
–Mi nombre es Asaki Najiko, estuve en su casa una vez, como invitada de su hija. –
Explicó ella, la señora tuvo que hacer memoria para recordar el rostro sereno de la chica, que sin embargo había cambiado bastante.
–Ah, lo recuerdo, vienen a buscarla… en tal caso ¿Quieren pasar? Les ofreceré algo de té, es hora de que ella esté preparando el desayuno así, que, si gustas, puedes pasar y hablar con ella. –
Un pato que llega con la cebolla, ya dentro de la casa, con Gouko y Yamagata esperando en la sala de estar, Asaki pudo hablar con Namiko, quien sin embargo, le reconoció en seguida.
–Es un gusto verte, y saber que estás bien, Mirakata me dijo que estabas en Tokio… ya no hablo mucho con ella sin embargo… ¿Que te trae por aquí? ¿Viniste a ver a tus padres? –
Preguntó, Najiko suspiró, trataba de controlarse para que su miedo no se saliera de control.
–No, vine a verte a ti en realidad. –
Algo que cabía mencionar es que Namiko se había convertido en una mujer hermosa, esbelta, de buena figura y una cara que parecía de muñeca, en ninguna de esas cosas, quedaba rastro de poses, o marcas, o cualquiera de las cosas que hicieron que Najiko la juzgara rara cuando la conoció. Namiko era una muchacha normal.
–Bueno, no recuerdo que fuéramos tan cercanas como para hacer ese largo viaje, pero me halaga de todos modos, ¿En qué puedo ayudarte? –
Preguntó ella, Najiko sonrió, pero siendo sinceros, aun sentía pena de lo que estaba a punto de pedirle, así que primero quería estar en un sitio más… privado.
–Namiko, no, Nami–chan, ¿podemos ir a tu alcoba? –
Esto tomó a la muchacha por sorpresa, quien sin embargo intento sonreír, todas estas cosas empezaban a salirse de lo normal, es decir ¿Qué clase de persona era Najiko?
–Sólo para que quede claro, tengo novio… –
Najiko se rio levemente.
– ¿Por qué todo el mundo piensa que estoy coqueteando? No es mi intención, es sólo que hablar de lo que quiero hablar aquí es un poco vergonzoso. –
Najiko dijo eso tratando de aparentar que no estaba tensa como lo estaba, pero por alguna razón, Nami–chan tenía sus dudas, aun así, la guio hasta su habitación, al ver eso, Yamagata y Gouko la siguieron, Naomi permaneció sentada, junto con la señora, hablando de cosas que no eran importantes.
– ¿Está bien que ellos vengan? –
–No puedo ir a ningún sitio sin vigilia, son cosas de mi padre, no les prestes atención. –
Entrar a la habitación de Nami fue decepcionante para Nijiko, no había mantas, ni símbolos grabados, nada, solo una habitación de una chica normal, Gouko y Yamagata incluso se sintieron incómodos por estar allí, pero trabajo era trabajo, una vez allí, Najiko se sentó en el suelo.
Yamagata se recargó en la puerta, sin decir palabra, Gouko se sentó al lado de Najiko, esas eran las indicaciones que ella les había dado durante el trayecto. Nami–chan se sentó sobre la cama.
–Bien Asaki–chan, aun no me dices por qué has venido, quizá sea una buena idea esperar a que mi madre traiga un poco más de té ¿No crees? –
–La verdad… tengo algo de prisa, no… no es eso… recuerdas que la última vez que vine aquí, hiciste algo… –
Namiko escondió la cara.
–Si bueno, trato de no recordarlo en realidad, y… es incómodo que ventiles esas cosas frente a los desconocidos ¿sabes? –
Najiko suspiró. Ahora que había pasado aquella etapa, parecía tratar de olvidar que existió. Lo cual no era nada bueno para la situación de ella. Yamagata encogió los hombros.
–Esto es una pérdida de tiempo, presidenta. –
Dijo, con un gesto, estaba comenzando a sentirse… encerrado.
–Entiendo que no eres de las que hace las cosas sin una ofrenda… –
Comenzó a decir Najiko, insistiendo, la cara de Nami–chan se puso roja como un tomate.
–Por favor… ya no lo menciones, es vergonzoso. –
–Quiero que lo hagas de nuevo. –
Dijo, extendiendo a las manos de Nami–chan un fajo de billetes, eran cerca de un millón de yenes. Namiko se quedó completamente perpleja, eso era más de lo que su madre ganaba en un año, allí, frente a ella, cien billetes de diez mil yenes, como ofrenda.
–Yo ya no hago esas cosas, Asaki–chan, son cosas de las que no quiero acordarme, por favor, es difícil mantener la cara en alto cuando alguien menciona esa parte de mi pasado, lamento no poder ayudarte. –
La cara de Najiko se endureció.
–Veo que no estas entendiendo, necesito que me digas lo que has visto, es importante, todo se cumplió tal como dijiste. –
Suplicó Najiko, Nami–chan se quedó sin habla, es cierto que en algún momento ella creyó en todas esas cosas, pero le parecía curioso que la única persona que en algún momento la insultó por algo así, ahora lo pidiera tan intempestivamente. ¿Habría enloquecido? Si así era, Tokio debería ser aterrador.
Nami–chan no dijo palabra, simplemente negó con la cabeza, comenzaba a sentir pena por ella, pero Najiko se enfadó aún más. Hizo un chasquido con los dedos, y lo siguiente que Nami–chan supo es que había un cañón apuntándole a escasos milímetros de sus ojos. Gouko sostenía el arma que ella estaba segura de haber escuchado cargar, las lágrimas acudieron a su rostro inmediatamente.
–Si no vas a ayudarme por las buenas, entonces lo haremos por las malas, quiero esa profecía… –
Namiko comenzó a llorar, en silencio, pues tuvo la impresión de que si gritaba, le dispararían, en un instante, toda su vida pasó frente a sus ojos.
–Por favor Asaki–chan… no hagas esto… yo no te he hecho nada… no me hagas daño. –
No fue posible que Nami–chan dijera nada cuerdo después de aquello, no hacía más que llorar y suplicar que no le hicieran daño. En ese momento, se abrió la puerta, Yamagata sacó un arma también, escondiéndola detrás de sí y dejando entrar a la señora, quien al ver la escena se petrificó, dejó caer la charola con los vasos de té.
– ¿Qué está ocurriendo aquí? –
Fue en ese momento, al mirar a la señora completamente atónita, que Najiko entendió que era inútil, hizo un movimiento con la mano y Gouko guardó el arma. Sin embargo, nadie se movió durante un momento. Luego de eso, Najiko se puso de pie y se acercó a la muchacha, quien aún lloraba, y en un gesto que nunca tenía, se hincó frente a ella y le abrazó.
–Perdona, Nami–chan, no sé qué me pasó. –
Dijo, y se puso de pie de nuevo. Namiko sólo asintió con la cabeza, sin dejar de llorar. La señora aún no se movía de donde estaba, quizá por el susto, quizá porque entendió que si se movía, algo malo podía pasar.
–Perdone las molestias, señora… nosotros ya nos vamos… lamento lo que ocurrió, no volverá a saber de nosotros. –
La señora asintió y se hizo a un lado para que Gouko y Yamagata pudieran pasar.
–Namiko, olvida que esto ocurrió ¿De acuerdo? Olvida que me viste alguna vez. ¿Lo prometes? –
Preguntó Asaki a la chica que estaba sentada llorando. Ésta sólo asintió, y Najiko salió de la habitación, y al encontrarse con Naomi, los cuatro salieron de los condominios y volvieron al auto. Nami–chan abrazó a su madre después de eso, y aunque la señora quería llamar a la policía, Nami–chan se lo impidió, quizá porque pensaba que eso sería romper la promesa que acababa de hacer, promesa que en todo caso, le había valido la vida.
Najiko ya no dijo nada, subió al auto junto con los demás y arrancaron.
––––––––––
–Eso fue bastante inesperado. –
Comentó Gouko, acerca de la reacción de la presidenta con respecto a la interrupción.
–Te dije que no volveríamos a apuntarle a nadie con un arma ¿Por qué rayos obedeciste ese chasquido tan diligentemente? –
Preguntó Najiko, molesta, ahora sentía que se había comportado como una idiota al venir aquí, lo que muy probablemente fuera verdad. Yamagata asintió, sin decir nada, pero Gouko sólo encogió de hombros.
–La costumbre. –
Respondió Gouko simplemente.
–Volvamos ahora, no hay nada para nosotros en este sitio. –
Ordenó Najiko, y el auto tomó la carretera principal, que les permitiría abandonar la prefectura algunos kilómetros adelante y ponerse en camino, si todo iba bien, llegarían a Tokio al anochecer.
–Por cierto, el director llamó por la mañana, dijo algo de una reunión informativa con los miembros del consejo, pero como todos estamos aquí… –
Comentó Naomi a medio camino. Najiko arqueó una ceja.
– ¿Cómo es que no me lo dijiste? –
Preguntó Najiko, molesta.
–Bueno, iba a hacerlo, pero usted no lo permitió. Salió demasiado de prisa, entiendo que algunas cosas se parecen con lo de esa historia, pero no todo se trata de destino y esas cosas, esto es el mundo real, Najiko. –
Explicó Naomi, era lo que había querido decirle desde que salió de la sala del consejo, pero Najiko sólo lo permitió hasta ahora que estaba relativamente tranquila.
–No sé qué me pasó, la próxima vez alguien debería detenerme. –
Pidió, haciendo un puchero.
–Yo no. –
Respondieron Gouko, Yamagata y Naomi al unísono. Ahora que lo pensaba, Ikko era siempre el que le detenía de cometer locuras, pero Ikko ya no estaba, pensar eso la hizo sentirse triste.
–Como sea, de qué se trata esa reunión. –
Preguntó Najiko, con intención de olvidar que estaba pensando en su ex–novio.
–Cosas sobre el presupuesto de la escuela y los clubes y eso, pero… –
–Todo eso quedó muy claro en el acuerdo de relaciones escolares ¿No es verdad? –
Preguntó Najiko.
El acuerdo de relaciones escolares, fue el acuerdo que el director se vio obligado a firmar aquella noche, mediante el cual, cedía todos los asuntos del presupuesto de la escuela al consejo estudiantil. No puede decirse que estuviera muy de acuerdo con ello, pero Najiko amenazó con matarlo, la esposa del director, despertó aquella noche con el alboroto y encontrando al director con un arma apuntándole a la sien, se desmayó y comenzó a convulsionarse. Najiko le dijo que si quería ayudar a su mujer, debía firmar el acuerdo, de otro modo, le dispararían. El director se quedó sin opciones y firmó.
Tres días después, todos los maestros se vieron obligados a firmar todos los papeles que representaran derechos, derechos que quedaron cedidos al consejo estudiantil también, bajo la amenaza de ser despedidos. Aquella victoria aparentemente frágil, sirvió para que las hostilidades cesaran y la escuela pudiera recuperar la calma.
Cuando el director se enteró de que Nagashima estaba muerto, entendió que Najiko no era alguien con quien se pudiera jugar.
Sin embargo, todos sabían que en algún momento el director regresaría a reclamar esos derechos que él sentía que eran suyos, y a pesar de que en aquellos momentos no se sentía muy seguro, sabían también que cuando se sintiera fuerte volvería a comenzar. Por el momento, la reunión parecía orquestada para presionar al consejo estudiantil.
––––––––––
Volvieron directamente a la escuela en aquel momento y Najiko asistió, como se esperaba, a la reunión, en la que, dicho sea de paso, recrudeció aún más las amenazas y los recortes para la docencia, como advertencia a todos los presentes, de que en esa escuela, quien tenía el poder era ella. Asaki Najiko.
Después de haber telefoneado a su madre para decirle que se encontraba excelente luego de su segundo día de clases, Asaki Najiko llamaba por teléfono a Naomi.
“Katabe Takeshi” su nombre le oprimía el pecho de sólo pensarlo. Y a pesar de que ahora que estaba tranquila consideró que haber hecho aquel viaje y aquella escena en casa de una chica desconocida había sido por demás estúpido e irracional, lo cierto es que saber eso no la libró de la ansiedad. Se despertó dos veces a media noche por las pesadillas, pesadillas que ella ni siquiera lograba recordar, sólo despertaba ansiosa.
Ordenó vigilarla en los días que siguieron, y aunque al principio le siguió los pasos muy de cerca, la chica parecía una muchacha de primer grado de lo más normal, lo cual sólo contribuyó a que Najiko comenzara a pensar que le ocultaba algo, comenzó a obsesionarse con el tema a medida que pasaba más y más tiempo en la sala del consejo estudiantil. Y cuando se quedaba sin nada que hacer, bebía, a veces para tranquilizarse, a veces para olvidar, a veces sólo por el placer de no saber ni su nombre.
Pero ni siquiera así pudo deshacerse de la idea de que estaba sentenciada, y que esa sentencia tarde o temprano caería sobre ella, no importaba lo que hiciera, nunca pudo librarse de esa sensación en su pecho, de que algo estaba mal, terriblemente mal.