Capítulo 7: Los sueños que debieron haber permanecido como sueños.
–Este sitio… ¿Siempre es tan melancólico? –
Preguntó Itami, cuando Najiko encendió la luz de la casa, cerró la puerta tras de sí. La pregunta alarmó a la muchacha, ya tensa de por sí.
– ¿Melancólico? ¿Qué quieres decir? –
Preguntó ella, con voz baja, pero volteando violentamente.
–Lo es, el jardín está descuidado, casi nunca estás aquí, y se siente más como la habitación de un hotel que como la casa de una muchacha, es una sensación complicada. –
–Si solo vas a decir estupideces no tenías que haber venido. –
Respondió ella, fingiendo enojarse, pero a punto del llanto.
Aquello fue bastante evidente para Itami, quien se llevó una mano a la cara, todo este asunto de que algo había detrás de ella estaba volviéndose… sombrío, y no estaba del todo dispuesto a indagar. Itami entendió que muy probablemente él, como era, se arrepentiría de saber las respuestas.
Quizá fue en ese momento que entendió todo lo que Naomi le había advertido. Quizá ella sabía esas cosas que él preferiría no saber, batió la cabeza para librarse de estos pensamientos, de nada le iba a servir hacerse más conjeturas al respecto, podría ser que esa chica fuera la peor persona que él hubiera imaginado, y no quería imaginarlo, porque estaba enamorado de ella. No podía haber otra explicación.
–Lo siento. –
Fue lo único que dijo Itami, ella volteó a verlo, con consternación.
–Olvídalo. –
Respondió ella, sin entender, y decidida a saber por qué se estaba disculpando Itami, cuando él mismo no lo sabía, o no quería saberlo. ¿No podía sólo acostarse con ella y es todo? Se preguntaba. Ella era hermosa después de todo, sería natural que él sólo se arrojara sobre ella y se olvidara de hacer preguntas que ella no quería responder. ¿Todos los hombres eran así de extraños?
–Te amo. –
Respondió Itami, aceptando finalmente, que lo que sea que hubiera pasado, no era importante a estas alturas, quien no pudo aceptarlo, fue precisamente Najiko. Iba a responder algo cursi, incluso sexual, pero su culpa y sus nervios salieron primero.
–Pues no deberías. –
Se arrepintió al instante de lo que había dicho, pero el daño estaba hecho, se llevó una mano a la boca, derramando lágrimas.
–Ya sé que no debería, pero eso no me importa en absoluto. –
Respondió, renuente, con la cabeza baja, y los puños cerrados. Quizá fue en ese momento que Najiko comprendió lo increíblemente idiota que era Itami realmente. Eso la hizo desistir.
–Era más fácil admitir que soy una mujer horrible. –
Respondió ella, con la misma renuencia que Itami, girando la cabeza para que éste no la viera llorar. Itami suspiró y se acercó a ella.
–Tal vez sólo me gustan las mujeres horribles. –
Y como no podía ser de otra forma, Najiko se puso a llorar en ese momento, y como siempre que ella lloraba, entró a su recamara y se encerró, dejando a Itami fuera.
Un accidente… ¿Qué tan realista era pensar así? Y si no era verdad ¿Era posible que Najiko estuviera involucrada? Eso no tenía ningún sentido, ella había estado con él todo el día. ¿Por qué entonces lloraba como si hubiera hecho algo malo y hubiera sido descubierta? Aunque ahora que lo pensaba, Itami, nunca había visto a Najiko sonreír, al menos no una sonrisa feliz.
Sin saber qué responderse a esas cosas, Itami tomó su cartera, la cual había dejado sobre la mesa de la pequeña sala cuando entró, y se preparó mentalmente para irse. No sabía cuánto tiempo iba a estar Najiko en ese estado, y estaba haciéndose tarde. Aunque dentro de él sabía, que estaba escapando, huyendo de una verdad de la que no quería enterarse, por desgracia para él, Najiko salió de su alcoba en ese momento, con los ojos hinchados.
– ¿Te vas? –
Preguntó ella, había culpa en su tono de voz, una culpa que Itami había comenzado a encontrar irritante, porque desconocía la razón.
–Tengo que volver a casa. –
Respondió Itami, pero no es que él quisiera irse en absoluto, y ella se dio cuenta de ello.
–Lamento que hayas tenido que ver eso, lamento mostrar una cara tan desagradable, no es mi costumbre ser así. –
–En realidad, me gustaría saber más de ti, y al mismo tiempo, no quisiera saberlo. –
–Desearías que no hubiera nada que saber. –
Concretó ella, ofendida.
Era la verdad, ambos lo sabían.
–No dejo de pensar en que hay cosas de las que no quieres hablar, y aunque sé que eso es normal, también da la impresión de que eso te atormenta, no sé si quiero saber qué es eso que tanto te atormenta. –
Itami estaba siendo sincero con ella, y a decir verdad Asaki lo apreciaba, pero todo este asunto del accidente con Takeshi había reavivado en ella recuerdos de cosas de las que ella no quería acordarse.
Finalmente, Najiko suspiró.
–Tienes razón, estoy segura de que no quieres saberlo. –
Dijo ella, mirándolo a los ojos, intentado forzar una sonrisa. Itami era un idiota, pero no lo era tanto para no darse cuenta de que ella se había rendido.
–Creo que ya no deberíamos vernos. –
Dijo ella después, antes de que Itami pudiera decir cualquier cosa. Por la mirada de ella, Itami comprendió que Najiko hablaba en serio.
–Comprendo, supongo que tienes razón. –
Respondió él, aunque en realidad estaba enfadado.
–No me malinterpretes, disfruté mucho el tiempo que pase junto contigo, eres alguien divertido, pero… –
–Tu no estas cómoda con eso. –
Admitió Itami, ella tenía razón. Najiko en todo momento actuó como si no fuera ella, como si el salir con él fuera algo que pasaría a segundo término en caso de que algo importante ocurriera. Él siempre estuvo aparte, y luego del primer empujón que la novedad había dado a la fugaz relación que ellos sostuvieron, las diferencias entre ambos habían comenzado a ser tan grandes, que apagaron lo que quedaba del fuego que se encendió en ellos. No quedaba nada.
Sabía que había una razón para ello, sin embargo, y en el estado en que estaban las cosas, se animó a hacer una pregunta un poco más directa de lo habitual.
– ¿Fue eso lo que ocurrió con los demás? –
Preguntó Itami, no se puede decir que se hubiera hecho muchas ilusiones acerca de esto. Ella siempre pareció distante para él, como cuando alguien te mira desde muy lejos, y por amable que sea esa mirada, supo todo el tiempo que aquello no bastaría para alcanzarla. Eso no quería decir que no le gustara, o que no la quisiera.
–Nagashima Ikko… –
Respondió ella, mirando a través de él como si mirase a través de un cristal, uno que la transportaba a sus recuerdos.
–Era un grado menor que yo, iba en nuestra escuela. –
Explicó ella, afuera llovía.
–Nunca he oído de él. –
–Por supuesto que no has oído de él, sería un problema si así fuera. –
Respondió ella, acomodándose el cabello, y poniendo cara de “presidenta.”
–No comprendo. –
Respondió Itami.
–Eso es porque eres un idiota, y él lo era también, fue por eso que yo lo amaba, pero él me traicionó… no sé porque lo hizo, y a estas alturas no es importante, pero lo hizo. –
– ¿Qué paso con él? –
Preguntó Itami, era una pregunta mecánica, ni siquiera quería preguntar, pero ella sólo lo miró, por un momento Itami sintió una seria sensación de peligro.
–Hice lo que tenía que hacer. –
Respondió finalmente Najiko, sentándose. Itami por poco se desmaya, sintió que las fuerzas le faltaban.
–Ahora escúchame, eres un buen chico, un chico genial, y te quiero, por eso es que te estoy diciendo esto, no va a pasar mucho tiempo antes de que ciertas personas vengan a buscarte, y no quiero que te veas envuelto en líos, es por eso que esta es la última vez que haré esto. –
Después de eso, ella le tomó la cara y le dio un beso, Itami ni siquiera se movió. No pudo comprender como el beso de una chica como ella podía sentirse tan cálido y tan frio al mismo tiempo. Se separaron después de un momento, a Itami le temblaban las piernas.
–Puedes cambiar. –
Dijo Itami a media voz, Najiko negó con la cabeza.
–Ya tuve esa oportunidad, muchas veces, y en todas las ocasiones, escogí ser lo que soy, es demasiado tarde para mí. –
–Eso es muy injusto. –
Replicó Itami, sintiendo que las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos, sin que él lo quisiera, ella era perfecta, ¿Por qué tenía que ser así?
–Supongo que bastaría con una llamada a la policía para que me arresten ¿Me denunciarás? –
Itami negó con la cabeza, es cierto que su sentido de la justicia le impulsaba a hacer esa llamada, pero pensó que estaba bien si lo ignoraba sólo por un momento. No sabía las causas que llevaron a Najiko a hacer lo que fuera que hubiera hecho. Sin embargo, las palabras de Naomi tuvieron sentido para él en ese momento.
–Debo irme, Asaki Sempai. –
Anunció Itami después de unos momentos.
–Te extrañaré. –
Respondió ella, y una vez que Itami cerró la puerta tras de él, ella se sentó en el suelo a llorar.
––––––––––
Kasumi caminaba en dirección a la sala del consejo. Su hermano mayor le había dicho que fuera a verle para que este pudiera darle dinero para salir con sus amigas. Mientras tanto, iba pensativa al mirar como las nubes se formaban arremolinándose en el cielo. Quizá llovería.
La presidenta no había aparecido en todo el día, y eso tenía a su Onii–chan nervioso. En parte, la razón por la que Kasumi pedía y pedía, era para poder ver a su hermano mayor, ya que de otro modo, era difícil que ella pudiera siquiera verle o hablarle.
Hubo muchas ocasiones en que lo que pidió tuvo que inventarlo en el momento de hacer la llamada, sólo para no sonar como una idiota cuando su hermano le preguntara en ese tono molesto “¿Qué quieres?”
La muerte de Katabe Takeshi justo antes del viaje escolar le había puesto algo triste, pero por más que quisiera saberlo, comprendió que no habría forma de averiguar qué era lo que había pasado con su compañera de clases. Ahora, en la banca de su salón, el 1–C, donde Katabe Takeshi solía sentarse, había un florero con lirios blancos, que estaría allí durante algún tiempo todavía.
Al subir las escaleras interminables como a ella le parecieron, en dirección al piso del consejo estudiantil, pudo ver a un montón de gente trabajando. Y al final del pasillo, su hermano estaba fumando un cigarrillo, había alguien más allí, alguien se le había adelantado. Ella tragó saliva, molestándose inmediatamente: Tsukiko.
A pesar de que su hermano no parecía estar prestando atención, Tsukiko estaba allí ¿Porque ella si podía venir cuando ella quisiera? ¿Por qué su hermano no la echaba instantáneamente como a ella? ¿Por qué una chica salida de la nada tenía más derecho que una hermana pequeña? Apretando los puños se dirigió hasta donde estaba Kouji.
– ¿Qué estás haciendo aquí? –
Preguntó Kasumi a Tsukiko, mirándola con coraje, pero Tsukiko no lo entendió.
–Molesto a Kouji–kun. –
Tsukiko lo llamaba por su nombre. Kouji, como a todos sus avances, no dijo nada y la dejó ser. Esto sólo acrecentó el coraje de Kasumi, a quien su hermano ni siquiera había dirigido la palabra, sólo fumaba, en silencio.
– ¿Por qué ella si puede venir a buscarte? ¿Por qué ella si puede permanecer a tu lado? –
Preguntó Kasumi, haciendo una rabieta, a su hermano no le gustó, iba a mandarla de paseo cuando Tsukiko respondió.
–He llegado apenas. –
–Cállate, tú… tú no eres mi amiga, lo único que te importaba es quedarte cerca de mi Onii–chan. –
Kouji las miró con tedio. ¿En verdad iban a tener una discusión por eso allí? Por eso es que no le gustaba que estuvieran en este sitio, pero Tsukiko contaba con la simpatía de la presidenta desde que ésta se dio cuenta que iba tras de la enorme bestia que era su guardaespaldas. Kouji, en cierto modo, carecía de autoridad para negarse, a pesar de que la presidenta no estaba.
–Bueno… eso no es algo malo… no dejas de ser mi amiga por ello. –
Respondió Tsukiko, levantando levemente las manos, hasta en eso era animalesca, mostrando su estómago para pedir disculpas, pensaba Kouji.
– ¡Aléjate de mi Onii–chan! –
Gritó Kasumi, tomando a Kouji por el brazo, con lágrimas en los ojos y una expresión que dejaba visible la rabia que ella sentía. Finalmente Kouji se vio obligado a intervenir.
–Oye tú… Yo no soy propiedad de nadie ¿Entiendes? –
Kasumi volteó a ver a su hermano mayor con lágrimas en los ojos.
–No tienes que molestarte, Kasumi–chan, somos amigas ¿Verdad? –
Preguntó Tsukiko, fuera como fuera, había llegado a apreciar a Kasumi, ella no le decía que era rara cuando era ella misma en ocasiones, no se alejaba de la chica problemática sin conocerla. Kasumi había sido siempre muy amable con ella. Pero era precisamente por eso, que Kasumi estaba molesta. ¿Por qué iba Tsukiko, a pesar de aquella amabilidad desinteresada, a arrebatarle a Kasumi lo único que tenía? Que era por supuesto, el cariño de Kouji.
–Cállate, no puedes acercarte a él ¿Comprendes? Es mío, yo lo necesito más que tú. –
Y allí, frente a Tsukiko y a su hermano mayor, ella se puso a llorar.
–Kasumi, estás haciendo un escándalo por nada. –
Le reprehendió Kouji. Kasumi volteó a verlo.
–Los odio. –
Gritó y salió corriendo y llorando. Tsukiko se debatió por unos momentos entre ir tras ella o quedarse en compañía de Kouji. ¿Amiga o novio? Novio que por cierto, no había dicho que sí, todavía. Se rindió. Kouji era la razón de que ella se hubiera acercado a Kasumi. Pesaba más. Eso no quería decir que no se preocupara por Kasumi, en absoluto.
En cierto modo, Kasumi tenía su parte de razón. Ella era una intrusa que había llegado recién a sus vidas, quizá a arruinar la relación entre Kouji y Kasumi. Eso era lo que Tsukiko pensaba en ese momento, sin saber que, en realidad, la relación entre ellos dos siempre fue así, fría, distante. Sin embargo, lo que Kasumi amaba de su Onii–chan, es que siempre se podía confiar en él cuando importaba.
–Kouji–kun. –
– ¿Eh? –
Respondió él, aparentemente sin mucho interés.
–Tú… ¿Quieres a Kasumi? ¿Por qué no pasas tiempo con ella? –
Preguntó. Aquella fue la primera vez que Tsukiko hizo una pregunta de carácter personal, a Kouji no le gustaban esa clase de preguntas, no hacían más que exponer las debilidades de uno. Y eso era peligroso si eras alguien como Yamagata Kouji, pero estaba dispuesto a perdonárselo a Tsukiko.
La razón principal de que Yamagata tolerara a Tsukiko, incluso de que le gustara un poco, es que ésta estaba seriamente preocupada por Kasumi.
– ¿Qué es eso tan de repente? –
Preguntó, Tsukiko lo miró por un momento, luego bajó la cara, angustiada. Kouji supo en todo momento que ella estaba asustada, estaba asustada de que la respuesta fuera negativa. Había que entender a Kasumi para saber porque esa respuesta daba miedo a Tsukiko. Si él, Kouji, no quisiera a su hermana, significaba que Tsukiko no tendría ninguna posibilidad de ser feliz al lado de él, esto era porque entonces, él carecería completamente de la capacidad de amar.
Cosa que no era verdad.
–La quiero, pero ella nunca debe enterarse de cuánto. –
Dijo en tono serio, bromeó después.
–No me dejaría en paz. –
Añadió.
No había forma de explicarle a Tsukiko, que todo lo que había hecho había sido para que Kasumi tuviera una oportunidad. En realidad, por ilógico que pudiera parecer, todas las cosas que hacía, las hacía por amor. Un amor retorcido por el carácter temperamental de Kouji, y mancillado por sus deseos de venganza. Un amor manchado de sangre y odio, pero no por ello menos sincero.
Si no hacía caso a los avances de Tsukiko, era por amor, porque él no quería que una chica linda y pura corriera el mismo destino que Naomi, que Najiko, que Suzune o que él.
–Se lo diré. –
Dijo Tsukiko, en todo de burla. La mirada de Yamagata se tornó fría como el hielo. Tsukiko tragó saliva.
– ¿Qué harás qué? –
Preguntó Kouji, mitad en broma, sólo que su apariencia no lo hacía evidente, Tsukiko retrocedió, aterrada, y ¿Por qué no decirlo? Emocionada, porque sabía que ese era el punto débil de Yamagata.
–Se lo diré. –
Dijo ella, pegando sus manos a su cuello y mirándolo a los ojos. Digamos que Yamagata se estaba cansando de ser “condescendiente” con Tsukiko, quien en ese momento tenía toda clase de preguntas en su cabeza.
– ¿Qué… Que harás a–al… respecto? –
Yamagata la tomó de la muñeca y la levantó, el corazón de Tsukiko comenzó a latir con fuerza mientras ella sintió como sus pies se despegaban del suelo. Intentó patearlo, pero Yamagata le sostuvo el pie también. Miró hacia todos lados mientras todos aquellos que estaban trabajando en los salones cercanos hacían como que nada pasaba. “Ella se lo busca por meterse con Yamagata” era lo que todos pensaban.
La mayoría de los estudiantes no hablaban a Yamagata para nada, y los más sensatos incluso evitaban contacto visual. Tsukiko era la única tonta que pensaba que permanecer cerca de alguien como él era una buena idea.
–Confórmate con que haga un esfuerzo por evitar matarte. –
Fue lo que Kouji le dijo ¿Matarla cómo? Se preguntaba Tsukiko, estaba aterrada, pero esa pregunta podía tener muchas respuestas, no todas tan malas, si lo pensabas bien, no pudo evitar sentir un hormigueo que corrió por su espina dorsal, no había necesidad de ir más lejos que esto, pero las manos de Yamagata estaban ocupadas, y Tsukiko aún tenía una mano libre, que utilizó para sostenerse del cuello de Kouji, y una vez que pudo acercar su cara lo suficiente, le dio un beso en los labios.
Kouji la soltó inmediatamente, pero ella permaneció colgada de sus hombros, besando sus labios. Aquello era, con mucho, la muestra de valor más grande que cualquier estudiante femenina había tenido jamás en aquella escuela. Se necesitaba estar completamente loca para besar a un sujeto como Yamagata Kouji enfrente de todo el consejo estudiantil. Y por ello reinaba el silencio cuando Tsukiko se separó de él, y entonces todo el mundo miró a otra parte, todos, menos ella, quien miraba a Kouji a los ojos.
–Y eso ¿Qué fue? –
Preguntó Kouji en tono burlesco, ella sonrió, sabía que Kouji se burlaba para no tener que tomárselo con seriedad.
–Son cosas de grandes… si algún día tenemos tiempo a solas, te mostraré más. –
Le dijo Tsukiko, sonriendo porque sabía que, a su modo, Kouji estaba avergonzado.
–Tengo que trabajar. –
Respondió Yamagata, incorporándose.
–No me importa lo que pase, no me importa nada. Vas a casarte conmigo. –
Sentenció Tsukiko, luego, mostrando su lengua, se dio la vuelta y echó a correr. Conocía el punto débil de Yamagata Kouji, lo único que ella se preguntaba, era si estaría bien utilizar a su amiga como una herramienta para conseguir lo que deseaba. Kouji no daba señales de importarle mucho lo que ella (Tsukiko) pensara, pero si tenía a Kasumi con ella las cosas cambiaban un ciento por ciento. ¿Qué pensaría Kasumi? Ahora mismo estaba enojada, pero hablando seriamente ¿Aceptaría?
––––––––––
Luego de haber abandonado a Itami, Asaki Najiko no había salido de su cama esa mañana. Una parte de ella, se arrepentía seriamente por lo que había pasado. Quería hablar con él y decirle que se retractaría de lo que dijo si accedía a verla, pero la otra parte de ella siguió diciéndole que no lo merecía, así que no lo hizo.
Otra cosa que cabe resaltar es que la imagen de la chica de cabellos rubios siguió atormentándola por la noche, aunque Katabe Takeshi estaba ya muerta. Sin pensar en eso más tiempo, se levantó y se dio un baño, Se sirvió un poco de té y se dispuso a desayunar. Eran las diez de la mañana cuando recibió la llamada de Gouko, para preguntar si algo había ocurrido, Najiko dijo que se sentía con resfriado y que no acudiría a la escuela.
¿De qué sirve que esté yo allí de todos modos?
Se preguntaba al momento de colgar. En el más practico sentido de las palabras, de nada. Su presencia no era requerida a estas alturas en el consejo estudiantil, que seguramente seguiría laborando como si nada pasara, a pesar de que ella, la presidenta, una vez la persona más importante de toda la escuela, no estuviera allí. Era una ironía pensar que a pesar de haber ganado todo lo que tanto costó, ahora no era necesaria.
Sin detenerse a pensarlo, y antes de tomar el teléfono para llamar a sus padres, resolvió que podía permitirse una visita a su casa. ¿A quién demonios le importaba que fueran días escolares? Habían pasado meses desde la última vez que había estado en su casa con sus padres. Fue en ese momento que recibió la llamada de Yamagata, Gouko debería haberle dicho que no asistiría. ¿Qué quería Yamagata ahora?
–Me han dicho que está resfriada. –
–Sí. –
Respondió Najiko.
–Esa es una mentira demasiado mala, y Gouko también lo piensa, ¿Necesita que me encargue de algo? Usted sabe que… –
–Escucha, voy a salir, necesito que te quedes en donde estás. –
Colgaron. Momentos después, Najiko se arrepintió de haber dicho algo como eso. Había que admitirse que sonaba demasiado sospechoso que ella dijera eso por teléfono. Diez minutos después de que colgó a Yamagata, había tres autos afuera de su casa. Naomi (quien estaba también en la línea) había movilizado todo lo que estuvo al alcance por saber lo que ocurría con la presidenta.
Najiko suspiró. Siempre era eficiente, en ocasiones, como esta, daba miedo.
De mala gana se admitió que no la dejarían ver a sus padres. No sola al menos. Ahora era una prisionera de sí misma. Asaki Najiko, era la prisionera más antigua que la presidenta del consejo tenía, y la más importante también, no la dejarían salir de su jaula así como así. Sonrió amargamente frente a la cruel ironía.
–Pensamos que algo había ocurrido. –
Se disculpó Naomi, estaban en la sala de Najiko, sólo ellas dos, los demás esperaban afuera.
– ¿Por qué iba a ocurrirme algo? –
Preguntó Najiko, riendo despreocupadamente, Naomi se acomodó los lentes.
–Bueno, la chica de tu profecía está muerta, y no importa lo poco que creyeras en ello cuando me lo contaste, ahora mismo lo crees. –
Replicó Naomi, mirándola. Puede que no estuviera resfriada, pero algo le había ocurrido.
–Imaginas cosas. –
Respondió Najiko, renuente, Naomi asintió.
–Puede ser, aun así, lo mejor para el consejo es imaginar lo peor, por eso es que traje a toda la gente. –
–Y les sacaste de las clases. –
–A nadie le importa, los maestros pondrán las notas que tú digas que deben poner. –
Najiko se rindió, la lógica de Naomi siempre era perfecta, incluso ahora. En realidad era culpa de Asaki, ella convirtió a Naomi en una vicepresidenta fiel, decidida y eficiente, ahora pagaba las consecuencias. Finalmente, se decidió a decir la verdad.
–Quiero ver a mi madre, no la he visto desde… bueno, ya sabes. –
Desde la semana negra. Najiko no fue a su casa durante las vacaciones, en parte por el acomode de las cosas referentes al acuerdo de relaciones escolares, y a pesar de que habían estado en Nagano hacía relativamente poco tiempo, no hubo forma de ver a sus padres. Naomi suspiró, esta clase de comportamientos no eran del todo normales en la presidenta, a pesar de que, personalmente al menos, Najiko siempre había sido una chica que lo único que deseaba era ser consentida.
–Entiendo, pudiste haber comenzado por allí. ¿Cuánta gente deberíamos llevar? –
Respondió Naomi, aunque imaginaba su respuesta. En estas cosas, Naomi había aprendido a ser intransigente, había que serlo porque Najiko pretendía a veces hacer su voluntad, en contra de toda razón, y eso podía ser peligroso. Eran ocasiones en las que Naomi actuaba como una niñera.
–Quisiera que no fuera nadie más. –
Respondió Najiko, molesta por la negativa (anticipada) de Naomi, y también porque se daba cuenta de que para su mejor amiga, era fácil en extremo leer su mente.
–Con tres hombres está bien entonces… veamos, Yamagata…Mirato, y… –
Comenzó a marcar un número en su celular al tiempo que decía eso. Najiko se llevó una mano a la cabeza. Lo malo de tener el cargo que ella tenía, es que en ocasiones como esta, esa autoridad no servía para nada. No podía obligar a que le dejaran ir sola, porque aquello no iba a ocurrir, los mismos muros que ella había puesto allí para protegerse, ahora le impedían hacer lo que le viniera en gana. Eran sus reglas las que la ataban, de nadie más.
– ¿Quiere que llame a ese joven de primero? ¿Cree que quiera venir? –
Naomi dijo esto sin saber lo que había ocurrido, en cierto modo tratando de que se animara, pero Najiko suspiró, por ello supo la causa de su tristeza.
–Adivinaré, has roto con él… ¿te hizo algo? –
Preguntó Naomi, dispuesta a descargar todo el poder del consejo sobre el chico si era necesario.
– ¿Qué debo hacer Naomi? Tú sabes más que yo de estas cosas ¿Cómo hago para que funcione? –
Preguntó, con ello, Najiko le dijo a Naomi que el chico era inocente, y debido a eso, Naomi se calmó. Miró a la presidenta, quien tenía lágrimas en los ojos. Le había gustado mucho su juguete, demasiado quizá. Naomi sabía cuánto tenía que gustarle algo a Najiko para que se pusiera así por perderlo. Sólo ella sabía lo mucho que tenía que querer algo para arriesgar de la nada todo lo que había arriesgado seduciendo a Itami.
Él nunca lo sabría, pero al permitir que se acercara, Najiko había puesto las vidas de todos en peligro, incluyendo la suya misma, sólo por tenerlo. Naomi ya no se ofendía por estas cosas, sabía que ese era el modo en el que ellos actuaban, era una de las razones por las que Naomi no salía con nadie ahora, luego del asesinato de su novio a manos de su mejor amiga.
La historia en esa ocasión fue mucho más simple. Watanabe se dio cuenta de un par de delitos del consejo estudiantil, su sentido de la justicia pudo más que su cariño por Naomi, y Najiko, quien se dio cuenta, le mandó asesinar antes de que abriera la boca.
–No hay mucho que yo pueda decir sobre estas cosas. –
Respondió Naomi con melancolía. Najiko se llevó las manos a cara, llorando porque nunca, en toda su vida, Naomi le había recriminado con tanta dureza sobre algo.
–No te escuché, y lo lamento… sabes que lo lamento. –
Naomi hablaba sobre aquel día en la cafetería de la escuela, en primer año. El día que lo había cambiado todo para todos, el día en que Asaki Najiko se negó a escuchar. Aquel día pesaba en Najiko como la más pesada de las cargas, quizá todavía lo miraba como el peor de muchos días “peores” que había pasado estando aquí.
– ¿Me escucharás ahora? –
Preguntó Naomi, en parte arrepentida por habérselo recordado, a pesar de que tenía razón. Otra cosa es que ya no había forma de remediarlo.
Nada en la vida de Najiko tenía remedio nunca.
–Iremos cinco personas, porque necesitamos estar seguras de que estarás bien, haremos todo el viaje hasta casa de tus padres para que puedas verlos, y luego volveremos aquí. ¿Puedo confiar en que ninguna de esas cosas va a cambiar? –
Preguntó Naomi, Asaki asintió con una vocecita.
El automóvil, un Sentra color vino con placas de Osaka, partió treinta minutos después.
––––––––––
La visita de Najiko a casa de sus padres duró el tiempo justo para que Yamagata y los demás pudieran comer en uno de los pequeños restaurantes familiares que salpicaban la localidad donde vivían los padres de Najiko. Mirato, que nunca había venido aquí, pudo disfrutar de la tan ponderada buena comida del lugar, especialmente el cangrejo, que se decía, era la especialidad.
Varios años después, Mirato describiría aquella comida como la mejor, exceptuando quizá las hechas en casa.
Naomi comió junto con la familia Asaki, como invitada de su casa. La señora preguntó varias veces si habían venido solas hasta el lugar, a lo que Najiko y Naomi respondieron que las habían traído en automóvil, y que pasarían pronto a recogerlas.
El señor, que estaba en casa porque no era tiempo de trabajar el campo todavía, se dedicó a contrale a Naomi algunas de las pocas travesuras de Najiko cuando era niña, cosa con la que ésta se sintió un tanto incómoda, aunque no se enfadó en realidad. Sabía que su padre era un hombre simple, afecto a los placeres simples de una vida simple.
Pero eso la hizo sentir fuera de lugar. Terminaron de cenar a las ocho y media de la noche, y Najiko dijo a sus padres que estaba feliz de volver a verlos. Luego volvieron al auto, y arrancaron, Najiko estaba peor al salir de su casa que antes de entrar.
Fuera de lugar en su propia casa. Y ahora iban de vuelta a Tokio. ¿Sólo así? ¿Tenían que volver a Tokio? ¡Pero si ella odiaba ese lugar! Ni que hacerle, tampoco pertenecía a este sitio ahora. Soportó las ganas de llorar todo lo que pudo, hasta que la sorpresa cambió por completo su enfoque.
–Paren el auto. –
Dijo, mirando por la ventana. El auto se detuvo en seco. La calle era bastante solitaria como para no entender porque había ordenado la presidenta que se detuvieran. Yamagata volteó a verla, aquello no era normal, Najiko se acomodaba el cabello apresurada.
– ¿Qué pasa? –
Preguntó Naomi, Najiko señaló a un sujeto vestido con un traje azul marino caminando por la calle. En realidad no podía ser diferente a los cientos de miles de hombres de traje azul marino que paseaban por las calles de Tokio a esta hora de la tarde. No, aquello no podía haber llamado la atención de la presidenta sólo así.
–Él, quiero hablarle. –
Dijo. Yamagata arqueo una ceja. ¿Qué se le había metido en la cabeza? Sin mencionar que consideraba peligroso hablarle a las personas así en la calle, quien sabe, alguien podría haberlos seguido, con las cosas como habían pasado el año pasado, cualquier precaución era poca.
– ¿Lo conoces? –
Preguntó Naomi, aunque la respuesta era más que obvia, la razón de ésta, no tanto. Najiko explicó las dos cosas mientras se miraba brevemente al espejo.
–Era mi novio en el colegio. –
Respondió, abriendo la puerta del auto. Lo llamó después, agitando la mano como si fuera una chica de colegio, sonriendo.
– ¿Sho–kun? Eres Sho–kun ¿No es verdad? –
El sujeto, que parecía ensimismado en sus propios pensamientos, volteó al escuchar esa voz. Era inconfundible, estaba viendo a Asaki Najiko, aunque ella nunca fue tan entusiasta en realidad.
–Lo soy, pero hace tiempo que nadie me llama así. –
Dijo él, sonriendo con algo de vergüenza. Najiko recordó las palabras de su antigua amiga “Se ha casado, con una chica que parece una vaca ¿Puedes creerlo?” y bajó la mirada. Del automóvil salió Naomi, quien inmediatamente siguió a Najiko.
–Ah, Naomi, él es la persona de la que te hablé hace un tiempo, Shokushiro Yatake. –
Ambos voltearon a mirar a Najiko mutuamente, luego se miraron entre ellos.
– Ashigara Naomi, es un placer. –
No hubo necesitad de que Shokushiro se presentara, ya lo había hecho Asaki.
–Así que Asaki te ha hablado de mi… es todo un honor estar en la memoria de ella, como sea, gracias por cuidar de Asaki–chan, Ashigara–san. –
Naomi retuvo la risa todo lo que pudo. Nunca había escuchado a nadie dirigirse así a la presidenta del consejo. Najiko enrojeció con coraje.
–Ya no soy una niña pequeña para que me llames así, Sho–kun. –
Le dijo, girando la cara. Naomi puso una mano en el hombro de Najiko.
–Bueno, no esta tan mal después de todo, suena lindo si viene de la boca de un hombre, incluso suena cercano… será que… –
Naomi no sabía que Shokushiro era casado, se llevó una mano a la boca y miró acusadoramente a Najiko, quizá malinterpretando la orden de detener el auto, pero Shokushiro dio un paso atrás.
–Naomi, creo que Sho–kun es… –
Comenzó a decir Najiko, pero Shokushiro lo dijo por sí mismo.
–No es que sea cercano con Asaki–chan, ya no al menos, y además, tengo una esposa. –
Naomi volteó a verlo por un momento. No parecía mayor que ella en todo caso, le sorprendió un poco.
– ¿No eres muy joven para estar casado? –
Asaki miró a Naomi con algo de tedio, o por mejor decir, con celos. ¿No se estaban llevando muy bien? Demasiado, pensaba Najiko.
–Así es la vida aquí, Naomi. –
Tenía razón. Asaki Najiko, a esta edad y soltera, sería toda una sorpresa para la pequeña comunidad en la que se había criado. Najiko sabía que de haber permanecido aquí, posiblemente ya estuviera casada, quizá con el mismo Shokushiro, quien estaba frente a ellas con cierto aire de tranquilidad que le hacía parecer alguien razonable. No se parecía en nada al aura glamorosa que irradiaban las chicas, Naomi comprendió que este chico sabía lo que significaba ser responsable, era más maduro que ellas, en ese aspecto.
– ¿Has venido a ver a tus padres? –
Preguntó Shokushiro, amablemente, aunque no sonaba cercano para nada.
–Si, en realidad si, ahora iba de vuelta a Tokio, y bueno… la verdad es que me dio gusto verte… es una agradable casualidad. –
Najiko no estaba coqueteando con él, eso podían verlo los tres, pero tampoco parecía deseosa de cortar la conversación. Quizá estaba prolongando todo lo que pudiera su regreso, o quizá, estaba haciendo caso a su natural afición por el comadreo, tratando de enterarse de los pormenores de la vida de Shokushiro, como sobre su matrimonio, por ejemplo. Naomi suspiró, hizo una seña a Yamagata. El Sentra arrancó, ya luego haría una llamada para que vinieran por ellas.
–Pero debo estar interrumpiendo. –
Najiko hizo una seña de arrepentimiento, señal vana porque el carro acababa de irse. Sólo restaba una cosa por hacer.
– ¿Sabes? Mi esposa me espera en casa, y me gustaría seguir hablando un poco contigo. ¿No quieren venir? Les aseguro que ella es una excelente cocinera, no insistiré, si tienen cosas más importantes. –
Shokushiro no había cambiado nada, pensaba Najiko. Los planes de último minuto siempre fueron su especialidad. Najiko dijo que si, Naomi no dijo nada, sólo siguió a la presidenta. Caminaron otro tramo corto antes de detenerse frente a una de las últimas casas que había en aquel pueblo. Concretamente en el lado contrario a los departamentos donde vivía Namiko, la chica a la que habían visitado al inicio del curso.
– ¿Vives aquí? –
Preguntó Najiko, asombrada.
–Si bueno, sabes que las casas aquí son pequeñas. –
Respondió Shokushiro, malinterpretando el asombro de Najiko, pensando que lo menospreciaba, pero ella negó con la cabeza.
–Es fantástico. –
Dijo, y cruzó la puerta de la cerca, saltando como una niña pequeña.
No fue la belleza ni el tamaño de la casa lo que impresionó a Najiko. Fue su ambiente, la armonía reinaba en el hogar de Shokushiro, y resultaba bastante obvio que aquello no se debía a él, sino a su esposa. Fue esa armonía lo que las hizo sentir fuera de lugar a ambas, como si estuvieran irrumpiendo en un espacio que nada tenía que ver con ellas. Aquí no había cosas que fueran costosas, podríamos decir que vivían mucho más modestamente de lo que ellas estaban acostumbradas incluso para los estándares del consejo estudiantil y sus oficinas.
Pero tras pasar los muros, había una sensación en el pecho de ambas chicas, de que todo era seguro aquí, que nada podría hacerles ningún daño, fue difícil para ellas comprender a qué se debía esa sensación.
Abrieron la puerta de la casa y el olor de la cocina llegaba hasta el pequeño recibidor, que evidentemente era el comedor también. Naomi y Asaki no se hallaban particularmente hambrientas, pero seguro que después del trabajo, Shokushiro si lo estaba. Desde la cocina, escucharon la voz de una mujer, de “una chica” como les decían en el instituto.
– ¿Estás en casa? Cielo, has llegado demasiado temprano, la cena tardará sólo un momento ¿Esta bien? –
Y Shokushiro entró a la cocina, donde había una joven de aspecto tranquilo, alegre y de cabellos castaños y ojos enormes color verde, con un rostro de apariencia incluso infantil, pero con las formas propias de una chica bien proporcionada, quizá un poco más que eso. Con un delantal de cocina puesto sobre las ropas sencillas. Shokushiro se acercó a ella por detrás y la abrazó.
– ¡Oye! Estoy cocinando, no puedes hacer eso. –
Le dijo ella, pero no sonaba en desacuerdo para nada. Se sentía halagada al pensar que su esposo hacía todo el camino a casa pensando sólo en ella, y esta era una forma en la que él se lo demostraba.
–No estaba pensando en cosas sucias, sólo quería abrazarte es todo. –
–Oh, tú eres… –
Contestó ella, sonriendo.
–Además, tenemos invitados. ¿Está eso bien? –
Esto sorprendió a la señora de la casa (aunque aquel título aun le causaba una vergüenza extraña si alguien se lo decía) quien se llevó la mano a la cintura.
– ¿Qué si está bien? Siempre haces cosas como esas sin decir nada ¿Qué si la cena no fuera suficiente? –
Se quejó la señora.
–Sólo salió. –
Se excusó él.
– ¿Sólo así? ¿Quiénes son? –
Preguntó ella, incluso un poco ofendida.
¿Quiénes eran estas personas que se atrevían a llegar así e interrumpir su dulce vida de recién casada? Llevaba viviéndola durante al menos un año y aun no quería que se acabara. Siendo franca, ella hubiera esperado que su esposo le hiciera el amor nada más llegar, solía pasar. Ella preparaba la cena, para cuando él llegaba, sin decir nada, en donde ella estuviera, él sólo llegaba y la tomaba. Comían y luego seguían haciéndose el amor hasta muy tarde en la noche. Esa era la buena vida.
Suspiró, estas ocasiones no eran comunes, pero al parecer, su otra “cena” tendría que esperar.
–Mi ex novia y su amiga. –
No debió decir eso, ella tomó el cucharón con el que estaba cocinando y lo amenazó sin decir nada, levantando el cucharón en ademán de dejarlo caer sobre la cabeza de su esposo.
– ¿Cómo que ex novia? –
Preguntó ella en voz baja, haciendo una pataleta.
–Descuida, no estoy engañándote ni nada parecido, es sólo que no la había visto en mucho tiempo, y de pronto ella apareció. –
–Así que tu ex novia vino a buscarte. –
Se quejó ella, celosa. A Mazusu (nombre de la mujer) no le gustaban esta clase de cosas. Todo lo que tenía que ver con la palabra “engaño” era demasiado para que ella lo soportara. Podía aguantar que su marido le pegara (nunca había pasado) podía soportar que no llegara a cenar o que llegara borracho (pasaba a veces) podía soportar incluso las críticas de la madre de él y no enfadarse por ello. Pero si algo no podía tolerar, era el engaño, el que hubiera otra mujer tomando lo que era de ella, eso no. Se lo dijo luego de que aceptó casarse con él. “Si lo haces algún día, ese mismo día se acabó todo ¿Entiendes?” él juró que nunca la iba a traicionar, en parte era por eso que, por más cansada que ella estuviera, nunca decía que no a sus deberes de alcoba, los aceptaba con dulzura y se desempeñaba con vigor, justo como se esperaba de una esposa modelo recién casada.
–No vino a buscarme a mí, la encontré por casualidad. –
Replicó él, en voz baja porque Najiko y su amiga estaban en la sala.
–Una vez que la hayas visto entenderás de que te hablo. –
Le explicó el marido. Mazusu puso la mejor de sus sonrisas cuando salió de la sala. Asaki y Naomi la miraron con curiosidad. Frente a frente, estaban dos extremos opuestos, la hermosa y fría Asaki Najiko, y la cálida y sencilla Shokushiro Mazusu.
–Asaki–chan, Ashigara–san, ella es mi esposa. –
Mazusu se inclinó dando la bienvenida a las recién llegadas, ellas se pusieron de pie e hicieron lo mismo educadamente.
– Shokushiro Mazusu, es un placer. –
De todos modos, la sola vista de aquella mujer, peinada y maquillada como si fuera una diva, hizo que Mazusu comprendiera que no había forma de que algo pasara entre ella y su marido. Sintió lastima de Asaki, y Naomi, esta última se dio cuenta, y bajó la cara.
–––––––––––
–Nunca te traicionaría y lo sabes. –
Asaki y su acompañante se habían ido ya. Mazusu estaba rendida sobre la mesa y los platos estaban en el suelo. Yatake le había atacado con violencia apenas escucharon el carro arrancar. La respiración de ambos estaba entrecortada y sus caras estaban rojas por el esfuerzo y el alivio después de haber esperado tanto tiempo para que las visitas se fueran.
Mazusu se quedó dónde estaba, sonriendo extasiada, con los brazos y las piernas doloridas y su piel al descubierto. Después de unos momentos, ambos se pusieron de pie.
–Lo sé… lo supe en cuanto la vi. –
Yatake sonrió, no era la clase de respuesta que esperaba, ni sabía de donde su mujer sacaba esa confianza. No era ciega, ni tonta. Sabía perfectamente que Najiko era una mujer hermosa, quizá mucho más bella de lo que ella era.
– ¿Qué quieres decir? –
Preguntó Yatake, deseoso de saber la respuesta a sus dudas, Mazusu sonrió.
–Bueno, es sólo que al verla yo… no pude evitar pensar, que estás fuera de su alcance, estoy al tanto de que era una belleza, pero creo que… algo le falta, no podría hacerte feliz, a pesar de ser hermosa, es como si tuviera algún oscuro secreto por el cual ella no podría acercarse a ti. –
Explicó la mujer, juntando sus dedos todavía de forma infantil porque no podía explicar bien qué era eso que ella tenía y Najiko no, aunque fuera muy obvio. Tampoco es que estuviera siendo engreída, ella sintió como si estuviera tratando con una celebridad de esas que uno ve en televisión, que por hermosas que sean, no puedes tocarlas, siempre hay un frio e insípido vidrio que se interpone.
–Lo mismo pensé… no sólo por mí, es como si ella fuera de otro mundo, uno donde la felicidad que yo siento cuando te veo, no puede ser comprendida, mucho menos imitarla. –
– ¿Qué va a ser de una chica como esa? –
Preguntó Mazusu. Ante todo, era una mujer amable, y muy sensible, era fácil que ella se acongojara por cosas que no le correspondían. Quizá siendo mujer, ella entendió la inmensa tristeza de Najiko sólo con mirarla a los ojos. Todo eso que él, Yatake, se había tardado años en entender, ella lo comprendió tan sólo con verla.
–Espero que nada. –
Respondió Yatake. Su esposa entendió que aquello no les correspondía en absoluto, pues carecían de forma de ayudar, y suspiró.
– ¿Quieres comer más? –
Preguntó ella, cerrando su blusa, pero eso llamó la atención de su esposo, quien metió una mano en su entrepierna de inmediato.
–Quiero comerte a ti. –
Le dijo él, riendo levemente, luego besó el cuello de su mujer, quien le tomó de la mano y lo jaló.
–Vamos al cuarto. –
Suplicó ella, jadeante. Luego continuaron con la vida de recién casados.
–––––––––
–Yo tuve un sueño, soñé que estaba en Tokio de nuevo. –
Comentó Asaki–chan. Su novio del colegio, a quien ella amistosamente llamaba Sho–kun, estaba sentado junto a ella después de clases. El rio pasaba frente a ellos. Estaban aquí porque a Najiko le gustaba el sonido que producía el agua y mirar a los peces. Aunque la verdad es que ella ya se había hartado de este lugar, pero eso no se lo dijo.
A pesar de ser novios. Asaki–chan no prestaba nunca demasiada atención, se limitaba a expresar sus ideas en forma de pequeños comentarios al aire, justo como ahora.
Ni siquiera lo miraba.
– ¿Tokio? Es una ciudad muy grande. –
Respondió Sho–kun, con recelo, Asaki Najiko lo miró. No era un comentario con el cual ella pudiera decir mucho, suspiró.
–Y debe ser genial también, imagínalo, las calles llenas de gente, luces en todos lados, gente educada y elegante, haciendo cosas interesantes todo el tiempo. –
Comentó ella, Shokushiro miraba preocupado como a ella le brillaban los ojos al decir todas esas cosas. Lo cierto es que a Najiko le gustaba soñar. Y una reciente visita a esa ciudad (sin que su novio supiera en ese momento a qué) le había llenado la cabeza de ideas que no eran fáciles de ignorar para ella. La vida citadina, o lo poco que ella había podido ver, la había deslumbrado.
–Tus padres pueden llevarte allí de nuevo, no tienes que imaginártelo. –
Le dijo Sho–kun, en parte tratando de animarla, en parte haciéndole saber que él no entendía nada de lo que ella estaba diciéndole, en parte recordándole que ella nunca le dijo directamente por qué había decidido ir allí, Najiko lo miró por un momento, con una leve sonrisa.
– ¿Qué harás después de salir de la escuela? Después de graduarte, quiero decir. ¿Qué quieres hacer? –
Shokushiro no lo sabía, pero ella estaba midiendo su ambición, para su decepción, Shokushiro parecía feliz con el “destino” de vivir para siempre en aquel sitio.
–Mi padre es inspector de la aduana de Nagano, posiblemente pueda trabajar allí, y con el tiempo, llegaría a ser inspector también, la paga es buena, mi padre se ha comprado un auto nuevo justo hace dos meses. –
Explicó Shokushiro, sonriendo. No tenía que pensarlo mucho y él estaba orgulloso de su familia, tenía un abuelo que se dedicaba a fabricar muebles de madera, y su padre era el inspector de aduana de la central cercana a la pequeña localidad. En realidad eran buenos trabajos. Su tío, hermano mayor de su padre, también fabricaba muebles, y su tía se había casado con un hombre que tenía un restaurante en las proximidades del centro del pueblo.
En cierto modo, y de acuerdo a los estándares del lugar, la familia de Shokushiro era bastante acaudalada, al menos más que la de Asaki, quien sin embargo, estaba decidida a brillar.
– ¿Y si estudias el instituto? –
Preguntó Asaki, aquella parecía una buena opción, de no ser porque en el lugar no había un instituto. La razón principal de esto era que el pueblo de Togakushi, lugar del que era originaria Asaki Najiko, estaba a cincuenta minutos (en automóvil) de Nagano Chuo, donde si había un instituto. Cuando Shokushiro escuchó del instituto, pensó que Najiko estaba hablando de ese sitio.
–Posiblemente, la matrícula es algo difícil de conseguir sin embargo. –
Habló sin pensarlo demasiado, en aquella época y lugar, no parecía algo muy prometedor, sobre todo para él. Sonaba a problemas.
–La conseguirías si te esfuerzas. –
Se quejó Asaki, estaba claro que para ella, el asunto tenía mucha más importancia de la que tenía para Shokushiro, quien asintió.
–Si es por ti, lo intentaré. –
–Promételo. –
Shokushiro lo prometió. Luego se puso de pie y comenzó a caminar, comenzaba a atardecer, Najiko lo siguió, en silencio, sus caminos iban juntos un tramo bastante largo, quizá fue por eso que comenzaron a salir, Asaki Najiko venía pensando en una matrícula que había llegado hasta su casa apenas hacía un par de días, la habían aceptado en un instituto importante de Tokio, debido a sus notas de excelencia.
Venía tan pensativa que no notó que el momento de separarse había llegado ya y Shokushiro se había detenido. Volteó a verlo y retrocedió con tedio.
– ¿Quieres ir a cenar a mi casa? Mi madre prepara Gyozas, sabes que son buenas. –
Le dijo Shokushiro, sonriéndole.
– ¿Ahora mismo? –
Preguntó Asaki, sorprendida, y ofendida.
–Si… ¿No se puede? –
–Tengo cosas que hacer ¿No se te ocurrió pensar en eso? ¿Cómo es que puedes ser así de desconsiderado? –
Shokushiro bajó la cabeza, en ocasiones como esta lo mejor era no decir nada, ya estaba enfadada, puede que se pusiera peor si continuaba.
–Está bien si no quieres. –
Le dijo él, caminando en dirección a su propia casa. Najiko lo miraba, enfadada.
– ¿Me estas abandonando aquí? –
Preguntó Asaki, molestándose y comenzando a caminar junto a él.
–Te he invitado a cenar y me has rechazado, tengo hambre y quiero ir a casa. –
Le dijo Shokushiro, confundido, porque de todos modos ella estaba siguiéndolo, pero sabía que si se lo decía, realmente haría enfadar a su novia.
–Algún día te arrepentirás de esto, Sho–kun, me rogarás por que vaya a cenar contigo, y te diré que no. –
Le dijo ella, cruzando los brazos y parándose frente a él.
–Ya tengo que rogarte para que aceptes cenar conmigo, Asaki–chan, no necesitas esperar nada. –
Le dijo Shokushiro molesto, porque ella se había enfadado por nada, otra vez. Najiko se acomodó sus lentes.
Algún día, cuando ella hubiera dejado este lugar y se hubiera convertido en una glamurosa chica citadina, las cosas cambiarían, él tendría que hincarse para que ella le prestara atención, y podría aplastar con el dedo a todas esas chicas que la molestaban en la escuela por ser demasiado seria, y se sentían superiores sólo porque ellas salían con el primer chico que se les ponía por enfrente. Algún día, ella sería brillante y hermosa, como una estrella.
Najiko suspiró, y entonces miró a Sho–kun, dándose cuenta de que estaba enfadada porque no podía reunir coraje para decir lo que en realidad quería decirle. Terminarían.
–Tengo algo que decirte ¿Ya? Si es lo que quieres saber, planeaba esperar y no decir nada, pero no sirve de mucho en esta situación, me voy a Tokio. –
Explicó Najiko, sin explicar nada.
– ¿En serio? ¿Cuándo? ¿Por qué? –
Preguntó Shokushiro, no era del todo una sorpresa, supo que ella había ido allá a presentar el examen, aunque eso se lo dijo el padre de Najiko porque ella nunca quiso decirle a qué había ido, y él no insistió. Tenía miedo de que le aceptaran, más que nada por lo que eso iba a significar, por lo visto, la habían aceptado. No los culpaba, sus notas eran excelentes.
–Iré al instituto allá. –
Explicó ella, caminando en dirección a su casa, Shokushiro venía siguiéndola después de que ella dijo eso.
–Pero puedes ir aquí, no tienes que dejar este sitio para hacer eso. –
Explicó Shokushiro, aunque dentro de sí mismo sabía que era inútil, siempre supo que sus días como pareja estaban contados, desde el día en que ella dijo que sí, bastaba con verla para entender eso.
–Tú no lo entiendes, yo no pertenezco a este sitio. –
Se excusó Najiko, sin que ella misma comprendiera el significado de sus propias palabras. Es cierto que también estaba muy nerviosa por lo que iba a hacer, pero tampoco era su intención quedarse en este sitio. La idea de abandonar a sus padres no le gustaba para nada, pero si quería sobresalir realmente, sabía que no iba a lograrlo estando en este sitio. Nadie nunca iba a verla aquí y ella quería que la vieran, quería que sus padres estuvieran orgullosos de lo alto que había subido gracias a ellos, quería que la reconocieran.
–Te echaré de menos. –
Respondió Shokushiro, caminando junto a ella.
–Lo sé. –
Respondió Najiko, sin dejar de caminar, en parte esperaba hacerlo enfadar para que dejara de seguirla.
–Aun así te irás. –
Najiko finalmente se enfadó, había llegado a su límite, se preguntaba ahora como era posible que ella hubiera dicho que sí, se detuvo.
–Es lo mejor para ambos, lo que me ofreces es demasiado poca cosa para mí, ¿Casarme? ¿Tener hijos? No es suficiente, en realidad, nada de lo que hagas es suficiente, no lo será hasta que lo haga por mí misma. –
Le dijo Asaki, Shokushiro suspiró, en parte tenía razón, él siempre lo había sabido. No era la clase de chica que él podría controlar, tarde o temprano, esto pasaría, solo deseó que no fuera tan duro de aceptar.
–Espero que encuentres eso que estás buscando. –
Le dijo él, con la mejor de las sinceridades que le fue posible, luego hizo una reverencia y se dio la vuelta.
–Lo encontraré, algún día. –
Respondió Najiko, quizá enfadada porque él se había dado la vuelta finalmente, luego suspiró. Un peso menos en el cuello para cuando tuviera que marcharse. No le agradaba para nada la idea de que él le había dejado allí, pues nunca volvió a hablar con él, pero valdría la pena, era un pequeño precio a pagar, si con ello ella podía finalmente ser la dueña de su destino.
Sin duda, algún día, Sho–kun lamentaría haberse quedado en ese sitio, algún día.
–––––––––
Algún día.
Asaki Najiko recordaba aquella conversación mientras el automóvil se dirigía a Tokio de vuelta. Miraba pensativa por la ventana, encendió un cigarrillo con el fuego que Gouko le puso al instante frente a ella. Naomi estaba mirándola, pues no había dicho ni una palabra desde que salieron de la casa de Shokushiro, bajaron la ventanilla para que el humo del cigarro saliera del auto, y el viento hizo volar el cabello de las muchachas, Najiko se lo quitó de la cara con un gesto extraño.
–Sigo preguntándome ¿Por qué esa mujer nos miraba de esa forma? –
Comentó Naomi, tratando de sonar orgullosa, como si aquello le hubiera ofendido, aunque en el más estricto sentido de las palabras, no fue ofensivo para ella, sólo extraño. Asaki Najiko no respondió, estaba todavía sumergida en aquellos recuerdos de los días distantes, cuando aquella niña estúpida creyó en verdad que el mundo le daría todo lo que quisiera sólo por sus buenas notas.
Al bajar del automóvil, Naomi preguntó si quería que bajara con ella o si estaba cansada, Najiko dijo que podía pasar. Los demás se fueron. Una vez de nuevo en su casa de Tokio, a la que siempre se negó a llamar hogar, Najiko se sentó sobre su sillón, Naomi preparaba té y entró a la sala poco tiempo después, con dos vasos de té negro.
–Creo que… no todo salió como esperabas ¿cierto? –
Preguntó Naomi, quizá enfadada con Najiko, por hacerle viajar tanto, solo para regresar más devastada de lo que había salido en la mañana. Aunque para Najiko, no solo se trataba de la visita de esta noche.
–No… supongo que no. –
Respondió, pensativa, luego se miró las manos por un momento. Temblaba.
–Yo… quería ser ella… hubiera dado mi vida, por cambiar lugar, aunque fuera sólo un instante. –
Admitió luego, tratando de calmarse.
– ¿Querías ser un ama de casa? –
Preguntó Naomi, fingiendo no entender, aunque sabía perfectamente a lo que Najiko estaba refiriéndose. Najiko asintió con la cabeza, había lágrimas en sus ojos, pero más que nada, había desconcierto, como si ahora mismo fuera consiente de todo lo que era diferente de lo que imaginó, incluyéndose a sí misma.
–Esa mujer se dio cuenta en seguida ¿No es cierto? Sintió lastima por mí. –
Naomi asintió, iba a decir algo cuando Najiko volvió a hablar.
–Debe ser bueno… ser como ella es… Es tarde para mí, sin embargo. –
Asaki bajó la cabeza deprimida al admitir esa realidad.
–No es para tanto, sólo has de casarte, es todo… no tiene por qué ser tarde, eres una chica, joven y hermosa, no tiene por qué ser tarde. –
Fue evidente que Naomi trataba de animarla, porque ella sabía a qué se estaba refiriendo con “ser como ella es.” Lo que Najiko envidiaba, era la pureza y la paz con la que aquella mujer desconocida vivía su vida diaria, preocupándose sólo de lo que es importante, mantener felices a quienes ama, algo que Najiko, con todo lo que tenía, nunca logró, ni un momento.
–No tiene por qué ser tarde… pero lo es. –
Najiko la miró con una nueva expresión en el rostro, una expresión que Naomi nunca había visto, era el rostro de alguien que sabe que lo que ha hecho no puede ser perdonado, alguien que sabe que está más allá de toda salvación.
Ahora no pertenecía a ningún sitio, no podía volver atrás ni cambiar nada, ni siquiera su presencia en el consejo estudiantil tenía sentido a estas alturas.
Naomi se acercó a ella y puso sus manos sobre las suyas.
–Yo… lo intenté ¿sabías? Lo intenté lo mejor que pude… me esforcé. –
Sollozó Najiko.
–Lo sé. –
Naomi respondió cerrando los ojos, tratando de transmitirle un poco de serenidad. Después de unos momentos, Asaki Najiko recuperó la calma, en la medida de lo posible. Suspiró para poder hablar.
–Ve a casa Naomi… Ve a casa, abraza a tus padres, y por todos los cielos, consíguete un novio. –
Le dijo, poniéndose de pie y colocando una mano en su hombro.
– ¿Qué harás tú? –
Preguntó Naomi, poniéndose de pie también. Tal vez entendiendo la resolución que había tomado Asaki Najiko, aunque se negara a aceptarlo.
–Terminar lo que comencé. –