Capítulo 8: El Crepúsculo de los Dioses.
Eran las dos de la mañana, Asaki Najiko no podía dormir, en silencio, acostada en su cama, recordaba.
Todas aquellas cosas que veía en su mente parecían tan lejanas ahora, a pesar de que no habían pasado tantos años para que así fuera.
Fue durante aquel paseo escolar en primer grado que las cosas comenzaron a ponerse difíciles, fue durante aquel paseo que su vida comenzó a cambiar. No lo sabía entonces y tardaría mucho en darse cuenta. Demasiado.
Todos bajaron del autobús cuando llegaron a la estación. No había terminado el viaje, pero la maestra de arte dijo que estaba bien si bajaban por algo de comer.
Ella no quería comer, pero miró a ese chico, Tsugimoto, bajar del autobús. Sin detenerse a preguntar por qué lo hacía, bajó también, a pesar de que ella no tenía dinero extra para gastar. Su mejor amiga hizo lo mismo, bajó del autobús y se paró detrás de ella.
–¿Por qué estamos aquí? –
Preguntó Naomi, sonriéndole, pero Najiko se molestó. No le gustaba que le preguntaran lo que era obvio, estaba aquí porque no quería perder a Tsugimoto de vista.
–Puedes volver al autobús si quieres. –
Respondió ella, comenzando a caminar, Saji se había metido en la combini sin avisar, tal vez él si tenía hambre, y dinero para gastar. Asaki recordaba la cara de Naomi en ese momento, sonriendo como si aquello tuviera algo de gracia.
Le molestaba esa sonrisa.
Le irritaba.
Caminó para separarse de Naomi sin decirle nada, últimamente ella estaba mostrando demasiada confianza, le parecía a Najiko. Comenzó a llover.
Siempre llovía en esta época del año, vio salir a Saji de la combini y volver al autobús escolar, lo miró pasar frente a ella, iba a hablarle, pero no pudo hacerlo.
Se dijo a si misma que no tenía más que decir “hola” y miró como éste llevaba un par de bolsas de frituras en las manos, pero no pudo decirle nada. Volteó a su espalda, Naomi la miraba con tristeza. ¿Sentía pena por ella? ¡Qué tontería!
Volteó a mirar al camión de nuevo y suspiró. Otra oportunidad que se le iba de entre los dedos. Allá en Nagano, o más bien en el colegio, eran los chicos quienes buscaban a las chicas para hablarles, a pesar de que ella no era muy popular de todos modos.
El problema de los chicos de allá es que sólo buscaban una cosa, y eso le disgustaba a Najiko. Si decidió salir con Shokushiro, fue porque este nunca hizo mención de ese tema que a ella le daba tanta vergüenza.
Ahora enfrentaba el dilema contrario. Los chicos eran demasiado desinteresados, nadie parecía realmente interesado en hablar con ella ¿O es que sólo estaba pendiente de éste chico en específico? Por supuesto que no. Otros chicos le hablaban a veces. ¿Por qué Saji no le dijo nada? es decir, estaba frente a él.
Un “Hola” no hubiera estado mal para variar.
Incluso llegó a pensar que él se lo debía, le había hecho pasar un coraje la semana pasada y ella se enojó mucho con él, incluso le gritó. Y es que ella nunca gritaba.
Sólo quería escuchar su voz.
Diciendo su nombre.
Eso hubiera estado bien.
Tal vez en otra ocasión.
–Tenemos que irnos, Asaki–chan. –
Le dijo Naomi, Najiko volteó a verla, estaba molesta con Naomi, molesta por que la seguía a todos lados, molesta porque sus palabras la habían devuelto a la realidad.
Y quizá más importante, Najiko estaba harta de que le dijeran lo que tenía que hacer.
¿Quién se creía esta tal Naomi? Apenas se conocían.
–Lo sé. –
Respondió Najiko, sin dar a notar su coraje, seguro que no hacía falta, usó el mismo tono de voz apagado que siempre tenía. Apagado, seco, frío.
Volvió al autobús sintiendo que el aire le faltaba. Y la lluvia, siempre la lluvia, empañando las ventanas del autobús, que aún no se movía. Las chicas del asiento de atrás estaban hablando acerca de ir al karaoke. ¿Qué diversión encontraban en hacer el ridículo frente a todo el mundo? Asaki no lo sabía.
El autobús arrancó después de unos minutos, y después de aquello el viaje escolar recomenzó.
Se suponía que todos deberían hacer momentos que recordar, pero aparte de sentirse inmensamente frustrada, lo único que Najiko recordaba de entonces, es que al igual que ahora, llovía.
Najiko volvió en sí unos momentos, cerró los ojos pensando en que buscaría a Tsugimoto por la mañana. Luego ella se dio la vuelta por tercera vez, tratando de dormir.
––––––––––
Las tres de la mañana. Seguía sin dormir, se puso de pie y se sirvió algo de beber. No debería beber a esta edad, ella lo sabía, pero las reglas no aplicaban para ella, a no ser las reglas que ella misma se hacía, y por supuesto, en ellas no había nada acerca de la bebida.
Es que a ella le gustaba beber.
“Si Naomi estuviera aquí comenzaría con sus sermones”
Pensaba mientras se servía un vaso de brandy y volvía para sentarse en la cama. No había nada que le apeteciera hacer, excepto hacer el amor, supuso, si aún quedara alguien con quien hacerlo.
–Sabe exactamente igual que la primera vez. –
Mencionó Najiko, a nadie en especial, sonrió para sí misma mientras vaciaba el vaso dentro de su boca, esperando que aquello le diera calor, muy necesario si, como ella, estaba obligada a pasar esa noche sola… otra vez…
A ella no le gustaba acordarse, pero no pudo evitarlo, fue en una noche igual de lluviosa, aunque mucho más alegre, en que ella probó el alcohol por primera vez.
Estaba con ese chico ¿Cuál era su nombre?
Ikko. Nagashima Ikko.
Un chico tonto y algo tímido, pero dispuesto a hacer lo que fuera por ella.
¿Por qué eso tenía que cambiar? Se preguntaba, sirviéndose un segundo vaso de Brandy al tiempo que dejaba a su cabeza volar.
Ikko estaba muy impresionado con ella. Tenían poco tiempo saliendo y ella quería probar alcohol. Ikko se había negado al principio pero ella lo convenció… tenía su manera de que hiciera lo que ella quería que hiciera.
Eran muy felices.
–No deberíamos estar aquí, y no deberíamos hacer esto… si alguien se entera… –
–¿Qué? –
Preguntó ella, encogiendo los hombros. No había pasado mucho tiempo desde que comenzó a ser la presidenta del consejo estudiantil y de alguna manera, al menos por el momento, se las arreglaba para que todos, en todos lados, hicieran las cosas como ella quería.
Por supuesto que Nagashima, acostumbrado a seguir las reglas como un estudiante normal, no comprendía para nada el comportamiento de ella. Najiko decidió que estaba bien molestarlo un poco.
–Si no quieres entonces está bien, puedes irte, pero no vuelvas a buscarme después. –
–No es que no quiera, es sólo que… –
Nagashima siempre dudaba ante las serias posibilidades que Najiko le imponía. Que ella estuviera dispuesta a cumplirlas era otra cosa, por supuesto que no quería dejar de ver a su nuevo novio, pero eso Ikko no lo sabía.
Naomi y ella se reían a menudo de la cara de Ikko en estas situaciones, desesperado, palideciendo ante la sola idea de que ella rompiera con él.
–Entonces bebe. –
–Sólo necesitas un cómplice ¿No es cierto? –
Preguntó Ikko, tomando el vaso con coraje y vaciándolo en su boca.
No hizo ni un gesto, y como Asaki no quería quedar en ridículo siendo que ella misma era quien lo había incitado, hizo lo mismo. Fue difícil, no era agradable como los adultos decían que era, y le ardía la garganta, hizo un esfuerzo por no toser.
–¿Qué miras? –
Preguntó ella, enfadada.
–Es sólo que es muy obvio que no te gusta. –
Le respondió él, batiendo la cabeza, ella se enfadó.
–No es mi culpa que sea tan difícil de beber ¿Comprendes? Y si todo lo que vas a hacer es burlarte de mí, mejor vete. –
Espetó ella, todavía molesta por el ardor en la garganta.
–Pero… quiero estar contigo. –
Respondió Ikko, eso la puso de buen humor, si algo le agradaba a ella, era sentirse deseada, y le agradó aún más cuando comenzó a sentir el calor del alcohol inundar su ser por completo. A pesar de que empezaba a sentirse mareada, se acercó a él, quien parecía estar… más feliz de lo normal.
–¿Quieres estar conmigo? –
Preguntó ella, recargándose en el hombro de él, él asintió, todavía incapaz de hacer algún movimiento o tomar la iniciativa, aunque eso cambiaría en el trascurso de los meses posteriores.
–Entonces hagámoslo ahora. –
Esa fue la primera vez que Najiko recordaba decir esas palabras claramente, y fue la primera vez que ella sintió el placer del contacto sexual. Todas las otras veces estaba tan nerviosa y tan avergonzada que no podía disfrutarlo del todo, aparte de que siempre había una parte en su mente repitiéndole que lo que hacía estaba mal.
Esa noche aquella parte de ella se quedó callada, y Najiko no podía recordar una mejor sensación que esa, abandonarse a los placeres de la carne sin que nadie, ni siquiera esa voz interna, que ella no sabía apagar por sí sola, le dijera lo que podía y no podía hacer.
Nagashima Ikko era un pervertido, y ella, Najiko lo sabía. ¿Es que acaso había alguna forma de hacer esto sin serlo? No lo sabía y no quería saberlo, las cosas estaban bien como estaban.
Pelearon después de eso porque Najiko quería seguir bebiendo. Y es que tenía que hacerlo, siempre que terminaba, ella se sentía terrible consigo misma, y Ikko acabó siendo el blanco de su coraje después de ello. Quizá si ella hubiera sido más sincera, y le hubiera dicho como se sentía, algo habría podido hacerse, pero estaba demasiado avergonzada para hablar claramente, y beber terminó siendo la única forma que ella encontró para dejar de lado ese sentimiento. Cosa que molestaba a Ikko.
––––––––––
Ahora estaba sola y estaba lloviendo afuera. La cabeza le daba vueltas.
“No tenía ningún sentido en realidad, eras sólo estúpida”
Se dijo cuándo vació el vaso por tercera vez y se recostó en la cama. Quizá debería decirle a Ikko que no lo hizo por molestarlo. Quizá debería comenzar a ser más amable con él. Se llevó una mano a la frente, sobándose la cabeza. Estaba mareada y seguía sin poder dormir.
Recordaría decirle eso a Nagashima por la mañana.
Cerró los ojos y los volvió a abrir para mirar el reloj.
Las cuatro de la mañana.
¿Cuándo había sido la última vez que ella había estado despierta a esta hora? Najiko podía recordar muchas noches, algunas felices, algunas tristes, otras… peligrosas.
Su mente ya no respondía con claridad.
Iba a servirse otro trago, pero ahora parecía haber cadenas atándola a su cama. Y luego la lluvia, siempre la lluvia, lentamente, el recuerdo de la lluvia le trajo a la mente su casa allá en Nagano, con sus padres, sus amigas, y ese tonto… Sho–kun.
Él era lindo con ella a veces, y su madre preparaba verdaderos banquetes para cenar, claro, a ella, que estaba acostumbrada a comer de la forma más humilde hasta entonces, la cena de la casa de la familia de Sho–kun le parecía extraordinaria. Y la madre de Sho–kun estaba contenta de que su hijo llevara a cenar a una chica tan hermosa e inteligente, que Asaki estaba segura de que la pobre señora se esforzaba el doble.
Si tan solo su hijo no hubiera sido tan tonto.
Si tan solo ella no hubiera sido tan ilusa.
Pero los chicos listos hablaban solo de cosas vergonzosas, a veces, indecentes… Aunque ella nunca les había escuchado hablar en realidad. Eso era lo que las otras chicas decían. Y ella lo creía porque le convenía creerlo.
Los chicos le daban miedo.
Sho–kun jamás hizo mención del tema. Jamás intentó acercarse a ella ni tomarla de la mano. Se limitaba a pasar el tiempo con ella, el tiempo que ella quisiera pasar con él. Él decía que la encontraba linda, pero a ella no le gustaba escuchar eso, no sentía que ese cumplido valiera la pena. Que le hubiera dicho algo como “bella” era otra cosa. Quizá se habría avergonzado tanto que le habría abofeteado. O tal vez, solo tal vez, ella se hubiera sentido realmente halagada, pero tales palabras no estaban en el vocabulario de un tonto como él.
En alguna ocasión fingió que se caía solo para que este tuviera que sostenerla, pero como no lo hizo, ella tuvo que caer al suelo y manchar su uniforme de tierra. Se enojó mucho con él, pero nunca se lo dijo.
Quizá debería decírselo ahora, en cuanto tuviera la primera oportunidad.
Y recordar todo aquello, le trajo invariablemente, todo el asunto de la profecía a la cabeza. No quería pensar más en eso, Najiko no era supersticiosa, o más bien trataba de no serlo, pero luego de todos estos años había acabado por creerlo.
Lo cierto es que después de aquel día… la lluvia le traía un sentimiento de ansiedad que era difícil de explicar, también estaba lloviendo la noche en la que Suzu–chan murió. Tantas personas, tantas chicas hermosas, y tantos hombres tan amables y prometedores, en un instante, todo se desvaneció en la nada.
¿Por qué? Ya no tenía caso averiguarlo. Najiko permaneció despierta con una sola pregunta en la cabeza.
¿Cómo es que todo había salido tan mal?
Sonó la alarma del despertador, las seis de la mañana, Najiko miró el reloj, y lo apagó, acostándose de nuevo y tapándose con las cobijas, sería mejor si todo desaparecería justo ahora.
–––––––––
La inasistencia de Asaki Najiko a las reuniones escolares subsecuentes, puso al consejo estudiantil en aprietos. Esto propició que el rector Hideyoshi pensara que había llegado el momento de dar el paso adelante, ahora que faltaba relativamente poco para deshacerse de Najiko y comenzó a ordenar el revés de todas las reformas que habían sido impuestas al personal administrativo por parte del consejo estudiantil a finales del ciclo pasado.
Se regocijaba en sí mismo en la creencia de que Najiko había perdido el interés, y comenzó preparar una reforma en los apartados escolares, que le permitiría, eventualmente, recuperar el control sobre la escuela y sobre todo, sobre los fondos económicos de ésta. El primero de sus dictámenes, en los primeros tres días de la ausencia de la presidenta del consejo estudiantil, revocaba la posesión de datos absoluta de manos del consejo. Como el consejo estudiantil no hizo ningún movimiento, también revocó los derechos sobre el presupuesto general de educación a la semana siguiente, lo cual le brindó acceso a las cuentas de banco que contenían los subsidios gubernamentales para la escuela, lo cual, si bien no era todo (las cuotas que los padres pagaban seguían estando en manos del consejo) ni lo más importante, resultó ser un golpe duro a la sistematizada organización del consejo estudiantil.
Todavía no era posible dar marcha atrás en el acuerdo de relaciones escolares, y fuera de esos dos pequeños incisos, no era mucho lo que podía mover sin el sello oficial de la presidenta o la vicepresidenta. Ashigara Naomi fue llamada a la oficina del rector un viernes por la tarde.
–Sé que siempre has apoyado a la presidenta Asaki Najiko incondicionalmente, permíteme felicitarte por tu lealtad, una ayudante tan leal y capaz merece incluso los elogios por parte de su adversario. –
Ashigara Naomi no era tonta, sabía perfectamente por qué el rector estaba hablándole de esa forma, lo único que no entendía, es por qué la presidenta parecía atada de manos, o peor aún, derrotada. No es que lo estuviera sin embargo, el consejo todavía tenía mucho poder, casi todo en realidad, pese a los avances de los directivos.
–Hable con claridad, rector, ni la presidenta ni yo hemos olvidado el deceso de Suzune. –
Respondió Naomi, dispuesta a hacerle entender al rector que no había forma de llegar a un acuerdo, no con ella, al menos. El rector volteó a verla gravemente, luego caminó de un lado a otro por el despacho, con las manos atrás, y miró a Ashigara Naomi de nuevo.
–No… tampoco yo. –
Respondió él, luego suspiró, no había necesidad de ocultar que aquello le pesaba, seguro que a todos los involucrados. Si Najiko compartía al menos una parte de su dolor, entonces estaban a mano. Su muerte no cambiaba nada.
–Mi hija creció pensando que yo era un monstruo. Y con lo que pasó después, pienso que tenía razón, lo soy, es por eso que estoy aquí ahora ¿No es cierto? –
Naomi asintió, impasible, no había necesidad de mostrarse empático con ella. Renuente a mostrar cualquier abertura a pesar de que la muerte de Suzune, de todas, era la que más pesaba en el corazón de Naomi. Una chica hermosa, buena, amable, con gran sentido de la justicia. Una flor arrancada sin piedad por el combate entre dos poderes sin escrúpulos. Una vida inocente en medio del fuego cruzado.
–Ella tenía razón. –
Respondió Naomi, serena. Sin embargo, el rector no era tan tonto como para continuar golpeando el mismo clavo, sabía que nada saldría de hablar de Suzune.
–Ante todo, hice lo que hice por proteger mis intereses, espero que estén al tanto, y lo que me preocupa es que la presidenta parece renuente, tanto de dialogar como de luchar. Me preocupa que un tercer interés se mezcle ahora por el vacío que nuestro sangriento combate ha dejado. –
Explicó el rector, ahora usaba la razón, Naomi no podía refutar eso, sabía que si alguien se daba cuenta del estado real de las cosas, la aparición de este “tercer poder” era más que sólo una probabilidad.
–Le puedo asegurar que el consejo estudiantil está en las mejores condiciones. –
Le dijo Naomi. El rector sonrió amargamente.
– ¿En serio? Entonces dime ¿Por qué estás aquí? –
Si la situación fuera tal como Naomi decía, tan ventajosa para el consejo estudiantil, no habría ninguna necesidad de que Naomi hubiera acudido a la oficina del rector. El asunto estaba más que claro. Ni siquiera ella, la más leal sirviente que tenía el consejo estudiantil, tenía idea de lo que pasaba, no había ninguna otra posibilidad, Naomi estaba confundida.
–Quiero saber qué es lo que quiere. –
Respondió ella.
–Me gustaría resolver esto sin más derramamiento de sangre, si fuera posible. –
Explicó el hombre ¿Y si no fue posible? Se preguntaba Naomi, si no fuera posible entonces se reanudaría todo, bastaba con leer entre líneas para saberlo. Pero no dijo nada, sólo asintió con la cabeza.
–Lo que siempre he querido saber es ¿Qué es lo que tú, Ashigara–san buscas en todo esto? ¿Por qué estas alineada con Asaki–san? –
Preguntó el rector, volviendo a caminar de un lado a otro, pensativo, Ashigara entendía que era lo que el rector quería decir, pero no evadió la pregunta, eso no quería decir que tuviera una respuesta.
–Busco el bien para la presidenta, eso es todo. –
El rector reprimió una risa.
– ¿El bien para la presidenta? ¿No era esa razón suficiente para que la detuvieras el día que vino aquí preguntando por la muerte de Tsugimoto? Pero no tuviste el valor ¿Verdad? Ni tenías la forma entonces de saber que ella lo llevaría tan lejos, yo tampoco pude preverlo, en realidad. –
No había ninguna necesidad de decir todas esas cosas, estaba bastante claro para todos que este problema había comenzado aquel día. La pregunta que se hacía Naomi era ¿Habría pasado todo esto si el director hubiera decidido castigar al maestro que culpó a Saji? No dijo nada, asintió.
–Nadie puede detener a Asaki Najiko, si ella quiere hacer algo, entonces lo hace. –
– ¿Qué harás tú si ella decide que está bien que mueras? Tal cual lo hizo con Suzune, con mi hija. ¿En verdad no hay nada que quieras hacer antes de ello? –
Preguntó el rector. Mirándola de forma extraña. Quizá el rector entendía su posición mejor que nadie en el mundo, aunque estuviera imposibilitado de ayudarla porque Naomi no iba a aceptar su ayuda. Muy posiblemente, pensaba Naomi, era parte de su arrepentimiento por no haber impedido que esto llegara demasiado lejos el día en que asesinaron a Suzune. Fue un accidente, él no se enteró de que la susodicha prisionera era su hija hasta que fue muy tarde.
Tarde para arrepentirse. Tarde para echarse atrás.
Naomi salió de la sala del rector con pocas respuestas y muchas preguntas. En caso de que el conflicto se reanudara, ¿Llegaría Najiko a la decisión de que estaba bien si ella, Ashigara Naomi, era asesinada? En todos estos años, nunca había tenido miedo a la muerte y no lo tenía. De lo que tenía miedo, es de ser traicionada, de ser utilizada y luego desechada por la presidenta. Eso era lo que Naomi temía, solía tener pesadillas acerca de ello.
Entonces fue que al mirar por la ventana, el cielo se oscureció por las nubes grises que ocultaron el sol, y las gotas de lluvia comenzaron a golpear las ventanas. Naomi miraba al patio con una mezcla de melancolía y ansiedad difíciles de explicar, quizá comprendió en ese momento que aquella era la tormenta de la que hablaba la profecía y que todo estaba a punto de terminar, o tal vez ya lo sabía desde antes.
––––––––––
Najiko limpiaba el salón de química por la tarde, el cielo estaba oscuro afuera y era uno de esos días en los que le tocaba quedarse a limpiar. La cosa no hubiera sido tan mala de no ser porque su compañero de limpieza era Tsugimoto–kun, el terror de Najiko en sus primeros días de escuela, Saji–kun.
Aunque ahora que estaba en segundo año había dejado de hacer tantas maldades, no por ello a Najiko le parecía menos irritante. Había hablado con él varias veces, pero siempre se negó a entender, lo que era más, Najiko estaba al cien por ciento segura de que el chico ni siquiera la escuchaba. Esto hizo que en ocasiones ella lo odiara.
El día de hoy, muy en específico, había colocado un insecto de goma sobre el pupitre de ella. Ya para esos días, Najiko tenía problemas de vista con sus antiguos lentes y mientras la evaluaban, el maestro había ordenado que ella debiera sentarse en la primera banca de media fila, para que pudiera ver bien. El cambio de asiento no duraría más que un par de días, pero debido a eso, Najiko estaba frente a todo el salón.
Ese día, Saji colocó el insecto de goma diciendo “es un regalo para ti” y luego echó a correr. Najiko se asustó por lo sorpresa y cayó del pupitre. En realidad ella ni siquiera tenía miedo a los insectos, los veía a menudo cerca de su casa, pero el que la tomara por sorpresa la hizo caer.
La clase no pudo evitar la risa, y eso hizo que Najiko se pusiera de pie, le gritara a Saji “te odio” y saliera corriendo del salón, más que nada por la vergüenza que éste le había hecho pasar.
Como castigo, el maestro ordenó a Saji que tomara el lugar de otro de sus compañeros en la limpieza, castigo que por cierto, no contentó a Najiko. Además, antes de que se quedaran a hacer la limpieza, el maestro le dijo a Saji que si no conseguía el perdón de Najiko por haberle hecho llorar, llamaría a sus padres por la mañana. Aquello pronto se convirtió en un dolor de cabeza para Asaki, quien trataba de olvidar que Tsugimoto estaba allí.
– ¿Estás enojada? –
Preguntó Saji, casual, como si nada hubiera ocurrido, Najiko no contestó.
–Oye… oye… ¿Estas enojada? –
Asaki Najiko volteó a verlo por unos momentos, luego volvió a ignorarlo, pero Saji sabía que había más de una sola razón para disculparse con ella, aunque la principal fuese que no quería que ella estuviera enfadada. Se sintió bastante mal luego de que Najiko salió del salón. Su intención nunca fue hacerla llorar.
–Oye… Oye… –
Insistió.
– ¡Que! –
–Si estas enfadada. –
Respondió Saji, bajando la cabeza, y dejando de barrer.
–Trato de no recordar que estás aquí, si no te importa. –
Saji se acercó unos pasos, llovía afuera, una tormenta como pocas veces habían visto. Najiko se apartó, fingiendo poner atención en limpiar otra parte.
–Perdón. –
Dijo él, Asaki suspiró. “Tranquila, Najiko, no dejes que esto te perturbe, él no se merece que pienses más en sus tonterías” pensaba ella, armándose de toda su paciencia para salir de allí lo más pronto posible, y antes de perder totalmente el control. No quería que hubiera sangre que la hiciera sentir culpable otra vez.
–Estás perdonado. –
Le dijo, sin mirarlo.
–No es cierto, sigues enfadada. –
–Y que te importa si estoy enfadada, ¡Nunca piensas en cómo me siento! ¿Por qué tendrías que pensarlo ahora? Déjame en paz. –
Najiko comenzaba a perder los estribos. Saji debe haberse dado cuenta de ello, la chica estaba roja de la cara y había lágrimas en sus ojos, posiblemente por el coraje. Miró a todos lados asegurándose de que no hubiera nadie, y luego, parándose frente a ella, se inclinó.
–Perdón. –
–Me avergonzaste, frente a toda la clase… incluso mis amigas se reían de mí. –
Se quejó Asaki, tratando de serenarse, sea como fuera, era un gesto que él nunca había tenido, quizá porque no había muchas posibilidades de que estuvieran solos, como ahora.
–Lo lamento. –
–Siempre lo lamentas, siempre escucho las mismas palabras, y de todos modos sigues haciéndolo. ¿Por qué eres así? ¿Por qué no puedes solo compórtate? Y de todas formas ¿Por qué contra mí? ¿Qué te hice yo? –
Comenzó a chillarle, Saji volvió a pedir perdón, Najiko alzó los brazos al cielo, desesperada, y luego suspiró.
–Sigue limpiando ¿Quieres? Sólo quiero irme a casa. –
Asaki lo ignoró después de eso, trataba por todos los medios de olvidar lo que había pasado. ¿Por qué tenía que gustarle precisamente él? No lo entendía, no entendía cómo es que siempre acababa perdonándole todo. Su forma de verse patético y frágil al momento en que pedía perdón, la conmovía, no podía evitar decir que sí. Y cada vez que ella se sentía aunque fuera un poco más cercana a él, él lo arruinaba luego con alguna de sus cosas.
Era un tormento.
Saji siguió limpiando por un momento, luego se le metió una idea extraña en la cabeza y volvió a donde Asaki.
–Tú me odias ¿Cierto? –
Preguntó Saji, de nuevo con esa voz impotente y frágil. Najiko suspiró, de haber estado en otras circunstancias, o de haber estado segura de que era una buena idea, se habría volteado y lo habría abrazado con intenciones de protegerlo. Pero en parte era demasiado orgullosa para eso, y por otro lado, tampoco estaban en ese punto de confianza, si es que estaban avanzando. En ocasiones, ella se preguntaba si lo hacía a propósito, pero no podía ser, era demasiado tonto como para fingir algo así tan bien.
–No, Tsugimoto–kun, no te odio. –
Le dijo ella, suspirando de nuevo, y temiendo voltear a verlo y encontrarse con esa tierna carita que en ocasiones no la dejaba dormir.
–No quise hacerte llorar. –
Insistió Saji, Najiko relajó los hombros y volteó a verlo finalmente. Era él, y ella tenía que estar loca para estarlo pensando en serio, pero le gustaba, si tan sólo pudiera acercarse y tomar su mano… todo estaría bien entonces.
–Sé que no querías hacerme llorar, pero igual lo hiciste. –
Le dijo ella, aunque no tenía muchas ganas de seguir discutiendo sobre lo mismo.
–Si yo dejara de hacer todas esas cosas, tú ¿Me perdonarías? Por todas las cosas que hice, no volvería a hacerte llorar, lo prometo, sólo no quiero que me odies. –
Le dijo, al menos esta vez, pensaba, parecía que estaba hablando en serio. Najiko sonrió, quizá tenía remedio después de todo.
– ¿Nunca volverías a hacerme llorar? –
Preguntó Najiko, un tanto incrédula, y orgullosa. Saji negó con la cabeza.
–No sé si sea suficiente, de todos modos. –
Respondió él, no muy animado.
–Lo es, si puedes hacer eso, entonces puedes considerarme tu amiga ¿esta eso bien? –
Preguntó Najiko con una sonrisa.
–Claro que sí. –
Le dijo Saji. De pronto y sin que Najiko supiera cómo pasó, Saji le tomó de la mano. Aquella fue la primera vez que eso le ocurría a Najiko, y el pánico se apoderó de ella. Saji estaba preparando una confesión, pero Najiko no estaba lista, ni tenía forma de saberlo.
Además, tuvo la impresión de que Saji estaba aprovechándose porque estaban solos.
– ¿Qué te crees que haces? –
Preguntó Najiko ofendida. Pensarlo era una cosa, en su pensamiento se veía bien, pero que realmente ocurriera era una muy diferente, ella no estaba lista para nada, y reaccionó con violencia.
–No sé. –
Respondió Saji.
–Eres un idiota, vete de aquí antes de que comience a gritar. –
Amenazó ella, Saji salió del salón, desanimado, dejando a Najiko confundida, aterrada y emocionada a la vez. Lo cual no pudo procesar en ese momento. En retrospectiva, todo el comportamiento de Saji esa tarde tenía sentido, es decir, por algo preguntó si le odiaba en primer lugar, no era sólo la culpa, había algo más allí. ¿Podría ser que era correspondida? Y si así era ¿Cómo debería reaccionar? ¿Estaría bien si ella decidiera salir con Saji? En la seguridad de su mente todo estaba bien. Nadie tenía que enterarse de que le gustaba un imbécil como él.
La vida real era diferente, ella tenía un estatus y una imagen que mantener, tenía excelentes notas escolares y era miembro del comité de disciplina, por su parte Saji había estado retenido por el comité de disciplina cuando menos unas tres veces, había estado suspendido una vez y estuvo a punto de ser expulsado en otra.
La estudiante modelo y el chico problema.
No, eso no era bueno para su imagen.
Aquello no podía pasar.
Y no pasó, porque cinco días después, y luego de otro intento fallido de confesarse ¿Cuántas veces lo había intentado en realidad? Tsugimoto Saji se arrojó desde la azotea del edificio de primer año, a causa de haber sido acusado falsamente, de haber robado material del laboratorio.
–––––––
“Con demonio amarillo o sin él… esto tiene que terminar”
Después de aquella visita a casa de sus padres, Asaki Najiko asistió a la escuela como si nada. Hizo que los maestros firmaran sus calificaciones desde ese mismo momento, colocando notas sobresalientes por adelantado en todas sus clases, y durante toda aquella semana, volvió a ser la misma presidenta del consejo estudiantil que todo el mundo conocía.
Sus órdenes de seguridad y moral se recrudecieron hasta un punto que llegaba a ser aplastante incluso para los maestros y personal docente. Por las noches, tan sólo con un par de estudiantes parados afuera de la puerta de su sala (armados) estudiaba, y planeaba.
Estudió a fondo las regulaciones en las que el consejo había cedido durante su ausencia, asumiendo toda la responsabilidad de aquel pequeño retroceso por su inasistencia. Y poco a poco, comenzó a planear un contraataque. Recorrió una y otra vez las matrículas de los estudiantes nuevos, preguntándose qué le había dado la seguridad al rector para realizar su movimiento, sabiendo que ponía el delicado y frágil acuerdo de paz en peligro, y preguntándose si se había hartado de la derrota y prefería reanudar las hostilidades. Mandó a Yamagata a inspeccionar las rutas del personal escolar personalmente, especialmente la del rector, con lo que descubrió que esta última cambiaba regularmente, alternando tres rutas y horarios distintos para regresar a su casa, siempre por sitios vigilados y pasando por todas las casetas de policía que fuera posible.
No, el rector no se había rendido. No estaba confiado, no estaba conforme. Sabía que esperaba la oportunidad y sabía que se estaba preparando para ella. La pregunta era ¿Cómo comenzaría? Najiko tenía que mover sus piezas con habilidad, un paso en falso y alguien pagaría el precio de su incompetencia, justo como Mikako, Suzune, y muchos otros.
¿Quién sería su objetivo esta vez? ¿Qué había cambiado con respecto al día en que firmó? Las preguntas eran demasiadas. Mordiéndose las uñas, se pasaba noches enteras tratando de averiguarlo. A solas, por las mañanas dormía un poco, antes de despertar con los informes de Naomi acerca de lo que averiguaba y de los demás acerca de varias cosas que estaban ocurriendo en la escuela, la mayoría de carácter ordinario.
Llegó hasta el punto en que se obsesionó con aquellas cosas, se sentaba largas horas en su silla del consejo, sin decir nada ni hacer otra cosa que pensar. Todo parecía tranquilo y normal hasta que un día, uno de sus informantes, esta vez de primeros años, le llevó una nota.
“La señorita Sawara Amatsune ha sido llamada a la oficina del rector.”
Casi de inmediato, y con la matricula en la mano, Najiko telefoneó a otro de los miembros del consejo estudiantil un sujeto que estaba a cargo de los datos desde que Ikko fue asesinado.
–Creo que comenzó todo, Murasame–kun, averigua lo que puedas sobre una chica llamada Sawara Amatsune, espero una respuesta. –
Los estudiantes tenían prohibido, por el acuerdo de relaciones escolares, acudir solos a la oficina del rector, a no ser que se tratara de los miembros del consejo. Sawara Amatsune, quien quiera que fuera, se la estaba jugando muy en grande para no ser nadie, y el rector también.
Resultó que la chica, de primer año, era hija de un empresario de alto rango de una corporación que era básicamente el brazo legal de una organización que tenía sus nexos con el rector de la escuela. A pesar de que la muchacha no parecía ser una persona problemática, todo apuntaba a que su familia si lo era. El rector se las había arreglado por ello, para que la chica ingresara en aquella escuela, y lo más probable, es que aquella chica fuera a enviar un mensaje a su padre, para cierto grupo de personas de las que a nadie le era permitido hablar. ¿Qué mensaje? Imposible saberlo.
Por unos momentos pensó en ir tras de la chica, pero lo consideró demasiado por una simple violación a un acuerdo del que ya nadie estaba seguro de que todavía estuviera en vigor. Así que por el momento, aquella chica era intocable. Sin embargo, aquel pequeño incidente, por insignificante que pudiera parecer, resultó ser para Asaki Najiko, la declaración de que el rector aun pretendía disputar el control de la escuela.
Como estaba en su tercer año, e ideando una buena contramedida a aquellos lentos pero firmes avances, Asaki Najiko anunció frente a control escolar, a la candidata que le sucedería como presidenta del consejo estudiantil. Las votaciones se llevarían a cabo a mediados de la semana siguiente, y si todo continuaba como hasta entonces, la candidata designada por el consejo estudiantil sería la única competidora.
Ese era el plan inicial.
Yamagata Kasumi fue escogida por Asaki Najiko para perpetuar su legado en el consejo estudiantil. Gouko fue el encargado de llevar el documento que la acreditaba como candidata frente a los docentes escolares. El nombramiento fue recibido con aplausos por parte de la directiva.
Pero el rector y una gran parte de los docentes tenían ya otros planes, mediante las mismas medidas que Asaki, habían hecho registrar otra candidata para competir por la presidencia escolar. Najiko había previsto esto y nada de lo que hiciera podía cambiar el hecho de que cualquier estudiante tenía derecho a competir por la candidatura de la escuela. No podía hacerse nada.
Sawara Amatsune fue escogida como candidata.
No fue una sorpresa para Najiko, bien pensado era la única estrategia posible que el rector podía utilizar si tenía la esperanza de resolver esto sin más derramamiento de sangre. Un títere en la presidencia del consejo estudiantil, podría sellar la reforma que derogara el acuerdo de relaciones escolares incluso antes de que terminara el año escolar, con ello, el rector y los docentes podrían elaborar un nuevo presupuesto durante las vacaciones y recuperar todos los derechos que habían perdido antes de que el siguiente ciclo escolar diera inicio.
Su teléfono sonó.
–Yamagata ¿Tienes al conejo? –
Le había ordenado seguir a Amatsune. Sabía que Yamagata entendería a la perfección.
–Por supuesto, él y ciertas personas se reunieron en la plaza Hamaya esta mañana, algo se está cocinando y esa chica lo sabe. ¿Quiere que me mueva? –
Como Najiko no estaba segura de querer comenzar las hostilidades en ese momento, porque no todo estaba listo, decidió esperar.
–Quiero que vengas, la fiesta empezará pronto… debes estar aquí. –
Si esto era así, debería darse prisa, lo más probable, es que fueran a por Kasumi.
– ¿Dónde está ella? –
–En clase, donde se supone que esté, está cuidada, por el momento, pero todo puede pasar, por ello es que te necesito aquí, ¿Entiendes? –
Colgaron después de eso. Kouji fue obligado a aprobar la candidatura de su hermana pequeña, aunque amenazó a la presidenta con matarla si algo le pasaba. Najiko no se ofendió, sabía que si a alguien trataba de proteger Kouji, si por alguien había llegado hasta aquí, era por su hermana pequeña. Se hizo así porque Kasumi de hecho tenía las mejores notas de su clase, su participación podría haber pasado por algo natural a ojos de los docentes.
––––––––––
–Kasumi–chan… Abre la puerta. –
Los dormitorios para chicas estaban cerrados, la lluvia golpeaba las ventanas de los pasillos llenos de pequeñas puertas que solían guardar tesoros y secretos que guardan las chicas a esa edad. En la puerta marcada con el numero 309 vivía Yamagata Kasumi. Había colgado un pequeño letrero de madera delgada en el picaporte de la puerta, con letras color rosa que decían “Yamagata” con hiragana.
Estaba adentro, pero no había asistido a la escuela en varios días. La razón no era una sola, en parte, estaba molesta con su compañera de clases, en parte estaba nerviosa, había sido nombrada candidata hacía apenas unos días y estudiaba su discurso para la presidencia del consejo estudiantil, por otro lado, no se había sentido muy bien de salud últimamente.
Susodicha compañera de clases que ahora tocaba la puerta frenéticamente para que Kasumi abriera. Finalmente, y entendiendo que las compañeras de los otros cuartos comenzarían a quejarse si dejaba que hubiera más escándalo, Kasumi abrió la puerta. Los ojos de Tsukiko se iluminaron.
– ¿Y bien? ¿Qué quieres? –
Preguntó Kasumi, de mal humor.
–Vine a traerte la tarea. –
Mustió Tsukiko. Kasumi arrebató las hojas de las manos de Tsukiko, e iba a cerrar la puerta después. Pero Tsukiko se lo impidió, poniendo un pie en la puerta.
–Habla conmigo, por favor. –
Kasumi chilló:
–No quiero hablar contigo, ladrona. –
–No quiero robarte nada, no se trata de eso, por favor… –
Las mismas circunstancias que obligaron a Kasumi a abrir la puerta, le obligaron a dejar pasar a Tsukiko, por otro lado, se acostó sobre su cama luego, sin mirarla.
– ¿Estas muy enferma? Si quieres puede ser en otro momento… –
–Di lo que vas a decir y luego vete, no tengo tiempo que perder con falsas amigas como tú. –
– ¡No soy una falsa amiga! De verdad me agradas, Kasumi–chan. –
– ¿Te agrado como amiga? ¿No querrás decir cómo cuñada? –
Se quejó Kasumi, era difícil saber que parte de todo esto le ofendía más. Tsukiko suspiró y abrazó a Kasumi. Ella nunca había sido buena con las palabras, no sabía cómo expresar lo que quería decir. Se escuchó algo afuera.
–Me agradas tú, y… es cierto que me gusta Kouji, me gusta mucho, pero eso no tiene nada que ver con que seas mi amiga, es más, si tú me lo pidieras, no volvería a acercarme a Kouji. –
–No me mientas. –
Protestó Kasumi separándose, a través de todo este tiempo, Kasumi había comprendido que su amiga estaba enamorada de su hermano mayor.
–Claro que lo haría… tú… ¿Me dirías que me alejara de él? –
Preguntó Tsukiko, bajando la cabeza y poniendo sus manos atrás.
–Creo que no. –
Admitió finalmente Kasumi, luego de un momento de silencio, bajando la cabeza. Pero Tsukiko no alzó la cabeza, en realidad, estaba escuchando, había alboroto afuera, y ella sólo sabía de una persona capaz de armar semejante alboroto. Tomó a Kasumi de la mano, y la llevó corriendo hasta la parte de atrás de los dormitorios femeninos. Allí había dos personas, sangrando y muy probablemente muertas.
Kasumi se horrorizó hasta que se dio cuenta de la expresión triunfal que su amiga tenía, olfateando al aire.
– ¿Qué paso aquí? –
Preguntó Kasumi, con horror, Tsukiko la tomó de la mano, y le sonrió.
–Te diré qué pasó… Kouji. –
Luego se acercó a una de las personas y comenzó a olfatear, Kasumi la miraba con algo de desagrado.
–Tú de verdad tienes algo ¿No es cierto? –
–Me encanta este olor, lo siento… no puedo evitarlo, me gusta él, me gusta lo que hace, me gusta como es… me siento toda extraña cuando veo esto y mi cuerpo se incendia… estoy loca por él. –
Kasumi comenzaba a sentir miedo de su amiga, ya que se daba cuenta de que los gustos de Tsukiko no eran del todo normales, o más bien, su forma de expresarlo daba un poco de miedo. Luego Tsukiko sonrió y se puso de pie.
–Vamos, debemos volver adentro, seguro que no le gustará encontrarnos aquí, dirá que nos metemos en problemas. –
Pero Kouji no regresó a aquel lugar. Ambas chicas volvieron al dormitorio de Kasumi, no dijeron nada a nadie sobre lo que vieron, ya alguien se encargaría de darse cuenta y llamar a la policía.
–Eres rara. –
Le dijo Kasumi a Tsukiko, una vez que estuvieron dentro de los dormitorios. En ningún momento se preguntó Kasumi si su hermano era el responsable, la reacción alegre de Tsukiko por saber que había estado allí lo comprobaba, y de hecho Kasumi siempre tuvo la sospecha, de que el “trabajo” de su Onii–chan no era normal. Kouji era una bestia, en el más sangriento estilo de la palabra, la evidencia de dos moribundos dejados en un callejón lo comprobaba, y aunque no fuera así, y a pesar de que ella normalmente ignoraba este hecho, lo sabía. Kasumi no tenía ni un pelo de tonta, de hecho, esa era la razón por la que aceptó todo aquello de no hacer preguntas. Kasumi entendió desde un principio que, en realidad, ella no quería saber nada. Era mejor no enterarse.
Aun con todo, lo quería.
Y aun con todas sus rarezas, quería a Tsukiko.
No podía negarlo, a pesar de que ellas no se parecían en nada. Kasumi siempre fue del tipo callada, era elegante en sí misma, sus maneras, su forma de hablar y de vestir, todo. No hablaba con síndrome de Gokigenyou, ni nada parecido, pero siempre había algo de gracia en su forma de hablar y de andar, era como una muñeca. En parte, era ese parecido con la presidenta del consejo estudiantil lo que motivó a Kouji a escuchar a esta última. La elegante Kasumi y el feroz Kouji, parecían hermanos sacados de alguna novela.
–Entonces ¿Eso es lo que te gusta de él? –
En serio ¿Cuantas mujeres podían sentirse atraídas por algo así? Probablemente ninguna. Tsukiko era un caso especial en un mundo lleno de casos especiales. Kasumi suspiró al preguntarle eso a Tsukiko, quien asintió, quizá un tanto avergonzada por el hecho de que su mejor amiga lo supiera.
–Perdón. –
Dijo ella después, pero Kasumi negó con la cabeza, no necesitaba disculparse.
Siendo así. Quizá su Onii–chan necesitaría a una bestia a su lado. La chica más “salvaje” que ella conocía, era Tsukiko. ¿Quién ha dicho que por ser así no podían tener pequeñas crías, si ambos eran igual de “animales”? Suspiró cuando se dio cuenta de que en realidad, era la mejor opción para ambos.
Kasumi habló a Tsukiko entonces.
–Entonces… eres mi amiga ¿No es cierto? Aún si Onii–chan te rechaza. –
Preguntó, aunque dicho sea de paso, era algo que ella no pensaba realmente que fuera a pasar, pero… sólo para estar segura. Tsukiko, por toda respuesta, abrazó a Kasumi con cariño y se pegó a ella.
–Somos amigas. –
Le dijo.
–––––––––
Muy entrada estaba la noche cuando Yamagata volvió una vez más, a la sala del consejo estudiantil. Najiko estaba allí, paciente, mirando la foto de Saji. Naomi se había marchado.
–Ya me he encargado, eran dos de ellos. –
Explicó Yamagata en cuanto entró, por el momento, eran los únicos que sabían que ellos estaban allí. Durante la tarde, el rector de la escuela había enviado a dos de sus hombres a los dormitorios femeninos, el hecho de que estas personas de hubieran reunido con Amatsune por la mañana, sólo podía significar que iban tras una persona: Yamagata Kasumi.
Por fortuna, Yamagata estaba al tanto de todos estos movimientos y alcanzó a estos dos antes de que entraran en los dormitorios. Lo demás ya se sabe. Ahora mismo no había nadie más en la escuela. Posiblemente en estos momentos, el rector también hubiera sido informado acerca del fracaso.
– ¿Dónde están? –
Preguntó Najiko, sin voltear, la cara de Kouji estaba manchada de sangre.
–Los dejé atrás, quizá están muertos quizá no, no lo sé, pero no pueden moverse, eso es seguro. –
Respondió él, encendiendo un cigarrillo.
–Bien, al menos ahora sabemos que no somos los únicos que tenemos la espada desenvainada, eso lo decide todo. Él ha hecho su movimiento, es hora de responder. –
– ¿Qué haré? –
–Irás a por él. –
Yamagata asintió, sabía a quién estaba refiriéndose Najiko. El rector Hideyoshi era hombre muerto.
– ¿Cuándo? –
–Todavía no. Necesitamos primero que se confíe, que crea que ha sido casualidad. En dos días es el discurso de las candidatas, esperaré a que haya terminado. –
Yamagata pensaba que la presidenta estaba jugando demasiado con esto y no le gustaba, iba a replicar cuando Najiko volvió a hablar.
–Además, hay algo que quiero que hagas antes que eso. –
Y le entregó un sobre, no era el clásico sobre blanco que ella solía entregar antes de que Yamagata se uniera al consejo estudiantil. Era uno de índole diferente. Dentro de este, estaba la fotografía de una chica, así como su dirección y sus datos personales. Haguraka Tsukiko.
– ¿Qué se supone que…? –
–Quiero que vayas allí, y hagas a esa niña una mujer, deja de perder el tiempo. –
– ¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer? –
Preguntó Yamagata, confundido porque nunca antes había hecho algo así, no por encargo, al menos.
– ¿De verdad necesitas que te lo explique? –
Preguntó Najiko burlesca, luego bebió un sorbo de brandy.
– ¿Es una orden? –
Preguntó Yamagata, resistiéndose, Najiko lo miró de forma significativa. ¿Qué tan denso podía ser este hombre? Pobre Tsukiko, de no ser por ella, la pobre chica podría pasar decenas de años intentando seducirlo, sin éxito.
–Es un consejo. –
Respondió Najiko, luego tomó el teléfono.
–La llamaré y le diré que vas para allá, sé duro con ella. –
Yamagata salió resoplando de la habitación. ¿En serio? Ni siquiera podía creer que iba a hacerlo de verdad. Aunque bien pensado, quizá sería la única oportunidad que él tendría. Quizá no valía la pena desecharla ahora.
––––––––––
“Haguraka” era el letrero de familia que podía leerse en la pequeña casa donde Yamagata cruzaba la cerca, sin decir nada a nadie. Iba a tocar la puerta cuando abrieron. Esa maldita Najiko.
Al igual que la presidenta estudiantil, Tsukiko rentaba debido a que el instituto estaba algo lejos de su casa, siendo así, vivía sola.
–Pa–pasa… no… no hay n…nadie más. –
Tsukiko había abierto la puerta. En cuanto recibió la llamada de la presidenta del consejo estudiantil, el pánico se apoderó de ella. Ella recordaba claramente toda la escena que había encontrado tras los dormitorios de las chicas en la escuela, y tuvo que bañarse para calmarse un poco. Luego de que salió del baño, recibió la llamada de la presidenta, diciendo que Kouji iba hacia su casa con intenciones de aprovecharse de que ella vivía sola.
“No estoy lista” fue lo primero que Tsukiko argumentó a la presidenta, del otro lado del auricular se escuchó una risa cristalina. “Descuida, yo rezaré para que todo salga bien, trata de no morir.” y colgó. Tsukiko casi mojó su ropa interior cuando vio a Yamagata Kouji parado afuera de la puerta, pero de todos modos lo invitó a pasar.
Ahora su “huésped” estaba sentado, analizando lentamente el cuerpo de Tsukiko mientras ésta colocaba té sobre la mesa, como si tratara de adivinar cuánta fuerza debería usar para que la chica, que pesaba quizá la cuarta parte de lo que él, no saliera muy lastimada luego de aquello.
–No te ves tan segura como antes. –
Comentó Kouji, la tetera tintineaba con el temblor de Tsukiko mientras la colocaba sobre la mesita de la sala. Tsukiko ni siquiera intentó disimular que estaba aterrada.
–No… ¿ve–verdad? –
Y le siguió una risita nerviosa, fue por galletas y por poco se cae. Sentía su cuerpo incendiarse, es cierto, y si no estuviera tan asustada por miles de cosas que había escuchado de sus compañeras, no todas muy agradables, y por lo poco que sabía de Kouji, quizá ella habría decidido tomar la iniciativa.
De todos modos, si pretendía casarse con él algún día, tendría que poder con esto. Eso se decía mientras volvía con las galletas, y mientras trataba de relajarse, hizo un pequeño movimiento, como en la escuela, para mostrar sus pechos a Kouji, quien sonrió, ahora parecía bastante interesado en ella.
Pensar en que Kouji sería delicado era pensar en lo excusado. Eso estaba más que claro, en especial porque el tamaño y fuerzas de Kouji no daban para tratar algo con delicadeza y quizá una vez que el deseo controlara sus impulsos podría contenerse todavía menos. Si su trance era la mitad de fuerte de lo que lo era cuando luchaba, aquello sin duda alguna, sería brutal.
– ¿Dolerá? –
Preguntó ella, mientras Kouji mordía una galleta. Ella no pudo ignorar la idea de que, aun con todo el miedo que sentía, una parte de ella quería ser esa galleta.
–Sí. –
Respondió Kouji, decidió que lo mejor era no mentirle, ahora que estaba allí lo mejor era ser sincero con ella. Tsukiko lucía lágrimas en los ojos.
– ¿Serás amable? –
Preguntó ella, Kouji se puso de pie, lo mejor era no prolongar esto. La inmensa figura de Kouji hizo una sombra que cubrió a Tsukiko por completo, sus ojos se abrieron por el miedo y ella se acercó a la pared, sin dejar de mirarlo.
–No creo que pueda. –
Dijo él, dando un paso, Tsukiko retrocedió tres, pegándose por completo a la pared, estaba totalmente indefensa.
– ¿A dónde quieres huir? –
Preguntó Kouji, sonriendo, la expresión de Tsukiko le hacía alguna gracia, le recordaba ciertas cosas que había pasado en su juventud, junto a los antiguos lobos rojos.
– ¿Aceptas mis sentimientos? –
Preguntó Tsukiko. Ya estaba, si Kouji estaba dispuesto a aceptarla, entonces ella le dejaría hacer todo lo que él quisiera, no se quejaría, no diría nada. Sólo tenía que aceptarlos en ese momento. Kouji rio, quizá avergonzado de que le obligaran a decirlo.
–Siempre los he aceptado ¿No es cierto? No sé por qué tienes que preguntarlo. –
Ninguno de sus miedos fue suficiente para apagar la sonrisa triunfal que se dibujó en su rostro después de aquello. Se abandonó completa para lo que fuera que él quisiera hacer, eso no era importante en absoluto. Podría morir allí y se daría por satisfecha. Pero no murió. Al contrario.
Si con algo no contaba Tsukiko, durante todo el tiempo que pasó temiendo lo peor, fue con sus propios instintos. Una vez superada la prueba y cuando el peor dolor que ella hubiera sentido en su vida comenzó a ceder, ella misma, se sintió tan bien con lo que estaba pasando, que recibir a Kouji fue en realidad, mucho más fácil de lo que imaginó. El cálculo de Kasumi salió mucho más acertado de lo que se esperaba, cuando el placer que el cuerpo fornido de Kouji le proporcionaba le dio energías para, si no mostrarse tan salvaje como él, al menos recibirlo con el mismo deseo con que él le atacaba a ella, una y otra vez.
Y si bien es cierto que acabó en el suelo, con las ropas rotas, sin poder levantarse y con las piernas y brazos adormecidos por los golpes y embates, también es cierto que, dentro de ella sabía, que lo haría de nuevo en cuanto tuviera las fuerzas necesarias para ello. Sonreía cuando Kouji terminó de vestirse.
– ¿Ahora qué? –
Preguntó él, no muy seguro de cómo debería comportarse. Ella lo miró apenas moviendo la cara y con los ojos entrecerrados.
–No puedo moverme, llévame a mi cama. –
Ronroneó Tsukiko. Kouji la levantó sin ningún esfuerzo y la depositó sobre su cama, ella se abrazó al cuello de él, y una vez en su cama se negó a soltarlo.
–Tienes que soltarte. –
Le dijo Kouji, quien no hizo ningún movimiento, esperando a que ella se soltara. Fue este gesto lo que le hizo entender a Tsukiko que también había sido especial para él.
–No quiero… –
Susurró ella, con la garganta cerrada, pero inmediatamente después lo soltó porque se quedó dormida.
––––––––––
El día del discurso para la elección del nuevo presidente del consejo estudiantil, Sawara Amatsune no apareció. Después de un brillante primer discurso por parte de Yamagata Kasumi, aplaudido por todos los alumnos y directivos, la elección se declaró en receso mientras se intentaba, en vano, contactar como Sawara–san.
–Lo hiciste bien. –
Le dijo Tsukiko a su amiga cuando bajó del pedestal. Kasumi estaba nerviosa, pero al mirar a su Onii–chan sentía que todo estaba bien. Yamagata Kouji estaba con ellas, ahora pasaba bastante más tiempo con Kasumi y especialmente con Tsukiko, a la que siguió visitando durante todas las noches de esa semana.
Kasumi hizo todo lo que pudo por no encontrar extraño ese comportamiento en su hermano, por más que cuando preguntó, Kouji respondió que no le habían ordenado nada.
Asaki Najiko se revolvía de dudas en su sala, que ahora estaba vacía. La inasistencia de Sawara podía significar muchas cosas, pero si algo no tenía sentido, era el nombramiento de su candidatura por parte del rector, para luego evitar, de la forma que fuera, su asistencia.
El día de la elección, Kasumi ganó la presidencia del consejo estudiantil por unanimidad. Amatsune, su competidora, estaba desaparecida. Las autoridades escolares buscaron, de forma legal e ilegal a Amatsune. El consejo estudiantil también la buscó. Pero parecía que a la chica se la había tragado la tierra.
Las autoridades escolares culparon a Najiko de la desaparición de ésta, cuanto más que, una semana después, se encontraron rastros de sangre pertenecientes a Amatsune en un almacén abandonado. Esto tenía que ser una broma del destino, pensaba Najiko estando en su sala, pero la cruel realidad era, que la muerte de Sawara Amatsune, terminó con lo que quedaba de las esperanzas de que aquello se resolviera sin derramar sangre.
El mismo día en que eso sucedió, antes de entrar a la escuela, alguien apuñaló a Yamagata Kasumi, enviándola al hospital, pero fallando en su intento de matarla, Najiko se enteró tarde del motivo del ataque. Colgando a Gouko, quien le daba ese informe, se dirigió al hospital en compañía de otro de los estudiantes, miembro del comité de disciplina.
Rara casualidad que el estudiante que ahora le acompañaba era Tamui Shiki.
Una vez en el hospital, y asegurándose de que los padres de Kasumi habían sido informados y vendrían, Asaki Najiko telefoneó a Kouji.
– ¿Estás listo? –
Preguntó al teléfono. Yamagata respondió sin rastro de emoción en la voz, aunque era muy obvio que estaría colérico.
–Bien, di a Naomi que no puede salir de la sala del consejo, quiero que Gouko permanezca en la entrada de la escuela por si algo pasa. A ti te quiero en posición. –
–Entendido. –
Respondió la voz ronca de Kouji al teléfono.
– ¿Y ella? –
Najiko suspiró. Kasumi había sido apuñalada antes de entrar a la escuela. En el arrebato y la conmoción, ella intentó colocar la mochila entre él y su agresor. Esto hizo que el ataque saliera mal y en lugar de asestar en el corazón, el cuchillo entró de su lado derecho. No por ello fue menos grave, el cuchillo entró tocando pulmón y estómago en el cuerpo de Kasumi, pero su agresor huyó antes de poder hacer un nuevo golpe, lo que seguramente hubiera sido letal. La atención médica fue lo más pronto que estas cosas podían ser y los médicos trabajaron en la ambulancia, deteniendo exitosamente la hemorragia y administrándole una amplia gama de antibióticos. Ahora los cirujanos estaban cerrando las heridas internas y, aunque era un trabajo delicado, las posibilidades de que se complicara eran muy pocas.
No ocurrió.
–Estará bien, según los médicos, aún está en cuidados intensivos, pero estará bien. –
–Este ha sido tu ultimo error ¿Comprendes? –
Najiko suspiró. No necesitaba decirlo, ya sabía que todo estaba hecho pedazos, aun en el caso de que todo saliera de la mejor manera, Kouji la mataría.
–Estará bien, siscon, ahora trabaja. –
Respondió Najiko con cariño. Tenía que reconocérselo, le había acompañado hasta el final.
Después de que colgaron, Najiko se dispuso a volver a la escuela. Antes de llegar a la entrada, un mechón de cabellos dorados llamó su atención y la hizo detenerse y darse la vuelta.
En ese instante, el tiempo se detuvo por unos momentos al tiempo que Najiko contemplaba con horror a quien había sido designada como el presagio del final para ella. Frente a ella, e ignorándola completamente, había una chica con uniforme de colegio que ella nunca había visto, con el cabello dorado peinado en una cola de caballo que se movió hacia los lados una y otra vez, como la cola de un zorro color miel, marcando el tiempo como un reloj de péndulo.
–El demonio amarillo. –
Dejó caer el teléfono al tiempo que perdía fuerzas en las manos y las piernas, y comenzó a temblar. Finalmente le había encontrado, y a pesar de que la resolución estaba tomada, un escalofrío recorrió su espalda al entender que la profecía, tal cual, se había cumplido, Los ojos azules de la chica se clavaron en ella por un momento, o por mejor decir le atravesaron, como si de dos agujas se tratara, mirando a través de ella.
Najiko conocía esos ojos, vacíos y ausentes. Los había visto muchas veces en sus pesadillas. Ni siquiera la veían, el demonio pasaría sobre de ella, le arrancaría la vida como castigo por querer volar más allá de los límites que la vida le había puesto, y por todas las vidas que había cobrado en el proceso.
Najiko no pudo hacer otra cosa que mirar, con lágrimas en los ojos, temblando y a punto de llorar. Pero la chica pasó completamente inadvertida, como si estuviera buscando algo importante, algo mucho más valioso que la vida de Najiko, y echó a correr en dirección a la calle lateral de la escuela, por el lado de los jardines.
––––––––––
Apresurada por el presagio que había visto, Najiko volvió a la sala del consejo estudiantil. El reloj marcaba la hora del descanso. Naomi no estaba allí, aunque seguro no tardaría en llegar. Se sentó en su silla y suspiró. Volvió a marcar a Yamagata.
–Es hora, buena suerte. –
Fue lo único que dijo y colgó. Sin más que hacer por el momento, permaneció en la sala del consejo estudiantil, en donde dio la orden expresa, de que todos los estudiantes que trabajaban para el consejo se fueran a sus casas inmediatamente. El alboroto de esto duró tan solo unos minutos, y luego, nada, finalmente estaba sola.
Fue en ese momento que Naomi entró a la sala del consejo, Najiko rebuscaba entre algunos papeles, y le extendió uno a la vicepresidenta, firmado con el sello del consejo estudiantil. Las lágrimas acudieron a los ojos de Naomi mientras leía el documento.
Era su dimisión del consejo estudiantil y una orden de transferencia.
Frente a una presidenta completamente ausente, Ashigara Naomi hizo un escándalo.
– ¿Estas dejándome fuera? –
–El instituto básicamente está por terminar, no es la gran cosa. –
Respondió la presidenta, sin mirarla realmente, pues sabía lo que su amiga estaba sintiendo en ese momento, aunque fuera lo mejor para todos.
–No puedes hacerme esto, después de todo lo que hice por ti, no es justo, te he sido leal desde siempre, toda la vida, ¡Soy tu mejor amiga! ¡La única que te siguió incondicionalmente! –
–Pues ya no. –
Respondió Najiko, el tono que Naomi utilizaba le ponía los pelos de punta. ¿Cómo es que ella no lo veía tan claramente? Esto no iba a ser fácil, y ella ya no quería exponer a las personas que amaba.
–Entrega esto por favor. –
–No puedes darme más órdenes. –
Gimió Naomi enfadada y confundida, pero en un gesto quizá inconsciente, arrebató el papel de las manos de Najiko y lo miró por un momento.
– ¿Gouko también se va? –
Preguntó, histérica.
–Así es como son las cosas. –
Respondió Najiko, luego volvió la vista a los papeles. Naomi, en un gesto que nunca había tenido, le dio una bofetada a la presidenta.
– ¡No puedes hacer eso! Estás completamente loca ¿Quién te ayudará entonces? –
Najiko no se alteró.
–Sé que en mi ausencia te encontraste con el rector. –
Le dijo Najiko, haciendo uso de toda su paciencia, para no pelear con ella ahora, cosa que le habría quitado pureza a la única cosa buena que había hecho por Naomi en toda su vida.
– ¿Y eso qué? No le dije nada de todos modos. –
Le chilló Naomi, llorando a lágrima viva, no era posible que después de todo esto, la presidenta desconfiara de ella, con todo lo que había sacrificado, con todo lo que había costado. Pero Najiko se puso de pie y se paró al lado de ella. Lo sabía, la presidenta no pensaba que ella fuera a traicionarle.
–No, yo sé que no le dijiste nada, sé que tu no me traicionarías, por eso precisamente, porque sé que el rector te ofreció algo… ese hombre no va a quedarse con los brazos cruzados, y no aceptará el “no” por respuesta, vendrá por ti cuando se entere de que falló de nuevo, y sabes bien que no puedo permitir eso. No otra vez… no tú… por favor. –
Le dijo, y acarició la mejilla de Naomi, quitándole las lágrimas de la cara.
–No es porque ya no te sirvo ¿Verdad? –
Mustió Naomi, quien como ya se había dicho, siempre tuvo miedo del momento en que fuera desechada, ahora entendía que estaba colocándola aparte precisamente porque no podría desecharle.
–Yo era basura antes de que tu fueras mi amiga, Naomi, y es hora de que vuelva a ser una basura, nunca llegaría el día en que ya no me sirvas, me harás falta, pero no puedo ser una idiota ahora, no puedo seguirte arriesgando así. –
– ¿No me vas a necesitar? ¿Estás segura? –
Preguntó de nuevo, resistiéndose a la idea de abandonar a Najiko.
–Claro que te voy a necesitar, pero… te necesito viva ¿Sí? –
Najiko por poco derrama lágrimas al decir eso, pero se contuvo, quizá porque llorar le habría impedido proseguir con aquello que, a pesar de que le dolía, sabía que tenía que hacerlo.
–Te amo. –
Confesó Naomi desesperada porque se le estaban acumulando en el corazón las cosas que quería decir, y el tiempo se había terminado.
–Lo sé… creo que dentro de mí misma, lo supe siempre. –
Explicó Najiko, acariciando la mejilla de Naomi, quien, ahora que ya no era más su jefa, por fin se atrevió a acercarse lo suficiente, y besó fugazmente a Najiko en los labios. Se apartó con lágrimas en los ojos y la cara roja como un tomate. Najiko sonrió levemente, sin decir nada.
–Adiós. –
Fue lo único que Naomi pudo decir y se dio la vuelta, para luego salir corriendo del consejo estudiantil y de la escuela, y no volver jamás. Entregaría la nota a Gouko en la puerta de la escuela y se transfirió al día siguiente.
Najiko mientras tanto salió de la escuela, luego que se hubo asegurado de Naomi se había ido y que jamás volvería, pues la orden de transferencia era de carácter inmediato. Había contactado, en el más absoluto de los secretos, con el consejo estudiantil y la docencia del instituto más lejano que pudo encontrar en aquella enorme ciudad, y allí fue transferida Naomi.
Después de media hora de dar vueltas en aquella habitación, que se había convertido en el verdadero hogar de la presidenta, llamaron a su número celular una vez.
–Está hecho. –
Una voz al otro lado del teléfono, que Najiko reconoció como un agitado Yamagata, le confirmaba a ella la muerte del rector.
– ¿Dónde estás? –
Preguntó Najiko. Tenía en las manos la hoja de calificaciones de Yamagata Kouji, firmada por todos los docentes, en las que se le atribuían, por adelantado, las mejores notas y un pase de honor a la universidad. Pero no hubo respuesta al teléfono.
Así que Yamagata no lo logró.
La hoja fue arrojada a la basura mientras ella colgaba el teléfono. Se sentó luego en su sillón, tomando la foto de Saji y mirándola de nuevo, pensativa. No puede decirse que no le pesara el deceso de Yamagata, pero tenía demasiadas cosas en la cabeza. Un alma más se añadía a la lista, Najiko ya sabía que esto no tenía ya ningún sentido, quizá nunca lo tuvo. La muerte del rector no aseguraba que el siguiente no fuera a ser igual que Kuhara. En el cuarto vacío, ella recordaba todo cuanto había visto, todo cuanto había hecho, todo cuanto había dicho y todo lo que había callado.
¿Dónde estaba su hogar? Se preguntaba. ¿Allá en Nagano? ¿Por qué se sintió tan fuera de lugar la última vez que estuvo allí entonces? ¿En Tokio? Pero si ella odiaba esta ciudad ¿En ésta sala? La sala le parecía ahora más una prisión que cualquier otra cosa, no quería estar más allí. No. Definitivamente ninguna de las tres le satisfacía. Sólo había un sitio al que ella pertenecía, se dio cuenta al volver a mirar esa fotografía. Allí estaba su hogar, en el pasado.
El viento que entró por la ventana del balcón movió las cortinas y éstas derribaron un florero. Esto llamó la atención de Najiko por un momento. Lo entendió pronto, con lágrimas en los ojos, llamó a la nada que ahora mismo lo era todo para ella.
–Ya veo… Estás aquí ¿No es cierto? Tsugimoto–kun. –