Kamisei Epilogo

Epilogo: Por ti.

Asaki Najiko estaba sentada en la silla frente al escritorio. Había alguien frente a ella, quien tampoco dijo nada, simplemente miraba una hoja que al parecer contenía algo importante. Najiko parecía impaciente por irse, pero aun así suspiró. Seguro que le estaban esperando allá afuera.

Sin embargo, dentro de la habitación reinaba el silencio, no podía escucharse absolutamente nada, ni siquiera el sonido de la respiración. Najiko no tenía ganas de preguntarse qué era este lugar, le habían prometido que vería a Saji, y ella quería creer que era verdad.

Finalmente, la persona que estaba frente a ella, hizo un ademán con la mano, y preguntó.

– ¿Por qué? –

Fue lo que dijo, su voz no era joven, ni vieja. No podía ver su rostro, así que no podía saber qué edad tenía, y en estos momentos, no era importante. Asaki Najiko se recargó en la silla, orgullosa, pero en su rostro había algo de coraje.

– ¿Por qué? No lo entenderías… Si no era yo ¿Quién rayos iba a hacerlo? No lo hice porque quisiera, quería darme la vuelta y marcharme, pero eso hubiera sido injusto para él. No me gustaba más que a ninguno de ellos, pero alguien tenía que poner las cosas en movimiento. Alguien tenía que ir allí y… –

Suspiró, recuperando luego la calma. Ya no había ninguna necesidad de alterarse.

–Ya no importa –

Se quejó ella, pero la otra persona ya no habló, se limitó a escribir algo en la hoja, luego miró a Najiko, quizá esperando a que ella continuara.

–Y claro, ellos no iban a estar contentos. Pero ¿A quién le importan un montón de personas a las que no volverás a ver en tu vida? ¿Porque tenían que ser ellos quienes dijeran lo que se puede y no se puede hacer? Y de una forma tan espeluznante que… ¡Una se daba cuenta de que tu vida dependía de lo que ellos dijeran! Ellos siempre tenían todos los medios para hacer tu vida pedazos si lo deseaban, ¡Y lo hicieron! Destruyeron muchas vidas, la mía entre ellas, por una… tontería que en realidad no tenía ningún sentido… ¿No es eso demasiado poder? Alguien tenía que ponerlos a todos en cintura. Esa tuve que ser yo. –

Se recargó en la silla en la que estaba, y encendió un cigarrillo.

–Muchos documentos van a ser encontrados, tantas cosas horribles… ¿A quién demonios le importa eso? No lo hice por mí, yo ya estaba muerta desde aquel día, en que ellos nos ordenaron callar algo que teníamos que haber gritado al mundo. Pero sólo teníamos que darnos cuenta ¿No es cierto? De todo lo que podíamos resolver sólo con alzar la voz, y nadie pasaría por esas cosas horribles otra vez. ¿No valía la pena? Puede que no para muchos, pero con el poco corazón que eso me dejó, lo hice, se los dije, y luego puse manos a la obra.

¿Porque iban los jóvenes estudiantes, a obedecer leyes dictadas en beneficio de ellos y en detrimento de todos nosotros? ¿Por qué tenían que guardar silencio para proteger a un montón de hombres que nunca tuvieron en mente su bienestar? Todo lo que pedí fue inclinar un poco la balanza, que los alumnos tuvieran la forma real de decidir ¿Cómo dirigir con nuestras vidas? Y en un ámbito tan determinante como lo son los estudios ¿Porque teníamos que tolerar abusos por algo que ya estaba pagado? ¿A dónde deberían ir las colegiaturas que nuestros padres pagaban? Y todos esos chicos y chicas querían hacerlo, lo deseaban en su interior más que ninguna otra cosa en el mundo, la capacidad de dirigir sus vidas, la educación y el sistema que ellos se merecían. No lo dijeron, tal vez, nunca se atreverían a decirlo, pero lo deseaban, en el fondo, ellos deseaban liberarse. ¿Teníamos nosotros ideas nuevas?

No.

Todo lo que hicimos fue sacar a la luz ese deseo que ardía en sus corazones y que ellos no confesarían ni siquiera a sus propios padres. Eso es…Nosotros sólo le dimos claridad a todas esas preguntas que los estudiantes tenían… Dijimos: “Vamos a resolver todos estos problemas, de una vez, y para siempre” y entonces hicimos todo lo que podíamos hacer, sin reservarnos nada, lo dimos todo.

Y fue difícil, como una cirugía… al principio sangras, pero cuando está hecho, poco a poco comienzas a sanar, así es como tenía que ser. Y es que no importa lo bueno que quieras ser, las cosas no son tan amables como decir “soy una buena presidenta” No. Lo que importa es, lo inteligente que puedas llegar a ser, y tener las agallas necesarias para terminar el trabajo. Claro que flaquee de vez en cuando, era humana. Y no importa lo alta que sea la torre de una reina, de todos modos, no puedes reinar sola. Así que tuve que hacerme de colaboradores, y es allí donde comenzó a ponerse todo feo. No es para todos, el poder, quiero decir. Empezando por seleccionar a personas importantes… el idiota te seguirá a donde sea, pero un colaborador inteligente querrá su parte del pastel, y te traicionará si no se la das… Ya lo has visto.

Tuvimos que volvernos duros, tuvimos que hacernos fuertes, tuvimos que… No íbamos a resolverlo sin violencia. Sin violencia significaba apegarnos a sus leyes, leyes que estaban hechas para que esa situación no cambiara nunca. Había que ser duros, había que ser violentos, había que ser brutales. Con amor si es posible, por la fuerza si es preciso. Y cuando la fuerza manda, entonces los más rudos son atraídos, pero es sólo entonces cuando les importa. Porque si era apegado a sus leyes, entonces no importaba, a ellos no les importaba que se juntaran tres mil, cinco mil, diez mil estudiantes, para pedir de limosna lo que la escuela les debía por derecho, de todos modos sus voces no contaban para nada. Pero diez estudiantes, dispuestos a llegar a donde fuera necesario, a sacrificar sus vidas si era preciso, para conseguir aquello que anhelaban todos los demás. En ese caso las cosas cambian ciento por ciento, ¿Lo ves ahora? Son héroes.

Con todo lo que la escuela había perdido, diez estudiantes, quince, veinte, no significaban nada para ellos. Ellos lo eliminarían del registro y ya está. Como si jamás hubieran sido en la escuela. Hacía falta violencia. No fui diferente a ellos, no tengo intenciones de hacerme la santa. Soy un monstruo. Pero había que ser un monstruo para hacer lo que hicimos. ¿Fui buena? No… no lo fui, ni quería serlo. Fui necesaria, hice lo que tenía que hacer, lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar, si tuviera las agallas para hacer algo. Y ahora que se terminó, estoy aquí… –

Najiko suspiró, batió la cabeza después, como si considerase la existencia de una alternativa, luego negó con la cabeza una segunda vez.

– No había otra forma de lograrlo, ni creo que exista realmente otra forma de hacer las cosas. No. No soy un caso aislado, creo que todos aquellos que estén en posiciones de responsabilidad tienen una o dos cosas que esconder al mundo porque son demasiado horribles para mostrarse. Y si se les presentara la oportunidad a ellos, y supieran aquella es la única vía que hay para hacerlo. ¿La tomarían? Algunos dirán que no, que nunca le harían daño a otro ser humano.

Serán tontos si se atreven a pensarlo de otro modo. No hay otro modo, nunca lo ha habido. Yo lo hubiera intentado, y estoy segura de que mucha otra gente también. Pero el ser humano está hecho de esa forma. La vida está hecha de esa forma, no hay lugar para la benevolencia en el mundo en que los poderosos se mueven, en ninguna forma. Ya sea el jefe corporativo de una gran compañía, el gobernador de una prefectura, o incluso el presidente del comité de costura del vecindario, las reglas que aplicaron para mi aplicarán para ellos. Es así como es el poder, esa es la naturaleza, en el fondo, el poder es monstruoso. Tómalo o déjalo. Y si realmente alguien tiene las intenciones de mejorar algo en este mundo, de cambiar cualquier cosa entonces debes entender que, sin poder, no puedes cambiar nada. –

Najiko se puso de pie y abrió la puerta. Alguien estaba esperándola afuera y ella necesitaba reunirse con esa persona. La persona que estaba detrás del escritorio bajó la hoja, Najiko le sonrió:

–Y si las cosas van a ser así de crueles, entonces bueno… mejor tú en el trono, que alguien más. –

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El rito fúnebre de Yamagata Kouji fue triste. Apenas unos cuantos familiares y conocidos de la familia estaban allí. Kasumi estaba aún en el hospital, y en cuanto se enteraron de lo que había ocurrido, los padres de Kasumi optaron por llevarse a su hija de vuelta en cuanto saliera del hospital.

Por ello fue que al funeral de Kouji ni siquiera su hermana pudo asistir, aunque sus padres colocaron un altar en su inmenso jardín, pues vivían en la zona suburbana de las afueras de Tokio.

Allí, Yamagata Kasumi presentaba a diario sus respetos a Kouji, quien sin embargo, y a pesar de todos sus sacrificios, no pudo hacer que su hermana pequeña se matriculara en aquella escuela, a la que los padres juzgaron de maldita.

Lo cierto es, que aun para sus padres, Kouji era una persona misteriosa y nunca confiaron mucho en él, era simplemente demasiado reservado. Nunca hablaba más de lo necesario y todo el tiempo sus padres intuyeron que algo andaba mal con él. Un trato completamente diferente del que le daba su hija pequeña, quien siempre deposito su confianza en su hermano mayor, tanto así que sus padres nunca pudieron entender qué era lo especial en ese lazo, y decidieron no preguntar, temerosos de encontrarse con algo con lo que no pudieran lidiar.

Tanto había confiado Kasumi en su Onii–chan que no tenía amigas. La mayoría de las chicas que ella conocía eran pequeñas niñas rurales que habían sido criadas a la vieja usanza, y escapaban en cuanto veían al enorme Kouji acercarse siquiera. Kasumi siempre prefirió la compañía de su Onii–chan. Quizá era por esto que Kouji la adoraba más que a nada en el mundo.

Una semana después de haberse recuperado, y de haber vuelto a su casa, Kasumi rezaba en el altar de su hermano mayor cuando se le ocurrió una idea que hizo que sus padres se preguntasen si había enloquecido.

–Quiero volver a esa escuela. –

Hay que decir que después del incidente que la mantuvo en el hospital durante una semana, Yamagata Kasumi tenía miedo de salir sola.

Sus padres se negaron rotundamente. Al menos al principio, pero Kasumi continuaría insistiendo durante día, tarde y noche hasta que fastidió a sus padres. Luego, la llevaron personalmente allí.

La directiva había cambiado y el consejo estudiantil de aquel lugar no era lo que solía ser, bastaba con una breve visita para darse cuenta. Los registros de los alumnos habían sido borrados y con ello, la idea de encontrar lo que había venido a buscar se evaporó. Lo que Kasumi quería, era ver a Tsukiko. Pero por más que lo deseara, por el momento no parecía haber forma de encontrarla.

Su madre, quien le había acompañado en el viaje, le aseguró que la encontraría, eventualmente, aunque por ahora no hubiera nada que hacer.

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La muerte de Asaki Najiko, marcó de alguna manera, el final de todo el sistema escolar como se venía llevando desde que se sentara en aquella silla. Y luego de que muchos otros archivos salieran a la luz, relacionados tanto con la corrupción de los directivos como la del consejo, lo único que quería la delegación policíaca era cerrar el caso, mientras más averiguaban, más horrible se volvía.

El consejo estudiantil quedó prácticamente disuelto luego de todas aquellas averiguaciones y las únicas personas que quedaron dentro de este fueron alumnos que tenían cargos puramente protocolarios, y que por tanto, no podían ser culpados de nada. Nunca volvió a haber un nuevo presidente del consejo estudiantil.

Y aunque así hubiera sido, no había forma de salvar la escuela de su eventual destino, incluso a pesar de que el nuevo rector de la escuela trabajó incansablemente por borrar todos los registros que tuvieran que ver con los sucesos pasados, y en lo sucesivo, recuperar el prestigio que esa escuela tenía antes de la llegada de la última presidenta.

La muerte de la presienta sin embargo, terminó de sellar el destino de toda la escuela, dejando al descubierto el corrompido sistema escolar y monetario, que continuó desmoronándose paulatinamente, evidenciando la incapacidad de los directivos de arreglar todos los otros problemas que el consejo, los directivos y la guerra entre ambos habían ocasionado.

Tras otros cinco años de fracasos, luego de un último curso, los estudiantes que estaban en tercer año se graduaron, sin admitir a nuevos estudiantes, y la escuela cerró permanentemente sus puertas. El gobierno demolió los edificios escolares después de aquello.

Y como además había otras personas viviendo en la casa que fuera la de Najiko, en Tokio, no quedó rastro alguno de que Asaki hubiera estado alguna vez allí.

Para una joven que había logrado lo que nadie había logrado, que había manipulado a los directivos y tomado absoluto control de una de las escuelas más prestigiosas del país durante tanto tiempo, aquel olvido resultó irónico. Para quienes la conocieron, parecía un castigo del destino, de aquel castillo de papel, no quedaba nada.

Por otro lado, el funeral de Asaki Najiko fue todo un evento. Se hizo en las afueras del pueblo de donde ella era, por lo que su cuerpo tuvo que ser transportado hasta allí. La familia Tsushima, a petición de Gouko, su heredero, pagó todos los gastos. A este asistieron personas de todos los sitios posibles, muchos de sus conocidos que vivían en las partes más alejadas del país vinieron a despedirse de ella en esa última ceremonia llena de recuerdos dulces y amargos.

Ashigara Naomi, Tsushima Gouko, Shokushiro Yatake y su esposa, Tamui Shiki, Temari Hana, junto con una docena de colaboradores (algunos de los cuales ya se habían graduado cuando ella murió) estaban allí.

Otoshi Itami también estaba allí, incapaz de entender porque una chica como ella había tomado una resolución como aquella, supuso que se trataba de alguna especie de presión que los directivos ejercían sobre ella. Esa fue la primera vez que los únicos dos hombres que tuvieron contacto romántico con Najiko y que aún estaban vivos, se encontraron. Se entendieron relativamente bien, muy para el pesar de ambos, Asaki repetía patrones.

– ¿La conocías? –

Preguntó Itami, perplejo, al mirar la cara de resignación, del joven que estaba parado frente a él.

–Le conocía, si, demasiado para mi gusto. –

Respondió el sujeto, mostrando una sonrisa rara.

–Era mi novia, cuando iba al colegio, al menos eso me gustaba creer a mí, pero… bueno, no es que sea una sorpresa, yo siempre supe que acabaría de esta forma. –

Itami sintió que la sangre le hervía, si este sujeto lo sabía ¿Por qué no la detuvo? Ella podría haberse salvado, podría haber tenido una vida, alejada de toda esta mierda de la que se había rodeado. Podía haber sido feliz. Sintió ganas de golpearlo.

–No hiciste nada. –

Dijo Itami entre dientes, finalmente, no pudo contenerse.

–No había nada que pudiera hacer, ella era… bueno, Asaki. –

Itami retrocedió un paso, pensativo. Le dio la impresión de que este sujeto sabía más de lo que aparentaba, quizá el haberla conocido por más tiempo le daba ese razonamiento al hablar. Que estuviera en lo correcto era otra cosa.

– ¿Qué quieres decir? –

–Que ella nunca me escuchó. Fui algo así como su mascota, al igual que todas las personas que la rodeaban, nunca nos consideró como personas, no realmente. –

Explicó el sujeto, con un dejo de dolor en la voz.

Allí en el ataúd, Najiko seguía siendo admirada y reconocida por todos. Pero al mirar bien los rostros de las personas que estaban allí, Itami comenzó a comprender, que todos le guardaban resentimiento por algo.

– ¿Le odiabas? –

Preguntó Itami, resuelto a golpearlo en caso de que la respuesta hubiera sido afirmativa. La verdad es que él nunca comprendió el comportamiento de Asaki Najiko, y le molestaba saber que nunca lo entendería.

– ¿Odiarla? No, es sólo que… bueno… ella era… ella. No había forma de relacionarse con normalidad porque nunca lo permitió. No digo que no tuviera corazón; eso sería mentira. Pero… ella nunca dejó que nadie pudiera entender lo que tenía en su interior. –

Todo lo que le estaba diciendo sonaba ahora tan claro a sus oídos, como si este joven hubiera entendido el secreto detrás de la chica a la que él se había esforzado tanto por comprender, en vano. Siendo así, lo único que Itami quería, era saber ¿Por qué?

– ¿Era inevitable? –

Preguntó Itami, mirando al suelo, resignado esta vez, a aceptar la respuesta de esta persona, que parecía saber mucho más acerca de ella de lo que él podía saber, eso no lo hizo capaz de salvarla tampoco.

–Sí, lo era, Yo… traté de convencerla de no ir a Tokio, creo que de algún modo intuía que esto sucedería, pero como he dicho, yo era su juguete, no tenía ninguna autoridad en lo que a ella respectaba. –

Explicó Shokushiro, pensativo, luego se apartó de Itami, quien miraba el ataúd y permaneció allí durante un largo rato.

––––––––––

– ¿Estas bien? –

Preguntó Mazusu, luego de unos momentos de que habían entrado a su casa, volviendo del funeral de Asaki. Shokushiro la miró y asintió sin decir nada.

–Deberías darte un baño, si quieres, puedo preparar algo de cenar. –

Comentó ella mientras entraba a su casa, Shokushiro no dijo nada a esto tampoco, no estaba seguro de que decir.

Caminó de un lado a otro de la sala, pensativo, después de unos momentos, su mujer dejó la olla en el fuego y fue hasta donde él estaba.

–Has estado callado desde que volvimos… ¿Estás seguro de que estás bien? ¿Quieres esperar a la cena? ¿O prefieres dormir ya? –

Preguntó la mujer, Shokushiro negó con la cabeza.

–Puedo esperar a la cena, hay varias cosas que todavía no me quedan muy claras… no es como que todo eso sea importante en absoluto, supongo. –

–Si es importante para ti, entonces creo que me preocupa. –

Respondió la mujer, pero no presionó, sabía de antemano que presionar en un momento así haría que Shokushiro dijera cosas sin sentido.

– ¿Recuerdas la vez que estuvo aquí? –

Preguntó él, Mazusu sonrió, era su forma de iniciar conversación, asintió con una sonrisa.

–Lo recuerdo. –

– ¿Que pensaste ese día? –

Preguntó Shokushiro, Mazusu fue a la cocina, colocó las Gyozas que tanto le gustaban a su marido en un plato y volvió a la sala.

–No pensé que fuera a morir. –

Respondió ella finalmente, con una risa inocente, como si aquello no tuviera ninguna relación con lo que ella había visto en Najiko ese día.

–No… pero tenía algo. –

Insistió su marido, resuelto a saber lo que ella pensaba, Mazusu suspiró, no era fácil de explicar de todos modos.

–Te lo dije en aquella ocasión, ella no parecía entenderme ni yo a ella… éramos diferentes en todo sentido, fue como si estuviéramos en dos mundos opuestos. –

–Ese era el problema… Lo pensé durante mucho tiempo, luego de que ella se marchó y antes de conocerte, y llegué a la misma conclusión, ella y yo nunca podríamos entendernos, el chico de allí, Otoshi–san, estaba en la misma situación… la quería, pero no podía comprenderla, nadie pudo. –

Replicó Shokushiro, parecía arrepentido por algo, a su esposa no le gustó, sintió que él estaba culpándose por la muerte de aquella chica, y no importaba como lo miraras, él no era culpable de nada.

–No creo que hubiera sido alguien incapaz de ser comprendida. –

Respondió Mazusu, su esposo la miró consternado, así que ella continuó.

–Pienso que ella se construyó una torre, una torre alta desde donde pudiera mirar a todos hacia abajo… y entonces nadie pudo alcanzarla, y cuando se dio cuenta de que estaba sola, y de que no podría bajar, se arrojó desde la cima. –

Explicó la mujer, era la mejor forma que ella encontró de decirlo, la más clara también.

–Era su destino. –

Admitió Yatake, bajando la cabeza. Su esposa lo miraba atentamente, así que él continuó.

–Mi padre dice que, la primera alma que tu orgullo reclama, es la tuya. Existe gente como ella en ocasiones, existen personas así de cuando en cuando… Inteligentes, carismáticas, orgullosas, pero no pueden adaptarse a vivir en sociedad. Su orgullo y su… arrogancia ponen una barrera entre ellos y los demás. Podrían llegar a ser grandes empresarios, o presidentes, o generales. Pero no hay para ellos ningún incentivo que valga, carecen completamente de motivación. La única cosa que puede moverlos a actuar, son sus propias emociones: amor, ambición, venganza, odio… No aceptan las reglas, y son incapaces de incorporarse a un sistema que no pueden manipular a su antojo. Son un peligro para cualquier forma de organización humana, porque siempre escogerán morir a ser esclavos. Son personas decididas a dominar, o quemar el mundo a su alrededor. –

Mazusu sintió un escalofrío.

–No suena como a una vida que me gustaría vivir… –

Respondió, sintiéndose incluso un poco mal por expresarse así de alguien que, ella sabía, era apreciada por su esposo, pero él no se enfadó.

–No… definitivamente no. –

Respondió él, y siguió comiendo. Luego fueron a la cama. Por primera vez en todo su matrimonio, Shokushiro parecía deseoso de sólo dormir, pero ella lo entendió. Una vez que éste durmió, ella acarició el cabello de su esposo durante un largo rato, quizá agradeciendo silenciosamente por el hecho de haber vivido, hasta ahora, una vida normal, por ser un ama de casa, Y ¿por qué no también? Agradecerle porque, sin que él lo supiera todavía, dentro de poco sería madre.

–––––

Al final de la calle 35 en el barrio de Osuku, en el distrito comercial de Tokio, en una casa marcada con los caracteres Haguraka, una mujer lavaba la ropa. El distrito comercial del barrio de Osuku, no se caracterizaba precisamente por atraer demasiada gente, aun así la panadería que la familia tenía en aquel distrito, les había dado suficiente para vivir cómodamente durante los últimos doce años.

Por ello es que pudieron permitirse el pago de la matrícula de una escuela superior renombrada e incluso rentar un lugar en donde su única hija pudiera tener la asistencia asegurada, dado que el plantel se hallaba algo lejos como para ir y venir todos los días.

La señora, llamada Tsumire, atendió el timbre que sonaba con insistencia desde hacía ya unos minutos, aunque no se imaginaba quien podría ser. Su esposo estaba trabajando en la panadería y no eran vacaciones. Quizá fue por eso que casi se desmaya al ver parada a su única hija en la entrada, con los ojos hinchados y el cabello revuelto, además de que tenía el rostro y las manos manchados de sangre.

– ¿Qué diablos está ocurriendo aquí? –

Detrás de ella, apareció un oficial de policía, quien llamó a la señora un momento, explicándole después que habían encontrado a su hija sentada junto a un supuesto estudiante de escuela, el cual, muerto, resultó tener seis balas en el cuerpo. A pesar de que la policía pidió informes a la muchacha acerca de los autores del asesinato, la chica aseguró que no sabía nada. Tuvieron que tomar los registros escolares para dar con su identidad, y así fue como la trajeron hasta su casa. La señora suspiró aliviada al darse cuenta de que su hija era una testigo y no el criminal, de lo que fuera que estuviera pasando. Pero Tsukiko no hablaba.

Una vez que el oficial de policía se marchó, pidiéndole encarecidamente a la señora que reportara si averiguaba algo, la señora entró a su casa, pero por más que trató de hablar con su hija, esta no respondió nada que no fueran balbuceos, y se fue a dormir.

Por la noche, cuando el padre de Tsukiko llegó a la casa, su esposa le explicó lo que había pasado. Lejos de comprender que lo que había pasado era asunto de vida o muerte, y que Tsukiko había perdido a alguien especial, el señor se enfadó con su hija y le castigó sin salir, cosa que a la chica no le importó, en absoluto. Terminó peleando con su esposa por el mismo hecho, pero no se resolvió nada.

Al día siguiente la situación no mejoró mucho, ni al siguiente, ni el día después de ese. Pasaron dos semanas y Tsukiko seguía sin hablar. Fue una mañana de miércoles cuando Tsukiko, al parecer sin razón alguna, comenzó a tener vómitos y mareos. Y por ello fue que llevaron a Tsukiko con un médico.

Tsukiko salió de la sala del doctor una hora después, y dijo sus primeras palabras concretas a sus padres, quienes esperaban el resultado, bastante preocupados.

–Estoy embarazada. –

––––––––––

Kasumi estaba limpiando el patio de su casa cuando alguien llamó a la puerta, levantó la vista para ver si podía mirar por encima de la cerca, pero los arbustos, que ahora eran bastante grandes, se lo impidieron.

El viento movió su cabello con suavidad al tiempo que ella dejaba la escoba a un lado y se aproximaba, con cierta desconfianza (por lo que había ocurrido en su último día de clases) a la puerta. Su madre salió de la casa sólo para mirar a Kasumi abrir la puerta, a pesar de que se lo había prohibido.

Algo le dijo a Kasumi que lo mejor era que abriera esa puerta.

– ¡Tsukiko! –

Gritó ella cuando la vio allí parada frente a ella, había cambiado un poco y su rostro parecía más delgado. Iba a abrazarla cuando notó la ligera hinchazón en su vientre.

Abrió los ojos todo lo que pudo, preguntando silenciosamente si se trataba de lo que ella pensaba que se trataba. Es decir, que ella había quedado encinta de su hermano mayor.

Tsukiko asintió, con lágrimas en los ojos.

Y entonces Kasumi, también con lágrimas en los ojos, abrazó a su amiga, con tanta fuerza, que Tsukiko tuvo que quejarse.

–Duele… Kasumi–chan –

Kasumi se separó, y llorando, reclamó.

– ¿Cómo diablos es que no lo sabía? Me dijiste que eras mi amiga. –

–No me dejaban salir. –

Tsukiko señaló hacia atrás de ella, sus padres estaban allí. Fue entonces que la madre de Kasumi también se acercó. Y aunque al principio no podía creer que su hijo mayor realmente hubiera conseguido una novia, las palabras de Kasumi obligaron a sus padres a aceptarlo.

Los padres de ambas chicas hablaban acerca de estas cosas dentro de la casa, Tsukiko estaba junto con Kasumi, sentadas en el jardín, frente al altar que había en el patio para Kouji.

– ¿Cómo le vas a poner? –

Preguntó Kasumi, bastante ilusionada con el tema.

–Bueno… aún no se si es niño o niña, quizá no tarde mucho más en saberlo. –

–Yo te apoyaré, sabes que lo haré, te ayudaré en todo lo que necesites. –

Insistió Kasumi, se lo había dicho como unas treinta veces en el poco rato que llevaba en casa de Kasumi.

–No vine por eso… –

Repitió Tsukiko, luego suspiró.

–Mis padres pueden hacerse cargo del aspecto monetario, y yo puedo trabajar en la panadería de papá una vez que haya tenido al bebé, pero… –

– ¿Pasa algo malo? –

–Ya sabes que Kouji… y bueno yo… me preguntaba si tú… quisieras ayudarme, a darle cariño… ya sabes. –

Kasumi sonrió, comprendiendo que el hecho de que el pequeño creciera sin un padre era algo que acomplejó a Tsukiko desde el momento en que se enteró que sería madre, de algún modo consideraba que una sola persona no bastaba, Tsukiko había venido a convertirla en Onee–chan, ahora era su turno, y a decir verdad, Kasumi aceptaba gustosa ese papel.

–Te ayudaré con eso… estaré encantada de quererlos… a ambos. –

Kasumi tomó la mano de Tsukiko al decir eso, y le sonrió, Tsukiko la miró por unos momentos, luego asintió y recargó su cabeza sobre el hombro de Kasumi.

–––––––––––

Tsugimoto Saji había sido enterrado en un cementerio en la parte oriental de Tokio, esto fue porque su familia había decidido que estuviera junto con el resto de la familia, luego de que se revelara su inocencia. Hasta allí fue Naomi, llevando la fotografía que había tomado de las pertenencias de Najiko, para colocarla frente a su tumba.

Algunos días después de haber sido transferida, y pensativa acerca de lo que debería hacer, de ahora en adelante, tanto con la fotografía como con su vida misma, Ashigara Naomi había decidido traer la fotografía a la tumba de Saji. Tsushima Gouko leyó la mente de Ashigara, y le ofreció llevarla. Ella asintió. Y como no quería ir sola, Gouko tuvo que llevar en su automóvil a los padres de Naomi también, quienes pensaron que Gouko era el novio de Naomi.

Sin embargo, Tsushima Gouko se limitó a conducir el automóvil, y cuando llegaron, lo único que dijo fue:

–Es aquí. –

Dijo, sereno, esa serenidad le daba escalofríos a Ashigara, porque a pesar de todo lo que había pasado, Gouko seguía siendo el mismo, como si todo lo ocurrido no le afectara en lo absoluto. Luego bajó del auto, y abrió la puerta educadamente para que Naomi y sus padres pudieran bajar, todo esto en el más completo de los silencios.

–¿No quieres venir? –

Preguntó Naomi, tratando de ser amable. Gouko negó con la cabeza.

–Yo no tengo nada que hacer allí. –

Fue lo que dijo, serio, inmutable.

Por mucho que le disgustara el significado de aquella afirmación, Naomi tuvo que aceptar que tenía razón. Girando la mirada trató de tranquilizarse. Tsushima Gouko permaneció en silencio junto al auto. ¿Desde cuándo? Bueno, desde que ella le conocía.

A decir verdad, fue en ese momento que se dio cuenta de algo importante. Ella no conocía a Tsushima Gouko, de hecho, nadie le conocía, él solo estaba allí cuando era requerido, y momentos después desaparecía. Gouko había sido el ejecutor de Asaki Najiko incluso antes que Yamagata (antes de que esa palabra alcanzara ese significado tan lúgubre) y aunque éste último era conocido por su ferocidad, cuando se trataba de un asunto que requiriese silencio, Najiko prefería enviar a Gouko, incluso el propio Kouji dependía de él para ocultar algunas evidencias.

Nada se sabía, sin embargo, de su vida privada. “Incluso aquel desgraciado de Yamagata tenía sentimientos, de odio, pero ahí estaban.” Pensaba Naomi.

Los padres de Naomi se adelantaron un momento, pensando en ser amables con su hija, pero Gouko no parecía nervioso o avergonzado. Naomi sin embargo, sólo se aproximó a la tumba de Saji, por el contrario, Gouko permaneció fumando, no había ninguna necesidad de acercarse, Naomi había venido a expresar sus sentimientos, sentimientos que evidentemente ella  no podría compartir con nadie.

–Bueno, supongo que con esto estamos a mano. ¿No es verdad? Tsugimoto–kun. –

Evidentemente no hubo respuesta, le resultó algo triste pensar que ahora, ella era la única que sabía lo que había ocurrido, desde el principio. Y la única había conocido a Najiko lo suficiente para entenderlo.

–Yo te la arrebaté ¿No es cierto? Todas esas veces que quisiste acercarte, de una forma tonta, por cierto… Y yo lo arruinaba siempre… –

Recordaba el como ella misma se había ofrecido, sin decir nada, a mantener a Tsugimoto alejado de su amiga, Najiko dijo entonces que no le agradaba, aunque Naomi siempre supo que en realidad era todo lo contrario.

–Trataba de alejarla de ti, supongo que fui tonta en realidad, porque lo que tenía que haber hecho era ayudarles a acortar distancia. Aunque creo también que en algún momento, toda esa fachada que ella tenía de “No me importas” realmente te convenció. No era verdad, ella te adoraba, tú… le hiciste mucho daño ¿Sabías? Y yo te odiaba por ello, aun te odio, de todos modos. –

Finalmente, allí, sola, pudo admitirse a sí misma algo que había estado dándole vueltas todo este tiempo en la cabeza. No fue Asaki Najiko quien cometió el error, fue ella. Al menos así es como se sentía: culpable.

Fue la culpabilidad lo que mantuvo a Ashigara Naomi en silencio, la idea de haber fallado de una forma tan determinante fue lo que le hizo decirse a sí misma que jamás volvería a fallar. Y no lo hizo, no importaba lo extraña, peligrosa o terrible que fuera una orden de Asaki Najiko, ella las cumplió todas, con la esperanza tal vez, de redimirse.

– ¿Sabes lo difícil que fue? Fingir que creía en esa sonrisa falsa cuando sabía que ella estaba destrozada, callarme la boca mientras la miraba intentarlo una y otra vez, y no tener derecho a decir nada… Yo sabía que todo estaba mal, ella estaba mal, enloqueció… pero yo la amaba, tanto como ella a ti. –

Se quejó, limpiando sus lágrimas luego con un pañuelo.

–Para luego verla perderse en ese espiral maldito de venganza, alcohol, sufrimiento y noches en vela… y al final te la llevaste… –

Se detuvo por un momento, llorando.

–Supongo que siempre fue para ti en realidad… pero cuando puedas… dale mis recuerdos… por favor. –

Dijo eso sosteniendo la fotografía contra su pecho, de las tres personas que había en la fotografía, la única que seguía con vida era ella. Resultaba irónico que era una fotografía de hace dos años, de cuando estaban en primer grado del instituto. Sin ganas de querer pensar en eso otra vez, dejó la fotografía en el altar y se dio la vuelta, abrazó a su madre después. Tsushima se encargó de nuevo de llevar a la familia a su casa.

Naomi iba pensativa después de aquello, mientras aquella sombra sin nombre conducía el automóvil. En cierto modo, Naomi estaba acostumbrada al silencio de Gouko, nunca le había importado mucho. ¿No tenía sentimientos? Se preguntaba en ese momento, pero al mirar por el espejo retrovisor y ver a un sujeto conduciendo con la mayor de las normalidades, ese pensamiento se evaporó. Él no podía entenderla, nada había cambiado para él.

Y eso la insultaba.

Las vidas de todos aquellos que ella consideraba importantes, nada representaban para Tsushima Gouko. Naomi recordaba haberlo visto mucho tiempo antes, cuando era el presidente del comité de disciplina, como ella era la delegada del salón y Gouko acababa de ser escogido, intercambiaron palabras antes de todo este desastre que fue el consejo estudiantil.

Pero ni aún entonces era diferente. Sólo miraba en silencio los reportes, asentía y daba su respuesta. Eso era todo.

Luego de que entraron a la casa, el automóvil permaneció en ese mismo lugar durante un rato. Los padres de Naomi sabían un poco acerca de lo que había pasado, y por ello fue que no hicieron preguntas. Pero cuando la señora corrió la cortina de la casa y se dio cuenta de que el automóvil seguía allí parado, llamó a su hija.

–¿No vas a invitarlo a pasar? A tu novio, Tsushima–kun, se ha comportado muy extraño todo el camino. –

Preguntó su madre, suponiendo todo mal.

–No es mi novio, madre. –

Respondió Naomi acalorada.

–No hay nada de qué avergonzarse, el hecho de que haya decidido estar a tu lado en estas horas amargas, prueba que le interesa al menos ¿No es cierto? –

Preguntó la señora, y luego volvió a la sala. Naomi permaneció un momento mirando a la ventana, cuando se hartó de esperar, salió de la casa y se dirigió al auto, con intenciones de hacer que Gouko se marchara.

–Tu trabajo está terminado, Tsushima–kun. –

Le dijo Naomi, la ventanilla estaba baja, Gouko fumaba de nuevo, ahora que lo pensaba, él estaba fumando demasiado.

–Tienes que dejar el tabaco. –

Agregó, tratando de sonar más amable que en la frase anterior.

–Mi trabajo está terminado, es cierto. –

Respondió Gouko, pero no se movió, Naomi arqueó una ceja. ¿Se había dado cuenta de lo que ella quería decir con eso? Y si así era ¿A que estaba esperando? Pero no dijo nada, sólo suspiró. Gouko continuó.

–Nunca volveré a ser requerido, no estoy seguro de lo que voy a hacer ahora. –

Explicó, era la primera vez que Naomi lo miraba ser así de inseguro con algo, como se ha dicho, Gouko no solía hablar, mucho menos dudar. Cumplió, en todo momento, las ordenes que se le dieran, al pie de la letra, como una especie de máquina, máquina que ahora no tenía ninguna utilidad, que debería ser desconectada.

–Bueno, puedes comenzar por graduarte. –

Mustió Naomi, no muy segura de qué debería decir. Estaba enfadada porque Gouko no se mostraba triste por lo ocurrido, pero al parecer él tenía sus propios problemas.

–Entonces… ¿Se acabó? ¿Vete a casa? ¿Qué clase de final es ese? –

Preguntó Gouko, dejando escapar un poco de coraje en esas palabras. Naomi no comprendió sus sentimientos, pero entendió que Gouko estaba molesto por lo que había pasado, no sabía decir si estaba triste por Najiko, pero estaba enfadado con ella.

–Ninguno, yo creo. –

Respondió finalmente, luego sonrió amargamente.

–No, no lo es, pero seguro que te estoy molestando, debería irme ahora. –

Eso fue lo que dijo, pero ahora estaba temblando al tomar el volante. Naomi lo miró por un momento, sintió algo de lastima por él. Estaba al tanto de que, de alguna forma, ese sujeto le había salvado la vida cuando menos unas dos veces (aunque fuera sólo por cumplir sus órdenes) y realmente no quería verlo en ese estado.

Por otro lado, aun se sentía bastante mal por la experiencia que había tenido al dejar la fotografía y por lo reciente de la muerte de su amiga, así que no estaba segura de cómo reaccionar. Escuchó el automóvil encenderse mientras ella se daba la vuelta y como un relámpago, su cerebro se iluminó. Naomi era buena intuyendo desgracias, siempre se le hacía un nudo en la garganta cuando alguna se acercaba.

Se volvió inmediatamente y abrió la puerta del automóvil, Gouko la miró sin comprender, justo antes de pisar el pedal.

–De ahora en adelante Gouko, vas a venir por mí para llevarme a la escuela todos los días. –

Le dijo, con cara seria, el rostro de vicepresidenta que solía poner para transmitir alguna orden. Gouko se quedó perplejo.

–Estoy segura de que sabes que es tu culpa que la presidenta me haya transferido tan lejos, así que no esperarás que haga yo sola el camino hasta allá todos los días, también tienes que traerme de vuelta, es todo. –

Explicó Naomi, fingiendo que revisaba algo en la tabla que aun ahora llevaba en las manos. Aquella sería la última vez que la llevaría, sin embargo.

–Comprendo. –

Respondió Tsushima, asintiendo. No estaba seguro de porqué, pero en cierto modo esto era mejor que solo quedarse sin hacer nada. Quizá la presidenta le había advertido a su amiga que algo así pasaría, estaba dentro de lo posible.

–Estoy al tanto de que me salvaste la vida varias veces… gracias por eso. –

Agregó Naomi, no muy segura de cómo terminar con esta conversación, si Gouko comenzaba a preguntar, ella estaría demasiado nerviosa y demasiado avergonzada para responder con claridad. Por lo menos Gouko tuvo el suficiente tacto para entender ese detalle de ella.

–No tienes que agradecer, era mi trabajo. –

Respondió él, si nada había cambiado para él, entonces Naomi podía seguir siendo Naomi, como siempre había sido con él. Ahora que lo pensaba, tener que estar al tanto de que Tsushima tuviera algo que hacer era quizá su castigo por lo ocurrido con Saji. Si era así, podía decir que la presidenta se había excedido en el castigo, pero después de todo, estaba dispuesto a perdonárselo.

–Aún es tu trabajo, Tsushima. –

Le respondió ella, y sin dar más tiempo a más preguntas y respuestas, Naomi se dio la vuelta.

–Ahora vete, tienes que estar aquí temprano mañana. –

Dijo, e inmediatamente después, entró a su casa. El automóvil arrancó.

Una vez dentro de su casa, Ashigara Naomi suspiró y dirigiéndose al mueble de su padre, tomó una botella de whiskey, se sirvió en un vaso y se sentó en uno de los sillones de su sala.

Todo esto frente a la mirada atónita de sus padres.

Miró su tabla de nuevo, en ella, estaba escrita una lista de personas que deberían ser asesinadas. Eran los nombres de todos y cada uno de los maestros que estaban en servicio el día y la hora en que Tsugimoto Saji fue acusado. La tenía desde que Najiko se la había dictado, estando solas las dos, en la sala del consejo estudiantil. Se había vengado.

Tachó la última que quedaba, Hideyoshi Kuhara, y dejando la tabla en la mesa, bebió un sorbo del vaso. No estaba mal.

–Te equivocaste Najiko, lo que hicimos fue una secta, no un consejo estudiantil.

FIN