Capítulo 4: Que trata de las guerras floridas, el país de la luna, y el matsuri más extraño que pudiera haber.
Estaba cenando en cada de Metzelli, cuando volví a casa ella estaba parada, diciendo que su padre quería conocerme. Yo encogí de hombros y la seguí. Estaba cansado, es cierto, pero no es como que tuviera muchas ganas de cenar solo otra vez.
–Así que ¿Te has acostumbrado a vivir aquí? –
Preguntó. El padre de Metzelli, Ahacal… (Creo que así se pronuncia) era un hombre alto y fornido, del mismo color de piel que todas las personas de aquí, con el cabello largo y trenzado. No diré que se veía femenino, era más como esos guardias de los templos de las películas, donde solo tienen una trenza y se afeitan el resto de la cabeza.
–Bueno… a decir verdad… no. –
Respondí, el hombre volteó a ver a su hija, creo que mal entendió mi respuesta.
–No se trata de ella, se lo aseguro, ella ha hecho un excelente trabajo, es solo que, bueno, las cosas son muy diferentes al lugar de donde vengo. –
Expliqué, él asintió.
–Imagino que sí, las grandes ciudades tienen ese efecto en las personas. Todavía hay mucha gente que piensa que eres un espía o un enemigo de algún país lejano, pero con el tiempo… –
Comentó él, comiendo su sashimi, o amilotl, como le decían ellos. Estaría bien poder acompañarlo con algo de salsa de soja, pero aquí no hay.
–No soy un enemigo. ¿Cómo voy a ser un enemigo si en mi país ni siquiera sabíamos que este sitio existía? –
Expliqué. Metzelli me miró con curiosidad.
–Es decir… ¿Tú nunca oíste hablar de este lugar? Eso resulta un poco… difícil de creer. –
Comentó el hombre, su mujer intervino.
–El mundo es muy grande… tal vez en una aldea remota… –
Comentó ella.
–El otro día hablaste de un sitio extraño… lo llamabas… el mar. –
Comentó Metzelli. Su padre volteó a vernos, bastante interesado.
–El mar es lo que separa la tierra de la tierra, es agua, mucha agua… –
Metzelli volteó a ver a su padre. Él asintió.
–Existe un sitio como el que dice… –
Admitió. Por fin, alguien con cordura.
–Más allá del ultimo señorío, hay agua… ¿Es esa agua de la que hablas? –
Yo asentí con la cabeza. La señora Anci me miró perpleja.
–Pero… eso es imposible… solo los dioses pueden venir de allí… –
Repetí lo que había dicho con anterioridad.
–Antes de llegar al sitio donde los dioses viven… esta mi país… –
–Un país más allá de todos los países… impresionante. –
–Aun así, no veo cómo es que acabó en medio de la nada. –
Comentó Metzelli.
–Es difícil incluso para los sacerdotes entender los designios de los dioses, lo único que no creo, es que lo hayan enviado para ser un espía. –
Replicó la señora Anci. Seguimos comiendo después de eso. Metzelli quería saber lo que me habían preguntado los sacerdotes.
–Dijeron que debería tratar de adaptarme a este sitio… y que volveríamos a vernos. –
–¿Eso fue todo? –
Preguntó ella.
–Bueno… también hablaron de sacrificios… pero no sé si quiero hablar de eso. –
Respondí.
–Me basta con saber que no serás uno de ellos… hay rumores de que los prisioneros se están terminando desde hace varios días. –
Explicó.
–Creo que muy pronto será época de guerra otra vez… –
Admitió su padre. ¿El lucharía? ¿Pero que no era un civil? Su mujer lanzó un suspiro.
–¿De nuevo? pero… ah… –
Supuse que no quería ver a su marido ir a la guerra ¿Y quién querría?
–¿Me dejarán ir esta vez? –
Preguntó Metzelli. Yo tosí cuando ella preguntó eso.
–¿Qué se supone que significa eso? –
Pregunté, ambos, padre y madre de ella me miraron con desconcierto.
–Quiero ir… la última vez era una niña muy pequeña… .–
–¿Y que se supone que hará una chica en un sitio como ese? –
–Preparar comida, las camas, conseguir agua… las cosas que se hacen… –
–Pero… ¿En la guerra? –
Pregunté. Ella sonrió y encogió de hombros. Su padre intervino.
–¿No hay guerras floridas de dónde vienes? Aki. –
Preguntó él, yo negué con la cabeza.
–No es eso… es que… es una chica… –
Hasta donde yo sé, el único sitio donde las chicas van a la guerra, es en los animes y en los mangas. Y eso es siempre porque ellas tienen equipos súper poderosos y esas cosas que hay en las novelas. En la vida real, se quedan en casa.
–¿Las mujeres no van? –
–¡Claro que no! –
Me quejé.
¿Acaso soy el único aquí con sentido común?
–Escucha Aki… al menos en este sitio, toda la población marcha… hay muchas cosas que hay que hacer antes y después del combate… necesitan mucha gente. Tal vez cuando es una aldea pequeña… las guerras son simples, pero en nuestro caso, el Huetlatoani querrá cada mano de la que pueda disponer. –
–Pero ¿Y si… le pasa algo? –
Pregunté. Metzelli me miró sonriendo.
–No debes preocuparte por eso, tenemos suficientes soldados, para cuidarnos a todos, solo ellos toman parte en el combate, nosotros no haremos más que asistirlos para que puedan concentrarse en luchar. –
Comentó el señor, y me puso una mano en el hombro. Yo suspiré. Tal vez las guerras no eran como yo creí que eran… esa podía ser una razón. Había muchas cosas que eran diferentes, tal vez… esto era igual.
La idea me ayudó a tranquilizarme un poco.
Luego de la cena, Metzelli me acompañaba mientras yo estaba preparando mis cosas para el día de clases que venía.
–Perdón por lo que dije antes… las cosas son… diferentes. –
Le dije, sin mirarla. Ella estaba parada al lado de mí.
–No te preocupes… has avanzado mucho en entender nuestra lengua… –
Comentó ella. Yo voltee a verla. Sonreía, aunque yo no podría decir porque. Había estado sonriendo desde la cena.
–Bueno… creo que empiezo a aceptar que… el idioma no lo es todo. –
Respondí, suspirando. Todo listo. Estaba listo para el día de clases de mañana, comenzaba a anochecer.
–La siguiente semana es el festival de Tonatiuh… –
Explicó.
–Lo sé, lo han dicho antes en el Telpochcalli. –
Expliqué. Ella empezó a moverse nerviosamente.
–Y tu… ¿Quieres ir? –
Metzelli me miró a los ojos. Hay una cosa que es igual que en mi país, y eso es, la belleza de las chicas, y su… poder de persuasión. Lo digo porque luego de verla por unos momentos, yo sabía que no podía negarme.
–Claro que si… no sé si sea como los que estoy acostumbrado pero si… definitivamente sí. –
–Sobre lo que dijiste antes… –
Comentó, girándose.
–Lo siento… –
–No eso… bueno, te preocupaste por mí. Imagino que tu pensamiento era ¿Qué si le ataca un enemigo? O ¿Qué si le muerde una serpiente? O algo así… –
–Más o menos… –
Ella avanzó un paso hacia mí.
– A veces tu falta de sentido común puede ser encantadora. Mis padres están un poco… preocupados porque paso mucho tiempo contigo… pero creo que eso está bien ¿no es cierto? –
Se acercó a mí, no logré hilar lo que estaba diciéndome, y no hacía mucha falta que digamos, porque estaba demasiado perturbado por lo cerca que estaba ella de mí.
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté, empezaba a marearme de nuevo. Sus pechos temblaron a escasos centímetros de mi cuando ella se acercó y casi junta su nariz con la mía.
–Tu… no estas casado ¿O sí? –
Preguntó ella.
–Cla… claro que no… –
Le respondí, tartamudeando.
–Genial ¿Iras conmigo al festival entonces? –
Preguntó finalmente. Ya le había dicho que si… bueno, le dije que iría, creo que ella estaba haciendo su invitación formal ahora.
–Iré contigo… –
Respondí, Metzelli se separó de mi luego de eso.
–Tengo que ir a dormir, mañana hay que levantarse temprano… –
Yo suspire. Tenía la firme impresión de que en alguna parte de todo esto me había perdido una parte importante de la conversación. Era difícil leer el ambiente de aquí. Pero ´por supuesto que no podía preguntarle. Esperaba no estar haciendo algo indebido al decirle que sí.
Al día siguiente, luego de pasar cuatro horas entrenando combate, estábamos en la hora del descanso. Desde hacía algunos días, yo hacía cuerda para la señora Anci, a cambio ella me daba pan de maíz para comer.
Hacer cuerda era entretenido y ahora tenía cosas para comer. Me gustaría volver a probar esa fruta que le pusieron la última vez.
–Has mejorado mucho. –
Comentó Icihuatl–Sempai, poniendo, de nuevo, una mano en mi hombro. Me ofreció una fruta que yo no conocía, la tome por cortesía.
–Hay una pregunta que quiero hacerle. –
Respondí. El asintió.
–¿Qué es la temporada de guerra? –
Icihuatl Sempai sonrió satisfecho.
–Así que estas ansioso de probar tu valor ¿No? Bueno, frente a eso solo puedo decir que los estudiantes como nosotros no combatiremos inmediatamente… –
Explicó.
–Si bien… no es que quiera probar nada, solo… lo escuché, no hay cosas así de dónde vengo… –
–La temporada de guerras floridas es cuando los dioses dan su autorización de ir a la guerra. Se hace un gran sacrificio en el festival, para dar inicio, y luego, el emperador decide a donde iremos esta vez. –
Lo sabía… todo en este sitio tenía que ver con sacrificios. Ya me estaba acostumbrando a la palabra. No creo que pudiera acostumbrarme al evento, de todos modos.
–¿Y todos van? –
Pregunté. No es que lo dudara pero…
–Si quieres saberlo… si, iremos, no tienes que estar tan ansioso. –
Alguien más se percató de que estábamos hablando e intervino.
–No me vas a vencer allá… –
Etzatlán se acercó diciendo eso, secándose las manos porque estaba lavándoselas. Icihuatl Sempai sonrió amablemente.
– A no ser que algo extraordinario suceda, ninguno de los dos va a ir al combate esta vez… –
Se quejó él.
–Pero soy bueno… –
–Todavía no. –
Replicó él. Icihuatl Sempai podía ser aterrador si se lo proponía.
–Pero iremos… –
Comenté… de todos modos, a mí me seguía pareciendo algo peligroso. Icihuatl Sempai asintió.
–Por el momento, es poco probable que hagan más que el trabajo de los estudiantes, no se preocupen, habrá muchas guerras por venir, todos hemos pasado por ello. –
– Icihuatl Sempai, hablas como si fueras a luchar… –
Comenté. Él asintió, creo que quería decirlo de alguna manera.
–Si a los dioses les place, seré aceptado como “Coyotl” y en tal caso, podría estar en las líneas. –
Explicó. Yo no entendí nada que no fuera lo obvio. Coyotl, era, al parecer, un tipo de soldado. Pero Etzatlán si entendió, y lanzó un sonido de asombro.
–Vaya, eres sorprendente… de verdad… –
Icihuatl Sempai negó con la cabeza.
–No tanto, primero falta que los sacerdotes y los dioses lo aprueben… –
–Aun así… calificaste… –
Insistió Etzatlán. Convencido de querer estar asombrado, yo asentí. Seguro que tenías que ser muy bueno para calificar como… ¿soldado oficial? No sé cómo se usa aquí, pero imagino que eso era.
–Vamos, tenemos practica de ulama después de esto… estén listos. –
Ah… cielos… este juego de pelota tan raro… a ponerse el cinturón de nuevo… ¿Cómo se llamaba? Ah, si… el chimalo. Pensando en ello mientras me lo ponía me preparé para el dolor en las caderas del dia siguiente.
Por suerte, Etzatlán estaba en mi equipo esta vez. Así que no puedo decir que fue duro, no me tomó mucho darme cuenta de que, al menos en este lugar, él era el más competitivo. Siempre quería ganar.
Mientras salíamos de la escuela, Etzatlán se acercó a mi…
–Veo que te agrada el Ulama. –
Comentó.
¿En verdad?
–No tanto… –
Comenté.
–Pero te esforzaste mucho… –
Replicó él, con algo de desconcierto. Me esforcé porque sabía que Etzatlán se enfadaría si perdíamos.
En ese momento, una mujer se acercó a nosotros. No la había visto nunca, ni ella a mí, y reaccionó de forma extraña cuando me encontró hablando con Etzatlán.
–¿Qué cosa eres tú? –
Preguntó ella. Creo que eso fue lo que dijo. Me llamó cosa.
–Déjalo hermana. Es un compañero de clases. –
Respondió Etzatlán.
–Ella es mi hermana mayor, Atoyatli. –
–La Onee–san de Etzatlán… –
Comenté, más para mí que para ellos. Sonaba gracioso cuando lo decías en japonés, pero creo que esas cosas no funcionan en el idioma de ellos. La chica parecía perturbada.
–Acaba de hablar una lengua extraña… ¿Es una maldición? ¡Aléjate de mí! –
Exclamó, retrocediendo. Etzatlán se llevó una mano a la cara.
–Me voy… esta mujer está avergonzándome. –
Vaya, parece que algunas personas realmente me tenían miedo o algo así. No puede hacerse nada, lo único bueno de esto, es que ahora sabía que Etzatlán tenía una hermana mayor. No diré que era muy linda, no pude verla bien. Atoyatli… se llama. Vaya un nombre.
Encogí de hombros y caminé solo de vuelta a casa. Al menos ahora me sabía el camino. Nada más pasó después de eso.
Así llegó la noche antes del festival… El festival de Tonatiuh, es, pues, el festival del sol. Le comenté a Metzelli que estaba entusiasmado, pero no le dije por qué. Ella sonrió. Estábamos afuera de su casa, y como dije, era de noche.
–Es bueno, verás muchas cosas que estoy segura de que nunca has visto en otra parte, mucha gente de todos los rincones viene para el festival. –
Explicó ella, estaba visiblemente emocionada.
–No sabía que le permitirían a un extranjero asistir. –
Comenté. Era una duda que tenía, pero ya que ella me había invitado tan despreocupadamente, no se lo mencioné antes.
–Al contrario, entre más gente venga al festival mejor… –
Comentó ella. Si algo me agradaba de Metzelli es que nunca perdía ese aire radiante y animado.
–Si pero… bueno, yo soy diferente. –
Expliqué, ella negó con la cabeza.
–Pienso que tú eres el más consciente de esas cosas, deberías dejar de pensar tanto en eso… no puedes adaptarte bien si sigues viéndote a ti mismo como “diferente.” –
Puede que ella tuviera razón en lo que decía. En Japón, ser diferente no es algo muy bueno que digamos, eso también puede ser.
–¿Por qué mejor no me dices como es tu isla? –
Preguntó ella, parecía interesada.
–Bueno… –
¿Por dónde empezar?
–Es un lugar bonito… –
Expliqué, ella se rio, llevándose una mano a la cara para cubrirse.
–¿Cómo se llama? –
Preguntó Metzelli.
–Japón. –
Respondí yo, ella ladeó la cabeza.
–¿Solo así? ¿No significa nada? –
Preguntó Metzelli, confundida.
–Claro que tiene un significado… en mi idioma. –
Respondí.
–¿Y cómo lo dirías en este idioma? –
(iueitlahtokayouh in tonatiu)
–“El imperio del sol.” Más o menos… –
Expliqué, bajando la cabeza.
–Es un nombre muy bonito… No hay duda de porque eres tan diferente entonces. –
Explicó, sonriendo y colocando sus manos atrás.
–¿Qué significa el nombre de aquí? – pregunté, porque había picado mi curiosidad.
Metzelli sonrió y se acercó a mí.
–El centro de la luna. –
Explicó finalmente, con una amplia sonrisa. No sé por qué, pero sus palabras me reconfortaron, era un país completamente distinto, hasta sus significados eran opuestos. Tal vez eso no era tan malo, o tal vez, me gustaba un poco Metzelli.
–Un visitante del país del sol… eso incluso explica tu piel clara… –
Dijo después, yo sonreí.
La señora Anci salió luego de la casa.
–Niña, tienes que dejar que vaya a dormir, y tú también deberías ir a dormir. Hace ya rato que se escucha el canto de los grillos. –
Explicó.
–Tu madre tiene razón, tengo que irme. –
Expliqué. Ella asintió con la cabeza.
–Sobre lo del festival… –
Comentó, antes de entrar.
–Mantengo lo que dije. –
Respondí.
Y ella entró. Me di la vuelta luego de eso, mañana sería un buen día, sin duda alguna.
Todavía no sabía cómo sería este festival del sol, como le llamaban ellos, pero si era un evento al que podías asistir junto a una chica, entonces seguro que sería divertido.
Fue cuando volví a mi casa, si es que le podemos llamar así, que recordé algo que debería de haber recordado desde antes.
¡Yo tenía algo que hacer el día de mañana! O más bien, había hecho una promesa.
¿Qué voy a hacer ahora?
No podía faltar a mi promesa, y seguro que la chica con Chuunibyou se enfadaba si Metzelli se aparecía de la nada. No creo que ella planeara que llevara a más gente.
Algo tenía que ingeniarme para presentarme en el templo… ¿Me dejarían pasar así nada más? ¿Qué si me preguntan a qué voy? Esas cosas no me dejaron dormir bien. Me despertó la luz que entraba por las ventanas y el sonido de la música.
¿Tan temprano? O más bien dicho… ¿Qué hora era?
Abrí los ojos y me levanté como pude, había un numero inusual de ruido de gente en las calles, algunos de ellos tiraban carretas pequeñas, también había muchos botes en los canales. Con gente yendo y viniendo con cosas. Todo estaba agitado.
Yo quería averiguar de dónde venía la música, había algunos niños jugando en las azoteas de las casas y mirando algo que yo no podía ver desde donde estaba. Parecía que hubieran llenado el lugar de actividad, o es que yo me pasaba casi todo el día en… la escuela.
No… esto era un numero inusual de gente. Fui caminando hasta la casa de Metzelli, donde encontré al padre de ella, colocando unos envoltorios en un bote.
–Ah, joven Aki. ¿Puedes darme una mano? –
Preguntó, yo me acerque inmediatamente.
–Las ventas van a empezar pronto en el mercado, y hay mucha gente llevando cosas… esto está tomando mucho tiempo. –
–¿De dónde salió toda esta gente? –
Pregunté, porque ahora había mucha más gente de lo habitual, tanto que era difícil de creer.
–Han venido al festival de Tonatiuh, la gente compra mucho y vende mucho en el festival, por lo que es un buen momento para hacer compras importantes. –
Explicó. Tomé uno de los envoltorios, que al parecer contenían pescado que el señor había pescado en el lago.
–Además también son emisarios de otros países, que envían tributos al Huetlatoani. Ellos están entrando por las calzadas. –
Explicó, colocando otro envoltorio en el bote.
–Mi esposa está guardando el puesto, si quieres puedes venir conmigo… – Explicó, una vez que coloqué el ultimo envoltorio.
–De acuerdo. – asentí con la cabeza y subí al bote, casi me caigo.
El señor tomó un palo largo parecido al que usan los venecianos en las novelas de mi país… aunque creo que los venecianos realmente las usan, pero eso es otra historia.
–Listo, creo que este será el último viaje. –
Dijo él, suspirando.
–¿Ha hecho más viajes aparte de este? – Pregunté.
–Normalmente son tres viajes, pero… en esta ocasión han sido cuatro con este, y cada uno toma más tiempo porque los canales están llenos de canoas. –
Volteaba a mirar a todos lados para saber de dónde venía la música, pero no pude distinguirlo.
–¿Qué pasa, Aki? –
Preguntó el señor Ahacal.
–No… la música… no sabía que ya había comenzado el festival… –
Expliqué. El hombre sonrió.
–Lo que escuchas es la música de los danzantes, van a bailar todo el día, así que tiene por fuerza que haber música. –
Explicó. Flautas, tambores, y algunos otros sonidos, que yo había escuchado antes. Tengo que decir que la música no era diferente de dónde vengo. Al menos esas cosas eran iguales.
–¿Danzantes? –
Pregunté.
–¿Es extraño para ti? –
Preguntó el hombre. Aquí vamos otra vez, una explicación rápida… este es un festival, supongo que esto no debería ser diferente.
–De donde vengo, los bailes sagrados los hace una sola persona. – expliqué.
El señor asintió.
–Oh vaya… una costumbre peculiar, sin duda. Aquí se escogen a varias personas… cuestión de la cantidad de gente, supongo. –
Explicó. Creo que el señor tenía la idea de que yo venía de un sitio poco poblado. Quizá me convenía que pensara así. Bajamos del bote después de que llegamos a la corriente más grande, allí, amarramos la canoa (con cuerda que yo hice, lo cual me hace sentir orgulloso) y sacamos los envoltorios con pescado.
Dos hombres hacían guardia en la puerta, pero no le preguntaban a nadie nada, era tan grande la cantidad de gente que no se tomaban la molestia de preguntar. Pasamos junto con toda la gente, y aunque pude sentir las miradas extrañadas de los guardias, no dijeron nada.
Las otras personas parecían demasiado ocupadas en sus cosas para mirarme. Eso me alegró un poco.
–Este es… el centro de la ciudad. –
Comenté, mirando los edificios en forma de pirámides, todos pintados con colores bonitos y decorados con figuras geométricas.
–No todavía… El centro está allí delante, estamos en el mercado. ¿Qué opinas? Es grande ¿No crees? –
Era enorme. Y completamente diferente al resto de la ciudad, aquí el piso era gris, sin canales dentro de él, y estaba rodeado por un muro blanco que llegaba hasta donde alcanzaba la vista. Y muchos puestos, que parecían montados con palos y toldos pequeños, daba la impresión de los puestos de un matsuri.
–Es enorme… –
Al fondo, a un lado de la puerta para entrar al recinto donde estaban los templos, había un edificio cuadrado y blanco, con decorados de pinturas de personas.
¿Qué es eso? –
–Ah… el calmecac. Es, como el Telpochcalli, una escuela. –
–¿Aquí? –
Pregunté, extrañado. No diré que era un barrio elegante, no era un barrio ni nada parecido, era más bien un distrito. Aquí no había casas, todos los edificios parecían tener una utilidad, más que ser viviendas. Me refiero a que, lo más probable es que aquí se encontraran los edificios de la burocracia, si es que la había.
–Bueno… no es como que cualquiera pueda asistir allí. –
Comentó él, luego nos encontramos con Metzelli y la señora Anci.
–Y bien, esto es lo último. –
Comentó el hombre, colocando los envoltorios en el ¿puesto? Pero si no había nada. Metzelli se acercó corriendo hasta donde yo estaba para evitar que se me cayeran los paquetes que yo tenía.
–Es un caos… ya se han llevado todo lo que teníamos… No sé qué haría si no llegan. –
Explicó Metzelli, mitad apresurada, mitad aliviada. Yo me sentí un poco mal de que una chica tuviera que ayudarme, la señora comenzó a hablar con otra persona, al parecer un cliente, porque se llevó algunos pescados, dejó una bolsa con algo, y se fue.
–Pudiste haberme despertado. –
Comenté… no sé qué hora era, pero el sol estaba alto, así que era bastante más tarde de lo que suelo levantarme.
–Iba a ir por ti luego del primer viaje, pero la gente comenzó a llegar y a llevarse todo. –
Explicó ella, sonriendo.
–¿Cómo pagan por estas cosas? –
Pregunté.
–Pues, tenemos maíz… frijol… cuchillos de cocina, conseguimos una red nueva para papá, y dos vestidos nuevos, para mi madre y para mí. – explicó Metzelli emocionada.
Es decir, no hay dinero.
–¿Quieres comprar algo? –
Preguntó después. Yo negué con la cabeza.
–No tengo dinero. – Respondí, ella ladeó la cabeza. – Perdón, quiero decir que… No puedo comprar nada. No tengo como pagar. –
Metzelli suspiró y se llevó las manos a la cintura.
–Pudiste haber traído algo de cuerda… – Se quejó.
–No sabía que la iba a necesitar. – Respondí, bajando la cabeza.
El señor Ahacal debe haber escuchado lo que estábamos hablando.
–Yo… le debo algo a Aki por la cuerda que me ha dado antes. ¿Por qué no toman un poco del pescado y van a conseguir algo que les guste? – ofreció, yo iba a negarme, pero Metzelli saltó de alegría.
–¡Yay! Gracias, padre. –
Y tomando un envoltorio de tela (bastante más pequeño que los que trajimos) metió ocho pescados en él y me tomó del brazo.
–Ven… vamos a buscar a alguien que quiera pescado. –
Y así sin más, comenzó a correr gritando a todos los que pudieran escuchar, que teníamos pescado del lago con nosotros. Yo no podía comprender esta forma de comprar, pero al fin y al cabo, ella parecía feliz.
Se acercó un joven como de la edad de Icihuatl Sempai a Metzelli.
–Tengo arte… –
Comentó. Metzelli sonrió y me miró.
–¡Genial! –
Dijo ella, y seguimos al hombre hasta un puesto que estaba en medio de todo el mercado. Me empujaron como veinte veces en el proceso.
El hombre le mostró a Metzelli un montón de figuras hechas con algo parecido al jade. Eran bonitas, pero algo abstractas. Metzelli le dio tres pescados de los que teníamos al hombre a cambio de una de esas piezas, que ella dijo que era un pavo.
A mí me pareció que era más un pato que un pavo, pero seguro que hacer esos tallados era difícil. Algo más me llamó la atención. Era un palo con un tallado extraño, en él había un león atacando a una persona y la persona estaba defendiéndose con una lanza grande.
–¿Te gusta ese? –
Preguntó Metzelli. Yo asentí.
–¿Cuántos más por ese? –
Preguntó Metzelli al hombre.
–Dos estaría bien. –
Una mujer salió desde detrás del puesto.
–Que sean tres. –
Dijo. Yo la miré, ella me miró a mí. Creo que había subido el precio porque yo soy diferente, eso no me hizo ninguna gracia, Metzelli la miró y suspiró.
–Tres entonces. –
Asintió, y le dimos los tres pescados.
–Ya lo compre, pero no se para que sirve… –
Comenté, Metzelli me miró y sonrió mientras seguíamos caminando por el mercado.
–Se supone que guardes cosas dentro de él. –
Comentó ella. Y tomándolo, lo destapó como si se tratara de una botella o algo así.
–Oh, eso es sorprendente. –
Comenté, asombrado, estaba hueco por dentro, y podría haber servido, por ejemplo, como un estuche o algo así. Ella me señaló a un hombre que caminaba por el mercado, con un palo como el mío, atado a su espalda como si se tratara de una mochila o una cartera.
–Necesitas una cuerda para eso, pero no creo que eso sea un problema. –
Comentó ella.
–Bueno, no… por cierto… este animal… no sabía que había leones aquí. –
Pregunté, ella ladeo la cabeza. Tuve que usar esa palabra en mi propio idioma.
–¿Así se llaman en tu país? –
Preguntó ella, interesada.
–¿Cómo les dicen aquí? –
Pregunté.
–Es un ocelotl… son grandes, y peligrosos, dicen, yo nunca he visto uno. –
Explicó Metzelli, al parecer el solo nombre le inspiraba bastante miedo.
–¿Tus padres tal ves? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
–No lo creo… viven dentro, en la jungla… solo los grandes guerreros pueden ir allí y volver. –
La verdad es que yo nunca había visto un león tampoco, sé que hay en el zoológico, pero no recuerdo haber ido nunca. Miré el palo con atención, al parecer el león estaba arriba de un árbol, lanzando un zarpazo al hombre que trataba de mantenerlo alejado con su lanza. Espero que no sea una descripción de la vida diaria.
Dejé esos pensamientos mientras volvíamos con el padre de Metzelli. Al parecer se había terminado el pescado y ahora había que subir las cosas que habían conseguido a la canoa para volver a casa. El festival daría inicio pronto. La figurita que Metzelli consiguió resultó que era un prendedor para el cabello.
–¿Qué te parece? –
Preguntó, una vez que su madre le ayudó a ponérselo.
–Pienso que te va bien. –
Respondí. Es respuesta obvia. No puedes decirle a una chica “No te va.” Es ridículo.
–Acompañaré a tu padre a dejar las cosas. –
Le dije luego, ella asintió.
–Estaremos esperando aquí, mi madre y yo, no tarden demasiado. –
La misma música seguía sonando cuando tomamos la canoa y fuimos a dejar las cosas. Nunca pensé que este sitio tendría a tanta gente. Fuimos con la canoa, dejamos las cosas en casa de Metzelli, y luego de lavarme la cara, volví a subir a la canoa junto con el señor Ahacal.
Cuando nos encontramos con Metzelli y la señora Anci, fuimos todo el camino hasta la entrada del recinto principal. Al pasar por la puerta, había dos hombres que hacían de guardia, vestidos con ropas extrañas. Tenían lanzas y escudos, así que supuse que eran soldados. El señor Ahacal hizo una señal y ellos respondieron con la misma señal con la mano. Supuse que era una especie de contraseña. No dijeron nada, pero me miraron extrañados cuando vieron que mi color de piel era distinto del de ellos.
Así fue como entre por primera vez a la gran plaza. Era un lugar muy grande, con muchos edificios en forma de pirámides, pintadas de diferentes colores. En cada una de ellas parecía haber gente trabajando, estaban quemando algo en unos contenedores muy grandes de piedra que tenían frente a cada una de las pirámides.
Lo primero que hicimos, y me refiero a toda la gente que estaba en el festival, fue ir hasta una piedra tallada que estaba en el centro, arriba de ella había dos hombres armados con palos con pinchos y escudos.
–¿Quiénes son esas personas? –
Pregunté a Metzelli.
–Shhh… son hombres escogidos… van a luchar ahora… –
Así que era una pelea de gladiadores. Pensé que sería como ver el sumo de mi país, hasta que comenzaron a luchar.
No se parecía en nada a las peleas de sumo. Empezando porque era un combate hecho y derecho… a muerte.
Uno de ellos llevaba un escudo con un disco solar pintado en él, el otro llevaba una mancha azul, que Metzelli dijo que era una nube. Los dos hombre pelearon sin misericordia hasta que uno de ellos, que llevaba el sol, golpeó al otro con su macana en el pecho, pero como el arma llevaba en ella pinchos o navajas, salió mucha sangre, y el sujeto que llevaba la nube cayó al suelo.
No sé porque pensé que alguien los detendría. No lo hicieron. El sujeto que llevaba el sol remató al hombre que estaba en el suelo, entre los ánimos y gritos de la gente.
Ese había sido el primer hombre que había visto morir en toda mi vida.
Y la primera vez que me había salpicado con la sangre, porque el hombre que había ganado, batió su macana para salpicar a la gente de sangre. Llegaron dos hombres con togas verdes, y tomaron al vencido y se lo llevaron.
Llegó otro… y el del sol volvió a ganar, pero yo realmente ya no quería ver nada más. Metzelli me miró con extrañeza por unos momentos, pero cuando voltee a verla, ella sonrió y siguió mirando la lucha entre gladiadores.
No sé cuántos fueron, pero duró un buen rato, cada vez que el sujeto con el escudo del sol mataba a alguien, llegaban los tipos vestidos de verde y se llevaban al caído.
Después de un rato, las luchas terminaron. Yo me separé de la multitud y me alejé un poco, buscando un sitio donde sentarme para tranquilizarme, quería vomitar.
–¿Estas bien? –
Metzelli me siguió hasta donde estaba, sin que me diera cuenta. Se sentó al lado de mi para preguntarme.
–Creo que si… es solo que… –
Ella aún tenía una mancha de sangre en el vestido blanco.
–¿Demasiado nuevo para ti? –
Voltee a mirarla por un momento. Creo que ella no lo encontraba desagradable en absoluto, resultaba incluso extraño viniendo de una chica, pero es que ella había crecido aquí.
–Es la primera vez que veo a alguien matar a tanta gente en medio de una multitud. –
Expliqué, Metzelli asintió.
–Dicen que muchos de los que vienen de afuera se asustan mucho cuando ven estas cosas. Algunas personas de las aldeas cercanas dicen que es muy impresionante. –
Comentó.
–¿A ti no te parece algo impresionante? –
Pregunté, llevándome una palma a la cara.
–Bueno… es normal. Los hombres que murieron iban a ser sacrificados de todos modos. Estaban allí para eso. –
Explicó Metzelli, dubitativa.
Entendí entonces cual era el problema. Yo no quería pensar que estas cosas eran normales en absoluto, pero lo eran. Un poco más y uno de ellos, pude ser yo.
Suspiré.
Me equivoqué y en grande. Hasta los festivales aquí eran aterradores.