Capítulo 19: Una niña malcriada.
Llegué a mi trabajo luego de caminar un poco. Iba pensando en esta chica y en su misteriosa afección por ser tocada en público. La primera vez que la había visto, alguien más estaba tocándola, y cambió inmediatamente de persona.
Supuse que no era la primera vez que hacía eso. ¿Por qué entonces parecía que estaba esperando por mí? quizá la posibilidad de que fuera un conocido de su amiga influyó en algo. Aunque no era solo un conocido, era el esposo de su amiga.
Eso no parecía importar.
¿Qué era lo que estaba buscando?
Cuando llegué, me encontré con que mi jefe hablaba con su hija, Minase.
Yo la saludé, hacía tiempo que no la veía. Ella sonrió cuando me vio. Luego se volvió hacia su padre.
–Por favor… por favor… por favor… por favor… –
–No… ya he dicho que no, no puedes seguir dependiendo de los demás… además, ni siquiera se lo he preguntado, todo esto es muy repentino. –
Se quejó el hombre. Algo quería Minase y estaba siendo muy insistente.
–Es culpa de la maestra, reprobaré… mis vacaciones de verano se arruinarán…. Por favor… por favor… –
Supe que hablaban de mi por lo que el hombre respondió después.
–Es mi última palabra, no es tu tutor personal, le pedí que te ayudara en clases una vez y es todo. –
–Por favor… por favor… por favor… –
Yo estaba colocándome el mandil.
–¿Por qué no le dices a tu hermana que te lo explique? –
Preguntó mi jefe.
–Está ocupada con su NOVIO en su habitación… –
Se quejó Minase, asegurándose de que yo escuchara esa parte. Admito que algo me golpeó por dentro cuando escuché eso, pero no hice caso.
–No vas a querer que la interrumpa ¿cierto? –
Preguntó Minase. El hombre se llevó una mano a la barbilla, como si estuviera considerando la posibilidad.
–Además, nada te asegura que él querrá hacerlo. Es decir, no es como que le pague lo suficiente para seguir enseñándote cada vez que tienes problemas. –
–Okaa–san dijo que ella podía pagar, solo tienes que darle permiso… por favor… por favor… por favor… –
Minase miró a su padre. Parecía un perrito pidiendo comida. El hombre suspiró.
–Otagane kun… –
Admitió finalmente el señor. Empiezo a pensar que este hombre la tenía difícil. Era un esclavo de sus hijas, que por lo que he visto, son muy… MUY caprichosas. Y nada aseguraba que su esposa fuera diferente.
–¿Qué materia es esta ves? –
Pregunté. Ella me miró con los ojos llorosos.
–Geografía… –
Respondió ella, bajando la cabeza. Por lo que sabía, Geografía era una de las materias en las que ella no era mala. Todo lo contrario en realidad.
–Pero… –
Iba a replicar, pero ella me acalló pidiendo por favor un montón de veces. Empezaba a pensar lo peor.
–Por favor… ¿Por favor? –
Siguió diciendo.
–¿Está bien si no estoy aquí hoy tampoco? –
Pregunté, suspirando también.
–Ni hablar, tengo que cerrar temprano de todos modos. Tendrás que dejar que me ayude con planchas para el pan. Luego puedes llevártelo. –
Me sentí como si estuviera siendo vendido en ese momento, pero no podía hacer nada a estas alturas, simplemente encogí de hombros.
–¿No puede ser más pronto? –
Preguntó Minase.
–Terminaré en cinco minutos. No es mucho. –
Respondí. Y fui a hacer lo que me había pedido. Eran dos planchas de metal que se usaban para meter el pan a la maduradora con levadura. No fue difícil. Luego me quité el mandil y salí de allí.
El señor me miraba con pena. Creo que realmente tenía que haber trabajado hoy. Espero que fuera algo importante entonces.
En el camino, hablaba con Minase.
–Bien… Quiero saber ¿Qué ocurre? –
Pregunté, casi seguro de que ella tenía algo pervertido en mente. Minase debe haber leído mis pensamientos, porque negó con la cabeza.
–No es como tú crees. –
Respondió ella, parecía seria. Eso era nuevo para mí.
–¿Entonces qué es? No esperarás que me crea que necesitas ayuda precisamente en geografía. –
Le dije, Minase ni siquiera se molestó en negarlo.
–Tienes razón, era mentira. –
Respondió ella, asintiendo con la cabeza. Caminaba un tanto apresurada.
–Es por Onee–chan. –
Explicó después.
–¿Qué pasa con ella? ¿Te pidió que vinieras hasta aquí? –
Pregunté. Pudo haber venido ella.
–Ella no sabe que he venido. Está encerrada en su habitación. –
Explicó Minase.
–Lo dijiste antes, que estaba con su novio. –
–Bueno, su novio está afuera de la casa. –
–¿Por qué?–
Aquello era difícil de comprender para mí. Sobre todo la parte en la que yo tenía que estar allí. Minase se explicó pronto.
–Pelearon. –
Respondió Minase.
–Es normal, son novios, las parejas pelean de cuando en cuando. No puedes hacer que tu padre pague por algo así. –
Minase se paró frente a mí.
–Esto no es normal, lleva horas sin hacer otra cosa que llorar… –
Se quejó Minase, luego suspiró.
-Si la ves entenderás. –
Dijo finalmente.
–¿Y ese no es trabajo de su novio? –
Pregunté, algo enfadado a decir verdad. Volvimos a caminar.
–Pues si ella dejara que él entrara, tal vez… pero no quiere que entre nadie. Yo nunca a había visto así, y no sabía que hacer… sé que tú la haces feliz. Ella siempre llega con una sonrisa cuando te ha visto, aunque lo niega si se lo preguntas. Así que, fue lo único que se me ocurrió. –
–Aun así… si tu padre se entera que me sacaron del trabajo por esto. –
–Él lo aprobaría. –
Dijo Minase, muy segura. Encogió de hombros después.
–Otra cosa es que si se entera de que hicieron llorar así a su consentida, querrá matar al tipo. –
Explicó, encogiendo de hombros.
–¿Cómo es que estás tan segura? –
Pregunté, sonriendo porque la afirmación resultaba un poco hilarante. Minase asintió con la cabeza.
–Otou–san quiere a Onee–chan más que a nada en el mundo, sobre todo porque se parece a Okaa–san. Yo salí más a él y por eso no me molesta. –
Explicó Minase, sonriendo.
Tenía razón, Minase se parecía mucho a su padre.
–Tenía que ser ahora porque si mi padre ve a Onee–chan así, seguro que habrá un problema muy grave. –
Entramos a su casa. Minase había dicho que el novio de Sanae estaba cerca, pero por más que volteé no lo vi. Posiblemente se había marchado. Subimos las escaleras y Minase tocó la puerta.
–Onee–chan… –
Llamó. Se escuchaba su llanto hasta afuera de su cuarto.
–¡Vete! –
Gritó desde dentro.
–Alguien importante está aquí. –
Dijo, e ignorando a su hermana, abrió la puerta del cuarto.
Bien entonces… vamos a consolar a…. Oh demonios.
Cuando entré al cuarto de Sanae, ella me miró como si no comprendiera que estaba pasando. Minase entró detrás de mí, y cerró la puerta. En el suelo había un montón de cosas rotas, parecía que se había armado un berrinche de los grandes.
Y por supuesto, Sanae, con el maquillaje corrido y espasmos nerviosos por el tiempo que había pasado llorando.
En ese momento Sanae se puso de pie y acercándose a mí, me gritó.
–¡Mentiroso! –
Y así sin más, me dio una bofetada.
–¡Onee–chan! –
Gritó Minase, porque ni ella ni yo nos esperábamos algo así. Yo me llevé una mano a la cara, dolió, a decir verdad. Iba a darme la vuelta e irme, pero simplemente sentí que aquello no podía quedarse así.
–Muy bien, hasta aquí llegó tu pataleta. –
Le dije, y me volví a Minase.
–Sal de la habitación… –
–¿Estas bien? No…no te enojes con ella… –
–Sal… de… la… habitación. –
Minase retrocedió, asintió con la cabeza y salió de allí. Me volví a Sanae.
–Y tú, ya que tanto te gusta actuar como una niña malcriada, te voy a tratar como a una niña malcriada. –
Y fui hasta donde ella, y tomándola del brazo, la acosté sobre su cama, con el trasero levantado.
–Tú no puedes hacer esto… estás en mi casa… no es tu casa… déjame… –
Sosteniéndola con fuerza, levanté su vestido con la mano que tenía libre, y le di con fuerza una primera nalgada. Sanae gritó.
–¡Duele! –
Se quejó, le di una segunda, y una tercera, ella comenzó a llorar.
–No… por favor… duele… ya no… –
–Cállate o lo haré más duro… te lo mereces… ya es tiempo de que alguien te enseñe cómo comportarte… –
Sanae estaba llorando de nuevo. Solo que esta vez parecía más llanto de desesperación. Me refiero a que esta vez de un modo completamente diferente al que Minase describió y yo escuché cuando llegué.
Le di una más.
–¡Duele!…No es verdad… no es verdad… tu solo querías aprovecharte… tu… viniste a lastimarme… me estás humillando… y tocándome de forma pervertida… –
Sollozó.
–Puedo hacerlo en tu cara si no estás conforme… tal como lo hiciste conmigo. –
Respondió. Sanae siguió llorando. La tomé del cabello y halé con fuerza para obligarla a mirarme. Sanae levantó sus manos, indefensa.
–No… ya no me pegues… me duele… –
Me detuve. Y suspiré, luego me puse de pie de nuevo.
–Ah… lo olvidaba… además de todo… me mentiste. No quiero verte más.–
Sanae volteó a verme, a punto de estallar en llanto de nuevo. Hay que ver que era una llorona en toda la expresión de la palabra. Después de todo, era una niña malcriada.
–Eso no es… –
–Me largo de aquí. –
Respondí, y me di la vuelta. Por supuesto que no iba a irme, pero… necesitaba que ella lo creyera, y por otro lado, reclamar “eso” ahora era importante, porque era un reclamo de celos. Lo que evidentemente implicaba que yo estaba interesado en ella.
Si había pasado algo malo con su novio, que al parecer así era, ella no me iba a dejar ir así nada más.
Y no lo hizo. Se puso de pie de un salto y se paró en la puerta del cuarto, extendiendo sus brazos para evitar que pasara y abriera la puerta.
–No… –
Seguía respirando con dificultad y no precisamente de la forma que a mí me agradaba. Lo admito, me sentí mal de verla así. Otra cosa es que el hecho de que ella me golpeara me hizo enfadar, pero gracias al castigo, pude apartar esa pequeña ofensa de mi mente y concentrarme en saber qué era lo que tenía.
–He tenido un día horrible… ya no me lastimes… no me hagas llorar…–
Pidió Sanae. ¿Estaba apelando a la lastima ahora?
–Pues ya no lo haré, ya me voy… –
–No… quédate… –
–Dime que ocurrió y ¿Por qué lo hiciste? –
Sanae bajó la cabeza.
–Tu… tienes a alguien. –
Respondió.
–Sí, bien, tal vez debería irme con ese alguien ahora, ya que al parecer, tu no me necesitas. –
Lo admito, si dolió. Más que el hecho de que ella tuviera novio, es que ella dijo que no lo quería. Puedo estar siendo egoísta, pero le creí. Ella quería que fuera celoso con ella, bien, ahí lo tenía. Y si, lo dije en serio, la quiero para mí.
Soy el único que se ha dado a la tarea de hacer que ella se sienta mejor, después de todo.
Pero esto no era sobre mí.
–¡No quiero que te vayas! ¡No quiero! –
Se quejó ella, haciendo una pataleta porque yo estaba fingiendo no entender.
–Dime que pasó. –
Respondí sin moverme, girando la cara. Ella bajó los brazos y se acercó a mí un paso.
–Yo… lo invité a venir… sé que me dijiste que no… también sé que te dije que no lo haría pero… él insistió mucho… y yo… pensé que… –
–Las excusas de una perra… –
Respondí, volteando a verla brevemente. Sus ojos se nublaron.
–No me digas así… –
Se quejó ella, llorando.
–Ya me siento muy mal… me duele… no me digas así… –
Sanae se acercó a mi extendiendo los brazos con algo de miedo, supongo que pensó que la quitaría o algo. Pero no lo hice, en cuanto ella me tuvo al alcance, me abrazó y se colgó de mí, fuimos a dar al suelo, y ella ocultó su cara entre mis hombros, llorando y pidiendo perdón.
¿Qué iba a hacer? Comencé a acariciar su cabello mientras lloraba.
–Él vino aquí, a medio día… le dije que le invitaría a comer… y… nos quedamos solos después. –
Explicó, una vez que su llanto cedió, pero no quiso levantar la cara, tengo la impresión de que en parte, ella no quería que dejara de acariciar su cabello.
–Y… quiso darme un beso… pero yo no quería… Le dije que no podía hacerlo con él… –
Explicó, y se separó de mí, mirándome a los ojos. Yo limpié sus lágrimas de su cara. ¿Cómo es que siempre terminaba en la misma situación?
–Y él se rio y dijo… que no tenía problema porque… nadie iba a querer hacer eso… con una perra vulgar y grosera… y que le daba asco de solo pensarlo… y que… el hecho de que hubiera accedido a invitarlo tan fácil, solo probaba que era una ramera en celo… y varias cosas horribles más… –
Suena a lo que un idiota diría después de un rechazo.
–Sabes que eran mentiras. –
Repliqué. Sanae negó con la cabeza, volviendo a llorar.
–No eran mentiras… pensé que abusaría de mi… pensé que si me negaba de todas formas me forzaría… pensé que sería como tu… –
Se quejó ella. Entonces si quería acostarse con él. Eso me hizo enfadar un poco, pero quité ese pensamiento de mi cabeza, ya no servía de nada pensarlo en ese momento. También puede ser que el hecho de que él no insistiera la hizo sentir fea.
Después de todo a mí me dijo que no… muchas veces. Y nunca me detuve.
Sanae me miró y continuó.
–Pero estaba siendo engreída ¿No? Porque tiene razón… nadie iba a querer tocarme… es decir ¡Mírame! Soy horrenda, y boba, y aburrida… y… una perra. Doy asco.–
Y diciendo eso bajó su cabeza al suelo y se puso a llorar de nuevo, yo la tomé de la cara.
–Eso no es verdad… –
–Hasta tú lo dijiste… debe ser porque es cierto… –
Y siguió llorando.
Otro trauma con estas cosas que añadir a la lista de esta pobre niña. Lo peor es que ahora yo cooperé. Lo bueno de esto, si es que lo había, es que con su corazón así de abierto, sería un poco fácil arreglar de una buena vez algunos de los problemas que ella tenía, porque bueno, ella estaba siendo honesta.
–No eres una perra. Lo dije porque estaba enojado ¿entiendes? No quiero compartirte es todo. Pero no eres una perra. Lamento haberte dicho algo tan feo. –
Eso hizo que ella guardara silencio y me mirara. Dejo de llorar.
–Eres una niña buena. No tienes que llorar más. –
Le aseguré, tocando su cara, ella se echó a mis brazos, pero al menos ya no estaba llorando.
-¿De… verdad? –
Preguntó Sanae con una vocecita, tratando de calmarse. Todavía con espasmos por lo mucho que había llorado. Yo asentí con la cabeza mientras acariciaba su mejilla. Supongo que estaba mejor ahora.
–Si soy una niña buena… ¿Puedes…perdonarme?–
Preguntó Sanae. Ella nunca había pedido perdón antes. No con esa sinceridad quiero decir. Como cualquier otra niña malcriada, siempre tenía que ser culpa de alguien más, creo que el hecho de que ella estuviera dispuesta a decir eso, demostraba que estaba hablando muy en serio.
–Claro que si… si tú me perdonas por haberte tratado tan mal nada más llegar. –
Sanae negó con la cabeza.
–Me lo merecía… es decir ¿Por qué te pegué? Era muy obvio que estabas aquí por mí. ¿No? Pero… fui tonta. Me merecía el castigo… –
-Yo quiero que estés bien… –
Respondí, ella me sonrió muy levemente, pero era una sonrisa al fin y al cabo.
-Yo… tengo que decir esto de algún modo… cuando quiso besarme… yo pensé en ti… y… entendí una cosa… yo… no quiero a nadie más… –
Explicó Sanae, limpiando sus lágrimas luego de eso.
–Eres el único en toda mi vida que me ha dicho cosas tan bonitas, que se preocupa por mi… a quien le parezco atractiva… y… Lamento importunar pero, tengo que decir esto… sé mi novio. –
Sanae se confesó de la nada, iba a decir algo cuando ella me tomó de las manos con las suyas.
–No le diremos nada a Hatami–chan… ni a ninguna otra persona… será nuestro secreto. Sé que está mal pero… estoy enamorada. –
Explicó, sus manos estaban temblando y ella tenía lágrimas en los ojos de un tipo muy distinto al de hacía un momento.
–Tu… ¿Recuerdas aquel día en el auto? Bueno… yo te dije, que no estaba lista entonces… pero estoy lista ahora. Y yo sé que es algo tarde, pero si no eres tu… yo… no puedo estar feliz. –
Por toda respuesta, le di un beso en los labios, que ella, para mi grata sorpresa, respondió muy apasionadamente, abriendo la boca y llevando su lengua a la mía y de regreso.
–El empleado que sale con la hija del dueño… ¿Qué tan mal suena eso? –
Pregunté, porque ella había dicho que estaba mal. Sanae asintió con la cabeza.
–Muy mal… soy un hija mala… pero… quiero ser tu niña mimada… como antes… –
Dijo ella, besándome cada vez con más avidez. Estaba a punto de aumentar la intensidad de esto cuando nos interrumpieron afuera. Quiero decir que escuchamos ruido.
–Míralo por ti mismo. –
Dijo Minase desde fuera, y abrió la puerta. Yo voltee, Sanae también. Ahí estaba su novio, o por mejor decir su exnovio, quien de alguna forma parecía no poder creer lo que estaba viendo.
–¿Akiyama–chan? –
Sanae se puso de pie y se paró frente a él. Limpiándose la cara apresurada.Pensé que estaba enojada, pero en lugar de eso, Sanae hizo una reverencia.
Yo también entendí algo sobre ella en ese momento. Ella no se enoja por cosas que no valen la pena. Si está enojada, es porque le importa. En lugar de eso, actuó fría, serena… distante.
–Perdona por hacerte venir hasta aquí. –
Le dijo ella.
–Si verás… yo… no quise decir esas cosas… –
Respondió él. La miraba de una forma distinta a como lo vi la última vez. La miraba como si ahora mismo se dieta cuenta de lo linda que era. Nadie sabe lo que tiene….
Parecía la clase de tipo que intentó salir con ella porque creyó que ella no conseguiría a nadie. Esa clase de personas me dan asco.
Si no te gusta una chica no salgas con ella, deja que alguien más lo haga.
Les aseguro que hay para todos los gustos.
A mí me gustaba Sanae. La deseaba de verdad. No estaba haciéndolo por que sí.
Como prueba de lo que estoy diciendo, me quedé incluso aunque ella me golpeó nada más llegar. Uno no se queda si no siente que es importante.
Sanae continuó.
–No es eso. Yo… no puedo salir contigo. La verdad es que nunca fue mi intención. Yo, estoy enamorada de él, siempre lo estuve. Simplemente quería una fachada para que mi padre no se enterara… y para no enterarme yo. Lamento haberte utilizado para ello. Pero la verdad es que, bueno, no puedo hacerlo porque… Yo no te quiero. –
¡BAM!
Eso es peor que todo lo que él le había dicho a ella, sin duda alguna. Yo lo sé porque soy hombre. Y no creo que soportaría algo así de una chica, la que fuera.
Una fachada, una distracción… alguien sin la más mínima importancia.
–Entiendo que no me encuentres atractiva, nunca fue mi intención que me encontraras atractiva, tal vez por eso es que piensas de ese modo. Pero no puedo seguir tomando más de tu tiempo por algo tan tonto. Lo siento mucho. –
–¿Estás segura? –
Preguntó, sin saber realmente que decir. No pudo enojarse sin provocar un problema aun mayor y sin esperanza. Tampoco pudo burlarse porque ahora mismo, le acababan de decir que su opinión no era importante. Lo desarmó lentamente y luego lo aplastó.
–Me temo que si… pediré un taxi para que te lleve a casa ¿De acuerdo? –
Y tomó su teléfono, marcó algo en él y miró a su exnovio de nuevo.
-Ya está… lamento mucho haberte causado tantos inconvenientes. Ahora mismo… bueno… estoy un poco ocupada. –
El hombre no tuvo más que hacer más que darse la vuelta. ¿Qué más podía decir? Salió de la casa luego. Sanae dejó su teléfono en un mueble que tenía y se volvió a Minase.
–Y tu… bueno… gracias. –
Dijo Sanae, Minase la miró sonriendo.
–Onee–chan… Eres la mejor… –
Le dijo Minase, abrazándola. Yo asentí con la cabeza. Minase parecía realmente impresionada por la madurez con la que su Onee-chan había respondido, sobre todo cuando casi todo el tiempo, era una niña malcriada.
–No creas que no me di cuenta de que estabas espiando… y de lo que hacías al espiar. –
Los muslos de Minase estaban escurriendo.
–Onee–chan… Yo lo traje para ti… a cambio, déjame ver. Prometo no meterme… solo déjame ver… –
Pidió Minase. No sabía que ellas podían hablar de estas cosas tan abiertamente. Fue algo… impresionante.
–Esta vez no… tengo que decirle algo importante… algo personal. –
Explicó Sanae. Minase lo pensó por un momento.
–De acuerdo, pero me dejarás ver la siguiente. –
Repuso Minase, sin quitar el dedo del renglón. Sanae finalmente se avergonzó.
–Eres una pervertida ¿Sabías? Mira que decir esas cosas en voz alta…–
Preguntó Sanae a su hermana.
–No quiero escuchar eso de la hermana que se las da de santa para luego ir y abrir las piernas con el empleado de papá. –
Respondió Minase, y mostró su lengua, luego cerró la puerta detrás de ella.
–Tu… también… lo hiciste… –
Se quejó ella, pero Minase ya no la escuchó. Oímos como bajaba las escaleras. Yo me acerqué a Sanae.
–No pensé que hablarían de eso así de simple. Sorprende un poco. –
Comenté.
–Tú me dijiste que lo hiciera. Yo solamente tomé tu consejo, y… hemos hablado de muchas cosas ahora. Porque bueno, es que somos hermanas… nos bañamos juntas a veces y… bueno… una vez pasó algo… –
Explicó Sanae, bajando la cabeza con vergüenza.
–¿Eh? ¿En verdad? Cuéntame… –
Pedí. Sanae soltó una risita de vergüenza.
–Tal vez después… ahora mismo… bueno. Hay algo importante que quiero decirte. Yo… bien… tu sabes que siempre estoy diciendo que abusas de mí, que lo haces a la fuerza… que no es voluntario. No quiero que pienses mal de mí. Siempre ha sido voluntario.–
Explicó.
–Bueno, yo… no pienso mal de ti. Supuse que tenías un algo por eso, pero eso no es para pensar mal. Todavía recuerdo la primera vez, no es que haya sido muy voluntario ¿no es verdad? –
Sanae se sonrojó, negó con la cabeza, pero no bajó la mirada.
–Precisamente… no es el abuso exactamente. Fue voluntario… desde ese momento. Yo… no sé cómo decir esto. El caso es que… Oh cielos, esto es vergonzoso… Yo… tuve un sueño… sobre ti… quiero decir… no me odies por favor… –
–¿Conmigo? ¿Qué clase de sueño? –
Pregunté, con sinceridad eso me llamaba la atención. Me acerqué a ella y puse mis manos en sus hombros. Sanae luchaba por recuperar la compostura para seguir hablando.
–Es uno… en donde… estoy en la escuela elemental y tú… eres un maestro. Y me haces quedarme después de clases… y… –
Explicó. Estaba excitándose solo de contarlo.
–Bueno, lo he soñado varias veces ya… yo hago siempre todo lo que mi Sensei me ordena que haga… porque soy una alumna muy buena y obediente… y mi Sensei me dice cosas lindas…–
Ya entiendo. De allí todo lo del abuso, lo de niña buena, lo infantil de su voz… etc.… una situación en la que ella no tenía ningún control, era solo utilizada por una figura con mucha más autoridad que ella. De allí también que no le agradara mucho el maltrato que digamos. Si era una niña buena ¿Por qué ibas a tratarla mal?
Y es que ella se esforzaba por serlo.
–Por ello es mi comportamiento extraño. Lamento si en algún momento te pareció desagradable, pero esa es la idea completa. No es que quiera compartirlo, ni que sea una mujerzuela que gusta de decir esas cosas, es solo que… bueno. No quería que pensaras mal… y pensé que… tal vez… te sentías culpable. –
Lo pensé por un momento, luego sonreí.
-Puedes decirme “Sensei” si quieres. –
-¡No! Estás loco. –
Respondió ella bajando la cabeza y dándose la vuelta. Yo me acerqué a ella y coloqué una mano en su hombro.
-¿Por qué eres así? –
Se quejó ella. Luego se volvió y me miró de frente. Siguió quejándose, eso si.
-Desafías toda lógica, no te importan los modales, dices cosas absurdas, eres cruel, indecente y siempre actúas como si lo correcto y lo incorrecto fueran irrelevantes para ti… y…me haces sentir bien… me haces sentir que, cuando estoy contigo, nada más importa. –
-A decir verdad, no es como que lo haga aposta. Solo digo lo que pienso y me gusta escuchar lo que piensas, es todo. –
Expliqué.
-¿Aunque sea malo? –
-Yo no creo que sea malo. –
Ella bajó la cabeza, como considerando la posibilidad de que estuviera en lo correcto. Negó con la cabeza después.
-No lo entiendo. Tú tienes una forma de pensar extraña. –
-¿Te desagrada? –
Pregunté, Sanae negó con la cabeza.
-Sé honesto conmigo… tu… ¿Qué piensas de mí? –
Dudé en responder un momento, ella suspiró.
-Prometo que no me enfadaré, lo que sea que digas. –
Aseguró, yo me rasqué la cabeza, no dudaba porque lo que fuera a decirle fuera algo feo. Dudaba porque necesitaba reunir valor para decírselo.
-Creo que eres muy linda. Me gustas… –
Respondí, sonriéndole, ella hizo un esfuerzo por no bajar la cara avergonzada.
-¿Solo eso? ¿Desagradable? ¿Sucia? Alguna cosa que… –
-Eres una niña malcriada. –
Sanae infló sus mejillas.
-Prometiste que no te enfadarías. Es la verdad. ¿Quieres saber si pienso que tienes algún defecto? Bueno… ese. Eres una niña malcriada, haces berrinches todo el tiempo. –
-¡Ya entendí! –
Se quejó ella. Me golpeó ligeramente con los puños cerrados en el pecho.
Se dio la vuelta luego, cruzó los brazos.
-Te lo preguntaré de nuevo. Tu… No quieres a una niña malcriada como yo por novia ¿cierto? –
Preguntó, sin voltear.
-Ya me lo habías preguntado. –
Respondí.
-Si pero… bueno…quiero una respuesta honesta… –
Replicó Sanae.
-Tu eres de las que piensan que porque tú no puedes dar una respuesta sincera nadie más puede. Estaba siendo honesto contigo. ¿Tan difícil es creer que le gustas a alguien? –
Me quejé, ella me miró por unos momentos, y luego bajó la cabeza.
-No seas malo conmigo…Tengo mucho tiempo creyendo que eso no es posible, cuesta trabajo creerlo. –
Explicó. No sé qué parte de lo que me estaba diciendo era chantaje y que parte era verdad. Es cierto que ella se ha sentido poco atractiva durante mucho tiempo y que eso había provocado muchas cosas que estaban erradas dentro de su mente… pero también pienso que ella realmente no encontraba la manera de proseguir con lo que teníamos antes de que Minase abriera la puerta.
También hay que decir que, ahora tenía una tienda de campaña en el pantalón. Creo que una de las grandes razones para permanecer volteando a otro lado, era para no mirarla. Aparte de estar triste o avergonzada, quiero decir.
Me acerqué hasta donde ella estaba y le abracé por la espalda.
-¡Oye! ¿Qué te…? –
Iba a reclamar, yo acerqué mi cara a su oído.
-Me gustas, Sanae. –
Eso la detuvo, eso y que dejé que ella sintiera que tenía una erección. Digo, estaba tocando su trasero.
-En… ¿En serio? Que… casualidad… yo estaba pensando lo mismo… –
Sanae hizo un esfuerzo para ser sincera al tiempo que se tranquilizaba.
-¿Puedes sentir esto? –
Pregunté, restregando mi pene contra ella.
-Si… está…tocándome… por…¿Por qué está así? No es…mi culpa ¿O sí? –
-Es tu culpa… –
La respiración de Sanae comenzó a acelerarse.
-Imposible… –
Respondió ella, restregando su cuerpo contra mí. Yo comencé a besar su cuello y metí una mano bajo su blusa.
-Eso es… espera… –
Comencé a acariciar uno de sus pechos, primero por encima del sostén, y luego por debajo. Ella había estado sudando. Sostuve su mano por un momento, con la mano que me quedaba libre.
-Ya estás haciendo lo que quieres conmigo… otra vez… –
-Eso es cierto. Voy a hacer lo que quiera contigo, como de costumbre…-
La tome de las manos y la arrojé a su cama con algo de fuerza. Sanae se quedó acostada en la cama, con los brazos abiertos, mirándome, indefensa, y expectante.
Con eso bastaba para juego previo, supongo.
-¿Me vas a tratar mal? No me maltrates… –
Preguntó Sanae. Yo negué con la cabeza.
-Te trataré bien si te portas bien. –
Me quité el pantalón en ese momento, porque la erección comenzaba a ser dolorosa, pero el verlo desnudo hizo que Sanae no pudiera apartar la mirada. Se dejó caer lentamente en la cama, sin dejar de mirarme, y se recogió el vestido un poco.
-Se bueno conmigo… eres mi novio… tienes que ser bueno… –
-Es cierto… –
Respondí, subiéndome a la cama por en medio de sus piernas. Metí mi mano entre ellas y me acerqué a Sanae, sin dejar de mirarla.
-Estas muy mojada… ¿Tanto querías hacer esto? –
Sanae respondió. Por primera vez, ella respondió.
-Tú también quieres, no me mientas. Puedo ver que se ha puesto grande. –
-¿Quieres que lo haga?-
Pregunté, estaba bastante mojada, pero sinceramente no estaba seguro, ella estaba tomando una actitud un tanto diferente a las otras veces.
-Haz lo que quieras. –
Dijo ella, girando la cara.
-Eso no sirve… –
Sanae se enfadó.
-Tu… No tienes que ser así… no tienes que pedir permiso… ¿Cuándo has pedido permiso? –
-No eras mi novia entonces… –
Respondí, ella comenzó a golpear la cama con las manos y a hacer una pataleta.
-No me tengas así… estoy acostada en una cama… en una posición indecente y dejando que me toques en mi parte especial… ¿Por qué tienes que preguntar? No me tengas esperando… hazlo ya… ¡rápido!… –
Quité sus pantis del camino y coloqué mi pene en su entrada.
-¡No vayas a manchar mi ropa! –
Gritó.me detuve. Iba a quitar su vestido del camino, pero Sanae me malinterpretó.
-Perdón… estas actuando raro… estoy nerviosa… –
Se disculpó, supongo que pensó que sus quejas estaban molestándome, pero me había vuelto un tanto… inmune a ellas.
-Entiendo… comenzaré entonces ¿está bien?-
Sanae asintió con la cabeza y yo comencé a penetrar. Ella misma quitó el vestido del camino, comencé a besarla mientras iba lentamente abriéndome paso en sus paredes.
-Está entrando… hurgando dentro de mi… es indecente… –
-¿No te agrada? –
Pregunté. Es que ella dijo “Indecente.”
Sanae volteó a verme, enfadada y con lágrimas en los ojos.
-No preguntes eso… Me gusta mucho ¿Ya? ¿Eso es lo que quieres? Ya lo dije… –
¿Estaba peleando conmigo mientras lo hacíamos? Bien, si eso quería yo también podía pelear.
-Es tu culpa, dijiste que no tantas veces que ahora no te lo creo… –
Respondí, Sanae hizo un berrinche que se combinó con su voz entrecortada mientras comenzaba a moverme.
-¡No es mi culpa! Tu hiciste que estas cosas se sintieran bien para mí. Es eso solamente… me enamoraste solo para poder humillarme… Bien ¡Tu ganas! Ya te lo he dado todo ¿Qué más quieres? Solo… hazlo conmigo… trátame bien. –
Se quejó, yo pasé una de sus piernas no encima de mí, para que quedarán las dos del mismo lado. Ella chilló ante el cambio de posición, imagino que se sintió mejor. Por si acaso, aumenté el ritmo también. Sanae comenzó a gemir con fuerza.
-Que niña tan consentida eres. –
-¿¡Y qué… si lo soy!? ¿Eh?… Aun así… lo estás haciendo… con una… niña consentida… aun así… te aprovechaste de mi… aun así… me enamoraste… aun así… ¿Importa ahora? –
Se quejó.
-Bueno, yo no creo que sea malo… –
Respondí, Sanae asintió como pudo.
-¿Te gusta?… ¿Te… gusta que sea consentida?… ¿Te pone… ideas raras… en la cabeza?… –
Tenía razón… no es por nada, pero algo tengo por las chicas como ella. Me parecían lindas. Sanae aprovechó para levantar sus trasero y quitar sus pantis hasta sus rodillas.
-Bueno, es que no puede hacerse nada… Tu eres así después de todo.
-Ya sabía… a ti te gusta… mis corajes… te excitan… –
Pero que engreída era esta niña.
-Tus berrinches, querrás decir… y si… –
-¿Te excitan… Mis… berrinches? … pervertido… eso eres… un pervertido… pervertido… ah… –
Me incliné sobre ella sin dejar de empujar, y por ello, comencé a llegar más profundo. Por eso se interrumpió. Acora estaba recargada de lado sobre el colchón, yo fue hasta donde estaba y le di un beso en los labios, que ella recibió muy bien, incluso usé mi lengua mientras ella acariciaba mi cara.
-Me descubriste… –
Le dije. Sanae me tomó de la cara con sus manos.
-Ya sabía… que a ti te gusta… que sea así… –
Respondió Sanae, luego volvió a besarme. Me separé de ella y comencé a empujar con más fuerza y a conciencia, Sanae se sostuvo de las sabanas a medida que la cama comenzaba a hacer más y más ruido.
-¿Qué pasa?…ah… ¿Qué pasa?… esto es… muy fuerte… espera… –
-Te dije qué te consentiría… –
Respondí.
-Si pero… esto… es… demasiado… espera… –
-Es por tu pataleta de hace un momento… –
Respondí, balanceando el nuevo nivel de mis empujes, que ahora hacían sonar a la cama mucho más que nuestras voces.
-¡Tonto!… yo… haré más pataletas… exigiré más cariño… más tiempo… más halagos… más cosas sucias… más todo. –
-Bueno… que remedio entonces… –
Me sostuve de su trasero para empujar y no perder la concentración. Su vagina comenzó a contraerse y a expandirse, estaba cerca. Por otro lado, ella siguió peleando.
-¡No! Se supone… que te niegues… ¡Tonto! Se supone… que te niegues… perderé la cabeza… –
Continué exactamente como lo estaba haciendo. Sanae comenzó a gritar.
-Se supone… que te niegues… –
-Dime que sientes… –
Ordené.
-Ya te lo dije… ah…. –
-Me detendré si no me lo dices… –
Amenacé, ella volteó a verme, con la cara roja por la excitación.
-De acuerdo… tu ganas… me gusta… me gusta todo lo que me haces… me gusta esto… –
Agregó, jadeando por respirar. Empujé de nuevo, llegando lo más profundo que pudiera. Y Sanae comenzó a venirse. Jugos de amor salieron de ella levemente, escurriendo a través de sus muslos y su trasero por la posición en la que estábamos.
-Puede que… me vuelva adicta a esto… –
Respondió Sanae jadeando.
-¿A pelear conmigo? –
Sanae se sentó enojada y me pegó con el puño de nuevo.
-¡No!…
Se dio la vuelta y cruzó los brazos.
-Estoy enojada… –
-Qué bueno… –
Respondí, y sin previo aviso me lancé sobre ella, o más bien dicho sobre sus pechos.
-¿Qué haces? –
Preguntó ella, pero no hizo nada por detenerme. Comencé a bajar mi cara hasta que me acerqué a su entrepierna.
-Quiero consentirte… –
Respondí, volteando levemente, Sanae tragó saliva y separó sus piernas.
-Espera… –
Se quejó ella, me detuve, mirándola. Ella me miró fijamente durante un momento, luego bajó la cara.
Explicó, yo sonreí y asentí.
Separé sus piernas y metí mi cara en medio de ellas. Casi al instante Sanae comenzó a gemir y a llorar. Usé mi lengua para acariciar su clítoris, mientras rápidamente comenzaba a acariciar sus paredes con mis dedos y mis labios.
-Toshikane… –
Llamó Sanae, ella nunca me había llamado por mi nombre.
-¿Eh?-
Pregunté, desde donde estaba.
-¿Te gusta ahí? ¿No te molesta? –
Preguntó ella, acariciándome el cabello.
-Claro que no… sabe bien… –
-Pero te voy a mojar… –
Se quejó.
-Eso estaría bien. –
Respondí, succionando levemente su clítoris, ella dio un respingo y un poco de su néctar salió de ella, manchando mi cara. Sanae hizo un esfuerzo por detenerlo…
-Te lo dije… ¡Qué vergüenza!… Eso es tan sucio… –
Comencé a lamerla alrededor, por sus muslos, para limpiar los jugos que ella había estado escurriendo, levanté sus piernas sobre ella para poder seguir lamiendo.
-No… no… no puedo detenerlo… para…. –
Pidió, pero como era mi costumbre, no me detuve. Solo unos momentos más tarde, Sanae comenzó a venirse de nuevo. Esta vez bastante más que la anterior.
Y sí, me mojó la cara.
Estaba furiosa cuando terminó. Luego de un pequeño momento de silencio, comenzó a quejarse de nuevo.
-Te dije que pararas… –
-No quería parar… –
-Yo no sé cómo puedes hacer esas cosas, cualquier otra persona estaría vomitando. Yo estaría vomitando. –
Se quejó ella.
-Has lamido el mío antes. –
Repliqué.
-Es diferente… lo tuyo no da asco. –
-No me da asco… –
Repliqué, ella no me escuchó. Tomo una pequeña toalla de no sé dónde, y me la extendió, sin mirarme.
-Límpiate. –
Ordenó. Yo estaba acostado en una orilla de la cama.
-No te lo dije la última vez, porque era obvio que tratabas de complacerme, pero soy tu novia ahora, no tienes que seguir haciendo eso. –
-Límpiame tu… –
Respondí. Ella me miró con cara de pocos amigos, suspiró y acercó la toalla a mi cara.
-Lo siento, pensé que se sentía bien. –
Respondí mientras ella me limpiaba la cara.
-Se siente bien… pero… bueno… –
Y bajó la voz, su mirada se suavizó también.
-Yo aún no me creo todas esas cosas ¿Entiendes? Todavía hay un voz dentro de mi corazón, diciéndome que lo que hago está mal… eres más sucio de lo que puedo soportar… –
Yo suspiré. Todavía tenía mucho trabajo por delante.
Sin decir nada, le di un beso en los labios, ella lo recibió sin decir nada, sin oponerse.
-¿Eso te dio asco?-
Pregunté.
-No… es un beso… –
-Pero acabo de… –
Ella camino de cara.
-Tenías que arruinarlo… –
-Me tomaré el tiempo necesario, para hacer que esa voz se vaya. –
Respondí, acariciando su cabello de nuevo. En realidad no sería la primera vez. Supuse que Sanae sería más difícil por su personalidad, pero nada que un poco de cariño y paciencia no solucione.
-¿Por qué no puedes solo usar mi cuerpo para tu placer y es todo? ¿Por qué no puedes solo ser un novio normal? –
Se sentó en la cama, de espaldas a mí, con los brazos cruzados mientras decía eso.
-Porque si lo fuera, tu no me querrías… –
Me senté también, al lado de ella.
-¿Tan seguro estas? –
Sanae enrojeció. Yo asentí.
-Además, no tiene mucho sentido que salgas conmigo si no hago que te sientas mejor ¿No crees? –
-Puedes comprarme cosas. –
Respondió ella. Era una respuesta tonta y ambos lo sabíamos.
-¿Con el salario que me da tu padre? No creo… –
Respondí, riéndome, ella finalmente sonrió.
-Veré si puedo hacer algo… –
Dijo ella. Yo encogí de hombros.
-No hace falta… más importante que eso…me gustas. Que me creas eso por el momento me basta.–
-Lo creo… –
Respondió Sanae, sonriendo y bajando la cabeza.
Tocaron la puerta. Me puse nervioso sin estar seguro de porqué. Me vestí rápido mientras ella iba a donde la puerta.