Capítulo 24: Lecciones sobre el amor.
Una vez que cerré la puerta de mi casa, me senté en el sofá un momento. Pensativo. Quizá cuando quise ser bueno con ella era tarde, eso podía ser. Tenía que dejar de ser así, tenía que aprender a decir las cosas cuando era el momento correcto.
Tal vez si en lugar de ¡Eres estúpida! Hubiera gritado algo como ¡No te vayas! Las cosas hubieran salido de otra forma. Es cierto que era vergonzoso, pero no me dio vergüenza enojarme con ella y decirle cosas feas.
Estaba ocupado sintiéndome miserable que no me di cuenta de que alguien entró a mi casa. Y digo alguien porque aquí solamente entraban dos personas sin avisar. Y Akane estaba aún en su festival.
-Oye. –
Llamó Kamine, acercándose.
–Hola… –
Respondí, levantando la cabeza para mirarla. Kamine me miró con confusión.
–Así que si eres tú. Parecía que ibas al calabozo cuando entraste aquí… me preguntaba… ¿Qué podía estar pasando? –
Su tono de voz me hizo reír con vergüenza.
–¿Por qué no iba a ser yo?–
Pregunté.
–No sé… tenías una cara completamente diferente a la de siempre. –
Replicó ella, luego encogió de hombros.
–¿Dónde está la princesita tonta? –
Preguntó, mirando a todos lados con naturalidad.
–Deja de llamarla así. –
Respondí, algo agresivamente.
–Uy… que enojado. Bueno como sea ¿Dónde está? –
–Trabajando. –
Respondí. Kamine me miró con los ojos abiertos. Hizo una expresión de sorpresa.
–Tu sí que eres un patán completo ¿La tienes trabajando? ¿Ella lo aceptó? –
Preguntó Kamine. Yo me puse de pie, agitando las manos. Era un malentendido.
–No es como lo estás pensando, es festival escolar en su instituto, su clase hizo un café–restaurante y le toca atender a los clientes del día de hoy. –
Kamine se rio.
–Ah… eso explica muchas cosas. –
Dijo, levantando las manos en señal de alivio.
–Y bien ¿Qué ocurre? –
Preguntó, sin quitar el dedo del renglón.
–Nada. –
Respondí.
–Esa no es la cara de alguien a quien no le pasa nada. –
–No tiene nada que ver contigo, y no te gustará. –
–Pero quiero ayudarte. –
Replicó ella.
–Me ayudaste antes ¿No es cierto? –
Explicó, como estableciendo la razón de que quisiera ayudarme.
–Si pero… –
Iba a negarme, cuando ella me interrumpió de nuevo.
–A mí me gusta Sushake. –
Respondió Kamine. Encogiendo de hombros. ¿Cómo es que podía decirlo tan claramente? Me dio un poco de envidia, a decir verdad. Quise molestarla un poco.
–Qué bueno, pero déjame decirte algo, a alguien como él, le vendría bien cualquiera. –
Le dije, poniendo mi cara sobre mi mano. Desanimado.
–Ya sé. –
Respondió Kamine, encogiendo de hombros.
–Esto no es acerca de lo que yo soy para él. Es acerca de lo que él es para mí. A él le vendría bien cualquiera, a mí no. –
Yo la miré con recelo.
–Ya no. –
Explicó después.
–No estoy seguro de creer eso. –
Repliqué. Kamine evadió el insulto con tanta gracia que daba miedo.
–Estas siendo malo conmigo aposta, pero te perdono. Ahora dime. ¿Qué ocurrió? –
Preguntó después. Yo suspiré y me recargué en el sofá.
–Me botaron. –
Explique.
–¿Mizore? ¿Tu princesita? ¿Quién? –
–No la conoces. –
Respondí.
–Consigue otra. –
Replicó Kamine, encogiendo de hombros.
–No se trata de eso. –
Kamine sonrió. Me tenía justo donde quería.
–¿Verdad que no? Tiene que ser ella. –
–Ni siquiera me botó. Solo dijo que quería tiempo a solas. –
Expliqué luego. Kamine sonrió con malicia.
–Te botaron. –
Replicó Kamine. Maldita sea, yo quería creer que no era así.
De mala gana y apresuradamente, le comenté a Kamine los pormenores de la situación, por supuesto que omití muchas cosas, pero aun así fue un poco largo. En cierto modo, me hizo feliz que ella me escuchara, a cada cosa que le decía ella asentía con la cabeza y me miraba con pena.
–Y bien botado. –
Dijo ella cuando terminé.
Maldita Kamine.
–¿Tú crees? –
Pregunté.
–Ni que decir tiene, te lo merecías. –
Aseguró ella.
–Para esa clase de cosas, no necesito ayuda alguna, Kamine. –
Reclamé.
–Todavía no me dices que quieres hacer. Puedes dejar las cosas como están, un problema menos del cual preocuparme. Si… déjalo justo como está. –
Respondió ella, encogiendo de hombros.
–Eso no resuelve mi problema. –
Repliqué. Kamine se dio la vuelta, y me sonrió con malicia.
–Recuerda quién eres. El Toshikane que yo conozco, estaría pensando en cómo regresar a esa oveja descarriada al rebaño, no deprimiéndose porque se ha extraviado. –
Eso me dejó frio por dentro. Ella tenía razón, normalmente yo estaría pensando en cómo recuperarla. No era normal esta actitud. También tengo que admitir que pensarlo durante todo este tiempo, me había agotado.
Pero al final del día, era una chica de colegio. Debería poder manejar eso.
Una vez que ella me ayudó a recuperar un poco los ánimos, me dio su consejo.
–Una noche contigo, no se olvida con facilidad. Ahora mismo ella se siente bien… no le hace falta, pero no va a pasar mucho tiempo antes de que su cuerpo le reclame. Déjala ser hasta entonces, simplemente limítate a recordarle, que estas allí. –
Explicó ella, sonriendo.
–No sé si el sexo sea lo que ella necesita. –
–Qué raro… juraría que la enamoraste en la cama ¿No es cierto? –
Preguntó Kamine. Le había explicado eso, por supuesto.
–Sí, pero después trajo problemas. –
Repliqué. Kurimo no era como ella. En absoluto.
–Tarado. Trajo problemas porque no le gustó que abusaras de ser bueno en la cama. Le dio miedo que usaras el sexo para encadenarla a tus malos tratos y ella necesitará tanto de ello que tendrá que tragárselo. ¿Qué chica iba a querer vivir así? Es tan obvio que da risa. –
Explicó.
–No estoy seguro. Ella dijo que quería que la quisiera a ella, no a su cuerpo. –
–Pues es que solo le tratas bien cuando ella te entrega su cuerpo, eso no estuvo bien. Tienes que ser bueno con ella siempre. ¿Quieres saber por qué me gusta tu amigo? Por eso, porque me trata lindo siempre. No solo cuando estoy desnuda.–
Explicó Kamine. Que ella estuviera dispuesta a decirme todas esas cosas era algo que ver. Otra cosa es que su… comportamiento en los días anteriores le quitaba credibilidad, y aun así, ella hablaba con la autoridad de alguien que conoce estas cosas a la perfección.
–Ella no es como tú. –
Respondí, todavía resistiéndome a pensar que mi… teoría estuviera mal fundada, desde el principio. Kamine se acercó a mí y me susurró.
– Entonces… ¿Por qué crees tú, que ella tiene tanto miedo, de acostarse contigo? –
Me quedé callado. Lógica pura y dura. Lo peor es que esa era MI lógica. No recuerdo cuando dejé de usarla. Finalmente, me rendí, escucharía su consejo.
–¿Qué crees que debería hacer entonces? –
Kamine suspiró, como con tedio, como si fuera yo un niño pequeño al que hay que explicarle que el cielo es azul.
–Por lo pronto, quita esa cara de perro regañado, no debiste dejar que ella te viera así, no deberías dejar que ninguna chica te vea así nunca. Pensé que lo sabías, con lo locas que traes a esas don tontas. Nunca ninguna ha visto esta cara tuya ¿cierto? Las chicas tenemos que ver siempre un lado genial, o todo el encanto desaparece. –
Me regañó, incluso estaba agitando los brazos.
–No sé si eso sirva de algo a estas alturas. –
Respondí, de algún modo sentí que no podría recuperarla, con lo mal que estaban las cosas. Kamine me miró de forma extraña, sonriendo maliciosamente mientras juntaba sus manos.
–No vuelvas a dejar que ella vea ese lado patético tuyo. Tiene que verte impresionante, tiene que creer que eres de acero. Te diré un secreto… es algo que las chicas guardamos para nosotras, algo que se supone que los chicos no deben saber. Pero, yo odio a las chicas tontas como esa… y quiero que lo uses para torturarla… Pero solo te lo diré si prometes que jamás se lo dirás a alguien que pudiera usarlo en mi contra. –
Explicó. Yo abrí los ojos. Kamine se acercó a mí, y puso su mano en mi cara. Sus dedos eran fríos como sus ojos.
–Cuando dejamos a un chico. Nos alimentamos de su llanto. De su desesperación… Nos encanta ver como sufre por nuestro cariño. ¿Sigamos siendo amigos? ¡Que estupidez! Lo único que queremos, es deleitarnos mirando cómo se consume por dentro. Nos burlamos mientras ellos lloran. Es tan delicioso… –
Explicó ella.
–¿Por qué hacen eso? –
Pregunté, extrañado, no porque así fuera, sino porque ella me lo estaba confesando así de claro.
–Somos mujeres… así es como pensamos. Algunas, de hecho, se dedican a enamorar a los chicos con la sola ilusión de alimentarse de ese sufrimiento cuando termine… –
Explicó, luego levantó la mano.
–Pero hay un reverso de la moneda. Y es que no hay nada que duela más, que darnos cuenta… de que no éramos importantes. Nada puede hacer sufrir más a una mujer, que la indiferencia hacia su abandono… o peor, su felicidad. El que sean felices después de que los dejamos… ¡Es horrible! Suficiente para destruir el ego de cualquiera. Úsalo… aplástala como la perra que es. –
Explicó Kamine, sonriendo con malicia.
–¿Por qué me lo dices? Cualquiera diría que la odias. –
–Claro que la odio… mira que hacerte eso a ti… ¡A ti! Es imperdonable… pero está bien. . –
Respondió Kamine, y así, sin avisar, me dio un beso en los labios.
–Yo no pretendo que ella sufra… –
Le dije, ella me miró con lastima.
–Oh… eso es tan lindo. Es mejor cuando nos hacen sufrir… los amamos más… nos hacen llorar y gritar, y hacen que nuestro corazón se acelere porque escuchamos su nombre… y no entendemos nada, pero queremos más… eso es amor. Amor es cuando duele tanto que se vuelve placer… es cuando olvidas la diferencia entre ambos. –
Me reí un poco.
–Suenas como tu prima… –
Respondí.
–Tal vez… tal vez, a todas nos agrada el dolor… de una forma, o de otra. –
Explicó ella, encogiendo de hombros. Iba a decirle que se equivocaba… pero no era verdad. Sanae con las peleas y los gritos, solo para poder decir ¡Quiero atención! Akane con su idea de que tenía que tomarla por la fuerza, aunque no fueran precisamente golpes… o mirando a su esposo ser infiel… Mizore con sus golpes e insultos, incluso Ayasara Sensei con la idea de ser atrapada y despedida.
A todas les dolía lo que pasaba.
Aun así, parecían adictas a ello.
–No entiendo. Dices que debo ser amable con ella y no solamente cuando hacemos cosas. –
Repetí. Kamine asintió.
–Pero también dices que debería hacerla sentir miserable. –
Kamine volvió a asentir.
–¿Cuál de las dos? –
Kamine me golpeó en la cabeza.
–¡Ambas! ¿Eres idiota? Se trata de que vea la diferencia, se trata de que extrañe tu amabilidad, se trata de que entienda que es mucho mejor ser tu novia que no serlo, se trata de que se sienta segura y feliz estando contigo, y terriblemente miserable si te abandona. Te botó, y tiene que pagar el precio. Pero no fue sin razón, y tú tienes que cambiar eso. –
¿Eso es lo que las chicas hacen cuando las dejas?
–Tengo que admitir que después de todo este tiempo… nunca te has equivocado en estas cosas Kamine. –
Comenté. Ella me había devuelto a Mizore llorando a mi puerta cuando el que tenía que ir a disculparse, era yo. Puede que no me gustara su forma de hacer las cosas, pero siempre fue efectiva.
–Sé que sabes lo que hay que hacer para atormentarla y sé que sabes también, como hacerla feliz una vez que vuelva, así que deja de preocuparte por ello… –
Me dijo Kamine. Luego se dirigió a la puerta.
–Y… nunca tuvimos esta conversación. –
Dijo, y cerró la puerta tras de sí. Tal vez todavía tenía una oportunidad, si todo mejoraba. Podía hacer que mejorara. Y lo más importante en ese momento, sentirme en control de nuevo, me puso feliz.
Ahora solo restaba esperar a que Akane llegara. Pensando en que ella llegaría cansada del trabajo, tome el teléfono y pedí comida. No era normal, ni siquiera cuando vivía solo, pero no iba a forzarla a que preparara la cena en ese estado.
Akane llegó casi cuando colgué el teléfono.
–Ya estoy en casa… –
Akane anunció su entrada. Yo me puse de pie, ella me miró y sonrió.
–Bienvenida… pareces feliz… –
Comenté. Luego de la conversación con Kamine, había recuperado un poco los ánimos. Decidí no pensar en Kurimo por el momento, dejarla de lado hasta que tuviera una imagen más clara de lo que iba a pasar con ella.
Sé que no era lo mejor, y que ella querría saber, pero si le decía ahora a Akane que rompí con Kurimo por lo que paso en el café, ella se sentiría culpable. Y no quería quitarle esa amplia sonrisa de la cara.
–Lo estoy… –
Respondió ella, sonriendo y dejando su mochila en el perchero, luego entró a la cocina.
–Prepararé la cena… –
Dijo.
–No te molestes… he pedido pollo, no debería tardar en llegar… –
Comenté.
–No podemos comer solo de fuera… –
Se quejó Akane, pero no pensé que ella se sentiría con energías para ponerse a preparar la cena.
–A decir verdad… Pensé que estarías cansada. –
Le dije. Ella me miró y volvió a sonreír culposamente y bajó la cabeza.
–¿Pasa algo? –
Pregunté, acercándome a ella.
–Nada. –
Respondió, y me dio un beso en la mejilla.
–No tienes cara de que no haya pasado nada. –
Repliqué, era lo mismo que Kamine me había dicho.
–Conocí a alguien… un cliente… –
Explicó ella con una risita de culpa, mirándome a los ojos, y sonrió. Ella quería seguir con esa fantasía.
–¿Un cliente? ¿Por eso estas tan feliz? –
Akane se dio la vuelta, mirándome y alejándose de mí. Yo la seguí, ella balanceaba su trasero más de lo normal.
–Bueno, es que dijo que era yo la más linda… –
Explicó ella, y sin aviso ni nada por el estilo, me dio un beso en los labios.
–¿Y qué más? –
Pregunté cuando ella dejó de besarme. Akane se rio con culpa. Culpa sin sentido porque ya sabía yo de lo que estaba hablando.
–Nada… –
Dijo ella. Giró su rostro luego, yo la hice mirarme por la fuerza… no usé fuerza en realidad.
–Dime que paso… –
Respondí, tratando de parecer serio, aunque siendo sinceros, lo único que quería era tener más sexo con ella.
–Él dejó a su novia afuera, y entró a la cocina a buscarme… y… –
Se interrumpió. Yo comencé a besarle el cuello. Akane cerró los ojos y me abrazó junto a ella.
–¿Eso fue todo? ¿No es muy tonto que estés feliz por solo eso? –
–No es todo… –
Replicó Akane. Comenzamos a abrazarnos y nos dejamos caer sobre uno de los sillones de la sala. Una vez allí, comencé a desabotonar su blusa mientras besaba su cuello y le preguntaba.
–Entonces ¿Que fue? –
Pregunté.
–No puedo decirte… te vas a enojar conmigo… –
–Si no me dices, me enojaré de todos modos… –
Respondí.
–Me hizo cosas… yo le dije que no podía, que era casada, pero él no escuchó… –
–¿Qué cosas mujer? No puedo entenderte si no me lo dices. –
Respondí, olfateando su pecho ahora descubierto.
–Pero… es sucio… –
Se quejó, comencé a lamer sus pechos y ella apretó mi cara contra ella, sus pezones estaban duros. Una de mis manos se movió para acariciar sus piernas.
–¿No vas a decirme? –
Pregunte, comenzando a succionar sus pezones, Akane enrolló una de sus piernas alrededor de mi cintura.
–Promete que no te enojarás… –
Respondió. Hasta yo alcancé a notar que había un doble sentido aquí. ¿No enojarme por qué? ¿Por lo que iba a decir? ¿O por ser pervertida y decirlo?
–Lo prometo… –
Respondí.
–Bien… él… me acorraló en la cocina, y metió su mano… bajo mi falda, haciéndome caricias… –
–¿En dónde? No puedo entender si no me lo dices claramente… –
Akane aprovechó la posición en la que estábamos para abrazarme con fuerza y que no pudiera verla a la cara, una vez así, ella me susurró.
–Mi… mi… Va… –
Sería un gran triunfo ahora que ella pudiera decirlo completo, pero supongo que era pedir imposibles. Después de todo, esa palabra no solo la incomodaba a ella… comencé a acariciarla precisamente allí por encima de la ropa, esto hizo que Akane se retorciera un poco.
–Ahí… me acarició ahí donde estas tocándome… –
Susurró Akane. Los ánimos se estaban calentando bastante rápido.
–Y ¿Lo permitiste? –
Pregunté.
–¿Qué opción tenía? Le dije que era casada, y no le importó… lo hizo de todos modos… –
Se quejó.
–¿Qué pasó luego? –
Pregunté.
–Me dijo… eres la más linda… yo le dije, que era lo peor…. Pero no escuchó… –
Explicó mientas yo seguía lamiendo su pecho, dejándola que explicara. Sin avisar, mordí uno de sus pezones. Akane gritó.
–¡Duele! –
–¿Qué más pasó? –
Pregunté, sin soltarla.
–Te diré… te diré… pero no te enojes… –
–Entonces dime… –
–Bajó… mi ropa interior… y me puso contra la puerta… y lo metió… dentro de mi… –
–¿Qué metió? –
–Su… pene… –
Volví a morder sus pezones.
–¡No! Estas lastimándome… estas siendo malo… dijiste que no te ibas a enojar… –
–Pero te fuiste con otro… seguro que lo disfrutaste… –
Respondí, fingiéndome celoso. Ella negó con la cabeza, su cara estaba roja.
–No es cierto… yo no quería… –
Tome sus manos y las coloqué por encima de su cabeza, ella tenía lágrimas en los ojos, aun así, su sonrisa no había desaparecido.
Sonó su teléfono, pero no le prestamos atención.
–Quien sabe… –
Respondí, lamiendo su vientre y metiendo mi lengua en su ombligo. Luego regresé y la mordí de nuevo, esta vez, uno de su senos.
–Te lo juro… tienes que creerme. Soy tu esposa, me tienes que creer… no me lastimes. –
Se quejó ella, tratando de apartarme.
–Pero lo dejaste hacer lo que quisiera contigo… ¿eso no te lastimó? ¿Por qué estas de quejosa ahora entonces?–
–No… Yo le dije que no… y si me lastimas… me iré con él… me iré y no volverás a verme… –
Amenazó Akane, yo deje de morderla.
–No suenas muy convincente ahora que tienes las piernas abiertas… –
Respondí, acercando mi pene a su entrepierna, ella se estremeció por unos momentos, por toda respuesta, se soltó de las manos, y abrazándose a mi cuello, me atrajo hacia ella y comenzó besarme.
–¿Qué esperas? Suplanta eso que paso… si quieres que me quede contigo… hazlo mejor que él…–
–Todavía no sé lo que hizo… –
Repliqué.
–Pues eso… lo metió… dentro de mi…y empujó, con mucha fuerza… y –
–Parece que te fue bien entonces… –
Respondí, ella me miró, sin dejar de sonreír… negó con la cabeza después.
–Nos interrumpieron… les dije que me ayudaran… pero me dijeron que como el cliente era muy apuesto… mejor lo dejarían hacer conmigo lo que quisiera… –
Respondo Akane… su versión de las cosas estaba muy distorsionada. No pude menos que sonreír, pero como ahora estaba ocupado besando su cuello, no pudo verlo. Aproveché ese momento para quitar sus pantis, ella se deshizo de ellas en cuanto las bajé lo suficiente, luego enrolló sus piernas alrededor de mi cintura, ofreciéndome su vagina que estaba bastante mojada.
–El siguió abusando de mi… le dije que me soltara… pero no quiso… –
Explicó, mientas restregaba su cintura contra mi pene, que pronto encontró el camino en su entrada. Coloqué mis manos sobre las rodillas de Akane, y presioné. Ella levantó sus caderas con un gemido.
–Él era mejor… lo hizo más fuerte… me deseaba más que tú ahora… –
Se quejó ella.
–¿Mas fuerte dices? Muy bien… no te quejes luego. –
Respondí, aumentando la fuerza de mis embestidas cada vez más. Akane separó las piernas todo lo que pudo, su cara estaba roja y sus caderas comenzaron a moverse por sí solas.
–Mas… más… no es suficiente… él fue más duro… me trató como a una zorra… como a un juguete… –
Uuuhhh… esas eran palabras mayores. Akane me miró insistentemente para verificar mi reacción.
–¿Eh? Pues… tal vez… tenía razón… –
Respondí, empujando con todas las fuerzas que tenía. Akane comenzó a gritar con fuerza. La tome de las manos y las usé como sostén para halarla hacia mí, pasando sus brazos por en medio de sus piernas.
Si esto no es duro, entonces no sé lo que será.
–Hazlo con fuerza… haz un desastre de mi… –
Admito que nunca me había atrevido a hacer esto, puedes lastimar a una chica porque, literalmente, es la posición más profunda que te puedes encontrar. Estaba usando su cuerpo como una palanca… El cuerpo de Akane se encogió hacia adelante y ella comenzó a gritar con más y más fuerza.
–¿Qué es esto? ¿Qué es esto? Me duele… Toshikane… –
Gritó llorando. Iba a detenerme, pero preferí preguntar primero. Akane suele llorar cuando hacemos esto, y no siempre es una mala señal.
–¿Así es lo suficientemente fuerte? –
Pregunté. Akane asintió muchas veces y muy rápido.
–Así… así… Hazlo así más… eres el mejor… –
Comencé a jalar sus brazos con fuerza y a empujar muy rápido. Los golpes en su trasero sonaban tan fuerte como si fueran nalgadas.
–¿Incluso mejor que el cliente?–
–El ¿qué? … No sé… no sé de qué hablas… –
Se olvidó de él muy rápido.
–El cliente… con el que te fuiste a revolcar… –
–Ah… si… él…tú eres mejor… soy solo tuya… adicta a ti… –
Gimoteó ella en medio del llanto, el único problema que tenía con esta posición, es que… no puedo durar mucho.
–Akane… me voy a venir… –
–Si… si… hazlo… dámelo todo… ponlo dentro de mi… –
Ella dijo eso entre gritos y chillidos. Yo hice lo que me había pedido. Quiero decir que lo vacié dentro de ella. y luego como estaba agotado, me detuve.
Solté sus manos y ella volvió a caer sobre el sillón. Mi pene salió de ella por pura inercia.
El teléfono de Akane seguía sonando. ¿Qué no era muy obvio que ella no estaba en condiciones de responder? Ha estado sonando hace ya un rato. Akane ni siquiera le prestó atención.
De pronto se levantó de un salto.
Había recuperado el aliento, y la vergüenza. Se llevó las manos a la cara.
–No puedo creerlo… No puedo creerlo… –
–¿Qué ocurre? –
Akane se puso de pie frente a mí, yo estaba sentado al pie del sillón, y llevándose las manos a la cara, comenzó a llorar.
–¿Estas bien?–
Pregunté, algo confundido. Ella me miró con lágrimas en los ojos.
–Lo siento muchísimo. –
Y hizo una amplia reverencia.
–¿Eh? –
Eso me hizo salir del limbo mental en el que me hallaba.
–Lo siento, de verdad, lo siento, lo siento mucho. –
Dijo esas cosas mientras se inclinaba una y otra vez. Nunca se había disculpado tanto, sus pechos rebotaban cada vez que ella hacía eso.
–No comprendo. –
Repliqué.
–Lo que dije… sonaba como mi madre… ¡Oh cielos! –
–Si es por lo de las malas palabras… –
Iba a comenzar a explicarle, pero ella me interrumpió.
–¡No son las malas palabras! ¡Es TODO lo que dije! –
Gritó ella.
–Lo siento… yo… no estaba pensando con claridad, me pareció algo gracioso que estuvieras aquí y allá a la vez y… yo… –
–Akane… cálmate… –
Ella estaba llorando, se acercó a mí y se hincó para mirarme de frente.
–Fue una completa idiotez, te lo juro… yo… yo no lo haría. –
–¿Hablas de tener una aventura? –
Pregunté.
–Sí, eso mismo… solo funcionó porque eran la misma persona ¿entiendes? Si realmente hubiera sido verdad yo… –
No soy quien para enojarme por eso, mucho menos en esta situación que ni siquiera era real.
–¡Me suicidaría! –
Me puse de pie, y la tomé de la mano para que se pusiera de pie. Y una vez que ambos estuvimos de pie, le puse las manos en los hombros y la miré a los ojos.
Me puse mortalmente serio.
–No hables así. –
–Pero… –
Le puse un dedo en la boca para callarla.
–Número uno. Sé distinguir una fantasía de la realidad. ¿Entiendes? Y lo sé porque fui a ese lugar y obligué a una de las meseras a acostarse conmigo. Pero te aseguro, que eso no habría funcionado de no ser porque eres mi esposa. Si no tuviéramos este tipo de relación jamás habría pasado. Fue porque no éramos realmente desconocidos y que pudimos tener ese juego. Por eso sé que no es real, y funciona para ambos lados. –
Akane asintió con lágrimas en los ojos.
–Número dos. Si alguna vez llega a pasar, por cualquier circunstancia. No hagas nada estúpido. Eres mi esposa, y te amo. –
Nunca se lo había dicho. Akane se quedó perpleja, lagrimas resbalaron por sus mejillas,
–Te amo más allá de que seas mi mujer. Más de lo que hay en el sexo que tenemos. Incluso si me abandonaras realmente, te seguiría amando. No vuelvas a decir algo así. Eres una mujer maravillosa y lo seguirías siendo incluso si nunca hubieras aceptado ser mi esposa. Si nunca hubieras venido aquí. Tu valor no se mide en la relación que tienes conmigo. –
Akane me abrazó con fuerza después de eso. Sin dejarme decir más.
–Lo siento, fui tonta… –
Dijo ella. Luego se separó levemente de mí, y me dio un beso en los labios.
No hubo deseo en ese beso, puede ser porque acabábamos de hacerlo, pero no pude sentir ninguna intención sexual. Era raro que sucediera, pero aun así, era encantador.
–Eres el mejor… –
Dijo ella. Era su frase por ahora.
Akane recargó su cara en mi hombro, restregando su cabeza contra mí.
–No puedo creer, que tantas veces me pregunté si algún día llegaría un hombre para mí, y que lo rechacé cuando lo tuve justo enfrente. Estoy tan feliz de estar aquí… –
Dijo ella, riéndose levemente y secando una lagrima de su rostro.
–Agradécele a tu padre entonces, él me atropelló con el auto. –
El teléfono volvió a sonar. Ambos volteamos a ver al sillón donde lo había dejado.
–Ha estado sonando desde hace rato. –
Comenté.
–Si… pero no creí que sería importante. –
Respondió Akane, buscándolo en su bolsa.
–Mejor contesta esa llamada. –
–Es de casa de mis padres… –
Dijo. Eso me dio una especie de mal presentimiento. Akane me miraba, como si no estuviera segura de contestar o no hacerlo.
–Puede que sea una emergencia. –
Y contestó. Incluso lo puso en altavoz para que yo pudiera escuchar.
…Moshi–Moshi…
Escuchamos dos niños pelear del otro lado del auricular.
…Moshi–Moshi. Onee–chan.
Era el pequeño hermano de ella.
…Daito ¿Qué está pasando?…
…Onee–chan, Miyashi quiere hablar contigo, pero le he dicho que espere y no quiere…
Akane suspiró. Si se podían dar el lujo de pelear así, es porque era de poca monta, o eso pensamos.
…Daito, basta de pleitos, díganme ¿Que está pasando?…
Alguien le quitó el teléfono. Por supuesto, la niña pequeña.
…Onee–chan… yo fui la de la idea de hablarte… dile a Onii–chan que espere…
Siguieron peleando. Akane se enfadó. O por mejor decir “se enfadó”
…¡Basta! Esto es inaceptable….
Ambos pequeños guardaron silencio luego del regaño de su hermana mayor.
…Escúchenme bien. Quiero saber ¿Que está ocurriendo? y ¿Por qué están llamando con tanta insistencia? Me hicieron preocupar porque no sé si lo que está pasando es algo grave. ¿Y bien?…
Akane era un poco estricta con sus hermanos. El pequeño hizo una pregunta que ni Akane ni yo esperábamos.
…¿Cuándo vas a volver?…
…¿Cómo?…
Esa pregunta tomó a Akane por sorpresa.
…No has vuelto en muchos días ¿Estas bien?…
…Estoy bien pero… no puedo volver solo así…
…¿Por qué?…
…Pues, porque estoy casada. Tengo que estar con mi esposo ahora. …
…¿Eh? Es la primera vez que escucho eso…
…¿Otou–san no se los dijo?…
Quiso decirle Otou–sama, pero se detuvo.
…Claro qué no… no podemos preguntar nada de ti porque se enoja. Además, Okaa–sama se fue, y él está de mal humor…
…¿Cómo que se fue?…
Preguntó Akane, había estado desconectada de su familia por un largo tiempo.
…Puso cosas en una maleta… y se fue…
Se escuchó una voz de Miyashi, una advertencia.
…Es Otou–sama…
Y colgaron.
Akane me miró con cara de no entender. Yo negué con la cabeza, porque tampoco entendía nada de lo que estaba pasando.
Lo único que comprendí, es que ellos estuvieron intentando marcar. Puede que lo tuvieran prohibido. Akane me miró confundida, evidentemente sin saber qué hacer. Yo encogí de hombros.
–Son tus hermanos, te echan de menos. –
Respondí.
–Si pero… –
–Tienes que arreglarte con él. –
Respondí, refiriéndome a su padre. Y hasta a mí me molestaba la idea, pero es que esto no podía seguir así.
–Pero… –
–Sí, lo sé. A mí también me molesta y todavía estoy enfadado por lo que dijo de ti. Por otro lado… bueno, tus hermanos pequeños echan de menos a su Onee–chan, y por lo que puedo ver, ni siquiera saben lo que está pasando. Debe ser difícil. –
Akane finalmente suspiró.
–Veré que puedo hacer. –
Llegó el pollo después de eso, y lo pusimos en la mesa para cenar. Akane salió de la cocina con un par de platos.
–No me dejaste preparar la cena. –
Comentó ella. Con una risita tonta.
–Está bien, de vez en cuando. A decir verdad, como dije, pensé que estarías más cansada. –
Comenzamos a comer después de eso.
–Estaba muy contenta… –
Respondió ella con una risita.
–Recién llegué a la escuela y las chicas comenzaron a comentar acerca del beso que me diste ayer. Y bueno, varias de ellas pensaron que nos habíamos puesto de acuerdo para inventarlo o algo así… el caso es que no lo creían, en eso estaban cuando llegaste, y bueno, dejaste a esa chica en la mesa para entrar. Ahora todas saben lo que ocurrió. Dijeron muchas cosas luego de que te fuiste. –
Explicó Akane. Creo que se estaba convirtiendo en una especie de celebridad. Si es que se le puede llamar así.
–Había aguantado las ganas mucho tiempo. –
Respondí, mordiendo mi pedazo de pollo, explicando por qué había decidido ir hasta donde estaba. Ella se llevó la mano a la barbilla.
–¿Y esa chica? Hatami. ¿Qué paso con ella? ¿No hubo tiempo? –
–Verás, terminamos justo después de eso… –
Respondí. Akane se alarmó.
–¿Eh? ¿Por qué? –
Preguntó.
Más o menos le conté a Akane que las citas no habían ido muy bien últimamente, sobre todo para tratar de desviar la idea de que ella tuvo algo que ver. Y era verdad, hasta cierto punto.
–Ahora entiendo de quien eran todos esos mensajes derrotistas. –
Dijo Akane con un suspiro.
–¿Los viste? –
Pregunté.
–Tenia curiosidad. –
Respondió ella, bajando la cabeza.
–No tengo la intención de hacerme el inocente, me comporté como un tonto, y en eso ella tiene razón. Lo único que me molesta es que ella se niegue a aceptar eso. –
Era eso. Kurimo realmente pensaba que todas aquellas malas palabras y corajes fueron honestos.
–Tal vez le conviene pensar así. –
Respondió Akane, mirando hacia arriba, como pensativa.
–¿Por qué? ¿No crees que ella quiera estar conmigo? –
Pregunté. Era muy lógico, si ella realmente quería terminar y no sabía cómo hacerlo, esa había sido la excusa perfecta. El único punto es que, ella se había tardado mucho, pudo haberlo hecho el día en que conocí a su madre.
–No es eso, es que, tal vez, ella no quiere creer que puedes equivocarte. Es más fácil pensar que realmente la odias. –
–No lo entiendo. –
Respondí. ¿Por qué una chica iba a querer pensar eso? No tenía sentido para mí.
–Si quieres, puedo intentar hacerme su amiga. –
Comentó ella, ladeando la cabeza, como dubitativa.
–Ya sabes, como… parte de mi… paga por el favor que prometiste qué harías… –
Me reí un poco.
–Que tu esposa arregle tus problemas con tus amantes es extraño. –
Comenté.
–Que tu esposo arregle tus problemas con tus rivales también lo es. –
Replicó ella, encogiendo de hombros.
–Me gusta pensar que aparte de ser tu esposa, soy tu cómplice, me hace sentir cercana a ti. –
Respondió Akane. Así que eso era, ella quería esa parte también, lo que Akane no podía tolerar, es que Kamine fuera la única que tenía ese lugar en mi vida. No sé si a estas alturas todavía estaban peleando, Kamine había conseguido un novio y eso, pero Akane quería esa parte del pastel, quizá ´para asegurarse de que ella tendría el control sobre si me acostaba o no con alguna de sus compañeras, por las razones que ya he dicho.
Terminamos de comer después de eso. Akane comenzó a levantar los platos.
–Bueno, supongo que tenemos que ir a dormir ahora… –
Respondí, estirándome y mientras Akane pasaba detrás de mí, alcancé su trasero con una mano.
–Deberías ir a dormir sin pantis… –
Le dije. Ella saltó y me miró con los ojos brillantes.
–¿De verdad?…no tienes que forzarte, es decir… lo hicimos hace un rato…–
–No engañas a nadie… –
Respondí, acariciando su trasero.
–Tienes razón… como tú digas entonces… –
Dijo, y se apresuró a dejar los platos, luego subió corriendo las escaleras.
Revisé mi celular para ver si había algún mensaje. Nada.
En fin… hora de hacer aquello en lo que era mejor.
Cuando subí, Akane estaba acostada en la cama, sonrió cuando cerré la puerta tras de mí.
–Que esposa tan dulce tengo… –
Comenté, ella sonrió complacida. Me senté en la cama junto a ella, observando su cuerpo, no solo no tenía pantis, sino que tampoco tenía sostén. Sonreí.
–Mi cuerpo… es para ti… ¿Te gusta? ¿Te agrada lo que ves? –
Preguntó ella.
–Tampoco tienes sostén… –
Respondí. Me hizo algo de gracia a decir verdad.
–No… lo olvidé… –
Respondió ella, todavía no comenzaba y ella estaba a reventar, podía verlo por las palpitaciones en su vientre y sus pezones erectos tras la blusa de la pijama.
–¿Lo olvidaste? –
Pregunté, poniendo una mano en su rodilla, ella saltó.
–Si… lo olvidé… –
Comencé a jalar el pantalón de la pijama, que salió si ningún trabajo porque ella no lo había atado.
–Qué mujer tan pervertida olvida su ropa interior… –
–Perdón por ser una pervertida… –
–Y tan segura estás de que mereces mimos que ni siquiera ataste tu pijama… ¿Qué tan indecente puedes ser eh? –
–Pero tu dijiste… –
Se quejó ella, levantando las caderas, inconscientemente al parecer.
–Te dije que no te pusieras pantis, pero no dije que no ataras tu pijama… ¿tan desesperada estas? –
Ella se llevó un dedo a la boca, mordiéndolo con vergüenza.
–Si… perdón… me gusta mucho… –
Levanté sus piernas por encima de mi cabeza para mirarla bien. Su vulva palpitaba, pasé un dedo por sus labios, Akane se estremeció.
–Y ni siquiera puedes decirlo correctamente… –
Me quejé, ella giró la cara.
–Perdón por eso también… –
Respondió ella, comenzando a llorar mientras se estremecía con mi dedo, que iba y venía, recorriendo sus paredes exteriores. Su vagina comenzó a expulsar jugo de amor mientras la acariciaba.
–Creo que ya no tengo tantas ganas… –
Le dije, sonriendo. Ella volteó a verme y acomodó sus caderas.
–¿Eh? …No… estas siendo malo… por favor, te lo suplico… ignora mi vergüenza… ¿sí? He esperado mucho por ello… por favor… –
–De acuerdo, solo porque has sido una buena esposa… –
Respondí, y acerqué mi cara a su vagina, que resaltaba entre sus piernas cerradas como si fuera una fruta. La tome de las caderas y ella colocó sus piernas cerradas sobre mi espalda.
Akane comenzó a llorar.
–Si… si…esto es lo que quería… me encanta… gracias… –
–Es tan delicioso… –
Le dije. Comencé a lamer y a succionar poniendo todo lo que sabía en cada movimiento. Akane chilló:
–Toshikane… me encantas… me vuelves loca, no me dejes… no me dejes… no puedo vivir sin ti… ah… por favor… ¡Ah!–
Akane se retorcía de placer, y sin mucho preámbulo, mientras iba comenzando, ella comenzó a venirse. Su néctar de amor resbaló suavemente por su piel como su realmente fuera jugo.
–¿Eh? Pero si voy empezando. –
Reclamé, mientras sostenía sus piernas y miraba su vulva contraerse con pequeños calambres que hacían sus caderas y sus nalgas temblar.
–Acabamos de hacerlo… estoy… sensible todavía… perdóname… –
–Qué remedio… seguiré solo porque hoy está particularmente deliciosa… –
Akane tuvo una contracción. Yo puse un dedo en su trasero.
–Gra…gracias… –
Quizá pensó que no lo notaría pero lentamente comenzó a empujarme hacia abajo con sus piernas, que estaban sobre mi hombro.
Continué con lo que estaba haciendo, ahora metí un dedo dentro de su ano, que se contrajo al instante.
–Puedes hacerle lo que quieras también… está muy limpio… lo lavé antes de acostarme… –
Comencé a estimularla en ambos puntos mientras ella comenzaba a llorar de nuevo. Después de unos momentos, ella comenzó a venirse, siempre era muy rápido cuando lo hacía pero esta vez incluso fue más rápido. Tampoco es como que fuera mucho. Akane parecía que simplemente se había abandonado al placer, ya no trató de detenerme, puede que le faltara conciencia para ello, tampoco estaba diciendo nada coherente, solo sus quejidos que se hacían más altos cuando se venía, y bajaban el volumen cuando ella trataba de tomar aire.
Así estuvimos hasta que dieron las dos de la mañana. Algo digno de mención si tomamos en cuenta que todavía no era media noche cuando cenamos.
La cama acabó tan mojada que tuve que rehusarme a dormir allí, de hecho, le dije a Akane que no podía quedarse allí.
–Pescarás un resfriado. –
Le dije.
–¿Eh? –
Apenas podía hablar. Ni que hacerle, la tome en brazos y la levanté.
–En brazos… –
Comentó ella, a media voz.
–Vamos, dormiremos en mi cuarto el día de hoy. ¿Está bien?–
Ella asintió con la poca conciencia que le quedaba.
–Toshikane… ¿De verdad dijiste que me amas? ¿O fue un sueño dulce? –
Ya estaba a medio dormir. La deposité con suavidad en mi cama.
–Lo dije. –
Respondí, fui y apagué la luz.
–Entonces… todavía estoy soñando… –
Dijo.
–¿Qué? No…lo dije… –
Estaba dormida.
¿Valió la pena decírselo hoy?
Quién sabe. Tal vez mañana pensaría que fue un sueño o algo así. Ella estaba aferrada a mi brazo y yo no podía moverme.
Suspiré.