Haru no Yurei V3 C1

Capítulo 1: Un mundo pequeño.

Cuando las mujeres están sintiéndose bien, me refiero pues, a las cosas pervertidas, dicen lo que quieren decir. No sé si puedan mentir en ese momento, pero hasta donde mi experiencia me alcanzaba, eso no me había pasado.

Los hombres generalmente, usamos esa parte o bien para hacer cumplidos sucios, o bien para avergonzarlas y molestarlas un poco, dependiendo de la ocasión.

Quiero decir, se vería mal que estuviera cenando con Akane, por ejemplo, y le hiciera un cumplido acerca de sus pechos, por mucho que la halague, no es el momento. Por eso es que usábamos ese momento.

Las mujeres generalmente lo usan para decir otras cosas, que no pueden decir simplemente así. Tal vez con alguien muy experimentada, como Kamine, que sabía lo que uno quiere escuchar, lo diría aunque fuera mentira, pero por lo general, podías confiar en lo que ellas decían en ese momento.

Lo digo porque, mientras estaba haciéndolo con Kurimo, ella pidió perdón como una cincuenta veces, y no parecía querer detenerse. Al grado de que “Lo siento” “disculpa” y “perdóname por favor” fueron las únicas tres cosas cuerdas que salieron de su boca.

Yo la traté como mejor pude, besando cada parte de su cuerpo que yo tuviera a mi alcance, aparte de para que ella se sintiera mejor, para deleitarme con el sabor de su cuerpo que hacía mucho que no probaba. Era magnifico, tengo que decirlo, pero esas disculpas constantes realmente abrieron una especie de hueco en mi interior.

Era la tercera vez que cambiábamos de posición y yo había dejado de contar las veces que ella se venía después del número cinco. Ahora estaba sentado y ella estaba sobre mí, abrazándose con brazos y piernas a mí, y dando pequeños saltitos. Hacía ruidos obscenos que se mezclaban con sus jadeos cuando mi pene entraba en ella.

–Perdóname…–

Pidió en voz baja, sacó su lengua como lo hacía cuando quería que la besara.

–Te perdono. –

Respondí. Era la cuarta o la quinta vez que se lo decía también, y no por ello dejó de pedir perdón. Siguió jadeando hasta que nuevamente, pidió perdón. La besé para que se callara.

Kurimo se dejaba besar, de hecho, sus besos siempre eran así, lascivos, espesos, pesados. Daba la impresión con solo besarla de que podías hacer cualquier cosa que se te ocurriera y ella lo permitiría. Eran la clase de besos que querían decir “haz lo que quieras conmigo, aquí estoy” y sin embargo, no dejó de pedir perdón.

-Llenaré tu vientre… –

Le dije. Estaba a punto de venirme y quería decirle algo para que ella olvidara por un momento las disculpas. Ella me miró con los ojos abiertos, luego bajó la cara, y asintió.

–Lo siento… –

Comencé a venirme, carga tras carga salieron disparadas hacia arriba dentro de ella. Y como es muy estrecha, no tardó mucho en empezar a salir de ella, escurriendo aun mientras mi pene seguía adentro

-Perdóname… –

Susurró ella, luego se dejó caer boca arriba sobre el futon.

–Está bien ahora… –

Respondí, acariciando su cara. Kurimo estaba sudando y pequeñas gotas de sudor resbalaban ahora de su cuerpo, sobre todo de sus piernas, mezclándose en sus muslos con los jugos de amor que ella había soltado.

–Yo no siento que esté bien… –

Respondió Kurimo.

Nuevamente, obstinada como no había conocido a ninguna persona antes.

–¿Quieres que haga algo? Lo que sea… yo haría lo que fuera por ti… –

-Lámelo… –

Le dije, ella se hincó sobre el futon y tomó mi pene en sus manos, acercó su lengua y lo acarició como si pretendiera despertarlo con su lengua. Por supuesto que mi erección volvió en cuestión de segundos. Ella comenzó a lamerlo de abajo hacia arriba.

-Perdón… –

-¿Hasta cuándo vas a seguir disculpándote? –

-Hasta que me perdones… –

Respondió ella, pero no dejaba de lamer.

-Ya lo hice… –

Respondí, me alteré un poco, lo admito, ella retrocedió.

-Todavía estás enojado… –

-No, eso no… –

-Está bien, estás en tu derecho, todavía no me he disculpado correctamente… –

La tome de la mano y la levanté. Ella giró la cara. Una lagrima resbaló por su mejilla.

-Dilo… –

Le dije, ella volvió a disculparse, la atraje hacia mí con fuerza y pasé su brazo por detrás. Ahora parecía que estaba forzándola, pero no tuve que usar nada de fuerza, ella solo se dejó hacer.

-Perdón… –

Mi otra mano fue a su cara, acaricié su mejilla.

-No eso, lo otro… lo que sea que te tiene así… –

Le dije.

-Está bien… está bien… no tengo nada… –

Se quejó.

-Si no me lo dices, me daré la vuelta ahora, me iré y no sé cuándo vuelva a venir aquí. Puede que nunca. –

Amenacé, ella abrió los ojos y me miró atónita, asustada de la idea.

-No… no… eso no… –

-Lo haré con ellas frente a ti, te obligaré a mirar… les haré montones de cosas bellas y me marcharé luego. Te dejaré con las ganas. –

Ella lo estaba creyendo en serio.

-No… no me puedes hacer eso… yo te necesito… –

-Es tu ultima oportunidad… habla… –

Esperé un momento, la solté, pero antes de que pudiera apartarme de ella, Kurimo finalmente alzó la voz.

-Tú no has dicho nada. –

Se quejó.

-¿Eh? ¿Qué ha sido eso? –

Pregunté, ella bajó la cabeza.

-Yo no quiero molestarte, pero todavía no me dices nada. Todavía estas actuando como si estuvieras enfadado, no me has dicho lo que sientes, pero a ti no te gusta decir esas cosas, y lo entiendo. No quiero ser una molestia… no quiero que digas cosas que no quieres decir… –

Suspiré. Mejor arreglaba esto de una vez, antes de que, como la última vez, se convirtiera en algo con lo que no pudiera lidiar.

-Creí que te había dicho que quería que fueras honesta… –

-Pero… no quiero ser problemática, no quiero causar problemas. Tampoco puedo decir esas cosas… pensarás que soy una cualquiera… –

Tal vez… estaba tomándolo del lado equivocado.

-Ven aquí… –

Respondí. Le di un beso en los labios. Ella se dejó besar, incluso metí mi lengua, no estaba tocándola todavía, pero fue evidente que ella trataba de atraer mis manos a su cuerpo, lo digo porque se restregó contra mi todo lo que pudo.

-Eres una consentida ¿eh? –

Pregunté, tome uno de sus pechos en mi mano, y lo sostuve con un poco de fuerza, apenas la suficiente para hacerla saltar. Ella cerró los ojos. Su cara estaba enrojecida. Aun así, negó con la cabeza.

-No es mi intención… –

Dijo ella.

-Pero estas aquí… viniste porque quieres recibir cariño. –

Kurimo asintió con la cabeza.

-Si… pero no tienes que forzarte a hacerlo. –

Explicó ella a media voz. Con la respiración entrecortada.

-¿Esto te parece forzado? –

Pregunté con un susurro, luego besé su cuello, y bajé lentamente hacia su pecho, el que no estaba sosteniendo con la mano.

-No… –

Respondió ella, su respiración estaba entrecortada. Comenzó a gemir, o a jadear, que sería más exacto, porque ella siempre era silenciosa. Solté la mano que la tenía aprisionada para acariciar su trasero también.

-Kurimo… gracias… –

Le dije. Ella se descolocó en ese momento. Retrocedí.

-¿eh? –

-Gracias por estar viva. –

Le dije. Lagrimas acudieron a su rostro, que ella se apresuró a limpiar.

-No vale que lo digas ahora. –

Respondió.

-No importa. Tengo que decirlo, y no será la única vez. –

Puse mis manos atrás de mí.

-Yo no sé decir las cosas así como quisieras escucharlas. La única forma en la que demuestro algo es haciendo cosas. Pero algo si puedo decirte de todo esto, y es que estoy feliz de que estés aquí. Estoy feliz de que existas porque eres especial para mí. Lamento si mis sentimientos no llegan hasta ti como yo quisiera. –

Kurimo volvió a limpiarse la cara y se acercó a mí. Me abrazó. Así, desnuda como estaba.

-Dime una cosa… estas cosas… las cosas pervertidas… ¿son el modo en que demuestras amor? –

Preguntó. Yo asentí con la cabeza y me rasqué la nariz, porque me daba un poco de vergüenza el modo en que ella lo decía.

-Supongo que por eso se siente tan bien… No dudaré más… a veces pienso que es cierto que me quieres y por ello es que haces estas cosas… a veces pienso que lo único que te importa es eso. No sé separar una cosa de la otra. Soy un teléfono descompuesto ¿No es cierto? –

Preguntó, ya no estaba llorando al menos.

-Porque he estado esperando un mensaje que ya habías enviado y yo no lo entendí. –

Explicó. No la culpaba, de todos modos.

-Tampoco es que haya sido muy claro… –

Respondí. Ella negó con la cabeza.

-Te dije que todavía soy una niña. Todavía no entiendo. Todavía no sé. Prometo que prestaré más atención. –

Ah, ¿Qué voy a hacer con esta chica? Era lo que me preguntaba, cuando escuché que Akane abría la puerta. A ella no va a gustarle que me pase el día metido aquí si hay visitas. Eso es seguro.

–Hay que vestirnos, Akane está en la casa y eso significa que sus visitas no tardarán en llegar. –

Expliqué, Kurimo asintió con la cabeza.

–Continuaremos con esto luego ¿de acuerdo? –

Pregunté, ella me miró, y asintió con la cabeza. Nos vestimos después de eso y salimos del cuarto. Akane se llevó una mano a la cabeza cuando me vio salir junto con Kurimo.

–Eres un desastre. –

Dijo cuándo bajé las escaleras.

–Algún asunto pendiente… –

Respondí, ella me dio un trapeador.

–¿Y no puedes esperar solo a que no haya más gente? Solo eso te pido… solo eso. –

Se quejó Akane.

–Bueno, la verdad es que no lo pensé demasiado. –

Respondí.

–Ponte a limpiar. –

Dijo. Kurimo, que miraba la escena, tomó el trapeador.

–Es mi culpa, limpiaré yo. –

Dijo ella. Akane se paró frente a ella.

–No, no, no. Es culpa de Toshikane. Nunca piensa en nada. –

Se quejó Akane y se dio la vuelta. Kurimo insistió.

-¿Hace falta algo? –

Preguntó ella. Akane volteó a verla, luego volteó a verme y me sonrió con malicia.

“Je,je”

Dijo, y se volvió a Kurimo, quien la miraba yo creo que sin comprender.

-Pues, ya que Toshikane fue lo bastante generoso para darme lo que le quedaba de dinero, creo que está bien si tenemos un poco de helado. –

Kurimo sonrió. A ella le gustaban los dulces.

-Somos siete personas. Toma… –

Y le dio un billete.

-¿Quieres que vaya contigo? –

Pregunté, ofreciéndome a acompañarla. Kurimo negó con la cabeza.

-Puedo hacer esto. –

Dijo. Akane se afanaba en la cocina. Ni que hacerle, me puse a limpiar, Kurimo dijo que volvía y salió. Una vez que ella se fue, Akane fue hasta donde yo estaba.

-Supongo que no tengo que pedirte que mantengas tus manos quietas mientras mis hermanos pequeños están en casa. –

Comentó Akane. No parecía celosa para nada, pero tratándose de ella, toda precaución es poca.

-¿No tengo permitido ni tocarte a ti? –

Pregunté, haciéndome el enfadado. Akane fue hasta donde estaba y me pellizcó.

-Especialmente no a mí. –

Se quejó. Yo me reí.

-De acuerdo, de acuerdo, no hay porqué enfadarse. Es una broma. –

Ella infló sus mejillas.

-Abrázame. –

Dijo, o más bien dicho, ordenó.

-Pero acabas de… –

-¡Solo hazlo! –

Hice lo que me pidió.

-Tengo que estar completamente loca para esto. En verdad. –

Dijo, metiendo su cara en mi hombro. Yo acaricié su cabello y su espalda.

-Eres un mal esposo ¿sabías?-

Preguntó ella.

-Lo sé. –

Respondí, ella me dio un beso en los labios. Y como estaba besándome comencé a bajar mi mano por su espalda…

-No lo hagas. –

Dijo, pero no se movió, ni parecía enfadada. Abrieron la puerta. Akane se separó de mi inmediatamente, roja de la cara, por un momento creí que era su padre. Esto no era normal. Pero era Sanae.

-Ya volví… –

Dijo. Y se dio cuenta de que Akane se había separado de mí justo ahora, es decir, no era normal que alguien entrara así. Ni Akane ni yo estábamos acostumbrados a esto.

-Perdón por interrumpir. –

Dijo. Traía un golpe en la cara. Iba a abrir la boca cuando Akane preguntó, sin pensarlo para nada.

-¿Qué te ocurrió? –

Sanae giró la cara avergonzada.

-Nada… –

-Tienes… –

Comenzó a decir Akane y se interrumpió. No quiso decirlo.

-Mi madre… –

Respondió ella. Akane se adelantó y la tomó de la mano.

-Ven… siéntate…. –

Sanae acompañó a Akane hasta el sofá.

-¿Qué pasó?-

Preguntó Akane, Sanae estaba sentada, se puso a llorar.

-Yo no tengo idea de qué estoy haciendo. –

Dijo ella llorando, se recargó en el hombro de Akane, ella me miró como pidiendo ayuda, pero yo no sabía que hacer.

-Estoy aquí, y creí que sería simple, no es que pensara que fuera fácil pero… –

-Te sientes fuera de sitio… –

Completó Akane.

-Sí, yo no sé cómo debo actuar, no sé qué debo decir, pensé que ir a casa por lo que faltaba ayudaría a sentirme mejor… pero en realidad no entiendo nada de esto. Le insinué a mi madre que tal vez no estaba lista, quería algún consejo, algo que me dijera cómo debo hacer esto, pero ella no entiende nada… –

Akane sonrió, estaba acariciándola como si se tratara de su hermana, o algo así.

-No te preocupes, ya he pasado por eso, una se siente extraña al principio, pero te acostumbrarás, más rápido de lo que crees. –

-¿De verdad? –

-Bueno, es difícil no acostumbrarse a sentirse como en casa cuando vives con un sujeto como éste. –

Respondió Akane, mirándome de mala manera, yo bajé la cabeza.

-Mis padres me odian ahora, y estoy siendo una molestia aquí, estaban teniendo un momento ¿No es cierto? –

Preguntó Sanae, avergonzada.

-Puedo tenerlo luego, además, no es como que quiera tenerlo ahora. Solo se me salió. No tiene importancia, lo que es importante ahorita es que tú te sientas mejor. Ya he pasado por eso. Te prometo, en serio, que vas a ser muy feliz. –

-De acuerdo. –

Respondió Sanae, y al menos trató de sonreír.

-¿Hay algo que necesites ahora?-

Preguntó Akane, con una sonrisa.

-Tomar un baño, no he tenido tiempo desde ayer, primero el hospital, después la mudanza, y luego esto… –

-De acuerdo, ve entonces. –

Dijo Akane, y volteó a verme.

-Prepárale el baño, al menos. –

Dijo. Sanae iba a intervenir, supongo que iba a decir algo como “no hace falta” pero Akane habló de nuevo.

-Y por lo de tus padres, no te preocupes, incluso si nunca lo aceptan, eso es secundario. Te lo digo. –

Dijo Akane. Y volteó a verme. Había algo en esa sonrisa. Algo que… me parecía, fuera de lugar. Sentí que estaba viendo cosas. Sanae se puso de pie.

-Gracias, eres amable… demasiado, yo creo, pero pienso que eso está bien. –

Sanae tenía problemas para procesar lo que estaba pasando.

-Prepararé el baño. ¿Quieres que entre contigo? –

Pregunté, con la intención de avergonzara y aligerar el ambiente un poco, es decir, su respuesta era más que obvia.

-¡No! –

Gritó Sanae avergonzada, me reí un poco, y ella bajó la cara enrojeciendo.

-Eres un pésimo esposo. –

Dijo Akane, y se dio la vuelta.

-De acuerdo, de acuerdo, es una broma. –

Le dije a Sanae.

-Quien sabe… –

Respondió ella, girando la cara.

-Ponle seguro a la puerta. –

Agregó Akane.

-Sí, eso haré… –

Respondió Sanae, luego volteó a verme. Giró la mirada con un sonido de “Hmph” y subió las escaleras. Subí detrás de ella, mirando un poco su trasero sin que se diera cuenta. ¿Soy yo o se volvió más delgada? Tal vez tanto sexo. Me reí interiormente mientras ella esperaba pacientemente a que el baño estuviera listo.

Sanae entró a bañarse.

De verdad le puso seguro a la puerta.

Recordaría molestarla luego por eso. En eso estaba cuando escuché que alguien llegaba.

Eran los hermanos de Akane, Daito y Miyashi… y su padre. Ellos se abrazaron de Akane en cuanto la vieron.

-¿Se han portado bien? –

Preguntó Akane. Los pequeños asintieron con la cabeza.

-Claro que si, Onee-chan. –

-Muy bien, la cena casi esta lista, comeremos primero y luego pueden tener helado. ¿Está bien? –

-Sí, escucha, Onee-chan, encontré un gatito en una caja el día de ayer. –

Comentó el niño.

-Sí, sí, y es muy lindo… dile a Otou-san que nos deje quedarnos con él. –

Explicó Miyashi, la pequeña.

Akane miró a su padre. Le estaban pidiendo imposibles, según veía. El señor suspiró.

-Bien, los traje como habías pedido. Espero que estés feliz. –

Le dijo el señor. Akane suspiró. Yo estaba mirando desde las escaleras. Me divertía con la escena, es la verdad.

-Lo estoy, ahora tengo que hacer la cena. –

Respondió y volvió a la cocina. Sus pequeños hermanos la siguieron allí.

-Onee-chan, Onee-chan, juega conmigo. –

-No, conmigo… –

Akane puso su mano en su cintura.

-No voy a jugar con ninguno hasta que no hayamos comido. Ya saben, es la regla. –

-¿Por qué tienes que preparar la cena? –

Preguntó Daito.

-Porque, soy un ama de casa ahora… –

Respondió Akane, encogiendo de hombros.

-¿Es porque estas casada? –

Preguntó Miyashi.

-Sí, es por eso. –

-No es justo, Onee-chan, yo iba a casarme contigo. –

Akane soltó una risita.

-¿De dónde sacas eso? –

Preguntó Akane acalorada.

-Daito dice que quiere casarse contigo. Siempre está diciendo eso. –

-Si yo fuera tu esposo no te dejaría hacer la cena, jugaría contigo todo el día. –

Respondió el pequeño. Akane se rio, acalorada.

-Estoy segura de que serás un buen esposo… mejor que ese de allí… –

Dijo mirándome, yo bajé la cabeza, sonriendo.

-Pero… tienes que encontrar a alguien con quien casarte, no podemos casarnos porque tiene que ser alguien de tu edad. –

Miyashi escogió burlarse de su hermano pequeño.

-Dijeron que eres pequeño. –

-¡No es cierto! –

-Listo, es todo, ahora, fuera de la cocina. Vayan a ver televisión. –

Les dijo Akane,  y tomando el control lo puso en las manos de Daito. Los dos pequeños salieron, iban todavía peleando sobre que si eran o no muy pequeños.

Akane volvió a la cocina.

Los pequeños comenzaron a pelear por el control y Miyashi entró a la cocina de nuevo, llorando.

– Miyashi, no puedes estar aquí, es peligroso. –

De todos modos fue enviada fuera de la cocina.

–Pero Onii-chan…. Onee–chan. Enséñame a cocinar. –

Se quejó la pequeña. Cambio de intereses muy pronto.

–Ya lo hemos hablado, te enseñaré. Pero tienes que cumplir diez años. –

Explicó Akane, con el cucharon en la mano.

–¿Falta mucho? –

–Me temo que sí. –

Respondió Akane. La pequeña regresó limpiándose las lágrimas. Su padre la consolaba.

–Tu hermana tiene razón, Miyashi. –

–Pero… –

–Eres un poco pequeña, no queremos que nada te pase y la cocina es peligrosa para los niños pequeños. –

Explicó. La niña asintió. Finalmente Akane se quitó el delantal.

–Falta alguien ¿No es cierto? –

Preguntó Akane.

–Sí, no debería tardar en llegar. –

De alguna manera, Akane parecía feliz.

Creo que se sintió bien por tener invitados. Era una de esas cosas que la hacían sentir dueña de la situación. Akane amaba sentirse así.

Tocaron el timbre.

–Iré a abrir. Pon los platos en la mesa. –

Estaba haciendo lo que Akane me había dicho cuando Kurimo entró junto con Akane.

–Perdón por la intromisión. –

Dijo.

–Waay, más personas… es una fiesta… –

–No es una fiesta. Miyashi, Daito. Vayan a lavarse las manos. –

Reclamó Akane. Me acerque a Kurimo mientras los dos pequeños subían presurosos las escaleras. Kurimo volteó a verme.

–¿Estas bien? Está haciendo mucho calor afuera. –

Comenté.

–Si… bueno, me cuido de no quedarme mucho tiempo bajo el sol.  –

Explicó.

–¿Jugo? –

Pregunté, sacándolo del refrigerador.

–Si… gracias… pero…. ¿Por qué está ese auto estacionado afuera? –

Preguntó. Akane puso la olla de la carne en la mesa.

–¿Pasa algo?–

Preguntó Akane.

–El automóvil blanco de afuera… –

El automóvil del padre de Akane, que estaba aparcado afuera porque él había venido a cenar.

–¿Qué ocurre con él?–

Preguntó Akane confundida, yo también miré a Kurimo. El padre de Akane no había dicho nada, solo nos miraba, absorto.

–Nada, bien… Bueno… ese automóvil. Lo he visto varias veces. –

Explicó Kurimo.

–¿Lo has visto antes? –

Pregunté.

–Reconocería la marca de Po. Labs en cualquier sitio, ese automóvil es importante. –

Explicó.

Laboratorios Po. Una marca de medicina y cosas para operaciones.

El padre de Akane era médico. Los hermanos de Akane bajaron en ese momento y se sentaron en la mesa.

–Pero… ¿Dónde lo viste antes? –

Preguntó Akane, confundida. Kurimo bajó la cabeza, como si considerara la conveniencia de explicar frente a Akane o no.

Se decidió por lo segundo. Me miró a mí, de todos modos.

–Bueno. ¿Recuerdas que te mencioné que mi madre tiene… pues… un novio? Ese… es su automóvil. –

Se hizo el silencio.


Este capítulo ha sido posible gracias a la invaluable ayuda de mis patreon:

Guto Yobu.

Tao M02

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