Haru no Yurei V3 C5

Capítulo 5: Reacciones Inesperadas.

Habara-san tenía lágrimas en los ojos.

-No sé qué hacer… ayúdame. –

-Primero que nada dime ¿Qué rayos estás haciendo aquí? –

-No sé…  –

Se quejó ella, y se hincó en el suelo.

-Digo cosas en la escuela, y actúo así pero… en realidad no sé nada de esto. –

Explicó.

-Según supe, te besó un chico en plena clase. –

-Es un rumor… –

Respondió ella, bajando la cabeza.

-Entonces es mentira… –

-Si pero… todos lo creen… yo no sé qué hacer… –

Y me lo estaba confesando así nada más. A mí. A estas alturas.

-¿Y por qué no se lo dijiste a Akane? –

Pregunté.

-Porque creí que mentía ¿Ya? Creí que estaba fanfarroneando, es eso. Y luego dije que yo sabía más que ella sobre novios… lo siento… me deje llevar. –

Respondió ella desesperada.

-No sé… dile que me encuentras fea, que no quieres hacer esto… –

Sugirió Habara.

-No puedo hacer eso. –

No era tan simple como eso.

-¿Por qué? –

Preguntó ella, desesperada y poniéndose delante de mí.

-Ella… ya sabe que no te encuentro de mi gusto. Así como habló contigo sobre esto, habló conmigo también. Eso fue lo que le dije. –

Expliqué. Le había dicho a Akane que no me gustaba. Eso no importó.

-Ya está entonces… –

Dijo ella. Yo negué con la cabeza.

-No es tan simple. No debiste venir en primer lugar. Ella aun con todo quiere que haga esto. Me dejará si no lo hago. Mis manos están atadas. –

Respondí. Ella se llevó una mano a la boca. Luego permaneció en silencio por unos momentos.

-Sal y dile la verdad. –

Insistí.

-¡Imposible! –

Replicó Habara.

-Después de todas las cosas que dije, después de todo lo que todas en la clase creen, no puedo ir allí y decir, “era mentira.” Es ridículo… ¿Qué van a pensar de mí? ¿Qué le voy a decir a las demás? No puedo hacer eso –

-¿Por qué mentir sobre eso en primer lugar? –

Pregunté.

-No sé… quería que me admirara. Era todo. –

Explicó. Empezaba a darme lastima. Tuve que recordarme a mí mismo por qué había decidido hacer esto en primer lugar.

-Tuve un problema grave con ella el día en que la hiciste beber. ¿Sabías? –

Reclamé. Ella giró sus pupilas con tedio.

-Que aburrido eres. Sí, me contó que en lugar de aprovechar, te enfadaste con ella.–

Respondió ella, cruzando los brazos y mirándose las uñas.

-No tiene que beber para que me aproveche de ella, es mi esposa. –

Respondí.

-¡Pues yo no sabía! –

Se quejó Habara, haciendo una pataleta. Yo me llevé una palma a la cabeza.

-Pídele perdón… –

Respondí.

-No voy a hacer eso. –

Respondió.

Ese no era el punto. Akane se había sentido muy mal todo este tiempo por culpa de los constantes comentarios de esta niña tonta. Y yo había terminado de entender que, hasta que eso no terminara, ella iba a seguir así.

No puedo permitírmelo.

Menos en mi situación.

La situación emocional de Akane ha estado a punto del colapso por ello. De hecho, tengo la impresión de que si no fuera por esta chica, el asunto de Sanae y Kurimo nunca hubiera sido un problema en primer lugar. Me guste o no, ella es participe de todo esto.

-Bien, entonces no queda más que decir. –

Respondí, iba a salir de allí. Habara me puso una mano en el hombro.

-¿Serás amable? –

-No creo. –

-Pero… es mi primera vez… –

Se quejó ella, se limpió las lágrimas después.

-No quiero tener un mal recuerdo de ello… –

Explicó.

-Vas a entregarle tu primera vez a un sujeto que no conoces, por no admitir que estabas fanfarroneando. ¿Qué recuerdo puede ser peor que eso? –

-Al menos dime que hacer… –

Se quejó.

-Se obediente. Lo disfrutarás mas… –

Respondí. Más o menos tenía una idea de cómo hacer esto sin que pareciera amable, y sin traumarla con ello. Es que… Akane quería verla sufrir.

-Entiendo… –

Respondió ella, bajando la cabeza.

-Puede que te insulte mientras sucede. Es porque así tiene que ser. No lo creas… –

Agregué.

-¿Vas a ser malo conmigo? –

Preguntó ella. Yo asentí. Ella suspiró, llevándose las manos al pecho.

-Todavía puedes retractarte. –

-¡No! –

Replicó Habara.

-Bien entonces…  –

Salí de la habitación y suspiré. Akane iba subiendo y me miró cuando cerraba la puerta. Yo encogí de hombros y ella entró a la habitación, encontrándose con que Habara se limpiaba las lágrimas.

-¿Qué ocurre? –

Preguntó Akane. Yo entré al cuarto detrás de ella.

-Insinuó que era fea… eso es… –

Explicó Habara, limpiándose apresuradamente. Akane me miró y me sonrió.

-Ah, ya veo… supongo que… no eres tan buena con los hombres como esperabas… –

Comentó Akane. No sentía ni un poco de pena por ella. Lo digo porque Akane estaba picando ese clavo que sabía, que la haría someterse. Habara hizo cómo que reía.

-No te preocupes, no te preocupes… haré que se trague sus palabras… –

Akane fue y se sentó sobre el pequeño mueble.

-Adelante entonces… –

Dijo Akane, cruzando las piernas emocionada.

-¿Ahora? –

Preguntó Habara. Ella no estaba lista. De hecho ni siquiera tenía que estar aquí.

-Pues… dijiste que me mostrarías. Ya estoy aquí… –

Respondió Akane sonriendo como de costumbre.

-¿En verdad no te molesta? Es decir… seguro que después no querrá a otra mujer que no sea yo… –

Comentó Habara.

-Pues muéstrame como… –

Insistió Akane.

-Si… bien… el hombre tiene que comenzar. ¿No es cierto? –

Respondió Habara.

-Bien… adelante… –

Respondió Akane, mirándome. Hagamos esto entonces. Me acerqué a Habara, quien me miró a los ojos.

-No tienes miedo de mi ¿cierto? –

Preguntó ella, balanceándose incitante y poniendo sus manos atrás.

-Claro que no. –

Respondí. Habara miraba hacia abajo constantemente, como tratando de comprobar el tamaño y el estado de mi pene.

-Entonces… –

-Eres bastante atrevida cuando hay que serlo ¿No es cierto? –

Esto era completamente diferente a lo que ella me había mostrado antes. Es increíble lo que hace la presión social.

-¿Quién sabe? ¿Por qué no lo averiguas? –

Dijo, dándome la espalda intencionalmente. Puse una mano en su trasero, así me di cuenta de que ella estaba temblando. Me acerqué a ella desde detrás y le hablé en voz baja.

-Actúas muy segura… pero estás temblando. –

Habara se dio la vuelta y me dio un beso en los labios, mientras jugueteaba con su boca en mi cara, me habló:

-¿Y qué esperabas? Es lo mejor que puedo hacer ahora…  –

Y luego habló en voz alta.

-¿Te gusta? Mi trasero… puedes tocarlo más si quieres… –

-No es que me guste… es enorme. Parece el de un cerdo.-

Respondí, un tanto interesado en que Akane escuchara.

Habara se dio cuenta de que lo estaba diciendo para que Akane escuchara.

-Que mal… y yo que estoy que ardo… ¿Lo harás? –

Sinceramente, tenía la esperanza de que ella se ofendiera y que por ello parara. Pero no pasó. Ahora que, ella había comenzado a excitarse desde que se dio cuenta de que yo tenía una erección. Pasé mi mano por su trasero. Ella se quejó.

-No te gusta, no te gusta, pero no paras de tocarlo… dime… ¿te excita? O es que quieres prolongar esto… –

Pasé mi mano a su vagina desde atrás. Habara saltó y se aferró a mí, pero como estaba de espaldas a Akane, ella no se dio cuenta. Comencé a acariciarla moviendo en círculos mis dedos, primero por encima de la ropa interior, luego quité sus pantis del camino. Habara comenzaba a jadear.

-Bueno, ya, basta de caricias… ya está lista ¿No es cierto? ¿Qué esperas? –

Preguntó Akane, celosa.

-Ella está lista… yo no. –

Me quejé. Akane me miró incrédula.

-Quítate la blusa. –

Le dije a Akane.

-Si cariño… –

Respondió ella, haciendo especial énfasis en la última palabra.

¿Quién no ha soñado con esta situación? Vuelvo a preguntar. Lo digo porque tenía a dos mujeres conmigo. Bueno, yo no. No esta vez. Al menos no tan incómodo como era.

Porque hubiera querido decirle a Habara que en realidad si me gustaba un poco, pero no podía admitir eso enfrente de Akane.

-Cariño… que gracioso… –

Respondió Habara. La tomé del brazo con fuerza.

-¿Qué es gracioso? –

Pregunté.

-Nada… es que, es justo como pensé que sería. –

Respondió Habara. Me enfadé un poco. La tomé del cabello y lo halé con un poco de fuerza para llamar su atención.

-No seas tan duro… no hay para que apresurarse. –

Respondió Habara sonriendo. ¿Cómo podía ella mantener la excitación en este estado? No lo sé. Quizá algo actuaba por encima de su miedo, pero sea lo que sea, yo no podía verlo.

-No te creas tanto… lo hago porque ella me lo pidió. –

Respondí.

¿Existe algo que pueda hinchar más de orgullo a Akane? Lo digo porque ella se llevó la mano a la boca con una mezcla extraña de conmoción, encanto y excitación.

Habara negó con la cabeza.

-Lo sé… sé que ahora mismo es así… te prometo que después, querrás estar siempre conmigo… –

Respondió Habara. Yo sabía que lo estaba diciendo para no quedar mal enfrente de Akane.

Estaba tocando su entrepierna y ella estaba escurriendo. Supuse que estaba bien si lo metía ahora. Admito que aproveché toda esa distracción para que Habara se excitara un poco y no se traumara con esto.

La puse contra la pared, y levanté su falda. Luego coloqué mi pene en su entrada.

-Si vas a hacerlo, al menos podrías avisar. ¿No crees? –

Preguntó Habara. Yo me acerqué a ella y le susurré.

-¿Lista? –

Pregunté, quitando sus pantis del camino.

-Sí. –

Respondió ella con un susurro. Todo esto sin que Akane escuchara. Luego miré a Akane, que ahora parecía bastante excitada. Ella asintió con la cabeza. Comencé a meterla dentro de Habara, muy lentamente. Fue evidente que le dolió, lo digo porque a pesar de que trató de ocultarlo, sus músculos se tensaron.

Es que era su primera vez

Akane se dio cuenta de ello y se acercó, sonriendo.

-¿Duele? –

Preguntó, Habara negó con la cabeza, soportando el dolor. Akane me miró, yo seguí metiéndola. Cuando Habara estaba de puntillas y las lágrimas resbalaban por sus ojos, Akane volvió a preguntarle.

-¿Duele? –

-No… está rico… –

Respondió Habara, conteniendo el llanto.

-Hazlo… –

Respondió Akane.

Comencé a moverme. Habara tembló de pies a cabeza cuando mi pene comenzó a entrar. Unas pequeñas gotas de sangre mancharon el suelo. Akane sonrió.

-Virgen ¿eh? –

Preguntó. Habara la miró asustada.

-Claro que no… eso… pasa a veces… –

Apenas podía hablar.

-Más fuerte. –

Ordenó Akane. Obedecí y Habara comenzó a quejarse.

-Espera… espera… no tan brusco… –

Finalmente Akane confesó.

-Esto es por lo que me hiciste pasar. Mi esposo se enojó conmigo. –

-¿Eh? –

Preguntó Habara. Finalmente se dio cuenta de que había caído en una trampa. Akane se acercó a mí y me dio un beso obsceno en los labios. Estaba muy excitada.

-Más fuerte… rómpela… –

Habara escuchó eso y protestó.

-¿Qué? No… espera… –

-Dijiste que no dolía… –

-No duele. –

Siguió negando lo evidente.

Daba un poco de pena de ver, a decir verdad. Tuve que concentrarme para no reír y con eso, perder la erección. De todas formas, obedecí a Akane, empujé con más fuerza. Habara comenzó a quejarse, y no de la forma bonita.

-No… basta… esto no está bien… –

Gritó.

-¿Duele? –

Preguntó Akane.

-¡No! –

Yo volví a empujar. Ella perdió la fuerza en las piernas, sus brazos trataron de aferrarse a la pared lisa, sus uñas dejaron marcas en la pintura.

-¿Duele? –

Preguntó Akane, otra vez. Otra vez lo negó…

-¡No! –

Admítelo maldita sea.

La metí hasta dentro con fuerza. Habara perdió el control y habría caído al suelo si no la sostengo de los brazos. Estaba sudando y el maquillaje estaba corrido en su cara por el llanto. Lo sé porque volteó a verme.

Iba a decir algo cuando Akane la tomó de la cara.

-¿Duele? –

Preguntó Akane, tomándola de la barbilla, era imponente verla así, tanto que mi erección se intensificó.

Habara asintió y comenzó a llorar. Yo todavía estaba dentro de ella por cierto.

-Como mujer no sirves… apenas ha comenzado y ya no puedes sostenerte. –

Habara asintió. Ahí estaba Akane, estableciendo su posición.

-Dile que pare… –

Pidió Habara. Iba a sacarlo cuando Akane respondió.

-No. –

Iba a decir algo, pero no quería arrebatarle su victoria a Akane. Esto era algo difícil de entender para mí, así que supuse que estaba bien si solo actuaba conforme me dijeran. Ya después habría tiempo de explicar.

-Dijiste que ibas a complacerlo y eso es lo que vas a hacer, él no está satisfecho. –

Apuntó.

-No puedo… me duele…–

Akane se llevó la mano a la frente con pena.

-No sirves para complacer a un hombre… –

Apuntó Akane. Habara comenzó a llorar.

-No… no sirvo… perdón. Me dejé llevar… –

Respondió Habara, creo que hasta entonces ella entendió que se trataba de que se disculpara. Pero esquee no se lo podía decir abiertamente.

-¿Y qué más? –

-Lo siento, es mi culpa… ya lo dije… ahora… –

Se quejó.

Realmente quería detenerme ahora. Nunca he llegado a este punto a la hora de forzar a alguien. Akane debe haberse dado cuenta, porque asintió.

-Bien, ya que estas tan convencida, puedo pedirle que pare… pero le diré a todas en la clase lo que pasó aquí. O puedes hacerlo completo y a cambio yo guardaré silencio. Es más, diré que eres mejor. Eso funciona para ambas, siempre y cuando tú y yo sepamos la verdad. Siempre que conozcas tu sitio. –

No sé qué clase de trato es ese, así que no sé si Akane estaba siendo justa.

-Si eso… eso… –

Respondió Habara, respirando a medias.

-Eso ¿Qué? ¿Cuál de ellos? –

Preguntó Akane, haciéndose la desentendida.

-Quiero que digas… que lo hice bien… –

Pidió. Es decir ¿Cómo?

No me sorprende que Akane lo propusiera, ella estaba divirtiéndose con esto. Me sorprende que Habara lo aceptara. Estaba seca, era virgen, estaba lastimándola…

-Muy bien entonces… puedes seguir… –

Comentó Akane, pasando de Habara y acercándose a mí, comenzó a besarme.

-Estas llevándolo muy lejos. –

Le dije a Akane, susurrándole para que Habara no nos escuchara, más que nada porque yo sabía que Habara no había disfrutado nada y que solo le dolía.

Akane me dio un beso en los labios.

-¿Tú crees? –

Preguntó cuándo dejó de besarme. Yo asentí con la cabeza.

-Pero en realidad no tiene sentido si no lo haces con fuerza. –

Dijo después. Entiendo que Akane quisiera desquitarse por lo que había pasado, pero básicamente ya tenía su victoria. Ahora solo quedaba su deseo de mirar.

Ese debería ser fácil de contentar. Yo solamente me preguntaba si estaba a tiempo de traer de vuelta a Habara, o si ya estaba todo arruinado.

-De acuerdo… –

Ahí vamos, comencé a empujar, Habara lloró más. Me detuve.

Akane fue hasta donde ella y volvió a sostener su cara

-Eres un desastre… pero ser una pequeña cerdita creída te esforzaste mucho… –

-Una… –

Seguro que Akane había tomado esa idea por lo que le dije hace un momento. Habara no sabía qué hacer, se quedó sin palabras cuando Akane le dijo eso poniendo una cara incluso amable.

-Si lo eres… es decir, estás mostrando tu lado más vergonzoso al marido de otra… –

Insistió.

-Si pero… –

-Lo eres. –

Repuso Akane, endureciendo la mirada.

-¿Qué se siente? Tener dentro de ti el pene de un hombre que no te pertenece… –

-Duele… –

Se quejó Habara, y con razón.

-Eso es porque no lo estás haciendo como se debe… –

Respondió Akane.

-Dijiste que lo harías terminar… –

Agregó después.

-¿Y qué hago? –

Preguntó ella. Akane suspiró.

-Pues complácelo… no esperarás que él haga todo el trabajo ¿cierto? –

Ver a Akane humillarla de esa forma hizo mi erección dolorosa, eso era casi como lo que yo le había hecho a Mizore. Cuando mi erección creció, Habara lo notó y tuvo un sobresalto.

-¿Qué pasa? –

Preguntó Akane.

-Se hizo… más grande… –

Akane me miró con cara de pocos amigos. Yo encogí de hombros.

-Entonces sigue… –

Respondió Akane.

Comencé a moverme un poco. Sea como fuera, el dolor por ser su primera vez había pasado a estas alturas, lo sé porque ella comenzaba a humedecerse. Solo espero que no quede demasiado traumada con todo esto. Cuando empujé de nuevo, Habara gimió.

Ya no era una queja como las de antes. Eso no le gustó a Akane, de todos modos.

-¿Qué fue eso? –

Preguntó ella, tomando a Habara del cabello.

-Se sintió bien… –

Respondió Habara.

-Y me lo dices así como si nada. ¿Quién te crees? –

-No es mi intención… –

Se quejó ella, yo me limité a seguirme moviendo, empujando con algo de fuerza, lentamente, para no lastimarla si es que no lo había hecho ya. Necesitaba que ella lubricara suficiente si quería seguir con esto, de otro modo, se iba a poner feo.

En lo personal, no sería capaz de soportarlo.

He visto algunas cosas por allí.

-Lo que faltaba, además de una cerda, también eres una ramera. –

Pero si ella fue quien dijo que…

Ah, no importa.

-Perdón… –

Respondió Habara, su respiración comenzaba a entrecortarse, eso me dio la confianza para comenzar a moverme… un poco más violentamente, al poco tiempo, nadie hubiera podido decir que era su primera vez, lo digo por cómo estaba de mojada.

-¿Qué es esto? No entiendo nada… –

Se quejó Habara.

-Te lo están haciendo. Cállate y disfrútalo. –

Respondió Akane con los brazos cruzados.

Creo que se percató de que no fui con todo lo que tenía con Habara. Ya habría tiempo de arreglar eso con Akane. Por el momento, con que esta chica no quedara traumatizada me bastaba. Akane ya tenía su victoria de todos modos.

-Me vengo… espera… espera… dame un beso… –

Pidió.

No, eso está completamente fuera de discusión aquí. Akane me miró con cara de “hazlo y tendrás problemas” así que no lo hice. En lugar de eso, la tomé de los pechos y la levanté para que dejara de estar colgada contra la pared. Su cara fue a dar a la pared mientras ella comenzaba a hacer bastante ruido.

-Eres cruel… eres cruel… –

Se quejó Habara, porque no quise besarla. Comenzó a venirse luego de eso.

La solté y salí de ella, así como suena.

Habara estaba sentada en el suelo, recargada contra la pared. Akane estaba feliz y enojada al mismo tiempo, con los brazos cruzados y sin mirarnos. Pude notar que Habara buscaba mis ojos, pero yo evité su mirada. Si quería que esto quedara mejor, necesitaba continuar ahora que ella estaba a la mitad de su limbo mental.

La tomé de los brazos y la hice acostarse en el suelo, mirándome. Luego la tomé de los tobillos y separé sus piernas. Su falda ya no estaba cubriendo nada a este punto y ella tenía unos cuantos vellos amarillos en su pubis.

-Espera… ¿Qué pasa? –

Fue lo único que dijo, y volví a entrar en ella. Mucho, pero que mucho más fácil que la primera vez. Ella tampoco sintió dolor esta vez.

-Yo no he terminado. –

Respondí, Habara solo se quedó acostada con los brazos abiertos, mirándome mientras comenzaba a empujar,  ella comenzó a soltar gemidos mucho más eróticos que la primera vez. Su cara enrojeció. Y seguí empujando.

-¿Te gusta? –

Preguntó Habara, yo no respondí. Me concentré lo que estaba haciendo.

-Por favor… di algo… –

Se quejó Habara, pero no la escuché. La vagina de ella comenzó a contraerse lentamente, sus gemidos se trasformaban en chillidos de cuando en cuando.

-Ahora te gusta ¿No es cierto? –

Preguntó Akane, presionando. Habara asintió. Akane resopló.

-Que sucia… si eres una cerda después de todo. –

Le dijo Akane. Me puso la mano en el hombro.

-Para… –

Dijo Akane, yo la miré por un momento y me detuve. Habara respiraba con dificultad.

-¿Qué pasa? –

Preguntó Habara, sin entender por qué Akane estaba ordenándome que me detuviera ahora.

-Si quieres que mi cariño siga, tienes que pedírselo. –

Esto se trataba de complacer a Akane, así que traté de no contrariarla para nada. Otra cosa es que yo quería seguir también.

-Sigue… –

Se quejó Habara. Akane negó con la cabeza, se agachó, y puso una mano en su nariz.

-Haz como un cerdo. –

-¡No voy a hacer eso! –

Respondió Habara enojada.

-Entonces le diré que se vista y se vaya. –

-No puedes hacer eso… –

Se quejó Habara, a punto del llanto.

-Es mío. Puedo hacer que haga lo que yo quiera, y si quieres que te lo preste, entonces haz lo que te digo. –

-Eres horrible… –

Se quejó Habara…

-¿Eh? No te escuché… –

Respondió Akane, poniendo una mano en oreja. Habara se resignó.

-Oink. –

Dijo finalmente, yo batí la cabeza. Ahí está Akane para ustedes. Ella sonrió y volteó a verme.

-Creo que esta cerdita quiere más… –

Dijo y se volvió hacia Habara con cara de niña buena.

-¿Quieres más? –

Preguntó. Hasta su voz era sádica ahora.

-Si… –

Respondió Habara, sus paredes se contrajeron.

-Los cerdos no hablan. –

Respondió Akane, girando la cara. Habara me miró suplicándome con los ojos que siguiera. Mi pene se hizo más grande dentro de ella, no era por la humillación, era por la mirada, pero ella lo malinterpretó, yo creo.

-Oink… –

-Dijo que si… –

Respondió Akane triunfalmente, yo quería reírme, y quería llorar también, pero solo seguí empujando. Ella se lo había buscado después de todo.

Comencé a empujar de nuevo, esta vez me recibió mucho mejor que las veces anteriores, separó sus piernas todo o que pudo y comenzó a gemir. Akane se paró frente a mí.

-Dime la verdad… ¿Te gusta esta cerda? –

Yo suspiré, y asentí con la cabeza. Akane sonrió.

-¿No te molesta que sea gorda y fea? –

Preguntó Akane, había comenzado a tocarse mientras miraba.. Habara levantó un poco la cara.

-¡Oye! –

Se quejó. Akane dio una patada ligera a Habara en la cabeza. su cabeza golpeó el suelo. Ella gritó.

-Tu cállate… –

Espetó akane, luego se hincó a un lado para poder besarme, comenzamos a besarnos y Akane siguió tocándome.

-Hazlo fuerte, está tan caliente que ahora mismo ni siquiera lo va a notar… –

Dijo Akane, aumenté el ritmo. Habara si lo notó.

-Aquí viene… me voy a venir… es grande… yo… –

Gimoteó Habara antes de comenzar a venirse. Su pecho comenzó a tratar de jalar aire de donde pudiera, su cabello revuelto estaba limpiando el piso y su expresión dolida de antes, cambió por una de placer intenso.

Pero… yo no pude venirme.

Después de un rato realmente me dolían las rodillas y la cadera, y Habara había perdido todo el aliento, pero yo no podía venirme.

Aumente el ritmo, lo bajé porque me cansé, volví a aumentarlo. Empujé con fuerza, empuje suavemente y a pesar de que Habara se vino otras dos veces y que ya no estaba siquiera en condiciones de responder, yo no pude venirme ni una vez.

-Akane-chan… ayúdame… –

Se quejó Habara, pero ahora Akane estaba demasiado perdida en lo que estaba haciendo y en lo que estaba viendo para escucharla siquiera. Habara comenzó a venirse por tercera vez.

-No… ya no puedo… ya no puedo… Sálvame… ¡Okaa-san! –

Gritó Habara, pero nadie vino, y por supuesto, yo no terminé.

El dolor en las caderas se volvió insoportable después de eso, o más bien, comenzaba a amenazar con quitarme la erección, pero creo que simplemente, Habara no me excitaba lo suficiente.

O la situación no terminaba de gustarme.

-Ya basta… –

Fue lo que dije, y lo saqué. Habara estaba perdida, Akane me miró con cara de no entender.

-¿Qué pasa? –

-Simplemente no funciona. –

Respondí, un tanto frustrado. Seguro que era mi castigo por hacer esto así. Yo no tenía que haber estado de acuerdo. Habara se puso de pie como pudo y me abrazó, o más bien dicho me cayó encima.

-Eso… fue… grandioso… –

Aseguró, lástima que yo no pudiera decir lo mismo.

Aquella fue la primera vez que recuerdo haber terminado así de frustrado luego de tener sexo. ¿Así es como se sienten las ninfómanas? ¡Que horrible sensación!

-Fue grandioso para ti… él no se ha sentido bien… –

Se quejó Akane.

-Pero… –

-Quítate… lo haré yo… –

Dijo Akane, pero yo la detuve. Tenía dificultad para respirar, es que si fue cansado.

-No… no puedo más ahora… necesito un baño, y descansar un poco… –

En ese momento, Habara se dio cuenta del estado en que se hallaba y se rio levemente.

-Sobreviví. –

Dijo.

-Toma tu ropa, vístete y vete. –

Ordenó Akane.

-Pero… –

-Sin peros… si quieres me mantenga mi parte del trato mantén la tuya . Ya te complaciste con mi esposo. Ahora solo vete. –

Ordenó Akane. Habara obedeció. Yo simplemente fui a tomar un baño.

No debí haber accedido a esto. La imagen de ella temblando seguía en mi cabeza. Creo que, entendí la diferencia entre hacerlo forzado por gusto y hacerlo forzado por necesidad.

No.

Definitivamente no sería un buen gigoló.

Aunque creo que ellos no hacen eso.

Después de unos momentos, escuché como bajaban las escaleras y como Habara se iba. Cuando salí de bañarme, Akane estaba fingiendo que cocinaba mientras estaba en la cocina. En cuanto escuchó que bajé las escaleras, salió de la cocina.

-Ya se fue… –

Comentó ella.

-Bueno, me alegro. –

Respondí.

-Se lo hiciste muy bien… –

Comentó Akane, sin mirarme.

-De algún modo pude salvar la situación, te dejaste llevar. –

-Te dije que quería que llorara… –

-Ya estaba llorando. Y no te detuviste. –

Respondí. Akane me miró extrañada.

-No entiendo. –

Respondió Akane, renuente. Yo le puse una mano en el hombro.

-Escucha Akane, lo que hicimos fue tenderle una trampa. No puede suceder de nuevo. Si vamos a hacer algo, todos los involucrados tienen que estar conscientes de lo que va a pasar. –

Expliqué, Akane negó con la cabeza.

-Pero ella no hubiera accedido. –

Respondió. Yo asentí con la cabeza.

-Ese fue un caso especial. ¿Está bien? Me conformo con que no llame a la policía. –

Respondí, suspirando. Akane encogió de hombros.

-No va a hacerlo. De algún modo me siento estafada. Es decir, consiguió lo que quería. Todo lo que quería. –

Se quejó Akane.

-Pues la humillaste bastante… –

Respondí, recordando. A pesar de que yo sabía que era una imagen erótica, ver a Akane humillando a otra chica, quiero decir, no sentí nada.

Esto era malo. Akane se dio cuenta de ello y cambió el tema.

-¿Y tú? Ni siquiera terminaste. ¿De verdad te disgustaba tanto? –

Preguntó Akane.

-No lo sé… algo paso allí, no entiendo muy bien. –

Respondí.

-Tal vez… si yo… –

Y puso su mano en mi hombro, sugerentemente. Yo suspiré. Es que ella se había quedado con ganas esta vez. Tuvo su venganza, que era lo que quería. Lo demás fue un completo desastre.

-Si de verdad no puedo, no me voy a perdonar nunca. –

Respondí, Akane bajó la cabeza.

-Está bien… no parece que tengas muchas ganas de todos modos. –

Que feo se siente rechazar a tu mujer.

-Escucha… podemos arreglarlo mañana ¿está bien? –

Pregunté, con la esperanza de que ella no se sintiera mal, pero Akane negó con la cabeza.

-Mañana no me toca a mí. –

Respondió Akane.

-¿Y? yo ni siquiera he dado mi consentimiento para eso… –

Me quejé. Akane me dio un beso rápido en los labios.

-No me toca a mí y es todo. Más importante que eso, ella es la única a quien no has prestado la debida atención. –

Comentó Akane. Supongo que se trataba de Sanae. Pero las cosas estaban bien con Sanae ¿O no lo estaban? Quizá ahora me sentía reacio porque no tenía ninguna gana de tener sexo ni nada.

Fue en ese momento que llegaron Kurimo y Sanae con un montón de bolsas, pero cuando quise ayudarlas me echaron de allí. Dijeron que era cosa de ellas.

Yo intenté tomar una bolsita pequeña, y miré lo que había dentro. Sanae se enfadó.

-No tienes que saber cada cosa que hacemos. –

Se quejó Sanae, arrebatándome la bolsa con cosas que las chicas usan cuando están en esos días especiales. Me arrepentí de haber mirado.

-Perdón, no pensé que… –

Incluso Kurimo me miró feo.

Definitivamente hoy no había sido mi día. Sin querer pensarlo más, simplemente me di la vuelta y volví a subir las escaleras. Necesitaba descansar.

Ojalá aquel asunto sobre Habara hubiera terminado allí, pero… eso no podía pasar ¿No es cierto?


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Este capítulo ha sido posible gracias a la invaluable ayuda de mis patreon:

Guto Yobu.

~~Caliiche

Kloos