Kore kawaii V1 C1

Lección 1: No busques lo que no quieres encontrar.

Lo primero que pasó luego de que entré a primer año de instituto, fue que abrieron una combini cerca de la calle donde vivía. Antes de ir a la escuela, Tasukune vino a buscarme para ir a ver.

–Es igual a las combini que ya conocemos. –

Respondí, tomando mis cosas.

¿A quién quiero engañar? Pensé. También estaba emocionado, pero no lo demostraba tanto. Cuando salí de casa me di cuenta de que Tasukune estaba acompañado. Su hermana pequeña estaba con él.

Hifunami Tasukune era mi mejor amigo. Pero no se lo decía porque pensaba que decir eso era cosa de niñas. Y tenía una hermana pequeña, que para este momento entraba en segundo año de colegio. Era pequeña, un tanto más pequeña de lo normal, y eso la hacía adorable, y cuando éramos niños, tanto Tasukune como yo solíamos cargarla en hombros y cosas por el estilo.

Cuando ella creció y entró al colegio, aquello dejó de gustarle y dejamos de hacerlo. También se veía mal ahora. Ni que hacerle, de cualquier manera, nos seguíamos llevando bien. Por eso fue que me atreví a preguntar:

–¿Ella viene también? –

Recordemos que era nuestro primer día de instituto. Su colegio y el mío no fueron el mismo, por cierto.

–Nuestro camino y el suyo va junto un rato. –

Respondió Tasukune. Su hermana pequeña se escondió detrás de él. Últimamente Keiko (que así se llamaba) era también muy tímida. Muy diferente de la niña de siete años que nos persiguió lanzándonos bolas de nieve. Encogí de hombros, y salimos de mi jardín. Recuerdo que venía platicando acerca de algún nuevo videojuego que había salido, y algunas otras cosas que importaban en aquel momento. Todo estuvo muy animado.

Keiko–chan se despidió de nosotros después de un rato y giró en la calle para ir a su colegio. Nunca hablaba mucho, era más bien del tipo tranquilo, así que no fue extraño que permaneciera en silencio durante nuestro camino. Ella solo sonreía y ya.

Sin prestar más atención en ese momento a Keiko, seguimos nuestro camino rumbo al instituto. Él hizo la pregunta que rondaba en nuestras cabezas desde que salimos de la casa y que en presencia de Keiko ninguno se atrevió a hacer.

–¿Crees que las chicas serán lindas? –

Preguntó él, con cara de pervertido, y con la misma cara (yo creo) le respondí.

–Oh… sí. –

No soy alguien a quien le cueste admitir esas cosas, lo admito, aunque no había tenido novia hasta entonces, tampoco era como que me faltaran habilidades sociales. Simplemente no se dio la ocasión en el colegio.

–No puedo esperar… –

Se quejó él, y muy conscientemente aceleramos el paso.

La ceremonia de entrada fue de lo más normal, muy para nuestra decepción, aunque supongo que era de esperarse. No vimos chicas muy lindas en ese momento. Es decir, si eran chicas y todo, pero… normal. Es lo que puedo decir.

Ahora que puede que la seriedad de la ceremonia cambiara mucho el ambiente y el modo en que veíamos a las chicas en aquel momento. Tasukune y yo estábamos en el mismo instituto, pero no íbamos al mismo salón.

Tengo que decir que a la hora del almuerzo nos dimos cuenta de la terrible verdad.

Las–chicas–comen–juntas.

No sé porque no lo pensé, pero en cuanto sonó la alarma del almuerzo, voltee a mirar a todos lados. Todas las chicas del salón, salieron en grupos, los chicos permanecimos allí. Puedo decir que incluso se relajaron cuando ellas salieron. No quedó ninguna.

Suspiré decepcionado mientras miraba como la última de ellas cerraba la puerta.

Ni que hacerle, momentos después, Tasukune se asomó a mi salón. Encogí de hombros, él también, y salí.

–Eso ha sido toda una sorpresa. –

Comenté.

–No tanto, lo esperaba. –

Respondió él, encogiendo de hombros. Maldito mentiroso.

–Eso no es verdad. –

–Es decir, piénsalo ¿Por qué iba alguna chica a querer pasar con nosotros? Somos nuevos, no conocemos a nadie, y somos chicos. –

Preguntó él. Yo lo miré, cada palabra que él me decía cortaba como una cuchilla caliente sobre mi piel.

–Quizá sea porque es el primer día. –

Fue lo que le dije. Tasukune encogió de hombros.

–Esperemos que sí. –

Respondió él. Comimos el almuerzo y después de eso sonó la alarma y volvimos a clases.

––––––––––

Cuando salimos de la escuela, lo único que hicimos fue encontrarnos a la salida para ir a casa. Es decir, estaba bien para ser un primer día, pero todavía no habíamos visto a ninguna chica linda.

Eso me desanimaba un poco.

–Ya se lo que te animará, vamos al arcade un rato. –

Comentó Tasukune. Era una buena idea, no lo niego, pero hubo un pequeño cosquilleo, algo detrás de mi cabeza, que me dijo que no me convenía que me vieran en el arcade y posiblemente a él tampoco.

–No lo sé… imagina que algún compañero se entera… le dice a los demás, y todo el mundo pensará que somos raros porque vamos al arcade aun estando en el instituto. –

Tasukune asintió.

–Bueno, si lo dices de ese modo. ¿Qué hacen en el instituto para divertirse? –

Preguntó.

–¿Van al karaoke? –

Pregunté yo. Respondí a una pregunta con otra.

Era lo que habíamos escuchado, lo que todos decían desde siempre. Nunca había estado en un sitio como ese antes. Tampoco teníamos pruebas de primera mano. Era nuestro primer día.

–Pero yo no he ido a un sitio como ese nunca. –

Comentó Tasukune. Tampoco yo, así que encogí de hombros.

–Busquemos un par de chicas para invitarlas al karaoke entonces. –

Expliqué, haciéndolo parecer simple. Él me devolvió a la realidad.

–Estás loco… ¿Cómo vamos a hacer eso?  No puedes simplemente ir a donde están y decir esas cosas, pensarán que eres raro. –

Explicó, con algo de gracia, porque sabía que era mitad en broma. Suspiré.

–Solo tenemos que encontrar a las indicadas. –

Respondí. Era una idiotez por supuesto, pero… de algún modo, me sentía motivado para ir en una búsqueda sin esperanza de éxito.

Era como ser un niño y cavar en el patio de tu casa buscando un tesoro que, en el fondo, sabes que no está allí.

–Sí, si, como digas. Vamos, Keiko nos espera. Si nos tardamos se enfadará y le dirá a mi madre. No quiero eso. –

Íbamos saliendo del plantel cuando vi en una esquina una chica. No sé qué fue lo especial de ella. Es decir, habían quizá cien chicas a esa hora en ese sitio, pero ella se veía… especial de alguna forma. Estaba recargada en la pared como si esperara a alguien.

Algo extraño, es que ella tenía un teléfono celular, aunque en aquella época, eso no era común.

Quizá era una chica adinerada. Pensé.

Ella se dio cuenta de que estaba mirándola, volteó, y acomodándose el cabello corto y negro detrás de la oreja, sonrió levemente.

Me quedé perplejo mientras Tasukune me llamaba.

–¿Qué pasa? –

Preguntó él, volviendo sobre sus pasos. Yo lo miré y le puse una mano en el hombro.

–Es ella. –

Expliqué, tratando de que la mirara, pero si no la señalaba, era imposible que él entendiera de quien le hablaba, y ahora estaba mirando hacia arriba, como haciendo la desentendida.

–¿La conoces? –

Preguntó Tasukune.

–Me sonrió ahora mismo. –

Expliqué.

–Estás loco, es eso. –

–No es eso, te lo juro… si quieres podemos ir y… –

Expliqué.

–¿Y? –

Y aquí me detuve, de pronto, y sin que yo entendiera muy bien por qué, resultaba intimidante.

Imagina que estás tranquilamente en tu patio y mientras excavas, encuentras algo duro. Por supuesto que lo crees. Por supuesto que te pasa por la cabeza, aunque sea por un segundo.

–No lo sabes… porque no es cierto… ahora vamos… –

Respondió él. Haló de mí, y tristemente no pude acercármele ni hablarle ni nada. Supongo que para Tasukune no tenía mucho sentido, y para mí tampoco. ¿Por qué me miró?

Él lo dijo en voz alta.

–¿Por qué una chica desconocida y linda iba a sonreírte? Estas viendo cosas que no están allí, y estas empezando a asustarme.–

Respondí.

–Quizá si vuelvo a verla… –

–Te darás cuenta de que lo estabas malentendiendo. –

Respondió él.

Salimos de la escuela después de eso y nos encontramos con Keiko, quien hizo un berrinche a su hermano.

–Onii–san, me tienes aquí esperando… –

Se quejó ella.

–No fue mi culpa… –

Respondió él, mirándome. Keiko me miró y bajó la cabeza.

–Bueno, vámonos… –

Respondió ella. Y comenzó a caminar. Ni siquiera me saludó. Yo le hice una seña a Tasukune. ¿Qué era lo que le pasaba?

Él encogió de hombros.

–¿Qué tal tu primer día? –

Preguntó él a su hermana. Ella encogió de hombros.

–Normal… –

Respondió ella, apenas se escuchó, pero ni a mí ni a Tasukune nos pareció normal. Más bien parecía que ella tenía problemas, pero si no quería decirnos ni que hacerle.

Le di un codazo a Tasukune para que hiciera el papel de Onii–san, pero ella se separó de nosotros dos pasos, y siguió caminando en silencio.

–Quiero llegar a casa, tengo hambre. –

Dijo.

Ni que hacerle, no estaba del mejor humor. Últimamente eso pasaba seguido. Suponía que era la edad, y creo que Tasukune también lo suponía.

Luego de que llegamos a la casa, ella entró sin decir palabra. Tasukune me miró confundido.

–¿Crees que fuera por el retraso? –

Pregunté. Él negó con la cabeza.

–No fueron más de diez minutos. Quizá… debería haber regresado sola. –

Explicó él.

Sea lo que fuera que tuviera, no nos enteramos esa tarde. Yo fui a mi casa luego de eso.


Este capítulo ha sido posible gracias a la invaluable ayuda de mis patreon:

Guto Yobu.

~~Caliiche