Lección 3: No le preguntes cosas personales.
Al día siguiente sin embargo, hablé con Tasukune para darme cuenta de que él no estaba enfadado, o al menos, a mí no me lo pareció.
Tal vez, solo se le había pasado el hambre.
O solo estaba fingiendo para que su hermana se sintiera mal por hacerlo esperar.
No es la primera vez que me veo envuelto en esos problemas entre ellos dos. Es que somos amigos. Desde siempre. Es difícil quedarse aparte cuando esas cosas pasan.
Lo que si me dijo, es que no me vio a la hora del descanso del día anterior.
–Perdona, pasó algo muy raro. –
Expliqué.
–¿Te encontraste con esa chica de tus fantasías?–
Preguntó. Yo sonreí como un tonto.
–Eso es a la hora de la salida. –
Respondí.
–Sabes, comienzo a creer que estás mal de la cabeza o algo. –
Comentó.
–Que es cierto. Tal vez debería presentártela. –
–Ni falta que hace. –
Respondió él, encogiendo de hombros. Yo comenzaba a pensar que él estaba celoso.
–¿Tienes miedo? –
–No es eso… Es que sería raro que, incluso si realmente te hablara, le presentaras a alguien. –
Explicó.
–Bueno, eso puede ser cierto. –
Respondí, volviendo a lo mío.
–Y entonces. ¿Qué era eso raro con lo que dices que te encontraste? –
Preguntó él. Girándose y bebiendo de su jugo.
–Un sujeto. Es un compañero de mi salón. Pero bueno, es algo raro que solo llegue a hablarte así. ¿No crees? Incluso me compró una soda. –
Expliqué.
–Es gay. –
Respondió él. Yo no tenía argumentos para negar eso, así que no lo hice.
–Puede ser. –
Respondí. Tasukune encogió de hombros.
–¿Pasó algo con Keiko ayer? –
Pregunté.
Es que no dejaba de darme vueltas en la cabeza.
–Ah, sí, esa tonta insistió en que teníamos que esperar por ti, y no sé qué más… yo tenía hambre. Pero si la dejo sola me regañarán en casa. Tuve que esperar. Y nunca llegaste. –
Explicó.
–Perdón, acompañaba a Kajou–san a casa. –
–¿El sujeto de tu salón? –
Preguntó él.
–La chica que me sonreía. –
Respondí. El entrecerró los ojos. Luego soltó una risa.
–Nos vimos como unos estúpidos por estar allí esperando. –
Cuando menos admitió su existencia.
–Pero dime, casanova. Si ella está tan interesada en un zoquete como tú. ¿No debería estar aquí ahora? –
Preguntó.
–Ahora te interesa conocerla. –
Respondí yo, mirándolo sospechosamente.
–Si le gusta un perdedor como tu… –
Lo sabía, estaba celoso.
–No sé dónde está. No va a pasar todo el tiempo conmigo ¿o sí? Seguro que tiene más cosas que hacer. La veré un día de estos. –
Respondí.
–Eso no suena muy convincente. –
Respondió él, molestándome.
–Luego te diré quién es. –
Respondí, y no pude decirle más cosas porque el descanso terminó.
–Supongo que debería decirle a Keiko que podemos ir a casa directamente ¿No? –
Preguntó Tasukune.
–No lo sé. Si cuando salgas no estoy, diría que no me esperaras.–
Comenté.
Un error. Sin duda.
Porque lo que pasó a la salida, es que fui yo quien no vio a Tasukune. Hablo de que fui a la puerta de entrada y él no estaba allí.
Sin saber si se había ido o todavía no salía, esperé por unos momentos, pero no lo vi.
En ese momento, vi a Kajou–Sempai, pero estaba hablando con alguien, un sujeto de no sé dónde, parecía que se divertían. Kajou–Sempai ni siquiera me notó.
Salió acompañada de este sujeto que parecía también un Sempai.
¿Estaré realmente viendo cosas que no están allí?
Me preguntaba. Tal vez ella solamente buscaba un poco de compañía el día de ayer. En realidad, no había ningún indicativo de que… bueno, ella estuviera personalmente interesada en mí.
Esos pensamientos me deprimían.
Tanto, que decidí que lo mejor era irme a casa.
No vi a Tasukune.
Hay días buenos y días no tan buenos, supongo.
Cuando pasé por el cruce donde la hermana de Tasukune solía esperarnos, ella estaba allí parada, pero no vi a Tasukune para nada. Aquello fue raro.
–Hola… Emm… –
Comenzó a decir ella.
–¿Y Tasukune? –
Pregunté. Ella parecía tener algo de tiempo allí esperando. Hay que notar que ella sale media hora antes que nosotros.
Tendría que haber esperado como diez minutos, tal vez más, por el tiempo que yo me tardé.
–Bueno, mi madre le encargó unas compras en la mañana… lo regañarán si lo olvida. –
Explicó Keiko.
Ah, ya entiendo, el desgraciado quería que lo acompañara.
–En tal caso, tenías que haberte ido a casa. –
Me quejé.
–No… yo le dije a Onii–san que esperaría aquí por ti al menos… –
–¿Por qué? –
Pregunté.
–No me gusta… ir sola. –
Explicó ella.
–¿Hay algo de lo que no nos hayas hablado? –
Pregunté, comenzamos a caminar. Keiko bajó la cabeza. Lo sabía, si había algo.
–A veces, aparece un perro callejero por allá.–
Dijo, señalando un callejón.
–Ha querido morderme varias veces… –
Keiko nunca ha sido especialmente famosa con los animales. Eso es cierto.
–Pues deberían llamar a la perrera. –
Me quejé.
–No… lo matarían… –
Respondió Keiko alarmada.
–¡Pues si! Es peligroso… –
Respondí.
–No se me acerca si alguien va conmigo… –
Explicó, yo suspiré.
–El año pasado tuve muchos problemas. Incluso pensé en buscar otra ruta para irme. Me perdí. Varias veces… –
Explicó ella deprimida. No era buena con las direcciones, al parecer.
–Esa es la verdadera razón de por qué espero a que Onii–san me acompañe. –
Explicó Keiko, con algo de vergüenza. Yo asentí con la cabeza.
Tenía sentido para mí.
–Bueno, pues me alegro entonces de que, especialmente hoy que no está, al menos pueda servir de apoyo. –
Comenté. Keiko negó con la cabeza.
–No pienses mal, Onii–san disfruta mucho más de tu compañía que de la mía. Es porque yo soy una chica, no entiendo de cosas como las que ustedes hablan, como revistas y arcade y eso. Y no parece que a él le interesen las cosas que a mí. No puedo aburrirlo siempre con mis conversaciones. –
Explicó.
–Cosas ¿Cómo qué? –
Pregunté.
–Cosas como… la moda, o las predicciones del horóscopo… esas cosas. –
Respondió Keiko.
¿A todas las chicas les llamaban la atención esas cosas? no lo sé. Pero en ese aspecto al menos, Keiko me parecía bastante femenina.
Ahorra que lo recordaba… Keiko incluso cambió la forma en la que se refería a su hermano mayor luego de que entró al colegio.
–¿Paso algo malo entre tú y él? –
Pregunté de pronto.
–¿Eh? No, claro que no. ¿Por qué lo preguntas? –
Keiko se alarmó un poco demasiado con la pregunta.
–Bueno, es que, estaba pensando que… cuando íbamos al colegio, y tú estabas en escuela elemental, tú te referías a él de forma diferente. –
Expliqué. Keiko me miró feo.
–No me lo recuerdes. –
Dijo.
–Entonces si pasó algo. –
Respondí. Keiko permaneció en silencio.
–No tienes que decirme si no quieres, es decir, son cosas que son de ustedes dos, pero… bueno, también es cierto que… él cambió un poco luego de que dejaste de llamarlo “Onii–chan” –
Expliqué, ahora que lo pensaba, a veces daba la impresión de que Keiko representaba una molestia para Tasukune, y no fue siempre así.
–Deje de llamarlo así porque es infantil. –
Respondió Keiko. Ya no estaba de buen humor. Quise darle la razón.
–Todos los chicos somos infantiles a veces. Tendrás que perdonárselo. –
Respondí, tal vez abogando por mi propio cuello.
–No él… el nombre. No está bien. –
Explicó Keiko, apretando los puños. Caminamos en silencio por un momento. Después de unos momentos, Keiko debe haber pensado que era una buena idea explicarse, porque me dijo:
–Cuando era pequeña, yo admiraba mucho a Onii–san, se puede decir que demasiado. Por eso es que lo llamaba así. Todo lo que quería era permanecer cerca de él. Pero cuando entré al colegio, bueno, me di cuenta de que esa no es una forma de comportarse aceptable, además, ¿Qué si empezaban a circular rumores extraños? Yo no quería eso. –
Explicó. Yo asentí con la cabeza.
–Creo que comprendo. –
–Cuando eres pequeña, todo el mundo adora esas cosas. Es encantador ver a una niña pequeña que quiere pasar mucho tiempo con su hermano mayor. Pero cuando creces, bueno… –
Agregó Keiko, cabizbaja.
–Entiendo… –
Respondí, más que nada porque, si le estaba costando trabajo decirlo, podría detenerse. Pero ella negó con la cabeza.
–No pienses mal… era una niña pequeña y… –
–Lo sé, no tienes que cuidarte de mí. –
Respondí, un poco alarmado. Keiko suspiró.
–Lo siento. –
Respondió ella después. Y siguió caminando con los ojos encadenados al suelo.
–¿Hablaste de esto con él? –
Pregunté. Keiko me miró como si yo no entendiera nada.
–No puedo ir y decir cosas como esas. ¿Qué va a pensar de mí? además de que… bien… nunca volvimos a ser tan cercanos. –
–Que mal… me refiero a que, sé que hay una distancia que se debe mantener con la familia, la distancia normal… pero me parece un poco extraño que él no me haya mencionado que se molestó contigo. –
–¿Hablaste de eso? –
Preguntó Keiko.
–Si… se lo pregunté en la hora del almuerzo. Él ni siquiera pensaba en ello como “enfadarse.” Mas que nada, por eso es que te pregunté esas cosas. Disculpa si estoy siendo invasivo. Me pareció raro que ustedes tuvieran una opinión tan diferente de lo que paso ayer. –
Expliqué.
Keiko me miró con mala cara.
–No debiste… –
Se quejó. Apenas pude escucharla. Se hizo el silencio. Estábamos a punto de llegar.
–¿Tú crees? –
Pregunté.
–Ahora se enfadará conmigo. –
Se quejó ella, parecía sombría.
–Si eso pasa, te defenderé. –
Keiko me miró y sin que yo me lo esperara, soltó una risita.
–No tienes que burlarte. –
Le dije, Keiko negó con la cabeza.
–Es que… eso también le dará la idea equivocada. –
Dijo. Yo negué con la cabeza.
–Es solo que pienso que se está enfadando contigo demasiado. –
Respondí.
–¿Lo piensas? –
Preguntó Keiko mecánicamente, luego se dio la vuelta, porque habíamos llegado. Yo asentí con la cabeza.
–¿Por qué lo piensas? –
–Bueno, es que no puede vivir enfadándose contigo, no es justo. Tú no has hecho nada. –
Keiko suspiró.
–No tienes una idea de lo que estás diciendo. Pero me alegra que lo pienses de todos modos. –
Y pasó la puerta del jardín. Antes de entrar a su casa se volvió un momento.
–Igual esperaré que cumplas esa promesa. –
Dijo Keiko, y mostrándome una sonrisa amistosa, entró a su casa.
Tuve la impresión de que algo extraño había pasado allí, pero lo ignoré en ese momento mientras entraba a mi casa.
Nada más pasó ese día.
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