Haru no Yurei V3 C6

Capítulo 6: Término medio.

–Pastillas anticonceptivas. –

Fue lo que me respondió Sanae.

Luego de que Habara se fue, estaba cenando mientras Kurimo se daba un baño.

Hay que ver que no, todavía no tenemos una nueva mesa, así que hay que cenar por turnos, así de ridículo como suena, y ya que tanto Akane como Kurimo pensaban que Sanae quería pasar tiempo conmigo, dijeron que estaba bien si su turno comenzaba desde ahora.

Yo había estado mirando a Sanae en espera de que ella dijera algo, pero permaneció en silencio mientras ponía los platos en la mesa.

Akane estaba estudiando arriba porque uno de sus exámenes era mañana y ella decía que quería repasar algunas cosas. No es como que a Akane le haga mucha falta, pienso yo. Según sé sus notas nunca han sido otra cosa que muy buenas.

–No tienes que mirarme así… –

Dijo Sanae, girando la cara.

–No…yo… hice algo malo hace rato… no es contigo… –

Expliqué.

–No se debe mirar en las bolsas de las chicas. –

Respondió Sanae, pensando que hablaba de haber abierto aquella pequeña bolsita.

–Ah, eso… ¿Qué fue lo que compraron de todos modos?… Es decir, aparte de lo que vi… –

–Pastillas anticonceptivas. –

Fue allí cuando me dijo lo que habían ido a comprar. Supongo que por eso lo estaban tratando con tanto secretismo.

–Las tres acordamos que íbamos a tomarlas. –

Agregó después, como si la única razón por la que tuviera que lidiar con ese problema, fuera bueno… yo. No voy a contradecirla en ese punto. Me extrañaba que hubieran “acordado” algo así. Ni siquiera Kamine me habló de ello cuando las espiaba. Supongo que creyó que no hacía falta.

–Ya que no tienes forma de mantener a ninguna, supongo yo que no quieres un problema de esa categoría. –

Comentó después.

–Sanae… dime algo… ¿estas enojada conmigo?–

Pregunté.

–No. –

No sonaba muy convencida que digamos. Y por eso no me convenció a mí.

–Si hice alguna cosa que… –

–¡No es lo que haces!  –

Replicó ella, haciendo una pataleta.

–Entonces si estás enfadada. –

–No. –

Puso el ultimo plato sobre la mesa y se sentó a mi lado. Sin mirarme.

–Puedes decirme… –

–No quiero. –

Respondió Sanae, comenzando a comer con un puchero.

–Entonces no me digas.–

Respondí, encogiendo de hombros y comenzando a comer.

–¿Eh? –

Preguntó Sanae, mirándome como si no hubiera considerado la posibilidad de que eso pasara.

–Está bien si no quieres decir, es como dijiste antes, no tengo que estar enterado de cada cosa. –

Respondí.

–No… no es eso a lo que me refería. –

Se quejó Sanae, comenzando a llorar.

–No llores, si tienes algo que decir solo dilo… –

–¡No quiero! –

Ya iba viendo de que iba la cosa.

–No voy a rogarte para que me digas lo que tú sabes que quieres decir, Sanae. –

Respondí.

–No me prestas atención. –

Se quejó ella, mirando a otro lado e inflando sus mejillas.

–No quiero comer. –

Dijo después, poniéndose de pie. Yo me puse de pie también. Le puse una mano en el hombro.

–Oye… No estoy de humor para berrinches. Akane preparó esta comida con mucho esmero… así que te vas a sentar y te vas a acabar la comida, o de verdad te voy a castigar. –

Sanae volteó con lágrimas en los ojos.

–Dame de comer… –

Dijo ella.

–Por ahí hubieras empezado… –

Respondí.

Le dije. Y tomando una croqueta la acerqué a ella. Ella la comió. Y sonrió de nuevo.

–Es agradable estar así, no tienes que llorar Sanae. –

Le dije. Ella me miró con desagrado.

–Pues si lloro es tu culpa. –

Se quejó.

Yo suspiré, quizá ella tampoco había tenido un buen día, y si no estuviera seguro de que haría el ridículo, intentaría arreglarlo de la forma normal. Es decir, con sexo.

Eso no evitó que quisiera darle un beso, luego de que terminamos, pero ella se negó.

–No… –

–No ¿Qué? –

Pregunté.

–No se puede… –

Respondió ella, mirándome con lágrimas en los ojos.

Eso me dejó pensativo por un momento. Hasta que finalmente lo entendí. Hay que ver que soy lento. Pastillas, lo que trajo antes, los cambios de humor, lo extremo de su pequeña pataleta… ah. Ya entendí.

Puse mi cabeza en la mesa.

–Perdón… –

Le dije. Ella miró a otro lado.

–Creo que es mejor si solo no te me acercas. –

Dijo ella.

–¿Quieres estar sola? –

Pregunté.

–No… –

Y se puso a llorar.

–Entonces… –

–Pero doy asco. –

Se quejó ella. Yo suspiré. No quise decirle que en realidad no tenía ganas de tener sexo. Bien pensado, esto me venía como caído del cielo.

Pero… ¿Cómo se lo explico?

–No das asco… –

Respondí.

–Si doy… quiero darme un baño e ir a dormir… –

Se quejó.

–Bueno, Kurimo no debería tardar en salir… –

–Pero tú quieres… –

No, no quiero, pero… eso no se lo dije.

–Puedo esperar… –

Respondí, encogiendo de hombros.

–¿Sewuro? –

Preguntó ella, haciendo su voz infantil.

–No te preocupes por mí. Ahora mismo está todo bien… –

–Pero mañana será igual… –

Se quejó Sanae.

Se refería pues, a que mañana era su día.

–Bueno, podemos hacer cualquier otra cosa, y en caso de que no pudiera resistirme, hay otras formas… –

Explique.

Sanae me miró por unos momentos, luego bajó la cabeza.

–¿Cómo cuál? –

¿Tenía que preguntar?

Bueno, es que era probable que ella realmente no lo supiera.

–Pues… –

Le dije y me acerqué a su oído. Sanae me empujó.

–¡No es cierto! –

Gritó Sanae. Se apartó de mi todo lo que pudo, y me miró con desprecio.

–Aléjate de mí, enfermo. –

Dijo y subió corriendo las escaleras. Ni que hacerle, la culpa era mía por decirle eso, es decir, yo sabía perfectamente que no había forma de que aceptara. Solo sentí que estaba bien si la molestaba un poco.

Como de todos modos se trataba de pasar tiempo con Sanae, y como además no tenía mucho que hacer antes de ir a dormir, y Akane estaba muy ocupada peinándose (Porque ella pasa mucho tiempo cepillando su cabello en realidad, dice que es saludable.) me quedé en el cuarto que ahora era de Sanae.

Kurimo salió del baño, vino a verme, me sonrió y me dijo buenas noches. Luego se fue. Eran aproximadamente las nueve cuando Sanae entró al cuarto, ya vestida, y luciendo como si fuera la depresión personificada.

–Si te me acercas, grito.–

Advirtió ella.

–¿Y qué? Nadie va a venir… –

Respondí, sentándome al lado de ella. Quería averiguar si ella me quería cerca o no.

Parecía que hubiéramos retrocedido un par de meses en cuestión de nuestra relación, aunque, como yo sabía a qué se debía, no me sentí afectado, solo… me sentía mal por ella.

–¿Cómo te atreviste a proponer algo como eso? –

Preguntó ella. Ah, estaba avergonzada además. Por eso la expresión.

–No lo propuse… era una broma… es todo. –

–No te creo… –

–Perdón por decir algo así, no quise hacerte enfadar. –

Respondí, y finalmente, dándose cuenta de que estaba siendo serio con mis disculpas, Sanae suspiró.

–No es por ti… es que… mañana es mi día, y… yo esperé mucho… –

Explicó.

Quizá era la clase de chica que no estaba muy al tanto de cada cuando sucedían estas cosas. Las hay, según sé.

–Eso también es mi culpa ¿No es así? Que tuvieras que esperar… –

–Soy la única que no cumple… –

Se quejó.

–No tienes que preocuparte por esas cosas… –

–Eso quiere decir que te doy asco ¿No es verdad? –

Preguntó ella.

–¡Que no! –

–Pues es que siempre estas sobre mi… –

Se quejó Sanae, comenzando a lloriquear. Yo suspiré. Cualquier cosa que no fuera intentar algo la haría sentir mal. Y no va a escuchar argumentos ahora. Me acerqué a ella y la abracé.

–¿Qué haces? No… no… –

El cuerpo de Sanae se estremeció solo con el abrazo.

–Déjame… ya…  –

Pasé una mano por sus piernas, sus muslos y su trasero, la otra fue directo a sus pechos, la metí por debajo de la blusa. Ella comenzó a forcejear.

–No… déjame… –

–Pero dijiste que me querías encima de ti… –

Respondí, hablándole al oído. Sanae se estaba mostrando mucho más receptiva que de costumbre.

–Yo… yo no dije eso…  –

Respondió ella a media voz, temblando.

–¿Me detengo? –

Pregunté, luego mordí ligeramente su oreja, Sanae cayó sobre la cama, me fui sobre ella, acostándome sobre su espalda y pasé mi mano por enfrente, metiéndola dentro de su blusa, sus pezones estaban duros.

–Basta… por favor… –

–No lo sé… –

Presioné su pezón. Sanae dio un respingo.

–Duele… –

Se quejó de pronto. Me detuve.

–Lo siento. –

Me disculpe, sacando mi mano, Sanae tomó mi mano con la suya y me miró con lágrimas en los ojos.

–No te enojes… –

Pidió.

–¿De dónde sacas la idea de que me enojaré contigo? –

Pregunté, un poco contrariado a decir verdad. Yo nunca había hecho insinuación alguna de algo así, al menos no a Sanae.

–No sé… –

Respondió ella, mirándome con lágrimas en los ojos.

–La verdad es que si quiero pero… –

Confesó.

–Está bien… yo entiendo. –

–Entonces quédate… no te vayas… –

Pidió, y se sentó de nuevo en la cama, yo me senté junto a ella, lo más junto que se pudiera, sin soltar su mano.

–No me voy a ir. –

Respondí, tratando de que se sintiera mejor.

–He estado enojada contigo todo el rato, pero no es tu culpa esta vez. –

Explicó Sanae. Algún respingo de coraje saltó en mi cuando dijo “esta vez” pero no dije nada en ese momento.

–Yo quería decir, que me perdonaras por no poder hacerlo, es decir, no es que no quiera estar contigo, pero… ahora mismo… eso sería… –

Comencé a acariciar su cabeza.

–No tienes que preocuparte por eso. Yo estoy feliz sólo por poder pasar tiempo contigo. Eso está bien para mí. Mentiría si te dijera que no hay una parte de mí que me dice que quiero echarme encima de ti ahora mismo. Pero creo que no pasa nada si esperamos. –

Expliqué. Sanae finalmente sonrió un poco.

–Gracias… –

Dijo. Luego se recargó sobre mí, pasé mi mano por encima de su hombro para abrazarla.

–Jamás creí que me sentiría comprendida de este modo… en verdad. –

Comentó Sanae.

–¿De qué hablas? –

Pregunté.

–Bueno… todo lo que he escuchado sobre el tema, apuntaba a que te enfadarías conmigo por no querer hacerlo… estaba un poco asustada. –

–¿De dónde has escuchado esas cosas? –

Pegunté.

–Pues… compañeras de trabajo, y eso. Incluso me dijeron que lo mejor era no decirte… dijeron que los hombres a veces ni siquiera se dan cuenta de que te resulta incómodo… –

Explicó Sanae.

–Bueno, no dudo que haya a quien no le importa, tampoco sé qué clase de gente son esas compañeras tuyas, ni qué clase de novios tengan, pero si tú, tienes algún problema, a mí me gusta saber, y tal vez ayudarte, si puedo. –

Expliqué.

–Eres muy bueno conmigo… –

Dijo Sanae, enrojeciendo. Luego se volvió audaz por un momento y besó mi mejilla. Yo solo sonreí. Sanae dio un respingo cuando la acerqué un poco más a mí por eso de darme un beso de sorpresa.

–Oye… –

Llamó, pero se quedó callada después.

–¿Qué pasa? –

–¿Puedo decirte algo? –

Preguntó. Ya me lo estaba diciendo ¿No es cierto?

–¿Algo? Solo dilo… –

Respondí, mirándola.

–Es vergonzoso… –

Explicó.

–Bueno, si no quieres decirlo está bien, pero no tienes que sentir vergüenza. –

Sinceramente pensé que hablaba de algo sentimental, ya se sabe, así es como Sanae es. Pero me equivoqué.

–Es sucio… –

Explicó.

–Vaya… es sobre eso… –

–Si… –

Y bajó la cara de nuevo.

–Bueno… si no quieres decirlo… –

Tal vez la vergüenza era mucha, pero de alguna forma se sintió como que ella estaba haciendo un esfuerzo por decirlo. No quería que se sintiera presionada, así que le dije:

–Me gusta que me toques…  me gustó… hace un momento… –

–Pero no quieres hacerlo… –

Respondí. Ella negó con la cabeza.

–Todo no pero… no sé porque me siento así… –

Yo si sabía lo que le pasaba, pero no se lo quería decir. Eso no impidió que la molestara un poco, creo que no iba a gustarle, pero se sentiría más en confianza.

Me refiero a que en realidad, siempre la molesto.

–¿Eh? Te has vuelto muy pervertida ¿No? Si puedes decir esas cosas solo así… Sanae…–

–No digas eso… oh… –

La interrumpí volviendo a meter mi mano dentro de su blusa. Sanae comenzó a quejarse inmediatamente.

–No sé qué me pasa… quiero que me toques… que me digas cosas sucias… –

–¿Cosas como qué? –

Pregunté, acariciando sus pechos. ¿Soy yo o eran más grandes de lo que eran antes?

–No sé… tus manos arden… –

–Bueno… quítate la blusa… –

–No… –

Se quejó ella, pero comenzó a desabotonarse. Una vez que la blusa cayó sobre la cama, quité su sostén del camino y comencé a masajearla así, al desnudo. Sanae temblaba.

–Son tan indecentes… –

Le dije, Sanae se cubrió el pecho con los brazos.

–No es cierto… –

Quité sus brazos de en medio sosteniéndola de las muñecas. Y llevé mi boca a sus pechos, comencé a lamerlos.

–Si lo son… –

Le dije. Sanae me abrazó con fuerza.

–¡Me volveré loca! –

Gritó ella, yo seguí lamiendo sus pechos, ella no parecía muy segura de que hacer, solo se acostó y yo sobre ella.

–Está bien… –

Respondí, sin dejar de lamer. Sanae envolvió sus piernas alrededor de mí.

–¡Es en serio! Tu… toma responsabilidad… –

Pude sentir en ese momento como sus caderas comenzaron a tener espasmos. Ella me abrazó contra su pecho.

–Te amo… –

Declaró, tenía la respiración entrecortada. Sostuve sus pechos con ambas manos mientras ella comenzaba a jadear un poco. Después de unos momentos, Sanae estaba en su límite.

–Imposible… –

Fue lo que dijo. Creo que se vino. Y eso que todavía no había hecho nada, ni podía hacer, porque yo no tenía una erección de todos modos.

–Gracias… –

Dijo después, respirando con dificultad.

–Si quieres agradecerme, que tal si no me asfixias. –

Comenté, ella me soltó asustada, en cuanto me separé, comenzó a llorar.

–Toshikane… Toshikane… –

–Aquí estoy… ¿qué pasa? –

Pregunté, un tanto alarmado.

–Te amo… –

Dijo, mirándome con los ojos llorosos.

Le di un beso porque no quería que llorara. Ella lo recibió con más dulzura de la normal también.

Luego de eso, finalmente se quedó dormida.

Aprendí dos cosas sobre Sanae en ese momento. La primera es que su punto débil si son sus pechos. La segunda es que en estos días, ella se vuelve… especialmente receptiva, aunque también es bastante problemática y contradictoria.

Después de que Sanae se quedó dormida, porque no quiso soltar mi mano hasta que durmió, fui a mi habitación. Encontré a Akane vuelta un mar de lágrimas.

–¿Pasa algo? –

Pregunté.

Akane me miró sorprendida, como si no supiera porque estaba yo aquí.

–¿No estabas en el otro cuarto? –

Preguntó, limpiándose las lágrimas como podía.

–Si… pero ya vine… –

Respondí, no creo que estuviera celosa.

–¿Tan pronto? –

Ah, ya entiendo, ella creyó que lo iba a hacer con Sanae, o más bien que lo estaba haciendo.

–Bueno… es que no hicimos gran cosa. –

Respondí, ella volvió a acostarse en la cama, de espaldas a mí. Pero hizo espacio por si quería acostarme.

–Me callaré… –

Dijo.

–¿Por qué estas llorando? –

Pregunté. Akane levantó la cara para responder.

–¿Qué no es obvio? Soy horrible. –

Se quejó ella, me senté en la cama junto a ella, y escuché como ella volvía a llorar.

–No eres horrible… –

Respondí.

–Si soy… te hice hacer esas cosas…–

–Bueno, admito que fue una experiencia un tanto extrema. Pero está bien. No pasa nada… –

Respondí.

–Si pasa… mostré un lado horrible a mi esposo… y me rechazó… –

Se quejó ella.

–No te rechacé… –

Repliqué.

–Si lo hiciste… –

Repuso Akane y volvió a llorar. Yo comencé a acariciar su trasero, porque era lo primero que tenía al alcance. Esta vez se había puesto ropa interior por debajo de la pijama.

–No tienes que forzarte… –

Dijo.

–Fue excitante ver como la tratabas… –

Respondí. Akane se giró para mirarme.

–¿Excitante? –

Preguntó Akane, algo confundida.

–Bueno, es que siempre he sabido que eres así. Por otro lado, en todo momento te encargaste de recordarle que soy para ti… eso fue lindo, a su manera. –

–No digas eso… no fue lindo, fue cruel… –

–A mí me gusta que seas cruel… me gustaba que lo fueras incluso conmigo, cuanto más con otras personas… –

Respondí.

–Entonces por qué… –

–Bueno, la verdad es que me esforcé de más. No lo sé, no me gusta tanto esa chica. Eso no tiene nada que ver. Si te dije que no antes, es porque estoy dolorido –

Expliqué, pasando mi mano por en medio de sus piernas, coloqué un dedo sobre su vagina y comencé a moverlo en círculos. Akane no pudo evitar la sonrisa.

–¿Qué pasa? –

Pregunté, molestándola un poco.

–Nada… no pasa nada…

Dijo ella, parecía avergonzarse un poco.

Sonreí para mí mismo.

–¿Estas segura? Cambiaste de expresión de pronto…–

–Tú ya sabes que… me gusta ahí…–

Respondió Akane, separando sus piernas para dejarme hacer. Presioné con un poco de fuerza mis dedos sobre su vagina. La humedad se trasminó a través de su ropa y su pijama se manchó.

–Estaba pensando que podía consolarte un poco… ¿Tu qué opinas? –

Pregunté, Akane estiró sus brazos por puro reflejo.

–si… me gustaría… –

Respondió ella, la tomé de la cintura para darle la vuelta, Akane separó sus piernas, pero tuvo que volverlas a juntar para que pudiera quitarle la pijama y la ropa interior.

–Toshikane… –

Dijo cuando comencé a lamer.

Dos chicas en una sola noche y este sujeto no quiso responder. De verdad que soy patético. Pero como además me siento orgulloso de otras cosas, traté de hacer lo que le gustaba a Akane.

–Extrañaba este sabor… –

Le dije, ella llevó sus manos a su entrepierna por puro instinto.

–¿De verdad? ¿Lo dices en serio? –

Preguntó Akane con un chillido. Yo comencé a aumentar la profundidad de mis lamidas, tratando de meter mi lengua en medio de sus paredes mientras hacía círculos. Akane se volvió loca.

Era mi forma de… recompensarla por lo que había pasado. Sea como sea, y aunque haya salido un poco mal para mí, ella fue honesta. Solo… se excedió un poco, pero la perdono porque es súper linda.

–Se siente mejor que antes… Wa… soy feliz… –

Comenzó a moverse de un lado a otro mientras hacía un esfuerzo por no mover sus caderas de su lugar, y que con ello, perdiera el contacto, la sostuve de los tobillos cuando comenzó a venirse.

Cuando terminó, estaba llorando, con las piernas abiertas y respiraba con dificultad.

–Toshikane… yo… –

–¿sí? –

Pregunté, separándome de ella un momento, Akane haló un mechón de mi cabello y me miró con su cara de niña encaprichada.

–Mas… ahí… mas… –

–Lo que quiera mi dulce esposa… –

Respondí, agachándome como quería y volviendo a lamerla. Akane acarició mi cabello y me respondió entre lloriqueos.

–Si… soy tu dulce esposa… soy tu mujer… –

Lo repetimos hasta que ella se quedó dormida.


Este capítulo ha sido posible gracias a la invaluable ayuda de mis patreon:

Guto Yobu.

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