Haru no Yurei V3 C7

Capítulo 7: Problemas con el sistema.

Desperté al día siguiente, sintiéndome… extraño. Me sentía más débil de lo normal y me costó también más trabajo levantarme de la cama de lo normal. Los ojos me pesaban y la luz me lastimaba la cabeza. Como era un día de escuela y además faltaban dos días para el fin de curso, traté de no darle importancia y me puse de pie de todos modos.

Akane acomodaba cosas para ir a la escuela cuando me vio bajar.

–¿Qué ocurre? –

Preguntó ella, mirándome contrariada.

–Nada, no es nada… –

Fue lo que le respondí, sin saber cómo, Kurimo estaba detrás de mí.

–Estas tambaleándote al caminar… –

Dijo ella a esas palabras, Akane acudió presurosa hasta donde estaba yo y me puso una mano en la frente.

–En verdad tienes mucha fiebre… –

Reclamó… bueno, algo intermedio entre reclamo y preocupación.

–¿De verdad? Yo me siento normal… –

Respondí. No era verdad, pero es que el semblante de Akane si cambió y cuando me volví a Kurimo, ella también estaba preocupada.

–Entonces la loca soy yo. –

Respondió Akane, poniendo una mano en la cintura.

–No, no dije eso pero… –

En ese momento, Sanae bajó las escaleras.

–Bueno, ya estoy lista… –

Dijo,. Supongo que quería llevar a Kurimo y Akane a la escuela. Kurimo asintió.

–Yo estoy lista, y Akane–san estará lista pronto pero… –

Y volteó a verme. Sanae puso una mano en la cintura, porque Akane estaba enojada y creo que pensó que era mi culpa.

–¿Qué hiciste? –

Preguntó Sanae, un tanto molesta.

–No es nada, es que… –

–Tiene fiebre, y si no se cura pronto nos va a contagiar aquí a todas. –

Respondió Akane.

–¿Y qué haces levantado? –

Se quejó Sanae.

–Pues es día de escuela… –

–¿Y planeas contagiar a toda tu clase? ¿No crees que eso es desconsiderado de tu parte? No des problemas a los demás… –

Se quejó Sanae. Kurimo tomó mi manga.

–Yo también pienso que deberías quedarte aquí… –

Agregó ella.

–¿Puedes hacerte cargo? Debería ir y recostarse. Supongo que tenemos que avisar a su escuela o algo… –

Dijo Akane, llevándose la mano a la frente.

–Les estoy causando problemas a todos. –

Dije. Akane me puso un dedo en los labios.

–Kurimo–chan ¿Puedes solo llevarlo arriba? Está diciendo disparates… –

Dijo Akane.

–¿Quién se va a quedar con él? –

Preguntó Kurimo. Akane volteó a ver a Sanae.

–¿Yo? –

Preguntó ella, no parecía querer hacerlo.

–Está bien… yo puedo… –

Y me interrumpieron. Kurimo me tomó de la mano.

–No importa si no quieres… –

Dijo y me haló hacia arriba de las escaleras. Pude ver que Akane batía la cabeza con pena mientras subía las escaleras prácticamente colgándome de la mano de Kurimo. Una vez en el cuarto de ella, Kurimo suspiró y sin mucho esfuerzo me arrojó al futon.

Caí delicadamente, porque ella no me iba a dejar caer así, pero no puedo decir que me acosté por mí mismo. Mis piernas no respondían con normalidad.

–Perdona por causar problemas. –

Dije.

–No era por ti… –

Respondió Kurimo, dándose la vuelta.

–Me tiene harta… ahora espera aquí… iré a buscar tu mochila. Tienes el número de tu escuela ¿No es cierto? –

Si… está en el teléfono. La credencial con la ID para la oficina de administración escolar esta en la bolsa pequeña.

Tenía que dar la ID de la credencial para que los prefectos supieran de quien estaba hablando. Es decir, no hay muchos Otagane en la escuela, pero es un requisito. Supongo que se usa igual en todos lados.

Fue Akane quien hizo esa llamada. Estaba hablando por teléfono mientras Kurimo se aseguraba de que no fuera a salir de su cuarto. Hay que ver que ella escogió su propio cuarto para meterme allí.

Akane dijo que llamaría al doctor, y luego se fue a la escuela. Sanae dijo que tenía que entregar un proyecto importante y que estaría aquí tan pronto como pudiera, según me dijo Kurimo, con quien me quedé a solas luego de eso.

Ella fue directo a la cocina.

Yo traté de cerrar los ojos.

Así comenzó la historia del peor resfriado que yo haya sentido en mi vida.

Lo siguiente que supe, es que no había nadie en el cuarto. Parecía ser media tarde. Quise moverme un poco, pero por alguna razón me sentía como si estuviera encadenado al futon. Quise hablar, pero nada salió de mi garganta.

En eso estaba cuando escuché problemas afuera.

…No voy a dejar que lo lleves a tu cuarto si solo vas a estar tratándolo así…

Era la voz de Kurimo, parecía justo del otro lado de la puerta.

…Es mi día…

Respondió Sanae, con mocos, diría yo. Creo que estaba llorando.

…Eso puede esperar ¿No te parece? Ahora mismo necesita cuidados…

Se quejó Kurimo. No parecía una plática amable. De algún modo me enfadé con ella, es decir, ella estaba aprovechando que yo no estaba allí para hablar así. Por otro lado, puede que las constantes negativas de Sanae le hubieran dado a ella la idea equivocada.

…Nadie decidió que tu tenías que cuidarlo…

Se quejó Sanae.

…Nadie dijo que no…

Respondió Kurimo, luego continuó:

…Además, estoy segura de que está así porque se exige demasiado, no puedes tenerlo así. Ahora ¡Muévete!….

Y entraron por la puerta. Hice un esfuerzo para voltear. Kurimo venía entrando con un plato.

-¿Despertaste por el ruido? –

Preguntó ella.

-No es eso… –

Respondí, tratando de incorporarme como pudiera, ella se acercó a mi presurosa.

-Menos mal… te hice algo de comer… –

Dijo ella, y puso el plato en la pequeña mesita.

-Estabas peleando con Sanae… –

Respondí, mirándola. Kurimo bajó la cara.

-Solo tuvimos una… diferencia de opiniones. No dejes que te moleste. –

Respondió Kurimo, tratando de restarle importancia al tema. Yo suspiré. E iba a decir algo cuando ella tomó la cuchara y me la ofreció.

-Ahhh… –

Dijo. Suspiré. No podía ponerme quisquilloso ahora. Comí la sopa.

-Tu esposa ha ido a buscar a su padre ahora. –

Explicó luego, puso más sopa en la cuchara y volvió a ofrecérmela.

-Prometiste que te llevarías bien con ella. –

Respondí, sin ganas de dejar el tema de lado.

-Si quieres enojarte conmigo por eso, está bien. Pero ahora mismo, solo come. –

Dijo, poniendo un poco más de sopa en la cuchara.

-Siempre evades los problemas. ¿No es cierto? –

Pregunté, luego volví a comer.

-No es que los evada, es solo que… ahora no quiero preocuparte con cosas que no tienen importancia. –

Respondió ella, dándome más de comer. Tosí un poco, Kurimo me miró como si en ello se le escapara el alma. Me puso la mano en la frente, y dejó el plato vació a un lado.

-Tienes mucha fiebre… –

Dijo, sonaba preocupada.

-Estaré bien… –

Respondí, ella me hizo recostarme de nuevo.

-Quédate así un momento. Te traeré agua. –

Dijo y se puso de pie.

En cuanto ella salió, Sanae entró a la habitación. Me miró con cara enojada.

-¿Y bien? ¿No tienes algo que decir? –

Preguntó Sanae.

-¿Algo que decir? –

Pregunté, tosiendo. Apenas podía hablar.

-Ah, no lo sé… algo como “lo siento” no estaría mal, para variar. –

Miré al techo por evitar mirarla a ella. Estaba siendo poco considerada aquí.

-¿Por qué? –

Pregunté.

-Por usar mi día para esto… –

Se quejó Sanae. Ah, ella estaba muy ofendida por ello.

Kurimo entró de nuevo y miró a Sanae, quien evadió su mirada. Ah, creo que aquí había un problema.

-Basta las dos. Esta no es razón para que se enfaden la una con la otra. –

-No estoy enfadada. –

Respondió Kurimo.

Yo no tenía las fuerzas para lidiar con ambas cosas ahora mismo, eso también era cierto.

-Me están dejando fuera. ¿Qué querías que hiciera? –

Preguntó Sanae.

-Pues lo único que haces es quejarte. –

Respondió Kurimo. Yo solo me acosté y me cubrí con las cobijas.

-¿Lo ves? Estas incomodándolo. –

Sanae se puso a llorar.

-Pero… pero… –

Yo sabía que Sanae no estaba bien emocionalmente, hablando de que bueno, estaba en esos días. Pero no quería hacer un gran escándalo por ello ahora mismo.

-Kurimo… basta. –

Ella suspiró.

-Como digas… –

Dijo y salió.

-Sanae… no es un buen momento… –

Le dije, ella se hincó a un lado del futon y me destapó.

-Pero… quiero ayudar… –

Se quejó ella, llorando.

-No hay mucho que hacer por ahora, te prometo que te compensaré después. ¿Sí? –

Le dije, tratando de que no me doliera más la cabeza con todo esto.

-Pero… pero… –

Kurimo entró en ese momento.

-No puedo con esto. ¡Toma! –

Y le dio una tinaja con agua.

-Quita el sudor de su cuerpo. Si tanto quieres ayudar, haz algo para que se mejore. –

Kurimo estaba tomando el liderazgo aquí.

Suspiré cuando Sanae tomó la bandeja. Kurimo me miró como pidiendo mi aprobación, o como si con ceder esto esperase que yo me molestara menos con ella por el hecho de pelear con Sanae.

-Tienen que llevarse mejor… –

Le dije a Kurimo, y me senté en el futon. Sin saber cómo ni cómo no, me quitaron la playera.

-No me gusta cómo te trata. –

Dijo Kurimo, girando la cara y saliendo. Yo tosí levemente.

Sanae lloraba.

-Dime… ¿Soy tan mala como ella dice que soy? –

Preguntó. Ahora que lo recordaba, ella también sintió que Akane me trataba mal, creo que también hubo una discusión por ello antes.

-No es eso. –

Respondí.

Sanae comenzó por poner la toalla sobre mi cuello y mi nuca.

-El caso es que ella piensa que todas las cosas que dices, son en serio. Yo sé que no es real, pero ella no lo ve de la misma manera. –

Expliqué.

-Yo no quería que esto pasara… –

Respondió ella.

-¿Qué paso? –

Pregunté.

-Pues… llegué del trabajo, y ella me dijo que estabas aquí, y le dije que era mi día. Ella se enfadó porque estoy exigiéndote demasiado… y luego comenzamos a discutir, y dijo que yo te trato mal… –

Kurimo piensa seriamente que está defendiéndome. Había que hacer algo con esa idea que ella tenía.

-No es que pretendiera ninguna cosa, te lo juro, solo pensé que… por ser mi día, te iba a cuidar yo… en mi cuarto. –

Explicó. No parecía ser una malentendido, pero es que Kurimo cree seriamente que Sanae está enfadada conmigo por algo.

-Lamento haberme dejado llevar. –

Respondí. Lo decía porque nunca pregunte nada cuando Kurimo me hizo entrar a su cuarto. En cierto modo, ella se apoderó del evento con eso. Eso era lo que Sanae estaba reclamando.

Incluso esto. Lo cedió porque yo le dije que lo hiciera. Si me hubiera quedado callado, Kurimo habría echado a Sanae de aquí.

Paso la toalla por mi espalda.

-Hablaré con ella. ¿Está bien? –

Pregunté. Sanae hizo un sonido asintiendo y continuó.

-Yo quería decir… que no debí rechazarte ayer. –

Explicó.

-Está bien… a mí no me molesta en absoluto….-

No le dije que el día de ayer estaba realmente indispuesto. Digamos que escaldado por lo que había pasado antes con esta chica… Habara.

-No es cierto… –

-¿Estas insatisfecha? –

Pregunté, Sanae se detuvo.

-¡No digas “Insatisfecha”! –

Se quejó ella. Comencé a toser y Sanae se apresuró un poco con la toalla, se pasó frente a mi luego.

-Yo no soy así de sucia… –

Se quejó. Yo suspiré.

En ese momento Kurimo entró al cuarto de nuevo. Sanae se puso de pie, tomó la bandeja con la toalla y salió, yo diría que corriendo.

-¿Cómo te sientes? –

Preguntó Kurimo, yo suspiré. Ya no me dolía el cuerpo al menos.

-Mejor. –

Respondí. Podía ver el coraje en su rostro, pero como no era conmigo, decidí que estaba bien si lo ignoraba por el momento.

Me puso una mano en la cabeza.

-Te ves mejor… pero todavía tienes algo de fiebre. –

-Más que eso… peleaste de nuevo con Sanae. –

Comenté. No quería que eso se saliera de control, mucho menos en mi situación.

-No es lo que piensas. –

-Necesito que hagan las pases. –

Respondí. Kurimo me miró por unos momentos, como si pensara que lo estaba diciendo en broma, y cuando se dio cuenta de que hablaba en serio, estalló en coraje.

-Yo le dije que tuviera un poco de consideración, es todo. ¿Ese es el problema? –

Preguntó Kurimo, casi fuera de sí.

-Oye, Kurimo, no hay porque alzar la voz. –

Respondí, todavía me dolía un poco la cabeza.

-¿No hay porque alzar la voz? Si me porto así es por su culpa. –

Respondió ella, girándose y cruzando los brazos. Me puse de pie como pude.

-Kurimo… –

Ella me miró con lágrimas en los ojos.

-¡Estoy tratando de ser un adulto aquí! –

Se quejó Kurimo.

-Yo también estoy desesperada, yo también estoy asustada. Yo también quiero atención. Pero no voy por ahí reclamándole a medio mundo. Haciendo pataletas como si fuera una niña pequeña. Hay cosas más importantes ahora. –

Sí que estaba estresada.

-¡Lleva todos estos días quejándose! Que si no la miras, que si no la tocas. Que si no le haces cumplidos. No entiende que los adultos ¡tienen cosas que hacer! Y no pueden estar todo el día para lo que la señorita consentida quiere ¡Ya no la soporto! Aun ahora, está perfectamente consciente de que estas enfermo, y no puede tener una pizca de consideración… –

Su coraje estaba fuera de control. Incluso respiraba extraño. Pero en lugar de enojarme, que supongo que es lo que haría si me sintiera con energías, me acerqué a Kurimo y tomé su mano con suavidad.

-¿Qué ocurre? ¿Hice algo que te molestara de nuevo? –

Pregunté.

-¿Qué? ¡No! Es que… Tu solo te molestas conmigo… solo yo tengo la culpa. –

-No estoy molesto… –

Respondí, y lentamente pasé una mano alrededor de su cintura. Kurimo poco a poco se tranquilizó, incluso alzó la mirada como si esperara un beso. Pero le puse un dedo en la frente.

-Y no, no puedo darte un beso ahora. Te contagiaré. –

-No…no me importaría… –

Respondió ella.

-A mí sí. No quiero que te enfermes. Te sentirás mal, y aunque no niego que te cuidaría casi tanto como tú me has cuidado a mí, prefiero poder cuidarte mientras no estas enferma. –

Expliqué. Kurimo pegó su cuerpo al mío ligeramente.

-Bueno… eso estaría bien… –

Comentó.

-¿Paso algo? O ¿Por qué estas enojada en realidad? –

Pregunté, ella me miró a los ojos por unos momentos. Luego enrojeció y bajó la mirada.

-Onii-Sa… Onii-san me llamó por teléfono esta mañana… dijo que quiere que regrese… –

Yo ya había escuchado esta historia antes.

-¿Y tú qué piensas? –

Pregunté, ella comenzó a juntar sus dedos.

-Yo no quiero… pero… no he hecho más que causar problemas desde que llegué aquí. No me gusta cómo te tratan mal a veces, no puedo quedarme callada con eso. Discutí con Akane-chan antes, estoy peleada con Akiyama-chan ahora. No sé llevarme bien con ellas, y en realidad, yo todavía no he hecho nada por ti. Pensé que cuidarte serviría… pero de nada sirve si te causo problemas por ello ¿No es cierto? No sé qué debería hacer… –

-Eso no tiene nada que ver… –

Respondí. Kurimo me miró consternada.

-¿Qué quieres decir? –

-Estas aquí porque tu hermano es un peligro. –

Respondí, molestándome un poco.

-Y nada de lo que ha pasado me ha hecho cambiar de idea con respecto a eso. –

-Ha estado marcándome cada día… pero no había respondido. Pensé que estaba bien si hoy respondía, ya que… bueno, estas aquí. Pero… –

Supongo que lo que quiso decir es que ella se sentía segura al pensar que yo estaba aquí para protegerla en caso de que algo malo pasara.

Es una chica de colegio.

-Tu hermano es peligroso. No quiero que se acerque a ti. –

Respondí.

Era obvio que ella tenía problemas simplemente aceptando la idea de que su hermano era un peligro para ella. Y todos estos días aquí, tenían que haberle hecho olvidar una gran parte del miedo y la desesperación que la hicieron terminar aquí en primer lugar.

Me refiero a que, después de todos estos días, era lógico que ya no le pareciera tan peligroso. Pero eso es una ilusión nada más.

-Me pidió perdón… –

Se quejó Kurimo con la cabeza baja.

-Sí, te pidió perdón, pero esperará a que te duermas para hacerte alguna cosa por la noche. –

Kurimo suspiró, ya no parecía molestarle tanto.

-Siempre es así. En la escuela, en el supermercado. Todos fingen que no, pero en cuanto te das la vuelta pasan su mano “accidentalmente” por tu cuerpo, o se fijan en lo que hay bajo tu falda, te tiran agua encima para mirar como tu ropa se transparenta… Lo soporto siempre… ¿Cuál es la diferencia? –

Se quejó ella, a punto del llanto.

De pronto recordé algo importante, ella no entenderá a no ser que sea personal.

-Pues no quiero ¿Ya? ¿Eso es lo que quieres que diga? –

Respondí. No estábamos peleando. Ni siquiera le estaba hablando en mal tono. Kurimo estaba desanimada pero ya no estaba enojada.

-¿Por qué no quieres? –

Preguntó ella en voz baja.

-Porque eres mía… –

Respondí. Kurimo perdió el aliento en ese momento. Solo permaneció mirándome, yo acaricié su cara por unos momentos. Finalmente, ella debe haber encontrado coraje para decir lo que quería decir, porque enrojeció y bajando la mirada, respondió.

-Es cierto. –

Dijo, con una voz apenas audible. No se movió de allí, la mano que estaba usando para tocar su cara comenzó a bajar lentamente. Como era su costumbre, ella no me detuvo.

-Estas enfermo… –

Se quejó.

-No voy a contagiarte por tocarte ¿O sí? Tengo un resfriado, no la peste. –

Repliqué.

-No es eso… es que… yo no debo ser exigente… ni siquiera es mi día. –

Respondió Kurimo, temblando, aunque no creo que me tuviera miedo.

-No entiendo mucho eso de “mi día” Kurimo. ¿Te importaría explicarme? –

Pregunté, mi mano siguió bajando. Pude sentir como un espasmo cruzó a través de su espalda.

-Si… bueno… cada una tiene un día y… –

Se detuvo. Junto sus manos y las apretó contra ella.

-No hagas eso… –

Se quejó en voz baja.

-Todavía no he hecho nada… –

Le dije.

-No es eso… estoy… un poco… sensible. –

-¿Por qué? –

Pregunté, molestándola un poco. Quería que me dijera que tenía ganas o algo asi, pero ella negó con la cabeza.

-No puedo decirte… me odiarás. –

Se quejó.

-No voy a odiarte. ¿De dónde sacas esa idea? –

Pregunté. Sea como sea, me había detenido. Kurimo estaba llorando.

-Yo… bueno… verás… –

Explicó Kurimo sin explicar nada.

-¿Tienes algo que confesar? –

Pregunté, molestándola.

-Hice algo muy malo. –

Respondió ella, bajando la cabeza. y se dio la vuelta.

-No puedo mirarte a la cara. –

Se quejó.

-Pero dime que es… –

Repliqué, tomándola de los hombros.

-Bueno… verás… estabas dormido, y no había nadie en casa… y… –

-¿Y? –

-Pues… me metí al futon… y lo hice allí… lo que tenías encima… no era solo tu sudor… –

Explicó ella sin voltear. Y por primera vez desde todo ese asunto de Habara, mi pene se despertó. Hay que ver que el tono que ella usaba resultaba increíblemente incitante, aunque ella estuviera arrepentida de ello. Otra cosa es que yo no pensé para nada en algo así.

Es decir, si era como Kurimo era. Era la clase de chica que hace locura y media con tal de esconder que necesita sexo, incluyendo algunas que no eran para nada agradables.

-No iba a hacer nada, lo juro… es decir, se veía confortable, y pensé que podía abrazarte… y luego… yo no pude detenerme… –

Explicó.

-En resumen… te sientes así otra vez… –

Comenté. Suspirando.

-En realidad nunca se fue… pero no es mi día y…-

-Eso está provocando más problemas de los que arregla. –

Respondí. ¿Por eso estaban peleando? ¿Kurimo me quería para ella cuando Sanae sentía que estaba en su derecho? Podía ser.

-Pero… ¿Y si no estás de humor? ¿Y si no es lo que quieres? Te he escuchado con tu esposa antes… tu nunca has sido así conmigo…  –

Su cerebro seguía enviando “peros” a su cabeza sin que ella pudiera detenerlo. Lo mejor con Kurimo era ser demostrativo.

Toqué su trasero. Ella saltó.

-Tu mano… –

-¿Qué pasa? –

Pregunté, acariciándola con fuerza, la tomé del hombro y la atraje hacia mí para poder escucharla.

-Está tocándome… –

Se quejó ella en voz baja.

-¿Me vas a evitar? –

Pregunté. Kurimo negó con la cabeza.

-No puedo… –

Dijo.

-Tu cabello está interponiéndose… –

Le dije, ella hizo un movimiento con el cuello para quitar su cabello, muy sexy, por cierto, aunque ella no lo notara. Puse mis labios sobre su nuca.

-Dime que pasó… –

Insistí, ella negó con la cabeza muchas veces.

-Si no me dices me detendré. –

Amenacé. Kurimo finalmente cedió.

-Yo…lo hice sola, mientras estabas dormido. –

Explicó. Hablaba en pequeños susurros.

-¿Qué más? –

Pregunté, ella volvió a negar con la cabeza.

-Mojé mi ropa interior… no pude detenerme… yo… te necesitaba tanto… todavía yo… –

Besé su nuca.

-Pervertida… –

Le susurré. Ella se sobresaltó.

-No es verdad… no es cierto… –

Se quejó ella, a media voz. A este punto, mi mano estaba a punto de alcanzar su entrepierna. También me aseguré de que ella pudiera sentir que yo tenía una erección.

-¿Porque no te quitas la ropa? Para poder comenzar a agradecerte apropiadamente. –

-¿Comenzar a…? –

Preguntó ella. Es que ella iba a la mitad.

-Sí, quiero agradecer por todos tus cuidados. –

Respondí, Kurimo tuvo un espasmo.

-No… no hace falta… –

Respondió ella.

-A mí me hace falta… –

Repliqué, llevando mi mano directamente a su entrepierna. Todavía por encima de la ropa, pero firme y suave a la vez.

-Eso es…. Mentira. Yo no te hago falta… –

Mi otra mano pasó por enfrente de ella, y acabó en su boca, donde ella comenzó a lamer mis dedos.

-Claro que sí, necesito de tus cuidados, de tu calor, de tu voz… –

Respondí. Pude sentir como se estremecía con el sonido de mi voz, ya no fue capaz de decir nada y en ese momento, ella comenzó a venirse. Gotas de su néctar de amor resbalaron por sus muslos.

-¿De nuevo? ¿No te parece que estas siendo desconsiderada aquí? –

-Sí pero… –

Se quejó ella, respirando con dificultad.

-Esta es la segunda vez que terminas tu sola. Yo también quiero disfrutarlo ¿sabes? –

-Lo sé… perdón… –

Respondió Kurimo.

-No me pidas perdón, haz algo… –

Respondí, apretándola contra mí.

Kurimo se dejó caer en el suelo de rodillas, y una vez allí, separó ligeramente sus piernas y colocando sus manos en el suelo, levantó su trasero.

-Por favor, si tú quieres, usa mi cuerpo para tu placer… –

Aquella es la primera vez que yo puedo recordar, que Kurimo me haya invitado a hacerlo con ella, al menos abiertamente. Saque mi pene del pantalón a medio abrochar.

-Te has convertido en una mujer muy pervertida. –

Le dije. Kurimo apretó los puños en el suelo. Decirle “pervertida” la excitaba. Comencé a pasar mis dedos por su trasero a medida que le bajaba las pantis. Su vulva rosada quedó expuesta hacia mí, palpitando, y a pesar de que ya no parecían más los genitales de una niña, todavía tenía muy poco vello.

Su néctar de amor goteaba incitante sobre sus pantis a medio quitar.

-Por favor, te lo ruego… –

Suplicó. Puse mi pene en su entrada. Su vagina comenzó a contraerse, como llamándome a entrar.

-Estas muy mojada… –

Le dije, acariciando sus muslos por dentro, con la esperanza de separarlos un poco, y mirando como caían sus jugos como si fuera un pastel. Kurimo permaneció callada. Toqué su clítoris ligeramente, sus caderas tuvieron un par de contracciones cuando hice eso.

-¿Eh? Todavía no comienzo y tú ya estas por terminar… –

Me quejé, Kurimo volteó y me miró.

-Hacía tiempo, que no me torturabas así…  –

Dijo en voz baja.

-Pensé que no te agradaba… –

-No es verdad… si me gusta… me encanta… –

Respondió ella, y expuso aún más su trasero, empujándolo hacia mi

-Estar a tu disposición… que te diviertas con mi cuerpo… mi corazón late con fuerza. –

Explicó.

Eso era nuevo para mí, pero como pensaba que, en realidad podía ser debido a que la primera vez lo hicimos así, pienso que cada una tiene su idea de cómo tiene que ser el sexo para ser agradable.

Fue en ese momento que Sanae abrió la puerta.

-Oigan ustedes… eso es contra las reglas. –

Se quejó ella.

Kurimo volteó hacia atrás para mirar a Sanae. Y ahí, con unos cuantos jadeos, comenzó a venirse sin avisar a nadie. Sanae se quedó perpleja al mirar a Kurimo mojarse. Kurimo sonrió y le dijo.

-Akiyama-chan… ven… –

Sanae se quedó perpleja.