Kore Kawaii V1 C7

Lección 7: No te metas en problemas que no te pertenecen.

Llamarle “primer amor” a alguien como Uchifuji Arashi puede ser un malentendido. Esto es porque en realidad, pasamos demasiado poco tiempo juntos. Lo que sí es verdad es que fue la primera vez que yo me acerqué a una chica.

¿Qué puedo decir? Huelen bien, son suaves, sus labios saben bien.

Lo cierto es que cuando la besé sentí quizá la emoción más intensa que haya sentido en mi vida, una sensación que solo pudo compararse en ese momento, con la sensación de pérdida que sentí al día siguiente.

Sabía que no tenía sentido, sabía que era una tontería porque ella me dijo precisamente que se iría. Aun así, no pude evitar sentirme mal por ello. Incluso me maldije a mí mismo en ese momento por haberle besado.

Salí de mi casa ese domingo sin tener nada que hacer.

Solo por no escuchar a mi madre, regañarme por algo que ya no tenía remedio aunque ella no lo comprendiera.

No piensen mal, mi madre es una mujer dulce y buena que todo lo que hizo durante su vida fue cuidar de mi padre y de mí, pero no intentes darle explicaciones porque no te escuchará.

Salí de la casa tan enojado y triste como feliz me había sentido la madrugada anterior cuando entré. Keiko regaba el jardín de su casa, y no me habló.

¿Qué le ocurría? No lo sé, y no tenía ganas de saber.

Que se pudra.

No puedo estar al tanto de cada cosa que le pasa, es decir, ni siquiera sabía por qué ella estaba enojada conmigo, pero ni siquiera me saludó.

Realmente hiciste honor a tu nombre, Arashi.

Ni que hacerle, caminé alrededor de las casas recogiendo en el camino los pedazos de algo que ni sabía que estaba allí, ni que podía romperse, ni cómo fue que se rompió. Ni la caminata, ni la TV, ni dormir pudieron quitar esa tristeza de mi cabeza.

Por poco me arrolla un auto. Lo siento por el conductor, que casi muere de un paro cardiaco. En ese momento supe que tenía que volver a casa antes de que pasara alguna cosa mala y le causara más problemas a alguien.

No hice mis deberes, no estudié, no hice más que bañarme e ir a mi alcoba. Al día siguiente había escuela.

––––––––––

Estaba preparándome para dormir cuando Tasukune entró en mi casa bajo el pretexto de hacer un encargo para su madre. Después de eso, como era de esperarse, mi madre le dijo que yo estaba en mi cuarto y él subió.

–Keiko dice que estás raro. –

Comentó él. Yo voltee a mirarlo.

–No estoy raro, es ella la que está rara… no me habló. –

Tasukune me miró a mi como si no entendiera nada de lo que yo estaba diciéndole.

–Bueno, es que ella nunca habla mucho. –

Respondió Tasukune. Nos quedamos en silencio unos momentos.

–¿Qué paso con la chica de ayer? –

Preguntó después de unos momentos.

–Se fue… –

Respondí, pero él lo malinterpretó.

–Seguro que fue una noche grandiosa entonces… –

Dijo con sarcasmo. Por poco lo golpeo, pero suspiré y me tranquilicé.

–No hablo de eso, tenía que irse. Para eso era la fiesta, según ella misma dijo. –

–La fiesta… ¿eh? Te pasaste toda la noche fuera. ¿Qué tal fue? –

Preguntó él, acercándose con algo de interés.

No importaba como lo miraras, de cualquier modo.

–Fue grandiosa. –

Respondí. Muy a pesar de mi negativa inicial y de mi pánico, la fiesta había estado bien. Los ojos de Tasukune se abrieron.

–Entonces… –

–Nada de eso. –

Respondí, adivinando lo que él realmente quería preguntar, pero puse mis manos en la cintura e inflé mi pecho.

–Pero es una celebración de adultos. –

Expliqué. Al menos eso era lo que yo pensaba, es decir, se parecía más a un Goukon que a una fiesta, pero eso no lo entendía yo.

–Tienes que llevarme contigo la próxima vez… –

Dijo él.

–Si crees que estas a la altura. –

Le dije, fanfarroneando un poco. Podía hacerlo y sentí que estaba bien.

Después de eso, Tasukune salió y yo volví a mis tareas. Tenía algunas cosas que hacer, estudios y búsquedas de la escuela, que me tomó todo el resto del día.

–––––––––

Ya más repuesto de todo el asunto de Arashi y del hecho de que se fuera solo así, fui a la escuela al día siguiente de eso.

Vi a Madara en el salón, pero en cuanto sonó la alarma del descanso, salió corriendo como si tuviera algo que hacer. Ni que hacerle, fui a la cafetería y pensé que podía empezar a comer solo. Compré un pan de yakisoba y fui a una mesa.

Estaba abriendo mi pan cuando llego alguien inesperado, pero bienvenido.

Muy bienvenido.

Kajou–Sempai se sentó frente a mi como si nada pasara.

–Hola. –

Dijo ella simplemente, sonriendo.

–Hola… es… una sorpresa. –

Dije, casi tiré mi pan por lo intempestivo de su llegada, pero no pude evitar sonreír como un idiota, y sonreí aún más cuando ella se puso cómoda en la mesa, colocando su codo sobre ella.

–No pude conseguir nada en la cafetería. –

Se quejó ella.

Eso fue todo lo que tuvo que decir para que yo estuviera dispuesto a morir por ella, y lo digo literalmente porque fui a comprarle algo a ese campo de batalla que es la cafetería.

–¿Algo en especial? –

Pregunté, poniéndome de pie inmediatamente.

–Oh, no tienes que ir por mi… pero me gustaría una ensalada. –

Dijo.

Una ensalada tenía que ser.

Cuando salí de allí con la charola, ella esperaba animadamente en la mesa.

–Quisiera pagarte, pero… –

No preste atención al “pero” que ella alargó como si tuviera alguna especie de intención.

–No se preocupe… está bien. Puede pagarme luego… –

Comenté. Ella sonrió de una forma extraña.

–¿En serio? –

Preguntó, pero no parecía una pregunta seria. La charola con la ensalada permaneció aparte mientras ella acercaba su rostro al mío.

–¿Cómo quieres que te pague? –

Preguntó ella con un susurro que escuché perfectamente a pesar del ruido que había en la cafetería. Así de cerca estaba de mí.

–Bueno yo… bien… yo… –

Mi mente dejó de trabajar con normalidad hasta que ella soltó una carcajada.

–No tienes que ponerte así, hemos ido de fiesta justos ¿No es cierto? Eso quiere decir que hay confianza. –

Dijo ella, riéndose.

No me di cuenta de que se mofaba de mí. Como dije, mi cerebro no trabajaba con normalidad.

En ese momento, alguien más se acercó a nosotros. Pensé que era Madara, pero en lugar de eso, Tasukune se sentó a mi lado. Yo lo miré como preguntando… ¿Qué demonios estás haciendo? Y Kajou–Sempai se retiró un poco, recargándose en la mesa.

–¿Qué pasa? –

Pregunté. Pero Tasukune solo se dirigió a Kajou–Sempai.

–Hola, soy Hifunami Tasukune, y soy amigo de Misato. –

Dijo. Kajou–Sempai sonrió.

–Ah, interesante. Es un placer, soy Kajou Sadako. Y soy… ¿Qué soy? –

Preguntó Kajou–Sempai dirigiéndose a mí. ¿Qué se suponía que dijera?

–Bueno… es… –

–No importa. –

Me interrumpió Kajou–Sempai, sonriéndome, y pasó una mano por su cabello.

–Parece que estas ocupado, así que… nos vemos… –

Dijo y poniéndose de pie, se dio la vuelta y se fue. Es decir ¿Qué acaba de pasar?

Me quedé por unos momentos mirando a Kajou–Sempai marcharse allí frente a mis ojos.

–Vaya… tenías razón… es linda. –

Comentó Tasukune. ¿Qué demonios? Mi coraje subió como la espuma de la soda.

–¿Qué te piensas que estás haciendo? –

Pregunté, mirando. El idiota de Tasukune estaba riéndose.

–Nada… pensé que no te importaría presentármela… –

Respondió él. Maldito idiota.

–Hiciste que se fuera. Lee el maldito ambiente idiota. –

–No hay porque exaltarse… –

Respondió él, como si no entendiera, o no quisiera entender, que había hecho el ridículo y me había hecho hacerlo a mí.

–Si me enojo es por tu maldita culpa. Idiota. Te golpearé la próxima vez que hagas algo como eso. –

Respondí.

No, no estaba bromeando, estaba seriamente enojado con él, aunque en realidad no sabía muy bien por qué. Si Kajou–Sempai hubiera querido, se habría quedado allí, pero estar enojado no me permitió pensar en ello.

Finalmente, Tasukune se dio cuenta de que hablaba en serio y retrocedió.

–Me largo de aquí… imbécil. –

Le dije, y poniéndome de pie, me fui de allí.

Subí las escaleras para ir al salón, incluso perdí el hambre. Una vez en el salón, encontré a Madara de nuevo, que sonreía. Lo saludé y me senté, faltaban como veinte minutos para que empezara la clase, porque subí antes de lo normal. ¿No había bajado Madara a desayunar? Me preguntaba.

–¿Pasa algo? –

Preguntó él, yo encogí de hombros.

–Me arruinaron una oportunidad… eso pasa. –

Respondí. Él me miró como si no comprendiera, así que le conté más o menos lo que había pasado. Madara batió la cabeza con pena cuando terminé.

–Una pésima interrupción… tal vez Kajou–Sempai se enfadó contigo por ello. –

Comentó.

–Puede ser… –

Respondí. Madara lo pensó un momento y luego pareció recordar algo.

–Acabo de recordar, a ella le gusta mucho el malvavisco. Puedes comprarle unos para que se contente contigo, entonces yo se los llevaría y ella estaría feliz. –

Comentó Madara.

–¿En verdad? ¿Bastaría con eso? –

Pregunté, algo sorprendido. Él asintió con la cabeza, y así quedó establecido que yo compraría malvaviscos para que una chica me perdonara por algo que yo no hice.

Luego de clases fui a compra un par de bolsas de malvavisco que entregué a Madara como si se tratara de algún negocio turbio.

–Puedo encargarme de eso… –

Me dijo él, guiñándome el ojo, estábamos detrás del edificio escolar. ¿Ya había dicho que se veía turbio?

Bueno, en cuando Madara guardó las bolsas en su mochila se acercó un profesor.

–¿Que están haciendo? –

Preguntó. No sé por qué, supongo que la presencia del profesor (que por cierto, no me daba clases a mi) me puso nervioso.

–Me daba malvavisco… –

Respondió Madara. El profesor lo miró con algo de desconfianza, luego suspiró.

–¿Es cierto? –

Preguntó él, yo asentí dos veces con la cabeza. El profesor se llevó una palma a la frente.

–Dejen de estar haciendo tonterías y vayan a casa. –

Fue lo que dijo y se dio la vuelta. La mochila de Madara seguía abierta y por eso es que el profesor nos creyó. Madara cerró su mochila.

–Eso estuvo cerca… –

Comentó él.

–¿Cerca de qué? –

Pregunté. Él me miró, y sonrió.

–De nada… me voy… –

Y se fue. Yo solamente encogí de hombros y me dirigí a la entrada de la escuela. Mientras pasaba por allí, pude ver a dos personas que conocía.

Hatake Minami y ese tal Masao.

Creo que algo pasó entre esos dos el día de la fiesta.

También creo que estaban discutiendo por la misma razón.

Digo qué estaban discutiendo porque Hatake–chan se dio la vuelta sin más, y echó a correr, llorando. Masao encogió de hombros y siguió su camino, sin importarle mucho que digamos.

Sentí pena por Hatake y… pues allí vamos.

¿Qué más se suponía que hiciera?

–––––––––

Encontré a Hatake–san sentada en una de las bancas cerca de la estación de autobús.

–Hatake–san… ¿estás bien? –

Pregunté. Ella no respondió, siguió llorando. Me senté junto a ella.

–Pude ver que peleaste con Masao–san hace un momento… –

–¡Es un idiota! –

Se quejó ella.

–Bueno… sí. Pero no deberías llorar así. –

Respondí, en no sabía si ella tenía razón, ni tenía idea de lo que había pasado. Era simplemente que no quería que ella llorara.

No sé qué diablos se me metió en la cabeza.

–Si lloro es por su culpa…  –

Dijo ella. Y nos quedamos en silencio por unos momentos.

–Ya no voy a hablar con él… no quiero verlo… –

–¿Qué paso? ¿Qué te hizo? –

Pregunté, Hatake–san intentaba tranquilizarse.

–Pues… estabas con nosotros en la fiesta ¿Lo ves? Y yo fui allí con él porque dijo que la pasaríamos bien… a mí me gustaba… –

Explico ella a medio sollozar, todavía limpiándose las lágrimas.

–¿Te gustaba Masao? ¿Por qué? –

Pregunté. Ella asintió con la cabeza.

–Antes de darme cuenta de que es un cabeza hueca. –

Respondió ella, todavía respiraba con dificultad. Yo asentí con la cabeza.

–Hoy lo vi, coqueteando con una zorra de no sé dónde. Y fui hasta allí y quise hablarlo con él… pero él… él… –

Y volvió a llorar.

–Las personas como él son siempre así. –

Respondí, porque quería simpatizar con ella, no porque entendiera un carajo de lo que me estaba diciendo.

–“No es mi culpa” dijo. Solo se desentendió como si no fuera su problema… eso no es justo. –

Explicó.

–Entonces… ¿es tu novio? –

Pregunté– ella encogió de hombros. Me tomaría un tiempo comprender que su situación era un poco más complicada que solo decir “somos novios.”

–Ya no sé… ya no le voy a hablar. Es un idiota. –

–¿Qué paso en la fiesta? –

Pregunté, ella me miró, molesta.

–No me preguntes eso… ¿Qué no es obvio? –

Preguntó ella, estaba de mal humor, pero no la culpaba. Por otro lado, el hecho de que lo confirmara me escandalizó un poco. No todos los días te enterabas de cosas como esas.

–Pero al parecer eso no le importa, sigue hablándole a otras como si nada, sigue coqueteando con ellas como si yo no existiera… –

Se quejó. Ya no estaba llorando al menos.

En vez de pensar en alguna razón lógica, lo único que hice fue odiar a este sujeto. Hay que admitir que su apariencia y su actitud no daban para más.

–Incluso el muy idiota se atrevió a insinuar que yo no era virgen… ¿Cómo se atreve? –

Se quejó Hatake–san. Por unos momentos me dio la impresión de que yo no debería estar escuchando esas cosas.

–Creo que ya no deberías hablar con él… –

Le dije.

–¿Verdad que no? Es decir… uno no dice esa clase de cosas solo así. Es un idiota desconsiderado. Si vuelvo a hablarle tienes permiso de golpearme en la cabeza. Tal vez así se me quita lo estúpida. –

–No voy a golpearte… –

Respondí, ella por fin sonrió.

–Bien, bien… podemos hablar luego. –

Respondió ella. Y suspiró.

–Gracias por escucharme, de todos modos. –

El autobús llegó.

–Tengo que irme, o mis padres me van a matar… –

Dijo y se subió.

Yo suspiré y comencé a caminar rumbo a mi casa. Pude ver a Kajou–Sempai entrar a su casa, pero decidí que no era una buena idea acercarme hasta no estar seguro de que ella hubiera recibido mi regalo.

De todos modos ella no me vio.

No vi a Tasukune ni a Keiko durante mi trayecto a casa, lo cual celebro un poco por lo que había pasado con Tasukune durante el descanso. Lo que si paso, es que Keiko vino a buscar a mi madre durante la tarde.

Bueno, ya estaba oscuro cuando tocó la puerta. Yo estaba terminando de preparar mi uniforme cuando mi madre le abrió la puerta.

Keiko entró, le pidió a mi madre no sé qué cosa, y mientras mi madre iba a su recamara para buscar, Keiko solo me miraba.

–¿Qué ocurre? –

Pregunté después de un momento. Ella no dijo nada, solo siguió mirándome.

Eso me irritaba.

Mi madre salió de nuevo.

–Aquí tienes, llévaselo a tu madre, y dile que le agradezco lo del otro día… –

Comentó.

Nuestras madres se prestaban cosas constantemente.

Keiko le sonrió a mi madre y me dirigió una mirada helada antes de salir de mi casa. Mi madre me miró significativamente y yo me puse de pie.

Mejor averiguaba qué diablos estaba pasándole.

–¿Por qué me miras tanto? –

Pregunté. Ella no respondió, me puse frente a Keiko, evitando que saliera por la puerta del jardín.

–No sé… –

Respondió ella, y quiso evadirme, pero volví a colocarme frente a ella.

–Sé que andas en malos pasos. –

Dijo ella finalmente.

–No son malos pasos… –

Respondí, algo extrañado por lo rápido que asumió que yo era una especie de maleante.

–Apestabas a alcohol cuando llegaste. Sé que andas en malos pasos. –

–Fue solo una fiesta. –

Repliqué. Ella encogió de hombros.

–A mí no me expliques. Yo no quiero saber. –

Respondió Keiko. Yo me llevé una palma a la cabeza.

–¿Entonces qué quieres? –

Repliqué.

–Que me dejes pasar. –

Respondió Keiko, con una voz tan fría como su mirada.

–No quiero… –

Repliqué, Keiko me miró, sin apartar sus ojos de mí. En realidad no entendí porque dolía tanto que ella me mirara de ese modo.

En ese momento, escuché una voz detrás de mí.

–Déjala pasar. –

Era Tasukune.

–¿Qué? No inventes… no creas que no sé por qué haces esto. No te metas. –

Le dije.

El maldito quería vengarse por lo que había pasado en el descanso.

–Déjala pasar. –

Repitió Tasukune. Mi madre salió y nos encontró en ese momento. Yo la miré, luego miré a Tasukune, luego a Keiko. Suspiré.

–Púdranse. –

Les dije, y me aparté. Keiko salió del jardín mientras yo iba a mi casa.

Todavía alcancé a escuchar como le decía a su hermano mayor que no debió entrometerse. Sí, es lo que yo digo.

Así es como uno pierde a sus amigos de la infancia.

¿Qué más da?

Mi madre me llamó a cenar al menos una hora más tarde después de eso.

–¿Qué paso con Keiko? –

Preguntó ella, yendo directo al grano.

–Se enojó  conmigo por lo de la fiesta. –

Respondí, sin muchas ganas de darle vueltas a un asunto, que en realidad no tenía vueltas posible, era bastante derecho.

–Está preocupada por ti. –

Respondió mi madre. Yo me llevé las manos a la cabeza.

–Ya sé que está preocupada por mí. Y la verdad es que no me importa. –

Repliqué, mi madre me miró con gravedad.

–Eso no es precisamente amable de tu parte. –

–La señora Hifunami es tu amiga y lo entiendo. Eso no significa que yo tengo que complacer a sus hijos. Tengo mis propios problemas. El estúpido de Tasukune me hizo pasar una vergüenza en la mañana. –

Repliqué. Mi madre suspiró.

–Entonces te desquitaste con su hermana pequeña. –

Replicó mi madre, ignorando el insulto de mi parte a su amiga, lo cual celebro porque la señora en realidad siempre me había tratado muy bien. Que su hijo mayor fuera un idiota no era su culpa.

De todos modos, estaba mal.

–No es que me desquitara con Keiko. Ella esta así desde el día de la fiesta. Solo fue una fiesta. Es todo. No es que yo sea un mal sujeto ahora. ¿Lo soy? –

Pregunté.

–No… no lo eres… –

Respondió mi madre. Quizá entendiendo un poco de cómo me sentía.

–Pues ella parece creer que sí. –

Repliqué, y me llevé las manos a la cara. Mi madre ya no dijo más, solo seguimos cenando. Luego de eso mi padre llegó y ella le sirvió de cenar a él mientras yo iba a dormir.

Cosa curiosa es que al día siguiente, fui a la escuela solo. Resultó un poco extraño, pero tenía que acostumbrarme a esto.

Todavía no pensaba en que hubiera hecho algo mal… solo… estaba mejor sin Tasukune. Eso era.

La primera persona que me habló en el salón de clases fue Hatake Minami.

–Hola… –

Dijo ella cuando entré al salón, ella ya estaba allí. Faltaban unos momentos para iniciar las clases.

–Te ves feliz… –

Respondí.

–Bueno, lo estoy… –

Respondí ella, con una sonrisa muy amplia.

–Te mostraré en el descanso… –

Anunció Hatake–san. Al menos ella estaba mejor.

Madara llegó después, y me saludó.

–Misión cumplida. –

Dijo después, yo sonreí, porque él hizo un saludo militar.

–No tienes que actuar así… –

Respondí.

–Pero ella estaba feliz… –

Respondió él.

–Vale, eso es bueno de todos modos. –

Quizá no estaba todo jodido con Kajou–Sempai como yo pensaba, eso me venía bien. La profesora de arte llegó después y las clases comenzaron.

Mi vida de instituto pintaba mejor con el sol arriba de nosotros. Eso que ni qué.

–––––––––

Llegó el descanso. Todos salieron. Le dije a Madara que esperara un momento mientras iba al asiento de Hatake–san.

–¿Y bien? –

Pregunté, ella asintió y sonrió, luego sacó algo de su mochila. Era un oso de peluche.

–Mira… –

Dijo ella, lucía feliz.

–Es un oso… –

Respondí, no estaba seguro de que debería decir.

–Masao–kun me lo dio… –

Espera ¿Qué?

–Pero si… dijiste que…. –

Comencé a decir, completamente aturdido. No pensé que algo así bastaría para contentarla.

–Oh, no puedo decirle que “no” a algo así… solo míralo, es tan lindo… –

–Pero… y lo que dijo de… –

Hatake–san me miró de mala manera.

–Oye… pensé que estarías feliz por mi… –

Se quejó.

–No es eso pero… –

–Está bien, no importa… yo no sé porque creí que me entenderías. Disculpa por aburrirte con mi conversación. –

Dijo y guardó el oso en su mochila. Alguien se acercó al salón.

–Vinieron por mi… –

Dijo Hatake–san con una cara seria. Luego se volvió a la puerta, donde estaba Masao y tomando sus cosas se fue.

Masao–san me dirigió una mirada extraña y se fue después de eso.

–¿Qué ocurre? –

Preguntó Madara.

–A mí me gustaría saberlo… –

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