Kore Kawaii V1 C8

Lección 8: Deshazte de las dudas.

Madara y yo estábamos parados justo en la entrada del salón de clases, por unos momentos, ninguno de los dos supo que decir, o al menos yo no lo sabía. Madara rompió el silencio poniéndome una mano en el hombro.

–Ven… hay que buscar un sitio. –

Fue lo que dijo.

–¿Un sitio para qué? –

Él me miró por unos momentos. Luego se encogió de hombros.

–Para desayunar. –

Dijo, y salió del salón. Yo suspiré y lo seguí.

Caminamos entre las mesas y el caos reinante en el comedor mientras buscábamos un sitio libre donde comer.

Una par de sujetos saludaron a Madara. Él les devolvió el saludo.

¿En serio estaba en mi salón?

Me preguntaba. Me refiero a que no llevábamos un mes en el instituto y él ya parecía que conocía a todo el mundo.

Supongo que algunos tienen un mejor inicio que otros.

Encontramos un sitio algo apartado del bullicio, casi afuera del comedor, junto a las máquinas expendedoras, y allí nos sentamos.

–¿Y cómo te fue en tu primera vez? –

Esa pregunta me hizo escupir el jugo.

–¿Q…Que? –

Pregunté. Él me miró con confianza, una confianza salida de no sé dónde porque no tenía idea de que estaba preguntándome.

Me dio un pequeño golpe con el codo.

– Uchifuji–Sempai… era linda… –

Dijo.

–No, espera… yo… –

Quizá fue entonces que me di cuenta de la diferencia que había entre nosotros.

–Vamos, nadie va a decir nada. Puedes decirme. Ella estaba muy interesada. –

–No, no, espera. En realidad no sé de qué hablas. –

Respondí. Él se rio levemente.

–No tienes que cubrir a nadie… –

Comentó él, despreocupadamente, aunque yo no sabía realmente de que me estaba hablando, o más bien, si lo sabía, pero es que él tenía una idea equivocada.

–No… en serio. No pasó nada. –

Respondí.

–Te fuiste a un hotel de amor… –

Respondió Madara. Tanto incrédulo como empático.

–No estoy diciendo mentiras… –

Le contesté. Él se quedó mirándome por un momento, como si estuviera pensando en la posibilidad de que realmente no hubiera ocurrido nada.

–Oh… ya veo… te gustan los chicos entonces… –

–¿Qué? ¡No! –

Respondí.

–No estabas pensando eso de mi ¿O sí? –

Preguntó.

Él. De todas las personas.

Él no tenía derecho a decirme esas cosas, es decir yo pensé que él era… ya no importa, creo.

–No… espera… tu… –

Estaba tan ofuscado que no pude responder.

–Tú eres gay. No yo. –

Dije finalmente. Él soltó una carcajada.

–¿De qué hablas? Claro que no. –

Respondió él, como si fuera lo más obvio del mundo.

–Pues tu… –

Comencé a decir, él puso su mano en mi hombro de nuevo.

–Entonces… no eres gay… no es como que me moleste si lo eres pero… –

–¡No lo soy! –

Repliqué.

Me ofendía un poco.

–Pero… entonces ¿Qué ocurrió? –

Preguntó.

–No estoy seguro. Creo que debo haber estado demasiado ebrio para poder hacer algo… –

Respondí, habiendo aclarado lo de las preferencias sexuales, simplemente le dije la verdad.

–Una pena… –

Respondió él, suspirando.

–Pareces más interesado que yo… –

Respondí, él se encogió de hombros.

–No es eso… es algo que pasó cuando llevé los malvaviscos a Sadako–senpai. –

Explicó él, mordiendo su sándwich.

–¿Qué paso? –

Pregunté, él asintió con la cabeza.

–Ella cree que eres gay… pero no quiso decirme por qué lo piensa. Ahora lo entiendo, de todos modos. –

Respondió Madara.

–Tu… ¿Ya conocías a Kajou–senpai? –

Pregunté, era una incógnita que tenía.

–Bueno… si, desde hace tiempo, fue mi senpai desde la escuela elemental. De hecho, fue ella quien me convenció de examinarme aquí. –

Respondió Madara. Aquello aclaraba un poco mis dudas, es decir, era más lógico que actuara de ese modo si se conocían desde hacía tiempo.

–De todos modos me alegra que no haya pasado nada… –

Respondí, suspirando. Él volteó a verme.

–¿Por qué? –

Preguntó.

–Bueno, esas cosas las haces con la gente que es especial para ti ¿No es cierto? –

Pregunté.

–¿Qué edad tienes? ¿Diez años? –

Preguntó Madara, mientras se reía. ¿De qué se estaba riendo? No lo sabía.

–No pero… –

–Mejor deja esas ideas infantiles de lado… esto es el instituto. –

Respondió él, y se puso de pie.

–No son ideas… –

–Lo son. Demasiado infantiles, y arcaicas. –

Respondió él, y fue a tirar la basura de su jugo al bote.

Me quede pensando. ¿Podría ser que hubiera estado pensándolo demasiado? Me preguntaba. Tal vez “eso” no era tan especial como yo creía que era…

La alarma del final sonó poco tiempo después de eso. Camino a mi salón, vi a Kajou–senpai hablando con alguien, un chico, salido de no sé dónde, pero no le presté la más mínima atención. Madara volvió después y regresamos al salón de clases.

––––––––––

Cuando terminaron las clases, Madara se puso de pie y salió del salón. Yo estaba todavía guardando mis cosas. Hatake–san me miró acosadoramente de nuevo, pero no me habló, y salió del salón.

Suspiré.

Como ahora no había a quien esperar, pensé que no había prisa para volver a casa, puede ser que por eso me tomé más tiempo del normal en guardar mis cosas. Alguien apareció en la puerta.

–Hey. –

Dijeron detrás de mí.

–Oh… lo siento, ya me iba… –

Pensé que alguien había venido a regañarme por quedarme más tiempo del usual. En el colegio te regañaban por eso.

Pero era Kajou–senpai.

–Eso es lo que vengo a preguntar. –

Respondió ella, encogiendo los hombros y entró al salón, cerró la puerta tras de sí.

–¿Pasa algo? –

Pregunté, ella encogió de hombros.

–Nadie quiere acompañarme a casa… –

Respondió ella, paseándose por entre los asientos.

–Bueno… puedo acompañarle si quiere… –

Respondí.

–¿No habíamos quedado en que ese tono me molestaba? –

Preguntó ella. Bueno, aquella vez no quedamos en nada, pero para lo que importa. Entendía su punto, eso ni que decir tiene.

–Pero… estamos en la escuela… –

–Pero no hay nadie aquí. ¿Por qué siempre tienes que actuar como si estuvieras enojado conmigo? Eso no es justo… –

¿Enojado? Eso no tenía sentido para mí. Esta chica siempre ponía mis pensamientos boca arriba.

–No es eso… es que… –

–Bah, no importa. ¿Vas a llevarme a casa? –

Preguntó ella, insistiendo. Ni siquiera me dejó explicar.

Tampoco entendía la necesidad de que alguien le acompañara a casa siendo que vivía justo enfrente, pero como además no tenía nada que hacer, pensé que no perdía nada por aceptar. Dicho esto, yo sabía que podía ser un pretexto, solo no quería creerlo.

–De acuerdo… solo… no te enfades. –

Ella se acomodó el cabello detrás de la oreja.

–No, yo nunca me enojo… –

Respondió ella, sonriendo.

Salimos juntos de la escuela. Por un momento me pareció ver a Madara, pero como estaba ocupado mirando a Kajou–senpai, no lo pensé demasiado. Salimos de la escuela, cruzamos la calle y llegamos a su casa.

–¿No vas a pasar? –

Preguntó ella. Aquello me tomó desprevenido. En un instante, mi cerebro quedó en blanco.

–Pero yo… –

Comencé a decir.

–¿Qué? Si no puedes está bien… no pasa nada. –

Respondió Kajou–senpai. No diré que se veía desanimada, pero sí creo que se ofendió un poco. Yo la detuve, no quería que pensara mal de mí, aunque no había forma de que pensara más mal de lo que ya pensaba. Me refiero a que seguro que piensa que soy un cobarde.

–No me tengas esperando. ¿Vas a pasar o no? –

Preguntó ella, alzando un poco la voz.

–Sí, claro que si… –

Respondí. Pude ver que ella sonrió, como satisfecha de sí misma.

Yo solo pase la entrada del edificio, estaba fresco dentro y caminamos por un pasillo de baldosas que hacía eco cuando caminabas por allí. Las paredes eran blancas y parecían recién pintadas.

Era agradable, a decir verdad.

–Senpai… no estás enfadada ¿cierto? –

Pregunté.

–¿Por qué? Solo no me gustan las personas indecisas. Es eso. –

Respondió ella, y comenzamos a subir unas estrechas escaleras de caracol. Casi me caigo porque estaban demasiado altas, al menos para lo que yo estaba acostumbrado. Kajou-senpai no prestó atención a eso. En lugar de eso, comenzó a platicar de otras cosas.

–Iba a invitarte a pasar la última vez, pero mi madre estaba en casa. –

Comentó ella. Llegamos al tercer piso, a un departamento marcado con el número 305. Ella buscó sus llaves (Todavía no eran comunes las cerraduras de números, como ahora se usan) pero al parecer no las encontró.

Suspiró y me miró.

–Espera aquí… –

Dijo y se acercó a una ventana, una vez allí, se estiró sobre la pared hasta alcanzar una llave que al parecer estaba guardada allí.

–Eso es muy útil… –

Comenté. Ella me guiño el ojo sonriendo.

–Es que… suelo olvidar mis llaves… así que siempre hay que tener un plan b, ¿No lo crees? –

Explicó.

–Bueno… ¿Y qué pasa si esa llave no está? –

Pregunté.

–Bueno… en tal caso, solo tengo que ir a dormir a casa de algún amigo… porque no hay otra forma de abrir esa puerta. –

Respondió Kajou-senpai mientras abría. Me invitó a entrar luego.

Entonces, hice la pregunta que había querido hacer desde el principio.

–¿Y tus padres? ¿No pueden solo abrirte la puerta? ¿Dónde están? –

Pregunté. Ella me miró por unos momentos, estoy seguro de que ella quería decir algo como “No te incumbe” pero suspiró y encogió de hombros.

–No sé. –

Dijo finalmente y arrojó su mochila a uno de los sofás que estaban en su sala.

–Perdón por la intromisión… –

Dije cuando entré, pero ella no prestó atención. Tampoco dijo nada como “Ya estoy en casa” se limitó a arrojar su mochila al sofá y luego allí mismo, se sacó el suéter escolar y lo arrojó al suelo.

–Ah… aquí las dejé… –

Dijo, y cogió un llavero de la mesa, lo puso en un mueble luego, como si pretendiera tomarlas de allí al día siguiente. Hay que decir que se movía muy diferente aquí dentro, en confianza, de lo que era allá afuera. Traté de no prestar atención mientras la miraba ir de aquí para allá.

Dejé mis zapatos y entré a la sala de la casa.

–Es decir… ¿No hay nadie? –

Pregunté. Estaba nervioso, es cierto.

–No… –

Respondió Kajou–senpai, como si fuera algo que yo debería saber.

–¿Qué quieres hacer? –

Preguntó ella.

–¿Eh? –

Pregunté, tomado por sorpresa por la pregunta, sobre todo porque ella no estaba siendo nada cuidadosa.

–No pongas esa cara… voy arriba a cambiarme… piénsalo… –

Dijo, y se paró en las escaleras.

–No sé cocinar, por cierto… –

Dijo, volteando a verme, y luego subió las escaleras corriendo. Yo miré a todos lados. Tenía la idea persistente de que tenía que salir de allí, pero luego recordé las palabras de Madara, y suspiré.

Cuando ella volvió, ya no estaba usando uniforme escolar. En lugar de eso, tenía puesta una blusa de botones color morado y una falda bastante corta, con unas calcetas largas color rosado.

Kajou Sempai resultaba simplemente intimidante. Ella se llevó un dedo a los labios.

–¿Y bien? –

Preguntó ella.

–Yo bueno… verás… –

–No pongas esa cara. –

Respondió Kajou-senpai despectivamente. En un intento por tratar de cambiar el tema, o lo que fuera que me sacara de esa embarazosa situación, le comenté:

–Bueno… verá… la vi durante el receso de clases…usted estaba hablando con alguien ¿No es cierto? –

No sé por qué dije eso. Ella hizo una cara de bochorno.

–¿Y? –

Preguntó Kajou-senpai, poniéndose la mano en la cintura.

–Bien… es que… –

Ella se acercó a mí y me golpeó ligeramente la frente con un dedo. Dekopin les llaman ahora.

–Voy a decirte algo… no me gustan los hombres celosos… así que si quieres llegar a algo conmigo, más vale que se te quite… –

Dijo.

Fue increíble la cantidad de cosas que me dijo en ese momento con un par de frases. Pero la única que resonó en mi cabeza en ese momento fue “llegar a algo”

¿Qué quería decir con eso? Se lo pregunté. Ella se rio levemente y se acercó a mí.

–De acuerdo, no más niño tonto. Ya sabes para que estas aquí… –

Dijo ella, parándose frente a mí. Yo negué con las manos.

–No… bueno… –

–Aburrido… ¿Lo harás o no? –

Se quejó ella.

–Pero… esto… ¿Así? –

Pregunté. No estoy seguro de porqué dudaba tanto, supongo que no me podía hacer a la idea de que ella me hubiera invitado a algo como esto solo así. Tal vez si tenía ideas infantiles al respecto, tal vez solo se trataba de hacerlo.

¿Para qué otra cosa iba a estar aquí?

–Si no quieres está bien. –

Dijo ella, dándose la vuelta y balanceando su cuerpo más de lo que normalmente lo hacía. Quise ir tras ella, pero algo dentro de mí me lo impidió. Ella fue y se sentó cómodamente en su sala, extendiendo sus piernas hacia enfrente, como estirándose.

Por unos momentos, imaginé un gato.

–Eres un tonto… –

Dijo ella, soplando su copete con gracia.

–Lo lamento, no es que… –

Quise disculparme, pero ella me interrumpió.

–Sí, ya lo sé, ya lo arruinaste. No hagas que te eche ahora. –

Respondió Kajou–senpai, con desanimo. Me incliné, y pedí perdón.

–Lo siento, senpai, no tengo nada de experiencia y sinceramente no supe cómo reaccionar. –

Esas fueron mis disculpas.

Ella se puso de pie, y fue hasta donde estaba yo. El ambiente se puso tenso de nuevo. ¿En qué momento abrió su escote? No lo sé, no tuve tiempo de averiguarlo.

–¿Eh? Entonces no es que me encuentres desagradable ¿Cierto? –

–Por supuesto que no… –

Respondí inmediatamente, y en un esfuerzo por, quizá, tener un poco más de coraje, puse una mano en hombro. Kajou–senpai sonrió y me miró.

–Pero ya dijiste que no quieres… –

Repuso ella, girando la cara, pero no se movió.

–Yo no he dicho eso… –

Respondí, casi gritando. Pude ver como se dibujaba una sonrisa en su rostro, pero eso no me importó tanto como el hecho de que ella tomó mi mano con la suya, y la movió, por su voluntad, cerca de su escote.

Solo tenía que mover mi mano. Solo eso.

Traté todo lo que pude, para reunir coraje suficiente.

No lo logré.

Tocaron la puerta.

Ella me empujó lejos de ella al tiempo que volteaba a la puerta.

Volvieron a tocar.

–Espera aquí… –

Dijo, y con voz cantarina fue hasta la puerta y abrió.

–Oh, buenas tardes, señor. –

Fue lo que dijo,. Un hombre aparentemente de mediana edad entró a la casa, me miró de formas graciosa.

–Asumo que estoy interrumpiendo… –

–Para nada… –

Dije yo. Ella me miró y sonrió.

–Sí, un poco… –

–Bueno, a lo único que vine es a entregarle esto a tu madre. –

Le dijo, y le extendió un sobre grande.

–Si… ella no está. –

Respondió Kajou–senpai.

Le dijo, y tomó el sobre.

–Entonces, me retiro… ten una buena tarde. –

–Igualmente. –

Respondió ella. El hombre me dirigió una mirada extraña antes de marcharse.

Kajou–senpai tomó el sobre y lo dejó en el bote de basura.

–Oye… ese sobre no… –

Comencé a decir.

–Pretextos… ¿En dónde estábamos? –

Dijo ella, acercándose a mí.

–Si bueno… tal vez tengo que irme… –

Respondí. No sé por qué seguía tratando de escapar. Lo que debí haber sabido es que no había escape. Estaba en su poder desde el momento en que entré a su casa.

–¿En serio? Que lastima… estábamos pasándolo bien. ¿O no? –

Preguntó ella, rodeándome como si fuera un leopardo que ha atrapado a un conejo.

–Sí pero… esto no está bien. –

Lo supe en el momento en que ella me arrojó lejos para ir a la puerta. Algo había de raro en todo esto.

También pensé que podía ser mi subconsciente diciéndome que esto estaba mal. ¿Por qué? No lo sé, pero así me sentía.

–Sí, es cierto… –

–Y voy a estar sola toda la tarde. No sabes lo aburrido que es. –

Dijo. Yo asentí con la cabeza, no estaba mirando otra cosa que no fuera su escote, que por cierto, cada vez estaba más abierto.

–Diviérteme… –

Dijo. Yo estaba completamente hipnotizado a este punto, apenas podía recordar que hace algunos segundos quería irme.

–¿Qué debería hacer? –

Pregunté, sonando como un idiota, pero al parecer, eso le gustó a ella.

–No estoy segura. ¿Qué tal si vienes arriba… y lo descubrimos? –

Preguntó ella.

No tuve que responder, me tomó de la mano, y me llevó a las escaleras sin soltar mi mano, me hizo tocar su trasero mientras subíamos.

–Me tocaste… hazte responsable por ello… –

Dijo, abriendo la puerta color azul claro.

Me quedé sin habla por unos momentos. Entramos. Y lo primero que pasó cuando cerró la puerta tras de ella es que su falda cayó al piso. No podía decir que no ahora.

–Pero… ¿Estas segura? –

Pregunté, extendiendo mis manos. Kajou no respondió a mi pregunta.

–Me encantan los chicos como tú. –

Respondió ella, balanceándose mientras se acercaba a mí.

Y ahí fue donde caí en la mentira de que yo le gustaba de vuelta. No estaba tan mal si ambos nos gustábamos ¿No es cierto?

Pero es que ella jamás dijo algo como eso.

–Si pero… –

Traté de responder. Ella me puso las manos en los hombros.

–¿Por qué no dejas de pensarlo tanto?¿No quieres? –

Mi cuerpo había comenzado a responder. Ella balanceaba sus caderas mientras me empujaba lentamente hacia no sé dónde, y mi nerviosismo fue reemplazado por otra cosa.

–¿Lo ves? Es mejor si solo actúas… como un hombre. –

Dijo ella, pasando una de sus manos por detrás de mí, empujándome hacia ella. Mi cuerpo había comenzado a reaccionar.

–Al menos tu cuerpo es honesto. –

Dijo ella. Yo solo la miraba, sonreír con esa risita culposa que tenía cuando ella estaba haciendo algo que sabía que estaba mal, pero que no quería detener. Y allí estaba yo, descubriendo todo de golpe, y tengo que admitir que me gustó, tal vez demasiado.

Kajou me besó.

–Senpai… –

Y me interrumpió, poniendo su dedo en mi boca.

–Aquí no soy una senpai… solo una mujer… y tú un hombre… –

Nunca me habían hablado así.

–Ese fue mi primer beso… –

Respondí, incapaz de admitir que todo esto estaba pasando. Ella sonrió como una araña que sonríe cuando ha atrapado a una mosca. Así es como me sentía.

–Voy a besarte mucho hoy… en muchas partes… no le des tanta importancia a uno solo… –

Dijo ella. y tomando mis manos, se arrojó a si misma a la cama, haciendo parecer que yo la había arrojado.

Tenía que deshacerme de mis dudas para responder apropiadamente. Y eso hice, cerré los ojos. Y me lancé sobre ella como había visto en los DVD que vendían en las tiendas de dudosa legalidad. Y ella lo permitió.

No sabía si había encontrado el tesoro, pero lo que sea que esto fuera, me pareció genial. No sé cuánto tiempo fue, pero no pueden haber sido más que un par de horas, que a mí se me hicieron largas y cortas a la vez.

Así fue como me convertí en un adulto.