Capítulo 20: El Sexo en el Matrimonio
Autor: Mitaka Kotsuka
Editor: Randy Aguilar
Ambos miramos a su puerta. Yo todavía tenía que arreglar los problemas con Sanae. No se me olvidaba, pero Kurimo me miró.
–Tengo que disculparme con ella. –
Dijo.
–¿Estás segura? –
Pregunté.
–Tú tenías razón. Yo he estado pensando en Akiyama-san como si se tratara de la… ex, ahora… novia de Onii-sama. No son iguales. Lo entiendo ahora. –
Explicó Kurimo.
–Bien entonces. –
–Tendría que haberle puesto azúcar a las cosas que le dije. –
Respondió Kurimo, suspirando, y caminó hasta la puerta. Tocó la puerta.
–Puede que esté trabajando… –
Dije, a la nada en realidad, pero abrieron la puerta.
Sanae estaba en ese mismo estado deplorable en que la encontré cuando rompió con su exnovio. Me miró por un momento, luego a Kurimo.
–Yo… yo… –
Comenzó a decir, con espasmos en la voz, por el llanto.
–Akiyama-san… ¿puedo pasar? –
Preguntó. Sanae retrocedió, mirándome. Yo sentí un algo de verla así, quería abrazarla ahora, pero si lo hacía, arruinaría el esfuerzo de Kurimo, que estaba tratando de ser mejor persona aquí.
Minase estaba dormida.
–Ya no me digas cosas…. ya entendí… soy… soy… horrible… –
Dijo. Kurimo la miró con lágrimas en los ojos. Y luego se inclinó profundamente.
–Lo siento. –
Dijo Kurimo. Sanae se quedó perpleja. También yo, en cierto modo.
–No… tienes razón… yo ya lo pensé, yo… sí soy horrible… –
Explicó Sanae.
–No es eso. Yo no debí decir esas cosas. No debí burlarme de tus cosas personales. Lo siento mucho, estaba asustada, pero no te odio. Por favor. –
–¿Asustada? –
Preguntó Sanae, juntando sus manos frente a ella. Yo me paré detrás de Kurimo. Sanae se tragó su llanto.
–Sanae… –
Le dije, ella se acercó a mí.
–No te merezco… –
Dijo Sanae, girando su cara. Yo acaricie su rostro y ella comenzó a llorar, casi en silencio.
–Eso no me importa… –
Respondí, ella siguió llorando en silencio. Se acercó a mi pecho, yo la abracé. Kurimo no sabía en dónde meter la cabeza porque sabía que el hecho de que Sanae llorara era culpa suya.
–Perdóname, en verdad lo lamento. –
–Pero tienes razón… –
Se quejó Sanae, apenas mirándola. Yo acaricié su cabello.
–No es eso, estaba asustada de ti, pensé que querías lastimarlo. No decía esas cosas en serio. –
Explicó.
–Pero es la verdad. Aunque yo quiero ser agradecida con él, pero no puedo… eso me hace mala… –
Se quejó Sanae, sin dejar de llorar.
–Pues entonces hazlo… y si no puedes, yo puedo ayudarte, también me cuesta trabajo decir las cosas que siento. Yo te entiendo… –
Explicó Kurimo, poniendo una mano en su hombro.
Esto hizo que Sanae la mirara.
–¿Me entiendes? Pero… yo solo quiero su atención… es solo eso. Tú lo dijiste. –
Se quejó Sanae. Sonreí.
Sanae parecía tener ganas de que Kurimo le consintiera ahora.
Kurimo acarició su hombro, Sanae se volvió a ella. Era obvio que Kurimo también estaba tratando de decir muchas cosas a la vez.
–Como dije, estaba asustada. Hablé sin pensar, me retracto de todo lo que dije. Creo que lo que realmente quería decir era algo como “Yo también quiero su atención” y en lugar de pedirla, pelee contigo porque tú la tenías. –
Sí, bueno, no iba a pelear con Akane por ello ¿cierto?
Sanae se volvió a mí.
–Di la verdad. Tú piensas esas cosas de mí ¿cierto? –
Preguntó Sanae. Tal vez un pequeño retroceso, pero nada que no pudiera manejar.
–Yo soy el culpable de que seas así, Sanae. Tú misma lo dijiste, no puedo dejar de consentir a una niña tan buena. –
Expliqué, ella comenzó a sollozar. La abracé de nuevo. Sanae hizo lo que pudo para meter todo su cuerpo entre mis brazos.
–Amo ser consentida… y eso me hace mala… –
Dijo sollozando.
–A mí me gusta consentirte. Eres una niña buena, Sanae… –
Respondí, Kurimo hizo segunda.
–No está mal, es normal que quieras ser consentida. –
Sanae volvió a llorar.
–Pero… quiero ser honesta… quiero decir cosas lindas… –
Explicó ella. Kurimo la apartó un momento. Le habló con serenidad mientras acariciaba su cabeza. Eso hizo que Sanae le pusiera toda la atención.
–Pues hazlo, dile lo que quieres… –
Explicó Kurimo. Yo la miré, no comprendí del todo de lo que hablaba. Sanae negó con la cabeza.
–Será nuestro castigo… y estaremos limpias. Tú por lo que dijiste, que no estuvo bien. Y yo por lo que dije, que estuvo aún más mal. –
–¿Cómo es que eso va a ser un castigo para ambas? –
Pregunté, sin entender, Kurimo sonrió.
–No entiendes… esta niña pequeña tiene muchas ganas de ser consentida esta noche. –
Explicó Kurimo. Sanae la miró y luego me miró a mí.
–Eso no… –
Iba a decir, pero guardó silencio.
–¿Tiene razón? –
Pregunté, Sanae asintió con la cabeza.
En cierto modo tenía sentido, es decir, Sanae quería irse, según Minase me dijo antes. Podría necesitar que le… reaseguraran su sitio. Que le corroboraran que lo que dijo Kurimo era cosa del coraje, no reclamos serios.
–¿Y tú? –
Preguntó Sanae, que estaba consciente de que, de algún modo, este seguía siendo el día de Kurimo. Por más que a mí me desagradara esa idea.
–Aunque yo también quiero tu atención, creo que lo más justo es que ella te tenga ahora. Yo iré a mi cuarto, y… soportaré. –
–Sí, bueno… yo… –
Traté de intervenir, pero ninguna me escuchó. En realidad no estoy seguro de hasta dónde Kurimo estaba manipulando la situación. Ella había tenido sexo conmigo antes de esto, pero seguro que ella entró a la casa esperando que hubiera más. Ahora abandonaba su idea… puede que estuviera castigándose aquí.
A Kurimo le gusta la abstinencia como castigo.
Por como ella piensa del sexo, creo que le duele más que cualquier otra cosa. Por otro lado, Sanae negó con la cabeza.
–No… no está bien. Te enfadarás luego conmigo… –
Se quejó.
Es que Sanae protestaría. De hecho, lo hizo antes.
Para Sanae, el sexo (y los mimos que eso conllevaba) eran un derecho, para Kurimo, una especie de recompensa. Y por lo visto para mí es una obligación.
–Prometo que no lo haré. Si se lo dices honestamente. Como una niña buena. –
Sanae se quedó callada. Kurimo continuó golpeando el mismo clavo. Lo digo porque esas palabras tenían un profundo significado sexual para Sanae, y Kurimo continuaba usándolas muy casualmente. Y hasta yo podía ver que Sanae se sobresaltaba cada vez que Kurimo lo decía.
Sanae me miró. Luego comenzó a sollozar. Kurimo la tomó del hombro.
–Sin llorar. Sé valiente. –
Le dijo, con voz calmada. Sanae recomenzó.
–Yo… yo… te extrañé mucho. –
Dijo Sanae, y se dio la vuelta.
Me acerqué por su espalda y puse las manos en sus hombros. Sanae comenzó a respirar pesadamente.
–También te eché de menos… –
Respondí. Eso hizo que Sanae se sobresaltara. Por desgracia, la expresión de envidia de Kurimo fue difícil de ignorar para Sanae, quien se separó inmediatamente.
Creo que pensó que era alguna especie de trampa de parte de Kurimo.
–No puedo… no lo merezco… no lo merezco… –
Dijo Sanae. Kurimo la miró, sonriéndole, pero Sanae se quejó.
–Tú no quieres esto, no mientas. Tú estás mintiendo también. ¿Cómo voy a ser honesta así? –
Se quejó Sanae.
–Debo ser castigada. –
Respondió Kurimo, igual de obstinada que siempre.
–No… tú no hiciste nada. Tú siempre lo tratas bien, es fácil para ti. Yo soy la idiota que no entiende. –
Se quejó Sanae. Kurimo suspiró y de pronto se acercó a Sanae, le puso una mano en el hombro.
–¿Le dirás que no ahora? Él vino a verte hasta aquí… vino porque le importas. –
Explicó Kurimo. Eso logró que Sanae se replanteara la situación. Kurimo no estaba mintiéndole. Asintió con la cabeza mientras Kurimo limpiaba las lágrimas de Sanae con un pañuelo. Sonrió después.
–Así es como debes verte, bonita y agradable. ¿Lo ves? –
Sanae asintió. Luego Kurimo la tomó de los hombros y la empujó levemente hacia mí. Ella bajó la cabeza.
–Pues ve… anda… te espera… –
Sanae se acercó a mí con la cabeza baja y las manos atrás.
–Hola. –
Le dije. Incluso hablé de forma más suave, todavía mayor, pero ya no un hombre grande.
–Hola… –
Respondió Sanae, balanceándose sobre sus pies y con la cabeza baja.
–¿Te regañaron? –
Pregunté. Kurimo, que estaba mirándome, asintió. Sanae me miró por unos momentos, aun ahora, enjugó lágrimas de sus ojos
–Lo siento. –
Le dije. Era mi forma de sacarlo de su corazón de una vez por todas.
–No es tu culpa… –
Respondió Sanae.
–Aun así… debí estar contigo. –
Le dije, esa era una disculpa sincera. Ella volvió a negar con la cabeza.
–Tú siempre estás conmigo… desde siempre. Yo no lo merezco. –
Se quejó Sanae.
–Claro que sí. No te separes de mí. –
Aquí el secreto es usar palabras simples. Sanae asintió, y se acercó a mí, lentamente. Por como se acercó a mí, sus pechos comenzaron a rozar uno de mis codos. Hice como que no me daba cuenta de que Sanae se balanceaba con la intención de pasear sus pechos por mi brazo.
Un gemido leve salió de su garganta, al tiempo que ella giraba la cara para no mirarme.
En ese momento, Minase pareció despertar.
–Onee-chan, ve al baño a tocarte ¿quieres? –
Eso nos hizo reconsiderar a todos la situación mientras Minase se daba la vuelta cubriéndose con las cobijas. Sanae estaba a punto de retractarse de todo cuando Kurimo la tomó del hombro.
–Ven. Vamos allá para que atiendas a tu invitado. No es justo molestar a los demás. –
–Pero… –
Comenzó a decir Sanae, traída de vuelta a la realidad de golpe, Kurimo se encargó de devolverla al mundo de sus fantasías.
–Sin peros señorita, el chico hizo todo el camino hasta aquí para verte. –
Le dijo. Kurimo la tomó del brazo y la empujó hacia la puerta. Salieron del cuarto mientras Sanae asentía.
Yo voltee a la cama.
Suspiré. Es que, me parece curioso que Minase se despertara con eso solamente y no con todo lo que pasó antes.
Yo solo decía.
––––––––––
Una vez que estuvimos en el cuarto de Kurimo, Sanae volvió a quejarse.
–No quiero interrumpir a nadie… Estoy siendo una molestia ¿No es cierto? –
Preguntó, Kurimo debe haberse hartado de eso e hizo que Sanae la mirara.
–Tú no crees eso de verdad, deja de llamarte así. –
Le dijo Kurimo. Sanae se quedó callada.
–Lo sabes, dentro de ti lo sabes, sabes que está loco por ti. Sabes que no puede resistirse, entonces se buena y no lo hagas esperar. –
Le reclamó Kurimo, aunque era un reclamo mucho más tranquilo que el de la última vez, aun así, Sanae negó con la cabeza.
–Sí puede… es decir. Yo sé que le gusta mucho hacer cosas, pero… –
–¿Pero? –
–Pero no lo entiendo. ¿Por qué? –
Dijo y se volvió a mí, iba a responder con una frase tonta y empalagosa cuando Kurimo se acercó a ella.
–No tienes que entenderlo. Los hombres son difíciles de entender de cualquier manera. Pero voy a decirte un secreto. No deberías usar la lástima para decirle que te gusta. Sé linda, es mejor, y les gusta más. –
¿De dónde salió eso? No lo sé. Tal vez era producto de lo que había pasado esta tarde entre nosotros, o con su hermano. Otra cosa es que a ella siempre le ha molestado que sientan lástima por ella, por más que insistiera en que solo salgo con ella por ese motivo.
Sanae asintió con la cabeza y fue hasta mí.
–Perdón por decir esas cosas. Ya no lo haré de nuevo. Seré buena. –
Dijo Sanae.
–Pon tus manos atrás. –
Le ordené. Iba a replicar, pero suspiró y asintió.
–Tienes que ser más sincera, estas cosas pasan porque no quieres decir lo que sientes. ¿Comprendes? –
Le dije, Sanae asintió con la cabeza. Yo solté el cordón que mantenía el pijama en su cintura y este cayó al suelo. Sanae volteó a verme, asustada, pero no dije nada.
–La próxima vez que digas cosas malas, tendré que castigarte muy duro ¿entiendes? –
Pregunté, tocando su trasero, ella no evitó el contacto, pero asintió con la cabeza.
–No lo haré otra vez, lo prometo… –
Dijo ella, quizá pensando que quería castigarla ahora, pero quité mi mano de allí.
–Lo prometo… ¿Qué? Las niñas tienen que decir esas cosas correctamente –
Sanae miró a Kurimo, quien encogió de hombros. Eso hizo que Sanae bajara la cabeza, enrojecida.
–Lo prometo… señor… –
Dijo Sanae en voz baja, iba a hacer que alzara la voz, pero como era muy noche, mejor lo dejé así. Puse una mano en sus rodillas. Sanae se estremeció.
–Muy bien, no puedo hacer gran cosa ahora porque es tarde y las niñas buenas se duermen temprano. Así que solo puedo ponerte un poco de atención. ¿Está bien? –
Pregunté, puse una mano en su pecho mientras ella asentía. Comencé a masajear uno de sus senos ligeramente, pude sentir como sus pezones se endurecieron casi al instante.
–Qué bonita eres… Sanae. –
Lancé ese cumplido para medir la situación, normalmente ella hubiera negado eso. Esta vez no lo hizo.
–¿Soy… bonita? ¿De verdad? –
Su respiración estaba entrecortada, comencé a besarla, acercándome a ella un poco más, mi otra mano acarició su cabello lentamente.
–Claro que eres bonita Sanae. –
Respondí, ella usó su voz infantil.
–Tú eres genial… y se siente bien cuando estoy contigo y me haces… cosas sucias… nunca me había sentido así antes… –
Explicó ella, balanceándose de un lado a otro. Puse mi mano en su entrepierna y comencé a acariciarla. Sanae hizo un esfuerzo muy grande por no doblarse.
–Seguiré siendo buena… seguiré portándome bien. Lo prometo… no me dejes. En verdad no me dejes… he sido buena… –
Sus ruidos comenzaron a ser más altos.
–Guarda silencio… no deberías hacer ruido, o despertarás a quienes están dormidos… –
Le dije. Ella se quejó.
–Pero siento bonito… no puedo callarme… no puedo… –
–Si guardas silencio lo haré mejor. –
Dije, moviendo sus pantis del camino. Ella comenzó a llorar.
–No puedo… quiero callarme… mi boca no hace lo que le pido… y… está saliendo ruido… no te enojes… –
Decidí que estaba bien molestarla un poco, seguí acariciando sus pechos y su vagina a la vez, ella se recargó en la pared, todavía con las manos atrás.
–Me enojaré contigo si no puedes ser silenciosa… –
Le susurré. Sanae tembló.
–No… por favor… estoy siendo buena… –
Se quejó ella. Luego sus caderas comenzaron a perder el control. Sanae se estremecía con cada una de las caricias, y ni siquiera tuve que quitarle las pantis.
Sus gemidos comenzaron a aumentar de tono. Tanto que tuve que besarla para que no fuera a despertar a nadie.
–Me voy a mojar… me voy a mojar… –
Y luego de repetir eso otras cuatro o cinco veces, un espasmo cruzó su espina dorsal y ella cayó de rodillas al suelo, con las piernas separadas y con lágrimas en los ojos. Babeaba y me miraba con la respiración acelerada.
–No podemos ir más lejos por ahora. –
Le dije, Sanae asintió. Evidentemente, ella tenía sueño.
Era tarde ya. Y últimamente, ella ya no estaba del todo acostumbrada a quedarse tarde. Hay que decir que los últimos días habían sido agotadores para ella.
–Lo sé… aun así… me sentí bien… –
Respondió ella. Yo acaricié su cabeza y Sanae sonrió.
–Ve a cambiarte y a dormir. –
Le dije, ella asintió y se puso de pie, acomodándose su pijama.
–Sí, señor… gracias… –
Dijo, luego miró a Kurimo, quien, evidentemente, había estado allí mirándonos. Hizo una reverencia y salió de la habitación.
–Te olvidaste de mí. –
Dijo Kurimo en cuanto Sanae salió. Yo voltee a verla.
–Me di cuenta… más bien. –
Respondí. Ella estaba tocándose muy discretamente mientras miraba. Kurimo prefirió evitar el tema.
–¿Aún sigues diciendo que te gusta mi manera de ser? –
Preguntó Kurimo, girando la cara.
–Sí. –
Respondí, acercándome a ella. Kurimo comenzó a temblar.
–Podías haberlo hecho… ahora mismo… –
Respondió Kurimo, girando la cara. Se refería a que podía haberlo hecho con Sanae. El hecho de que no lo hiciera era un poderoso mensaje y Kurimo no podía simplemente ignorarlo.
–Es cierto… –
Respondí, me acerqué a ella y la miré, en silencio. Tenía una erección por lo que había hecho con Sanae antes, ella se dio cuenta inmediatamente, pero se quedó en silencio.
–Quítate la ropa. –
Kurimo se quitó la blusa mientras no dejaba de mirar la tienda de campaña en mi pantalón. La falda cayó también al piso, no tenía pantis. Creo que se quedaron dentro de su bolsa. Solo su sostén sostenido con un moño pequeño en el medio, y su piel blanca y tersa.
Siempre que la miraba así, se me iba el aliento, sobre todo porque con toda la vergüenza que ella sentía, no había dudas en su rostro.
Miré a sus pechos. Kurimo entendió y jaló el listón que mantenía su sostén, sus pechos parecían felices de liberarse. Después de unos momentos, ella pareció desesperarse porque estuvimos así un buen rato. Solo la contemplaba, sin estar del todo seguro de qué debería decir.
–Tengo frio… –
Me dijo, eso me hizo reaccionar, me acerqué un poco a ella. Kurimo puso una mano sobre mi hombro.
–¿No vas a decirme cosas vergonzosas? –
Preguntó Kurimo, mirando hacia otro lado.
–¿Puedo besarte primero? –
Pregunté. Ella me miró con una pequeña sonrisa, y asintió.
Me acerqué a ella, y en cuanto estuve a su alcance ella me echó los brazos al cuello. Comenzamos a besarnos mientras ella acariciaba mi cabello y yo el suyo. Fue… un momento difícil. Creo que simplemente estaba impresionado. Por supuesto que Kurimo se dio cuenta.
–Dudaste esta vez. Tú nunca dudas… –
Dijo ella en mi oído.
–Lo siento… estaba deslumbrado. –
Respondí, besé su cuello.
–¿Deslumbrado? –
Preguntó ella, y acomodó su cabello para que pudiera seguir besando su cuello, lentamente bajé a sus pechos.
–Bueno, es que eres muy bonita… –
Respondí, tomando uno de sus senos, inclinándome para poder lamerlo. Ella no hizo ni un ruido, solo apretó mi cabello, por eso sabía que ella estaba disfrutándolo.
Pequeños suspiros salieron de su garganta al tiempo que ella se inclinaba por lo que estaba haciéndole, mi otra mano jugaba con su trasero.
–No hagas ruido… –
Le dije, ella asintió con la cabeza varias veces, pude darme cuenta de que ella estaba viniéndose porque pequeñas gotas de su néctar de amor cayeron sobre mi pantalón. La solté luego de eso y me separé de ella, Kurimo me miró con lágrimas en los ojos, la cara roja y las piernas mojadas y temblorosas.
Hice una señal para que ella fuera al futon, Kurimo no dijo ni una palabra solo caminó hasta allí y se acostó, separando sus piernas cuando me acerqué y me hinqué junto a ella. Acaricié sus muslos de nuevo, sin dejar de mirarla. Kurimo miró hacia un lado mientras era muy obvio que estaba tratando de acercar su vagina a mi mano de una o de otra forma.
–Eres una pervertida sin remedio. –
Le dije. Evitando tocarla donde ella quería que la tocara. Kurimo no lo negó, eso era un cambio. Se lo hice notar.
–Lo admites entonces… –
Le dije. Ella lanzó un suspiro y separó más sus piernas, sosteniendo sus rodillas. Yo toqué sus pechos ahora.
–Es increíble como puedes ir y hacerlo afuera y luego seguir esperando por cosas pervertidas antes de dormir. ¿Eres una cualquiera acaso? –
Le dije. Ella abrió los ojos y me miró, estaba asustada de que yo pensara mal de ella.
–No… perdón… –
Se quejó ella.
–¿Entonces qué es? –
Pregunté. Kurimo negó con la cabeza. Dejé de masajear sus pechos.
–No vas a decirme. –
Le dije, ella negó con la cabeza nuevamente.
–Muy bien, entonces te dejaré así… –
Amenacé, Kurimo me miró y detuvo mi mano con las suyas.
–No… –
Dijo, acercando mi mano a sus pechos de nuevo. No hice nada, ella trató de explicarse.
–No es que sea una cualquiera… no me gusta ninguna otra persona… –
Explicó Kurimo, yo tomé uno de sus senos y ella giró la cara, comencé a masajear sus pechos de nuevo.
–¿No? –
Pregunté, y la obligué a darse la vuelta, su trasero firme y respingado quedó apuntando al cielo. Pasé una mano por en medio de sus nalgas, Kurimo tuvo un sobresalto cuando se dio cuenta de en donde estaba yo tocándola…
–¿Recuerdas esto? –
Pregunté, acariciándola una y otra vez. Ella solo me miró con los ojos abiertos, no hizo ninguna seña, aunque ahora era muy obvio que todo su cuerpo se estremecía cuando la tocaba allí.
–¿Te gusta? –
Ella negó con la cabeza, seguí acariciándola de arriba abajo. Kurimo cerró los ojos.
–¿No? Entonces no tienes problemas si continuo ¿No es verdad? –
Pregunté, ella trató en vano de quitar mi mano de allí. Volteó a verme, un sonido iba a salir de su boca, pero lo evitó y se quedó callada mientras volvía a pegar la cara a la almohada para ahogar los leves sonidos que salían de su garganta con el estímulo.
Pasé mi dedo pulgar desde su cuello, a través de su espalda, lentamente, hasta llegar de nuevo al sitio donde la estuve molestando. Ella abrazó la almohada con fuerza. Estaba viniéndose.
–Vaya… entonces sí te gusta que te acaricien allí… es bueno saberlo… –
Kurimo volteó a verme, como suplicando que me callara porque estaba avergonzándola como nunca antes.
–¿Te gusta? –
Pregunté una vez más, ella usó sus manos para tratar de quitar mi mano de allí, le di una ligera nalgada.
–Déjate… –
Le ordené. Por primera vez en su vida, ella hizo una pataleta, puso sus manos en el futon de nuevo y giró la cara para que no pudiera verla, me coloqué sobre ella, sin dejar de estimularla, y le hablé al oído.
–¿No te agrada? Pero si estás tan animada… –
Le dije, ella estaba levantando ligeramente su trasero cuando mi dedo pasaba.
Ella no dijo nada, volvió a evadir mi mirada.
–¿Ahora estás enfadada? –
Pregunté, ella siguió sin mirarme, quité el cabello de su espalda y le di un beso. Eso la hizo alzar la cabeza con un suspiro.
–Es que… estás molestándome… y… –
Comenzó a decir. Volví a besar su espalda desnuda. Kurimo ahogó un grito.
–Perdón, Kurimo… –
Le dije, ella volvió a alzar su cabeza todo lo que pudo, se dejó caer sobre el futon luego.
–No te burles de mis sentimientos… –
Se quejó ella. Creo que ella decía sentimientos allí donde ella quería decir sensaciones. Tal vez para Kurimo ambas cosas significan lo mismo.
–No lo haré más… –
–No es que yo quiera sentirme bien allí… es vergonzoso… –
Se quejó.
–A mí me gusta que te sientas bien… –
Respondí. Ella comenzó a acelerar su respiración de nuevo. El futon estaba mojado y su vagina no dejaba de expulsar jugos.
–Me gusta descubrirte, saber qué es lo que te gusta… –
Le dije, moviendo mi mano de ese punto y masajeando su trasero, ella separó las piernas.
–No más… por favor… te lo ruego… usa mi cuerpo… –
Me dijo. Yo la hice que se diera la vuelta, quería mirarla de frente en esto, luego me coloqué en medio de sus piernas, ella se cubrió la cara con un brazo.
–Déjame verte… –
–No… –
Respondió ella, con llanto.
–No lo haré si no quitas el brazo… –
Respondí, Kurimo tuvo que hacer uso de toda su voluntad para quitarse el brazo de la cara, sonreí y coloqué la punta de mi pene en su entrada, sus paredes se separaron ligeramente para dejarme pasar.
–Así es como lo hacen las parejas casadas… –
Le dije. Ella asintió, pero no me miraba todavía.
Comencé a empujar con fuerza mientras la sujetaba de las caderas, sus pechos se movían hacia arriba y hacia abajo con mis empujes, supongo que le resultó incomodo porque tuvo que sostenerlos para mantenerlos en su sitio. Normalmente yo los sostendría, pero ahora mis manos estaban ocupadas tratando de que lo húmedo de su vagina no me hiciera salir de ella.
Ahora, que eso me permitió empujar dentro de ella más rápido de lo normal. Comencé a usar toda la velocidad que tenía, Kurimo perdió el control rápidamente al tiempo que sus jadeos se convertían en pequeños chillidos.
–Eres hermosa… –
Le dije. Juro que se me salió. Resultaba demasiado erótico para mí verla sostener sus pechos así, con el cuerpo enrojecido y la expresión de evidente placer marcada en su rostro. Su trasero funcionaba como la almohadilla perfecta para que yo pudiera tocar cada uno de sus puntos dentro de ella.
Fue muy erótico. Kurimo trató de girar la cara, pero no pudo hacerlo porque perdió el control de sí misma cuando comenzó a venirse.
–Basta… basta… –
Pidió jadeando. Era la tercera vez que ella terminaba y yo aún no estaba satisfecho. Sinceramente solo la ignoré y comencé a empujar de nuevo. Ni siquiera tomó aire. Yo solo me ocupé de dos cosas. No dejar de empujar y no salir de ella.
–Por favor… no puedo… no puedo… –
Comenzó a quejarse.
–Pero quiero más de ti… –
Respondí, golpeando con más fuerza.
Yo nunca lo había hecho así con ella. La última vez que lo intenté ella incluso se asustó y no pude llegar a este ritmo, ahora ella lo estaba permitiendo pero no parecía muy segura de poder soportarlo.
–¿No se puede? –
Pregunté, ella negó con la cabeza, pero su vagina continuó pidiendo más, palpitando mientras sus orgasmos se hacían más seguidos y más difusos entre ellos.
–Mi cabeza… mi cabeza va… –
Me acerqué a ella, le di un beso rápido, y continué. Ella no pudo mantener su voz baja después de eso, comenzó a gritar.
–Por favor… por favor… tengo miedo… –
Pidió ella, el sonido de su vagina siendo machacada se mezcló con sus gritos.
–No quiero. –
Respondí, aferrándome más a sus caderas. Kurimo cerró sus piernas alrededor de mí, comenzó a venirse de nuevo, pero no presté demasiada atención, su estómago parecía luchar por contener la fuerza con la que empujaba.
–Me volveré loca… mi cabeza va a estallar… ¡Por favor para! –
Se quejó Kurimo de nuevo, moviendo sus manos como mejor podía para apartarme de ella. Ya no pudo importarme menos que ella estuviera gritando esas cosas con todas sus fuerzas. Empujé dentro de ella lo más rápido que pude durante un momento. Su vagina expulsó su néctar de amor varias veces.
–¿Qué es esto? ¿Qué pasa? –
Preguntó ella.
–Así es el sexo en el matrimonio…. Acostúmbrate… –
Respondí.
–No puedo… es mucho… por favor… te lo suplico… –
–No te hagas la inocente ahora… naciste para esto… te lo dije antes… –
Respondí, sus caderas se contrajeron varias veces, como tratando de escapar de mí, la sostuve con fuerza y la obligué a aceptar su destino.
Kurimo se sostuvo de las sabanas del futon como si tuviera vértigo.
–Voy a morir… voy a morir… –
Finalmente pude venirme. Iba a hacerlo dentro de ella, pero luego recordé lo que había dicho antes y saqué mi pene para poder terminar.
Creo que sería bueno hablar con ella sobre eso antes de hacer alguna tontería.
De todas formas, ella no estaba en posición de reclamar nada, solo se quedó allí, temblando.
–Soy feliz…–
Dijo a media voz.
Tomé su mano. Kurimo trató de atraerme hacia ella con las pocas fuerzas que le quedaban. Me acerqué y le di un beso, no le quedaba demasiada conciencia después de todo y siendo sinceros a mí tampoco. Solo me ocupé de arroparla para que no fuera a enfermarse, y salí del cuarto luego, casi arrastrándome hacia mi recámara.
Evidentemente, Akane estaba dormida a este punto. Ahora que lo pienso, el ruido no la despierta, y en verdad espero que no la despierte. Sería un problema si no la dejo dormir por estar haciendo cosas con las otras chicas. Solo fui allí y me acosté a su lado. La sensación de paz que sentía al dormir con ella no había cambiado.
Me quedé dormido casi al instante.