Kore kawaii V1 C9

Lección 9: No lo hables con nadie.

No.

No sentí que hubiera cambiado en nada.

Al menos nada que pudiera notar a primera vista. Fue grandioso, pero duró demasiado poco. Una parte de mi incluso se negó a creer que de eso se trataba todo.

Tampoco diré que me decepcionó.

Cuando uno habla de estas cosas con sus amigos, lo hacen parecer como si fueran “Las escaleras a la adultez” o alguna de esas tonterías que solo quienes no han pasado por ello dicen.

No lo es. Al menos, yo no sentía que fuera… ¿adulto?

Después de todo ¿Qué cosa significaba eso? No lo sabía en aquel momento y tardaría mucho en descubrirlo.

Deje la casa de Kajou-Sempai con una serie de emociones encontradas que sería difícil de aclarar para mí en los días siguientes.

No, yo no sentí ningún cambio real en mí, solo dolor en el cuerpo al día siguiente. Supuse que era normal. Es decir, es muy cansado.

Quien al parecer, si notó un cambio en mí, fue Keiko. Y no para bien. Me refiero a que la encontré mientras iba camino a la escuela.

Retrocedió cuando me vio caminar. Aquello fue extraño.

-¿Qué te pasó? –

Preguntó ella, no muy amablemente que digamos. Pensé que era por mi modo de caminar. Ya he dicho que me dolía todo.

-Hice un poco de ejercicio ayer. Es todo. –

Respondí. Ni siquiera entendí porque de pronto me hablaba.

-Claro. Mi error por preguntar. –

Dijo ella. Yo suspiré. No quería verla y seguro que ella no quería hablar conmigo. Me di la vuelta.

-Eres diferente ahora. –

Dijo ella. La miré por un momento. Keiko se pasó la mano por el cabello y giró la mirada a otro lado.

-Ese es mi asunto. –

Respondí, y me alejé caminando. Sinceramente tenía ganas de ver a Kajou-Sempai. ¿Qué me diría? ¿Qué debería decirle yo? ¿Sería la misma chica confiaba de siempre? O por el contrario, tal vez hubiera pensando en mi…

En esas cosas pensaba mientras iba camino a la escuela. El camino me pareció más largo que de costumbre.

Escuchar el sonido de la alarma de entrada a clases hizo que mi corazón retumbara.

Así que esto es estar enamorado ¿Eh?

Que bien se siente.

Kajou-Sempai estaba hablando con una de sus amigas cuando la encontré. Me saludó, pero como estábamos entrando a los salones, no pude hablar nada con ella.  De todos modos, el solo mirarla hizo que me sintiera feliz.

Quien no estaba feliz era Minami.

Quiero decir que cuando la encontré, estaba llorando. Más bien dicho, se limpiaba las lágrimas. Me miró como si fuera yo el culpable de todos sus problemas.

-¿Qué? –

Preguntó ella.

-No es nada. –

Respondí. Seguro que algo malo le había pasado antes. No quise entrometerme.

-¡Di algo! –

Se quejó ella. Enfadada. Los demás voltearon a vernos.

-No tengo nada que decir. –

Respondí, y fui a mi asiento.

-¡Eres igual que él! –

Se quejó y salió corriendo y llorando del salón. Yo suspiré. ¿Qué diablos le pasaba? Todo el mundo estaba mirando, aunque probablemente a ella no le importaba, a mi si me molestaba.

Esas cosas deberían tratarlas en privado.

Madara me dio un codazo.

-Ya se le pasará. –

Dijo.

-No la entiendo. Incluso si ese sujeto le hace cosas malas… no tiene más que alejarse de él ¿No es cierto? –

Pregunté. Me sentí un poco mal por hablar de una chica a sus espaldas pero, es que dio mucho de qué hablar. Madara se rio.

-Puede ser… pero olvidemos eso. Supe que finalmente “lo lograste” –

Dijo, haciendo una seña obscena con sus dedos. Bajé sus manos con fuerza.

-¿De qué hablas? –

Pregunté, escandalizado de que hiciera esa señal. Es que no quiero rumores extraños rondando alrededor de mi novia, eso no estaría bien.

-Hablo de que… bueno, ella me contó que tu… ¿Quién lo hubiera dicho? ¿Eh? No lo pareces… –

Dijo Madara. ¿Cuánto sabía? Me preguntaba ahora, pero no había forma de hablarlo con él ahora mismo, ni de decirle que era una mala idea mencionarlo frente a toda la clase.

Ni hablar de eso ni ninguna otra cosa ahora que el maestro había entrado.

———–

Cuando fuimos al descanso, fui a la cafetería para buscar algo de comer, y en realidad, con la esperanza de ver a Kajou pero ella no apareció. Suspiré mientras miraba a todos lados.

-¿Dónde se habrá metido? –

Pregunté a la nada en voz alta.

-¿Quién? –

Preguntó una voz detrás de mí, pero no era Kajou, ni Madara, era Hatake-chan.

-Kajou-Sempai… –

Dije y voltee… y me quedé callado. Ella tenía los ojos hinchados por el llanto.

-Ah… –

Dijo, y pasó de mí.

-¿Estás buscando a alguien? –

Preguntó ella.

-A Yaichi… –

Dijo ella, encogiendo de hombros. Pero yo en realidad  no sabía quién era esa.

-¿Quién es Yaichi? –

Pregunté. Ella comenzó a sollozar.

-Masao-kun… –

Respondió ella, molestándose. Ah, entonces era su novio. Pudo haberlo dicho así. Seguí mirando en la cafetería.

Encontramos primero a su novio que a Kajou Sempai. Lo digo porque él estaba allí, recargado en la pared, con apariencia despreocupada y hablando con una chica. Hasta allí fue Hatake-chan, a hacer un desmán.

Estaba fuera de control. Yo me di la vuelta.

No quería verme envuelto con una chica como esa. Era problemática y escandalosa, y nunca entendía lo que le pasaba.

Fue entonces que vi a Kajou-Sempai. Estaba junto con Madara. Aquello me extrañó. ¿Por qué estaba con él? Es decir, es de mi salón. Yo sabía que eran amigos pero ¿Qué él no sabía que yo estaba buscándola? Pudo habérselo dicho.

Esto era antes de que todo el mundo tuviera un teléfono.

Kajou-Sempai abrazó con fuerza a Madara. Creo que no me habían visto. Me enfurecí, pero pensando precisamente en Hatake-chan y el escándalo que estaba armando en la cafetería por una niñería, no quise decir nada por otra.

Tal vez estaba viendo cosas que no eran reales.

Sea como fuera, no hablé con Kajou Sempai durante ese descanso. Me di la vuelta y busque un sitio tranquilo donde comer mi almuerzo. Hatake-chan y Masao Sempai no estaban allí ahora. De vuelta en el salón, Madara me saludó como si nada.

-Hola. –

Fue lo que dijo, sentándose.

-Te vi con Kajou-Sempai, antes. –

Le dije, serio. Tampoco es como que me hubiera hecho mucha gracia.

-No deberías hacer mucho alarde de esas cosas. a no ser que prefieras parecerte a… –

Y volteó a la entrada. Hatake-chan entró al salón de clases. Estaba roja de la cara y tenía lágrimas en los ojos. Entró tambaleándose un poco. ¿Le habría pegado? Me preguntaba.

Imposible que un coraje hiciera que sus rodillas temblaran. Eso pensaba.

Se acercó a nosotros.

-Toeru-kun… ¿puedes llevarme a la enfermería? –

Preguntó ella. Ya no pude decirle a Madara que pensaba que era un idiota. Yo me puse de pie. En ese momento, la maestra de arte entró al salón.

-Vamos a comenzar la clase. –

Dijo. Volteó a verme después, porque estaba de pie. Hatake-chan se sostenía de mí.

-¿Pasa algo? –

Preguntó. Hatake-chan negó con la cabeza.

-Profesora, Hatake-chan no se siente bien… ¿Puedo llevarla a la enfermería? –

Pregunté.

La profesora la miró con gravedad. Luego asintió y nos dejó salir.

———

Caminamos por el pasillo del primer piso hasta las escaleras. Una vez allí, ella me soltó por fin. Se sentó en las escaleras y se puso a llorar.

Simplemente escapaba de mis fuerzas.

Ni siquiera pude preguntar por qué lloraba.

Solo se llevó las manos a la cara y dejó que su llanto saliera. Me sentí un poco mal por ella.

Después de unos momentos se calmó.

-Perdón por eso… –

Dijo ella. ¿De qué servía que me pidiera perdón si me obligo a soportar su llanto de todos modos? Me preguntaba, pero no dije nada. Seguro que lo que fuera que tuviera era mucho más duro que lo que me estaba haciendo pasar a mí.

-No tiene importancia. –

Respondí. No me moví, ella sollozó.

-Dime, Toeru-kun… ¿Cómo sabes si un chico te quiere? –

Preguntó ella.

-¿Qué? –

Pregunté, porque la pregunta me descolocó. No la esperaba de alguien como ella, es decir, siempre era emocional, pero no creí que se atrevería a preguntar eso a alguien como yo.

Siendo sinceros, yo sentía que éramos perfectos desconocidos.

Su llanto me hizo olvidar cómo terminó la última vez que hable con ella, lo admito.

-Pues… no lo sé… –

Respondí.

-¿Tú tienes experiencia en estas cosas? –

Preguntó ella, todavía con espasmos en el pecho y con temblor en las manos.

-Bueno… es que… –

No me dejó terminar tampoco eso.

-Es que… yo siento que Yaichi no me quiere… –

Era demasiado pronto para preguntar eso, pienso yo. Pero eso no se lo dije.

Se puso a llorar de nuevo. Suerte que no pasó nadie, habrían pensado que quien la hacía llorar era yo.

-Cálmate… –

Pedí, porque tenía miedo de que pasara alguien. Pero ella negó con la cabeza.

-No puedo… –

Respondió ella, desesperada.

-Es que no comprendo qué es lo que quieres decir… –

Le dije, con la intención de que ella recuperara el enfoque.

En serio, estaba incontrolable.

-Es que… yo no sé qué hacer. Mis amigas son idiotas, y… no tengo a quien preguntar. –

Explicó ella, tratando de tranquilizarse, sin mucho éxito, hay que decirlo.

-¿De verdad no puedes preguntar a nadie? –

Pregunté, extendiendo mis manos para que ella se calmara, ella suspiró, entre sollozos.

-No… –

Dijo ella.

Yo suspiré también, esto no era lo que pensé que sería. Ella se sentía mal, pero no fuimos a la enfermería.

-Ni siquiera Onii-san puede ayudarme ahora… –

Se quejó.

Eso no explicaba por qué me lo estaba preguntando a mí. De todos modos las chicas son emocionales ¿No es cierto? Quiero decir, es normal, lo que no era normal es que me hubiera escogido a mí.

-Él dice que Yaichi es un mal tipo… no entiende nada… –

Se quejó ella.

Eso me hizo entender una cosa.

Ella no quería que le dijeran la verdad. Es decir, yo también lo pensaba, bastaba con verlo para darte cuenta de que es la clase de sujeto a quien no le importan los demás.

Qué bueno que me lo dijo. Al menos ahora sabía qué no debo decirle.

La tomé del brazo y hale de ella para que se pusiera de pie. Luego de eso salimos del pasillo, quería estar en un sitio donde no pudieran verme saltar clase, que, en realidad, era lo que estaba haciendo.

-¿Por qué no me dices que ocurre? No puedo entender si no me lo dices todo. –

Pregunté, una vez que sentí que estábamos más cubiertos. Estábamos cerca de las máquinas expendedoras. No era precisamente un sitio privado pero aquí nadie venía a no ser que fuera los descansos.

-Yaichi es mi novio… –

Dijo. Bueno, eso lo imaginaba.

-Dijo que me quería… allá… en el bar… –

Agregó ella y me miró.

-¿Y tú lo crees? –

Pregunté. Ella asintió.

-Quiero creerlo, pero… pero… –

Y comenzó a sollozar.

-¿Pero? –

Insistí, había que mantenerla enfocada.

-Le habla bonito a cualquiera… él es así… y a mí me da miedo. –

Explicó Hatake-chan. Bueno… eso se parecía bastante a lo que yo había visto también durante el descanso.

-¿Por eso fuiste allí? –

-Le dije a Yaichi que no hiciera eso. Él solo se dio la vuelta y se fue… ni siquiera me escuchó. yo sé que soy molesta y que a veces grito demasiado pero… es que él… él… –

Comenzó a sollozar de nuevo. Le puse las manos en los hombros, desesperado.

-Termina de hablar primero. –

Le dije. Ella me miró por unos momentos y asintió.

-Dijo que estaba molestándolo… y… le dije que no me parecía justo… porque él es mío y… –

No soy de los que piensan que una persona puede ser propiedad de nadie, pero si la interrumpo, seguro que la ceremonia de graduación llega primero que el final de su historia.

-Fue hasta el salón de música, y… lo seguí, y entonces… él… –

El salón de música. Vacío casi siempre. Ya sabemos todos por donde va eso, pero… bueno, es que yo no me esperaba que lo dijera así.

-Y bueno… él… me hizo eso… estaba siendo grandioso… y la alarma sonó…  –

Explicó ella.

Esa, fue la primera vez en toda mi vida, que yo escuché a una chica hablar de ese tema. Supongo que no lo pensó demasiado. Casi me voy de espaldas.

Va a sonar tonto ahora, pero fue hasta ese momento, que me di cuenta de que las chicas pueden tener expectativas en cuanto a esas cosas también. Más aun con lo que dijo después.

-Le supliqué que se quedara… le dije que no volvería a gritarle… y volteó y me dijo “después”… Y se dio la vuelta… y se fue… –

Explicó ella.

Allí el final de su historia. Después de otra sesión de llanto desconsolado ella comenzó con las preguntas.

-Dime. ¿Cómo sé que me quiere?  –

Preguntó ella. No podía decirle lo que en realidad pensaba de todos modos.

-Pues… –

-Yo no entiendo nada. Es normal que una se ponga celosa ¿No es cierto? –

Preguntó ella. Empezaba a pensar que Kajou-Sempai se pondría celosa si me viera hablar con Hatake-chan. Por otro lado, el modo en que ella confesó lo que hicieron me descolocó.

-Si pero… –

Pero ¿Qué? No sabía de lo que estaba hablándome. Yo nunca había sentido celos en mi vida, al menos no hasta antes de esta mañana. Tampoco había llorado nunca por algo así.

No tenía una respuesta a esa pregunta.

-¿Tú crees que estoy siendo pegajosa con él? –

Preguntó ella. Supongo que se dio cuenta de que no podía responder a lo anterior.

-Pienso que te lo estas tomando demasiado en serio. –

Respondí. Eso sí lo sabía. Quizá haría falta que ella viera el asunto con ojos tranquilos. Me refiero a que “puede” que se viera mal, pero en esencia, ese tal Yaichi no había hecho nada malo.  Solo estaba conversando.

Me tragaría mis palabras, por cierto, pero no lo sabía en ese momento.

-¿Eso crees? –

Preguntó ella

Era difícil describir la cara de ilusión que ella puso cuando le dije eso. Se limpió sus lágrimas apresurada.

-Perdón por decirte todas esas cosas de la nada. Es decir, es cierto ¿O no lo es? Tal vez estoy llevándolo muy lejos. Él no quiere hacerme daño en verdad. –

Hatake Minami destilaba esa esencia de hermana pequeña (yo no tengo hermanos) que te hacía querer aliviar sus penas.

-Gracias… –

Dijo ella, siguió limpiando su cara mientras me agradecía. Me sentí bien por poder al menos hacer que dejara de llorar. El que le haya dicho algo bueno es otra historia.

———–

Luego de que volvimos al salón, y aunque la maestra de arte nos miró feo, las clases continuaron. Incluso pienso que me hizo sentir tonto no hablarle a Madara-san por lo que había pasado en la mañana.

A mí no me agradaría que Kajou-Sempai se enojara solo por estar hablando con otra chica. No sé en qué momento se me ocurrió que eso pasaría. Tampoco pensé en que ella había estado solo demasiado demostrativa, no importaba como lo vieras.

Eran viejos conocidos, no estaba tan mal, pensé.

Deje esas cosas atrás mientras sonaba la alarma de salida de la escuela.

No le dije a Madara nada de eso. Ni a él ni a nadie. ¿Para qué?

Solo salí tranquilamente de mi salón, pensando en que quizá debería buscar a Kajou-Sempai, quizá no, y como no estaba seguro, no sabía qué hacer. Me paré en la puerta de la entrada por unos momentos y compré una soda de las que siempre tomaba en la combini.

Luego vi a Kajou-Sempai.

Supongo que ella olvidó que vivía enfrente de la escuela. De otro modo no me explicaba cómo es que ella podía simplemente hacer lo que hizo.

No hizo más que entrar a su casa, es cierto, en esencia no la vi hacer nada malo.

Pero bueno, es que un chico entró con ella.

Me quedé allí mirando como Kajou-Sempai me hacía tragarme mis palabras, me invadió una rabia inmensa que yo jamás había sentido, mientras el tiempo se detenía allí para mí.