Lección 10: Lo que se ve no se pregunta.
Luego de la ira, lo primero que viene es la paranoia. O por mejor decir, la negación.
¿De verdad vi lo que vi?
Me preguntaba mientras caminaba hacia la puerta de los condominios donde Katou-Sempai vivía.
Miré mis manos. ¿Por qué estaba temblando? Me preguntaba, pero cuando llegué a la puerta de los condominios, no sabía qué hacer. Ni siquiera recordaba que numero tenía que tocar. Tampoco me sabía su número del teléfono y yo no tenía un teléfono móvil como ella.
Que impotencia.
Comencé a pensar que lo mejor sería que estallara todo ahora mismo, solo por sentir más esta desesperación. Es decir… entró con un chico a su casa.
Aquello no me permitió siquiera conciliar el sueño.
Mucho menos poner atención a las clases del día siguiente.
No recuerdo si vi a alguien de camino a casa. Tampoco lo que me dijo mi madre cuando llegué, o lo que hice antes de dormir. Fue como un corto circuito en mi cerebro.
Lo único que se me ocurrió, fue ir a buscarla, y preguntarle lo que había pasado el día de ayer en su casa. No es que no lo supiera, dentro de mí lo sabía, pero creo que esperaba alguna explicación que me hiciera creer que no.
No quería la verdad, aunque dijera que sí.
La encontré haciendo no sé qué cosa con su teléfono, durante el descanso. Ella me sonrió como si nada pasara. ¿Qué se pregunta en una situación como esta? No lo sabía.
Me acerqué a ella.
-¿Qué pasa? –
Preguntó, me detuve delante de ella.
-Bueno… yo… –
Comencé, pero mi mente estaba en blanco. Kajou me mostró una sonrisa amigable.
-¿Quieres sentarte? –
Preguntó ella.
¿Por qué estaba siendo amable conmigo? Me preguntaba. Yo estaba enojado con ella. ¿Estaba enojado con ella? ni siquiera recordaba que era lo que tenía que preguntar. Me senté en silencio. Tal vez no necesitaba saber.
Tal vez había una razón.
Dejó su teléfono un momento y me miró.
-¿Qué ocurre? –
Preguntó ella, sonriendo. Yo tragué saliva. A mi mente se vinieron todas las imágenes de lo que había pasado antes en su casa.
-No es nada… estaba buscándote. –
Respondí. Ella se rio levemente.
-Bueno, pues ya me atrapaste. Ahora… ¿Qué? –
Puse mis ojos en sus labios, ella usaba labial, lo cual no era común en una estudiante. ¿Dónde estaba el coraje y la desesperación que no me dejaron dormir? Imposible saberlo.
-No lo sé… –
Respondí. Ella se rio.
-De verdad que eres gracioso. Estabas buscándome ¿Y dices que no sabes qué hacer? O es acaso que te da vergüenza decirlo. No tienes que sentirte avergonzado conmigo. –
De un momento a otro, mi cabeza daba vueltas.
-¿Quieres acompañarme a casa el día de hoy? –
Preguntó ella. Mi mente se negó a aceptar que ella estuviera haciendo una proposición como aquella en esa situación. Pero es que ni siquiera me dio la oportunidad de explicar la situación. Asentí con la cabeza. En silencio.
¿Qué importaba lo que hubiera visto?
Me preguntaba en ese momento. Si hacia un problema de esto, seguro que ella se enfada. No quería eso. Kajou-Sempai me había escogido a mí, y no importaba como lo miraras, desconfiar de ella solo porque yo tenía un complejo no estaba bien.
No quería parecer problemático. No quería que ella se alejara solo porque reclamo sin razón.
Suspiré y me levanté.
-En tal caso, te veo a la salida. –
Le dije, ella asintió con una sonrisa. Fui a mi salón de clases sintiéndome miserable sin siquiera saber por qué. Es decir, en cierto modo obtuve algo bueno, una cita en casa de Kajou-Sempai no era cualquier cosa.
Pero es que eso no era lo que yo estaba buscando en primer lugar.
Hatake Minami salió del salón corriendo al final de las clases. Entonces me percaté de que Madara estaba ausente. Si, sé que suena extraño mencionarlo ahora, pero de verdad ni siquiera presté atención antes de eso.
Las cosas con Kajou-Sempai ocurrieron casi igual que la vez anterior. Admito que desquité mi frustración con ello. Una frustración infundada porque de todos modos, yo ni siquiera pude reunir el coraje necesario para decirle lo que quería decirle.
Estaba acostado mirándola vestirse con una confianza que daba envidia de verla. Volteó, y me sonrió.
-Ha sido mejor que la última vez… –
Dijo ella, sonriendo y volvió a lo suyo.
No tenía que evaluar eso.
Me puse rojo como un tomate tras escuchar eso tan tranquilamente de ella. En ese momento, tocaron la puerta de la casa. Yo sentí pánico.
La señal de que no todo estaba bien llegó en ese momento. Porque ella no sintió nada de pánico, al menos, no como uno esperaría que fuera.
-Tienes que irte. –
Dijo.
-Apresúrate. –
Urgió ella, empujándome levemente mientras seguía vistiéndose.
Volvieron a tocar la puerta.
-¿Quién es? –
Pregunté.
-Mi madre, posiblemente. Sea como sea… no quiero que te encuentre aquí. –
Respondió ella. Su tono dulce y tranquilo de hace un momento cambió por uno apresurado, incluso hostil. Yo me puse la ropa como pude y me dirigí a la puerta.
-¿Qué haces? –
Dijo ella, me tomó del brazo y me jaló con tanta fuerza que me hizo caer.
-No puedes ir por allí. ¿Estás loco? –
Me “gritó” en voz baja.
-¿No quieres que me vean contigo? –
Pregunté, poniéndome de pie. Admito que estaba enfadado.
-Lo que se ve no se pregunta. –
Respondió ella, llevándose una palma a la frente, batió la cabeza con vergüenza. Luego me tomó de la mano, de la muñeca, más bien dicho, y me llevó prácticamente a rastras al baño.
Allí, había una puerta y una escalera pequeña, supongo yo que pensada para tender la ropa o algo así en el pasillo que seguía. Por ahí fui forzando a salir.
-Te veo después. –
Dijo ella, y cerró la puerta.
Si ella me hubiera dicho antes que esto se trataba de una especie de relación secreta tal vez no me habría sentido así. Pero tener que salir, prácticamente echado por la fuerza, a escondidas, me hizo sentir como basura. Todavía sentía que yo no estaba haciendo nada malo, es decir, me estaba acostando con ella pero… ¿Qué no era eso normal? Hasta cierto punto lo era, yo creo.
¿Por qué se sentía tan mal entonces?
Todo lo que hubiera sentido bien antes quedó pequeño.
Ni que hacerle, me fui de allí.
Comencé a caminar prácticamente en la dirección general de mi casa, mientras cruzaba la calle, me encontré con que Tasukune estaba allí, y hablaba con Keiko, o mejor dicho, peleaba con ella, porque se separaron justo después de eso. Últimamente no se llevaban muy bien.
Ninguno de los dos me había visto, así que iba a seguirme de largo, hasta que recordé que Keiko no es capaz de llegar a casa sola. Estaba bien si ignoraba a Tasukune. Keiko puede que fuera una historia completamente diferente Me refiero a que le dan miedo los perros y se pierde con facilidad.4
Ni que hacerle, eso pudo más que mi orgullo que en ese momento se sentía tan quebradizo. Puede que dentro de mí, estuviera buscando una excusa para hablar con Keiko y aclarar el malentendido de la última vez.
Puede ser que solo necesitaba algo que me hiciera olvidar este sabor amargo en la garganta.
Keiko me evitó en cuanto me acerqué. Se dio la vuelta y se quedó allí con los brazos cruzados.
Caminé hacia ella.
-Si te me acercas… gritaré. –
Amenazó. Comenzó a caminar en la dirección opuesta.
-Puedes empezar a gritar. Pero no quiero que un estúpido perro callejero te muerda. –
Respondí. Aquel pequeño problema fue el escudo que evitó que ella pasara de mí, se detuvo.
-Puede que… encuentre otro modo de irme… –
Dijo ella, pero al menos se detuvo.
-Lamento lo de la última vez… –
-¿Lo dices con el corazón? –
Preguntó ella, cabizbaja.
-Claro que si… no era mi intención… es decir… –
Keiko se volvió hacia mí.
-Dime qué ocurrió… ¿Por qué te has alejado de mí? ¿Soy una molestia ahora? –
Preguntó ella, no había emoción en su rostro.
-No es que me haya alejado… –
Respondí, Keiko suspiró y se dio la vuelta.
-Me voy sola. –
Dijo. Yo fui tras de ella, porque no soy muy listo.
-Keiko. –
Llamé. Finalmente alcancé el límite de su paciencia.
-¡No me llames así! –
Aquel grito era algo que no esperaba. Keiko incluso apretó los puños. Yo nunca la había visto tan enojada en mi vida.
-Deja de fingir que somos cercanos cuando me tratas como si fuera una especie de peste. ¿Crees que no me doy cuenta de que has empezado a evitarme? No te importo. Deja de fingir que sí, y deja de querer que me lo crea. No le importo a nadie. Déjenme en paz. –
-¿De qué diablos estás hablando? –
Pregunté. Ella enjugó las lágrimas.
-Tú y Onii-san son iguales… –
-No me compares con ese idiota. No sé de qué diablos estás hablando, y si no me importaras realmente habría seguido de largo. Por última vez, deja de actuar como si fuera una mala persona. Eres tú la que me está evitando. –
Respondí.
-Pues estas haciendo cosas malas. ¿Qué esperas que haga? –
-No son cosas malas Keiko. Fui a una fiesta… es todo… –
-Onii-san dijo que eran cosas para adultos. No quiero pensar en qué tipo de fiesta. –
Bueno. Yo fui el que le dijo cosas a Tasukune acerca de la fiesta. Creo que el alardear con él acerca de ello hizo que Keiko tomara la idea equivocada… aunque bien pensado, creo que no era la idea equivocada, dos personas hicieron cosas justo al lado de nosotros en esa fiesta…
Creo que si estaba metido en malos pasos.
-Creo que… ya no podemos llevarnos bien como antes. ¿Verdad? –
Pregunté. Ella suspiró.
-Eres diferente ahora… das miedo. Y nadie quiere decirme qué fue lo que te pasó. Es injusto. –
-Lo que se ve no se pregunta. –
Respondí. Me di la vuelta.
Creo que realmente era mejor que yo me alejara de Keiko en ese momento.
-Creo que me iré por acá… cuídate, Hifunami-san. –
Comencé a caminar en la otra dirección. Ya después encontraría el modo de ir a casa sin pasar por este cruce, que era donde solía encontrarla.
Quería decirle a Keiko que era un adulto ahora, eso fue lo que me pasó. Crecí, mis prioridades cambiaron, mi forma de ver las cosas tampoco era la misma, y aunque no quería decirlo por no sonar engreído, lo cierto es que ahora Keiko y Tasukune no parecían tener nada en común conmigo.
No podía hablar con ellos de las mismas cosas, ni parecía que ellos fueran a entenderme de todos modos.
Siento que hice bien, en alejarme, aunque fuera por las razones equivocadas.
Aunque dentro de mi sintiera, que en cierto modo, ellos tenían razón.
Todo estaba yendo muy rápido y estaba fuera de control.
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Guto Yobu.
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