Capítulo Final: Las mujeres son lo mejor que existe en el mundo.
Aunque pasé el dia con Kurimo, en ningún momento sucedió nada. No estoy muy seguro de por qué, pero podía sentir que ella se estaba conteniendo. Akane despertó y comió junto con nosotros después de eso, pero nada más pasó ese dia.
Y como tenía que ir a trabajar al dia siguiente, me acosté temprano. Akane incluso fue allí y acarició mi cabello por un rato, sin decir nada, sin pedir nada, solo sentarse a un lado de donde yo estaba, a acariciar mi cabello.
No me quejo pero, fue bastante extraño.
Al dia siguiente, cuando me levanté, me encontré con que estaba solo. Seguro que Akane se había levantado temprano. Pensando en eso fue como me cambié y me lavé la cara.
Después de eso bajé las escaleras. Akane y Sanae parecían estar haciendo algo en la cocina. Kurimo se acercó a mí.
-Iba a ir a despertarte ahora… –
Aseguró Kurimo, bajando la cabeza. Creo que ella lamentaba no haber podido hacerlo.
-Ustedes… están actuando muy raro… –
Comenté.
-No es verdad. –
Respondió Kurimo, dándose la vuelta. Así que ella sabía de lo que estaba hablándole. Iba a obligarla a hablar cuando Sanae salió de la cocina.
-No pienses cosas que no son y come… se enfriará. –
-¿Sanae? –
Pregunté. Kurimo escapó.
-No sé de qué estás hablando. –
Respondió ella. Akane salió también. De pronto me sentí… silenciado, como si no tuviera permiso de preguntar, y como no soy tan tonto, me dediqué a comer. Lo que sea que tuvieran, estaban tratando de mantenerlo en secreto.
Cuando terminé, las tres se acercaron, rodeándome inmediatamente.
Las miré por un momento. Akane habló primero.
-Estaremos esperando… –
Dijo. En cierto modo, se sintió como que estaba echándome.
-No… no puedes tardar ¿comprendes? –
Preguntó Sanae, con voz temblorosa.
-Ten un buen dia. –
Kurimo se acercó a mí para decir eso, y extendió la caja con el almuerzo, que evidentemente habían preparado desde temprano, y pesaba lo doble de lo que normalmente lo haría.
-Esto es… –
-Lo preparamos con mucho cariño. –
Respondió Akane, con una sonrisa peligrosa.
-Yo… creo que ya me voy a trabajar. –
Respondí. Tal vez era mejor no indagar. Pero no sé, algo me dio por pensar en eso. Tuve un problema en el pantalón al salir de mi casa que tuve que disimular. No puedo explicar lo que se siente, de pronto parecía que ellas tenían una especie de secreto.
No mentiré… fue muy extraño, que me dejaran toda la noche con Sanae. Fue muy extraño también que Kurimo no intentara hacer nada cuando estuvimos juntos. La revista también era un tema… y como me echaron al salir a trabajar. Empezaba a imaginar por donde iba la cosa, pero no debería pensar en eso en el trabajo.
Cuando entré a la oficina, lo primero que me encontré fue a Take Sempai conversando con la señorita que me había atendido la primera vez que vine aquí. La prima de Mizumi.
Ella hizo una reverencia educada y se fue, sonriendo levemente.
-¿Pasa algo. Take Sempai? –
Pregunté. él negó con la cabeza.
-Nada de lo que debamos ocuparnos ahora mismo. Es sobre la auditoría del mes que viene. Al parecer, los auditores dicen que falta llenar varios formularios. –
Explicó él.
-¿Nuestros formularios? –
-Sí, pero todavía no los envían… se supone que deberían llegar en el trascurso de esta semana y… cuando Habara-san habló con los auditores, ellos dijeron que demorarían todavía otros dos o tres días. Eso es lo que estaba explicándome. –
-Nada que podamos hacer… –
Respondí. Eso solo significaba que nuestra carga de trabajo se haría más grande cuando llegaran, porque ya estaban retrasados.
-No. No por ahora. –
Respondió él. Batiendo la cabeza.
Bueno, mi carga de trabajo ya estaba sobrecargada desde que llegué. Ni que hacerle, trataría de hacerlo lo mejor posible. Comencé por ordenar un poco los papeles que había dejado aquí cuando me fui. Algunos de ellos estaba vencidos, ni que hacerle.
Yagami entró por la puerta momentos después, con su humor habitual.
-Hola… no fuiste a saludarme… –
Dijo. Yo la miré. Una buena parte del rencor que me hizo sentir la última vez había desparecido luego de esa grandiosa noche con Sanae.
-Si… lo siento. Llegué y me concentré en mi trabajo. –
Respondí, volviendo a lo mío.
-Te has convertido en alguien que se toma muy en serio sus cosas… eso es bueno… –
Me dijo ella, mirándose las uñas.
-Me gustaría que algo de esa seriedad se te contagiara, pero ha sido algo imposible desde que estábamos en el colegio. –
Respondí.
-Así que decidiste que si te acuerdas de mí. –
Respondió ella.
-Perfectamente. Hay algo que quiero preguntar, sin embargo… ¿Qué paso con Tanaka-san? ¿Dónde está? –
Eso no le gustó.
-No sé. –
Respondió ella, encogiendo de hombros.
-Pensé que habías decidido seguirlo hasta aquí. Pero en todo lo que llevo aquí, no he escuchado nada de él. –
Tanaka era el novio de ella en el colegio. Cuando ella se graduó, se fue a seguirlo al instituto, y eso fue lo último que supe.
-Entrega estos oficios en el departamento de gastos. Tengo que ir por unas copias. –
Respondí, poniéndome de pie y extendiéndole mi informe.
-¿Justo ahora? –
-Es urgente. –
Respondí. Amatsune, por primera vez de que llegué aquí, lo hizo sin rezongar.
Cuando ella regresó, ya estaba yo de vuelta también. Ella me entregó el contra-recibo.
-¿No notas algo nuevo? –
Preguntó ella. Yo miré el papel.
-Si… los números en rojo se siguen acumulando. A este paso les terminaremos de pagar en Mayo del 2050. –
Amatsune hizo una pataleta.
-No hablaba del estúpido papel. –
Dijo ella, dándose la vuelta.
-Pues muy estúpido no es. Este papel es el que decide si ponen o no nuestros traseros en la calle. Tómatelo más seriamente por un momento. –
-Te has vuelto igual que él… –
Respondió ella, haciendo un desplante, y dándose la vuelta.
No sé si debería tomar eso como un cumplido, es decir, estaba feliz de saber que me consideraba una persona seria pero… no estaría actuando igual si mi secretaria fuera… no sé. Ayasara Sensei. Eso es cierto.
Llegó la hora de comer, en medio de todo ese trabajo. Suspiré. Nada de lo que hiciera iba a aliviar el exceso de trabajo si éste no había llegado aún. Con ese pensamiento salí a la terraza llevando mi caja. Sakano se sorprendió cuando la vio.
-Esa es la caja de un hombre. –
Dijo Take Sempai.
-No se burle de mí, Sempai. No creo poder comer todo esto… –
Respondí.
-Eso solo prueba que alguien más la preparó, ¿No es cierto? –
Preguntó Sakano Sempai, acercándose a mirar. Había un corazón hecho de arroz. Ya saben, la clase de cosas que las chicas hacen en estos momentos.
-Eso es genial… –
Comentó a esto Take Sempai. Incapaz de decir algo por la vergüenza, comencé a comer.
-Con mujeres así… quien quiere a las secretarias. –
Respondió Masahiro, dejando su caja (comprada) en la mesa mientras iba por algo de beber. Nosotros la miramos con recelo. Es que no era… ¿normal?
-¿Qué hiciste? –
Preguntó Sakano Sempai a Masahiro cuando volvió.
-¿Sobre qué? –
Preguntó Masahiro, haciéndose el tonto. Sakano miró la caja, y luego a él. Masahiro-san suspiró.
-Le pegué. –
Amargo silencio.
-Lo sé, lo sé… fue idiota. Y me arrepiento… pero… –
Y miró la caja.
-No puedes hacer esas cosas… –
Respondió Sakano a esto. Yo asentí, porque no sentí que tuviera la autoridad para hablarle de cómo comportarse, eso no evitaba que lo encontrara incorrecto, incluso cruel.
Yo sé que tampoco soy un ángel. He hecho cosas de las que me he avergonzado y arrepentido después. Como gritarle a Kurimo o decirle cosas malas a Akane… pero por el modo en que lo dijo, se notó que no hablaba de una simple bofetada.
El caso es que, las mujeres son irracionales, son irritantes, pendencieras y siempre quieren tener la razón. Son berrinchudas y gritonas, pueden hacerte mucho daño e incluso divertirse con ello. Pueden llegar a ser crueles, incluso entre ellas mismas. Pero aun con todo, son simplemente lo mejor que tiene este mundo.
No creo que golpearlas sea la manera correcta de tratarlas.
Está mal.
Pensaba en Akane y el modo en que me acariciaba el cabello. Pensaba en Sanae el dia que me acosté sobre sus muslos. En Kurimo ayer mientras la peinaba.
No puedes solo fingir que esas cosas no pasan. No puedes solo fingir que no eres feliz.
-¿Lo ves? Le has quitado el apetito. –
Volví en mí para darme cuenta de que ellos notaron que yo no estaba comiendo. Suspiré.
-De verdad que me arrepiento. –
Dijo Masahiro.
-Arréglalo. –
Respondí.
-Es más fácil decirlo que hacerlo… –
Me dijo él, con una risa de vergüenza.
-No importa. No te disculpes aquí. Díselo a ella. Incluso si no te perdona. Incluso si no quiere saber nada de ti, tienes que responsabilizarte por ello. –
Le dije. Sakano y Take Sempai me miraron a mí, luego lo miraron a él.
-Tiene razón. –
Dijo Sakano Sempai a esto.
-Regañado por un muchacho. –
Respondió Masahiro.
-Ta vez todos deberíamos aprender de él… porque una caja de ese tamaño no la mandan por que sí. –
Comentó Take Sempai. Sakano se rio después de eso. Yo me concentré en comer.
Habiendo terminado el desayuno, volví a la oficina para encargarme del resto del papeleo. Luego de entrar a mi oficina, y preparar los documentos que tenía que entregar, necesitaba algunas copias, así que me dirigí a la copiadora.
Allí, Sakano-Sempai fue muy amable y me enseñó cómo se usa una de estas máquinas, porque yo nunca lo había hecho. No era tan difícil.
Tomé las copias, el resto de los documentos, y salí de la oficina (porque todavía siento un poco extraño decir MI oficina) para entregar todo a Take-Sempai.
Cuando llegué allí, había alguien más dentro.
>Ahora mismo es…
Era Take-Sempai el que hablaba. Toqué la puerta.
Escuché ruido de algo, y lo siguiente que pasó, es que Take-Sempai abrió la puerta, detrás de él estaba nadie menos que la joven hija del CEO. La prima de Mizuki, con la cara roja como si fuera una chica de instituto. Me saludó con una risita nerviosa.
-Tengo que retirarme. –
Dijo ella, colocando su teléfono frente a ella y pasando a un lado de mi, sonriendo. En cuanto me tuvo detrás de ella, echó a correr.
-Tengo los documentos listos… –
Le dije a Take-Sempai, quien suspiró.
-Si… eso… puedes dejarlos allí… –
Dijo, llevándose una mano a la frente. Parecía apesumbrado. Creo que había presenciado algo que no tenía que saber.
-Sobre lo que viste… –
Comentó él, mientras yo me daba la vuelta.
-¿De que habla Sempai? Yo no vi nada. –
Respondí, encogí de hombros, y salí de allí.
¿Quién lo hubiera dicho? Bueno… se notaba un poco que había algo más allí que la relación de dos trabajadores, pero… no pensé que sería tan… importante. Me preguntaba cuáles serían las consecuencias de saber eso.
Dichas consecuencias no tardaron en presentarse, después de un par de horas, y faltando poco para salir, Habara Mizumi se presentó en la puerta de mi oficina. Entró como si fuera su lugar.
-Hola… –
Comentó.
El estar concentrado en el trabajo hizo que olvidara por qué ella estaba aquí.
-Hola… ¿Qué pasa? –
Pregunté. Ella cerró la puerta tras de sí.
-Nada de qué pasa. ¿Qué viste? –
Preguntó ella, acercándose y en voz baja, no parecía amenazante. Más bien parecía preocupada.
-¿De qué? –
Pregunté, todavía sin comprender de qué iba el problema.
-No jueges al tonto conmigo, Kirara me llamó hace un rato, diciendo que tú ibas a delatarla o algo así. Estaba muy alterada… tu no harías eso ¿cierto? –
-¿Kirara? –
Pregunté. Iba a decirle que tenía mucho trabajo cuando ella suspiró.
-Kirara, mi prima… la señorita que te atendió cuando llegaste… dijo que ibas a decir algo de ella… Tú no harías algo como eso ¿O sí? –
-Ah… ya entiendo… bueno… no… –
Respondí, encogiendo de hombros.
-Sabía que era una tontería. –
Respondió Mizumi, dándose la vuelta y tomando su celular.
…Moshi-Moshi. Ya. Estoy aquí… si, ya le dije. No va a decir nada… te preocupas demasiado… si, descuida. Ya. Hasta luego…
Y colgó.
-Listo. Te van a traer chocolates. Acéptalos y olvida lo que viste. Iré por algo de beber a la máquina. Si quieres algo tienes que darme dinero. –
-De acuerdo. –
Respondí, y le di a Mizumi algo de cambio para que me trajera una soda o algo. Estaba haciendo calor aquí.
Cuando Habara salió, entró Amatsune por la puerta.
-¿Qué viste? –
Esto no iba a dejarme en paz ¿cierto?
-Nada, no he visto nada… –
Respondí.
-Pero has dicho que… –
-No es correcto que espíes en las conversaciones de otras personas. Amatsune-san. Y si me disculpas, tengo trabajo que hacer. –
Respondí.
-Que pesado. –
Respondió ella, y encogió de hombros.
Habara llegó justo mientras Amatsune iba saliendo. Lo primero que preguntó fue:
-¿Le dijiste? –
La miré, fastidiado.
-No. –
Respondí. Ella me dio mi soda y suspiró.
-Esto es peor que la escuela. –
Agregué después.
-Perdónala… –
Respondió Mizumi.
-¿Perdonarla? –
Pregunté, no muy consciente de por qué debería yo perdonar a Kirara, quien de hecho era mi superior, y de quien… no me importaba mucho lo que hiciera con su vida. Es de ella, después de todo. Take-Sempai era casado pero eso a mí ¿Qué?
Habara sonrió.
-Ha estado obsesionada con él durante años. Y no le importa mucho que sea casado… –
Comentó Mizumi. Al parecer, con ganas de hablar sobre el tema.
-Es de familia entonces… –
Respondí, mirándola. Habara me devolvió una mirada fría.
-Como sea. Si mi tío se entera, la echaran a ella, y echarán a Take-san. No queremos eso. ¿Verdad que no? –
-No voy a morder la mano de quien me da de comer. –
Respondí. Era cierto, hasta cierto punto, aunque la verdadera razón es que ya tenía muchas cosas de que preocuparme como para meter mi nariz en el romance de otros. No me di cuenta de cuando Kirara-san (que ahora sabía su nombre) abrió la puerta. Se quedó allí parada, con los ojos hinchados porque al parecer, había estado llorando.
-¿Lo ves? Te dije que no había ningún problema. –
Comentó Mizumi, hablándole a su prima. Ella tenía una caja de chocolate en las manos.
-¿Podemos confiar en que no dirás nada? –
Preguntó Mizumi. Kirara puso la caja de chocolate en mi escritorio.
-A mí no me gustan esa clase de cosas. Esto es el trabajo, no el instituto. Por otro lado, si Take-Sempai está de acuerdo con ello… –
Y encogí de hombros, pero a esto me interrumpió Kirara.
-Lo estará… cuando… cuando entienda mis sentimientos… –
Genial… otra.
Parece que esta familia tiene afición a los romances imposibles.
Eso explicaba por qué Take-Sempai estaba tan en… desacuerdo con lo que vi. Aunque… puede que solo sea el miedo a que le echen del trabajo. Es decir, Kirara-san era muy linda.
-Entiendo… como dije. A mí no me concierne lo que otras personas hagan con sus vidas. Lo único que puedo decir al respecto es que, salí con la hija de mi jefe, y me echaron del trabajo por ello. Y por extraño que pueda parecer, el sol todavía está en el cielo y el suelo bajo los pies. –
Respondí, acomodando (o fingiendo que acomodaba) unos papeles.
Kirara-san me miró.
-¿No estás en contra? Es decir… –
-¿Por qué rayos iba a estar en contra? –
Pregunté. Mizumi miró a su prima.
-Te dije que los hombres son diferentes. No les importa, no toman partido a no ser que se trate de sí mismos, y a veces, ni siquiera así… son raros. –
El sonido del teléfono, hizo que Kirara-san se sobresaltara. Se alejó para contestar.
-Nos has hecho un gran favor… bueno… más que solo uno… si quieres algo, lo que sea, no tienes más que hablar. ¿Lo sabes? –
Pregunté. Más por molestarla, que por hacerla feliz, le dije:
-Le diré a Akane lo que has dicho. Seguro que se enoja mucho contigo y te da de palos por estar ofreciendo favores a su esposo… –
Habara sonrió abiertamente, con la cara roja.
-¿Por qué favoreces a todo aquel que muestra deseos indecentes? ¿Por qué parece que… tú quieres que sucedan, aunque no sea a ti? –
Preguntó Mizumi.
-Se siente bien. –
Respondí.
-Eres increíble. –
Respondió ella, suspirando y dándose la vuelta.
-Nunca te agradecí apropiadamente, pero… gracias. –
Dijo ella. Luego salió de allí. Kirara no volvió, por cierto, creo que la llamaron porque era requerida en algún sitio.
Amatsune entró después de que ambas chicas se fueron.
-Vaya… tienes estándares altos… –
Dijo ella.
-¿De qué hablas? –
-¿Si sabes quién era? Esa chica es Habara Mizumi… una chica súper-rica. Yo diría que fuera de tu liga, de hecho, fuera de la liga de todo el mundo aquí… –
De todo el mundo aquí, si… fuera de la liga de todos los hombres, más bien, pero no dije nada.
-Lo sé… pero no estoy intentando nada con ella, solo le pedí ayuda, es todo. –
Respondí.
-¿Ayuda? ¿En qué? –
Preguntó Yagami. Hasta aquí se respiraba el aroma de sus celos.
-En cómo hacer que mi secretaria trabaje horas extra sin paga. –
Respondí. Ella me miró, mitad angustiada mitad enojada. Fue gracioso por unos segundos.
-No hablas en serio… ¿cierto? –
Preguntó ella.
-Déjame en paz, Amatsune. –
Sin pensar, dije su nombre a secas.
-Vaya un horrible amargado en que te convertiste… –
Respondió ella, saliendo de la oficina.
Después de todos aquellos incidentes en el trabajo, finalmente llegó la hora de ir a casa. Estaba deseando que llegara. Sabía que había una sorpresa, pero no imaginaba cual podía ser. Si tenía suerte, habría algo de sexo involucrado.
Luego de todas esas cosas, sentí que necesitaba algo. No llegó ningún mensaje de nadie en el tiempo que estuve en el trabajo. Eso me pareció extraño. Pensando en eso, pasé cerca de la heladería y decidí que, ya que hacía calor, y que tenía dinero, podía comprar algo de helado, así que eso hice y luego fui a casa.
Cuando llegué a mi casa, el lugar parecía… extrañamente reluciente.
Me quedé unos momentos fuera de la casa, había sido limpiada con mucho detenimiento, según parecía. Las cortinas estaban cerradas. Ellas habían planeado mucho tiempo. Me preguntaba que se traerían entre manos. Bueno, seguro que lo averiguaba una vez dentro.
Pasé la puerta y dejé los zapatos. En la mesa había una nota.
“Todas estamos esperando. Te amamos mucho”
Eso decía.
¿Estaban esperando? Pero si ni siquiera estaban aquí para recibirme. Puse las dos pequeñas bolsas en el refrigerador y luego subí las escaleras. Me encontré con Mizore.
-Hola. –
Fue lo único que alcance a decir, antes de darme cuenta de que aquello no era del todo común.
-Hola… –
Dijo ella, bajando la cabeza. Por el modo en que se avergonzó supe que no era del todo su idea.
-Tu esposa quiere verte. Bueno… tus esposas quieren verte. Están en sus cuartos ahora. –
Explicó Mizore.
-¿Y porque no salen? –
Pregunté.
-Pues… no te puedo decir. –
Respondió Mizore.
-¿Qué está pasando? –
Pregunté, ella parecía parcialmente entendida de lo que sea que estuviera ocurriendo aquí.
-Lo tienes que averiguar. –
Respondió ella. El cuarto de Sanae estaba más cerca. Así que allí fui, Mizore me detuvo.
-Espera… no… –
Me dijo.
-Tiene un orden. Es en el orden en que llegamos. Eso dijo tu esposa. –
Porque Akane era la primera. Ya entiendo. Suspiré.
-Muy bien. –
Dije, y entonces fui al cuarto de Akane. Abrí la puerta.
-Bienvenido a casa, cariño… –
Dijo Akane, quien estaba parada a un lado. Ella solo tenía el delantal, como antes. No hizo falta mucho para darse cuenta de que… solo era el delantal.
-Akane… ¿Qué está ocurriendo? –
Pregunté. Ella se acercó a mí, y me dio un beso en la mejilla.
-No pasa nada. Solo… queríamos hacer esto. –
Explicó Akane. Yo la miré ir hasta la puerta del cuarto y cerrarla.
-Está bien… está bien… solo, resultó un poco… súbito. –
Expliqué. Akane se rio,
-Por eso es una sorpresa. –
-Mizore dijo que… –
Comencé a decir, pero en cuanto mencioné el nombre, Akane hizo un movimiento con la mano.
-Olvida eso, por ahora lo importante es que mi esposo llegó a casa. ¿Quieres comer? –
Suspiré. Ella hizo un ligero movimiento para recordarme que no había nada bajo el delantal, y me sonrió.
-No, está bien… el obento era bastante grande. –
Respondí.
-Oh, es eso…mi error… lo siento… –
Dijo ella. No lo sentía para nada.
-¿Error? Lo hiciste aposta ¿No es cierto? –
-¿De qué hablas? –
Preguntó ella, la tomé del brazo y halé hacia mí. Akane me miró, sin expresión en la cara.
-¿Qué pasa? –
Preguntó ella. Yo miré el borde del delantal, sus pezones estaban transparentándose.
-Ya sabes qué pasa. –
Respondí.
-La cena… está lista… –
Explicó Akane.
-¿Y el baño? –
-También… –
Respondió. Sonreí.
-Y que más… –
Pregunté, olfatee su brazo. Eso hizo que Akane se retorciera.
-Adoro cuando haces eso… –
Apuntó Akane. Me imagino que era un recuerdo muy dulce para ella, hablo de que así comencé la primera vez que estuvimos juntos, que por forzado que fuera, a ella le gustó.
-¿Qué más? –
Pregunté, insistiendo. Akane se recargó en la pared, mirándome. Me hinqué frente a ella.
-Toshikane… –
Llamó ella, quité el delantal de enfrente.
-¿Qué más? –
Volví a preguntar.
-Mis piernas están abiertas… como siempre… –
La jalé un poco hacia abajo y ella se dejó caer, sentándose en el suelo, recargada en la pared, me miró insistentemente.
-Eres una esposa maravillosa. –
Le dije, metiendo luego mi cara entre sus piernas. Ella separó sus rodillas.
-No puedo esperar… ¿Lo notas? Eres… un mal marido… un mal esposo… –
Se quejó ella, acercándome con más fuerza.
-¿Y eso por qué es? –
-Porque no… no vienes con tu esposa… no me deseas… –
Se quejó Akane.
-Sabes que eso no es cierto. ¿O no? Aquí estoy después de todo… –
Todavía no estaba lamiéndola y Akane ya estaba siendo impaciente. Extrañaba estar con ella, es la verdad. Tuve la impresión de que alguien estaba mirando, pero decidí no prestar atención. Si Kurimo y Sanae estaban en la casa, seguro que ambas sabían que esto ya había comenzado.
Hablo de que Akane no estaba bajando la voz para nada.
Comencé a lamerla luego, porque ella estaba halando mi cabeza hacia ella, y se me hizo un poco tonto retrasar esto.
-Me encanta eso… –
Me dijo Akane.
-A mí también me gusta. –
Respondí. Akane se encogió para acercar su entrepierna a mi boca. El mandil estaba estorbando un poco, asi que lo quite del camino.
-¿Qué clase de esposa arrastra a su marido a la cama en cuanto llega? –
Pregunté, introduciendo un dedo al tiempo que paraba de lamerla un poco. La posición era un poco incómoda de todos modos.
-Oh… es cierto… Yo… debería preguntar cosas tontas… ¿Tu… tuviste un… buen dia? –
Preguntó Akane, haciendo uso de la poca conciencia que le quedaba. “Cosas tontas” les dijo. Mira que malas maneras tiene esta mujer. Me encanta verla en predicamentos.
-Tal vez… –
Respondí, y separando sus labios con las manos, metí mi lengua dentro de su vagina.
-Toshikane… me alegra tanto… que hayas vuelto… te esperé… –
Respondió Akane.
-Tengo que ser un marido muy tonto… porque en lugar de que me atiendan luego del trabajo… tengo que llegar a atender a mi esposa… –
-No eres tonto… no eres tonto… –
Respondió Akane, pero no dijo que no la atendiera. Sus muslos comenzaron a apretarme. Esto tiene que ser el cielo.
-¿Me extrañaste? Yo te extrañé… mucho… mucho… –
Se quejó ella, sus gemidos se hicieron más altos al tiempo que ella separó sus piernas todo lo que pudo. Al menos eso me permitió hacer con más libertad. Usé ambas manos para estimularla.
-¿Extrañabas esto? –
Pregunté, mirándola.
-¡Si! Lo extrañé… mucho… de verdad… –
Akane dijo eso llorando, y un poco eufórica. Su vagina comenzó a lubricar a marchas forzadas mientras volvía a meter mi lengua dentro de ella.
-Eres el mejor… eres el mejor… –
Era su muletilla. Yo también extrañe eso. Akane comenzó a venirse mientras acercaba mi cara hacia ella. tembló cuando usé mi lengua para acariciar sus paredes por dentro.
-Eso… es hacer trampa… –
Se quejó Akane.
-Y aparte de que llego cansado del trabajo, a atender a mi dulce esposa, aun me reclama, y me llama tramposo… –
Reclamé.
-Es que… estoy sensible… y tu… –
Comenzó a quejarse. La sostuve de los tobillos para acercarla. Sus piernas quedaron a ambos lados de mi cintura, que ella inmediatamente entrelazó.
-¿Me detengo? –
Pregunté, Akane negó con la cabeza, después tomó mi mano y la puso sobre su pecho.
-No… haz trampa… –
Apreté ligeramente, podía sentir su pezón duro por sobre el mandil.
-¿Qué debería hacer entonces? –
Pregunté, Akane me miró con sus ojos llenos de lágrimas y la cara completamente roja.
-Cómeme… –
Pidió.
Empujé dentro de ella de un solo golpe. Akane ahogó un grito, y levantandose, puso sus manos en mi cuello. Estaba tan mojada que realmente tuve que moverme con cuidado para no salir de ella (Akane no es especialmente profunda tampoco) pero eso hizo que el movimiento fuera… diferente.
Aunque si se lo preguntan a ella, ella diría… mejor.
-Toshikane… más… así… –
-¿Se siente bien? –
Pregunté, estaba moviéndome lentamente ahora, admito que también me ocupe de saborear sus paredes, pero se sintió bastante diferente a lo habitual.
-No sé que es… pero me encanta… –
Respondió Akane, moviendo ligeramente sus caderas hacia arriba y hacia abajo, tratando de concordar con el ritmo de mis empujes.
-Me alegra que te guste… –
Respondí, ella tomó mis hombros, apretando con fuerza.
-¿Te gusto?… di la verdad… ¿Te gusta mi interior? ¿Te agrada? –
-Es mi favorita y lo sabes. –
Respondí. El ruido que ella hacía apenas dejaba oir cualquiera otra cosa. Por otro lado, se notaba que empezaba a faltarle el aliento.
-No la habías usado… –
Se quejó ella.
-Pues… tendré que… recuperar esas veces… –
Respondí, empujando mientras masajeaba sus pechos.
-Bésame… –
Pidió Akane. Accedí porque de otro modo me habría venido en ese momento. Su vagina se sentía bastante más caliente de lo habitual y estaba mojándose como nunca antes.
Nos besamos un momento, luego ella interrumpió halándome hacia ella y hablándole al oído.
-Mira en lo que me has convertido… –
Se quejó ella.
-¿Es mi culpa? –
-Sí, lo es… tú me hiciste esto… ahora me la paso pensando en cosas pervertidas siempre… y cuando no estás, me siento tan sola que siento que moriré… ¿Es venganza porque te rechacé? ¿Es eso? ¿Cuántas veces tengo que pedir perdón? Yo te amo. –
Yo ya le había dicho que no le guardaba rencor por esas cosas. Aunque puede que ella aún se sintiera culpable, casi nunca hablamos de eso, ella siempre evade un poco el tema.
-No debiste rechazarme entonces… –
Respondí. Ella levantó sus caderas para que yo pudiera empujar más profundo.
-Lo siento… lo siento… ámame ahora ¿sí?… Yo te amo… –
Creo que… esta era la primera vez que éramos tan apasionados al respecto.
Le di un beso para que se callara. Akane me devolvió el beso lo mejor que pudo mientras trataba de recuperar el aliento.
-No me sueltes… –
Dijo, y volvió a besarme. Comenzó a venirse después, no sé si es cuestión del ritmo con el que estábamos haciéndolo o es que ella realmente estaba un poco frustrada sexualmente, pero fue bastante. Otra cosa es que aquello resultó demasiado estimulante para mí.
Llevaba un buen rato deteniéndome, pero cuando me pareció que no había razones para detenerme, dejé salir mi semen, cayó sobre ella, no dentro. Más concretamente, sobre el mandil.
-Qué bueno que me casé contigo… –
Fue lo que dijo, dejó caer su cabeza sobre la pared después.
-Akane… estás obsesionada… –
-Si estoy obsesionada… –
Aclaró Akane. Como preguntándome si tenía algún problema con ello.
-No tienes idea de lo que se siente… soñar que estás allí… para luego despertar y sentirme sola… –
-Bueno… eso… –
-¿Ya no me amas? –
Preguntó ella.
-Claro que si… ¿Quién ha dicho algo como eso? –
-Entonces no te separes de mí… –
Respondió ella. Pero si ella fue la que se fue al hospital… bueno, no es como que haya salido de la mejor manera pero…
-Me sentí sola… –
Ya estaba llorando de nuevo, y no de la forma bonita. No va a entenderlo. A veces Akane es un poco irracional.
-Lo siento Akane. No quise hacerte sentir mal… ¿Puedes perdonarme? –
Pregunté, ella se limpió las lágrimas y asintió. Me puse de pie y me acerqué a ella para ayudarla a levantarse. La tomé de la mano luego. Suspiré… y se lo dije.
-Te amo. –
No sé.
De algún modo… me sentí diferente. Akane es una mujer casada, y yo soy su esposo. Normalmente lo ignoro pero, no puedo seguirla tratando como a una chica. No es esa la relación que tenemos. Y tengo la impresión de que… olvido eso más seguido de lo que debo.
En retrospectiva, cometí un grave error al no traerla conmigo desde el hospital con aquello de “eres mi esposa” porque… es que eso es lo que un esposo haría. Akane esperaba esa reacción.
-También te amo… –
Respondió Akane, todavía limpiando sus lágrimas.
-Lo siento Akane, me olvidado de tratarte como es debido ¿No es cierto? –
Pregunté.
-Yo que voy a saber… solo me sentía mal sin ti… el lugar de una esposa en la cama. Y tú no me devolviste a mi lugar. ¿Es ese siquiera mi lugar entonces? Si tu esposo no separa tus piernas por la fuerza… ¿es siquiera tu esposo? –
Respondió Akane. Como he dicho antes, esas ideas están muy grabadas en la mente de Akane. El hecho de que yo “pueda” resistirme a tocarla pone presión en su cabeza.
-Pues, ya que tú me vas a esperar con las piernas abiertas, creo que no hace falta separarlas por la fuerza. ¿No es cierto? –
Pregunté, acariciando su cara.
-¿Soy tu dulce esposa? –
-Lo eres, y sigo enamorado de ti, si te lo estabas preguntando. –
Hacía también mucho que Akane no se comportaba así. Eso también puede haber estado ocurriendo. Verla ir de aquí para allá, siempre ocupada, me hizo olvidarme momentáneamente de cómo se siente con respecto al tema del matrimonio.
Akane suspiró.
-Si me dejas ver… puedes ir. –
Dijo ella.
-¿Qué quieres decir? –
Pregunté. Akane asintió.
-Sanae está esperando también, y Kurimo… las tres acordamos esto… –
Explicó Akane finalmente.
-¿Y qué hacía Mizore allí? –
-Ella llegó al final… le toca luego. –
Respondió Akane. Yo suspiré.
-De acuerdo. Complaceré a mi esposa en eso también ¿Quieres? –
Pregunté, Akane sonrió.
Cuando Sanae y Kurimo llegaron a vivir aquí, yo le dije a Akane que le dejaría ver de cuando en cuando… creo que ella había pensado que hoy sería un buen dia para ello.
Bajé las escaleras para encontrarme con Sanae, que estaba poniendo platos en la mesa.
-Te… hice de… te hice de comer… –
Explicó Sanae. Parecía nerviosa por algo, pero no pude saber que era en ese momento. Akane bajó conmigo y se sentó, a comer, en silencio.
-¿No vas… a… comer? –
Insistió Sanae, me senté sin decir nada.
-Si quiero comer, mas que eso, ¿No estas actuando raro? –
Pregunté. Sanae me miró.
-¿De qué hablas? Yo no estoy actuando raro, tú actúas raro… –
De hecho, Sanae estaba actuando extraño desde ayer en la tarde. Akane hizo un esfuerzo por contener la risa.
-¿Pasa algo? –
Pregunté, Sanae negó con la cabeza, pero Akane se acercó a mí y me susurró.
-Hay algo que ella quiere mostrar… pero tienes que comer primero… –
Comentó Akane en voz baja. Miré a Sanae, quien volteó la cara. Suspiré.
-No tienes que forzarte… –
Dijo Sanae.
-No, para nada, está bien de todos modos. Gracias por la comida. –
Respondí, y la probé. No era mala, pero tampoco diría que era buena. Era la comida de alguien que, como yo, nunca hace comida.
-La hice yo… –
Apuntó Sanae.
-¿Te gusta? –
Preguntó, ya con lágrimas en los ojos.
¿Qué se responde en estos momentos? Solo hay una cosa que se puede responder.
-Claro que sí. –
Sanae sonrió y se dio la vuelta. ¿Soy yo o su falda está mas corta de lo usual? Sus piernas blancas resaltaban con sus calcetas negras.
Vi a Sanae entrar a la cocina.
-¿Y bien? –
Preguntó Akane.
-¿No vas a preguntarle? –
Insisitó, negué con la cabeza.
-Lo descubriré de otro modo. –
Respondí, y seguí comiendo. Momentos despues, Sanae salió de la cocina y recogió los platos. Yo la tomé del brazo para que dejara los platos allí. Sanae hizo un ruidito como “kuh” cuando la tome del brazo, pero no se resistió.
-¿Qué ocurre? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
-No sé de que me estas hablando. –
Respondió ella, Akane soltó una risita.
-Pareciera que estas huyendo de mi… –
Insití, Sanae me miró por unos momentos.
-Es que… estás mirandome… me pone muy nerviosa. –
Mustió Sanae, sin levantar la cabeza.
-¿Por qué te pones nerviosa? –
Pregunté, Sanae volteó a otro lado.
-Porque… me está viendo… de forma sucia… –
Respondió Sanae, aclarando su voz, y haciendola mas infantil.
-¿De verdad? No lo había notado. –
Respondí, poniendome de pie, y jalando a Sanae, la llevé a la sala.
-Dime Sanae ¿Recordaste ponerte ropa interior? –
Sanae volteó a ver a Akane, quien sonreía, luego me miró a mi.
-Si… –
-¿Si… que? –
-Si señor… –
-Muestrame… –
Respondí, Sanae negó con la cabeza.
-Pero… aquí… –
Sanae levantó su falda poco a poco, mirando al suelo para no tener que mirarme, con la cara roja y los ojos llenos de lagrimas, pero lo hizo. El que me mostrara su ropa interior sirvió para confirmar una sospecha que yo ya tenía. Es que ella había comprado ropa interior nueva.
Era de encajes, color morado y con un listón. Aparte de eso… bueno, se notaba que estaba pensada para hacer cosas sucias. Hablo de que tenía una abertura justo abajo, tambien, atada con un listón.
Akane se llevó una mano a la boca.
-Oh, vaya… –
-Perdon… ya sé que soy sucia… –
-Para nada… –
Respondió Akane, sonriendo. Yo todavía estaba un poco aturdido, asi que no supe muy bien que decir, y cuando no sé que decir, siempre hago lo mismo, atacar.
La tomé del brazo. Sanae tuvo un sobresalto y soltó su falda.
-No… por favor… aquí es… me van a ver… –
-Pero tu querías que te vieran, para eso compraste esa ropa… –
Respondí.
-No… no es verdad… espere… –
Comenzó a decir Sanae, pero la tome del brazo, y la jalé hacia mí.
-Aquí no… espere… señor… –
Reclamó, pero no le presté atención, sin preguntar por nada, la arrojé al sofá con el trasero al aire. Sanae volteó a verme, pero a pesar de que hubiera podido, no se levantó, me acerqué a ella.
-Creo que hay una abertura aquí… me pregunto a donde llega… –
Comenté, al azar. Sanae volteó a verme, iba a decir algo cuando puse mi mano en su trasero.
-Me van a ver… –
Se quejó Sanae.
-Ya te estoy mirando… y sintiéndote… –
Metí un dedo dentro de ella, su vagina estaba mojada, pero no puedo decir que estaba escurriendo.
-Awawa… –
Sanae pataleó llorando.
-¿Escuchas ese ruido? –
Pregunte, usando mis dedos para entrar y salir de ella, primero uno, luego dos… Sanae volteó a verme.
-No… –
Respondió ella, aumenté la velocidad y su néctar de amor comenzó a salir de ella, resbalando por sus piernas.
-Auh…. –
Se quejó ella, pero no hice caso. Sanae reunió coraje como pudo.
-Sensei… por favor… me están mirando… –
-¿Y? –
Pregunté. Ya para este punto, habíamos tomado un ritmo, yo continúe usando mis dedos para estimularla, Sanae tuvo que aguantar sus ruidos para responder.
-Me da vergüenza… –
Levanté aún más su falda e hice que separara más las piernas. A este punto, que tuviera la falda puesta no tenía sentido alguno.
-Como si me importara tu vergüenza… –
Respondí, empujando mis dedos dentro de ella con un poco más de fuerza.
-No es justo… Sensei está siendo malo… me he portado bien… ¡He sido niña buena! –
Iba a pasar una mano a sus pechos, pero cuando dijo eso simplemente no pude evitarlo. Ya tenía una erección bastante molesta, y retrasar el sexo no tenía mucho sentido. Sanae estaba perdida en la sensación desde que comenzó también.
-¿De verdad? Entonces creo que tengo que premiarte apropiadamente. –
Respondí, solo quitándome el pantalón. Sanae no volteó, solo arqueó su espalda, aunque siguió diciendo que le daba vergüenza.
-Pero… aquí… –
No le presté mucha atención. Puse mi pene en su entrada y su vagina prácticamente lo introdujo por sí misma, Sanae gimió levemente, me acomodé para poder llegar más profundo.
-¿Cómo se siente? –
Pregunté, sosteniendo su trasero.
-Caliente… caliente… señor… –
Chilló ella.
-¿En dónde? –
Pregunté, levantando mis caderas un poco para acomodarme, eso hizo que Sanae temblara, respirando con dificultad.
-Dentro de mí… dentro de mí… me voy a mojar… –
Creo que Sanae estaba demasiado excitada para reaccionar, es decir, parecía a punto de venirse.
Akane, que había estado observando bastante complacida la escena, se acercó a Sanae mientras tanto, y puso un dedo en su boca.
-¿Eh? ¿Qué? –
Preguntó Sanae, quien no entendió del todo. Akane volteó a verme.
-No te muevas. –
Ordenó ella. Iba a decirle que Sanae no era Habara, pero no parecía que Akane quisiera humillar a Sanae. Podría haber sido mucho más directa, pero no lo hizo. Creo que a Akane le agrada un poco Sanae.
Sanae sacó su lengua y lamió el dedo. Akane sonrió y acarició su cabeza.
-Hazlo con fuerza. –
Me dijo. Comencé a empujar dentro de Sanae, incluso haciendo círculos. El trasero de Sanae se levantó todo lo que pudo.
-Gracias… gracias señora… –
Gimoteó Sanae al tiempo que doblaba sus rodillas hacia adentro, por puro reflejo.
-¿Qué edad tienes? –
Preguntó Akane. Ahora lo entendía. Lo que Akane pretendía, es que Sanae la dejara entrar en su juego también.
-Diez…ah… años… –
Eso era un sí.
Me concentré simplemente en saborear las paredes internas de Sanae mientras Akane parecía estar degustando un poco de la imaginación y la mente loca de Sanae. Supuse que podía manejarlo.
-Y te gusta mi esposo… –
Insistió Akane.
-Si… si me gusta… me gusta mucho… Lo siento… –
Continué empujando. Sanae juntó el aliento para responder a las preguntas de Akane.
-No tienes que disculparte, solo seguir siendo buena ¿Comprendes? Si eres buena, entonces te recompensarán con más de esto ¿comprendes? –
Preguntó Akane, Sanae asintió frenéticamente con la cabeza.
-He sido buena… he sido buena… me porto bien… ah… –
Se interrumpió cuando comenzó a venirse, en circunstancias normales habría continuado, pero Akane acarició la cara de Sanae.
-Dime ¿Estas disfrutándolo? –
Preguntó Akane, Sanae asintió con un lloriqueo.
-¿Está… bien si… me gusta? –
Preguntó Sanae, respirando pesadamente, y acomodándose, no se levantó, ni parecía querer que me detuviera, Akane me miró por unos momentos, luego asintió.
-Claro que está bien, siempre y cuando agradezcas apropiadamente. –
Respondió Akane.
-Gracias… por… prestarme a… su esposo… señora… –
Akane sonrió.
-Ni lo menciones. Ahora ¿quieres que te consientan más? –
Sanae asintió con la cabeza.
-Entonces pídeselo… se educada… –
-Sensei… consiéntame más… –
Pidió Sanae, volteando a mirarme.
-De acuerdo… –
Iba a comenzar cuando Akane me detuvo.
-No, no, no. Tienes que pedirlo adecuadamente… –
Insistió Akane.
-Pero… es que… –
-¿Pero? –
Akane miró a Sanae peligrosamente, yo suspiré. Necesitaba tomar aire también.
-No. No es nada… señora… yo… lo pediré otra vez… –
Anunció Sanae y me miró.
-Sensei… por favor… Llene mi partecita especial… –
Pidió Sanae. Admito que valió la pena, comencé a empujar con fuerza, removiendo el interior de Sanae que comenzó a hacer ruidos obscenos.
-Eso es… muy bien… tienes que ser honesta. Recuérdalo siempre. –
-¿Aunque… sea… sucio? –
Preguntó Sanae.
-Es mejor si es sucio… anda… háblale… –
Insistió Akane.
-No sé… qué… decir… –
-Dile lo que sientes. –
Respondió Akane, sonando lo más amable que podía.
-Siento… a Sensei… está haciendo un desastre… con mi cuerpo… –
-¿Y te agrada? Que un señor grande abuse de ti… –
Preguntó Akane. ¿Qué tan lejos había ido? Me preguntaba. Sanae gimoteó.
-Es genial… es lo mejor que me ha pasado… –
-Para. –
Ordenó Akane. Me detuve. Sanae la miró, deteniendo sus gemidos y respirando pesadamente.
-¿Qué mas? –
Insistió Akane, haciendo a Sanae mirarla. Sanae lloriqueó.
-¡Sí! Me encanta… me estoy mojando… me mojo porque me gusta… –
Respondió Sanae, quien no se desesperó por que recomenzara. Akane acarició su cabeza.
-¿Puedes decirme por qué te gusta? –
Preguntó Akane, Sanae iba a mirarme y Akane no lo permitió.
-Me hace sentir especial. –
Respondió Sanae. Akane me hizo una seña y recomencé. Esta vez más lento.
-Auhh… me hace sentir especial… me hace sentir bonita… me hace… olvidar, las cosas malas que decían… –
Respondió Sanae, mientras empujaba. Se escuchaba ahora como su néctar de amor hacía ruidos obscenos mientras lo empujaba fuera de su vagina con cada embate.
-¿Qué decían? –
Preguntó Akane, sonriendo.
-Que soy gorda… que soy fea… que haría cosas con cualquiera… –
Respondió Sanae.
-Pero él no piensa eso… es más… parece muy encantado con tu parte especial… –
-Eso… ¿es cierto? –
Preguntó Sanae. Su espalda estaba sudada. La hacía ver atractiva, yo diría. Su trasero sonaba con cada golpe.
-Lo es… –
Respondí, pero Akane hizo que Sanae volviera a mirarla.
-No se lo preguntes… pregúntaselo a tu interior… ¿Qué sientes allí dentro? –
Preguntó Akane. Me pareció un poco demasiado malvado por parte de Akane seguir preguntando y haciéndola hablar cuando Sanae apenas podía respirar… pero era muy excitante verla luchar para tener la conciencia para hablar mientras lo hacía.
-No sé… está… hecho… un desastre… –
Se quejó Sanae.
-¿Y eso te hace feliz? –
Preguntó Akane de nuevo. Sanae asintió con la cabeza varias veces.
-Me hace feliz… que Sensei me haga cosas… que me ponga atención… soy feliz… –
Respondió Sanae. Sentí que era una buena idea hacerlo aún mas desastroso y aumenté el ritmo, y la fuerza.
-¿Algo que debas decirle? –
Preguntó Akane.
-Si… si hay… yo… te amo… –
-Más fuerte… –
Insistió Akane.
-¡Te amo! –
Gritó Sanae.
-Detente… –
Dijo Akane. Aquello fue inesperado. Sanae negó con la cabeza, desesperada. No obstante, me detuve. Sanae hizo una pataleta, poniéndose a llorar.
-Sé honesta. –
Insistió Akane.
Sanae volteó a verme, con los ojos llorosos y la cara roja. Su vagina seguía escurriendo, por cierto, y aunque dejé de empujar, no por eso salí de ella.
-Te amo… amo todo de ti, amo como me haces sentir… amo cuando me sonríes y yo siento que me hago pudín… amo lo indulgente que eres conmigo, y amo que no importa lo cansado o fastidiado que estés, siempre escuchas lo que digo… Amo que el tiempo nunca es suficiente para estar cerca de ti… amo que realmente estabas celoso por mí, y no te escondiste para mostrarlo…Amo que te gustan las cosas sucias porque yo solo puedo pensar en eso… amo que nunca te detuviste cuando te amenacé… amo que siempre te has preocupado de que yo me sienta bien… Conocerte ha sido lo mejor que me pudo ocurrir… ¡Te lo juro! –
Explicó Sanae, con lágrimas en los ojos y respirando pesadamente, es que… todavía tenía mi pene dentro de ella.
Akane la hizo decir lo que realmente sentía del mismo modo que obligó a Mizore a decirlo la última vez.
-Bien, se lo ganó… has que esta pequeña niña moje la cama. –
Me dijo Akane. Sonreí, alcanzando mi mano para tomar a Sanae del cabello.
-Separa bien las piernas. –
Respondí, Sanae movió su cuello ligeramente cuando tomé su cabello,
-Si Sensei… –
Sanae lo dijo… luego subió sus rodillas al sofá. Su vagina no podía quedar más expuesta que esto, y la posición era lo mas indecente que esta puede ser.
– Para una chica que se la pasa haciendo pataletas, estás siendo demasiado dulce. –
Contesté, comenzando a empujar con fuerza, y muy rápido.
-También amo eso… cuando Sensei… me regresa a mi sitio… por malcriada… –
Respondió Sanae entre gemidos, que ahora no eran bajos ni discretos. Bueno, no era una sorpresa del todo.
-¿Te gusta el castigo? –
Pregunté, jalando su cabello.
-Si… si me gusta… cuando me levanta mi falda… y me da nalgadas… y… me rompe… de esta forma… sosteniendo… mí pelo… –
Chilló Sanae, gritando a todo lo que su voz le permitía.
-A veces hace falta, un poco de disciplina. Solo así te portas bien… –
Respondí, le di una ligera nalgada, ya que ella lo había mencionado.
-Auh…Seré buena… me portaré bien… ¡Me protaré bien! –
Gritó Sanae, aunque no estaba tratandola muy rudo, ella arqueó la espalda un poco.
-Me voy a mojar… me voy a mojar… –
Exclamó Sanae, comenzó a venirse después, temblando y expulsando su néctar de amor, que escurrió sobre sus muslos mientras los espasmos de sus caderas la hacían temblar en todo el cuerpo. Era quizá el orgasmo más intenso que yo le hubiera visto a ella, y ella solía ser intensa con esto.
-Muy bien… muy bien… deja que salga… –
Akane acariciaba la cara de Sanae mientras le decía eso.
-Sen… Sensei… le parece que… ¿soy bonita? –
Preguntó Sanae, todavía temblando y sin aliento. Acaricié su trasero, ella expulsó más néctar de amor al solo contacto con mi mano.
-Eres una niña preciosa. –
Respondí, Sanae se dejó caer en el sofá. Akane se rio levemente. Parecía complacida de haber podido ver, e incluso participar un poco. Al principio Sanae pareció asustada de que la juzgaran, pero por como la trató Akane, creo que eso serviría para que se relajara un poco en cuanto al tema.
-¿Y bien? ¿Cómo ha ido? –
Preguntó Akane. Sanae soltó una risita.
-No sé… muy bien… –
Y volvió a reír levemente. Akane me miró
-¿Por qué no vas a tomar un baño? –
Preguntó Akane, sonriendo.
-Esta pequeña va a tardar un momento en reaccionar. –
Comentó, acariciando el hombro de Sanae, ella, lo único que hizo, fue acomodarse en el sofá, con los ojos cerrados y se quedó así.
Akane me miró de mala manera unos momentos, así que supuse que la sugerencia de Akane era más bien una orden.
Ni que hacerle, fui al baño, necesitaba respirar, pero por supuesto que no me lo iban a permitir. Kurimo entró al baño después de eso, llevando una toalla en su cabello. Se quitó la ropa detrás del biombo, y se puso una toalla alrededor del cuerpo. Luego corrió el biombo.
-Me alegra que hayas llegado… –
Comentó Kurimo.
-¿Estabas allí? –
Pregunté, pregunta tonta, que Kurimo evadió.
-Vamos, tienes que tomar un baño. –
Dijo ella, no diré que estaba enojada, pero tampoco parecía demasiado feliz.
-Podías haber aparecido. –
Insistí, pero Kurimo negó con la cabeza.
-No hacía falta, pude darme cuenta de que Akiyama fue muy feliz. A ella le gustan mucho las cosas pervertidas. Debe ser difícil. –
Comentó Kurimo.
-¿Difícil? –
Pregunté. Ella asintió.
-Esa mujer parece… obsesionada con esas cosas. Cuando ella dijo que era todo lo que podía pensar, creo que estaba diciendo la verdad. –
Respondió ella. Yo suspiré, y me senté, usando la esponja para tallar mi cuello.
-Y tú estabas escuchando todo… –
Comenté. Ella se hincó frente a mí.
-Era difícil no escuchar… –
Explicó Kurimo, mirando hacia otro lado.
-¿Y tú? Si mal no recuerdo, antes de que naciera tu hermana, dijiste algo parecido. –
Respondí. Ella asintió, y tomó mi brazo, me quitó la esponja de la mano y comenzó a tallarme. ¿Estaba enojada? Me preguntaba.
-Si bien… ya se me pasó… –
Explicó Kurimo. Yo lo dudaba.
-Eso quiere decir que si lo intento ahora, te vas a resistir… –
Comenté. Kurimo me miró a los ojos.
-Estoy bañándote. Quédate quieto. –
Dijo ella, seria.
-¿Sabes? Acordamos que te… atenderíamos el dia de hoy todas juntas. Se suponía que Akiyama solo te daría de comer, pero algo me decía que… no serías capaz de resistirlo… es normal… –
Comentó Kurimo.
-¿Y cómo sabes que seré capaz de resistirme ahora? –
Pregunté. Kurimo me miró feo. Tenía mucho tiempo que ella no me miraba así.
-¿Quieres provocarme? No tienes que ser así. Estoy tratando de que te sientas mejor. No mezcles una cosa con la otra. Como dije, se supone que te atendamos a ti, no tu a nosotras. Así que compórtate. –
Ordenó Kurimo, yo bajé la cabeza. Ella comenzó a usar shampoo para lavar mi cabello. Sus manos se sentía bien. Si no estuviera enojada por alguna razón, esto sería absolutamente perfecto. Aunque… también es cierto que si no estuviera enojada, probablemente ya estaríamos haciéndolo.
Mientras me lavaban el cabello, escuché algo afuera del baño. Kurimo se interrumpió.
-Espera aquí. No vayas a moverte o te caerás. Mantén los ojos cerrados. –
Dijo, y me dejó allí, cubierto de jabón. No sé si realmente pasaba algo o era castigo o algo asi. Al menos hasta que escuché voces afuera.
Akane hablaba con Kurimo.
-Tienes que hacerlo apropiadamente. –
Imagino que el orden y las actividades habían sido acordados con anterioridad. Yo diría que ella estaba bañándome bien (sí, me sentía un poco tonto con esto, pero es que se siente especialmente bien que una mujer hermosa te bañe.) así que no sé a qué se refería Akane.
-Díselo… –
Insistió, pero no escuché la respuesta.
Akane no estaba contenta.
-Se lo dirás o se lo diré yo… –
Insistió Akane.
-¡NO! –
Gritó Kurimo.
-Entonces ve y díselo, prometiste honestidad y no has dicho nada. Quedarte callada también es mentir. –
Insistió Akane.
Después de eso, escuché como Akane se iba, y Kurimo volvía a entrar al baño.
-Lamento eso. –
Dijo Kurimo, estaba un poco alterada.
Lo sabía, ella tenía algo. Y de algún modo, me molestaba porque ahora sabía también que el único que ignoraba lo que ella tenía, era yo.
-¿De qué se trata? –
Pregunté, iba a levantarme, pero ella me detuvo poniendo las manos en mis hombros.
-Aun no te puedes levantar. –
Me dijo ella.
-Entonces dime… –
-No pasa nada. Es mi propio problema. No tienes que lidiar con ello… cosas de mujeres. –
Explicó Kurimo, comenzando a enjuagarme, sin explicar nada. Por unos momentos, pensé que le haría caso. Es decir, me tengo que enterar en algún momento. Pero… puede que sea importante.
Uno no se levanta un dia pensando “voy a golpear a mi esposa”
Son cosas que vienen desde atrás. Y la única razón por la que ese Masahiro no podía arreglar el problema con su mujer, es porque en realidad, él no tenía idea de cuál era el problema. Seguramente dejó pasar mil cosas como esta. Y ahora su relación no tiene arreglo.
Y la mía corría el mismo peligro ahora.
No puedes dejarlo pasar. Te seguirá hasta que lo arregles, o hasta que se rompa. Lo que sea que suceda primero.
Pensar en eso puso lágrimas en mis ojos sin que yo me diera cuenta. Kurimo se llevó la mano a la cintura.
-Te dije que no abrieras los ojos. –
-¿Eh? –
Pregunté, ella me miró y arrojó agua sobre mi cara, para luego secarme con la toalla.
-¿Qué eres? ¿Un niño pequeño? –
Preguntó Kurimo, abrir los ojos y mirarla se sintió bien. No estaba tan enojada como parecía. Eran los ojos de una mujer que pone el corazón en lo que hace. No sé qué haría si esa mirada se fuera algún dia.
-Te amo. –
Casi nunca le digo eso a Kurimo, no sin cosas pervertidas de por medio, pero entendí algo. Ella está evadiendo el sexo conmigo, y parece tener miedo de que, si no hay sexo, no puedo quererla, es el mismo problema de siempre, pero se estaba complicando un poco… y acababa de darme cuenta de que, amo lo mucho que ella cuida de mi.
-¿eh? Etto… yo…. Etto…. –
Tuvo problemas para responder, estaba roja de la cara. Se giró después.
-Solo… ve a la bañera. –
Dijo ella. Yo asentí y me puse de pie.
-¿Quieres entrar conmigo? –
Pregunté.
-No… estoy bien… yo… –
Todavía no podía reaccionar. Durante unos momentos dudé acerca de entrar a la bañera, pero como ella no se fue, supuse que había una buena razón, aparte de solo entrar, así que entré. Kurimo se paró detrás de mí.
-¿Por qué tenías que decir eso? –
Preguntó Kurimo, avergonzada.
-Bueno… no lo sé… solo quería decirlo… –
Respondí, encogiendo de hombros. Kurimo se dio la vuelta.
-Voy a mi cuarto. –
Dijo, y antes de correr el biombo, se detuvo, sin mirarme.
-¿Debería… pues… esperar por ti? –
Podíamos haber hecho cosas aquí, pero supongo que no era su intención de todos modos.
-Si… –
Respondí, Kurimo salió del baño después de eso. Hay cosas que no cambian. Yo suspiré, salí de la bañera después de unos momentos, un tanto impaciente, hay que decirlo. Esta vez, no había señal de ninguna de las otras tres en el pasillo.
Fui y toqué la puerta de Kurimo. Nadie abrió.
Abrí la puerta. Encontré a Kurimo con el sostén en las manos, apenas quitándoselo.
-Tenías que… tardar más… –
Se quejó ella. Cerré la puerta tras de mí.
-Bueno, es que no puedo esperar… –
Respondí, encogiendo de hombros.
-Manipulador… –
Respondió ella, mirándome de mala manera.
-No estoy tratando de manipularte aquí. Te paseas de aquí para allá en una toalla y pretendes que espere… –
Me quejé, mitad en broma, eso la hizo sonreír, pero se giró.
-¿Mi cuerpo? ¿Es eso? No hay problema… ya lo sabía… –
Dijo ella. Creo… que es su forma de molestarme.
-¿Y qué si quiero tocarlo? ¿Eh? Te molestaste con Sanae aquel dia por decir cosas malas, y ahora mismo tú estás tratándome peor… –
Respondí, acercándome. Cuando Kurimo se dio la vuelta, estaba demasiado cerca y ella retrocedió dos pasos por puro instinto. Se cubrió el pecho.
-¿Qué me vas a hacer? Seguro que no tienes que perder el tiempo conmigo… –
Anunció Kurimo. Esto… era normal hace algún tiempo pero… no sé, sonaba falso para mí. Además de que sé perfectamente que a ella le gusta que la molesten. ¿Estaba provocándome? Seguro que lo echo a perder si se lo pregunto.
No queda más que lanzarse a lo que venga. Espero no estar en un error.
-Kurimo… estás siendo mala conmigo aposta ¿Verdad? –
Pregunté, avancé un paso, ella no encontró a donde retroceder.
-Pu… puede ser… –
-No me importa si estás enfadada… con lo fácil que es ponerte feliz de nuevo… –
Respondí, encogiendo de hombros frente a ella. Eso era algo que ella me dijo. Kurimo tuvo problemas para evitar sonreír. Creo que había dado en el clavo.
-No es verdad… no puedes venir aquí y esperar que perdone todo como si… Hmph. –
La interrumpí con un beso. Kurimo se dejó besar, pero no hizo nada más.
Así que de eso se trata. Hice algo mal. No tengo idea de qué… pero seguro que esto se trata de que ella me perdone.
-¿Lo ves? –
Pregunté. Ella trató de salir, puse la mano en la pared para que no escapara.
-¿Así que es eso? ¿Soy fácil? –
Preguntó ella, con un gesto extraño entre halagada, avergonzada y enojada.
-Mucho. –
Respondí. Ella puso su mano en mi pecho.
-Pues… tal vez tengas que esforzarte más… –
Quiso empujarme, girando la cara, fue y se paró en el otro extremo del cuarto, junto al closet.
-Claro que me esforzaré… a eso vine… –
Respondí, volviendo a acercarme a ella. Kurimo me miró, evidentemente feliz, luego giró la cara de nuevo.
-No es cierto… No me mientas… –
Respondió Kurimo. Puse una mano en su hombro y ella tuvo un sobresalto. Casi me rio. Pero no quitó mi mano.
-¿Piensas que es mentira? –
Pregunté, acercándome a ella, y lentamente, comencé a besar su cuello, suavemente. Kurimo ya no respondió, pero puse sentir como si piel se erizaba. Ella llevaba ya un buen tiempo sin nada de actividad, y yo sabía perfectamente que eso no la iba a dejar resistirse.
Eso… y que, como dije, seguro que hice algo mal… pero no lo voy a dejar pasar.
Kurimo puso su mano sobre mi cabeza, lentamente, ligeramente, como si no quisiera que me diera cuenta de que estaba acariciándome el cabello.
-¿Lo ves? Es más fácil… si solo lo aceptas… y lo disfrutas. –
Le dije, Kurimo me empujó. Puso sus manos atrás y giró la cara.
-No lo disfrutaba. –
Estaba actuando como una completa tsundere aquí. Incluso su respiración estaba acelerada.
-¿Y esperas que realmente me crea eso? ¿No te parece que es momento de dejar el acto de niña digna? No te queda… –
Respondí.
-No es un acto… no estaba disfrutándolo… –
-¿Segura? –
Pregunté, puse una mano en medio de sus piernas. Sus pantis (Muy lindas por cierto) estaban mojadas. Igual que la última vez, Kurimo solo sostuvo mi brazo con ambas manos, se inclinó un poco y comenzó a lanzar pequeños gemidos.
-Mira lo mojada que estás… no me digas que no estabas disfrutándolo… –
Quité su ropa del camino para tocarla directamente. Kurimo tuvo problemas para sostenerse de pie. Sus piernas temblaban, y ella no dejaba de jadear.
-No… no es cierto… –
Respondió ella, cerrando las piernas, y atrapando mi mano entre sus muslos.
-Claro que es cierto. Tú lo dijiste. Eres fácil… –
A Kurimo no le gusta que le digan que es complicado entenderla. Eso lo sabe muy bien, pero no le gusta. Esto podría resultar insultante para muchas, pero para ella en especial, es una especie de cumplido.
-No soy fácil… No… –
Sus jadeos cambiaron por llanto cuando ella comenzó a venirse. Me sostuvo con fuerza, creo que para no caerse, y pude sentir como sus jugos de amor escurrían por mis dedos y sus muslos.
Kurimo quedó callada un momento, sin mirarme, solo sosteniéndose de mi brazo, respirando con dificultad.
-No… no lo disfruté… tú lo estás malinterpretando… –
Dijo ella. Pero que terca es.
-Pero para eso me trajiste aquí ¿No es cierto? –
Pregunté, ella negó con la cabeza. Me acerqué a Kurimo, ella esperaba un beso, incluso cerró los ojos, pero no se lo di. Le hablé con un susurro luego de eso.
-¿Para qué más vendrías con alguien a tu nido de amor? –
Le pregunté. Ella enrojeció y abrió los ojos todo lo que pudo.
-Yo… no… etto… –
Kurimo balbuceaba mientras miraba el futon una y otra vez.
-Mejor admite que quieres esto… no puedo “esforzarme” si no me lo permites… –
Kurimo finalmente dejó ir mi mano. Tengo la impresión de que la estaba tomando como una especie de rehén. Ya no importa.
-No admitiré eso… eso no… –
Dio un paso a un lado y lo retiró, permaneció en su sitio, mirando al suelo.
-No es nada nuevo… siempre has sido una pervertida. No es sorpresa. –
Respondí, tomé uno de sus pechos, acariciándolo muy suavemente. Kurimo se sobresaltó, normalmente habría usado un poco de fuerza, pero ahora solo estaba usando mis dedos para acariciarla.
-Vaya, así que eso no lo niegas… –
Insistí. Kurimo enrojeció hasta las orejas, pero no me detuvo.
-No… no así… Allá… –
Fue lo único que salió de su boca.
Recordó un poco a la forma en que actuó su madre el dia en que pidió a su novio que la llevara al auto.
-¿Lo admites? –
Pregunté, tocando su trasero con la otra mano. Kurimo puso sus manos atrás, y negó con la cabeza.
-Si no lo admites no puedo hacer nada… –
Respondí. Kurimo me miró, finalmente se rindió.
-Allá… –
Pidió de nuevo, su respiración se estaba acelerando.
-Fácil… –
No lo negó. La dejé pasar, ella se sentó en el futón sin decir nada, se sacó las pantis, y el sostén, y los dejó en el suelo. Permaneció sentada luego, sin mirarme.
-¿Vas a separar las piernas? –
Pregunté, acercándome a ella. Kurimo se acostó boca arriba, mirándome a los ojos, con una sonrisa avergonzada en el rostro. Sus muslos se separaron frente a mí, y ella extendió la mano, invitándome.
Me acosté sobre ella, teniendo cuidado de no recargar mi cuerpo sobre el de ella para no incomodarla. Kurimo se dio cuenta, porque sonrió, y me acarició el cabello. Me susurró después.
-Soy fácil… –
Sus caderas se acomodaron cuando comencé a penetrarla, su vagina me succionó inmediatamente, al tiempo que ella abría la boca, dejando escapar uno de esos leves gemidos que ella hacía.
-Lo eres… –
Respondí, Kurimo me dio un beso y envolvió sus piernas en mi cintura, comencé a moverme lentamente, mas que nada para que ambos pudiéramos escuchar el ruido que hacía su vagina cuando entraba y salía de ella. creo que ella lo echaba de menos tanto como yo.
-Eres un hombre… cruel… –
Apuntó Kurimo, en cuanto dejé de besarla.
-Lo soy… –
Respondí, Kurimo puso sus manos en mis hombros. Comencé a moverme hacia arriba y hacia abajo, cuidando de tocar cada parte de su interior. Ella notó el cambio y apretó mis hombros con fuerza.
-Es… mejor… que antes… –
Me dijo ella, susurrándome. Quería hacerlo mejor aun, lamí sus pechos después, Kurimo quiso separarme, pero no lo intentó mucho. Separó sus piernas un poco más, haciendo más grande el arco que hacían sus muslos para dejarme hacer, y yo aproveché la libertad para entrar y salir más profundo de ella, todo esto sin cambiar el ritmo para nada.
Normalmente soy muy descuidado con ella, pero en este momento, creo que estaba muy pendiente de que ella se sintiera bien. Kurimo no pudo adaptarse al cambio de actitud, quiero decir que comenzó a venirse mientras me abrazaba contra ella.
-Lo siento… lo siento… –
-Te gusta más así ¿No es cierto? –
Pregunté, Kurimo asintió con la cabeza varias veces. Se parecía más a como sucedió la primera vez.
-Estas siendo… lindo… casi nunca eres… lindo… –
En cierto modo, admito que quería quitarle un poco esa idea de que solo soy “un hombre cruel” pero en ese momento, ella hizo una pregunta de índole diferente.
-Toshikane… yo… ¿soy tuya? ¿Te pertenezco?… –
Kurimo nunca hablaba en estos momentos (admito que nunca le daba oportunidad de hablar) mucho menos hacía preguntas, fue un poco extraño, sí, pero agradable, hasta cierto punto.
-Si… lo eres… te atesoraré… –
Respondí, empujando hasta lo mas profundo. Estaba a punto de terminar, y antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Kurimo me abrazó con fuerza.
-Kurimo… espera… –
-Dentro… –
Me dijo ella.
-Pero… –
Es que… ya se sabe. Sí, es lo que estaba pensando. De hecho, eso fue lo que hice.
-¡Dentro! –
Gritó Kurimo.
-Si pero… –
-¡Quiero un bebé! –
Lo soltó.
Sí, yo sabía que esto no iba a desaparecer así de la nada. Eso me hizo detenerme, y como me detuve, Kurimo me empujó lejos de ella.
-Ya… olvídalo… –
Dijo ella, girando la cara de nuevo. Estaba llorando.
-No voy a olvidarlo solo así. Y mucho menos si me empujas lejos de la nada. –
Respondí, suspirando porque, bueno, me quedé a medias. Admito que eso me hizo enojar.
-No hace ninguna diferencia, ibas a echarlos fuera, como la otra vez… hazlo así. No me importa. ¡Que desperdicio! –
Kurimo fingió desinterés y se contradijo en la misma frase.
-¿Estás enojada conmigo por eso? ¿Eso fue lo que hice? –
Pregunté.
Kurimo no me miraba.
-Ya sé que te doy miedo. Pensé que querías estar conmigo, pero supongo que tu… terror a ser responsable puede más… –
No debí decir nada. Debí haberle llenado el vientre y preocuparme después.
-Kurimo… no es que me des miedo. –
-¿Ah? ¿En serio? Entonces ¿Por qué soy la única con quien dudas de eso? ¿Por qué soy la única que no recibe tu semilla como se debe? Con esa… Akiyama no dudaste ni un segundo… te vi… le cumples todo lo que quiere ¿Y dices que no la prefieres? –
Preguntó Kurimo.
Bueno, es que es la única que ha mencionado el tema… pero no es eso. Realmente no pensé que se enojaría.
-¿Eso fue lo que hice? ¿Por eso estás enfadada conmigo? Me has estado evitando… –
Respondí.
-¿Para qué intentarlo? Igual no quieres hacerlo dentro… vi tus intensiones. Cualquier mujer se enfadaría por eso. –
No, no es cierto. Solo ella, pero eso no se lo puedo decir ¿O si puedo?
-Pensé que había sido claro sobre el tema… –
-Pensé que había sido clara con lo mucho que te amo, y sin importar eso, lo sigues dudando. –
-No lo dudo… –
Respondí.
-¿Qué es lo que quieres? Kurimo… –
Pregunté, suspirando.
-Un bebé. –
Insistió ella. Me vi obligado a preguntar de nuevo.
-¿Por qué quieres un bebe? –
Pregunté, y ahí es donde todo se puso mal.
-Es normal quererlo, o ¿No lo es? –
Preguntó Kurimo, ya ofendida.
-No, no lo es… –
Respondí.
-Me llamas anormal… –
Se quejó ella, enfadada y emberrinchada. Me enfadé, fui hasta donde estaba y la obligué a mirarme a los ojos.
-No le des la vuelta a esto… –
-¡Pues no me llames anormal! –
Gritó Kurimo, soltándose por la fuerza. Levanté la mano. Kurimo volteó directo a mi mano, mirándome con el rostro lleno de terror. El tiempo se detuvo, y me di la vuelta.
-Tu… no ibas a… –
¿Soy yo el que quiere apagar el problema? ¿Soy yo el que no quiere hablar de esto? Si vine aquí con la intención de arreglarlo, ¿Porque es que quería que se callara?
-Lo siento… Kurimo… no sé qué me pasó… –
Nunca me arrepentí tanto por algo que ni siquiera hice.
Kurimo no dijo nada, solo se quedó mirando al suelo, todavía confundida. Claro que iba a estar confundida, si yo soy el que le dijo que quería que fuera honesta y cuando lo es amenazo con pegarle…
Seguro que acabo de dar un enorme salto atrás en esto.
Digo, aún estoy muy feliz de no haberlo hecho, pero de todos modos, seguro que la impresión fue demasiado grande.
-Lo siento, de verdad. –
Insistí, ella me miró.
-Está bien… yo… me callare… –
Rayos, mejor encuentro la forma de arreglar esto.
-¿Qué es lo que quieres? –
Pregunté.
-No puedes darme lo que quiero. Ya lo entendí… –
Respondió ella, fría.
-No, es decir… ¿Por qué quieres un bebe? ¿Puedes decirme eso? –
Ella se giró. Yo ni siquiera podía mirarla a los ojos, de todos modos.
-¿Para qué quieres saber? Eso no va a cambiar nada… y bueno… tú… ibas a pegarme… –
Se quejó ella, y empezó a llorar.
-Lo sé… pero no sé cómo arreglarlo… –
Eso puso lágrimas en mis ojos. Y al ver eso, Kurimo dejó de llorar.
-Si… soy honesta contigo… ¿Prometes no volver a hacer nada parecido? Me… me dio mucho miedo… –
Preguntó ella. Al menos estaba siendo amable, quizá entendió que no, no era mi intención, y que yo estaba al tanto de que fue estúpido.
-No lo haré otra vez. Fue un grave error de mi parte. Lo siento mucho. –
Hice una reverencia, Kurimo se acercó a mí. Acarició mi cara.
No dijo nada más sobre el tema. No intentó usarlo a su favor o chantajearme con ello. Tampoco me dio un sermón ni se negó a aceptar mis disculpas. Solo lo dejó ir.
El otro asunto fue una historia completamente diferente.
-No me gusta que termines fuera. –
Dijo ella.
-No lo sabía… –
Respondí, levantando mi cara para mirarla. Kurimo asintió.
-Me siento como una tonta cuando… bueno… no pones tu semilla dentro de mí… siento que me usas… –
Explicó ella.
-Bueno es que… –
Pero no sabía qué decir, es que no lo pensé. Kurimo suspiró.
-Lamento haberte hablado así hace un momento. No estaba pensando en lo que decía y no era eso lo que en realidad quería decir. No pienso que seas irresponsable, ni nada por el estilo. Y entiendo tus razones para no querer que tus problemas se hagan más grandes trayendo un bebé al mundo… –
Explicó Kurimo. Por fin, esa era la verdad, toda la verdad al parecer.
-¿Por qué quieres un bebé? –
Pregunté. Estaba a punto de decirle que lo haría. Si ella hubiera dado una respuesta de esas que te convencen. Y… ella sabía que su respuesta podría haberme convencido. Sabía lo que tenía que responder si quería que dijera que si… Y por eso negó con la cabeza.
-Yo no quiero un bebé… no sabría qué hacer con un bebé… –
Explicó ella.
-Entonces… –
-Bueno… es que… si tú quisieras un bebé… yo… te lo daría. Sería feliz por ello. Siento que, tu estarías encantado conmigo… si yo te diera un bebé… es eso… –
Ella ya me había dicho eso, por cierto. Ella dijo antes que si yo quisiera un bebé ella me lo daría. Y entonces ella podría tener todos los mimos y los cuidados que su madre gozaba ahora. La cosa tiene que haberse agravado cuando su madre se puso en su plan de “MI bebe” después del parto.
-Por eso es que te ofende… que termine afuera, quiero decir. –
Kurimo asintió.
-Y estamos cuidándonos. No he dejado de tomar mis pastillas. Eso no quiere decir, que no quiera tu semilla dentro de mí. Me gusta… pensar que… lo haces con esa intención… es eso… –
Kurimo fantasea con la idea de que yo quiera un bebé. Esa es la idea. Que yo termine afuera de ella destruye esa fantasía.
Era tan malo como decirle a Sanae “sé más madura” o a Akane “No me gustas”
Si era muy malo.
-Cuando desperté aquella vez… pensé que lo habías hecho afuera porque… bueno… yo no soporté… pero tu esposa dijo después, que tú lo haces así… por gusto… a veces… –
-Y eso no te gusta… –
Kurimo enjugó sus lágrimas.
-No… –
Abracé a Kurimo después de eso, lentamente. Ella se dejó abrazar y recargó su cabeza sobre mu pecho.
-No volveré a hacerlo, promesa. –
Faltaba algo más, vi claramente que ella quería decir algo. Algo que no se atrevió a decir. Piensa… piensa.
Ella mencionó a Sanae, dos veces… dijo que me vio con ella. Ah, ya entiendo. Yo soy el que tiene que decirlo. A Sanae le digo todo lo que ella quiere oír, sin dudar. Eso es lo que tiene.
Pasé una mano por su espalda desnuda, acariciando su piel con las yemas de los dedos. Kurimo se estremeció.
-¿Qué… que ocurre? –
Preguntó ella.
-Bueno… ya que no planeas vestirte… pensé que podrías querer, ya sabes, hacer bebés.-
Respondí, tocando su trasero.
-No sé… tú… ¿tú que quieres? –
Preguntó Kurimo, tratando de pegar su trasero a mi mano. Yo pasé la mano por en medio de sus piernas, alcanzando a tocar su vagina desde atrás.
-Llenarte… aquí… –
Respondí.
-¿De… de verdad?… no es que… yo no quiera… es decir… –
Su respiración estaba acelerada y comenzó a mojarse.
-Es decir… –
-No necesitas decir nada, ahora. –
Respondí, porque era muy obvio que ella estaba tratando de explicarse. Comencé a besar su cuello, Kurimo se retorció, ya no dijo nada, pero se dejó hacer. Lentamente, fui llevándola hasta el futón, me acosté sobre ella tal y como estábamos hace un momento.
Kurimo me miró.
-Te amo. –
Le dije. Kurimo se sorprendió.
-¿Eh? Pero… –
-Shhh… –
Al menos había aprendido un poco, acerca de cómo hacerla feliz. Tal vez no estoy siendo tan malo con esto como yo mismo pensaba al principio. Kurimo separó las piernas, justo como antes, y entré en ella de nuevo. Me abrazó con fuerza.
-Lo dijiste… dos veces… –
Dijo Kurimo.
-Cierto. –
Respondí, y comencé a moverme. Kurimo reprimió sus gemidos un poco. Jadeos salieron de su garganta.
-Puedes hacer ruido si quieres. –
Comenté, Kurimo me susurró.
-No… Eso no… no puedo…. –
Se quejó Kurimo.
-Bésame… –
Pidió después, accedí y comencé a besarla, ella comenzó a usar su lengua inmediatamente para mover la mía dentro de su boca. Duramos un rato besándonos, hasta que mi aumento en el ritmo la obligó a separarse.
-Haz un desastre de mi cuerpo… –
Pidió. Asentí con la cabeza y comencé a empujar con un poco de fuerza, los jadeos de Kurimo cambiaron por ligeros gemidos, de todos modos, lo que más se escuchaba era el sonido del golpeteo por parte de los dos.
-¿Puedes escuchar eso? –
Pregunté, Kurimo asintió.
-Es… muy indecente… –
Dijo ella, pero no parecía molesta por ello. Y, como llevaba mucho tiempo deteniéndolo, y por todo lo que había pasado, ahora estaba a punto de venirme. Se lo avisé.
-Llenaré tu vientre… –
Avisé, Kurimo me abrazó con las piernas y los brazos, todavía cuidadosa de no dejarme separarme de ella, decidí que estaba bien.
-Quedaré embarazada… –
Se quejó ella, pero no me soltó. Es que Kurimo quiere escucharme diciéndolo.
-Eso quiero… –
Respondí.
-Dentro… por favor… –
No tuvo que decírmelo dos veces. Comencé a venirme dentro de ella, y pronto no pudo detenerlo, a pesar de que trató de aprisionar mi pene dentro de ella. Permanecimos un momento después de eso, saboreando el momento, y tratando de recuperar el aliento.
Kurimo me abrazó después de eso.
-Te amo tanto… –
Fue lo que dijo. Yo sonreí, con algo de incredulidad.
Nunca importa lo malo que sea con ella, o las cosas que le diga, o lo mal que la trate. Ella siempre es así. No siento que lo merezca, pero lo acepto porque eso es lo que la hace feliz.
Sé que Mizore está observando esto, sé que ella ha estado allí desde el principio, a ella le gusta espiar. Creo que de lo que se trataba era de mostrarle cómo se vive en este sitio. Recargué mi cara sobre los pechos de Kurimo, quien soltó una risita.
-Avaricioso… –
Me regañó ella.
-Déjame disfrutarlos mientras pueda… –
Respondí. Esa respuesta la hizo feliz. Me aprisionó contra ella con fuerza.
-Amar es compartir. –
Dijo ella.
Había un montón de mensajes en esas palabras. Ni siquiera quería pensar en todos ellos. Solo me dejé consentir.
Kurimo es la prueba de lo que dije antes. Sanae y Akane también. Son mujeres. Peleoneras, berrinchudas, voluntariosas, incluso aterradoras si quieren.
Pero no existe nada mejor en este mundo, que recargar tu cara sobre el cuerpo de una mujer, y escucharla reír por eso.
Por eso creo que las mujeres son simplemente lo mejor que puede haber en el mundo.
Piensan que por ser lindas uno les va a dar todo lo que quieran.
Y sí. Tienen razón.
¿Qué eso no es el colmo de la lindura?