Capítulo 3: El Sexo no Basta.
Ayasara y yo caminábamos en silencio. Ella me miraba enojada, pero no dijo nada. Para aligerar el ambiente un poco, pensé en hacerle un cumplido.
-No la vi antes tan elegante. –
Comenté.
-Sí, verás. No pensé que me encontraría contigo de nuevo. –
Respondió ella. Ah… estaba muy molesta. Ni siquiera se percató de lo que le dije.
-¿De dónde venía? –
Pregunté, ella volteó a verme.
-Goukon. –
Respondió.
-Y… ¿Conoció a alguien? –
Pregunté, siendo sinceros, tenía miedo de que dijera “Si” pero en lugar de eso, ella prefirió apartarme de otro modo.
-No es asunto tuyo. –
Respondió ella, acelerando el paso, estaban cayendo algunas gotas de agua, pero no podría decir que estaba lloviendo, aun asi, me apresuré para ponerle bajo el paraguas.
-Lo siento, la verdad es que pasaron algunas cosas… –
Comencé a decir.
-No quiero escuchar eso. Ya sé que pasaron cosas, por supuesto que pasaron cosas, siempre pasan cosas. ¿Qué cosas? Ayasara no tiene derecho a saberlo. Ella se queda callada y en casa hasta que el señor importante quiera servirse de ella y es todo. –
Supongo que no le fue muy bien de todos modos. Si le hubiera ido bien no estaría reclamando ¿O sí?
-Lo siento… –
Respondí. Ella encogió de hombros.
-Yo no sé. –
Respondió. Suspiré. Tal vez no debí forzarla a tener una cita. Solo sentí que si no lo hacía la perdería, a pesar de que, por lo que podía ver, yo ya la había perdido.
-Quiero ir allí. –
Dijo ella. Señaló un bar.
-Bueno… yo… –
Comencé a decir, ella me interrumpió.
-Ya sé que no puedes beber. Solo vamos a algún sitio para que pueda beber un par de tragos y pueda ir a casa. Mis pies me duelen, quiero darme un baño. Quiero olvidar. –
Se quejó.
Ni que hacerle, fuimos a donde ella quería. Suspiré y pedí un jugo. El hombre que atendía me miró feo, pero no dijo nada, supongo que al expresión de Ayasara bastaba para saber lo que estaba pasando aquí. Al menos no me echó.
-Siempre eres tan arrogante. ¿Qué no tienes respeto por las reglas? –
Preguntó ella. Pero si ella misma me dijo que… ah, no importa. Esto va a ser largo.
-Lo siento. –
Respondí. Ella pidió su trago. La atmosfera era diferente aquí a todas las citas que yo hubiera tenido antes. Asi que aparte de todo estaba nervioso. Ella no tuvo piedad.
-Lo siento. Siempre dices lo mismo. Eso ya ni siquiera es una disculpa, es sólo tu excusa para hacer todo lo que te viene en gana. –
Respondió ella, y vació su bebida.
No sabía que más podía decirle, y siendo honesto, empezaba a pensar que todo esto había sido una mala idea. No parecía haber forma de contentarla por ahora.
-En verdad lo siento, Sensei… –
Respondí. Se me salió. Ella se acercó a mí.
-No me llames Sensei. Ni siquiera soy tu Sensei ahora ¿Eres tonto? –
Preguntó ella.
-No… –
Respondí. Algo dentro de mi estómago se revolvió. No era la culpa. Es que estaba comenzando a enfadarme.
-Y no es verdad que lo sientas. Asi que deja de mentir. –
Respondió ella, bebiendo su trago de un solo golpe.
Que diferente se sentía. Al menos Kurimo o Sanae o Akane, por enojadas que estuvieran, me escuchaban. Mizore incluso terminó pidiendo perdón cuando ella no hizo nada. Era más fácil tratar con ellas. Esto era más como hablar con la pared.
Nunca me ha gustado la idea de que uno esté por encima de otro. Por más que Kurimo o Sanae traten de ponerse debajo de mí, no me agrada la idea. Pero… este es el problema de estar debajo, no importa lo que digas en realidad, porque no está escuchando. Solo está descargando su coraje sobre de ti.
Y yo ya no estoy acostumbrado a esto.
-Supongo que no debí insistir con esto ¿cierto? –
Pregunté, sonriendo. Ayasara me miró hacia abajo.
-No debiste insistir con nada de esto, y aun asi lo hiciste. –
Respondió.
Estaba dispuesto a admitir mi derrota ahora.
-Bien, espero que le haya ido bien en el Goukon. Y si no, al menos pienso que puede ir a más. –
Respondí, vaciando mi vaso de jugo.
-Tonterías. –
Respondió a regañadientes, como no dije nada, porque estaba esperando a que ella diera el golpe final
-No es verdad que fui a un Goukon. Ni siquiera sabría qué hacer allí. ¿Sabes porque? Porque yo realmente creí que un dia te aparecerías para pedirme que saliéramos… pero supongo que estabas muy ocupado para ello… –
¿Y que no es eso exactamente lo que está pasando? ¿Justo ahora? ¿De qué rayos se estaba quejando?
Nunca, en toda la vida, me había encontrado en una cita tan insoportable.
-Entonces… –
Es que, ella no vestía asi normalmente, sinceramente pensé que mejoraría ahora que tenía un punto, pero no. Ella pidió otra bebida.
-Como dije. Me cambiaré de escuela. Hay que hacer entrevistas para ello. A eso fui. –
¿No es más bien que está escapando?
-No responde su teléfono. Y asi cuando empezara el curso, yo no sabría qué fue lo que ocurrió. –
Respondí. Ella se enfadó. Yo también.
-No tengo porque excusarme con un mentiroso. –
Replicó ella. Le trajeron su bebida. Pude notar que eran de los más caros que había en el lugar.
-No está huyendo de mi ¿O sí? –
Pregunté, tal vez retándole un poco.
-Sí, si es lo que quieres ver, entonces está bien. No quiero verte más. –
-De acuerdo… ya no insistiré entonces. –
Repliqué. Ella se puso a llorar. Las personas en el bar se me quedaron viendo feo.
Si alguno de ustedes se la quiere quedar justo ahora, por mi encantado.
Eso pensé.
-Por eso te dije que no quería que jugaras con mi corazón. Ya sabía que soy asi, ya sabía que me iba a derrumbar, ya sabía que… –
Comenzó a decir entre lloriqueos. Yo suspiré.
-¿Derrumbarse? No sé de qué está hablando. Yo la veo muy bien, sinceramente parece muy entretenida mientras me humilla. –
Respondí. No sé porque le dije eso. Supongo que estaba un poco harto de que ella siempre estuviera tratando de terminar conmigo. Porque, siendo honesto, lo ha intentado desde que comenzamos a salir. Ayasara nunca tuvo fe en esta relación.
No es justo hacer comparaciones pero, es que, ellas al menos creían que valía la pena intentarlo. Akane, Sanae, Mizore, Kurimo incluso, con su falta de confianza y sus inseguridades, tuvieron fé en mí. Ayasara no la tenía, ni un poco.
-Oye… ¿eso es un reclamo? ¿Estoy siendo mala contigo? ¿Es eso? –
-No sé… el celular funciona de ambos lados. –
Respondí, encogiendo de hombros.
-¡Listo! ¡Ya está entonces! No tengo porqué ser regañada. Si no te interesa entonces no tienes por qué hacer esto. ¿Para qué me invitaste de todos modos? –
-No para jugar a ¿Quién es el más culpable? Eso se lo aseguro. –
Repliqué, ella se enfadó más.
-Eso es lo que me saco por tener una cita con un niño pequeño. –
Auch.
…
Eso dolió.
Creo que nunca antes me enfadé tanto por algo que me dijeran.
Por desgracia, para ella en todo caso, había aprendido un poco del modo de pelear de Kamine y de Akane, y de Habara.
-Si bueno, admito que me acerqué sin pensar. Quizá debí hacer fila como todos los demás, pero realmente estaba emocionado de verle. –
Pude ver que eso hizo saltar una vena en su frente. Es que no había más. Básicamente le estaba diciendo solterona. Supongo que Kamine o Kurimo lo hubieran hecho mejor, pero solo eso se me ocurrió a mí.
-Eso explica por qué apareciste de la nada en mi puerta. Es decir, fue un poco intempestivo. Te perdono también tu falta de modales. –
Ahora me llamó acosador.
-Tal vez tenga razón, no debí molestarle por algo que no valía la pena. Me disculpo ahora por eso también. Seguro que tiene cosas más importantes que hacer. Me retiro. –
Le dije, y poniendo el dinero de la cuenta (hasta donde iba) simplemente me levanté, y salí de allí.
Todavía estaba enojado cuando ella me dio alcance, apenas unos pasos adelante. Una pareja pasó por ahí, ambos estaban riéndose, parecían alcoholizados y entraron al hotel de amor que estaba cerca.
-¿A dónde te crees que vas? –
Rugió Ayasara, mientras me alcanzaba.
-Es tarde, quiero ir a casa. –
Respondí, sin voltear, justo como ella antes, Ayasara quiso golpear el mismo clavo.
-¿Qué? ¿Es tu hora de dormir? –
Preguntó ella, jalándome del hombro.
-De ir a la cama, sí. De dormir, eso depende del humor de mi esposa, que empeorará con cada momento que yo pase afuera. –
Con eso la aplasté.
Si un chico ya se disculpó por lo que hizo, no lo provoques. No lo retes a ser un idiota, los hombres somos idiotas normalmente. Cuesta mucho trabajo no ser un imbécil.
Ella pidió paz.
-Entonces… ¿Así es como acaba? –
Preguntó ella, con lágrimas en los ojos. Estaba comenzando a llover.
-Tengo que ir a casa, y usted también. No va a querer empezar en su nuevo empleo enferma ¿cierto? –
Respondí, dándome la vuelta. No había caminado tres pasos cuando la lluvia comenzó en serio. Suspiré. Ayasara no se movió de allí, estaba mojándose y no se tomó la molestia de abrir siquiera el paraguas. Su vestido no era precisamente el más grueso ni el más cubierto, asi que para cuando voltee a verla, ella estaba empapada.
Iba a irme, pero a decir verdad no podía irme asi. Volví sobre mis pasos para cubrirme de la lluvia, si me hubiera levantado unos momentos antes, me habría quedado a medio camino y habría llegado muy mojado. Entró un mensaje a mi teléfono.
“La lluvia está muy fuerte y no has llegado. ¿Estás bien? ¿Vas a llegar tarde? Te extraño.
-Akane.”
Lo miré por un instante y sonreí. Admito que el mensaje llegó justo cuando lo necesitaba. Respondí inmediatamente. Mientras contestaba, Ayasara se acercó a mí sin que yo pusiera demasiada atención.
“Tenía un asunto pendiente. Es todo. Estoy bien, pero no traigo paraguas. También te extraño.”
Fue mi respuesta. Ayasara me miró sonreír mientras guardaba mi celular.
-¿Es tu esposa? –
Preguntó limpiándose las lágrimas. Iba a decir que no era asunto suyo, pero siendo honestos, el coraje desapareció con el mensaje de Akane.
-Sí. Lo es. –
Respondí, encogiendo de hombros.
-Debe ser lindo. –
Respondió ella.
-Lo es. –
Respondí. No era precisamente el tema ni era la persona. Supongo que ella entendió eso, porque se quedó callada. Luego de unos momentos, ella volvió a hablar. Parecía que se había calmado.
-Supongo que, como de costumbre, me excedí ¿No es cierto? –
Comenzó a decir ella. Voltee a verla. Iba a decir que no entendía eso de “como de costumbre” cuando me di cuenta de que, ella siempre se excedió. No era capaz de controlar su coraje. Se regañaba sola después por ello.
Las dos veces que me puso en detención… y antes de eso cuando quería llamar a mis padres por lo del examen. No es que fuera seria o estricta, es que su coraje se salía de control.
-Si soy estricta contigo es porque quiero tu bien. –
Se corrigió ella. Voltee a verla.
-Ya no eres mi Sensei. Ayasara-san. –
Respondí.
-Sobre eso… verás… yo… ya estaba enojada cuando me encontré contigo… y asustada, y arrepentida… fue muy raro… –
Explicó.
-Puedo saber ¿Por qué? –
Esto era lo que teníamos que hacer en el bar, no después. Hablar de lo que pasaba.
-Pues… no me dieron el empleo. –
Respondió ella bajando la cabeza.
-Ya entiendo. –
-No quería volver allí. No quería tener que mirarte… no quería enfrentarte… que es lo que iba a tener que hacer si no me daban el empleo… –
Entonces si estaba huyendo de mí. O más bien, de lo que sentía.
-Mentí cuando dije que estaba conforme. No lo estoy. No estoy conforme, me siento como una tonta cuando te vas. Me siento horrible cuando te veo en clase y no puedo decirte cómo me siento… –
Yo ya vi esa película.
Ayasara bajó la cabeza luego de eso.
-Lamento las cosas feas que te dije. –
Se disculpó. Luego abrió el paraguas.
-Si quieres, puedes… venir. Esperar dentro. Yo te serviría algo de té. –
Ofreció ella. El agua escurría de su ropa. Es que no se cubrió para nada cuando la lluvia comenzó.
-Necesita tomar un baño… –
Respondí. Ella asintió en silencio.
-Vamos. –
Le dije, y ella abrió el paraguas, aunque el único que evitó mojarse a estas alturas, fui yo.
Como no habíamos caminado mucho, tardamos poco en llegar. Caminamos sin hablar durante un par de calles. Ella me miraba por unos momentos, parecía querer decir algo, pero no podía y se quedaba callada. Asi estuvimos hasta que llegamos.
Ella dejó sus zapatos y entró a su casa, dejando pequeñas huellas en la alfombra porque sus medias estaban mojadas de todos modos. La lluvia arreció mientras entrabamos.
Yo solo me senté, sin decir nada en una de las sillas de su comedor. Ayasara tampoco dijo nada, solo entró en silencio. En algún momento, tuve la impresión de que podía pasar algo, pero con las cosas como estaban, sinceramente pensé que era mejor si respetaba su decisión.
En cierto modo, si la forcé a decir que sí.
Pero con la lluvia como estaba, y con las cosas como estaban, decir algo como “me voy” y marcharme, era solo ser inmaduro. Tampoco es como que me pueda permitir enfermarme, mucho menos ahora mismo, que acabo de salir de una enfermedad hace apenas unos días.
Incluso me gané una detención…
Las cosas que uno hace por las mujeres…
-Voy… voy a darme un baño… ¿Puedes esperar? –
Preguntó ella.
-Pues… parece que no tengo opción. –
Respondí, mirando a la ventana. Había truenos en el cielo. Ella asintió con la cabeza y subió.
La escuché llorar en la bañera.
Me sentía mal por ella. Lo admito. A pesar de todo lo que dijo, a pesar de que realmente me sacó de quicio en la cita, yo recordaba todavía lo que es llegar a una casa sola. Ni siquiera quieres estar allí. Puede que la razón de que nos encontráramos, es que ella simplemente no quería estar aquí, sola. Otra cosa es que pensaba seriamente que, tal vez, yo no era el más indicado para solucionar eso. Ahora… ello dirá.
Suspiré. La primera vez que la toque, era el fantasma de primavera. Llovía también, y también escuché ese llanto que ahora mismo inundaba la casa por lo silenciosa que es.
¿Por qué dejé de ser el fantasma de primavera?
Me pregunté durante un largo tiempo eso. Ahora tenía la respuesta. Estaba bañándose.
No puedes hacer feliz a una mujer solo con sexo.
Es la verdad.
Ni siquiera es como que estés aliviando su soledad, ni un poco. Porque no puedes hacer nada si no eres intimo con ellas. Y el sexo trae un montón de cosas a la mesa que uno no tiene en cuenta. No puedes solo ir, decirles cosas bonitas, y desaparecer. La vida no funciona asi.
Eso fue lo que Ayasara me enseñó.
Ni siquiera he vuelto a hablar con Kamine. Es que, ahora su relación reclamaba tiempo, atención, esfuerzo. Y lo que empieza con “solo sexo” casi siempre termina o llevándose tu vida entera, o desapareciendo. A la larga, el sexo no basta.
Me puse de pie.
Mejor me hago responsable de una vez. Tal vez pueda terminar esto de manera elegante. Ya saben, dejando una buena imagen.
Fui hasta allá, y toqué la puerta.
-Ayasara. –
Escuché que alguien tuvo un sobresalto al otro lado, es que la interrumpí mientras lloraba.
-¿Si? No… espera… no tardaré, lo juro yo… –
-Voy a entrar… –
Respondí.
-¿Qué? No… espera… –
Y abrí la puerta. Ella estaba de pie, en la bañera.
Ah, cielos, era hermosa. Pero no vine a eso. Suspiré en cuanto la vi, ella se cubrió el cuerpo con sus brazos.
-Escucha… yo no puedo hacer más estas cosas… no deberías estar aquí. Yo no tengo esas intenciones y… –
La interrumpí, sin acercarme.
-No es eso. –
Respondí. Ella bajó la cabeza.
-¿Qué es entonces? –
Preguntó ella, enojándose inmediatamente. Sonreí. Las mujeres son mujeres en todos lados. No puedes decirle a una mujer “No quiero tener sexo contigo” eso hiere su ego. Poco importa si ellas tienen o no esa intención.
Suspiré.
-Perdón. –
Hice una reverencia. Ayasara empezó a quejarse.
-¿No puedes esperar a que salga? –
Preguntó ella.
-Si pero, tenía que decirlo. –
Respondí. Firme.
-Si de verdad estás tan arrepentido, entonces espera allí fuera. –
Se quejó. Me di la vuelta.
-Oye… –
Me llamó, voltee a verla.
-Tú… no irás a desaparecer ¿cierto? –
Preguntó Ayasara. Lo sabía, los truenos le recordaban cosas malas.
-Es que… también llovía… en mi sueño… –
Explicó. Creo que hablaba de que la primera vez que vine como fantasma, desaparecí sin explicación alguna.
-No. –
Respondí simplemente. Simplemente no pensaba que desaparecer fuera una opción, pero más que eso, aquello me trajo varias cosas a la cabeza.
Me di la vuelta y salí del baño después.