Capítulo 13: Hábitos Reproductivos de los Conejos.
Cuando regresé a casa, lo primero que hice fue buscar a Akane, pero no estaba allí. La cosa se aclaró un poco cuando al mirar afuera, me di cuenta de que el auto de Sanae no estaba tampoco, asi que no estaban ninguna de las dos.
Supuse que Sanae había llevado a Akane al súper o algo asi.
Kurimo fue quien bajó las escaleras después. Yo todavía tenía la imagen de lo que había visto en Kirara y también tenía preguntas para Kurimo, por lo que no pude evitar interesarme en ella en ese momento.
Ella sin embargo, explicó.
–Tu esposa tenía cupones para algo en el salón de belleza, y ha ido con Hanagima–chan y Akiyama–chan después de los quehaceres. –
Explicó Kurimo.
– ¿Y tú te quedaste sola? –
Pregunté.
–Alguien tenía que darte de comer. –
Respondió ella, con evidente placer al momento que colocaba los platos en la mesa.
–Ahora eres una linda esposa. ¿No es cierto? –
Pregunté, sonriendo, mirándola ir de aquí para allá, con ese cuerpo que parecía querer reventar la ropa. Rayos, si me dejó muy impresionado lo que pasó…
¿Me impresionó Kirara? ¿O Nowaki?
Kurimo se dio cuenta de que estaba mirándola, pero negó el cumplido.
–Alguien tenía que darte de comer, eso es todo… –
Respondió ella, pero se notaba bastante que estaba siendo modesta. Ella puso otro plato sobre la mesa y esperó.
– ¿No comerás? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
–Tal vez después. –
Dijo, yo comencé a comer, porque no quería incomodarla de más, y estaba mirándola demasiado. Mientras comía, ella sirvió un poco de té. Nuestras manos se juntaron y ella volteó a verme sonriendo.
Yo solo decidí terminar de comer. En eso estaba cuando de pronto, Kurimo dejó escapar lo que pensaba.
–Pareces un conejito… –
Comentó ella. Yo voltee a verla y ella se tapó la boca inmediatamente, dándose cuenta de que lo había dicho. Me reí levemente después de eso.
–Lo siento, no quise decirlo… –
Respondió ella. Yo tomé un poco de miso.
–Pero lo pensaste… –
Respondí, Kurimo bajó la cabeza.
–No… bueno si, pero… no quería sonar asi… no me burlo de ti, ni nada… –
Respondió Kurimo. La miré por un momento, Kurimo miraba al suelo. Fue cuestión de unos instantes, me puse de pie, ella me miró y echó a correr. Y yo corrí detrás de ella.
Nunca habíamos hecho algo asi. Normalmente éramos tranquilos. No sé. La soledad nos afectó un poco, o tal vez es que ella había estado pensando en esto al igual que yo. El caso es que estaba persiguiéndola por la casa y ella parecía bastante feliz de ser perseguida.
Tal vez esta era otra de las cosas que ella siempre quiso hacer pero le daba miedo parecer infantil o algo asi.
Hasta que la acorralé contra la ventana. Kurimo me miró, sin poder ocultar su sonrisa. No dijo nada, solo puso sus manos inocentemente al frente, como para detenerme.
Cuando alcanzábamos a alguien en la escuela elemental, lo llevábamos de vuelta a la barda sosteniéndolos una mano en la nuca, como si estuviera detenido por la policía, ese era el juego.
Ignoro si las niñas jugaban igual, supongo que no. Lo digo por lo que paso después.
–Te atrapé. –
Anuncié, ella solo bajó la cabeza, pasó de mí para volver a la mesa, y yo le puse dos dedos en la nuca, detrás del cuello. No sé si mi subconsciente solo quería tocar su piel, o si estaba repitiendo el juego de la escuela elemental, pero su reacción fue más que solo clara.
–Kyaaaa…. –
No fue un grito, fue más como un suspiro, mientras alzaba las manos.
–No… no hagas eso… –
Se quejó ella, agachándose para librarse, pero no la solté, no estaba presionándola, pero Kurimo pareció perder la fuerza por completo.
–No sabía que tu cuello era asi de sensible. –
Comenté. Ella negó con la cabeza, respondió con un susurro que de no haber estado los dos solos, no habría podido escuchar.
–Ta–tampoco… tampoco yo… –
Respondió ella, estaba respirando pesadamente. No creo que fuera únicamente mis dedos sobre su cuello, pero no hay duda de que era eficaz.
–Bueno, eso me viene bien. Ahora levántate… –
Kurimo se levantó como pudo, y como no la solté, ella echó su cabeza ligeramente hacia atrás. La hice caminar de vuelta a la mesa.
–Por favor… suéltame… te lo imploro… yo… –
Iba diciendo mientras caminaba, hablando en voz baja.
– ¿Eh? ¿Y porque iba a hacer eso? –
Pregunté, Kurimo intentó voltear a verme.
–Porque si no me sueltas… yo… no podré… satisfacerte… –
Respondió ella, a media voz. Sus rodillas parecían temblar y sus piernas estaban juntas, pareció dejarse caer, asi que la sostuve solo con un poco más de fuerza, su trasero dio un respingo y ella soltó un suspiro.
–Entonces si es un punto débil… –
Comenté, estaba empezando a disfrutar de esto, Kurimo asintió con la cabeza varias veces. Ella siempre ha sido especialmente sensible al tacto, pero creo que la parte de atrás de su cuello era algo que realmente la excitaba mucho.
Puede ser que ella ya estaba excitada cuando comencé a perseguirla.
–Ma… Mancharé mi ropa… por favor… por favor… –
Suplicó. No estoy seguro de que ella quisiera que la soltara, es decir, no estaba forcejeando para nada.
–Estas exagerando… –
Respondí, comenzando a mover mis dos dedos (que era los que estaban sujetándola) en su cuello. Kurimo comenzó a balancearse en un intento por no dejarse caer.
–Es en serio… –
Se quejó ella, sosteniéndose con fuerza de la mesa. Lo único que hice fue doblarla hacia el frente, sin ninguna resistencia, y colocar su mejilla sobre la mesa. Todo esto mientras ella balanceaba su trasero en lo alto.
–Muy bien, no queremos que manches tu ropa, eso no estaría bien ¿No es cierto? –
Pregunté, Kurimo ya no respondió. Supongo que en ese momento aceptó su suerte, y que no, no iba a soltarla pronto.
Levanté su falda, unas pantis rosadas y con encajes salieron a la vista, ya estaban muy mojadas, asi que no quedaba mucho que salvar. Kurimo estaba a punto de explotar a este punto.
– ¡Que cruel! –
Se quejó ella.
– ¿De qué hablas? Dijiste que no querías manchar tu ropa… asi que la vamos a quitar… –
Respondí, y asi como estaba bajé sus pantis hasta las rodillas. Todo esto mientras continuaba masajeando su cuello, con bastante delicadeza a decir verdad.
–Eso no es… lo que… lo que dije… –
Respondió Kurimo, conteniéndolo con todas las fuerzas que le quedaban.
– ¿Hablas sobre lo de satisfacerme? No te preocupes por eso. –
Respondí, mirándola a los ojos. Ella se quedó en silencio.
–El caso es, que voy a hacer bebés contigo hasta que esté satisfecho. Si te desmayas, pues tendré que seguir de todos modos. –
Su trasero se movió como si estuviera empujando dentro de ella, y en unos instantes, escuché el ruido de lo que había caído en la alfombra. Kurimo solo me miró a los ojos, mitad sorprendida, mitad excitada, respirando con dificultad.
–Ah, ahora eres tú quien parece un conejito… –
Le dije, sonriendo. Ella se levantó, terminó de quitarse las pantis y las arrojó al suelo, sin decir nada y sin dejar de mirarme, luego volteó a la puerta por unos momentos, y sin más, se abrió la blusa apresurada, luego me miró.
– ¿Aquí está bien? –
Pregunté, porque ella no estaba haciendo ningún esfuerzo por cubrirse. Kurimo asintió con la cabeza.
–Dilo de nuevo… –
Pidió Kurimo.
– ¿Qué exactamente?¿Que seguiré hasta que esté satisfecho? –
Pregunté, ella sonrió y asintió, se acercó a mí y me dio un beso obsceno en los labios.
–Y que soy un conejito. –
Bueno, los conejos se aparean bastante seguido… y tienen muchos bebés. Tiene que haber sonado muy dulce dentro de su mente.
¿Por qué siempre son animales? Me preguntaba en ese momento, pero la complací en eso también.
–Eres un conejito… –
Le dije. Kurimo se acercó a mí, balanceándose levemente, y luciendo sus pechos redondos y pesados. Sonrió cuando extendí mi mano para tomar uno de sus senos, luego cerró los ojos.
– ¿Vas a quejarte porque toco esto también? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–Yo no sabía… que mi cuello… era tan sensible… –
Respondió Kurimo a media voz, poniendo sus manos atrás de ella para dejarme hacer.
–Todo tu cuerpo es sensible… –
Respondí, poniendo mi otra mano sobre uno de sus muslos, su cuerpo tembló completo mientras ella mantenía los ojos cerrados.
–Lo siento… ya sé que soy una cualquiera… como una hembra… en celo… permanente… –
Respondió Kurimo, eso puso un problema directo en mi pantalón, que Kurimo notó cuando se acercó un poco a mí.
–¿Sabes cómo hacen… las conejitas… para invitar? –
Preguntó Kurimo.
–Me gustaría una demostración… –
Respondí, masajeando su pecho con más firmeza, al tiempo que la sostenía de la cintura. Kurimo tuvo un sobresalto, pero se repuso. No abrió los ojos, pero igual giró la cara.
–Es muy sucio… –
Explicó ella alejándose después para hacer su demostración.
–Se colocan en el suelo… –
Y lo hizo, Kurimo no solía ser tan demostrativa, asi que todo era bienvenido. Otra cosa es que su explicación era extraña por el sonido de su respiración.
–Levantan… su trasero… lo más que pueden… y… luego separan sus rodillas… para que… el macho vea… y… –
Volteo a verme con la cabeza pegada al suelo.
–Lo llaman diciendo… pyon… pyon… –
No sé si debería tomarlo como una clase de biología, supongo que no. Lo cual no importaba para nada en ese momento porque era estúpidamente incitante.
Su vagina estaba expuesta, escurriendo a este punto y por la posición, podía distinguir que palpitaba levemente.
Bajé mis pantalones y mi ropa interior para poder comenzar. Los pechos de ella estaban en el suelo y ella volteaba a verme, aun asi, su trasero estaba en el aire.
–Te has vuelto bastante pervertida últimamente ¿No lo crees? –
Pregunté, acercándome, ella no dijo nada, solo hizo un movimiento con la cabeza, asintiendo. Me acerqué a ella y comencé a tocarla, recorriendo la parte interior de sus muslos con mis dedos, ella se estremeció, pero no trató de quitarse o cubrirse.
El calor que salía de su vagina comenzó a llamarme de algún modo, asi que lo primero que hice fue meter dos dedos dentro de ella. Kurimo soltó un suspiro, pero no dijo nada ni se movió de su lugar. Si mal no recuerdo, puedes hacerla gritar bastante alto si lo haces lo suficiente rápido y le dices cosas, que le hagan notar lo pervertido que es lo que estás haciéndole.
–Primero tengo que revisar que esté lista. No puedo usar tu cuerpo si no está mojado aquí ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella no dijo nada, pero conforme comenzaba a mover mis dedos arriba y abajo, acariciando sus paredes, pude ver como ella encogía los dedos de sus pies.
–¿Tú qué opinas? ¿Está lista? –
Pregunté, insistiendo. Kurimo soltó un pequeño chillido.
–No… no sé… –
Respondió ella. Saqué mis dedos un momento, las palpitaciones se volvieron más intensas, su respiración también, y desde donde estaba, podía ver como su espalda se levantaba levemente al respirar.
–¿Qué tal ahora? –
Pregunté, Kurimo tembló.
–Si… está lista… está lista… –
Respondió. El tener que responder eso la excitaba tanto como recibir mis dedos. Kurimo es asi, lo sé porque al responder, Kurimo comenzó a escurrir por la parte interior de sus muslos. No pude evitar preguntarle.
–Dime. ¿Crees que los conejos hagan esto? –
Y sosteniendo sus piernas con firmeza, llevé mi lengua a su vulva, muy suavemente, lamiendo lentamente sus paredes exteriores, asegurándome de que pudiera sentir muy claramente la punta de mi lengua sobre su parte más privada.
Kurimo comenzó a gemir muy suavemente, eso ya era un avance. Aun asi, trató de componerse para responder.
–Ta… tal vez… si lo hacen… si son muy cariñosos… o si su conejita… les gusta mucho… –
Cambió de término para referirse a sí misma, eso también tenía su significado. Por demás, podía decirse que ella estaba disfrutando mucho de esto. Me detuve para responderle.
–Espero que sí lo hagan… especialmente si son tan bonitas… –
Respondí, y continué lamiéndola y acariciando sus piernas. Kurimo movía sus caderas suavemente siguiendo el ritmo de mi lengua. No era hora de ser malo con ella, estaba en una posición muy vergonzosa y no estaba negando nada.
No había necesidad de molestarla, solo hacerla hablar.
–Esto es… tan sucio… y tu lengua… que vergüenza… –
Se quejó ella, contorneándose y hablando en medio de suspiros. Mientras la lamía, sostenía sus piernas porque estaban temblando y amenazaban con dejarla caer.
–¿Debería detenerme entonces? –
Pregunté. Por toda respuesta, Kurimo movió su trasero, acercando su entrepierna a mi boca, soltó un pequeño chillido cuando al lamer su clítoris, ella comenzó a tener espasmos. Se estaba viniendo, y néctar de amor salió de ella, pero no fue tanto como para decir que los expulsó.
Sus piernas se negaron a seguir en esa posición y su trasero lentamente bajó al tiempo que sus rodillas resbalaban en el suelo.
Me erguí un poco y la tomé de la cadera, dándose la vuelta. Era una maravillosa imagen para ver. Kurimo con la falda recogida y las piernas acomodadas a un lado, sudando, con el cabello revuelto y la cara roja, su blusa descubierta y con sus pechos redondos y grandes en plena vista. Y sonreía.
Puse mi pene en su entrada, entrada que Kurimo se apresuró a alinear para que no tuviera problemas para entrar en ella, sostuvo la parte inferior de sus pechos con su antebrazo, todo sin dejar de mirarme.
–Dime… ¿En esto pensabas cuando decidiste que no irías? –
Pregunté. Puse una mano sobre sus muslos, preparándome, pero no entré, Kurimo asintió. es decir, era más que obvio, pero quería que lo admitiera. Kurimo fue incluso más allá.
–Lo pensé toda la tarde… incluso… lo hice sola… y… no bastó. –
Kurimo se puso un poco sentimental en ese momento.
–Por favor… haz bebés conmigo… por favor… –
Era una petición sincera. Podía haberla molestado con eso, pero tuve la impresión de que eso no formaba parte del extraño jugueteo que estábamos teniendo aquí. Por eso no lo hice.
Acaricié su cabeza, inclinándome un poco sobre ella. Eso le permitió acomodarse debajo de mí con las piernas separadas, y ella usó eso para envolver mi cintura con sus piernas, como a ella le gusta.
–Lamento que hayas tenido que hacerlo sola, Kurimo. –
Le dije, acercándome a ella con suavidad.
–¿No te molesta? –
Preguntó ella.
–No lo creo. Supongo que hacía falta pasar tiempo a solas tú y yo. –
Respondí, aquello resultó demasiado directo para ella y giró la cara levemente.
–Tú… siempre me entiendes… –
Fue lo único que dijo. Lo tomé como una señal.
Comencé a abrirme paso dentro de ella mientras acariciaba su cara, luego moví mi mano a su cuello. Kurimo se retorció, arqueando la espalda y empujándome hacia ella con sus piernas.
–Perdona… por ser tan impaciente… –
Se disculpó ella cuando estuve dentro, yo sonreí.
–No es problema, siempre y cuando no te enfades cuando haga un desastre de ti… –
Eso hizo que sus paredes se contrajeran, aun no estaba mirándome.
–No… no debí portarme asi… pero me volvió loca… como me mirabas cuando… me perseguías… lo siento… –
Respondió ella, por toda respuesta, comencé a empujar, pero Kurimo comenzó a enloquecer mucho más rápido de lo normal. Continuó quejándose, o disculpándose, alguna de las dos.
–No es intencional… no puedo controlarlo… –
Explicó.
–No tienes que controlarlo…–
Respondí, empujando con suavidad. No estaba haciéndolo lentamente, pero tampoco puedo decir que estaba usando demasiada fuerza o velocidad. Kurimo volteó a verme con lágrimas en los ojos.
–No me digas eso… No me veas… no me veas… –
Aumenté el ritmo y Kurimo comenzó a hacer ruidos perfectamente audibles. Intentó taparse la boca, pero no funcionó. Intentó cubrir su cara con sus brazos, pero la sostuve de sus muñecas para apartarlos.
Kurimo se quejó.
–No me veas… no quiero que veas… mi rostro… –
Forcejeó un poco, pero como no dejé de empujar, pronto, Kurimo comenzó a venirse.
Después de unos momentos, Kurimo estaba acostada en el suelo y yo estaba sosteniendo sus brazos para que no pudiera cubrirse. Ella mantuvo la mirada en otro lado. Sus pechos resaltaban mucho porque ella estaba respirando con dificultad.
–Actué como una loca… este es mi castigo… –
–Kurimo… yo… –
Creo que me excedí un poco, pero ella no dio muestras de enfadarse. Aunque se quejó de todos modos.
–Eres un hombre cruel… –
Se quejó ella, no estaba muy seguro de que decir, asi que no dije nada. Estaba deleitándome con lo que estaba viendo, eso también es cierto. Kurimo hizo una pataleta sobre esto.
–¿Por qué tenías que verme? Te dije que no… –
Creo que esta era la primera vez que su propio deseo la traicionaba. Quiero decir, normalmente era yo quien tenía todo el control.
–¿Puedo ser sucia? –
Preguntó. Yo no quería forzar nada, pero tenía la impresión de que, dentro de todo esto, Kurimo estaba tratando de decir algo importante.
–De acuerdo… –
Kurimo se cubrió la cara con los brazos mientras exponía su trasero hacia mí.
–Quiero más… –
Lo supuse, pero el hecho de que ella lo dijera, era reconfortante para mí. Coloqué mi pene en su entrada de nuevo, pero ella no había terminado.
–Quiero desmayarme… y que sigas usándome después… –
Ah, le gustó la idea.
–Tanto desastre y pataleta para nada… –
Reclamé al tiempo que metía mi pene dentro de ella. Incluso me había hecho disculparme, por una pequeñez. Pero es que ella no lo veía asi.
–¿No te molesta?… que sea… pues… asi… –
Se quejó ella, pero ya estaba empujando. Kurimo comenzó a gemir mientras empujaba, pero mantuvo conciencia para preguntar.
–Ya te dije que no me gusta que fuerces cosas que no son verdad… –
Respondí, ella oprimió sus pechos con sus antebrazos. Yo tomé uno de ellos y lo apreté. Kurimo dejó salir néctar de amor mientras empujaba. Sus gemidos eran perfectamente audibles ahora y su vagina estaba succionándome bastante intensamente.
–Entonces… –
Comenzó a decir, pero se corrigió.
–No… no es nada… no dije nada… –
Dijo ella. Creo que sé cómo sacarle las palabras. Me detuve por un momento.
–Si me haces olvidarlo saldré y pondré mi semen fuera, Kurimo. –
Amenacé, ella abrió los ojos.
–No pero… es decir… –
–Aquí viene… –
Insistí, Kurimo puso su mano sobre la mía, la que acariciaba su pecho, y cedió.
–De acuerdo… de acuerdo… lo diré… lo diré… –
Admitió ella. Comencé a empujar lentamente de nuevo. Kurimo trató de recomponerse para explicar.
–Lo que hiciste antes… –
Dijo ella. No fue muy específico, pero yo solo empujé con más fuerza, dentro de ella, Kurimo tuvo un respingo.
–Afuera… con… bueno… tus dedos… más bien… tu… pues… entró y… –
Creo que ya sé de lo que hablaba. Una vez estábamos afuera y mientras lo hacía con ella, metí uno de mis dedos en su trasero. No habíamos hecho mención del tema desde entonces pero…
También tengo que admitir que no podíamos conversar asi antes. Su vergüenza no se lo permitía.
–¿Lo harías de nuevo? –
Preguntó ella separando sus piernas por completo ahora.
Inmediatamente se arrepintió de haberlo dicho, lo digo porque puso su antebrazo sobre su cara de nuevo.
–Soy una ramera… soy horrible… lo siento… –
Se quejó ella.
–Claro que no. Todos los conejitos lo hacen. –
Fue mi respuesta, ella se descubrió para mirarme.
Ya sé. Lo que dije no tiene nada de sentido. Pero no tiene que ser lógico, solo tiene que hacerla feliz.
Le inventaré un cuento de hadas para tenerla contenta.
–¿En serio? –
Preguntó ella, mirándome. No creo que ella realmente crea que los conejos normales hacen algo como eso. Lo que ella estaba preguntándome es si en serio lo encontraba normal.
–Bueno, es que no sabía si te gustaría. –
Respondí, cambiando el tema. Kurimo volvió a cubrirse, tal vez no podía aceptarlo asi como asi.
–No sé si me gusta… –
Comencé a empujar de nuevo al tiempo que jugaba con su trasero un poco, cada vez más cerca… Kurimo comenzó a tener pequeños espasmos mientras comenzaba a tocarla.
Empujé sobre ella, acostándome sobre su cuerpo completamente, al tiempo que metía uno de mis dedos en la entrada que no estábamos ocupando. Kurimo tuvo un sobresalto, pero como estaba sobre ella y prácticamente no podía moverse, soltó un chillido.
El estímulo de mi pene en su vagina y de uno de mis dedos dentro de su ano se volvió demasiado para ella. En un momento, estaba gritando.
–No más… No más… es… es en serio… –
El abrazo de sus piernas se volvió más fuerte, y yo creo sin pensar, clavó sus uñas (que no eran muy largas) en mi espalda.
Y eso hizo que todo se viniera… literalmente.
El dolor súbito hizo que empujara más profundo, ella resintió eso y clavó sus uñas en mi espalda con fuerza y haló mientras se venía, y yo comencé a vaciar mi semen dentro de ella, ella lo sintió y comenzó a succionar…
Fue raro.
Pero fue genial.
Salí de ella por completo y me recosté al lado. Ambos respirábamos con dificultad.
–Eso… eso fue… –
Comenzó a decir, pero guardó silencio después, supongo que en parte por la vergüenza, pero también porque necesitaba respirar. Estaba toda sudada.
Volteó a verme después.
–Me estoy volviendo toda una mujerzuela ¿No es cierto? Si dije algo sucio antes… lo siento. No estaba pensando con claridad. –
Comentó ella.
–¿Eran mentiras? –
Pregunté, mirándola, aunque ya sabía la respuesta. Kurimo suspiró y se incorporó, poniéndose de pie. Tal vez Kurimo entendió que ser honesta era más importante ahora que mantener una imagen, una imagen que de todos modos no podría sostener, especialmente si sus deseos la traicionan asi.
–Bien, yo… no tienen que serlo… si tu quisieras… yo… –
Como yo aún estaba acostado, me puse de pie.
–Ya sabía que eres asi, Kurimo. Y… no has dejado de gustarme. No pienso mal de nada de estas cosas, y no puedo culparte si soy yo el que ha estado insistiendo en que seas honesta ¿No es cierto? Nunca me he creído aquella imagen que tratabas de aparentar… si es lo que estás nerviosa de admitir. –
Ella bajó la cabeza.
–¿Ni un momento? –
Preguntó ella.
–Te… levantaste la falda por tus propias manos, Kurimo. No llevábamos veinticuatro horas de conocernos… –
Kurimo volteó a verme alarmada.
–Sí, pero ¡Fue solo por ti! –
–Eso ya lo sé. No tiene nada que ver con el hecho de que dude de ti o algo asi. Pero admito que eso me hizo entender un poco sobre ti. –
Respondí. Kurimo suspiró finalmente.
–Creo que entiendo mejor ahora. Tú no haces esto por el placer de avergonzarme. –
Comentó Kurimo. Me gustaba verla avergonzada, y me agrada la idea de que ella lo disfrute también, pero no dije nada, solo la miré mientras trataba de sostenerse.
–Tu querías esto… querías que fuera asi. Tú no preguntas para avergonzarme, preguntas para saber… tú quieres saber. –
Comentó ella, parecía… molesta por alguna razón, pero luego batió la cabeza, como tratando de concretar su idea.
–La verdad Kurimo, es que siempre he pensado que estas cosas son mejores asi. –
Kurimo me miró, como dudando.
–Yo nunca digo esto pero… tengo miedo también, de que pienses mal de mí y esas cosas. No es que yo quiera ser asi. Pero a ti ha empezado a molestarte que te mienta. Lo entenderé si es eso. –
Kurimo es la obstinación andando. Y se autocastiga muy duro para mi gusto.
–Tienes una forma un poco dura de decirlo. –
Comenté. Kurimo asintió y miró al suelo.
–Estoy atrapada ahora, y… no sé qué debería hacer. Asi que me someteré a tu consejo. Si digo las cosas que tú quieres saber, estoy siendo desagradable, y si no las digo, entonces soy una mentirosa. ¿Cuál prefieres tú? –
–Yo no creo que seas desagradable, Kurimo. –
Respondí.
–¿No importa lo que diga? –
Preguntó ella, fue un poco directo, pero suspiré y le respondí lo que realmente pensaba. Era lo mejor.
–Si lo dices de verdad, si realmente lo sientes, entonces, no importa lo que sea. Estaré feliz de escucharlo. –
Kurimo suspiró, y luego lo dijo:
–Me gusta el sexo. –
Fue lo que dijo.
–Me gustas tú… y me gusta lo que haces. No puedo evitarlo. Y está empezando a darme miedo. Bueno, ya me daba miedo, pero ahora más…–
Explicó, sus ojos se llenaron de lágrimas.
–Te odié anoche ¿sabías? Y me odie a mí misma ayer porque tú te quedaste con tu esposa. Y tal vez no soy lo suficientemente linda, o lo suficientemente bonita para tenerte conmigo. Tal vez no soy un adulto, aunque a veces dices que sí. –
Ella hizo ademan de limpiarse las lágrimas, yo sólo me acerqué a Kurimo y acaricié su cara. Ella continuó su confesión.
–Odio cuando te vas a trabajar… y ya sé que eso es irracional, pero lo odio de todas formas. –
Explicó. Yo solo la miré y acaricié su cara. Estaba siendo muy caprichosa aquí. Creo que asi es como ella quiere ser. Asi es cómo se comporta cuando sabe que tiene toda mi atención.
Se separó de mí, y se dio la vuelta.
–Admito que estaba pensando en esto cuando llegaste. Admito que me quedé sola con la intención de que hiciéramos esto… admito que intenté hacerlo sola para no verme tan necesitada… pero no me gustó, y por eso estaba asi… –
Explicó Kurimo, todo eso sin mirarme.
–En todo caso, tengo que decir, que también pensaba en ti cuando llegué… –
Respondí, con la intención de que ella se sintiera mejor, pero ella se puso a llorar.
–Lo sé… se notaba. Me sentí culpable… –
Explicó ella, volviendo a limpiarse las lágrimas.
–¿Culpable? ¿Por qué? –
Pregunté, porque no tenía sentido para mí. Ella se explicó.
–Porque quise hacerlo sola. Sentí horrible. Sentí que te estaba mintiendo… Tú llegaste y me miraste, asi como me miras cuando piensas que soy especial… y yo ni siquiera pude contenerlo hasta que llegaras… –
Se quejó ella.
Interrumpí su tren de pensamiento del mejor modo que supe, esto es, poniendo mis labios sobre los suyos. Kurimo se separó de mi avergonzada.
–Entonces… Tú… ¿Me perdonas? –
Preguntó ella, acariciando su cabello una y otra vez.
– ¿Por qué exactamente? –
Pregunté, ella bajó la cabeza.
–Por… mi “infidelidad” –
Me llevé una palma a la frente.
–Kurimo… –
Eso ni siquiera es… ¿De dónde saca Kurimo esas ridiculeces? Ah… no importa.
–Dime si me perdonas… –
Insistió ella, yo solo suspiré la abracé.
–Está todo bien ahora ¿De acuerdo? –
Ya no sé si ella realmente se sentía culpable o solo quería un pretexto para que le abrazara, lo digo porque ella se arremolinó en mis brazos, bastante complacida de sí misma, diría yo. Ya no dije nada, solo la abracé.
–Hay algo más que quiero decir… –
Dijo ella, sin separarse, sosteniendo mis manos con las suyas.
–Ya sé que soy una mujer difícil… yo lo sé. Y que… no siempre puedo decir las cosas que pienso o que quiero. Pero si hay algo, lo que sea… que tú quieras… lo puedes decir. Yo te lo daría. Cualquier cosa… –
Explicó ella, balanceándose.
–Hablamos de… –
Y antes de que pudiera terminar, ella se giró hacia mí y me puso un dedo en los labios.
–Hablamos de lo que tú quieras. Lo que sea… –
Asentí con la cabeza, y ella se separó de mí.
–Ahora… voy a mi cuarto. –
Dijo ella, tomando ligeramente mi mano, se soltó y se dio la vuelta.
–Verás, hay un conejo que no ha parado de mirarme y está volviéndome loca. Y antes de volver a… “presentarme” quiero… deshacerme de estos estorbos ¿sabes? –
Explicó ella, halando su propia manga de su blusa. Creo que Kurimo se hallaba un poco incómoda, a medio vestir y eso. Avanzó un par de pasos, y volteó a verme, con la cara roja.
–Pyon… –
Dijo, y subió las escaleras a toda prisa.