Capítulo 30: La Última Misión
Sanae fue obligada a hacer lavandería luego de lo que pasó, y como era su culpa, no hubo ninguna objeción de su parte. Akane sirvió de desayunar mientras Minase, Kurimo y Nowaki me miraban y se reían. Yo hice lo que pude para soportar la vergüenza. En todo el rato, Akane no me dirigió la palabra, y en cuanto quise hablarle, ella se dio la vuelta, tomando su teléfono.
Luego de un rato, tuve que salir por algunas compras. Minase se acercó a mí una vez que salí de la casa, miró a ambos lados y me siguió alcanzándome.
– ¿Tenía que ser tan notorio? –
Pregunté, porque ahora estaba en problemas con Akane.
Minase encogió de hombros.
–Ella quería. ¿Qué puedo decir? Fue divertido. –
Comentó Minase, mirándome. Ella tiene que haberse dado cuenta de que yo no estaba tan de acuerdo, porque continuó:
–¿Sabes? cuando ella se fue de casa, yo entré a su habitación, y leí su diario… –
Me dijo.
–¿Leíste su diario?–
Pregunté. Ella encogió de hombros.
– ¿Recuerdas cuando me dijiste que tenía que ser honesta con ella sobre lo que sentía y eso? bueno, ella se escandalizó y me dijo que eso era indecente. Ella no estaba en posición de juzgar nada. ¿Sabes? No tienes una idea de la cantidad de barbaridades que ella escribió. –
Sonreí para mí mismo, batiendo la cabeza.
–Si bueno, es su diario. No se supone que lo leyeras… –
Respondí.
–Onee–chan puede considerar esta ocasión mi venganza por todo lo que me dijo cuándo le comenté que me gustaba el cuerpo de los hombres. Se lo merece. Lo hice tal y como ella lo describió… –
– ¿Hiciste qué? Es decir… Oh demonios… ¿No te parece que se va a dar cuenta de que es justo como en su nota? –
Pregunté, algo alarmado.
–Bueno, en su nota era Okaa–san la que le decía esas cosas, no yo, pero ten por seguro que se dio cuenta. Te lo dije. Fue divertido… –
Eso me dejó la cabeza en blanco.
–Tienes que estar bromeando… –
Minase soltó una carcajada.
–Ya me di cuenta de cuál es tu problema, estas asustado de ella. Asustado de hacer o decir algo que la lastime. –
Respondió Minase.
–Bueno es que… –
Comencé, Minase me dio el dedo en la frente.
–Deja de hacerlo. Le darás la impresión de que estás con ella por lastima. Tienes que estrujarla y zarandearla, como con las demás. Es lindo cuando eres considerado, pero una por fuerza se pregunta si lo haces por amabilidad, por cariño… o por lastima. –
Explicó Minase. Puede que tuviera más razón de la que yo quería darle en ese momento.
–¿Sigues diciendo que la consiento demasiado? –
Pregunté. Minase se rio.
–Los hombres son estúpidos ¿verdad? Digo… que tienes que ser rudo con ella, incluso consintiéndola. Si quieres saber el secreto te lo puedo decir… pero va a costarte. –
Dijo ella.
–Sabes que diré que si… –
Respondí, mirándola de reojo. Minase se paró frente a mí, nos detuvimos mientras ella me miraba a los ojos.
–Y tú ya sabes lo que voy a pedir… –
Respondió ella. Yo encogí de hombros.
–Podías haber aprovechado. –
Minase se dio la vuelta.
–Qué asco. No. –
Respondió ella.
– ¿Qué? No comprendo… –
Minase suspiró.
–Quiero que sea para mí. Sabes como soy. Si Onee–chan está allí, tanto tú como yo, estaremos pensando en ella… tratando de no herir sus sentimientos… no quiero eso. Si pierdo el control… y tú me haces perder el control…–
Explicó Minase. Yo suspiré. No creo que Sanae soportaría las cosas que Minase decía. Una cosa es decirle sucia y pervertida, otra cosa completamente diferente es decir que no sirve como mujer. La clase de cosa que Minase diría en ese momento.
–En eso también tienes razón. –
Respondí.
– ¿Qué dices? ¿Tenemos un trato? –
Preguntó ella sonriendo.
–De acuerdo. –
Minase soltó un suspiro.
–Mírame aquí, rogando por amor. Soy patética. –
Comentó.
–No tienes que rogar. Puedes comenzar a exigirlo… –
Respondí, ella sonrió, y sin decir nada, me puso los brazos en el cuello. No sé qué fue, pero mi corazón latió con fuerza.
–¿Eh? ¿En serio? Yo digo que te volverás loco con más chicas exigiendo amor todo el tiempo… –
Me retó.
–Puedo con ello. –
Respondí. Minase me dio un beso en los labios, casi forzándolo sobre mí. La última vez que nos besamos tuve que agacharme. Pero ahora mismo, parecía bastar con que ella se pudiera de puntitas. La maldita incluso se relamió. Me empujó lejos después.
Dos personas nos miraron al pasar, pero había pasado mucho desde que dejé de prestar atención a esas cosas, tanto, que ahora ni siquiera me molestó. Lo noté, pero no lo pensé demasiado. Minase resopló.
–No sé qué es lo que tienen las otras chicas en el salón en contra de esto. Saber que un chico tiene tantas mujeres solo hace que me guste más. –
Había escuchado comentarios parecidos de las demás, pero honestamente no lo entendía. Por otro lado, quizá era por eso que los chicos malos y desinteresados siempre consiguen chicas, mientras que los que son buenos y se quedan en casa, no consiguen nada. Algo está mal dentro de la psicología femenina. O la monogamia no es tan natural como nos han hecho pensar.
Hice las compras que tenía que hacer, y volvimos a casa. Antes de entrar, Minase se acercó a mí.
–Ahora mismo, Onee–chan está en algún rincón, escondiéndose de ti. Está feliz, pero tiene miedo de estar feliz y que tu desaprobación le arrebate esa felicidad. ¿Quieres que se vuelva loca? Ve hasta donde está, acorrálala, dile algo sucio, y sal de allí. Te diré el resto cuando hayas pagado tu parte. –
Me dijo Minase en voz baja. Luego me jaló antes de entrar.
–Por favor, no seas lindo. Tiene que ser algo extremo. –
Con el clima como estaba allí dentro, no sentí que fuera una buena idea. Por otro lado, la había liado con Akane, no podía ponerse peor. Cuando entramos, Akane parecía estar esperando.
–Vas a acompañarme. –
Dijo ella. Minase entró como si nada, llamando a Kurimo y subiendo las escaleras.
–¿Acompañarte? –
Pregunté.
–Sí. Porque está visto que no puedes estar un segundo sin hacer un desastre. –
Se quejó Akane, tomando su bolsa.
–Asi que deja las cosas en la cocina, y vas a venir conmigo. –
Estaba muy enfadada.
–De acuerdo, solo… deja lavarme la cara ¿Está bien? Y después de todo nos iremos, lo prometo. –
Le dije. Ella giró la cara.
–No prometas nada. Solo… hazlo de una buena vez. Estoy esperando, Toshikane. –
Dijo y salió de la casa. Suspiré, me merezco el regaño. Fui demasiado lejos. Lo único que me agradaría es una forma de contentarla. Pensando en eso fue como subí las escaleras, me mojé la cara para quitarme el calor y salí del baño. Entre al cuarto de Sanae.
Sanae volteó a verme, se sonrojó y se cubrió la cara con las manos. Esto tenía que ser rápido.
–Vete… no quiero que veas mi cara… –
Me dijo Sanae.
–No vine a ver tu cara. Muéstrame tus pechos. –
Le dije. Sanae se descubrió la cara y me miró, incrédula.
–¿eh? –
Fue el sonido que hizo.
–Apresúrate, tengo que irme… –
Urgí a Sanae, quien al parecer no comprendía. Es decir, acabábamos de hacerlo. Bajo la cabeza y desabotonó su blusa, quitando su sostén para mostrarme.
–¿Qué… que…? –
Sanae quería decir algo, pero no podía quedarme más tiempo.
–Muy bien, ya los vi, me voy ahora. –
Dije, dándome la vuelta.
– ¡Espera! –
Se quejó Sanae. Voltee a verla.
–¿No vas a decir nada? –
Preguntó ella, ofendida.
–Los llenaré con mi semen luego. Ahora tengo que irme. –
Sanae abrió los ojos todo lo que pudo, me fui de allí antes de que ella pudiera reaccionar. En cierto modo siempre quise decirle eso. Minase no mentía cuando mencionó lo de que Sanae solía mostrarme sus pantis cuando podía. Yo miraba sus pantis de cuando en cuando. Fantaseaba con ella en ocasiones. No sé qué parte de ello era solo mi yo en crecimiento y que parte de ello me gustaba Sanae. Nunca lo pensé realmente por estar metido en todas esas cosas de ser huérfano y tener una novia que no era mi novia. Lo único cierto es que no dudé en hacerlo con ella a la primera oportunidad que se me presentó.
––––––––––
Salí de la casa para encontrarme con que Akane estaba parada afuera con los brazos cruzados.
–Bien, admito que pensé que tomaría más tiempo despedirte de todas ellas. –
–Perdón, Akane. No quise hacerte esperar. –
Respondí.
–Bien. No importa. Igual vienes. Vas a acompañarme, Habara llamó hace un rato, quiere que vayamos a su casa… –
Explicó Akane, comenzando a caminar.
–¿”Mos”? –
Pregunté.
–Sí. Nosotros. Puedes hacer eso ¿No es cierto? ¿O es que solo te interesan las chicas que abren las piernas para ti? –
Se quejó Akane, yo me rasqué la cara. Sushake estaba allí, al parecer esperando por su novia, pero sentí que era una mala idea distraerme ahora. Akane caminaba apresurada y su falda blanca parecía tener problemas para contener su trasero moviéndose. ¿Soy yo o es más grande que de costumbre? Me pregunté. Quizá solo era la ropa.
–No es eso… –
Respondí. Akane siguió sin mirarme.
–Pues quiere que vayamos. Es importante. –
Explicó ella, sin explicar nada.
–Entiendo que quiera verte, es tu amiga después de todo… ¿Pero porque yo? –
Akane se desesperó.
–Porque yo lo digo. Por eso. Eso es todo lo que tiene que importar. Es todo lo que necesitas para hacer lo que te estoy pidiendo. Y esto es importante, Toshikane. –
Insistió ella.
–Ya me dijiste que es importante. Pero no me has dicho por qué. ¿Cómo debo saber lo que debo decir? –
Pregunté. Akane se detuvo, llevándose la mano a la frente.
–Vas a fingir que eres su novio ¿Ya? Su madre ha estado molestándola con eso de que debería conseguir un hombre. Asi que si vas, y dices que eres su novio, dejará de molestar. –
Explicó ella, exasperándose. Yo suspiré. Tenía un mal presentimiento de todo esto. Akane nunca en su vida ha dejado ir nada. No creo que todo aquello de “Te voy a quitar a tu marido” haya desaparecido de su mente asi como asi.
–Akane. ¿Estás segura? –
Pregunté. Akane me miró con los ojos llenos de lágrimas.
–¡No! No estoy segura. No estoy segura de nada. Nunca puedo estar segura de nada contigo. ¡Teníamos un acuerdo! –
Akane gimoteó todo eso con los puños cerrados y mirándome con los ojos encendidos. En un instante estaba llorando.
–Akane yo… –
Ella se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo.
–Asi que pensé, que ya que no te importa humillar tu esposa, tal vez podamos usar tu deseo de fingir que no tienes una esposa para algo bueno. –
Sentenció Akane, sin dejar de caminar, cruzó la calle. La alcancé al otro lado, tomando su mano, que ella no me negó, incluso se detuvo, limpiando sus lágrimas.
–Akane, tienes que dejarme pedirte perdón. No puedo hacer más que eso y tratar de compensarte. Asi que al menos déjame hacerlo. Sé que fui demasiado lejos. Sé que teníamos un acuerdo, y sé que sabes que no estaba tratando de lastimar a mi esposa. De eso no se trata esto. Pero si no escuchas, no puedo hacer nada sino mirar, y no quiero verte sintiéndote mal por algo que yo hice. Déjame tomar responsabilidad. Por favor…–
Akane batió la cabeza. Creo que ella lo estaba considerando seriamente, porque su coraje comenzó a bajar.
–Tú y tu sentido de la responsabilidad… no sé dónde estaríamos si no fuera por esa responsabilidad. –
Me dijo. Pensé que estaba reclamándome, pero ella sonrió amargamente.
–Supongo que casados no… –
Comentó ella, mirando al suelo. Yo me paré frente a ella.
–Lo siento. En verdad. –
Le dije, inclinándome. Pude ver que ella volteó a todos lados, como poniéndose nerviosa, pero no me dijo que me levantara, al contrario.
–Todo el mundo nos está mirando… –
Comentó. Yo no levanté la mirada.
–Déjalos que miren… –
Respondí.
– ¿No te molesta? –
Preguntó Akane. Esas palabras bastaron para que yo entendiera que ella encontraba el gesto halagador. Algo de cursi tiene que haber en un hombre pidiendo perdón en público a su esposa. No es algo que harías a la ligera.
–No quiero que estés enfadada conmigo. –
Le dije, ella se rio levemente.
–Amo que haces cualquier cosa para ponerme feliz. –
Dijo Akane, y tomándome de la mano me hizo levantarme. Iba a besarla, pero ella estaba roja como un tomate. No quise que el encanto desapareciera ahora que parecía más contenta.
–Gracias por ser mi esposa, Akane. –
Le dije. Ella no pudo sufrirlo más y se dio la vuelta, avergonzada. Hacia un rato que no veía esa expresión en ella.
–Ya. Vamos, eres un tonto. Mira que decirme esas cosas a la cara. –
Dijo, y sin embargo, no soltó mi mano.
––––––––
Comenzamos a caminar en dirección al centro comercial, que al parecer, era donde deberían encontrarse.
–Entonces ¿No puedes ayudar a Mizumi? –
Preguntó ella. Algo dentro de mí me decía que eso era una mala idea. Akane es una mujer contradictoria, puede ordenarte que hagas algo que ella no quiere que hagas. Y se sentirá mal después por ello, incluso si no te lo reclama, lo sentirá.
– ¿Por qué no mejor me explicas lo que está ocurriendo? –
Pregunté.
–Pues no estoy muy segura. Creo la madre de Mizumi está obsesionada con que ella tenga novio, y creo que no está al tanto de que Mizumi no es asi. –
Explicó Akane.
–O tal vez no quiere estar al tanto. He sabido de casos. –
Respondí. Sí, tenía un amigo en el colegio a quien le gustaban los otros chicos, pero sus padres no lo aceptaban.
–Puede ser también. El caso es que, pensaba que si le decíamos que tú eres su novio, su madre dejará de molestarla. –
Explicó Akane. Suspiré.
La última vez que fui a una casa diciendo “soy el novio de su hija” terminé haciendo una demostración muy clara de que era cierto. En cierto modo temía que se repitiera. Mizumi es linda, no piensen mal, pero, es que no es lo mismo cuando sabes que ella no lo disfruta. Creo que por eso me gustaba tanto Akane y Sanae, porque son muy expresivas con esas cosas. Mizore básicamente se convierte en tu esclava solo porque le complace que estés con ella. Incluso Kurimo es obvia. No hay forma de que pienses que no le gusta.
Con Mizumi era diferente. Te das cuenta de que ella no quiere hacer esas cosas. Tal vez si Akane se lo ordena lo haría, pero eso no quiere decir que lo disfrute tanto como Akane.
Se lo dije a Akane, ella asintió.
–Con honestidad. A veces no sé si Mizumi está siendo honesta o solo quiere quedar bien conmigo. No creo que ella quiera eso tampoco. Es… divertido amenazarla con esas cosas, pero… –
Explicó Akane.
Entonces… ninguno de los tres quiere esto. ¿Por qué vamos a hacerlo?
– ¿Qué tal esto? Vamos, hablamos con Habara–san, y averiguamos si ella quiere o no, o si es algo que valga la pena. ¿No es una mejor idea? –
Pregunté.
–Sí, lo es. Admito que estaba pensando en desquitar mi coraje, no en resolver la situación… de verdad me hiciste enojar, Toshikane. –
–Lo lamento, te prometo que te compensaré. –
Aseguré.
–Más te vale, mujeriego. Hmph. –
Dijo, dándose la vuelta, luego se reconoció a sí misma, y echó a reír.
–Hacía mucho que no hacía ese sonido. –
Dijo riéndose. Yo asentí.
–Es cierto, tenía mucho tiempo que no te veía hacer eso. –
Le dije. Después de unos momentos nos encontramos con Habara, quien sonrió ampliamente cuando miró a Akane.
Comenzaron a conversar mientras caminábamos por el centro comercial. Habara tomó algo del departamento de verduras y dos cajas de poki.
–Kaa–san me encargó esto… –
Dijo cuando tomó las verduras. Akane miró la caja de Poki.
–Esos son para nosotras… –
Dijo Habara. Akane batió la cabeza. En ningún momento me mencionó a mí. Es que, es normal, considerando su situación. Después de un rato de caminar, Habara recibió una llamada por teléfono. Al parecer era su madre, dándole instrucciones o algo.
Luego de eso ella se acercó a nosotros.
–Kaa–san esta atorada en el tráfico. Dijo que iba a tardar más de lo que esperaba. Su novio viene con ella. –
Comentó.
–Su… ¿Novio? –
Pregunté, un poco extrañado.
–Sí, es un hombre que ella se consiguió de no sé dónde. Es de lo más aburrido y pesado que se puedan imaginar. No le presten atención. –
Dijo ella.
– ¿Qué no es casada? –
Pregunté.
–Mis padres se divorciaron hace años, si es de lo que estás hablando. No sé los detalles, pero creo que a Otou–san no le gusta el carácter de Kaa–san. Ella puede ser algo mandona. –
Comentó Habara.
–Entonces ella viene con un hombre… –
Comentó Akane, arqueando una ceja. Habara suspiró.
–Sí, ella siempre trae a su novio de vuelta. Creo que vive a algunas casas de la mía o algo asi. Yo diría que él es muy joven para ella, pero ella sabe lo que hace. –
Explicó. Akane se rio.
–Sí, es muy extraño cuando tu madre tiene novios que podrían ser tus Sempai en el instituto. –
Dijo, riéndose también. De las cosas que se entera uno. Pero permanecí en silencio hasta que Habara se dirigió a Akane sobre mí.
–Entonces… ¿Haremos eso? ¿Él está de acuerdo? –
Preguntó Habara. Asi que era algo que ellas habían hablado. Akane suspiró.
–Bien… yo… –
Comencé, pero Habara lo desechó en un segundo, encogiendo de hombros.
–Si no es posible lo entiendo. Puedo pensar en algo después. No es importante. Yo solo pensaba que podía funcionar y en realidad quería ver a Fumishi–san…y… –
Se quedó callada. Akane sonrió y se acercó a ella.
– ¿Y…? –
Preguntó, parándose frente a ella. Mizumi se derritió frente a la imagen de Akane parada frente a ella con la mano en la cintura.
–Bueno… pues… –
–¿La cerdita quería un pretexto para verme? –
Preguntó Akane, sonriendo. Mizumi asintió con la cabeza mientras juntaba sus dedos, nerviosa. Yo suspiré. Asi que por eso la hizo venir, y para no sonar extraña, agregó el tema de lo de su madre y me metió a mí en esto.
–¿Por qué no dijiste la verdad? –
Preguntó Akane.
–Bueno… yo… –
Comenzó a decir Habara, Akane le puso un dedo en la boca.
–Esto es porque no quise ir al club con ustedes ¿No es cierto? –
Preguntó Akane. Habara bajó la cabeza. Creo que su razonamiento es correcto. Su esposo no la dejó salir la última vez, asi que esta vez, se aseguró de incluir al esposo, de ese modo, no le negarían el permiso a Akane, que es a la que ella quería ver.
Maldita mentirosa manipuladora.
Akane hizo como que estaba enojada. Cruzó los brazos.
–Acabas de meterme en un gran problema con mi esposo… –
Se quejó Akane, Habara bajó la cabeza.
–Lo siento… –
Akane negó con la cabeza.
–Lo vas a dejar jugar. No es mi problema si te lastima ¿Entendido? –
Preguntó Akane.
–Sí, Fumishi–sama… –
Respondió. Yo le puse una mano en el hombro a Akane, pero en vez de insistir, Akane me guiño el ojo. En ese momento llegamos a la que, al parecer, era la casa de Habara. Ella vivía en uno de esos enormes edificios de departamentos caros.
Akane se rascó la cabeza.
–Habías dicho que vivías en Komuori… –
Comentó. Este era el barrio de Howana, lujoso, pero Komuori es donde están las grandes mansiones.
–Oh, aquí vive Kaa–san, yo normalmente estoy en la casa de Komuori, con Otou–san, para que me lleve al instituto. –
Explicó ella, y se adelantó al elevador. Akane me susurró:
–No te preocupes, me las arreglaré. –
Explicó Akane, sin que Habara escuchara. Una vez que subimos el elevador, Habara ofreció:
–Solo tengo que preparar algunas cosas en la cocina y estaremos libres, si Fumishi–chan quiere, podemos ir al pent-house, es lindo, y podemos tomar algunas bebidas. –
Comentó. Era la actitud de una niña pequeña tratando de compartir sus juguetes.
–Tu alcoba está bien. –
Anunció Akane. Eso hizo a Habara titubear.
–Si bien… yo… –
Comenzó a decir. Akane arqueó una ceja.
– ¿Qué tiene de malo? –
Preguntó.
–No es nada, es que… –
Akane sonrió. Pensó que se trataba de una especie de evadir el castigo, y si, solo que no por las razones que imaginamos.
– ¿Rezongas, cerdita? –
Preguntó. Yo contuve la risa como pude.
–No es eso… es que… está muy desordenado… y… –
–No me importa, es normal que vivas en un chiquero. ¿No es cierto? –
Preguntó Akane. Habara me miró como pidiendo ayuda, pero hice como que no me importaba para evitar reírme. Admito que me parecía agradable verlas asi.
–––––––––
Entramos y nos sentamos en la sala. Habara puso dos vasos en la mesita de la sala y luego de lavarse las manos, entró a la cocina, parecía que algo estaba en el horno, pero antes de que pudiéramos decir o hacer algo más, otras dos personas entraron en el departamento.
Habara salió de la cocina en ese momento.
–Kaa–san, pensé que tardabas más… aun… aún no está lista la cena. –
Comentó Mizumi.
–No importa, esperaremos. –
Respondió una mujer, al parecer, la madre de Mizumi. Fue entonces que nos notó.
–Ustedes… son invitados de mi hija ¿Es correcto? –
Preguntó.
La señora era una mujer de esas que podrías llamar ejecutivas, blanca, de cara bonita y mirada dura. Con ropa elegante y un poco entallada como está de moda en las oficinas en estos días, aun asi, se veía espectacular. Dejó los tacones sin mucho esfuerzo. Cabello corto y peinado elegantemente hacia un lado, aretes largos y delicados. Akane y yo nos pusimos de pie, Habara se puso delante de nosotros inmediatamente, tomando el rol de las presentaciones.
–Ella es Fumishi–chan, la amiga de la que te hablé, y él es mi novio… –
Y nos miró a nosotros.
–Ella es mi madre, Habara Reika. –
Explicó. La señora arqueó una ceja.
– ¿Tu novio? –
Preguntó.
–Si… hablando de eso. ¿Dónde está él? –
Preguntó Habara. La señora suspiró.
–Esta estacionando el auto… Por favor, cuida de mi hija. –
Dijo la señora, haciendo una breve reverencia.
-Un gusto, señora… –
Era un problema referirse a ella. Seguro que no va a gustarle que la llame Obaa-san. Ella apenas prestó atención.
-Dime Reika. No me importa. –
Comentó. Lo sabía… es que, ninguna mujer en sus cabales quiere que le recuerden su edad. Se acercó a uno de los muebles, donde había un espejo. Comenzó a arreglarse rápidamente.
-Reika-san entonces. –
Dije yo. Akane me miró feo. Yo alcé las manos. Pero lo cierto es que la señora no nos prestó demasiada atención. Parecía apurada por verse bien. Fue entonces que entró el aparente novio de la señora.
Habara hizo las presentaciones de nuevo.
–Él es el novio de mi mamá. Setsuma Kikao. Setsuma–san, él es mi novio, y ella mi mejor amiga. –
Presentó ella. Omitió los nombres esta vez. Iba a presentarme, hasta que me di cuenta por qué.
–¿Tienes un novio? –
Preguntó él. Habara se pegó a mí al instante.
–Claro… ¿Por qué no lo tendría? –
Preguntó ella, aquella era una pregunta envenenada. Akane se puso de pie.
–Si ustedes dos no pueden parar de coquetear en público me iré. –
Dijo ella. Setsuma–san volteó a ver a Akane. Una alarma comenzó a sonar en la cocina. Ese fue el primer indicio de que no todo andaba bien.
Habara se levantó para atender la alarma del horno, que anunciaba que la comida estaba lista, y este sujeto, Setsuma–san, la detuvo para ir él mismo. Todo normal, diría yo. Es normal que uno quiera ayudar en una casa que no es la suya. Lo extraño es que la madre de Mizumi se quedó con la mano extendida antes de decirle que no hacía falta. Una expresión extraña se dibujó en su rostro por unos instantes.
Akane también se quedó mirando la escena extrañada, pero no dijo nada.
Lo siguiente pasó mientras comíamos, lo que había en el horno era pato, y eso era lo que estábamos comiendo. Yo tuve algo de miedo de avergonzar a Akane o a Mizumi, asi que estaba comiendo con palillos. Pero las chicas usaban todas tenedor y cuchillo como en el extranjero con la mayor de las naturalidades.
Reika-san tenía puesta toda su atención en su novio y no se percató de que dejó caer uno de sus cubiertos. Akane estaba cerca asi que ella se agachó por el cubierto. En ese momento, la señora iba a tomar de la mano a su novio y él quitó la mano.
¿Estábamos todos interpretando un acto aquí?
Me preguntaba.
Porque muy interesado en su novia no estaba. Entiendo que estaban frente a otras personas y todo pero… bueno, uno se dia cuenta cuando un hombre está interesado en una mujer. Por muy discreto que quieras ser, siempre hay señales.
Alguna, la que sea… pero no. Nada de nada señores.
Lo peor vino, cuando a Mizumi hizo un mal movimiento y su bolsa rodó por el piso, esparciendo sus cosas. Ya saben maquillaje y eso. Y este sujeto Setsuma–san, se levantó de la mesa para recoger las cosas. Hasta yo pude ver como un nervio saltó en la frente de la mujer.
Entonces si son novios. O al menos es lo que la señora piensa.
Akane me dio un codazo.
Mizumi extendió su mano “discretamente” mientras este sujeto Setsuma–san levantaba sus cosas del suelo. Yo tomé la mano de Mizumi y ella la apretó. No era cariño, ella estaba sintiendo la tensión del ambiente también. Los tres, Akane, Mizumi, y yo, nos apresuramos a terminar de comer.
Reika-san hizo todo lo que haría una mujer en esos casos, incluso quiso quitar algo de su cara con un pañuelo, como en los doramas, pero él rechazó todo. Cuando yo voltee a verlos, él debe haberse dado cuenta porque se puso de pie.
–Disculpen un momento… –
Dijo, al parecer fue al baño. La señora asintió y siguió comiendo. Se fijó mucho en que Mizumi tenía mi mano en la de ella sobre la mesa, pero no dijo nada. Mizumi comenzó a conversar con su madre de algo que no entendí, la señora parecía aliviada de desviar la atención del hecho de que su novio la había rechazado consistentemente desde hace un buen rato.
¿Por qué tenía que ver yo esas cosas? Me preguntaba. Una vez que terminamos de comer, Akane me hizo una señal en la rodilla y se puso de pie. Yo me puse de pie con ella y puse una mano en el hombro de Mizumi.
–Bueno… nosotros vamos a ir adentro. Si me necesitan… –
Dijo Mizumi, pero no fue su madre, sino el sujeto, Setsuma–san quien respondió:
–Claro… nosotros estaremos aquí… –
Y me miró con odio. ¿Qué le ocurre a este sujeto? Se iba a quedar solo con esa mujer. ¿Qué eso no era bueno? Me preguntaba. Mizumi se colgó de mi brazo. La señora sonrió. Creo que ella y su hija tenían una especie de acuerdo. La señora Reika–san, tomó una jarra de té y sirvió para ella y para su novio. Era como una invitación a marcharnos.
–Entonces… ¿Setsuma–kun? ¿Quieres… subir? Podemos charlar un rato. –
Dijo la señora. El sujeto ni siquiera volteó a ver a la señora.
–Perdón, no es que no quiera quedarme… tengo algo que hacer… es eso… –
¿Qué este sujeto no se da cuenta? la señora estaba a reventar. Ha estado tratando de tener su atención todo el tiempo. Tal vez sea que vivo rodeado de chicas y me doy cuenta de cuando están tratando de tener tu atención, pero fue muy obvio para mí.
Y si es obvio para mí, es obvio para todas aquí, incluyendo a Mizumi y a su madre. El único que parecía con ganas de ignorarlo era él.
–Entiendo… antes has dicho que tenías tiempo y… –
Respondió la señora. Setsuma–san se rascó la cabeza.
–Lo siento… tengo que haberlo olvidado… –
Respondió. Y allí, frente a todos, vació su taza de té de una sola, y se puso de pie.
–Debo irme. –
Dijo y se fue.
–Pueden subir al pent–house ustedes, si quieren… –
Dijo la señora, con los ánimos por los suelos.
–Gracias, Kaa–san. –
Respondió Mizumi, pero Akane intervino.
–Para nada, tu alcoba está bien ¿verdad? –
Dijo, apurando a Mizumi y jalándola del brazo. Ella me jaló a mí, y entramos a la alcoba de Habara.
Entrando en la alcoba de Habara fue que me di cuenta de porque ella no quería que Akane viera esto. Era una alcoba normal, en realidad. Ya saben, cosas rosas, peluches, esa clase de cosa. Lo único raro es que había una fotografía de Akane en el mueble.
Escuchamos como la puerta del departamento se cerró, y escuchamos a, imagino, la madre de Mizumi acomodando algo en la sala. Es decir, el sujeto se fue. Mizumi se llevó una mano al pecho.
–Perdón por todo eso… –
Comentó Mizumi, haciendo una seña a la puerta de su alcoba. Akane se sentó en uno de los cojines que había en el suelo y suspiró.
–A ese Setsuma–san o lo que sea, le gustas tú, no tu madre. –
Sentenció Akane. Si bien, no es como que no me lo figurara después de que me miró con odio. Pensé que estaba viendo cosas, pero al parecer Akane lo notó también. El sujeto decidió que se iría en cuanto se enteró de que Mizumi no estaría cerca, ni disponible.
–¿Verdad que si? Ese sujeto es raro. –
Dijo Mizumi.
– ¿Alguna vez te ha dicho algo? –
Preguntó Akane.
–Bueno, no realmente. Pero es que siempre es asi. –
Creo que la razón de que la señora quisiera que su hija tuviera un novio, es para deshacerse de esa idea. No tiene nada que ver con su orientación o sus gustos o lo que sea. La señora tiene miedo de que su hija le quite al novio.
¿Por qué es que nada en este mundo tiene el más mínimo sentido?
–Debe ser duro… –
Comenté. Se me salió, lo juro. Akane me miró con coraje.
–No me digas… –
Dijo ella, yo voltee a verla. Akane se llevó una mano a la frente.
– ¡Ay por todos los cielos! No. No Toshikane. ¿Qué no tienes suficiente? –
Preguntó ella.
–Yo no he dicho nada. –
Me quejé.
–No necesitas decir nada. Ya conozco esa cara. Es la cara de mi esposo queriendo con todas sus fuerzas ir a arreglar un problema que No–Es–Suyo. –
Se quejó Akane.
– ¿Qué pasa? No comprendo. –
Se quejó Mizumi.
–A mi esposo le gusta tu mamá. –
Se quejó Akane, batiendo la cabeza. Mizumi me miró como si le hubieran dicho que soy asqueroso. –
–¿En serio? Pero… –
Y toco sus pechos.
–Nada de nada. En serio. Yo la he visto bañarse. –
Dijo Mizumi. Akane le jaló la oreja.
–Oye tú, es decir, si yo no tuviera, entonces no te gustaría. –
Se quejó. Habara se rio tontamente.
–Pero Fumishi–chan es hermosa… –
Respondió Habara, luego se volvió a mí.
–Pues no creo que tengas oportunidad. Deberías olvidarlo. –
En eso muy probablemente tenía razón, ahora que una parte de mí se negaba firmemente a sólo ignorarlo. Y Akane sabía eso.
–Este tonto esposo mío no puede ignorar una mujer en apuros. –
Se quejó Akane. Mizumi trató de consolarla.
–No creo que mi madre le haga caso de todos modos. No te preocupes… –
Dijo. Akane puso su mano en la cintura.
–Espera ¿Cómo? –
Preguntó Akane. Mizumi encogió de hombros.
–No creo que Kaa–san lo considere. Es decir… míralo… –
Insistió Mizumi.
– ¿Dices que mi esposo no es lo suficientemente apuesto? ¿Es eso? –
Preguntó Akane.
–No, no es eso… es solo que… –
Akane se irguió orgullosa.
–Hagamos un trato. Mi lindo esposito lo va a intentar. Tú y yo no quedamos aquí a jugar. Si lo rechazan, tú ganas. Si no lo rechazan, gano yo. –
Ofreció Akane. Creo que Mizumi solo escuchó la primera parte, porque asintió con la cabeza.
–Oigan ustedes… yo no soy caballo de carreras. –
Me quejé. Akane volteó a verme y se acercó a mí. Sonrió abiertamente mientras me tomaba la mano.
–Pero solo quiero demostrarle que eres genial. No soy una mala esposa por eso ¿O sí? –
Preguntó Akane.
– ¿Y tienes que demostrarlo apostando esa clase de cosas, Akane? Nadie le ha preguntado nada a su madre. –
Me quejé.
–Oh, ella no es importante. Lo importante es que tú eres genial. Y quieres arreglarlo ¿No es cierto? Te mueres por ir y aliviar el dolor de esa mujer. Te conozco, siempre has sido asi… –
Insistió Akane.
–No sé si quiero formar parte de su tonta competencia. Todavía ni siquiera han acordado nada. ¿Qué pasa si pierdes? ¿Qué va a ganar ella? –
Pregunté.
–Pues… si ella gana, puedes no sé… darle permiso, de tocar mi pecho… por un rato… –
Comentó. ¿Estaba usándolo como pretexto? Akane quería que fallara ¿O no? No entendí.
–¿Y si ganas? –
Pregunté. Ella la miró, luego me miró a mí.
–Lo haces con ella. Todo completo. Hoy. –
Igual encontró la forma de meter lo que ella realmente quería.
–Akane, esto es… –
Akane hizo un puchero.
–¡Yo quiero ver! –
Se quejó. Yo miré a Mizumi, quien tenía la mirada en el suelo.
–¿Estás tú de acuerdo con eso? –
Pregunté. Mizumi asintió.
–Yo… quiero todo lo que Fumishi–chan quiera… yo haría todo por ella…–
Respondió Mizumi. Akane me dio un beso en los labios.
–¿Lo ves? No esta tan mal… querías compensarme ¿No es cierto? Regálame eso. Tú quieres ir, y acostarte con esa mujer. Yo quiero que se lo hagas a la cerdita… podemos hacernos felices mutuamente. –
Insistió Akane. Yo suspiré. Estoy más que seguro de que ambos estamos locos ahora. No hay forma de que esta conversación sea normal. Encogí de hombros.
–Primero que nada, déjame averiguar que rayos pasó allá afuera. No puedo prometer nada. –
Le dije a Akane. Ella me dio un beso rápido, luego se volvió a Mizumi.
– ¿Escuchaste cerdita? Lo van a hacer contigo hoy. Tengo que prepararte muy bien. ¿No crees? –
Preguntó Akane, y se acercó a ella.
–S–si… Fumishi–sama. –
Akane da por un hecho que ninguna mujer se me va a negar. No sé si eso es algo bueno, algo malo o los dos al mismo tiempo. Suspiré y salí de la habitación.