Haru no Yurei C15

Capítulo 15: De tal palo, tal astilla.

Mientras salía del trabajo, ya por la noche, llegó un mensaje a mi celular, de un número que yo no tenía registrado, el mensaje decía:

“He conseguido tu número del teléfono de Sushake-kun, no le he dicho nada, me estoy masturbando mientras te mando esto, por el recuerdo de lo que me hiciste allá, no puedo dejar de pensar en ello, así que te envío una foto para que hagas lo mismo.”

Y una foto de Hamaki, o más bien de su trasero, descubierto y separando sus labios con una mano mientras que la otra tomaba la foto. Si la ampliabas podías ver que estaba escurriendo.

Le respondí inmediatamente.

“Qué bonito trasero, dan ganas de lamerlo y saber a qué sabe, puede que si me lo prestas un día, lo haga, eso y muchas cosas más, que tal vez te gusten”

Eso fue lo que le respondí, me reí para mí mismo mientras salía de mi trabajo. Luego de eso comencé a caminar, al pasar por una tienda de ropa me llamó la atención uno de esos antifaces que usan en las películas europeas, pero no le preste mucha atención, al menos no de momento.

En ese momento recibí una llamada, era Mizore.

…Moshi-Moshi, espero que hayas tenido un buen día, tenía ganas de hablar contigo, así que si estas ocupado puede ser después…

…Para nada, justo en este momento acabo de salir de trabajar, como de costumbre…

…Y como de costumbre no has comido nada…

Respondió ella.

….¿Debería considerar eso como una invitación?…

Pregunté, ella se rio levemente.

…No sé, yo sólo sé que estaba pensando en ti… y en mi… y bueno, yo cociné la cena de esta noche, puedes venir y…

…Me encantaría, no tengo que decirte esto pero, me hace feliz que pienses en mi…

Le dije, era la verdad, me alegraba saber de ella y me alegraba saber que estaba dentro de su pensamiento. El que estuviera coqueteando con otra mujer hasta hacía un momento, no tenía nada que ver con ello.

…¿En verdad? No estoy interrumpiendo nada ¿Cierto? Es decir, yo sé que debería preguntar con anticipación pero… bueno, es que quiero verte…

Explicó… yo no tenía problema, no había nada en este momento que quisiera hacer, asi que supuse que estaba bien.

…De acuerdo… no creo que sea un problema ¿Tu familia no se enfadará?…

Pregunté, había la posibilidad, pequeña tal vez, pero no imposible.

…No… no creo, es decir, mi madre me dijo que estaba bien, le he preguntado antes de llamar, pero le dije que no estaba segura de que quisieras…

…Si bueno… no le agrado mucho a tu madre…

Respondí.

…No, no le agradas mucho, pero eso es porque no le agradan mucho los chicos extraños, le convencí de que ya no eres un extraño. ¿Está bien si te espero?

…De acuerdo…

Respondí, suspirando luego para calmarme, es cierto que la señora no fue especialmente hostil, y según sabía, aquella fue la primera vez que Mizore llevaba a un chico a casa, supuse que era por los nervios, eso quería pensar mientras llegaba a mi casa y me lavaba la cara.

Salí luego de eso con algo de prisa, no vi a Kamine para nada, pero llegó un nuevo mensaje a mi celular. O más bien, había llegado mientras hablaba por teléfono.

“Tú sí que eres extraño ¿Tienes un fetiche por eso o algo así? Es decir ¿No te molesta que tenga un trasero tan grande? Por mí no hay ningún problema, te dejaré hacerle lo que tú quieras, no solo a mi trasero, sino a toda yo. Me incendio.”

Era lo que decía el mensaje. Tendría que apagar mi teléfono en cuanto estuviera con Mizore, o seguro que esto podía salirse de control.

Eran las nueve de la noche cuando llegué a la casa de Mizore, le envié un mensaje diciendo que estaba afuera de su casa, y cuando escuche que abría la puerta de los condóminos, apagué el celular. Ella me recibió con la mayor de las sonrisas.

-Me da mucho gusto que hayas podido venir. –

Me saludó, ladeando su cabeza con gracia, luego me invitó a pasar, incluso me tomó del brazo mientras subíamos las escaleras.

-Mi madre estará alerta una vez que estemos allí dentro… pero por ahora, creo que me puedo permitir ser un poco mimada. –

Dijo ella, y la miré y le sonreí. Era linda, eso sin duda. Terminé pensando, sin embargo, que e trataba de una constante evaluación por parte de la señora, sobre todo porque, a pesar de las quejas de su hija, esta vez m hizo preguntas como mi edad, mis notas, y algunas otras cosas concernientes a esta clase de cosas.

Nada que no estuviera dispuesto a responder.

Lugo de la cena me quedé unos momento a solas con Mizore, la señora fue a hablar por teléfono a alguna parte, y a asegurarse de que su pequeño hijo seguirá durmiendo.

-¿Te agrada mi madre? –

Preguntó Mizore casualmente.

-Bueno… es tu madre. –

La verdad es que no lo estaba pensando del mismo modo que ella.

-Si pero… no estás enfadado con ella ¿O sí? –

Preguntó ella, insistiendo. Yo voltee a verla, ella sonrió amargamente.

-Bueno… si, un poco. –

-Yo… hable con una amiga del instituto ayer… me dijo que si quería que esta relación durase algo, tengo que hacer que tú y mi madre se lleven bien. –

Comentó. Como de costumbre, un poco fuera de mi esquema mental, imagino que para ella era un problema.

-Vale, tienes razón en eso, es importante. –

-Por eso fue que te pedí que vinieras, es decir, por supuesto que quería verte, pero… –

Al parecer, el que hubiera un motivo interior detrás de su invitación la acomplejaba.

-No tienes por qué sentirte mal por ello, está bien así como es, a mí me agrada saber qué piensas en mí. –

Respondí. Es decir, pensaba en los problemas, pero eso era también pensar en mí. Contaba igual, Mizore giró la cara con una risita.

-No lo digas así, me avergüenzas. –

Después de eso, la madre de Mizore regresó, no estaba feliz, es más, tenía lágrimas en los ojos, aquello me extraño, así que no dije nada. Mizore si preguntó.

-¿Pasó algo? –

La señora me miró por unos momentos, como dándole a entender a su hija que no podía hablar frente a desconocidos, me sentí un poco incómodo. Iba a irme cuando la señora Hanagima lo soltó.

-Es tu padre, no va a volver en toda la noche… otra vez… –

Dijo la señora, dándose la vuelta.

-Eso no es nuevo. –

Respondió Mizore, suspirando.

-No… no lo es. –

Asintió la señora, luego se dio la vuelta.

-Creo que… voy a tomar un baño. –

Y se dio la vuelta y salió de la habitación. Mizore se disculpó inmediatamente.

-Lamento la escena. –

-Creo que… debería irme… –

Le dije, bajando la cabeza, y poniéndome de pie, porque estábamos sentados en la sala. Mizore negó con la cabeza.

-No. –

Dijo ella, y me sostuvo del brazo.

-En verdad… no. –

Insistió, mirándome a los ojos. Entendí lo que ocurría sin necesidad de que ella dijera nada. otra cosa es que aquello era una mala idea, una pésima idea en realidad.

-Mizore, ahora mismo estamos… –

-Lo sé… lo sé, no… no importa si no hacemos mucho… yo… esperaba que me pegaras un poco… no importa si solo son nalgadas…  –

Me sugirió, yo comencé a sentir algo en mi entrepierna.

-No, no se puede, además, has sido buena niña… no necesito… –

Comencé a decir, alguna especie de reflejo por escapar de la situación, aunque… bien pensado, puede que no me conviniera escapar.

-No es cierto… yo… no llevo ropa interior… estoy siendo mala… –

Respondió Mizore.

-Aun así… –

Repliqué… es cierto que había muchas razones para sentirme así ahora, el corazón comenzó a latirme con fuerza a medida que pensaba en las posibilidades, no niego que una parte de mi quería hacerlo, aunque fuera, como ella decía, solo las nalgadas, pero si nos atrapaban, seguro que estaríamos en serios problemas.

-Puedo ser más mala… –

Dijo ella, pero enrojeció y se retractó inmediatamente.

-No… no… ¿Qué cosas estoy pensando? –

Dijo ella, batiendo la cabeza.

Aquella pregunta no me dejó reaccionar con normalidad.

-¿Qué era eso? –

Ella me tenía en donde quería. Mizore e recargó sobre la mesa, y luego me miró por unos momentos, exponiendo su trasero hacia mí. Sonrió mientras levantaba levemente su falda.

-Si… me torturas… puede que te diga… –

Ofreció ella, y se acomodó. No quise evitarlo, tomando toda la distancia que tenía, estampé mi palma sobre su trasero, su falda escolar voló por los aires al tiempo que ella ahogaba un grito, no sé si de dolor, de sorpresa, o de excitación. Quizá un poco de las tres.

-Onii-chan… soy una niña mala…  –

Es quejó ella, yo no dije nada, volví a azotarla antes de que ella pudiera sobreponerse al dolor. Lo cierto es que su piel sonaba más alto que sus palabras, lo cual era bastante bueno en nuestra situación, dado que su madre aún estaba tomando un baño.

-Onii-chan… perdóname por ser tan sucia. –

Suplicó.

-Vas a decirme qué era eso. –

Le recordé, ella negó con la cabeza. ¿Por qué se estaba resistiendo? Quería más castigo, obviamente. Su piel desnuda sonó por tercera vez. Hay que decir que estaba siendo mucho más severo que la primera vez.

-No puedo… es algo muy malo… –

Se quejó ella, bajando sus rodillas un poco. Yo tomé su falda y le obligué a levantar el trasero, era cierto, estaba sin ropa interior.

-Bien… había pensado en recompensarte por ser buena y decirlo, pero las hermanas que esconden cosas son solo malas. –

Le dije, volviendo a golpearla.

-Duele… yo… Onii-chan… ¿Qué clase de recompensa? –

-Nada de recompensa, primero el castigo. –

Volví a golpearla. Mizore comenzó a sollozar.

-Onii-chan… Onii-chan ¿Qué pasa conmigo? No dejo de pensar en cosas sucias. –

-Más castigo entonces. –

Mizore gritó, por unos momentos, pensé que podían habernos escuchado, pero luego de permanecer quietos y en silencio por unos momentos, nada ocurrió. Volvimos a donde estábamos.

Pero esta vez, en lugar de golpearla, pasé suavemente mis dedos por su vagina, recorriéndolos de arriba a abajo y separando sus labios muy poco para acariciar la parte interior de su vulva. Mizore se estremeció y comenzó a gemir.

-La zanahoria… es delicioso… yo… –

Eso me trajo a la mente una cosa.

-¿Qué es lo que habías pensando? –

Pregunté. Hay un cierto efecto con este procedimiento. El de el látigo y la zanahoria, que es a lo que ella se refería. Si has terminado con el látigo, y das a probar la zanahoria, la sensación cerebral es muchas veces mayor que si solo usas la zanahoria. En estos momentos, ella ni siquiera era capaz de pensar por sí misma.

Es de imaginar lo que ocurre si retiras la zanahoria.

Mizore lloriqueó cuando me detuve.

-¿Qué? No… por favor, te lo ruego… no te detengas… por favor… seré buena… lo prometo… por favor… Onii-chan. –

-Volveré a castigarte si no me dices. –

Le advertí, ella negó con la cabeza.

-Te lo diré… te lo diré todo… por favor. –

-¡Ahora! –

Ordené, volviendo a azotarla, empezaba a gustarme el sonido que hacía su trasero.

-Yo… vi a mi madre una vez… mi padre le puso una leyenda en el cuerpo… decía… “sucia” –

Explicó ella sollozando.

-Yo… quiero uno igual…  –

¿Un letrero? Es cierto que había leído algunos mangas, y cosas así, pero nunca pensé que aquello realmente existiera o que alguien realmente lo hiciera. Mizore sabía cómo darle sabor a todo esto, tengo que admitirlo, estaba aprendiendo varias cosas nuevas.

-Hay una pluma en mi cuarto… puedo ir por ella si quieres… –

Dijo ella, respirando pesadamente. Lo pensé por un momento, tratando de que fuera mejor de lo que ya era, le dije que no.

-No, está bien, yo iré a tu cuarto por él… tú tienes que quedarte exactamente como estas. –

-Pero… –

En ese momento recordé que yo nunca había estado en su alcoba. ¿Qué tan difícil podía ser encontrar lo que buscaba?

-¿Qué? ¿Tienes miedo de que encuentre algo en tu cuarto? ¿Algo raro? –

Pregunté, azotando su trasero una vez más… puede que esto estuviera gustándome un poco demasiado, pellizqué una de sus piernas, ella ahogó un grito.

-Ahora quédate así… si vuelvo y descubro que te has acomodado la falda, la pasarás muy mal. –

Le dije, y me di la vuelta.

-No me moveré… Onii-chan, te lo prometo. –

Eso fue lo que dijo, subí las escaleras y entré a su cuarto. Era un poco problemático caminar porque tenía una tienda de campaña en el pantalón, pero trataba de no pensar en eso, fue fácil encontrar era su alcoba, había un letrero afuera colgado que decía Mizore, y en su cuarto estaba la mochila de su escuela. Tomé lo que había venido a buscar y salí de allí.

Cuando salí me encontré con que la madre de Mizore estaba parada en el pasillo, envuelta en una toalla, mirándome con desconcierto.

Lo único que pensé fue… demonios.

La señora me miró, dirigiendo su mirada a mi entrepierna por unos momentos, me cubrí en cuanto lo noté.

-¿Qué… está pasando aquí? –

Preguntó ella. Por supuesto que no era una pregunta real, es decir, creo que era muy obvio lo que estaba pasando.

-Yo… perdón, es solo que… nosotros. –

La señora me tomó de la oreja y así como estaba, bajamos las escaleras. Como si aquello no pudiera ser peor, encontramos a Mizore justo como le había pedido que se quedara, con el trasero al descubierto y con los brazos recargados en la mesa.

Volteó a ver a su madre sin saber que decir.

Se acomodó inmediatamente después. La señora seguía en una toalla de baño, me soltó, y se dio la vuelta.

-Voy a subir a ponerme algo de ropa… ustedes y yo vamos a tener una larga charla esta noche. –

Yo suspiré, no tenía ninguna oportunidad de escapar ahora, por otro lado, creo que la señora no pretendía realmente… echarme de aquí, o que dejara de ver a Mizore. Seguro que iban a regañarnos, pero… creo que interiormente lo aprobaba.

O quizá solo estaba tratando de aferrarme a una última esperanza de vivir para contarlo.

Momentos después la señora volví a bajar, Mizore y yo estábamos sentados en la ala con la cabeza baja, la señora nos miraba con coraje.

-En primer lugar, esa clase de cosas se hacen en privado. –

Comenzó la señora. Si bueno, tenía razón.

-Lo siento. –

Dijimos los dos al unísono.

-Si las cosas pudieran solucionarse diciendo “Lo siento” no necesitaríamos a la policía. Ustedes dos han abusado de mi confianza, ¿Qué creen qué estaría pasando si tu padre hubiera llegado en ese momento? –

Se quejó la señora Hanagima.

-Lo siento madre. –

Repitió Mizore, bajando aún más la cabeza.

-Onii-chan también lo siente. –

Agregó después, la señora volteó a verme con la cara roja, no se i de coraje, o de vergüenza, yo volteé a ver a Mizore, quien se tapó la boca en cuanto se dio cuenta de qué había hablado de más.

-¿Onii-chan? –

Preguntó la señora, yo me llevé ambas manos a la cabeza. No sé porque resultaba tan vergonzoso que ella lo hubiera dicho a su madre.

-No… yo… –

La señora batió su mano frente a ella.

-¿Qué clase de título es ese para un novio, Mizore? –

Si bueno… la señora no tenía que saber lo pervertida que era su hija en realidad.

-No es eso… yo… –

La señora comprendió el porqué del nombre después de eso.

-Onii-chan, Onii-chan ¿Lo llamas así? Mientras él… –

Yo bajé aún más la cabeza, preguntándose seriamente ¿Cómo es que esto podía ser peor?

-Lo siento madre… no es algo que se supone que dijera… –

-Y me lo dices a mí, que es lo peor del caso… Mizore ¿Qué te crees que va a pensar él de esto? Sólo pensará que eres desagradable. ¿No te parece? –

Preguntó la señora, batiendo la cabeza, seguro que ella también pensaba que no podía ser peor qué esto.

-Y tu niño… si tanto te gusta humillar a las chicas, debes saber que mi hija no es la indicada para ello… hay muchas allá en la calle. –

Se quejó ella, con justa razón.

-Pero a mí me agrada así. –

Se quejó Mizore, con lágrimas en los ojos.

-Pues no está bien. –

Se quejó su madre, cruzando los brazos.

-¿Cómo debe ser entonces? –

Preguntó Mizore. Es decir, no esperaba que su madre se lo mostrara ¿Verdad? … ¿Verdad?

-¡Normal! Eso es todo lo que tiene que ser. –

Dijo la señora.

No sé porque es que estaba incluido en esta conversación, parecía la clase de cosas que una madre hablaría con su hija a solas. Yo no era madre, ni hija.

-Tal vez si cuando tú lo hicieras fuera normal. –

Murmuró Mizore, aunque lo suficientemente alto para que su madre y yo la escucháramos. No debió decir eso, la señora enrojeció y me miró inmediatamente.

-Mizore ¿De qué estás hablando? –

Ella comenzó a hacer una imitación de su madre. “amo, castígueme más, por favor”

-¡Basta ya! –

La señora se acercó a Mizore y alzó la mano, pero no la golpeó.

-Si lo sabías, no tenías por qué ventilarlo… eso no se hace… –

Creo que aquello la ofendió más de lo que la hizo enfadar.

-Pues no tenías que bajar si ya sabías lo que estaba pasando. –

Se quejó Mizore, poniéndose de pie, luego de eso, se dio la vuelta y se fue, dejándonos allí a su madre y a mí.

-¡Hey vuelve acá! –

Gritó la señora. Pero ella no hizo caso, así que supuse que era un buen momento para irme, la señora persiguió a su hija hasta las escaleras, luego volvió y se sentó en la mesa, colocando las manos en su cara. Yo me puse de pie.

-¿A dónde crees que vas? –

Preguntó la madre de Mizore, mirándome con coraje.

-Bueno… supuse que… –

-Regresa tu trasero allí ahora. –

Ordenó, hice lo que me decía y volví a sentarme, ella estaba en una silla, yo estaba sentado sobre el suelo. La madre de Mizore suspiró, tratando de calmarse, o de sobreponerse a la vergüenza.

-Antes que nada, no quiero que te vayas con una mala idea, no es como si hiciera esas cosas frente a ella, ella… debe haber escuchado en algún momento. –

Explicó, supongo que se sentía con la necesidad de explicarlo.

-Eso fue lo que pensé. –

Respondí, sin valor para mirarla a la cara mientras decía eso.

-Usted ¿Sabía lo que estaba pasando aquí? –

Pregunté, era algo que no me quedaba muy claro. Si se dio cuenta ¿Por qué no me detuvo?

-Algo así… supuse que querrían tiempo a solas, y por supuesto que algo podía pasar, pero, creo que no imaginé que sería tan intenso, ni tan vergonzoso. Bajé porque te vi con la pluma… no resulta difícil saber para qué es… –

Explicó la señora, girando la mirada.

-Supongo que así se siente cuando pierdes lo último que te quedaba de dignidad. –

Confesó después, suspirando.

-Sus gustos en cuanto al tema no me conciernen en absoluto. –

-¿Y ella? ¿Qué piensas de Mizore? No me sorprendería si no vuelvo a verte por aquí. –

Explicó la señora. ¿Incluso ahora? Es decir, de todas las cosas que podía tener en la cabeza ¿Estaba preocupada por la situación social de su hija? Era increíble.

-Me agrada como es. –

Dije, estaba siendo sincero.

-Interesante… es decir, encuentras divertido humillar a una chica. –

Se quejó la señora, mirándome con desagrado.

-No… no es que sea una chica, tiene que ser Mizore. –

Expliqué.

La señora volteó a su espalda.

-Ya lo escuchaste, sé que estás ahí… puedes salir, ya no voy a enfadarme contigo. –

Dijo la señora, Mizore salió desde detrás de la pared.

-¿Ya no estas enojada? –

Preguntó ella.

-Para nada… –

Dijo la señora. Mizore se acercó lentamente, creo que esperaba que su madre se enfadara con ella.

-Perdón. –

La señora se puso de pie y miró a su hija con gracia.

-No, no, no hace falta que te disculpes… van a castigarte por ser una mala hija, ahora. –

Dijo ella, tomándola del brazo, Mizore abrió los ojos todo lo que pudo. Yo… no comprendí muy bien, ¿Van a castigarte? hasta que la arrastró hasta donde estábamos.

-¿Qué quieres decir? –

Preguntó Mizore, perpleja.

-Bueno… digamos simplemente que quiero estar a mano contigo. –

Dijo la señora.

-Y ya que me has visto en ese estado, pensé que podíamos igualarlo ahora que tu “Onii-chan” está aquí. –

Le dijo, con una sonrisa extraña.

-No madre, por favor, no hagas esto. –

Mizore tenía lágrimas en los ojos.

-Vaya, vaya… ¿No dijiste que te gustaba así? –

Preguntó. La señora no solo era M, también era S, lo que se me hacía extraño es que lo estuviera utilizando en su propia hija. Mizore me miró suplicante.

-Harás esto por mi ¿No es cierto? Si lo haces, fingiré que nada de esto ocurrió y tu podrás seguir viendo a mi hija cuando quieras. –

Había que balancear las posibilidades, pero ya que había sido atrapado, pensé que lo único que podía hacer, era hacerle caso a la señora. El mundo era un lugar muy extraño.

-Lo siento Mizore, pero tengo que castigarte. –

Me puse de pie, suspirando. Era la primera vez que lo iba a hacer con alguien mirando, era difícil hacerse a la idea. Mizore suplicó.

-Por favor madre, haré caras vergonzosas, sonidos vergonzosos… por favor, no quiero eso. –

-Pero no te importó humillar a tu madre frente a un invitado ¿No es cierto? –

La señora fue implacable, la arrastró hasta donde estaba el sillón.

-Ahora, pon tus manos sobre el sillón y levanta tu falda, justo como estabas cuando te encontré.–

-Pero… –

-Sin peros. ¿Quieres ser castigada? Serás castigada, quizá así aprendas a cerrar las piernas un poco. ¿Novio-san? Todo tuyo. –

Dijo. Le di la primera nalgada, su madre sostuvo sus brazos. Incluso voltee a ver a la madre de Mizore, todavía preguntándome seriamente si no estaba soñando. La señora negó con la cabeza.

-Tienes que ser más severo. –

Explicó la señora, levantando una mano. De todas las cosas que imaginé que pasarían esta noche, jamás imaginé esta.

-Si vas a hacer esto así, entonces al menos debes hacerlo como se debe ¿No crees? –

Preguntó su madre, con una sonrisa en el rostro.

-Creo que sí. –

Voltee a ver a Mizore, ella tenía la cara escondida entre sus brazos, su trasero estaba al descubierto y estaba rojo por los golpes. Su madre fue hasta la cocina y sacó una paleta de madera.

-Esto servirá, tiene que ser firme, como una punzada, y retíralo inmediatamente. –

El sonido fue diferente esta vez, y el llanto de Mizore, pude sentir el dolor que estaba ocasionándole, sus piernas temblaron levemente, pero su trasero permaneció firme. Una línea roja apareció después.

-Onii-chan… eso dolió… dolió mucho. –

-¿Ah? ¿Te duele? Va a doler mucho más todavía, niña malcriada. –

Dijo su madre. Y volteó a verme, ahora estaba parada a un lado, simplemente supervisando.

-Otra vez. –

Me ordenó.

Lo hice,  justo como me habían indicado, estaba siendo severo, pero no puedo decir que estuviera usando mucha fuerza, apenas dejaba que el filo de la paleta tocara su piel

-Onii-chan… me portaré bien… lo prometo… pero detente. –

Sollozó Mizore. Bajé la mano, la señora me dio un empujón leve, regañándome.

-Tu no le creas, cuando estés haciendo esto, tienes que asumir que ella está mintiendo, si quieres comprobarlo, sólo tienes que mirar su cara…  –

Añadió, nuevamente poniendo una sonrisa sádica, pero limitándose a dar indicaciones.

Tomé su rostro desde donde estaba, la señora suspiró, desesperándose se hizo un movimiento con las manos.

-Escucha, chico, tienes talento, lo admito, pero mientras siga tratándola como a una niña mimada, seguirá siendo una niña mimada, tienes que ser duro, te sorprendería en realidad cuanto puede soportar. –

-Entiendo. –

-Si entiendes entonces deja de acariciarla como si hubiera hecho algo bueno y hala su cabello para que te mire. –

Halé su cabello, levemente en realidad, pero Mizore lo permitió sin decir palabra, sus ojos estaban llorosos, y su cara estaba roja.

-¿Lo ves? Es la mirada de una mentirosa, tienes que recordarle que ella no puede engañarte, no a ti… ya sabes cómo. –

Dijo la señora. Yo le di un golpe más.

-Muy bien, muy bien, basta con el trasero, o mañana no querrá ir a la escuela… es hora del servicio, si lo hace bien, entonces puedes dejar de golpearla. –

¿En verdad Mizore estaría bien luego de esto? Ni siquiera sé cómo me metí en todo esto, pero tengo que admitir que fuera de una ligera incomodidad, no me molestaba en absoluto. Hay que decir también que ella ni siquiera miró a su madre.

Mizore se hincó frente a mí, expectante, su madre intervino de nuevo.

-Saca la lengua Mizore, muéstrale que deseas hacer esto. Tienes que estar más atenta. –

Ella no miró a su madre, pero obedeció, levantó la cara para poder mirarme, y sacó la lengua.

-Muy bien, este es el momento en que puedes ser un poco sucia… dile algo que le convenza de que debe poner su pene allí. –

Mizore me miró a los ojos.

-Quiero la leche de Onii-chan en mi boca. –

Tuve que hacer un esfuerzo para soportar la vergüenza por ello, su madre suspiró, al parecer no había sido lo suficientemente atrevida, pero es que era una principiante.

Bajé mi cierre tratando de acomodarme para que la señora no pudiera verme bien, es decir… no estaba del todo conforme exhibiendo esa parte de mi a la madre de mi novia.

-¿Lo quieres? –

Pregunté, sosteniéndolo con la mano, agitándolo frente a Mizore, ella asintió con la cabeza.

-Muéstrame tus pechos. –

Le dije. En parte porque pensé que quería verlos, pero también quería saber que tan consiente estaba Mizore de lo que estaba pasando y que tanto estaba dentro de su trance para hacer estas cosas. Quizá si se hubiera negado, allí hubiera terminado todo.

Para fortuna de todos, ella se desabrochó la blusa obedientemente.

-¿Te gustan? –

Preguntó ella, todavía con lágrimas en los ojos, aunque yo pienso que era de vergüenza.

-No están mal. –

Respondí, sonriendo. Un tanto alegre de que ella estuviera metida en su trance y no se avergonzara.

-Bien, ya sabes para que te ha pedido que los muestres, tienes que colocar su pene en medio de tus pechos, y luego los usas para satisfacerlo. –

Mizore asintió y acomodándose, siguió las instrucciones de su madre mientras ella se acercaba a inspeccionar. Diablos, parecía que le estaba enseñando a comer o a caminar o cualquier otra cosa.

-Más fuerte niña, ¡Harás que se duerma! –

Le ordenó su madre, y volvió a separarse. Con todo lo que había pasado, la verdad es que no pude contenerme mucho, pronto, mi semen salió volando directo a su cara, y lo que salió después quedó embarrado sobre sus pechos.

Entonces, la señora fue y se sentó al lado de su hija, quedando también frente a mí, pero no hico otra cosa que hablarle a ella.

-Este, es el momento por el que trabajas… tener tu cara llena de su semilla es la cosa más gratificante que pueda haber ¿No es verdad? –

Mizore la miró por fin, reconociéndose en ese momento en el estado en que e hallaba. Suspiró.

-Lo es. –

Dijo ella. Su madre se puso de pie.

-Bien entonces, mi trabajo aquí ha terminado, tienes talento chico, puedes recompensarla si quieres, o tal vez prefieras atormentarla de nuevo, recuerda lo que aprendiste. –

Explicó, y se dirigió a las escaleras.

-Dejo a esa pequeña pervertida en tus manos, hazla más feliz de lo que me hicieron a mí. –

Y desapareció subiendo las escaleras.