Haru no Yurei V3 C16

Capítulo 16: Los problemas de su majestad.

La señorita que atendía tomo mis datos, y me aseguró que el encargado me vería pronto. Además de mí, había allí otras dos mujeres. Eran lindas, hay que decirlo.

Por unos momentos, alguna imagen estúpida pasó por mi cabeza. Pero me libré de esos pensamientos casi inmediatamente.

Después de unos momentos, un hombre con gafas me llamó y me hizo pasar a una oficina donde estaban pegadas en un pizarrón todas las vacantes que tenían. Parecía el pizarrón lleno de misiones de algún videojuego. Como dije, los puestos (y salarios) variaban mucho.

Tomo unos papeles de una mesa y me invitó a sentarme.

–Mira… estas son las vacantes que aplican para tu nivel de estudios y tu edad en este momento. De esas, estas primeras dos son las que más convendrían a la compañía también. Si después de un tiempo deseas cambiar de área o tu nivel de estudios se ajusta a otra de nuestras vacantes, puedes cambiar dentro de la misma compañía ¿Entiendes? –

Explicó el hombre.

–Si señor… –

Respondí. No eran malas ofertas, hay que decirlo.

–Entonces, si te interesa alguna de estas ahora mismo, te voy a pedir que llenes estas formas y se las entregues a la encargada de recursos que está en el escritorio número 4. Allá adelante. Una vez que hayas hecho eso, puedes retirarte. –

Explicó.

Luego de eso, me dejó solo porque habían pasado a otra persona.

Si hablamos de que quiero que me contraten y pronto, quizá conviene aplicar para una de las vacantes que me sugirió el encargado. Él mismo dijo que podría cambiarme después–

Estaba concentrado de eso cuando alguien salió de la nada y me miró.

Yo me quedé atónito mientras la miraba mirar hacia todos lados, como buscando a alguien. Luego me vio de nuevo y se acercó.

–¿Eh? ¿Eres tú? Si tienes que ser tu… –

Dijo, en tono áspero.

Habara Mizumi.

Vestida de forma un poco extraña para este lugar, con unos shorts de mezclilla y una blusa algo holgada color morado.

–¿Qué haces aquí? ¿Trabajas? –

Pregunté, perplejo porque no pensé que la vería aquí.

Habara soltó una carcajada que duró un buen rato.

–¿Trabajar? ¿Te parece que trabajo? –

Preguntó ella, luego volvió a reír.

–Habara–san yo… –

–Dame tres buenas razones para no echarte de aquí… –

Dijo Habara.

–Bueno es que… –

Me interrumpió.

–Buu–Buu. Se acabó el tiempo. –

Dijo ella, luego su cara graciosa cambió por una seria, casi depresiva.

–Lárgate. –

Dijo ella.

–No puedo irme. –

Repliqué. Ella volvió a sonreír por unos momentos. Creo que acabo de pisar una mina.

–¿Qué no puedes? Te diré algo… esta es mi compañía. Mi tío es el dueño, mi padre el socio principal, y aquí mando yo. Lárgate. –

Me dijo poniendo su mano sobre las hojas. En ese momento, la encargada de recursos, a la que se suponía que yo tenía que entregar estos papeles, se acercó.

–¿Pasa algo? –

Preguntó. Habara se volteó.

–Nada, prima. –

Dijo ella en voz cantarina. La señorita, que ahora sé que era prima de Habara, se dio la vuelta suspirando y se fue.

–Habara–san, escucha, necesito el empleo yo… –

Traté de explicarme, ella por supuesto, no lo permitió.

–¿Y porque debería importarme eso? –

Preguntó ella, mirándose la uñas.

No hizo falta mucho para saber porque ella estaba actuando así. Específicamente conmigo. Después me dejó claro que estaba metido en un gran lio.

–Por favor… –

Iba a decirle que solo tenía que hacer la vista gorda. Pero ella no me dejó terminar.

–Ahora quieres que yo me apiade de ti. Pero tú no te apiadaste de mi ¿O sí? Dime… ¿fue divertido?… –

–No… –

Respondí, bajando la cabeza.

–Exacto… entonces, si sabes lo que te conviene, te vas a levantar, te vas a dar la vuelta, me darás las gracias, y te vas a largar de aquí… –

Dijo Habara, luego se acercó a mí. Me miró peligrosamente después de eso.

–De lo contrario, llamaré a la policía, les contaré todo, y pasaras el resto de tus malditos días en prisión. ¿Comprendes? –

Me dijo, susurrando. Algo dentro de mí me dijo que esta chica no se andaba con chorradas. Puede que comparada con Akane pareciera inofensiva, pero… tengo la impresión de que todas ellas tienen un algo extraño dentro.

Puede ser que eran todas niñas ricas, pero es que esta era muy rica. A un nivel que yo no era capaz de imaginar. Aun así, abusé de ella.

–Si… –

Respondí, ella se sentó en el escritorio, tomó los papeles, y los arrojó al suelo.

–Adiós… –

Dijo ella. Yo suspiré y me di la vuelta, pero antes de que pudiera salir al pasillo, ella me llamó.

–Plebeyo… –

Dijo, me giré para mirarla.

–No me agradeciste… –

Dijo.  Más que darle las gracias, quería disculparme.

–Lo siento… –

–Eso no son gracias… –

Se quejó ella, pero fue muy obvio que importó porque ella volteó a verme.

–Solo quería disculparme… –

Respondí.

–No cambiaré de parecer, agradéceme y vete… –

Respondió Habara.

–Gracias. Aunque lamento que haya terminado así. –

Respondí y salí de aquel sitio, por el pasillo, rumbo al elevador. Ella tiene que haberse enfadado, porque me siguió.

–¿Y quién dice que terminó? –

Preguntó ella molesta. Aquello fue inesperado. Ya tenía su venganza ¿No es cierto? Un poco… inesperada, pero…

–Bueno… es que… –

Respondí, sorprendido porque en el último instante ella decidió seguirme. No es como que pudiera detenerla, pero si me odiaba tanto…

–No ha terminado. Quiero que le digas a Fumishi–chan que vuelva a ser mi amiga. –

Dijo, siguiéndome, porque yo ya estaba en el pasillo.

–Bueno… eso… verás… –

–¿Te niegas? –

Preguntó ella furiosa. Yo presioné el botón del elevador.

–No es eso, es que, yo no puedo decirle eso. Es decir… si puedo pero… –

Las niñas como ella tienen el poder de hacerme titubear. Ahora lo puedo confirmar. No es el dinero, es la seguridad con la que actúan debido a ello. Primero Akane, luego Habara.

–¡Pues hazlo! Ella no me habla… –

Se quejó.

–A eso me refiero, yo no puedo decirle a Akane que hacer y que no… –

El elevador llegó. Ella me empujó con fuerza dentro del elevador, luego se metió y presionó un botón. Piso 35. ¿Qué estaba pasando?

–No me vengas con que no puedes… tú puedes hacer que ella haga cualquier cosa… tu… la convenciste… de eso… –

Dijo ella, comenzando a llorar.

Espera. ¿Qué?

–Escucha… por favor. Lamento lo que pasó ¿Entiendes? Realmente lo siento, fue un error. Pero eso no significa que yo haya planeado todo eso para lastimarte. No yo, al menos. –

Respondí.

No se lo dije para culpar a Akane, se lo dije para que entendiera que lo que me estaba pidiendo era inútil, porque la que la odiaba era Akane, no yo.

–Claro que sí. Eso es lo único que significa. Aun así, viniste hasta aquí a molestarme. ¿Qué ocurre contigo? ¿No me has causado suficientes problemas ya? ¿No he llorado lo suficiente para satisfacer los fetiches de un plebeyo enfermo? –

Respondió ella. El elevador empezó a subir. ¿Por qué piso 35? Ese era el último maldito piso.

Yo quería irme.

Ella parecía tener otros planes ahora.

Yo la miré por un momento, había algo que quería decirle.

–Ya te lo dije, lamento lo que pasó… no sabía que estarías aquí. –

–Tus disculpas no me sirven. –

Dijo ella. Yo me di la vuelta, creo que fui lo bastante claro para decirle que era Akane la que quería lastimarla, no yo. Pero a decir verdad, fui yo quien abuso de ella, eso es cierto.

El elevador llegó al piso 35. Yo volví a presionar el botón de bajar, para ir a la planta baja, ella me miró con coraje.

–Vas a huir ahora… –

–Ya no tengo nada que hacer aquí. No voy a causarte más problemas, tengo que irme ahora. Necesito un empleo… –

Respondí. Y volví a darme la vuelta. Habara escogió burlarse de mí.

–Tal vez pueda pensar en un puesto que te sirva… limpiando pisos… –

Dijo ella, caminando detrás de mí. Quería humillarme, era lógico.

–No me molesta limpiar pisos, pero no pagarían lo suficiente. –

–Oh… olvidé que tienes una esposa. Lo siento, mi error. Me olvido con frecuencia de las preocupaciones de los plebeyos insignificantes. –

Respondió ella. Yo suspiré. El elevador llegó a la planta baja, ella se puso enfrente para no dejarme bajar.

Baje de todos modos. Eso la hizo enojar más y fue tras de mí.

Al menos ya no parecía querer llamar a la policía. Tal vez, ella estaba pensando en que yo realmente podía influencia a Akane lo suficiente para algo como lo que ella quería.

–No me ignores, insecto. Aquella vez tuviste la suerte de tu lado, pero aquí mando yo ¿Entiendes? Y si yo quiero, puedo hacer que te encierren el resto de tus días por lo que me hiciste. –

–Como ya dije, no fui yo quien hizo esas cosas. Yo solo seguía órdenes. No era mi intención. Y tú dijiste que tenías experiencia, también dijiste que te agradó. –

Respondí. Habara me miró con coraje.

–Dije lo que tenía que decir ¿Entiendes? ¿Es que eres estúpido? –

Sí, eso hasta yo lo sabía. Aquello no se sintió nada bien para ella, muy por aparte del dolor, habían abusado de ella. El esposo de su amiga, no menos.

–No te creo. Eso fue tan gracioso. ¿No es cierto? Bien ¿Quién se ríe ahora? ¿Eh? –

Dijo ella. Detrás de su sonrisa se asomaron unas cuantas lagrimas que ella se apresuró a ocultar.

–¿Qué es lo que quieres de mí? –

Pregunté. Ella cruzó los brazos.

–Retráctate. –

Dijo.

–Me retracto… –

Respondí.

–¿Qué? ¡No! No puedes solo fingir que te retractas. Eso no está nada bien. Te estoy ayudando aquí. Podría haberle dicho a mi prima que llamara a la policía. –

Se quejó Habara. Es que yo no quería que ella insistiera.

–Como dije, no era mi intención. –

Expliqué. Ella me soltó todo. Creo que ella había estado esperando por esto demasiado tiempo, por ello sus cambios al parecer repentinos de opinión.

–¿Sabes lo que es? Me llamaste “cerdo” allí. Y yo tuve que tragarme eso y fingir que no me molesta. Solo porque Fumishi–chan estaba allí. Yo solo quería que fuéramos amigas. Pero si te doy tu merecido, por ello, ella me odiará. –

Ya estaba llorando. Habara se debatía entre el coraje, la burla y una especie de súplica.

Pienso que ella sentía que merecía que yo la ayudara por haber soportado aquello. Y sí, lo merecía, eso y más. El problema no era ese. El problema era que yo no podía ayudarla.

Otra cosa es que ella se negara a creerlo. De hecho, ella pensaba que yo había convencido a Akane de tratarla mal.

–Aquí estoy. –

Respondí, para dejar en claro que no, no pensaba escapar, simplemente estaba apresurado. Aunque pensándolo bien, como dije, puede que esa no era la verdadera razón.

–Solo tenías que decirle que querías ser su amiga. Nada de eso habría pasado si hubieras sido honesta. –

Respondí.

–¡Nadie nunca me ha tratado de ese modo! –

Gritó y se limpió las lágrimas.

–¿Cuántas veces te lo he dicho? No fui yo. ¿Ya? ¿Comprendes? Era Akane la que quería que lloraras, no yo. Tú le dijiste a Akane que bebiera, ella se excedió con la bebida y llegó en estado inconveniente a casa. Tuvimos un gran problema por eso. Y Akane se quedó pensando que todo fue tu culpa. Por eso lo hicimos así. Es todo. –

Le reclamé, ella negó con los brazos, desesperada.

–¿Por eso me trataste así? No te creo nada. En primer lugar, Fumishi–chan no haría eso. Ella es siempre tan linda y buena. Estoy segura de que lo único que buscaste era satisfacer tus horribles fantasías. Estoy segura de que todo fue idea tuya. –

Replicó Habara. Maldita necia.

–No conoces a Akane. Si le haces algo, ten por seguro que se lo vas a pagar. Ella es así. –

Respondí, batiendo la cabeza con pena. Si ella se negaba a entender lo que había pasado, nada de lo que yo pudiera decirle la haría sentir mejor.

–Y tú no me conoces a mí. ¿Qué te hace pensar que vas a salir bien librado de esto? –

Preguntó ella.

–Ya lo dijiste, quieres ser amiga de Akane. –

Recibí una bofetada por alzarle la voz a esta chica.

–Idiota… –

Dijo ella, respirando con dificultad. Pero siguió llorando después.

–Si tan solo hubieras querido me habrías ayudado. Y yo sería la amiga número uno de Fumishi–chan. –

Sonreí levemente, a pesar de que la bofetada me dolió. Algo me decía que ella todavía quería ser amiga de Akane. Tal vez era esa la razón real de que yo hubiera llegado a este lugar. Los dioses pretendían que yo enmendara la situación.

–Ella te trató mal allí. ¿No lo recuerdas? –

–Seguro que todo fue idea tuya. –

Respondió Habara, cruzándose de brazos.

–Eso no tiene nada de sentido. –

Repliqué. ¿Es que no recordaba todo lo que Akane había dicho en ese momento? O lo que era más probable, ella no quería recordarlo. Decidí que ya no golpearía más ese clavo.

–Escucha, a nombre de los dos, lamento lo que ocurrió, nos excedimos y te hicimos daño. Dije cosas sin sentido. La verdad es que si te encuentro linda. –

Le dije. Habara me miró por unos momentos. Luego se dio la vuelta.

–No me importa lo que pienses, no eres más que un perdedor. –

Dijo ella.

–En verdad tengo que irme, Tengo que hacer varias cosas pendientes todavía. –

Le dije, y me di la vuelta. Eso no era parte de su plan, al parecer.

–¿No vas a hacer nada? Es decir… lo piensas dejar así… después de lo horrible que fuiste… –

Se quejó ella a mitad del llanto.

-No puedo hacer nada… –

Repliqué.

-Pues convéncela de que sea mi amiga de nuevo. –

–¿Cómo? –

Pregunté.

¿Todavía quería relacionarse con ella?

–Lo que dije, plebeyo. Tú vas allá y le dices que sea mi amiga de nuevo, quieres que te perdone ¿O no? Pues haz eso.–

Respondió Habara, pero no parecía querer olvidarlo para nada. Yo me llevé ambas manos a la cabeza.

–No lo comprendo. ¿Hablaste con ella sobre eso? –

–Fumishi–chan le dijo a todos que fui buena. Le dijo a todas que estabas muy contento. Mintió por mí. –

Respondió Habara.

–No fue por ti, estas muy confundida. –

Repliqué. Era un poco desalentador verla aferrarse a una esperanza vana. Pero ella lo malinterpretó. Creyó que estaba acusando a Akane de ser… pues sadista.

Y lo era.

Otra cosa es que yo no pudiera decirle esas cosas a nadie. Pero al menos quería que ella entendiera que Akane estaba enojada con ella, no yo.

–No deberías decirle esas cosas a otra chica sobre ella, es tu esposa. ¿Tienes una idea de lo bien que habla de ti? Tu eres lo peor. –

Se quejó Habara, defendiendo a Akane. Yo me llevé una palma a la cabeza, esta niña millonaria estaba decidida a no entender. O no creerme, alguna de las dos.

–No las digo sobre ella, yo sé cómo es Akane, y la amo, con todo, te lo aseguro pero… tu… –

Y aquí me detuve. Es que… ella tenía la misma cara que yo tenía cuando le conté a Kamine sobre el rechazo de Akane.

Porque se lo conté.

Y eso explicaría tantas cosas que de otro modo no tenían sentido para mí.

–Oh cielos. –

Dije, sin pensarlo demasiado.

–¿Qué? –

Preguntó ella, molesta.

–No es nada. Yo… creo que no debería interferir en esto y… –

Expliqué, ella se dio la vuelta.

–¿Sabes qué? Vete de una buena vez. No es como que puedas ayudarme, según parece, y no tengo más tiempo que perder contigo. Vaya inútil. –

Respondió. Es que esto no se trataba de amistad, por eso es que ella no quería creerme, yo tampoco me hubiera creído que me dijeran que Akane era así cuando era idiota y pensaba que ella era perfecta.

Pensar en ello me hizo reír un poco. Eso la hizo enfadar, cambió de opinión.

–¿De qué te ríes? Vuelve acá. –

Se quejó Habara.

También pienso que ella esperaba que yo suplicara por el empleo y entonces ella podría poner sus condiciones.

A estas alturas, ella sabía perfectamente que Akane estaba enfadada.

–No, no lo haré. Dices que quieres ser su amiga, pero no la entiendes ni un poco. Le causaste problemas, por eso es que ella hizo esas cosas. Y ni siquiera te has disculpado por ello ¿O lo hiciste? –

–Claro que lo hice. –

Replicó ella.

–Akane me dijo que había discutido contigo. –

Respondí. Ella me miró con cara de pocos amigos.

–No discutimos, tu no entiendes nada. –

Se quejó Habara.

–Entonces ¿Que paso? –

Pregunté, estaba empezando a desesperarme. El sentirme culpable ayudó a que le tuviera paciencia, pero esto estaba dando vueltas sin ningún sentido.

–Le dije que eres horrible, y que por ser… pues… la primera vez tenías que ser bueno. –

Respondió ella, tocando las puntas de sus dedos.

Si bueno, decirle eso a Akane es…

–¿Y qué paso? –

–Se enojó… dijo que si no me callaba, le diría a todos que soy una… –

Y guardó silencio.

–Y aun así… estás aquí culpándome a mi… –

Respondí.

–Pues tú tienes la culpa. Ella ya no habla conmigo. Y es tu culpa ¡No importa como lo mires! –

Sanae 2.0

A este punto estábamos al final del pasillo, junto a la puerta de salida. Yo estaba a punto de irme y seguro que ella no iba a seguirme luego de este punto. Lo digo porque usó su carta de triunfo.

–¿Quieres el empleo? –

Preguntó ella. Sabía que eso me haría detenerme.

–Puedo hacer que lo tengas. Puedo hacer que te paguen lo que tú quieras. Si me ayudas a que sea mi amiga de nuevo. –

Respondió ella.

–Discúlpate… –

Respondí, pero es cierto que me detuve.

–No puedo… ella siempre me evita, no deja que estemos solas. No puedo hablar con ella, siempre dice que tiene algo que hacer. –

Esto también me sonaba de mí mismo. Es que ella nunca estaba sola. ¿Cómo iba a decírselo?

–Estabas a punto de llamar a la policía. –

Repliqué. Ella puso sus manos atrás.

–Era mentira ¿Ya? No puedo llamar a la policía. Mis padres se enterarían de que he hecho esas cosas… –

Explicó ella, ahora desesperada. Hablar con esta chica era como jugar al teléfono descompuesto, pero uno bien descompuesto.

–Ya no me importa lo que pasó. Admito que me sentí mal, pero ese no es el problema. Quiero que vuelva a ser mi amiga. Quiero volver a desayunar con ella. Fui engreída y lo sé. Pero sentí que la única manera de que ella quisiera pasar tiempo conmigo es si pensaba que yo tenía experiencia con eso. –

–Le dijiste que le ibas a quitar a su marido. –

–¿No puedes ayudarme? Ella solo habla de ti en clase. Pensé que podías hacer que ella hiciera una excepción conmigo. –

–Ese no es el punto. Ella atesora mucho su matrimonio. No debiste decirle cosas como esas. –

–Si me disculpo, todos pensarán que soy débil. –

Se quejó.

He aquí el verdadero problema, posiblemente todo empezaba allí. La opinión pública. Por eso es que esta chica llegó a esos extremos con tal de mantener su reputación intacta. Se dejó violar para que no hablaran mal de ella.

No tengo una idea de que tan horrible tiene que ser tu mundo para que eso tenga sentido. Qué bueno que no soy rico.

–Puede ser en privado. –

Respondí. Ella me miró con ojos asesinos.

–Ella no habla en privado conmigo. –

Replicó. Tenía razón, Akane sabía cómo escapar de esas cosas. Lo experimenté en carne propia.

–Haz que me perdone. Haré lo que sea. –

Ella quería que yo llevara ese recado, y aparte de que eso siempre es una mala idea, Akane se molestaría conmigo si lo hacía.

–¿Por qué querrías llegar tan lejos? –

Pregunté. Ella giró la cara con lágrimas en los ojos. Lo más extraño es que yo conocía esta situación. Era parecida a cuando me declaré y ella dijo que se mudaría.

Creo que la verdadera razón por la que no me fui, fue porque en realidad, yo simpatizaba con su causa. Es que es Akane. ¿Cómo puede no gustarte?

Tomé a Habara del brazo y la llevé detrás de las escaleras.

–Espera… ¿Qué haces? –

Preguntó, molesta y contrariada. Incluso puso distancia entre ella y yo. Yo suspiré, la mire a los ojos, y la obligue a confrontar esos sentimientos.

–No es amistad… Estás enamorada de ella… –

Habara no me miró. Creo que por un momento, Habara pensó en negarlo, pero también pienso que, en realidad, ella quería alguien con quien hablar de esto. Alguien que fuera lo suficientemente malvado como para no tener autoridad moral con la cual juzgarla, en otras palabras, ella necesitaba un criminal.

–¿Es tan extraño? –

Preguntó. Eso me lo confirmó, y por ello me enojé.

–¡Por ahí hubieras empezado! –

Reclamé.

–¡Claro que no! ¿Qué van a decir? Si todos se enteran de que… soy anormal y… no puedo hacer eso. ¿Qué va a pensar ella? Si no vas a ayudarme entonces no lo hagas pero… –

Le di una bofetada, muy leve por cierto, porque estamos hablando de una chica. Aun así, ella se llevó la mano a la cara y me miró con incredulidad.

–Me pegaste… –

–¡Claro que sí! Es decir… ¡Idiota! ¡Lo arruinaste! –

Me quejé.

–No me trates como si… –

–Cállate, te trato como a una idiota. Olvida lo del empleo… Akane te odia ¿Comprendes? Y todo porque no puedes ser sincera. Yo pensé que yo era el idiota hasta que te conocí… –

Le reclamé, ella se limpió las lágrimas de la cara. Había un gran cambio entre cómo me trató al principio y ahora, eso ni que decirse tiene.

–Sí pero… –

–No era a mí al que querías impresionar, era a ella… –

Le dije, entendiéndolo todo de golpe. Y es que bien pensado ¿Por qué accedió a algo así en primer lugar?

–Pues no funcionó… le dijiste que soy gorda. –

Respondió ella.

–Pues claro… eres mi rival ¿Qué esperabas? –

Pregunté, eso la descolocó.

–¿Eso qué quiere decir? –

Preguntó ella, quien supongo que no esperaba que la admitiera como mi rival. Era un decir en realidad, porque yo sinceramente pensaba que ellas estarían mejor volviendo a ser amigas.

Y tal vez así yo podía redimirme por lo que pasó

Siendo sinceros, tenía la impresión de que, desde entonces, todo había ido un poco… hacia mal. Puede que esto mejorara mi suerte, a eso me refiero.

–No lo sé. Tengo que hablar con Akane y averiguar qué piensa ella sobre esto. –

Respondí. Eso la alarmó, me puso la mano sobre el brazo para que yo no tomara el teléfono.

–No… ella no lo aceptaría, solo con ser su amiga estoy bien. –

Respondió ella. No era verdad, cualquiera que supiera lo que estaba pasando aquí sabía que esas eran excusas.

–No es verdad. Ya he pasado por ello. Tú te crees que ser su amiga será suficiente, pero te estás engañando. –

Le dije. Habara se alarmó aún más y se desesperó.

–¿Y qué puedo hacer? Ella no tiene ojos para mí. ¿Te va a dejar acaso? No. Estoy condenada. Y todos dirán que soy rara. Mi reputación se hará pedazos. –

–No voy a ayudarte si vas a medias con esto. –

Repliqué.

–¿Qué hago entonces? –

Preguntó ella, llorando.

–Escúchame… no hay peores sentimientos que los que no… –

–No me hables de sentimientos… –

Reclamó Habara. Yo le puse la mano en la boca, porque estaba gritando muy fuerte y alguien podría escucharnos.

–¡Callate! Carajo. Escúchame, por una vez en tu vida, escucha. –

Habara me miró, todavía con la mano en la mejilla.

–Me pegaste… –

–Dame una bofetada. –

Respondí, ella me pegó, igual de leve que yo a ella.

–¿Ya? –

Pregunté. Ella me miró y asintió.

–Bueno… –

Dijo. Yo suspiré.

–Escucha. Tienes que confesarte. Akane te odia. Te odia porque piensa que has estado molestándola todo este tiempo, que has estado divirtiéndote con sus problemas. Tienes que confesarte. –

–Pero… –

–Puedo ocuparme de que ella lo mantenga en secreto. De que no arruine tu vida social, que me imagino que la presión social en tu escuela es más grande que en la mía… –

–No tienes idea… –

Me dijo, al menos agradecida de que yo le concediera ese punto.

–Puedo evitar que eso pase. Sobre lo que ella diga al respecto, no puedo tener nada que ver. –

Expliqué, porque todos sabíamos que lo más probable, es que Akane simplemente la viera como su amiga, esa es la verdad, y aunque sentía lastima por ello, la ayudé porque si Habara se confesaba, era más probable que Akane estuviera dispuesta a olvidar todas las cosas que le hizo pasar.

–Entonces para que… –

–Porque si ella entiende que hiciste todas esas estupideces porque te gusta, puede que decida perdonarte por ello. –

–Entonces admites que es amable… y que fuiste tú… –

Se quejó ella. Y dale con eso.

–Yo no he dicho que no lo sea… Y… lo entenderás a su momento. –

Respondí, ella pareció considerarlo seriamente.

–A cambio… estaremos en paz. –

Le pedí, por primera vez, Habara me miró como si fuera yo otro ser humano y no alguna especie de insecto.

–¿En serio te sientes mal por ello? –

Preguntó ella, algo incrédula. Yo asentí con la cabeza. Habara lo pensó por un momento.

–¿Qué piensas que dirá? –

Preguntó Habara.

–Pues… es difícil saberlo. No creo que simplemente diga algo como “esta todo olvidado” pero puede mejorar tu situación, al menos ella dejaría de ignorarte. –

Expliqué. Luego pulsé el botón en el teléfono. Ella no tardó nada en contestar.

–Bien… eso está bien… –

Respondió Habara. Yo tomé el teléfono, Habara iba a detenerme, pero no lo hizo. Supongo que por unos momentos se arrepintió, pero en unos instantes, Akane contestó.

…Moshi–Moshi.

Contestó ella del otro lado.

…¿Ya vienes?…

Fue lo primero que preguntó. Habara me miraba como esperando algo.

…Si… verás. Sucedió algo y quería saber, si vas a hacer algo el día de hoy…

Expliqué, primero quería saber en qué situación me encontraba y en cual se encontraba ella.

…Pues… por lo que pasó, Minase–chan se fue hace un rato junto con Sanae–chan. Kurimo ha ido a ver a su madre que está en el hospital, mi padre vino a decirle. Así que… estoy sola. ¿Vienes?…

Aquello era una invitación.

…Akane, no es eso. Sabes que ahora mismo es…

…Buu. Ya vas a empezar a ser negligente con tu esposa. Que malo eres…

Se quejó Akane. Al menos se hallaba de buen humor.

…No es eso. No tiene nada que ver. Escucha, me encontré con alguien, alguien importante, y me preguntaba si podía ir a casa conmigo. Es importante…

No quise decirle quien era en ese momento.

…¿Tenemos visitas entonces?…

Ah, esto iba a ser difícil, ni siquiera parecía entusiasmada por la idea. Y yo creo que ninguna esposa calenturienta lo estaría, pero no podía hacerse nada.

…No tenemos… tienes…

Le dije, porque a quien Habara quería ver era a Akane

…¿Yo? ¿Por qué? ¿De quién hablas?…

Preguntó Akane, alarmándose un poco.

…Te explico allá. ¿Puedes preparar algo de comer?…

Eso no le gustó.

…Pues con lo que tenemos, veré que puedo hacer…

Se quejó ella. Yo suspiré. Miré a Habara, parecía que estuviera hablando con su madre para que la dejaran salir o algo así. Yo sonreí.

…Prometo que lo compensaré…

…Eso suena a que hiciste algo malo…

Respondió Akane desde el otro lado del teléfono.

…Lo hice. Tú también. Pero vamos para allá…

Y colgué. Habara me miró por unos momentos. Sonrió tontamente.

–Creo que… cambie de opinión, después de todo estoy mejor si ella no me odia más… –

E iba a darse la vuelta.

¿Es esto lo que pasaba cada vez que ella tenía una oportunidad? Me preguntaba cuando la sostuve del hombro.

–Nada de escabullirse. Tu vienes conmigo. –

–Pero no me dieron permiso… –

Se quejó ella.

–Que lastima… –

Respondí, jalándola del brazo.

–Oye, no me jales, plebeyo… conoce tu lugar. –

Era tarde para usar el acto de niña rica. Salimos del edificio y fuimos en dirección a mi casa. Habara trató de darse la vuelta como una cinco veces.

–¿Qué si sale mal? –

Preguntó ella en más de una ocasión y todas las veces le respondí con lo mismo.

–No puede estar más mal de lo que ya está… –

Y volví a jalarla, seguimos nuestro camino solo para que ella se detuviera veinte pasos adelante a hacer la misma pregunta, con el mismo resultado, y otra vez, y otra…

–––––––––

Finalmente llegamos a mi casa. Ya saben todos lo primero que Akane dijo.

–¿Qué se supone que hace ella cerca de ti? –

Preguntó Akane, mirándome feo.

–Akane… creo que… hay algo que ella tiene que decir… –

Comencé a decir, Akane me interrumpió haciendo una escena con la mano.

–Ya sé, y la verdad es que no me importa. No quiero verla. –

Respondió Akane, dándose la vuelta. Yo fui hasta donde ella.

–Akane, por favor… esto es algo delicado… –

Le dije. Akane me miró feo.

–Con que no hayas hecho alguna de tus maldades me conformo ahora mismo. –

Dijo. Yo negué con la cabeza.

–Solo escucha lo que tiene que decirte, es todo. –

Le dije, pero Habara se acobardó.

–Yo solo venía a decir que… quisiera que dejaras de ignorarme… –

Explicó Habara. Akane asintió.

–Bien, ya la escuché, ahora vete de mi casa. –

Y volteó a verme a mí.

–Y tu… creo que necesitas explicar que rayos te pasa. ¿Por qué está contigo en primer lugar? –

Dijo. Yo suspiré y me llevé una palma a la cabeza.

–Akane… esto es delicado… ¿Podemos ir al cuarto? –

Yo tenía miedo de que alguien llegara y nos interrumpiera, pero como de costumbre, a Akane no le importaba eso. Otra cosa es que ella siempre se negó a dejar que Habara entrara en nuestro cuarto.

–¿Con esa? Ni en cien años. No. No. NO. –

Y se volvió a Habara.

–Y tú, teníamos un acuerdo, y quiero que lo respetes, así que si no te esfumas de mi vista, comenzaré a hacer llamadas esta misma noche. ¿Quieres eso? –

Preguntó, amenazante. A Habara le importa MUCHO su reputación. Lo digo porque eso la hizo retroceder.

–Akane… no hagas eso… en verdad, no lo hagas. –

Le dije. Akane me miró, yo nunca me había metido en un asunto como ese. Eso la dejó atónita por un momento, aunque no menos enojada.

–No comprendo… ¿Te puso en mi contra? ¿Estás con ella?¿Qué ocurre?–

Preguntó Akane, llevándose una mano a la cintura.

–Más o menos… en verdad, no puedo explicar nada aquí. –

Respondí.

Y menos podía explicar si Habara se quedaba muda. Pero no la culpo, que Akane te odie siempre resulta intimidante a su propia manera.

–Estoy tratando de ser razonable aquí. Y mi esposo viene con mi enemiga a pedirme hablar de algo… –

–¿Enemiga? –

Esa era la primera vez que Habara escuchaba a Akane llamarla así. Es que ella no creyó que esto sería tan grave.

–Solo vamos al cuarto… –

Respondí. No era del todo una petición. Akane se vio obligada a obedecer, más que nada por no desobedecer a su marido. Yo casi nunca usaba esa clase de cosas pero, es que no me dejó opción. Eso no implicaba que no tendría problemas después si esto salía aunque fuera un poco mal.

–No sé por qué tengo la impresión de que es una tontería. –

Dijo Akane, pero accedió.

Una vez arriba, y ya en privado, Akane se llevó la mano a la cabeza.

–Yo quiero ser tu amiga. –

Dijo Habara una vez que estuvimos allí arriba, la miré, pero no dije nada.

–No podemos ser amigas luego de lo que pasó. –

Respondió Akane.

–Y le dije que me ayudara,… –

Apuntó Habara de nuevo, eso hizo que Akane volviera a mirarme feo.

–Hazlo por mí. –

Le dije. Akane me miró, ahora si colérica, pero solo se apartó de mí.

-Tu eres demasiado blando, eso es lo único que ocurre. ¿Te convenció con su acto de niña triste? –

Preguntó Akane, yo me rasqué la mejilla. Es que… puede ser. Pero eso no se lo podía decir a Akane, y siendo sinceros todavía simpatizaba un poco con Habara. Creo que lo único que le pedía a Akane, es que no la tratara tan mal.

Yo sé lo que es eso.

–Ya ni siquiera entiendo que tan retorcida está la situación aquí. –

Respondió Akane, batiendo la cabeza con pena. Eso ofendió a Habara.

–¿Retorcida? –

Preguntó ella, retrocedió un paso.

–Es que… solo tenías que decirlo… –

Replicó Akane, molesta. Tenía razón. Pero Mizumi se puso a llorar.

–¿Decirlo? ¿Solo así? –

Preguntó.

–Pues si… es decir… no tenías por qué hacer un espectáculo frente a todas, tampoco tenías que fingir cosas. Solo… ser tú. Eso bastaba. –

Replicó.

–No es así. Incluso tú lo dijiste. No quieres tener nada que ver conmigo nunca más… –

Se quejó, y limpió sus lágrimas.

–¡Me causaste problemas! –

Se quejó Akane, extendiendo las manos. A este punto yo no parecía ser importante.

–¿A quién le importa este idiota? –

Preguntó Habara.

–¡A mí! ¡Es mi esposo! –

Replicó Akane gritando.

–Pero eso no tiene sentido. ¿Por qué ibas a amar a alguien como él? –

Preguntó Habara, mirándome con desprecio.

–¡Hey! ¿Por qué los ataques personales? Te estoy ayudando aquí… –

Me quejé, Habara hizo una seña con la mano.

–Tu cállate, tu complicaste las cosas… si no fuera por ti… –

Y se volvió a Akane.

–Es un idiota, insensible, bueno para nada, pobre, sin empleo ni contactos… –

Akane la interrumpió:

–¡Por eso es que no quiero tener nada que ver contigo! Porque no te interesa y aun así intentaste quitármelo. ¿Tienes idea alguna de cómo me sentí? –

Preguntó Akane enfadada.

–No iba a quitártelo, es estúpido. –

Respondió Habara, al menos bajó la cabeza un poco.

–Pues te acostaste con él… le diste tu virginidad, no menos. –

–Pues sí, porque era la única forma. ¿No entiendes? Y ¿Por qué ibas a amarlo a él después de todo? Yo creí que bromeabas. ¿Por qué querrías tú a un sujeto como éste? –

Se quejó Habara, tratándome despectivamente. Akane perdió los estribos.

–Eso no te incumbe. Y si, lo amo… ¿Ya? ¿Feliz? Lo amo, me case con él, y tú estabas interrumpiendo, ocasionando problemas. Fui humillada por tu culpa. –

Algo que no entendí, es ¿Por qué, en todo ese momento, Habara no pidió disculpas.? En lugar de eso, reclamó. Eso… podía ser lo que no dejaba que la relación entre esas dos mejorara ni un poco.

–¡Yo quería que me amaras a mí! –

Replicó Mizumi.

Eso hizo que los reclamos se detuvieran en seco. Akane la miró por un momento, tratando de hilar las palabras que Habara Mizumi había soltado sin querer.

Al final del día, rica o no rica, peligrosa o inofensiva, Habara resultaba ser solo otra chica, enamorada.